Respaldo de material de tanatología

Perspectiva Histórica

PERSPECTIVA HISTÓRICA

“¿Quién podrías mencionarme que valorara el tiempo en alguna cosa, que supiese cuánto vale un día, que entendiera que cada día el hombre muere un poco? Puesto que al considerar que la muerte es algo del futuro, nos engañamos a causa de que gran parte de ella es ya cosa del pasado. Toda la porción de nuestra vida que queda tras nosotros pertenece al dominio de la muerte (carta I). (…) Me maravilla tanto la locura de amar tanto y tanto esta cosa huidiza que es el cuerpo y de temer tanto que podemos morir, siendo así que en todo momento presenciamos la muerte de nuestra condición anterior”.
                                                                                                              Séneca, Cartas Morales a Lucilio, carta LVIII.

Al menos dos aspectos históricos destacan por su interés en los orígenes de la respuesta a la pérdida de algo amado. El primero de ellos proviene de los registros arqueológicos: uno de los primeros datos que ofrecen señalan la existencia de prácticas de enterramiento. Esto, al menos en parte, permite suponer la conciencia de la muerte y el dolor por la pérdida de algo querido. El segundo, mucho más tardío, proviene del desarrollo del concepto de responsabilidad personal y la atribución de la conducta humana a causas totalmente internas; este no aparece hasta aproximadamente el año 500 a.c., en las obras de los dramaturgos griegos: “Por ello, dice el poeta, el hombre pregunta qué divinidad es la que ha causado una determinada enfermedad, guerra, muerte o pérdida”.

El corazón de los dioses sólo se alegraba cuando los hombres cumplían fielmente los múltiples mandatos que ellos les habían impuesto; de no ser así, enviaban sobre los mortales su castigo, habitualmente bajo la forma de infortunios, dolor, angustia moral o enfermedad; no obstante, tal pérdida podía deberse a la lucha o los celos entre los mismos dioses, siendo sus protegidos (y sus familiares) los afectados (duelo).
LA ANTIGÜEDAD: Lo Clásico y lo Mitológico

Por más que se diga de un individuo, desde que nace hasta que muere, que vive y que es siempre el mismo, en realidad no se encuentra nunca en el mismo estado ni en la misma envoltura, sino muere y renace sin cesar en sus cabellos, en su carne, en sus huesos, en su sangre, en una palabra, en todo su cuerpo, y no solamente en su cuerpo, sino también en su alma; sus hábitos, costumbres, opiniones, deseos, placeres, penas, temores y todas sus afecciones no permanecen nunca los mismos; nacen y mueren continuamente.
                                                                                                                                  Platón: Fedón, o de la inmortalidad del alma.

Es en la antiquísima narración babilónica de la aventura del mítico héroe de Sumeria Gilgamesh donde encontramos la más primitiva descripción del proceso del duelo humano (el Poema de Gilgamesh es la epopeya cronológicamente más antigua de la historia del mundo; fue redactada o compilada en 12 tablas de arcilla hace más o menos 4000-5000 años). El mito presenta a Gilgamesh haciendo sobre humanos esfuerzos en búsqueda de su amado amigo muerto, Enkidu (Gilgamesh desciende voluntariamente a los infiernos), con el trágico destino de no poder recuperar a su amigo.

Dice Sócrates a Simmias y Cebes en Fedón (Platón: Fedón o de la inmortalidad del alma): (…) “Muchos hombres, por haber perdido a sus amigos, sus mujeres y sus hijos, han descendido voluntariamente a los infiernos conducidos por la sola esperanza de volver a ver a los que habían perdido y vivir con ellos” (…).

El poema de Gilgamesh se articula en dos bloques bien diferenciados; el primero de ellos – Tablillas I a VII-, ilustra la amistad y aventuras vividas por los dos protagonistas, Gilgamesh y Enkidu; el segundo -Tablillas VIII a XII-, por el contrario, se refiere a la muerte de Enkidu y a la tristeza de Gilgamesh por la pérdida de su amado amigo, tal como se describe en el siguiente resumen:

Tablillas I-VII: Descripción de Gilgamesh y de la llegada de este a Uruk. Creación de Enkidu, presentación ante un cazador y confabulación para dominarle en la que toman parte -por orden de Gilgamesh- el cazador y una ramera. la ramera habla a Enkidu de Gilgamesh. La madre de Gilgamesh habla a éste de Enkidu. La ramera conduce a Enkidu a Uruk. Palabras de un hombre a Enkidu estando éste con la ramera de camino a Uruk; tales palabras asustan a Enkidu. Encuentro de Gilgamesh y Enkidu. Amistad entre Gilgamesh y Enkidu. Expedición contra el monstruo Huwawa (Humbaba). Los dos amigos llegan a la entrada del Bosque de los Cedros donde vive Huwawa. Enkidu enferma como castigo por su escaso entusiasmo en acompañar a Gilgamesh. Después del combate y muerte de Humbaba, la diosa Ishtar declara su amor a Gilgamesh y éste la rechaza. Ishtar pide a Anu que engendre al Toro Celeste, monstruo que mata a centenares de hombres con dos o tres resoplidos. Enkidu y Gilgamesh matan al Toro Celeste. Regreso triunfante a Uruk. Enkidu cuenta a Gilgamesh un sueño en el que anticipa su muerte -la de Enkidu- por un mandato de los dioses.
Tablillas VIII a XII (El duelo de Gilgamesh):
Tablilla VIII: Se describe el duelo agudo de Gilgamesh, con elementos propios que, posteriormente, los clásicos describirán extensamente: llanto intenso, pérdida de interés por el lujo de los ropajes, por la lucha y el valor, recuerdos del recién fallecido, dudas acerca de lo sucedido (“Tienes el rostro inmóvil y no me oyes…”) y violentas expresiones de dolor (“ruge de dolor como un león,/ como una leona a quien se ha quitado su cachorro;/ vierte lágrimas, rasga sus vestidos/ y se despoja de sus adornos”).
Tablilla IX: Miedo de Gilgamesh a morir, rechazo de la realidad de lo sucedido que lo llevan hasta emprender un viaje a los infiernos.
Tablilla X: Primer enfrentamiento de Gilgamesh con la imposibilidad de conseguir la inmortalidad e irritación secundaria que le lleva a destruir a “los de piedra”. Consecuencias físicas de su tristeza y recuerdo de Enkidu. Gilgamesh llora siete días y siete noches la muerte de su amigo. Recuerdos del difunto y de sus últimas palabras. Sensación de impotencia.
Tablilla XI: Ansiedad de Gilgamesh ante la muerte. Disminuye la rabia e irritabilidad de Gilgamesh por la muerte de su amigo.
Tablilla XII: Visiones del espíritu de Enkidu. Gilgamesh hace todo lo que puede por poder volver a ver a su amigo. Gilgamesh habla con el espíritu de Enkidu.