Respaldo de material de tanatología

La violencia juvenil. El papel de los padres en la educación de los hijos

La violencia juvenil. El papel de los padres en la educación de los hijos

¿Qué está pasando con los jóvenes de hoy? Esta es una cuestión que se escucha cada vez con mayor frecuencia y, entre otros muchos aspectos, hace referencia a la violencia que los adolescentes muestran hacia su familia, sus padres o tutores.
En la última década es un hecho conocido el incremento de la agresividad y actos violentos en centros escolares (entre jóvenes y hacia la figura del docente), de la delincuencia juvenil (empezamos a conocer sucesos como secuestros o asesinatos, como los que en la década anterior pensábamos que sólo ocurrían en EE.UU  o fuera de España) y de la agresividad o maltrato de los hijos hacia sus padres (factores que influyen en la  agresividad juvenil).

Ã?stos son factores influyentes en la violencia juvenil en general, pero ¿y la violencia de hijos a padres en particular?
Muchos niños y jóvenes parecen presentar, cada vez más, carencia de responsabilidades,  ausencia del sentido del esfuerzo para el logro, e inexistencia de límites desde el ámbito familiar.
Los estudios apoyan la idea de que la violencia y la agresividad infantil y juvenil están  relacionadas con la carencia de actuaciones educativas o con carencias relacionales y de límites. Los padres o no ponen  límites ni actúan educativamente, o cuando lo hacen es de manera incoherente o aversiva, agresiva para  sus hijos. Este tipo de actuaciones de los padres es la que aparece más asociada a la violencia juvenil.
En las familias en las que los padres utilizan la violencia y la agresividad -entre ellos y/o  con sus hijos- se observa con mayor frecuencia el uso de la misma en sus hijos. Es decir, nuestros hijos aprenden de lo  que ven y vivencian en casa; nuestra manera de actuar y relacionarnos con ellos es de suma importancia. Es por ello  que, además del factor hereditario, la violencia se presenta con frecuencia, pero no exclusivamente, en familias  cuyos componentes la utilizan e incluso tienen o han tenido problemas con la ley.
Otro factor importante es el uso y abuso de sustancias tóxicas como el tabaco, el alcohol,  la marihuana, las anfetaminas, la cocaína, etc. Los chicos que usan, abusan o dependen de dichas sustancias realizan  mayores actos violentos, en casa y fuera de casa.
En los casos de violencia de los hijos hacia sus padres, hallamos con elevada frecuencia  la presencia de trastornos psicológicos, mayoritariamente el llamado trastorno disocial en los varones y el trastorno  por negativismo desafiante en el sexo femenino; trastornos que se caracterizan por la agresión a personas y animales,  destrucción de la propiedad, fraudulencia o robo y violaciones graves de normas en el trastorno disocial y por un  patrón de comportamiento negativista, hóstil y desafiante en el caso del negativismo desafiante.
El fracaso escolar es otro factor muy presente en jóvenes con trastorno disocial,  delincuencia juvenil y uso de la violencia con sus padres y fuera de casa. El joven que fracasa en el ámbito escolar recoge  recriminaciones y castigos de casa, desvalorización personal de su entorno, se inicia en la práctica del absentismo escolar,  ausencias escolares o campanas, se junta con otros jóvenes en su misma situación, se inicia en el uso de drogas, etc. Es un proceso frecuente en los casos de violencia juvenil.
¿Qué podemos hacer los padres para favorecer que nuestros hijos no sean agresivos ni violentos?
La clave está en la formación para la educación de nuestros hijos, para la detección de  dificultades o trastornos psicopatológicos y la colaboración en su tratamiento con el psicólogo infantojuvenil.
â?¢ Intentar actuar educativamente, de manera coherente, estableciendo límites adecuados a  su edad y apreciando y valorando los aspectos positivos de nuestros hijos.
â?¢ No utilizar la agresividad en casa, ni insultar, ni pegar, recriminar, ridiculizar o gritar.
â?¢ Ser un modelo para nuestros hijos en cuanto a resolución de problemas o conflictos  mediante la palabra, el consenso y la comunicación en nuestras actuaciones hacia ellos y con nuestra pareja, amistades, etc.
â?¢ Favorecer al máximo una comunicación positiva padres-hijos, una relación en la que nuestros hijos disfruten y valoren positivamente el hecho de contar sus cosas a sus padres, pedir consejo. Cuanta más  confianza y bienestar sientan nuestros hijos cuando nos cuenten cosas suyas, más sabremos de ellos fuera de casa y  podremos ayudarles en caso de dificultades, de abuso sexual, etc.
â?¢ Establecer unos límites en franjas horarias, duración y contenidos a la hora de ver  programas de televisión, conectarse a
Internet, o utilizar videojuegos. Nunca deben de ser predominantes respecto al resto de  actividades sociales, de hobbies o actividades personales posibles.
â?¢ Inculcar en nuestros hijos desde pequeños el placer por la lectura, la construcción de un  hábito de trabajo escolar y el valor del esfuerzo. En el caso de detectar dificultades en el rendimiento escolar,  consultar y llevar a cabo una intervención psicopedagógica adecuada para su resolución y/o llevar a cabo un asesoramiento  profesional.
â?¢ Ser conocedores de las herramientas educativas, pautas educativas que nos puede  aportar la psicología, a través de la participación en escuelas de padres, lectura de libros de divulgación, y/o consultas de  asesoramiento educativo con psicólogos infantojuveniles.
â?¢ Ser padres informados también respecto a la detección y prevención del uso de drogas  en los jóvenes, dado que la detección precoz del uso de sustancias tóxicas es de suma importancia para su detención  o intervención.
â?¢ En general, ser padres activos, capaces de pedir ayuda a los profesionales para la  detección precoz de cualquier tipo de dificultades.
Susana Beltrán
Psicóloga infantil de ISEP Clínic Barcelona

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