Respaldo de material de tanatología

Etapas del duelo tras un fallecimiento y de la «normalización del dolor»

El psiquiatra Álvaro Iruin Sanz participó en el curso Muerte, duelo y Esperanza, con la conferencia titulada Normalizar el dolor, en la que habló de «la gestión de los intervinientes para mejorar el proceso de duelo

– NORMALIZAR EL DOLOR. ¿EN QUÉ CONSISTE? – En relación al dolor producido por la muerte de un ser querido, la normalización no se refiere a volver normal algo que no lo es, sino a un concepto más relacionado con la gestión, es decir, cómo ordenar las diferentes intervenciones o intervinientes en una situación para que el resultado sea mejor. Partimos del hecho de que a todo el mundo se le va a morir alguien cercano, y en la mayoría de los casos las familias actúan de manera similar cuando pasa algo así. Sin embargo, nadie, aparentemente, ha estructurado lo que cada uno debería hacer: organizar el funeral, llamar a los familiares… Sería organizar esas actividades que se hacen espontáneamente de modo que puedan dar mejor resultado.

– EN LA SOCIEDAD ACTUAL, ¿AGUANTAMOS BIEN EL DOLOR? – En general, lo aguantamos. De hecho, si la gente va a los registros de asistencia por un duelo no encuentra prácticamente nada. Es gracias a su entorno, familiares y amigos, que consigue encauzar ese dolor. Son pocos los que acuden a psiquiatras, pero en esos casos estaríamos hablando de enfermedad, no de un proceso normal de duelo.

– ¿NO TENEMOS QUIZÁS MÁS RECURSOS PARA MITIGAR EL DOLOR? – Probablemente nuestra capacidad de aguante tenga ahora unos condicionantes. Quizás ahora podemos recurrir más fácilmente a fármacos o a una copa, e intentar paliar con medios químicos una situación que no es agradable.

– ¿EN QUÉ CONSISTE UNA TERAPIA PARA SOBRELLEVAR EL DUELO? – Yo no hablaría de terapia. Si lo llamamos así estamos hablando de una enfermedad. Se trata más de dar una serie de pautas que ayuden a a salir de esa situación: guiar, acompañar, escuchar… Lo que todos hacemos siempre. Cuando en una cuadrilla alguien tiene una ruptura afectiva, los demás le arropan, cada uno a su manera, y ese núcleo sirve para salir de eso.

– ¿ES PEOR EL DOLOR PSICOLÓGICO QUE EL FÍSICO? – Las manifestaciones son diferentes y la forma de entenderlo de la gente también. Si me rompo la pierna, iré al médico, que me «organizará» la lesión para que me duela menos, me inmovilizará la pierna, etcétera. Y ahí se acaban los problemas. En el otro caso, se mueven muchas más cosas. El caso de la pierna no provoca sentimientos especiales en los demás. En el duelo, nos sentimos más implicados y la persona nos demandará cercanía, acompañamiento…

– ¿A LA PERSONA EN DUELO, ES MEJOR HACERLE HABLAR O EVITAR EL TEMA E INTENTAR QUE SE DESPEJE? – No vamos a hacer que una persona se divierta cuando no puede. Hay que entenderlo como algo que tiene una duración en el tiempo, que pasará por diferentes fases. Si para ir de aquí a Orio hay que pasar por Usurbil, pues habrá que pasar. ¿Qué tienen que hacer los de alrededor? Estar.

– ¿CUÁLES SERÍAN LAS ETAPAS? – Hay un momento agudo, el de la noticia. Cuando la muerte es inesperada es como una catástrofe. Se va alguien muy importante que no queríamos que se fuese, lo que provoca un enfado. Esto dura poco, porque enseguida se plantea el tema del funeral, el entierro… que te devuelven a la realidad. Y se abre una fase distinta: en la primera probablemente hayan venido los amigos, familiares… Pero después cada uno vuelve a sus cosas. Queda todo más triste. Algunos dejan de comer, no quieren salir ni arreglarse, sueñan con el difunto… Con el tiempo, ya se ha llorado suficiente y se es capaz de salir un poquito, de disfrutar con alguna cosilla. Sería el principio de la salida de la situación dolorosa grave.

– ¿CUÁNDO EMPEZARÍA ESO? – Nuestros abuelos lo tenían bien establecido. Cuando moría algún familiar se vestían de negro y había un tiempo de luto de nueve meses. Además, había un tiempo posterior de «alivio del duelo». Se vestían de morado y hacían una transición desde lo más negro y triste a lo más blanco. Ese primer año -los 9 meses más los 3 de transición- coinciden con un tiempo razonable para la recuperación.

– ¿Y A PARTIR DE ESE PRIMER AÑO? – La persona ha reconstruido su forma de vivir. Se seguirá acordando del difunto, pero será un recuerdo integrado en su vida, con el que va a vivir. El mayor logro de un duelo bien llevado se traduce en poder tener el recuerdo de la persona fallecida formando parte de la existencia como algo normal, en el sentido de que no imposibilite vivir.

http://servicios.diariovasco.com/pg060726/prensa/noticias/AlDia/200607/26/DVA-ALD-155.html