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PENSAMIENTO EN EL DUELO: A PROPÓSITO DE UN CASO.

PENSAMIENTO EN EL DUELO: A PROPÓSITO DE UN CASO.

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El proceso de duelo supone una de las mayores crisis vitales que todo ser humano va a sufrir alguna vez en su existencia, por lo que tiene características comunes a otras situaciones estresantes del ciclo vital, pero además posee unas características propias en lo que se refiere al ámbito de lo afectivo, lo cognitivo y también lo perceptivo. La mayor o menor intensidad del duelo varía dependiendo de si la persona fallecida era o no una persona con la que se ha creado vínculos de apego. Estas intensas relaciones nos hacen vivir en unos márgenes de seguridad y con un orden que nos permite atenuar nuestro nivel de angustia. Es por esto que el duelo es una experiencia tan devastadora, ya que nos confronta con nuestro sistema creencial, que se desorganiza por completo, provocando una especie de ?caos cerebral? que sería responsable de las percepciones, afectos y comportamientos especiales que aparecen en el duelo, que algunos autores han llamado ?mente de duelo?.

DISCUSIÓN

La persona en duelo pasa por una serie de estados a lo largo del proceso de duelo. En un primer momento (que puede durar de horas a semanas) , la persona pasa por un estado de embotamiento o sueño, caracterizado por una parálisis psicomotriz, apariencia externa de normalidad, disminución del campo de la conciencia, que algunos autores asemejan a un episodio disociativo histérico. En realidad esta es una defensa del organismo ante la situación de caos que vive la persona, y el ataque a su propia integridad que supone la pérdida de una persona de apego. Pasada esta anestesia emocional se produce una etapa en la que esta inhibición alterna con episodios de activación, a veces sin un sentido concreto. Se producen entonces una serie de conductas encaminadas a ?recuperar? a la persona perdida, consistentes en llanto, lamentos, gritos, llamadas al difunto y otras conductas de búsqueda. Los fenómenos perceptivos o distorsiones de la percepción normal son muy frecuentes en las primeras fases del duelo, pudiendo durar mucho tiempo, aunque lo más frecuente es que la intensidad y la frecuencia de este tipo de sensaciones vayan disminuyendo con el tiempo, pudiendo ?reactivarse? en situaciones concretas, como son los aniversarios. Algunos autores comparan este fenómeno al del ?miembro fantasma?, existiría una deprivación física y simbólica brusca, junto al agotamiento y determinadas situaciones y objetos (cosas del difunto, olores…), que provoca en el deudo ilusiones, alucinaciones y la percepción subjetiva de la presencia del difunto. Hay personas para las que la evocación del fallecido resulta aliviadora y por eso se aferran a lugares y objetos durante años.

En nuestra cultura nos enseñan que todo se puede analizar desde el punto de vista lógico-racional. En el duelo, sufrimos algo para lo que no estamos preparados, y la lógica no servirá entonces para calmar nuestra angustia; surge entonces lo que se denomina el pensamiento mágico. En la persona en duelo este pensamiento mágico la invade. La duración de esta mente de duelo es variable. El poseer un trabajo o una actividad ocupacional es fundamental, ya que sirve como organizador, además es fundamental que el paciente sea capaz de vincularse emocionalmente con otras personas en otras relaciones significativas.

En nuestro caso el paciente se encuentra anclado en esta fase de ?pensamiento mágico?, con sensación constante de permanecer con el fallecido, pacto de silencio con él, si no cumple o modifica algo aparece la culpa que le ancla en el pasado. Esto adquiere una estabilidad, en un estado de homeostasis cada vez más difícil de modificar, que puede llevar a la cronificación del duelo. Entre los factores de riesgo para una mala evolución del duelo, debemos mencionar la relación simbiótica o de dependencia con el difunto, varias pérdidas en un corto período de tiempo, factores relacionados con el tipo de muerte (inesperada, asesinatos, suicidio, catástrofe), cuidados prolongados a personas moribundas que provocan ambivalencia y culpa, dejando a la persona vacía y sin función tras el fallecimiento. Como vemos, varios de estos factores aparecen en nuestro caso. El duelo patológico tiene diversas formas.

En general consideramos patológico el duelo que se cronifica en el tiempo (aunque la cifra de 6 meses es muy cuestionada), con prolongación indefinida de algunas de las fases de duelo (por ejemplo de la fase de activación o de la negación), así como el duelo pospuesto, en el que un incidente mínimo puede desencadenar la crisis. Es por esto que para superarlo debemos hacer una intervención temprana (se considera que lo apropiado es antes de los dos primeros años). En cuanto al tratamiento, creemos necesario establecer unos objetivos en el trabajo con el paciente, que consistirían en hacer desaparecer la sintomatología asociada, lograr una buena aceptación de la pérdida y mejorar el funcionamiento cotidiano, trabajando las diferentes áreas afectadas en el duelo (el área afectiva, somática, cognitiva y motora).

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