William Shakespeare – EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
DRAMATIS PERSONAE
TESEO, Duque de Atenas
HIPÓLITA, reina de las amazonas, prometida de Teseo
LISANDRO, enamorado de Hermia
HERMIA, enamorada de Lisandro
DEMETRIO, pretendiente de Hermia
HELENA, enamorada de Demetrio
EGEO, padre de Hermia
FILÓSTRATO, maestro de ceremonias
FONDÓN, tejedor
MEMBRILLO, carpintero
FLAUTA, remiendafuelles
MORROS, calderero
HAMBRÓN, sastre
AJUSTE, ebanista
OBERÓN, rey de las hadas
TITANIA, reina de las hadas
ROBÍN EL BUENO, duende
FLORDEGUISANTE
TELARAÑA
POLILLA hadas
MOSTAZA
Acompañamiento en la corte de Atenas.
Otras hadas del séquito de Oberón y Titania.
EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
I.i Entran TESEO, HIPóLITA, [FILóSTRATO] y otros.
TESEO
Bella Hipólita, nuestra hora nupcial
ya se acerca: cuatro días gozosos
traerán otra luna. Mas, ¡ay, qué despacio
mengua ésta! Demora mis deseos,
semejante a una madrastra o una viuda
que va mermando la herencia de un joven.
HIPÓLITA
Pronto cuatro días se hundirán en noche;
pronto cuatro noches pasarán en sueños,
y entonces la luna, cual arco de plata
tensado en el cielo, habrá de contemplar
la noche de nuestra ceremonia.
TESEO
Anda, Filóstrato,
mueve a la alegría a los jóvenes de Atenas,
despierta el vivo espíritu del gozo.
Y manda la tristeza a los entierros:
tan mustia compañía no conviene a nuestra fiesta.
[Sale FILÓSTRATO.]
Hipólita, te he cortejado con mi espada
e, hiriéndote, tu amor he conquistado.
Mas voy a desposarte en otro tono:
con festejo, celebración y regocijo.
Entran EGEO y su hija HERMIA, LISAN¬DRO y DEMETRIO.
EGEO
¡Salud a Teseo, nuestro excelso duque!
TESEO
Gracias, buen Egeo. ¿Qué noticias traes?
EGEO
Acudo a ti consternado a denunciar
a mi propia hija Hermia. -Acércate,
Demetrio. – Mi noble señor, este hombre tiene
mi consentimiento para unirse a ella. ?
Acércate, Lisandro. – Y, mi augusto duque,
este otro le ha embrujado el corazón. –
Sí, Lisandro: tú le has dado tus poesías
y con ella has cambiado prendas de amor.
En el claro de luna le has cantado a su ventana,
afectando con tu voz tiernos afectos,
y en su mente tu imagen has sellado con pulseras
hechas con tu pelo, sortijas, adornos,
caprichos, baratijas, ramilletes y confites,
seductores de la incauta juventud;
con astucia a mi hija has cautivado,
y has trocado la obediencia que me debe
en tenaz insumisión. Gran duque,
si ella aquí, en tu augusta presencia,
se niega a casarse con Demetrio,
yo reclamo el antiguo privilegio ateniense;
puesto que es hija mía, yo dispongo de ella:
o se la entrego a este caballero
o a la muerte, como de forma expresa
estipula nuestra ley para este caso.
TESEO
¿Qué respondes, Hermia? Considera, hermosa joven,
que tu padre debe ser para ti como un dios.
Él te dio belleza; sí, y para él
tú eres como imagen estampada
en cera: queda a su albedrío
conservar la figura o borrarla.
Demetrio es un digno caballero.
HERMIA
También Lisandro.
TESEO
En sí mismo, sí; pero en este caso,
al no tener la venia de tu padre,
el otro debe ser tenido por más digno.
HERMIA
Ojalá que mi padre viera con mis ojos.
TESEO
Tus ojos debieran ver con su juicio.
HERMIA
Suplico, mi señor, que me perdones.
No sé lo que me ha dado el valor,
ni si es conveniente a mi recato
defender ante ti mi pensamiento.
Mas te ruego, mi señor, que me digas
lo peor que puede sucederme
si me niego a casarme con Demetrio.
TESEO
La pena de muerte o renunciar
para siempre al trato con los hombres.
Por tanto, bella Hermia, examina tus deseos,
piensa en tu edad, mide bien tus sentimientos
y decide si, al no ceder a la elección paterna,
podrás soportar el hábito de monja,
encerrada para siempre en lóbrego claustro,
viviendo como hermana yerma de por vida
y entonando tenues himnos a la frígida luna.
Las que, venciendo su pasión, emprenden
tan casto peregrinaje son tres veces benditas,
pero en la tierra es más feliz la rosa arrancada
que la que, ajándose en intacto rosal,
crece, vive y muere en bendita doncellez.
HERMIA
Pues así he de crecer, vivir y morir, señor,
antes que ceder mi privilegio virginal
al hombre cuyo no querido yugo
mi alma se niega a obedecer.
TESEO
Considéralo despacio y, con la luna nueva,
el día en que mi amor y yo sellemos
un contrato de unión sempiterna,
ese día prepárate a morir
por no acatar el deseo de tu padre,
a casarte con Demetrio, como quiere,
o, en el altar de Diana, a hacer voto
de perenne abstinencia y celibato.
DEMETRIO
Querida Hernia, cede. Lisandro, somete
tu falaz pretensión a mi claro derecho.
LISANDRO
Demetrio, tú ya tienes el amor de su padre;
tenga yo el de Hermia. Cásate con él.
EGEO
Cierto, burlón Lisandro: él tiene mi amor,
y con mi amor le daré lo que es mío.
Como ella es mía, todos mis derechos sobre ella
se los transfiero a Demetrio.
LISANDRO
Mi señor, soy de tan noble cuna como él
y de igual hacienda. Estoy más enamorado,
mi posición se equipara, si es que no
supera, a la de Demetrio.
Y, lo que cuenta más que mis alardes,
la hermosa Hermia me quiere.
¿Por qué voy a renunciar a mi derecho?
Demetrio (y se lo digo a la cara)
ha cortejado a Helena, la hija de Nédar,
y le ha robado el alma; y la dulce Helena
ama, adora, idolatra con delirio
a este hombre corrompido y veleidoso.
TESEO
Debo confesar que también he oído eso
y pensaba hablar con Demetrio de este asunto,
mas, atareado con los míos propios,
se me fue de la memoria. Demetrio, ven,
y tú también, Egeo; vais a acompañarme:
os quiero hacer una advertencia a solas.
Respecto a ti, bella Hernia, prepárate
a ajustar tu capricho al deseo de tu padre;
si no, las leyes de Atenas, que yo no puedo
suavizar, han de entregarte a la muerte
o a una vida de santo celibato. –
Ven, Hipólita. ¿Cómo estás, mi amor? –
Demetrio y Egeo, venid conmigo.
Os he reservado algunas tareas
referentes a mis bodas, y quiero hablaros
de algo que os toca muy de cerca.
EGEO
Te seguimos con placer y acatamiento.
Salen todos menos LISANDRO y HERMIA.
LISANDRO
¿Qué tal, mi amor? ¿Por qué tan pálida?
¿Cómo es que tus rosas se han mustiado tan deprisa?
HERMIA
Tal vez por falta de lluvia, que bien
podría darles con diluvios de mis ojos.
LISANDRO
¡Ay de mí! A juzgar por lo que he leído
o lo que he oído de casos reales o fábulas,
el río del amor jamás fluyó tranquilo.
O había diferencia de rango…
HERMIA
¡Qué cruz! Ser noble y no poder prendarse del humilde.
LISANDRO
… o edades dispares y no hacían pareja.
HERMIA
¡Qué cruel! Ser vieja y no poder casarse con un joven.
LISANDRO
O depender de la elección de los tuyos.
HERMIA
¡Ah, infierno! ¡Que elijan nuestro amor ojos de otros!
LISANDRO
O, si había consonancia en la elección,
asediaban al amor enfermedad, guerra o muerte,
volviéndolo fugaz como un sonido,
veloz como una sombra, efímero cual sueño,
breve cual relámpago que, en la noche oscura,
alumbra en su arrebato cielo y tierra
y, antes que podamos decir «¡Mira!»,
lo devoran las fauces de las sombras.
Así de rápido perecen ilusiones.
HERMIA
Si los amantes encontraban siempre estorbos,
será porque es ley del destino.
Soportemos pacientes nuestra pena,
pues es cruz que de antiguo se ha llevado,
y tan propia del amor como los sueños, suspiros,
ansias, deseos y llanto que siempre le acompañan.
LISANDRO
Buen parecer. Entonces, oye, Hermia:
tengo una tía viuda, señora
de grandes rentas y sin hijos.
Reside a siete leguas de Atenas,
y yo soy para ella como su único hijo.
Allí, querida Hermia, puedo desposarte;
allí no pueden seguirnos las rígidas
leyes atenienses. Así que, si me quieres,
escápate esta noche de casa de tu padre
y, en el bosque, a una legua de la villa,
donde una vez te vi con Helena
celebrando las fiestas de mayo,
allí te esperaré.
HERMIA
Gentil Lisandro,
por el arco más fuerte de Cupido,
por su flecha mejor de punta de oro,
por las palomas de Venus, candorosas,
por lo que une almas y al amor exhorta,
por el fuego en que ardió Dido de Cartago
cuando vio zarpar al falso troyano,
por cuantas promesas el hombre vulnera
(más de las que nunca mujeres hicieran),
te juro que en ese lugar que me has dicho
mañana sin falta me veré contigo.
LISANDRO
Cumple el juramento, amor. Aquí viene Helena.
Entra HELENA.
HERMIA
Dios te guarde, bella Helena. ¿Dónde vas?
HELENA
¿Me has llamado bella? Lo has de retirar.
Demetrio ama tu belleza. ¡Gran dicha!
Le guían tus ojos, y tu voz divina
le suena más dulce que al pastor la alondra
cuando el trigo es verde y el espino brota.
El mal se contagia. ¡Pero no un semblante!
El tuyo, mi Hermia, quisiera robarte.
Mi oído, tu voz; mis ojos anhelan
tus ojos; mi lengua, el son de tu lengua.
Fuera mío el mundo, menos a Demetrio,
por cambiarme en ti lo daría entero.
¡Ah, enséñame a ser bella, dime ya
cómo logras a Demetrio enamorar!
HERMIA
Le miro con ceño, pero él sigue amándome.
HELENA
¡Aprendieran mis sonrisas ese arte!
HERMIA
Le doy maldiciones, y él me da su amor.
HELENA
¡Pudieran mis preces moverle a pasión!
HELENA
Cuanto más le odio, más me sigue él.
HELENA
Cuanto más le amo, más me odia él.
HERMIA
Culpa mía no es su locura, Helena.
HELENA
¡Así fuera mía! Es de tu belleza.
HERMIA
Alégrate. Nunca más verá mi cara,
pues Lisandro y yo huiremos de casa.
Antes que a Lisandro le hubiera yo visto,
para mí era Atenas como un paraíso.
¿Cuáles son las gracias que hay en mi dueño,
que ha convertido un cielo en infierno?
LISANDRO
Dulce Helena, te revelo nuestro plan:
mañana, cuando en el marino cristal
la luna contemple su rostro plateado
y líquidas perlas adornen los campos
(la hora que huidas de amantes oculta),
las puertas de Atenas verán nuestra fuga.
HERMIA
Y en el bosque, donde tú y yo tantos días
solíamos yacer en lechos de prímulas
confiándonos las dos nuestros secretos,
allí Lisandro y yo nos encontraremos:
no nos faltarán, olvidando Atenas,
otras compañías y amistades nuevas.
Adiós, buena amiga; tennos en tus preces,
y que tu Demetrio te depare suerte.
Lisandro, no faltes. Del manjar de amores
nuestra vista ayune hasta mañana noche.
LISANDRO
Allí estaré, Hermia.
Sale HERMIA.
Helena, he de irme.
Cual tú por Demetrio, que él por ti suspire.
Sale.
HELENA
¡Cuánto más felices son unas que otras!
Para Atenas soy como ella de hermosa,
mas, ¿de qué me sirve? No lo cree Demetrio:
lo que todos saben no quiere saberlo.
¿Que él yerra adorando los ojos de Hermia?
Yo tampoco acierto amando sus prendas.
A lo que es grosero, deforme y vulgar
Amor puede darle forma y dignidad.
Amor ve con la mente, no con la vista;
por eso a Cupido dios ciego lo pintan.
Y no es que a su mente la guíe el cuidado,
que alas y ceguera hablan de arrebatos.
Por eso se dice que Amor es un niño,
pues ha errado mucho con quien ha elegido.
Y si los muchachos jugando se mienten,
así el niño Amor es perjuro siempre.
Antes que Demetrio de Hermia se prendara
sus votos de amor eran granizada.
Llegando al granizo el calor de Hermia,
con él derritió todas sus promesas.
La fuga de Hermia le voy a contar:
mañana en la noche él la seguirá
hasta el mismo bosque. Cuando oiga mi anuncio,
si me da las gracias, las dará a disgusto.
Mas yo de este modo la pena compenso
viéndole ir allá, y luego al regreso.
Sale.
I.ii Entran MEMBRILLO el carpintero, AJUSTE el eba¬nista, FONDÓN el tejedor, FLAUTA el remiendafue¬lles, MORROS el calderero y HAMBRÓN el sastre.
MEMBRILLO
¿Está toda la compañía?
FONDÓN
Más vale que los llames peculiarmente, uno a uno, se¬gún el escrito.
MEMBRILLO
Aquí está la lista con los nombres de todos los de Atenas a los que se considera aptos para representar la comedia ante el duque y la duquesa en la noche de su boda.
FONDÓN
Amigo Membrillo, primero di de qué trata la obra; des¬pués, nombra a los cómicos y entonces llega al final.
MEMBRILLO
Pues la obra se llama «La dolorosísima comedia y la crudelísima muerte de Píramo y Tisbe».
FONDÓN
Un gran trabajo, te lo digo yo, y divertido. Ahora, amigo Membrillo, pasa lista a los cómicos. Señores, separaos.
MEMBRILLO
Responded conforme os llame. Fondón el tejedor.
FONDÓN
Presente. Dime mi papel y sigue.
MEMBRILLO
Tú, Fondón, haces de Píramo.
FONDÓN
¿Quién es Píramo? ¿Un amante o un tirano?
MEMBRILLO
Un amante que se mata galantemente por amor.
FONDÓN
Para hacerlo bien eso exigirá algún llanto. Si es mi pa¬pel, que el público se cuide de sus ojos: desencadenaré tempestades, lloraré mi dolor. Todo eso. Aunque lo mío es el tirano. Haría un Hércules espléndido o un papel de bramar y tronar, de estremecerlo todo:
Las rocas rugientes,
los golpes rompientes
destrozan los cierres
de toda prisión.
Y el carro de Febo,
que brilla a lo lejos,
al destino necio
trae la destrucción.
¡Qué sublime! – Llama a los otros cómicos. – Es el tono de Hércules, el tono de un tirano. Un amante es más doliente.
MEMBRILLO
Flauta el remiendafuelles.
FLAUTA
Presente, Membrillo.
MEMBRILLO
Flauta, tú tienes que hacer de Tisbe.
FLAUTA
¿Quién es Tisbe? ¿Un caballero andante?
MEMBRILLO
Es la amada de Píramo.
FLAUTA
Oye, no. No me deis un papel de mujer: me está sa¬liendo la barba.
MEMBRILLO
No importa. Puedes hacerlo con máscara y hablar con voz fina.
FONDÓN
Si puedo taparme la cara, déjame hacer de Tisbe a mí también. Pondré una voz finísima: «Tizne, Tizne.» « ¡Ah, Píramo, amado mío! ¡Querida Tisbe, amada mía! »
MEMBRILLO
No, no. Tú haces de Píramo; y tú, de Tisbe, Flauta.
FONDÓN
Bueno, sigue.
MEMBRILLO
Hambrón el sastre.
HAMBRÓN
Presente, Membrillo.
MEMBRILLO
Hambrón, tú tienes que hacer de madre de Tisbe. – Mo¬rros el calderero.
MORROS
Presente, Membrillo.
MEMBRILLO
Tú, de padre de Píramo. Yo, de padre de Tisbe. -Ajuste el ebanista. Tú, el papel del león. – Espero que sea un buen reparto.
AJUSTE
¿Tienes escrito el papel del león? Si lo tienes, haz el fa¬vor de dármelo, que yo aprendo despacio.
MEMBRILLO
Puedes improvisarlo: sólo hay que rugir.
FONDÓN
Déjame hacer de león a mí también. Rugiré de tal modo que levantaré el ánimo a cualquiera. Rugiré de tal modo que el duque dirá: «¡Que vuelva a rugir, que vuelva a rugir!»
MEMBRILLO
Si te pones tan tremendo asustarás a la duquesa y a las damas, y harás que griten. Sólo por eso nos ahorcarían a todos.
TODOS
A todos, a cada hijo de vecino.
FONDÓN
Amigos, si asustáis de muerte a las damas, seguro que no les quedará más respectiva que ahorcarnos. Pero yo voy a agraviar la voz y os rugiré más suave que un pi¬chón. Os rugiré como un ruiseñor.
MEMBRILLO
Tú no harás más que de Píramo, que Píramo es bien parecido y tan apuesto como el que más en día de pri¬mavera. Muy guapo y todo un caballero. Así que tienes que hacer de Píramo.
FONDÓN
Bueno, pues me encargo de él. ¿Qué barba es mejor para el papel?
MEMBRILLO
La que tú quieras.
FONDÓN
Actuaré con barba de color paja, con barba cobriza, con barba carmesí o con barba dorada como una co¬rona de oro francesa.
MEMBRILLO
Algunas coronas francesas ya no tienen pelo, así que tendrás que actuar afeitado. – Bueno, amigos, aquí te¬néis los papeles. Os ruego, suplico y ordeno que os los aprendáis para mañana noche y que os reunáis con¬migo en el bosque de palacio, a una milla de Atenas, a la luz de la luna. Allí ensayaremos, que, si nos junta¬mos en la ciudad, la gente nos asediará y sabrá lo que tramamos. Mientras, haré una lista de los accesorios que requiere la comedia. Os lo ruego, no faltéis.
FONDÓN
Nos reuniremos y podremos ensayar con todo liberti¬naje y sin temor. ¡Trabajad duro y sin fallos! ¡Adiós!
MEMBRILLO
Nos vemos junto al roble del duque.
FoNDóN
Conforme. El que falte, se la carga.
Salen.
II.i Entra un HADA por una puerta y ROBÍN EL BUENO por la otra.
ROBA
¿Qué hay, espíritu? ¿Dónde te encaminas?
HADA
Por valle y collado,
por soto y brezal,
por parque y cercado,
por fuego y por mar.
Por doquier me muevo presta,
como la luna en su esfera.
A mi Hada Reina sirvo
y en la hierba formo círculos.
Sus guardianas son las prímulas:
sus mantos dorados brillan
de rubíes, don de hadas;
vive en ellos su fragancia.
Traeré gotas de rocío, por prenderlas
en la oreja de estas flores como perlas.
Adiós, espíritu burdo; ya te dejo.
Nuestra reina se aproxima con sus elfos.
ROBÍN
Esta noche el rey aquí tiene fiesta;
procura que no se encuentre a la reina:
Oberón está cegado de ira,
porque ella ha robado a un rey de la India
un hermoso niño que será su paje;
jamás había robado niño semejante.
Oberón, celoso, quiere la criatura
para su cortejo, aquí, en la espesura.
Mas ella a su lindo amado retiene,
lo adorna de flores, lo hace su deleite.
Y ya no se ven en prado o floresta,
junto a clara fuente, bajo las estrellas,
sin armar tal riña que los elfos corren
y en copas de bellotas todos se esconden.
HADA
Si yo no confundo tu forma y aspecto,
tú eres el espíritu bribón y travieso
que llaman Robín. ¿No eres tú, quizá?
¿Tú no asustas a las mozas del lugar,
trasteas molinillos, la leche desnatas,
haces que no saquen manteca en las casas
o que la cerveza no levante espuma,
se pierda el viajero de noche, y te burlas?
A los que te llaman «el trasgo» y «buen duende»
te agrada ayudarles, y ahí tienen suerte.
¿No eres el que digo?
ROBÍN
Muy bien me conoces:
yo soy ese alegre andarín de la noche.
Divierto a Oberón, que ríe de gozo
si burlo a un caballo potente y brioso
relinchando a modo de joven potrilla.
Acecho en el vaso de vieja cuentista
en forma y aspecto de manzana asada;
asomo ante el labio y, por la papada,
cuando va a beber, vierto la cerveza.
Al contar sus cuentos, esta pobre vieja
a veces me toma por un taburete:
le esquivo el trasero, al suelo se viene,
grita «¡Qué culada!», y tose sin fin.
Toda la compaña se echa a reír,
crece el regocijo, estornudan, juran
que un día tan gracioso no han vivido nunca.
Pero aparta, hada: Oberón se acerca.
HADA
Y también mi ama. ¡Ojalá él se fuera!
Entran [OBERÓN] el rey de las hadas, por una puerta, con su séquito, y [TITANIA] la reina, por la otra, con el suyo.
OBERÓN
Mal hallada aquí, bajo la luna, altiva Titania.
TITANIA
¿Cómo? ¿El celoso Oberón? Corramos, hadas.
He abjurado de su lecho y compañía.
OBERÓN
¡Espera, rebelde! ¿No soy yo tu esposo?
TITANIA
Y yo seré tu esposa. Pero sé
que te has escabullido del País de las Hadas
y, encarnado en Corino, te has pasado el día