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La Escritura Automática.doc (del foro ayuda al duelo)

La Escritura Automática
 
l fenómeno de la escritura automática consiste en que un médium «escribe» lo que le dicta un espíritu ajeno, de manera que el lápiz o la pluma se mueven, prácticamente solos sobre la hoja de papel. Este es el procedimiento que empleó la señora Pearl Curran, ama de casa británica de principios de siglo, para transcribir la enorme cantidad de obras literarias que, entre 1913 y 1938, le transmitió la misteriosa «Patience Worth».

Pearl Curran, «amanuense» de Patiemte Worth.
Este personaje se presentó a la señora Curran en forma de espíritu por medio de una ouija, tablero provisto de letras y números a través del cual los espíritus responden a las preguntas que se les plantean. Tras unos primeros «balbuceos», un espíritu empezó a frecuentar la ouija de la señora Curran; se trataba de un espíritu femenino: su nombre era «Patience Worth».

Al principio fue reacia a dar cualquier información sobre sí misma o sobre su pasado en la Tierra, e incluso sobre su situación en aquel momento (fenómeno bastante frecuente en las sesiones espiritistas). Se limitaba a deletrear enrevesadas advertencias en un tono que insinuaba ya su vocación literaria. La señora Curran, cada vez más fascinada por aquellas «visitas», siguió intentando obstinadamente comunicarse con Patience, rogándole que empleara un inglés más asequible y que emitiera mensajes más claros.

Patience Worth explicó por fin que había nacido en Dorset (Inglaterra) en el siglo XVII. Había sido educada en las más estrictas tradiciones cuáqueras, y su vida había consistido en ocuparse de tareas del campo y de quehaceres domésticos, hasta que emigró, junto con su familia, a América. Poco después de su llegada al Nuevo Continente, fue asesinada por los Pieles Rojas.

Patience Worth dictó a la señora Curran, primero a través de la ouija y después por escritura automática, numerosas obras, entre las que destaca la extensa novela “Hope Trueblood”, que la crítica británica, desconocedora de su origen, trató muy favorablemente: su obra fue estudiada tanto por los investigadores psíquicos como por los académicos. Su inglés arcaico fue escrupulosamente analizado, y resultó ser el correspondiente a su lugar y época; su estilo literario fue muy alabado.
Pero la extensísima cultura de la que dio muestra resultaba intrigante: desde luego, la señora Curran era un ama de casa más bien inculta, y Patience Worth, humilde muchacha cuáquera, difícilmente pudo haber adquirido parte de la información contenida en sus libros, por ejemplo los extensos conocimientos sobre antiguas sectas judías que detallaba en su novela “The Sorry Tale”. Algunos espiritualistas opinan que quizá obtuvo su cultura en una especie de «universidad post-mortem». Otros creen que dichos conocimientos proceden de los «archivos Akásicos», en cuyo caso se debería a Patience Worth, al subconsciente de la señora Curran, o -¿quién sabe?- a ambos.

Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851), creadora de Frankenstein, una de las más famosas historias de terror. La trama le llegó en un sueño.
Pero no todos los casos de escritura automática son tan difíciles de descartar como el Patience Worth. Un importante investigador y hombre de ciencia, el profesor Arthur Ellison, ha dicho: «Supongo que un tercio de la población de Inglaterra podría producir algún tipo de escritura automática, pero la mayor parte del resultado sería un galimatías».

Cualquiera puede intentar el experimento, apoyando apenas un lápiz en una hoja en blanco, alejando su atención del lápiz y dejando que haga lo que quiera. Antes se suponía que la escritura automática era un producto de entidades espirituales, desesperadas por comunicarse y agradecidas de que se les permitiera utilizar un lápiz. La única pregunta que se planteaban los creyentes era: el comunicante, «¿es un espíritu ligado a la Tierra o un espíritu enviado por Dios?» Pero los garabatos que produce la escritura automática pueden revelar mucho, si no sobre el mundo de los espíritus, al menos sobre el subconsciente de quien sostiene el lápiz.

Durante las tres primeras décadas del siglo XX, la escritura automática se utilizó como herramienta para el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades mentales. La doctora Anita Mühl fue una pionera de este método para alentar a los pacientes a expresar espontáneamente sus conflictos ocultos.

El principiante en materia de escritura automática tiene que ser muy paciente, ya que pueden pasar horas antes de que la pluma empiece a moverse, aparentemente, por su cuenta. Algunas personas nunca lo consiguen, y sólo obtienen garabatos sin sentido o letras amontonadas. Pero otros reciben mensajes coherentes, inteligentes y -aparentemente- llenos de sentido; incluso algunas veces transcriben sus comunicaciones en una letra muy diferente de la suya propia.

Un ex clérigo, William Stainton Moses, fue un médium de la última mitad del siglo XIX que se «especializó» en escritura automática, aunque sólo lograba producirla cuando estaba en un trance autoinducido. Desde 1872 hasta 1883 llenó 24 cuadernos con escrituras inspiradas por sus trances, mezcladas con «escrituras de espíritus», a veces firmadas. (Se supone que Mendelssohn firmó una de las páginas.)

Si uno adopta el punto de vista escéptico, algunas obras religiosas del siglo XIX no fueron dictadas por los ángeles o por Dios, como se afirmaba, sino que eran resultado de la escritura automática de los «profetas» . El libro de los mormones, por ejemplo, fue dictado -supuestamente- por un ángel llamado Moroni a un granjero del estado de Nueva York, Joseph Smith, en 1827.

Un gran investigador psíquico norteamericano de los tiempos modernos, el doctor J. B. Rhine, se inclinaba a descartar la escritura automática, a la que consideraba un «automatismo motor» espontáneo o, como ya habíamos dicho, la expresión de conflictos, obsesiones o represiones subconscientes. Probablemente él y otros colegas que coinciden con sus ideas tienen razón en su juicio acerca de la mayor parte de la escritura automática. Pero el doctor Rhine admitía que algunos casos, como el de Patience Worth, por ejemplo, no se explican con tanta facilidad.

William Shakespeare
Un caso muy interesante de escritura automática ocurrió en 1947, por intermedio de la  médium Hester Dowden, que era famosa desde hacía mucho por las escrituras automáticas que producía, hasta con los ojos vendados. Percy Allen, un escritor, participó de la sesión en la que mantuvo «conversaciones» por escrito con supuestos dramaturgos isabelinos. Como resultado de esa sesión, el señor Allen creyó haber encontrado la respuesta a la pregunta que ha preocupado a generaciones de críticos e historiadores: «¿Quién era Shakespeare?» ¿Sería, en realidad, Francis Bacon? ¿O Edward de Vere, conde de Oxford?.

La señora Dowden afirmaba haber recibido información escrita acerca de este tema procedente de esos tres caballeros, y de otras personas de aquella época vinculadas al teatro. Los comunicantes de la señora Dowden explicaron que las obras de «Shakespeare» habían sido fruto de un trabajo en equipo. Shakespeare y Edward de Vere, 17° conde de Oxford, eran los principales colaboradores, mientras Beaumont y Fletcher, autores teatrales de segunda fila, proporcionaban ocasionalmente material adicional. Bacon actuaba como una especie de severo corrector de estilo.

Cada uno se dedicaba a lo que le salía mejor: Shakespeare creaba muchos de los personajes más fuertes, tanto cómicos como trágicos (por ejemplo Yago y Falstaff), y demostraba un talento especial para la construcción dramática. Lord Oxford, en cambio, creaba el «Shakespeare almibarado», es decir, los pasajes románticos y líricos. Del mismo modo, la señora Dowden se enteró de que había sido lord Oxford quien había escrito la mayor parte de los sonetos. También le «dictó» tres sonetos nuevos a ella.

William Staiton Moses

Obra firmada por Mendelssohn

Edward de Vere, conde de Oxford
Bacon subrayó una y otra vez a la señora Dowden que el conjunto literario que el mundo conoce como la obra de Shakespeare fue una creación colectiva. El mismo Shakespeare dijo, según afirma la señora Dowden:
«Yo sabía perfectamente qué iba a ser eficaz en el escenario. Encontraba un argumento (Hamlet fue uno de ellos), consultaba con Oxford y formaba la estructura del edificio, que él decoraba y poblaba tal como convenía al tema… Yo era el esqueleto del cuerpo que escribía las piezas. La carne y la sangre no eran mías, pero siempre intervenía en la construcción.»

Un grabado del siglo XIX, titulado «El legado de Charles Dickens a Inglaterra».
Por supuesto, la literatura automática puede ser la dramatización de una creatividad profunda o reprimida que encuentra expresión por medios que apenas entendemos. Después de todo, muchos escritores y artistas han «escuchado a sus musas» a lo largo de los siglos. Con frecuencia, tramas, escenas o personajes minuciosamente observados han «llegado» a escritores, dramaturgos y poetas. A menudo, cuando Charles Dickens dormitaba en su sillón, una serie de personajes aparecía ante él «como si suplicaran que los escribiera». Samuel Taylor Coleridge soñó la totalidad de su poema Kubla Khan y lo hubiese escrito entero para la posteridad si no se hubiese presentado una visita, haciéndole olvidar la mayor parte para siempre. Mary Shelley soñó su Frankenstein, Robert Louis Stevenson confiaba en sus sueños para inventar cuentos, incluyendo a los alegóricos doctor Jekyll y mister Hyde. Pero cuando un escritor como Charles Dickens decía que un cuento «se escribía solo» , sólo podemos suponer que no quería decir que su pluma se desplazaba sobré el papel, escribiendo por su cuenta Oliver Twist. En la práctica, la inspiración posee unos mecanismos muy diferentes de los que caracterizan la escritura automática.

A mitad de camino entre las dos, quizás, está el extraño caso de Patrick Branwell Bronté. Fue un personaje desgraciado y antipático, famoso sobre todo por su incapacidad para controlar el alcohol y el láudano, y para compartir una casa aislada en los páramos con sus célebres y excéntricas hermanas Charlotte, Emily y Anne.

Tenía pretensiones literarias, que nunca se concretaron. Sin embargo, durante uno de los períodos en que trabajó, como administrativo del ferrocarril, descubrió que podía hacer las cuentas semanales con una mano mientras la otra, de forma independiente, empezaba a trazar garabatos. Primero apareció el nombre de su adorada hermana muerta, María; después, otros fragmentos de prosa y de poesía. Más tarde afirmó haber escrito otra versión de “Cumbres Borrascosas”, por pura coincidencia, mientras su hermana Emily escribía un libro con el mismo nombre.

Sin embargo, ésta fue la segunda versión del incidente. Previamente, había robado el primer capítulo del libro de Emily y lo había leído a sus amigos como si fuera suyo. Cuando vio que no le creían, inventó lo de la «otra versión».
¿Pueden Escribir Los Muertos?
 
os muertos, ¿pueden escribir novelas, poemas, tratados científicos y obras de teatro? La escritura automática depara auténticas sorpresas: el médium brasileño Francisco Cándido «Chico» Xavier ha escrito psíquicamente obras póstumas de más de 400 autores. 

El escritor «Chico» Xavier en una de sus sesiones públicas de escritura automática.
Aparentemente, los fenómenos paranormales siguen la moda, como otros aspectos de la vida, y la escritura automática, como forma de comunicarse con los muertos o incluso como truco para animar una reunión, pareció haberse extinguido durante un tiempo. Sin embargo, en la actualidad se está produciendo una gran cantidad de escritos. Posiblemente el escritor psíquico más importante y prolífico del mundo sea un brasileño que escribe en un portugués que a veces resulta muy erudito y técnico.

Francisco Cándido («Chico») Xavier, que ya ha cumplido los setenta años, es ciertamente, una de las figuras más populares de Río, donde ha dedicado su vida a ayudar a los pobres y a producir best sellers edificantes, entretenidos y de gran rendimiento económico. No acepta ninguna retribución por esos libros, ni se atribuye ningún mérito. Porque, como él mismo dice, no los escribió él; lo hicieron autores brasileños ya fallecidos.

Durante los últimos cincuenta años, Xavier ha dedicado por lo menos cinco horas diarias a transcribir obras que le transmiten autores muertos. Esto significaba a menudo sacrificar su escaso tiempo libre a esta actividad ya que, hasta que se jubiló en 1961, ocupaba un modesto puesto de funcionario a tiempo completo en las oficinas locales del gobierno.

Best-Sellers Del Más Allá

Portada de “Parnaso de Ultratumba”, dictado, al parecer, por 56 poetas ya fallecidos.
Uno de «sus» best-sellers es un volumen de poesías llamado Parnaso de além-túmulo (Parnaso de ultratumba). Contiene 259 poemas (que ocupan 421 páginas) de estilos muy diferentes y está firmado por 56 importantes figuras literarias del mundo de lengua portuguesa… todas las cuales han muerto. Los poemas tratan muchos temas: el amor, la hipocresía religiosa, la naturaleza de la evolución humana; algunos contienen chistes. Uno es una simple declaración de la identidad del poeta, titulada Ego sum (Yo soy, en latín). El texto dice: «Soy el que soy. Por lo tanto, sería muy injusto que no me proclamara a mí mismo, que mintiera, que os engañara con el anonimato, ya que soy Augusto.» El poema está firmado «Augusto dos Anjos», el nombre de un famoso poeta brasileño fallecido.

Pero nada de lo dicho hasta ahora ofrece pruebas de que la escritura automática de Chico Xavier no sea un fraude, consciente o inconsciente, aunque uno no puede menos que pensar que un impostor consciente aceptaría de muy buen grado los millones de dólares que han producido sus libros a lo largo de los años.

Lo cierto es que Xavier no es totalmente iletrado; fue a la escuela elemental que, como señala Guy Playfair, autor de The flying cow (La vaca volante) y experto en espiritismo brasileño, puede que en Brasil sea realmente muy elemental. Pero el vocabulario que emplea resulta difícil hasta para personas cultas; él mismo dice que, a menudo, no entiende ni una palabra. Esto se aplica al extenso libro Nosso lar (Nuestro hogar), que consta nada menos que de 2.459 páginas, y se supone que le fue dictado por el difunto médico André Luiz, un pionero de la medicina tropical. De hecho, se trata de una novela en nueve tomos, con un argumento muy simple: el héroe muere al principio del libro y la acción subsiguiente tiene lugar en el otro mundo («nuestro hogar»). Éste, según dice el doctor Luiz, no es el paraíso de que hablan las tradiciones religiosas, sino que se parece mucho a la vida en la Tierra. «La muerte es sólo un cambio de ropas», advierte, y añade que la otra vida es «el paraíso o el infierno que nosotros mismos hemos creado». Aún los más humildes de nosotros tenemos una finalidad noble, dice Luiz: «Somos hijos de Dios y herederos de los siglos, que conquistamos valores de experiencia en experiencia, de milenio en milenio.» Nos dice que la reencarnación es un hecho real, pero que las leyes que la rigen son mucho más complejas de lo que los vivos, incluidos quienes creen en ella, suponen.

Esta enorme serie de novelas trata con detenimiento gran variedad de temas médicos y técnicos: discutiendo en detalle, por ejemplo, la fertilización del óvulo humano y el lento proceso de la evolución en la Tierra. El 2 de febrero de 1958, Xavier anotó un largo pasaje que contenía este tipo de fraseología:

El hiato existente, como notó Hugo de Vries, en el desarrollo de las mutaciones fue salvado por las actividades de los Siervos de la Organogénesis Terrestre, que sometieron a profundas alteraciones a la familia de los Leptothrix…

Hugo de Vries fue un botánico holandés famoso por sus trabajos sobre las leyes de la herencia, información que difícilmente proporcionaría una escuela elemental brasileña de principios del siglo XX. (Una vez Xavier se quejó a Augusto dos Anjos de que no entendía lo que estaba «escribiendo». «Mira -le respondió-, escribiré lo que pueda, ¡porque tu cabeza no está a la altura!».)

Los Espíritus Dictan

El poeta y ocultista escocés William Sharp, cuya personalidad secundaria era «Fiona Macleod».
A mediados de los años setenta había escrito 130 libros, todos los cuales llevan en la primera página la frase «dictado por el espíritu de…». Se afirma que más de 400 autores desencarnados escribieron obras póstumas por intermedio de Xavier y, ciertamente, venden más empleándolo como «agente» de lo que lograron en vida. Sólo Nuestro hogar había vendido más de 150.000 ejemplares a finales de 1980.

Uno de sus logros más notables -que algunos consideran una prueba definitiva de que escritores muertos siguen trabajando por mediación de él- fue un curioso incidente de coautoría. Xavier escribió psíquicamente Evolución en dos mundos, capítulo a capítulo, en el pueblecito de Pedro Leopoldo; pero lo que escribió eran capítulos alternados, para nada relacionados entre sí; era el doctor Waldo Vieira quien escribía los capítulos que habían de intercalarse a cientos de kilómetros de distancia. Pero sólo cuando Xavier terminó su montón de capítulos inconexos su espíritu-guía le advirtió que se pusiera en contacto con el doctor Vieira. Por supuesto, a partir de aquel momento el libro adquirió sentido. Ése fue el primero de los 17 libros que escribirían de ese modo. Como señala Guy Lyon Playfair, frecuentemente uno de los capítulos del doctor Vieira -escrito sin conocer el capítulo previo, a cargo de Xavier- reemprende la narración justamente donde la había abandonado el otro.

Xavier, que es en la actualidad un frágil anciano casi ciego de un ojo, se dedica a colaborar en el centro de beneficiencia que han financiado «sus» derechos de autor: escribe mensajes de espíritus para personas que necesitan consejo, firma libros, estrecha manos, entrega rosas, recibe a cada cara nueva como si ese encuentro le proporcionara un inmenso placer.

Su escritura «automática» se realiza con frecuencia en público, durante unas tres horas en cada ocasión, y cualquier persona interesada puede presenciarlo. (Un testigo dijo que escribe como si su mano estuviera conectada con una pila eléctrica.) Él mismo pasa a máquina sus escritos psíquicos, contesta personalmente su correspondencia (suele recibir unas 200 cartas diarias, en las que muchos le piden consejos o plegarias; otras son sólo cartas de admiradores) y concurre a reuniones espiritistas públicas.

Muchos lo consideran un santo; algunos de sus admiradores creen que es la reencarnación de San Francisco de Asís. Pero también tiene detractores y enemigos: la Iglesia Católica brasileña está en contra suya, y sugiere que puede estar poseído por el demonio; un destacado jesuita brasileño considera que su propia misión en esta vida consiste en destruir la fama de Chico Xavier.

El frontispicio de The Divine Adventure (La divina aventura) de Fiona Macleod, obra mística basada en la historia de la isla escocesa de Iona.
Los europeos tienden a no tomar en consideración casos tan bien documentados como éste cuando ocurren en lugares tan lejanos y exóticos como Brasil. Pero la escritura automática también florece en Europa, y en la actualidad. El joven dotado británico Matthew Manning, aunque es un escritor automático experto en el estilo tradicional, ha descubierto que los «espíritus» se han hecho cargo de la tarea de escribir. Entre ellos se destaca Robert Webbe, quien construyó la casa de los Manning en Cambridgeshire en el siglo XVII, y vivió en ella; después de morir siguió frecuentándola. Más de 300 nombres y frases breves en diferentes estilos caligráficos han aparecido en las paredes del dormitorio de Matthew Manning. Después de cada sesión de graffiti espirituales se encontraba un lápiz con la punta mocha en su cama, aunque mientras se hacían las inscripciones ningún miembro de la familia había estado en la habitación ni -en muchas ocasiones- en la casa.

Una editorial británica se ha dedicado por entero a publicar las obras de un espíritu escritor o, más bien, de dos autores que componían una personalidad doble. Uno de ellos era William Sharp, poeta y ocultista escocés, que murió en Castello di Maniace (Sicilia) en 1905, a la edad de cincuenta años. Sobre su tumba, cercana al monte Etna, hay una cruz jónica con dos epitafios. Uno dice:
Adiós a lo conocido y agotado.
Bienvenido lo desconocido y sin límites. 
El otro dice, más oscuramente:
El amor es más grande de lo que podemos concebir, y la Muerte es guardiana de redenciones desconocidas.

F.M.
¿Quién era «F.M.» ? Son las iniciales de Fiona Macleod, su alter ego, su lado femenino personificado, cuyo nombre y obra inspiraron el «renacimiento celta» a fines del siglo XIX en Escocia.

El Proyecto De Paisley

El rey Jorge VI, que en calidad de «George Windsor» se habría comunicado póstumamente con el médium Konrad Hopkins, uno de los socios que publicaron The Wilfion Scripts.
Las personalidades dobles o múltiples no son desconocidas en los anales de la psiquiatría. Pero lo significativo de «Wilfion» (nombre colectivo que dio Sharp a sus dos personalidades) es que él/ella siguen comunicando -según se dice- pensamientos y obras poéticas desde el otro lado de la tumba.

A primeros de 1970, un crítico norteamericano especializado en William Sharp, Konrad Hopkins, comenzó a recibir escrituras psíquicas de muchas almas desencarnadas, incluyendo a un tal George Windsor -más conocido como el rey Jorge VI-, pero sobre todo del mismo Sharp. En 1974, Hopkins conoció a un dotado holandés llamado Ronald van Roekel y poco después iniciaron un negocio editorial en Paisley, Escocia, llamado Wilfion Books.

Mientras tanto, en Ventnor, isla de Wight, una señora llamada Margo Williams estaba descubriendo sus dotes de médium, que habían pasado desapercibidas durante mucho tiempo. En el verano de 1980, Margo ya había recibido más de 4.000 mensajes psíquicos, escritos al parecer por más de 360 personas desencarnadas. La primera fue Jane, su espíritu guía, y la segunda alguien llamado William Sharp.

El fallecido poeta escocés informó a Konrad Hopkins, por medio de la clariaudiencia, de su vinculación con Margo Williams. La médium y los directores de Wilfion Books entablaron correspondencia y pronto se pusieron de acuerdo para que The Wilfion Scripts (Los escritos de Wilfion), transmitidos a la señora Williams, fueran publicados en Paisley.

La médium británica Margo Williams.
The Wilfion Scripts se componen de 92 versos y algo de prosa. Los versos son, en general cortos, infantiles (algunos dirían aniñados) y, en suma, malos. La introducción a los versos, por Hopkins y van Roekel, incluye esta disculpa, curiosamente oscura, por la, mala calidad de la poesía:

“Sharp… reconoce que los versos son malos porque está tratando de alcanzar la confesión de una visión realmente horrible que él mismo vio o que revivió gracias a su habilidad para experimentar sensaciones en círculos de piedras; la visión lo persiguió el resto de su vida.”

Pero la señora Williams adjudica generosamente a Wilfion «una genial economía de palabras». El 12 de diciembre de 1976, William Sharp dictó las siguientes palabras por mediación de ella:
 
Observa escenas del pasado
Que impresionan y durarán
Escenas que sobreviven al tiempo
Son buena lectura en un libro
En la jerga de la parapsicología todos estos extraños textos podrían ser producto de «psicokinesis telepática», «automatismos motores», «creatividad psicosexual reprimida», etc. Pero, ¿no serán estas hipótesis una forma de ocultar el hecho de que no sabemos qué hay detrás de ellos?