Respaldo de material de tanatología

Psicoterapia y espiritualidad Ken Wilber

Archivo trasladado de pdf a texto para facilitar  lectura


2 thoughts on Psicoterapia y espiritualidad Ken Wilber

  1. PSICOTERAPIA Y ESPIRITUALIDAD

    Ken Wilber

    Hola, Edith, adelante. ¿Te importaría perdonarme unos
    minutos? Acabo de recibir una llamada muy poco frecuente.
    Vuelvo en seguida. Luego fui al cuarto de baño, me lavé la
    cara y me miré en el espejo. No recuerdo lo que pasó por mi
    mente; pero entonces, como suele ocurrir en circunstancias
    similares, sencillamente me disocié y dejé fuera de mi
    consciencia la pesadilla que probablemente estaría
    aguardándonos en la consulta del médico[2]. Mi alma se cubrió
    con el manto de la negación, y arropado en el personaje de
    profesor -que engalané con una sonrisa de plástico-salí a
    reunirme con Edith.

    ¿Qué era lo que hacía que Edith resultara tan agradable?
    Supuse que tendría unos cincuenta años; su rostro era
    radiante y despejado, por momentos casi transparente y, sin
    embargo, suscitaba una impresión de firmeza, fortaleza y
    seguridad, de manera que su sola presencia despertaba
    confianza y parecía decir que estaba dispuesta a hacer
    cualquier cosa por un amigo y que lo haría encantada.
    Sonreía la mayor parte del tiempo, pero su sonrisa no era
    forzada ni tampoco parecía ocultar o negar el dolor; era una
    sonrisa que armonizaba perfectamente con todo su cuerpo.
    Parecía una persona muy fuerte pero sumamente vulnerable,
    alguien que seguía sonriendo aún en medio de la aflicción.

    Mientras mi mente seguía encubriendo el posible futuro, me
    quedé impresionado -a decir verdad, por primera vez-ante la
    extraña aura que parecía haberse tejido a mi alrededor a
    causa de mi negativa a conceder entrevistas o aparecer en
    público durante los últimos quince años. Por mi parte, se
    trataba de una decisión muy sencilla, pero parecía haber
    generado mucho ruido e incluso había llegado a suscitar
    ciertas dudas sobre mi propia existencia. En los primeros

    quince minutos, estuvimos charlando de mi invisibilidad y,
    cuando su artículo fue publicado en Die Zeit, comenzaba del
    siguiente modo:

    Es un ermitaño -me habían dicho de Ken Wilber-nadie puede
    entrevistarle, lo cual no hizo sino avivar aún más mi
    curiosidad. Sólo le conocía por sus libros, en los que, por
    cierto, exhibía un conocimiento enciclopédico, una mente
    abierta a paradigmas muy diversos, un estilo preciso y lleno
    de poderosas imágenes, una extraordinaria capacidad de
    síntesis y una claridad de pensamiento muy poco habitual.

    Le escribí pero no obtuve respuesta. Luego volé a un
    congreso de la International Transpersonal Association en
    Japón. Según el programa, Wilber iba a ser uno de los
    exponentes. Japón estaba precioso en primavera y el
    encuentro con las tradiciones religiosas y culturales niponas
    fue inolvidable. Sin embargo, Ken Wilber no se presentó;
    aunque, y pese a todo, se hallaba, de algún modo, presente,
    porque sobre él se proyectaban muchas expectativas. Ser
    invisible no es una mala estrategia de relaciones públicas,
    sobre todo si te llamas Ken Wilber.

    Pregunté quién le conocía. El presidente de la Asociación,
    Cecil Burney, me respondió: Somos amigos. Es una persona
    muy sociable y nada pretenciosa. ¿Cómo se las ha arreglado le
    pregunté-si nació en 1949 y sólo tiene 37 años, para
    escribir diez libros en tan poco tiempo? Trabaja duro y es un
    genio, fue su lacónica respuesta.

    Con la ayuda de amigos y de sus editores alemanes intenté
    nuevamente conseguir otra entrevista. Estaba en San
    Francisco y todavía no tenía su consentimiento. Y entonces,
    de repente, va y me dice por teléfono: Claro, venga a verme.
    Nos reunimos en su casa. La sala de estar está amoblada con
    una mesa y sillas de jardín y, a través de una puerta
    entornada, distingo un colchón en el suelo. Ken Wilber,
    descalzo, con la camisa desabrochada -es un caluroso día de
    verano-me ofrece un vaso de jugo y me comenta, sonriendo:
    Existo.

    -Ya lo ves, Edith, existo-le dije, sentándome. Todo el asunto
    me resultaba muy divertido y pensé en la frase de Garry
    Trudeau: Intento cultivar un estilo de vida que no requiera de
    mi presencia. ¿Qué puedo hacer por ti, Edith? -pregunté.

    -¿Por qué no concedes entrevistas?

    Y entonces le expuse mis razones, fundamentalmente porque
    lo único que quiero hacer es escribir y las entrevistas me
    distraen demasiado. Edith escuchaba atentamente mientras
    sonreía, y yo podía sentir perfectamente su amorosa
    presencia. Había algo muy maternal en su actitud, en la
    dulzura de su voz y, por alguna razón, eso me hacía aún más
    difícil olvidar el pavor soterrado que, cada tanto, intentaba
    salir a la superficie.

    Hablamos durante horas y tocamos muchos temas. Edith
    parecía conocer a fondo la cuestión. Cuando luego abordó el
    tema fundamental de la entrevista, puso en marcha su
    grabadora.

    34

    EZ: Rolf, yo y nuestros lectores estamos especialmente
    interesados por la interfase existente entre la psicoterapia y la
    religión.

    KW: ¿Y qué entiendes por religión? ¿El fundamentalismo, el
    misticismo, la religión exotérica o la religión esotérica?

    EZ: Muy bien. Podríamos empezar por ahí. Creo que en tu
    libro Un Dios Sociable presentas once definiciones diferentes,
    once formas distintas de utilizar la palabra religión.

    KW: Lo que quiero decir es que no podemos hablar de ciencia
    y religión, de psicoterapia y religión, o de filosofía y religión
    mientras no nos pongamos de acuerdo en lo que entendemos
    por religión. Para esta entrevista creo que, por lo menos,
    deberíamos distinguir entre las llamadas religiones exotéricas
    y las religiones esotéricas. La religión exotérica o externa es
    una religión mítica, una religión terriblemente concreta y
    literal, que cree, por ejemplo, que Moisés separó las aguas del
    Mar Rojo, que Cristo nació de una virgen, que el mundo se
    creó en seis días, que una vez llovió literalmente maná del
    cielo, etcétera. Las religiones exotéricas del mundo entero se
    afirman en este tipo de creencias. Los hindúes, por ejemplo,
    creen que la tierra descansa sobre la espalda de un elefante y
    que éste, a su vez, se apoya sobre una tortuga que reposa
    sobre una serpiente. Pero cuando les preguntamos: ¿Y en qué
    se apoya la serpiente?, te contestan: Hablemos de otra cosa.
    Si les hiciéramos caso tendríamos que creer que Lao Tsé tenía
    novecientos años cuando nació, que Krishna hizo el amor a
    diez mil pastorcillas, que Brahma brotó de una grieta en un
    huevo cósmico, etcétera. Así son las religiones exotéricas: un
    conjunto de sistemas de creencias que intentan explicar los

    misterios del mundo en términos míticos, más que en
    términos de experiencia directa o de evidencia.

    EZ: De modo que la religión exotérica o externa es,
    fundamentalmente, una cuestión de creencias, no de
    evidencia.

    KW: Así es, y si crees en todos esos mitos te salvarás; y, si
    no crees en ellos, te irás al Infierno. Desde ese punto de vista
    no hay alternativa posible. Este tipo de religión
    fundamentalista se encuentra en todos los rincones del
    mundo. Yo no discuto nada de eso; lo único que afirmo es que
    ese tipo de religión, la religión exotérica, no tiene nada que
    ver con la religión mística, esotérica o la experimentable. Ese
    es el tipo de religión o espiritualidad que verdaderamente me
    interesa.

    EZ: ¿Qué significa esotérico?

    KW: Interno u oculto. Una religión no es esotérica o mística
    porque sea oculta, secreta o algo por el estilo, sino porque es
    una cuestión de experiencia directa y de consciencia personal.
    La religión esotérica no te pide que tengas fe en nada o que
    te sometas dócilmente a algún dogma. La religión esotérica,
    por el contrario, consiste en un conjunto de experimentos
    personales que llevas a cabo científicamente en el laboratorio
    de tu propia consciencia. Como toda ciencia que se precie, la
    religión esotérica no se basa en las creencias o los deseos
    sino en una experiencia directa validada y verificada
    públicamente por un grupo de iguales que también han

    56

    llevado a cabo el mismo experimento. Ese experimento es la
    meditación.

    EZ: Pero la meditación es privada.

    KW: No, no lo es. No es más privada que digamos, por
    ejemplo, las matemáticas. No existe la menor evidencia
    sensorial o empírica de que el cuadrado de -1 sea igual a uno.
    La veracidad o falsedad de este tipo de afirmaciones descansa
    exclusivamente en su conformidad o inadecuación a ciertas
    reglas de lógica interna. Así pues, en el mundo externo no es
    posible encontrar ningún número negativo; eso sólo existe en
    nuestra propia mente. Pero que sólo exista en nuestra mente
    no significa que sea falso, no implica que sea un conocimiento
    privado y que no pueda ser validado públicamente. Su
    veracidad, por el contrario, es validada por una comunidad de
    matemáticos experimentados, personas que conocen la forma
    de realizar el experimento lógico necesario para decidir su
    verdad o su falsedad. Exactamente del mismo modo, el
    conocimiento meditativo es un conocimiento interno. Pero, al
    igual que ocurre con las matemáticas, se trata de un
    conocimiento que puede ser validado públicamente por una
    comunidad de meditadores experimentados que conocen la
    lógica interna de la experiencia contemplativa.

    La veracidad del teorema de Pitágoras, por ejemplo, no se
    determina por sufragio universal, sino que son los
    matemáticos experimentados quienes deciden al respecto. De
    manera similar, las distintas tradiciones espirituales afirman,
    por ejemplo, que la experiencia íntima del Ser es una con la
    experiencia del mundo externo. Pero, en cualquiera de los
    casos, se trata de una verdad que puede ser verificada
    experimental y vivencialmente por cualquiera que lleve a cabo

    el experimento adecuado. Y, tras unos seis mil años de
    experimentación, es perfectamente lícito extraer ciertas
    conclusiones y postular determinados teoremas espirituales,
    por así decirlo. Esos teoremas espirituales constituyen el
    núcleo mismo de las tradiciones de la sabiduría perenne.

    EZ: Pero, ¿por qué se les considera ocultas?

    KW: Porque hasta que no lleves a cabo el experimento no
    sabrás lo que ocurre y, por consiguiente, no estarás
    autorizado para votar, del mismo modo que si no aprendes
    matemáticas no te permiten dictaminar sobre la veracidad o
    falsedad del teorema de Pitágoras, lo cual no quiere decir que
    no puedas tener opiniones al respecto. Pero al misticismo no
    le interesan las opiniones, sino el conocimiento. La religión
    esotérica, el misticismo, permanece oculta a toda mente que
    no lleve a cabo el experimento adecuado. Eso es todo lo que
    significa el término esotérico.

    EZ: Pero las religiones son muy diferentes entre sí.

    KW: Las religiones exotéricas difieren enormemente entre sí,
    pero las religiones esotéricas de todo el mundo son
    prácticamente idénticas. Como ya hemos visto, el misticismo

    o esoterismo es, en un sentido amplio del término, científico,
    y al igual que no existe una química alemana diferente de la
    química americana, tampoco existe una ciencia mística hindú
    diferente de la musulmana. Más bien al contrario, ambas
    están fundamentalmente de acuerdo en la naturaleza del
    alma, la naturaleza del Espíritu y la naturaleza de su identidad
    suprema, por nombrar tan sólo algunas de sus múltiples
    78

    coincidencias. Eso es lo que los eruditos denominan la unidad
    trascendente de las religiones del mundo -es decir, el núcleo
    esotérico que las unifica-. Obviamente, sus estructuras
    superficiales varían enormemente, pero sus estructuras
    profundas, en cambio, son prácticamente idénticas y reflejan
    la unanimidad del espíritu humano y sus leyes reveladas
    fenomenológicamente.

    EZ: Lo que dices es muy importante pero no pareces creer -a
    diferencia de Joseph Campbell-que las religiones míticas
    transmitan ningún conocimiento espiritual válido.

    KW: Eres muy libre de interpretar los mitos de las religiones
    exotéricas como más te plazca. Puedes, como hace Campbell,
    interpretar los mitos como alegorías o metáforas de verdades
    trascendentes. Puedes, por ejemplo, interpretar que el
    nacimiento virginal de Cristo significa que obraba
    espontáneamente desde su verdadero Yo (con mayúscula), lo
    cual es precisamente lo que yo opino. Pero el problema es
    que quienes creen en los mitos no suelen admitirlo así. Ellos
    creen, por ejemplo, que María era realmente virgen cuando
    concibió a Jesús. Los creyentes míticos no interpretan
    alegóricamente los mitos, sino que lo hacen de una manera
    literal y concreta. En su tentativa de salvar los mitos, Joseph
    Campbell viola el mismo tejido de las creencias míticas, lo
    cual constituye un error inaceptable.

    Campbell parece decir al creyente mítico: Yo sé lo que
    realmente quieres decir. Pero el problema es que eso no es
    lo que ellos quieren decir. En mi opinión, su enfoque es
    básicamente erróneo ya desde su comienzo. Ese tipo de mitos
    es muy corriente entre los niños de seis a once años y
    corresponde al nivel de desarrollo cognitivo que Piaget

    denomina período de las operaciones concretas. Como
    reconoce incluso el mismo Campbell, las actuaciones
    espontáneas de los niños de siete años de hoy en día
    constituyen una muestra muy representativa de casi todos los
    grandes mitos exotéricos del mundo entero. Sin embargo, con
    la aparición de la siguiente estructura de consciencia -el
    estadio de las operaciones formales o racional-ese mismo
    niño abandona las representaciones míticas, momento a partir
    del cual el niño -a menos que viva en una sociedad que
    aliente de un modo u otro las creencias míticas-deja de creer
    en ellas. Pero, en general, la mente racional y reflexiva
    considera que los mitos no son más que eso -mitos-, mitos
    útiles y necesarios hasta llegar a alcanzar un determinado
    momento evolutivo, pero insostenibles a partir de entonces.

    No es cierto que los mitos transmitan el conocimiento
    evidente que pretenden comunicar y, por consiguiente, no
    soporten la menor tentativa de verificación científica: la
    mente racional simplemente rechina ante la mera mención de
    un nacimiento virginal, pongamos por caso… No hay que ir
    muy lejos para vislumbrar cuál podría ser la respuesta de un
    marido cuya mujer -embarazada-le dijera: Estoy
    embarazada, pero no te preocupes porque no me he acostado
    con ningún otro hombre. El verdadero padre de mi hijo no es
    de este planeta.

    EZ: (Riendo) Pero también hay quienes interpretan los mitos
    de las religiones esotéricas de una manera alegórica o
    metafórica.

    KW: Efectivamente. Y ésos son precisamente los místicos. En
    otras palabras, los místicos son quienes dan un significado
    esotérico u oculto, a los mitos. Y ese significado no depende

    9 10

    de un sistema de creencias, de símbolos o de mitos externos,
    sino que brota de la experiencia directa interna y
    contemplativa del alma. En otras palabras, los místicos no
    son, en modo alguno, creyentes míticos, sino fenomenólogos
    contemplativos, místicos contemplativos y científicos
    contemplativos. Es por ello que, como ha señalado Alfred
    North Whitehead, el misticismo siempre se ha aliado con la
    ciencia en contra de la Iglesia, porque uno y otro se basan en
    la evidencia consensual directa. Newton fue un gran científico
    y un profundo místico, y no experimentaba conflicto alguno
    por ello. Pero no parece existir el mismo tipo de
    compatibilidad entre la ciencia y la creencia mística.

    Son precisamente los místicos quienes afirman que la esencia
    de su religión es básicamente idéntica en todas las religiones
    místicas y que recibe muchos nombres cuando, en realidad,
    es Uno. Pero no encontrarás un solo creyente mítico -un
    fundamentalista protestante, pongamos por caso-que admita
    fácilmente que el budismo también es un camino perfecto de
    salvación. Quienes creen en los mitos suelen considerar que
    están en posesión del único camino, porque su religión se
    basa en mitos externos, que varían de lugar en lugar; y esto
    es lo que imposibilita que perciban -a diferencia de los
    místicos-la unidad interna que se oculta detrás de los
    símbolos externos.

    EZ: Sí, ya veo. ¿De modo que no estás de acuerdo con Carl

    G. Jung en que los mitos son arquetípicos y, en ese sentido,
    tienen una importancia mística o trascendente?
    —Tiene que ser cáncer ?eso era lo único en lo que yo
    pensaba en ese momento-. ¿Qué otra cosa podría ser? El
    doctor ya nos lo explicará. El doctor ya nos lo explicará. El

    doctor… ya puede irse al diablo! Maldita sea! Maldita sea!
    Maldita sea! ¿Dónde están los mecanismos de represión y
    negación cuando más los necesito?

    Pero, en cierto modo, era de eso, de negación y de represión,
    de lo que había venido a hablar Edith. Nuestro tema
    fundamental era la relación existente entre la psicología y la
    espiritualidad. E íbamos a hacerlo siguiendo mi propio modelo
    general, una síntesis que pretende relacionar los dos intentos
    más importantes de comprender al ser humano.

    Para Treya y para mí, ésa no era una simple preocupación
    académica. Los dos estábamos profundamente implicados en
    nuestra propia terapia -con Seymour y con otros-y ambos
    habíamos meditado durante mucho tiempo. ¿Cómo
    relacionábamos las dos cosas entre sí? Este era el tema
    fundamental de conversación constante entre Treya, yo y
    nuestros amigos. Creo que uno de los principales motivos por
    los que acepté la entrevista de Edith fue precisamente porque
    ese tema era, tanto teórica como prácticamente, de capital
    importancia en mi vida.

    Cuando recordé nuevamente la pregunta de Edith, me di
    cuenta que habíamos llegado a un punto clave: Carl Gustav
    Jung.

    Esperaba que ese tema saliera a relucir. Por aquel entonces,
    al igual que ahora, la encumbrada figura de Carl Jung -del
    que Campbell no es sino un seguidor más-domina totalmente
    el campo de la psicología de la religión. Cuando abordé este
    campo por primera vez, creía firmemente, como todo el

    11 12

    mundo, en los conceptos fundamentales y en los esfuerzos
    pioneros que Jung realizó en esta área. Pero con el transcurrir
    de los años acabé llegando a la conclusión de que Jung
    cometió varios errores profundos, y que esos errores intensificados
    por lo profuso e incuestionado de su difusión-
    constituían el principal escollo en el terreno de la psicología
    transpersonal: no era posible entablar una conversación sobre
    psicología y religión sin antes aclarar este difícil y espinoso
    tema. Así es que, durante la siguiente media hora, Edith y yo
    nos dedicamos a intentar aclararlo. ¿Acaso estaba yo en
    desacuerdo con Jung en que los mitos eran arquetípicos, y
    por consiguiente, místicos?

    KW: Jung descubrió que los hombres y mujeres modernos
    pueden producir de manera espontánea -en los sueños, la
    imaginación activa, las asociaciones libres, etcétera-casi
    todos los temas fundamentales de las religiones míticas del
    mundo. Este hallazgo le condujo a deducir que las formas
    míticas básicas -a las que denominó arquetipos-son comunes
    a todas las personas, las hereda todo el mundo y se
    transmiten gracias a lo que él denomina inconsciente
    colectivo. Y luego afirmó aquello de que -y aquí le cito
    literalmente- el misticismo es la experiencia de los arquetipos.

    Pero, en mi opinión, este punto de vista incurre en varios
    errores cruciales. En primer lugar, es evidente que la mente,
    incluso la mente moderna, puede llegar a producir, de manera
    espontánea, formas míticas esencialmente similares a las que
    podemos encontrar en las religiones míticas. Como ya he
    dicho, los estadios preformales del desarrollo mental -en
    especial el pensamiento preoperacional y el pensamiento
    operacional concreto-son naturalmente mitógenos. Todos los
    hombres y mujeres de nuestro tiempo atraviesan esos
    estadios del desarrollo durante la infancia, lo que les permite
    acceder de manera espontánea a la estructura del

    pensamiento mítico, especialmente en los sueños, en donde
    los niveles primitivos del psiquismo pueden aflorar con más
    facilidad.

    Pero eso no tiene absolutamente nada de místico. Según
    Jung, los arquetipos son formas míticas básicas vacías de
    contenido, mientras que el misticismo, por su parte, es
    consciencia carente de forma. No parece existir, por tanto,
    ningún punto de contacto entre ambas estructuras.

    En segundo lugar, Jung tomó prestado el término arquetipo
    de grandes místicos como Platón y San Agustín. Pero la forma
    en que lo utiliza no es la misma en la que lo utilizaron ellos ni
    tampoco en la que lo han utilizado los grandes místicos del
    mundo entero. Para los místicos -Shankara, Platón, San
    Agustín, Eckhart y Garab Dorje, por ejemplo-, los arquetipos
    son las primeras formas sutiles que aparecen cuando el
    mundo brota del Espíritu carente de forma, del Espíritu no
    manifestado.
    Para ellos, los arquetipos son los modelos en los que se basan
    todos los demás modelos manifestados. EI término arquetipo,
    procede del griego arche typon, que significa modelo original.
    En este sentido, los arquetipos son formas sutiles, formas
    trascendentales, las primeras formas manifestadas, ya se
    trate de manifestaciones físicas, biológicas, mentales,
    etcétera, etcétera. Y en la mayor parte de las formas de
    misticismo, esos arquetipos son pautas de radiación, puntos
    de luz, iluminaciones audibles, formas y luminosidades de
    colores radiantes, luces irisadas, sonidos y vibraciones, a
    partir de los cuales se manifiesta y condensa, por así decirlo,
    el mundo material.

    13 14

    Pero Jung utiliza el término refiriéndose a ciertas estructuras
    míticas básicas que son comunes a todos los seres humanos,
    como el tramposo, la sombra, el Sabio, el ego, la máscara, la
    Gran Madre, el ánima, el ánimus y otros. Para Jung, pues, los
    arquetipos no son tanto trascendentales como existenciales,
    simples facetas de la experiencia comunes a la condición
    humana cotidiana. Coincido con él en que esas formas míticas
    constituyen un legado colectivo, y también estoy plenamente
    de acuerdo en que es muy importante llevarse bien con esos
    arquetipos míticos.

    Si, por ejemplo, tengo un problema psicológico con mi madre,
    si tengo lo que se llama un complejo materno, es importante
    que me dé cuenta de que gran parte de la carga emocional no
    sólo proviene de mi propia madre biológica sino también de la
    Gran Madre, una poderosa imagen del inconsciente colectivo
    que es, por así decirlo, la quintaesencia de todas las madres
    del mundo. Es decir, el psiquismo parece llevar integrado en
    sí mismo la imagen de la Gran Madre, del mismo modo que
    también parece estar equipado con las formas rudimentarias
    del lenguaje, la percepción y diversas pautas instintivas. De
    este modo, si se reactiva la imagen de la Gran Madre, no sólo
    tendré que habérmelas con mi propia madre biológica, sino
    también deberé afrontar miles de años de experiencia
    materna. Así pues, la imagen de la Gran Madre conlleva una
    carga que hace que tenga un impacto muy superior al de mi
    propia madre biológica. Llegar a entrar en contacto con la
    Gran Madre a través del estudio de los mitos de todo el
    mundo, constituye una buena forma de hacer frente a esa
    forma mítica, de volverla consciente y así poder diferenciarse
    de ella. Estoy totalmente de acuerdo con Jung sobre este
    punto. Pero, en cualquier caso, esas formas míticas no tienen
    nada que ver con el misticismo, con la auténtica consciencia
    trascendental.

    Lo explicaré de una manera más sencilla. El gran error de
    Jung, en mi opinión, consistió en confundir lo colectivo con lo
    transpersonal (con lo místico). El hecho de que mi mente
    herede ciertas formas colectivas no significa que esas formas
    sean místicas o transpersonales. Todos heredamos
    colectivamente diez dedos en los pies, por ejemplo, pero el
    hecho de experimentar los diez dedos de mis pies no supone
    en modo alguno estar viviendo una experiencia mística! Los
    arquetipos de Jung no tienen prácticamente nada que ver con
    la consciencia auténticamente espiritual, trascendental,
    mística y transpersonal; son formas heredadas
    colectivamente que compendian algunos de los encuentros
    más fundamentales, cotidianos y existenciales de la condición
    humana: la vida, la muerte, el nacimiento, la madre, el padre,
    la sombra, el ego, etcétera. Pero en esto no hay nada místico.
    Colectivo sí, pero transpersonal no.

    Hay elementos colectivos prepersonales, elementos colectivos
    personales y elementos colectivos transpersonales; y Jung no
    los diferencia con la claridad necesaria. Es ese descuido, en
    mi opinión, lo que desvirtúa toda su comprensión del proceso
    espiritual.

    Así que estoy de acuerdo con él en que es muy importante
    entenderse con las formas tanto del inconsciente mítico
    personal como del inconsciente colectivo. Pero ninguno de
    ellos está relacionado con el verdadero misticismo, que
    consiste en encontrar, en primer lugar, la luz más allá de la
    forma, y en segundo, la ausencia de forma más allá de toda
    luz.

    15 16

    EZ: Pero tropezar con el material arquetípico del psiquismo
    puede constituir una experiencia muy poderosa y, en
    ocasiones, hasta muy sobrecogedora.

    KW: Sí, porque los arquetipos son colectivos y su poder
    trasciende, con mucho, al individuo: cuentan con el poder de
    millones de años de evolución a sus espaldas. pero colectivo
    no significa transpersonal. El poder de los verdaderos
    arquetipos, los arquetipos transpersonales, se deriva
    directamente del hecho de que son las primeras formas del
    Espíritu atemporal. El poder de los arquetipos jungianos, por
    su parte, se deriva del hecho de ser las formas más antiguas
    de la historia temporal.

    Como constató el mismo Jung, es necesario alejarse de los
    arquetipos y diferenciarse de ellos para liberarse de su poder,
    un proceso al que denominó proceso de individuación. Y una
    vez más, estoy completamente de acuerdo con él a este
    respecto. Hay que diferenciarse de los arquetipos jungianos.

    Pero, en última instancia, para que la identidad de la persona
    se transforme en esa forma transpersonal, uno debe
    acercarse a los verdaderos arquetipos, los arquetipos
    transpersonales. Y ésa es una diferencia enorme. El único
    arquetipo jungiano auténticamente transpersonal es el Self,
    pero hasta la misma exposición de Jung a este respecto me
    parece sumamente frágil porque, a mi juicio, no enfatiza lo
    suficiente su carácter no dual. Así pues…

    EZ: Creo que no será necesario insistir más sobre este punto.
    Está muy claro. Podríamos volver a nuestro tema original.
    Quisiera preguntar…

    Su entusiasmo era contagioso. Su sonrisa lucía
    resplandeciente de una pregunta a la siguiente y parecía no
    cansarse nunca. Y fue su entusiasmo, más que nada, lo que
    me ayudó a apartar la mente de ese terror soterrado y su
    amenazadora cercanía. Le serví un poco más de jugo.

    EZ: Quisiera preguntarte por la relación que existe entre la
    religión esotérica y la psicoterapia. En otras palabras, tanto la
    meditación como la psicoterapia pretenden transformar a la
    consciencia y curar el alma, pero ¿cuál es la relación que
    existe entre la meditación y la psicoterapia? En tu libro
    Transformations of Consciousness abordas el tema con mucho
    detalle. Tal vez podrías resumir esa exposición.

    KW: Muy bien. Creo que lo más fácil será remitirnos al
    esquema que aparece en esta obra. En términos generales, la
    idea global es muy sencilla: el crecimiento y el desarrollo se
    dan a través de una serie de estadios o niveles, desde el
    menos desarrollado e integrado hasta el más desarrollado y
    más integrado. Y aunque probablemente existan multitud de
    niveles y subniveles de crecimiento diferentes, en ese libro he
    seleccionado nueve de los más importantes que aparecen en
    la primera columna de la figura estructuras básicas de la
    consciencia.

    Pues bien, a medida que el self se va desarrollando a través
    de cada uno de esos estadios, las cosas pueden ir
    relativamente bien o relativamente mal. En el primer caso, el
    self se desarrolla normalmente y alcanza el siguiente estadio
    de un modo relativamente sano. Pero si las cosas, en cambio,
    se desarrollan de manera inadecuada, pueden aparecer

    17 18

    diversas patologías, y el tipo de patología, el tipo de neurosis,
    dependerá precisamente de la etapa o nivel en que tenga
    lugar el problema.

    En otras palabras, en cada uno de los estadios o niveles de
    desarrollo, el self debe enfrentarse a diferentes tareas, y su
    manera de gestionarlas determina si las supera de manera
    adecuada o inadecuada. En cada una de las etapas de
    desarrollo, el self comienza identificándose con esa etapa y
    debe realizar las tareas propias de ese estadio, ya se trate de
    aprender el control de los esfínteres o de aprender a hablar.
    Pero para que el desarrollo prosiga, el Ser debe terminar
    renunciando a esa etapa y desidentificarse de ella para dar
    paso a una etapa nueva y superior; en otras palabras, tiene
    que diferenciarse del estadio inferior, identificarse con el
    superior y, por último, integrar lo superior con lo inferior.

    Esta tarea de diferenciación y posterior integración se
    denomina fulcro, un punto de inflexión, un momento clave del
    proceso de desarrollo. En la segunda columna, titulada fulcros
    correspondientes, tenemos los nueve grandes fulcros, los
    momentos decisivos correspondientes a los nueve grandes
    niveles o etapas de desarrollo de la consciencia. De este
    modo, cuando algo funciona mal en un determinado fulcro, el
    sujeto termina desarrollando una patología concreta
    característica. Esas nueve grandes patologías se presentan en
    la tercera columna de nuestra figura, patologías
    características. En ella encuentras cosas tales como psicosis,
    neurosis, crisis existenciales, etcétera.

    Finalmente, a lo largo de los años, se han desarrollado
    diversas modalidades terapéuticas para tratar las diversas
    patologías: en la cuarta columna -modalidades de

    tratamiento-he detallado los más apropiados para cada
    problema concreto. Esa es, precisamente, la relación que
    existe entre la psicoterapia y la meditación.

    EZ: Esta sencilla figura condensa una enorme cantidad de
    información. Me gustaría ahora considerar cada punto con
    más detenimiento. Empecemos con una breve explicación de
    las estructuras básicas de la consciencia.

    KW: Las estructuras básicas constituyen los ladrillos
    fundamentales de la consciencia: las sensaciones, las
    imágenes, los impulsos, los conceptos, etcétera. He señalado
    nueve grandes estructuras básicas que constituyen una
    versión ampliada de lo que la filosofía perenne denomina la
    Gran Cadena del Ser: materia, cuerpo, mente, alma y
    espíritu. En orden ascendente, los nueve niveles son los
    siguientes:

    Primer nivel: las estructuras físico-sensoriales.
    Incluyen los componentes materiales del cuerpo más la
    sensación y la percepción. Es lo que Piaget llamó inteligencia
    sensoriomotora; lo que Aurobindo denominó lo sensoriofísico;
    lo que el Vedanta denomina annamaya-kosha, etcétera.

    Segundo nivel: lo emocional-fantásmico. Se trata del
    nivel emocional y sexual, del nivel de los instintos, de la
    libido, del impulso vital, de la bioenergía y del prana más el
    nivel de las imágenes, las primeras formas mentales. Las
    imágenes -lo que Arieti denomina nivel fantásmico-empieza a
    aflorar en el niño en torno a los siete meses
    aproximadamente.

    19 20

    Tercer nivel: la mente representacional. Es lo que Piaget
    denominara pensamiento preoperacional. Está basada en los
    símbolos, que aparecen entre los dos y los cuatro años de
    edad y en los conceptos, que aparecen entre los cuatro y los
    siete años.

    EZ: ¿Cuál es la diferencia existente entre las imágenes, los
    símbolos y los conceptos?

    KW: Una imagen representa una cosa en la medida en que
    tiene su mismo aspecto. Es muy sencillo. La imagen de un
    árbol, por ejemplo, tiene más o menos el aspecto de un árbol
    de verdad. Un símbolo, por su parte, representa una cosa
    pero no tiene el mismo aspecto que ella, lo cual constituye
    una tarea mucho más difícil y elevada. La palabra Fido, por
    ejemplo, puede representar a tu perro pero lo cierto es que
    no se parece en nada al perro y, por lo tanto, es bastante
    más difícil de recordar. Por eso las palabras sólo aparecen
    después de las imágenes. Un concepto, finalmente,
    representa a una clase de cosas. El concepto de perro por
    ejemplo, no sólo representa a Fido, sino a todos los perros
    posibles y constituye, por consiguiente, una tarea todavía más
    difícil. Los símbolos denotan mientras que los conceptos
    connotan. Pero en mi esquema denomino mente
    preoperacional o figurativa a la mente que trabaja con los
    símbolos y los conceptos.

    EZ: ¿Y luego la mente regla/rol?

    KW: El cuarto nivel, la mente regla/rol, lo que Piaget
    denomina pensamiento preoperacional concreto, aparece
    alrededor de los siete y los once años de edad. Los budistas le
    llaman manovijñana, una mente que opera concretamente
    sobre la experiencia sensorial. Yo lo llamo mente regla/rol,
    porque es la primera estructura auténticamente capacitada
    para llevar a cabo un pensamiento reglado, como la
    multiplicación o la división, y es también la primera estructura
    que puede asumir el rol de los demás, asumir realmente una
    perspectiva diferente de la suya propia. Se trata de una
    estructura muy importante denominada por Piaget estadio de
    las operaciones concretas porque, aunque puede llevar a
    cabo operaciones complejas, lo hace de forma muy concreta y
    literal. Quisiera subrayar, en este punto, que ésta es la
    estructura que piensa que los mitos son concreta y
    literalmente ciertos.

    El quinto nivel, al que llamo nivel reflexivo-formal, es la
    primera estructura que no sólo puede pensar sino que
    también puede pensar sobre el pensamiento. Es, por
    consiguiente, la primera estructura capaz de llevar a cabo un
    razonamiento hipotético, o de cotejar propuestas con la
    evidencia empírica, lo que Piaget denomina estadio de las
    operaciones formales. Suele aparecer en la adolescencia y es
    la responsable del desarrollo de la timidez y del desmedido
    idealismo propio de ese período. Aurobindo lo llama mente
    razonadora, y el Vedanta, manomaya-kosha.

    El sexto nivel es el nivel existencial, el nivel visión-lógica, una
    visión que no es divisoria sino inclusiva, integradora,
    unificadora y creadora de redes de relaciones. Es lo que
    Aurobindo llama la mente superior; y el budismo, manas. Es
    una estructura muy integradora; tan integradora, en realidad,
    como para unificar la mente y el cuerpo en una unidad de

    21 22

    orden superior que yo denomino centauro, simbolizando, con
    ello, la fusión -no la identidad- entre la mente y el cuerpo.

    El nivel siete es el nivel psíquico, pero con ello no estoy
    afirmando que en él aparezcan ciertas facultades
    paranormales; aunque éstas, obviamente, pueden empezar a
    desarrollarse a partir de este nivel. Este nivel constituye el
    inicio del desarrollo transpersonal, espiritual o contemplativo,
    lo que Aurobindo denomina mente iluminada.

    El nivel ocho es el nivel sutil o intermedio del desarrollo
    espiritual, la morada de diversas formas luminosas y divinas
    llamadas yidam en el budismo e ishtadeva en el hinduismo (a
    las que no hay que confundir con las formas míticas colectivas
    propias de los niveles tres y cuatro). Se trata del hogar del
    Dios personal, de los arquetipos transpersonales reales y de
    las formas supraindividuales. Es la mente intuitiva de
    Aurobindo, el vijñamaya-kosha del Vedanta y el alaya-vijñana
    del budismo.

    El nivel nueve es el nivel causal, la fuente pura y no
    manifestada del resto de los niveles inferiores. Se trata de la
    morada, no de un Dios personal sino de una Divinidad o
    Abismo sin forma. Es la supermente, el supramental de
    Aurobindo, y el anandamaya-kosha, el cuerpo de gloria del
    Vedanta.

    Por último, el papel en el que está representado todo el
    diagrama representa la realidad suprema, el Espíritu
    Absoluto, que no es un nivel más, sino el Fundamento y

    Realidad de todos los niveles. Es la supramente de Aurobindo,
    el alaya puro del budismo y el turiya del Vedanta.

    EZ: De modo que el nivel uno es la materia, el nivel dos es el
    cuerpo y los niveles tres, cuatro y cinco son la mente.

    KW: Así es. Y el nivel seis constituye una integración de la
    mente y el cuerpo, lo que yo denomino el centauro; los
    niveles siete y ocho son el alma; y el nivel nueve más todo el
    papel son el espíritu. Como ya he dicho, este desarrollo no es
    más que una elaboración más sofisticada de la graduación
    materia, cuerpo, mente, alma y espíritu, pero realizada de tal
    forma que permita establecer relaciones con la investigación
    psicológica occidental.

    EZ: De modo que, en cada uno de los nueve niveles de
    crecimiento de la consciencia, el self debe afrontar tareas muy
    diversas.

    KW: Efectivamente. El bebé parte de la primera etapa, que es
    básicamente el nivel material o físico; sus emociones -nivel
    dos-son muy toscas y poco desarrolladas Y carece de la
    capacidad para manejar símbolos, conceptos, reglas y todo lo
    demás. Es básicamente un ser fisiológico, cuya consciencia,
    por otra parte, es no dual, oceánica o protoplásmica, así que
    en modo alguno se halla diferenciado de la persona que le
    cuida y del mundo material que le rodea.

    EZ: Muchos teóricos sostienen que ese estado oceánico o
    indiferenciado es un estado protomístico en el que el sujeto y

    23 24

    el objeto están fundidos, y que ese estado es el estado de
    unidad que se recupera en la experiencia mística. ¿Estás de
    acuerdo con eso?

    Las ardillas habían vuelto! Entraban y salían de las
    gigantescas sequoias, gozando de la beatitud de su
    ignorancia. Me pregunté si sería posible vender el alma, no al
    diablo sino a una ardilla.

    Cuando Edith preguntó si el estado de fusión infantil es un
    prototipo del misticismo, metió el dedo en la llaga de la
    cuestión más ardientemente debatida en los círculos
    transpersonales. Muchos teóricos, siguiendo a Jung,
    mantienen que, dado que el misticismo es una fusión entre el
    sujeto y el objeto, este estado primordial de fusión
    indiferenciada debe ser lo que, en cierto modo, se reconquista
    en la experiencia de unidad mística. Yo había sido seguidor de
    Jung, había compartido esa perspectiva e incluso había escrito

  2. varios ensayos al respecto; pero, como ocurre tantas veces
    con Jung, ahora era una postura que me parecía
    completamente insostenible y, lo que es más, me parecía
    molesta, porque significaba inequívocamente equiparar al
    misticismo con una especie de estado regresivo. Para mí era
    pues, como digo, un asunto muy espinudo.

    KW: Ciertos teóricos consideran que el hecho de que un niño
    no pueda explicar la diferencia existente entre el sujeto y el
    objeto constituye una demostración palpable de que ese
    estado es una especie de unión mística. Pero lo cierto es que
    las cosas no son así: el niño no sólo no ha llegado todavía a
    trascender sujeto y objeto; simplemente es incapaz de
    diferenciarlos. Los místicos, por el contrario, son
    perfectamente conscientes de la diferencia convencional

    existente entre sujeto y objeto; lo único que ocurre es que
    también son conscientes de la identidad profunda y superior
    que los engloba.

    Por otra parte, la unión mística es una fusión de todos los
    niveles de la existencia: físico, biológico, mental y espiritual,
    mientras que el estado de fusión infantil, por su parte,
    constituye una identidad exclusiva con el nivel físico o
    sensoriomotor, Como dijo Piaget: Aquí, el self es material, por
    así decirlo. Así pues, ésta no es una fusión con el Todo y, por
    consiguiente, no hay nada de místico en ello.

    EZ: Pero en el estado de fusión infantil hay una unión entre el
    sujeto y el objeto.

    KW: No se trata de una unión, sino de una indiferenciación.
    Unir es juntar dos cosas separadas en una totalidad superior.
    En la fusión infantil no hay dos cosas, sino una
    indiferenciación global, y resulta que no es posible integrar lo
    que no se ha diferenciado todavía. Además, aunque dijéramos
    que ese estado infantil constituye una unión entre el sujeto y
    el objeto, permíteme que insista en que este sujeto es un
    sujeto meramente sensoriomotor indiferenciado de un mundo
    sensoriomotor, y no un sujeto totalmente integrado a todos
    los niveles, fundido con todos los mundos superiores. En otras
    palabras, este estado no constituye, en modo alguno, un
    prototipo de la unión mística sino más bien justamente lo
    contrario del estado místico. Así pues, el estado de fusión
    infantil es el mayor punto de alienación o de alejamiento de
    los niveles y mundos superiores, cuya integración o unión
    total constituye la misma esencia de la experiencia mística.

    25 26

    Este, dicho sea de paso, es el motivo por el cual los místicos
    cristianos sostienen que naces en el pecado, la separación o
    la alienación. El pecado no es algo que hagas después del
    nacimiento, sino algo que eres desde el mismo momento del
    nacimiento o de la concepción, algo que sólo se puede
    superar mediante el desarrollo y la evolución desde la materia
    hasta la mente y de ésta hasta el espíritu. El estado infantil
    de fusión material constituye así el comienzo, el momento
    más bajo del proceso de crecimiento, y no una especie de
    prefiguración del estado místico final.

    EZ: Eso tiene que ver con lo que tú llamas la falacia
    pre/trans.

    KW: Así es. Los primeros estadios del desarrollo son
    prepersonales, porque en ellos todavía no ha aparecido el ego
    personal, individual y separado; los estadios intermedios del
    crecimiento son personales o egoicos y los estadios
    superiores, por último, son transpersonales o transegoicos.

    A mi juicio, la gente tiende a confundir los estadios pre con
    los estadios trans, porque superficialmente son parecidos. Si
    has equiparado el estadio de fusión infantil -que es
    prepersonal-con la unión mística -que es transpersonal-te
    verás forzado a seguir una de estas dos alternativas: o bien
    elevas el estadio infantil a la categoría de unión mística (de la
    que, por cierto, carece) o bien niegas todo misticismo
    genuino, afirmando que no es más que una regresión al
    narcisismo infantil y al no dualismo oceánico. Jung y el
    movimiento romántico en general cometieron el primero de
    los errores -elevar los niveles pre-egoicos y prerracionales a
    la gloria transegoica y transracional; en este sentido, son
    elevacionistas. Freud y sus seguidores, por su parte, han

    hecho justamente lo contrario -reducir todos los estados
    transracionales, transegoicos y místicos a estadios
    prerracionales, preegoicos e infantiles; en este sentido, son
    reduccionistas. Sin embargo, ambas visiones poseen un
    cincuenta por ciento de acierto y otro tanto de equivocación,
    ya que ninguna de ellas advierte ni explica la diferencia
    existente entre lo pre y lo trans. Hay que decir que el
    misticismo genuino existe y que no tiene absolutamente nada
    de infantil. Afirmar lo contrario sería como confundir a un
    preescolar con un doctor, un verdadero disparate que no hace
    más que confundir totalmente las cosas.

    Las ardillas jugaban frenéticamente. Edith, por su parte,
    seguía sonriendo y haciendo preguntas amablemente. Me
    pregunté si se habría notado, de algún modo, la irritación que
    me causa la noción de que misticismo es regresión.

    EZ: Muy bien, volvamos pues a la cuestión original. El niño se
    encuentra básicamente en el primero de los estadios, el nivel
    sensorioperceptual al que no podemos calificar de místico.
    ¿Qué ocurre si algo va mal en este estadio del desarrollo?

    KW: Se trata de un nivel tan primitivo que sus trastornos son
    verdaderamente muy graves. Si el niño no logra diferenciarse
    de su entorno, las fronteras de su ego siguen siendo
    permeables y difusas. En tal caso, el individuo no puede
    describir dónde termina su cuerpo y dónde comienza la silla.
    Se produce una difuminación alucinatoria de las fronteras
    entre lo interno y lo externo, entre el sueño y la realidad.
    Este, por supuesto, es el no dualismo característico de la
    psicosis, una patología grave que afecta al nivel de existencia
    más primitivo y fundamental, el self material. En la infancia,
    este trastorno se traduce en autismo y psicosis simbióticas y,

    27 28

    en el caso de persistir en grado importante en la edad adulta,
    contribuye al desarrollo de las psicosis depresivas y a la
    mayor parte de las esquizofrenias adultas.

    Las modalidades de tratamiento propias de este nivel son la
    fisiológica y la pacificación, ya que por desgracia los únicos
    tratamientos que parecen funcionar realmente son
    farmacológicos o de custodia.

    EZ: ¿Qué ocurre cuando aparece el segundo nivel?

    KW: Cuando, alrededor del primer al tercer año de vida,
    aparece el nivel fantásmico-emocional, el self tiene que
    diferenciarse del mundo material, e identificarse en cambio
    con el mundo biológico de su cuerpo separado y sensible,
    para luego integrar el mundo físico en su percepción. En otras
    palabras, el self debe romper su identidad exclusiva con el
    self material y el mundo material, y establecer una identidad
    de orden superior con el cuerpo, el cuerpo como entidad
    separada y diferenciada en el mundo. Este es el segundo
    fulcro, lo que investigadores como Margaret Mahler, por
    ejemplo, llaman la fase de separación-individuación. El
    cuerpo-self debe separarse e individualizarse de la madre y
    del mundo físico en general.

    EZ: ¿Qué ocurre si aparecen dificultades a lo largo de este
    estadio?

    emocionalmente al self, que es muy volátil e inestable. Son
    los llamados síndromes borderline o fronterizos, síndromes
    limítrofes, porque se encuentran en la frontera entre las
    psicosis del nivel anterior y las neurosis del nivel
    subsiguiente. Los trastornos narcisistas, aunque son
    ligeramente más primitivos, están relacionados con este
    fenómeno. En estos trastornos, el self, precisamente por no
    haber logrado diferenciarse plenamente del mundo, trata al
    mundo como su concha y a la gente como meras extensiones
    de sí mismo. En otras palabras, es completamente
    egocéntrico, ya que el mundo y el self son lo mismo.

    EZ: ¿Y qué hay con respecto a los tratamientos más
    adecuados para estos trastornos?

    KW: Tiempo atrás se creía que estos trastornos eran
    incurables por lo remotos. Pero desde hace poco, y
    espoleados por la obra de Mahler, Kohut, Kernberg y otros, se
    han desarrollado una serie de tratamientos, bastante eficaces
    por cierto, denominados técnicas de consolidación de
    estructura. Dado que el problema fundamental de los
    trastornos limítrofes es que las fronteras del self todavía no
    son lo suficientemente fijas, las técnicas de consolidación de
    estructuras apuntan precisamente a construir éstas y a
    delimitar y fijar las fronteras del ego. Son técnicas que
    ayudan a la persona a diferenciar el self de todo lo demás,
    explicándole y mostrándole que lo que le ocurre al otro no le
    ocurre necesariamente al self, cosa que no resulta evidente
    para quien no haya completado el proceso de separación-
    individuación. Por ejemplo, estar en desacuerdo con tu madre
    no te matará.

    KW: En tal caso, las fronteras del self permanecen vagas,
    fluidas y confusas. El mundo parece entonces inundar

    29 30
    Ahora bien, es importante darse cuenta de que en estos
    síndromes limítrofes la psicoterapia no trata de sacar a la luz
    algo del inconsciente. Ello no es posible hasta el siguiente
    nivel, el nivel tres. En los estadios limítrofes, el problema no
    es que una fuerte barrera, un fuerte ego, esté reprimiendo
    alguna emoción o algún impulso; el problema es que ni
    siquiera hay una barrera o frontera egoica. Por así decirlo, no
    hay barrera que reprima y, por consiguiente, no existe
    inconsciente dinámico ni nada que sacar a la luz. De hecho, el
    objetivo de las técnicas de consolidación de estructura es
    hacer que la persona ascienda hasta un nivel en el que llegue
    a ser capaz de poder reprimir! A este nivel, el self
    simplemente no es lo bastante fuerte como para reprimir
    nada.

    EZ: Entiendo que eso ocurre en el siguiente nivel, el tercero.

    KW: Si, así es. El nivel tres, o mente figurativa o
    representativa, empieza a surgir en torno a los dos años de
    edad y domina la consciencia hasta la edad de siete años. En
    este nivel aparecen los símbolos, los conceptos y el lenguaje,
    lo cual permite que el niño transforme su identidad de un self
    fundamentalmente corporal a un self mental o egoico. El niño
    ya no es sólo un cuerpo dominado por los sentimientos e
    impulsos del momento; también es un ser mental, con un
    nombre, con una identidad y con expectativas y deseos que
    se extienden en el tiempo. El lenguaje es el vehículo del
    tiempo; es gracias al lenguaje que el niño puede recordar el
    ayer y soñar con el mañana y, por consiguiente, lamentar el
    pasado y sentirse culpable o preocuparse por el futuro y
    experimentar ansiedad.

    Por consiguiente, es en este estadio donde aparecen el
    sentimiento de culpa y la ansiedad. Y si la ansiedad es
    excesiva, el self puede reprimir y reprimirá todos los
    pensamientos o emociones ansiógenos. Esos pensamientos y
    estas emociones reprimidos, especialmente relacionados con
    el sexo, la agresividad y el poder constituyen el inconsciente
    reprimido dinámicamente, lo que yo llamo (al igual que Jung)
    la sombra. Si la sombra se vuelve excesiva, si está demasiado
    cargada, demasiado llena por así decirlo, entonces irrumpe en
    toda una serie de síntomas llamados psiconeurosis -o,
    abreviadamente, neurosis-.

    De modo que, en el tercer nivel, la aparición del lenguaje
    favorece la emergencia del self egoicomental que debe
    aprender a diferenciarse del cuerpo. Pero si esa diferenciación
    va demasiado lejos, el resultado es una disociación, una
    represión. En tal caso, el ego no trasciende al cuerpo sino que
    lo aliena, lo excluye. Pero eso sólo significa que ciertos
    aspectos del cuerpo y sus deseos permanecen en la sombra,
    saboteando dolorosamente al ego en forma de conflicto
    neurótico.

    EZ: De manera que la forma de tratar las neurosis consiste en
    establecer contacto con la sombra y reintegrarla.

    KW: Efectivamente. Y las técnicas que propician este
    movimiento se denominan técnicas de descubrimiento porque
    intentan descubrir a la sombra, sacarla a la superficie y luego,
    como dices, reintegrarla. Pero, para ello, primero hay que
    liberar o relajar la barrera de la represión creada por el
    lenguaje y sostenida por la ansiedad y por el sentimiento de
    culpa. Por ejemplo, una de las formas de hacer esto consiste
    en animar a la persona a decir todo lo que acuda a su mente,

    31 32

    sin censurarlo. No obstante, sea cual fuere la técnica, el
    objetivo es esencialmente el mismo: establecer contacto con
    nuestra sombra, aceptarla y volver a tomar posesión de ella.

    EZ: ¿El siguiente estadio?

    KW: El nivel cuatro, la mente regla/rol -que predomina desde
    los siete hasta los once años de edad, aproximadamente-
    señala algunos cambios muy profundos en la consciencia. Si
    tomas, por ejemplo, a un niño que se halle en el nivel tres (el
    nivel del pensamiento preoperacional) y le muestras una
    pelota roja por un lado y verde por el otro, y luego pones el
    costado rojo de cara al niño y el verde mirando hacia ti y, por
    último, le preguntas al niño cuál es el color que tú estás
    viendo, el niño responderá, invariablemente, rojo. En otras
    palabras, en ese estadio el niño no puede adoptar tu
    perspectiva, no puede asumir el rol de los demás. Sólo
    cuando aparezca el pensamiento operacional concreto el niño
    podrá asumir el rol del otro y responderá correctamente que,
    desde tu punto de vista, la pelota es de color verde. En esta
    etapa, el niño también puede empezar a llevar a cabo
    operaciones regladas, tales como la inclusión en clases, la
    multiplicación, la jerarquización, etcétera.

    En otras palabras, el niño poco a poco va aprendiendo a vivir
    en un mundo de roles y de reglas. Su comportamiento está
    gobernado por guiones, por normas lingüísticas que rigen el
    comportamiento y los roles. Como señalan Piaget, Kohlberg y
    Carol Gilligan, esto resulta particularmente evidente en el
    sentido moral de los niños. En los estadios anteriores -del uno
    al tres-su moralidad es preconvencional porque no se basa
    en reglas mentales y sociales, sino en el placer y el dolor, en
    el premio y el castigo corporal y, como deberíamos esperar,

    es autocéntrico y narcisista. Pero con la aparición de la mente
    regla/rol, su moralidad pasa de la moral preconvencional a la
    moral convencional, del egocentrismo al sociocentrismo.

    Y esto es muy importante porque, dado que la mente
    convencional o mente regla/rol aún no se halla capacitada
    para llevar a cabo la introspección, las reglas y los roles que
    va aprendiendo son, en todo sentido, concretos, y el niño los
    acepta incondicionalmente: es lo que los investigadores
    denominan estadio conformista. Al carecer de introspección,
    el niño no puede juzgarlas independientemente y, por
    consiguiente, las acata de manera irreflexiva.

    Ahora bien, la mayor parte de esas reglas son necesarias y
    provechosas -por lo menos para este estadio- pero algunas de
    ellas pueden ser falsas, contradictorias o engañosas. Muchos
    de los guiones que dirigen nuestra vida, guiones que
    heredamos de nuestros padres, de nuestra sociedad o lo que
    fuere, son falsos y engañosos, no son más que mitos.

    ÁPero en este estadio el niño no puede juzgarlos! En este
    estadio, el niño se lo toma todo de manera literal y concreta
    y, si esas creencias erróneas perduran hasta la edad adulta,
    nos encontramos ante una patología de guión. En este caso,
    por ejemplo, podemos decirnos que no somos buenos, que
    somos muy malos, que Dios nos castigará por tener malos
    pensamientos, que no somos dignos de amor, que somos
    unos pecadores empedernidos, etcétera, etcétera.

    El tratamiento propio de este nivel -especialmente la
    denominada terapia cognitiva-intenta desarraigar esos mitos

    33 34

    y exponerlos a la luz de la razón y la evidencia. Reescribir
    nuestros guiones constituye una terapia muy poderosa y muy
    eficaz, especialmente en los casos de depresión y de una baja
    autoestima.

    EZ: Creo que está claro. ¿Qué hay del quinto nivel?

    KW: Con la aparición del pensamiento operacional formal,
    que normalmente tiene lugar entre los once y los quince años
    de edad, se produce otra transformación realmente
    extraordinaria. El pensamiento operacional formal capacita al
    individuo para reflexionar sobre las normas y las reglas de la
    sociedad y, de ese modo, le permite juzgar por su cuenta la
    validez o falsedad de esas reglas y de esas normas. Estamos
    hablando ya de lo que Kohlberg y Gilligan denominan moral
    postconvencional. En este estadio, el individuo ya no se halla
    sujeto a normas sociales conformistas, ya no está atado a una
    tribu, un grupo o una sociedad determinada sino que juzga
    las acciones de acuerdo a criterios más universales; es decir,
    a lo que está bien y es adecuado, no sólo para los miembros
    de mi grupo sino para toda la humanidad. Obviamente, este
    proceso de desarrollo presupone también la posibilidad de una
    integración superior y más universal. En este sentido, el
    individuo pasa de ser autocéntrico a ser sociocéntrico y luego
    cosmocéntrico -en camino, añadiría yo, de ser teocéntrico-.

    En este estadio, la persona también desarrolla la capacidad de
    llevar a cabo una introspección intensa y sostenida. ¿Quién
    soy yo? se convierte por primera vez en un tema candente.
    Aquí, el individuo ya no está protegido ni limitado a las reglas
    y roles conformistas de la etapa anterior; ahora dispone de la
    posibilidad de forjar, por así decirlo, su propia identidad. Pero,
    en el caso de que aparezcan problemas en este estadio, la

    persona desarrolla lo que Erikson denominó una crisis de
    identidad. Y el único tratamiento para este tipo de problemas
    es… más introspección! En este estadio, el terapeuta se
    convierte en una especie de filósofo que sostiene con el
    paciente un diálogo socrático que le ayuda…

    EZ: Le ayuda a descubrir por sí mismo quién es, quién quiere
    ser y el tipo de persona que puede ser.

    KW: Sí. Eso es. Pero, en esta etapa, no se trata tanto de una
    búsqueda mística, no se busca al Self trascendental -con ÒSÓ
    mayúscula, que es uno y el mismo en todo el mundo-sino a
    un self apropiado -con s minúscula, una sensación de
    identidad ajustada-. Es el caso, por ejemplo, de El guardián
    entre el centeno.[3]

    EZ: ¿Y el nivel existencial?

    KW: John Broughton, Jane Loevinger y muchos otros
    investigadores han señalado que, en el caso de que el
    desarrollo psicológico prosiga, el individuo puede desarrollar
    un self personal altamente integrado, donde, en palabras de
    Loevinger, la mente y el cuerpo son experiencias de un self
    integrado y tiene lugar una integración entre el cuerpo y la
    mente, a la que yo denomino centauro. En el nivel del
    centauro, los problemas son problemas existenciales,
    problemas inherentes a la existencia manifiesta, como la
    mortalidad, la finitud, la integridad, la autenticidad y el
    significado de la vida. No es que esto no aparezca en el resto
    de las etapas, sino que, en ésta, ocupa el primer plano y
    constituye una preocupación dominante. Y las terapias que

    35 36

    apuntan a este nivel son las terapias humanistas y
    existenciales, la llamada Tercera Fuerza de la psicología (la
    primera fuerza fue el psicoanálisis y la segunda, el
    conductismo).

    EZ: Muy bien. Llegamos, pues, a los niveles superiores del
    desarrollo. Comencemos con el psíquico.

    KW: Bien. En la medida en que sigues creciendo y
    evolucionando hasta los niveles transpersonales -los niveles
    siete a nueve-tu identidad sigue expandiéndose. Primero va
    más allá del cuerpo-mente separado hasta llegar a las
    dimensiones más amplias, espirituales y trascendentales de la
    existencia y culminar finalmente en la identidad más
    expandida posible -la identidad suprema, la identidad entre tu
    consciencia y el universo en general (no sólo el universo
    físico, sino el universo multidimensional, divino, teocéntrico)-.

    El nivel psíquico no es más que la primera etapa de este
    proceso -el umbral, por así decirlo-, de las dimensiones
    transpersonales de la existencia. En este estadio puedes
    experimentar destellos de la llamada consciencia cósmica,
    puedes desarrollar ciertas capacidades psíquicas, puedes
    desarrollar una intuición aguda y penetrante, por ejemplo.
    Pero, sobre todo, en este estadio simplemente te das cuenta
    de que tu propia consciencia no se halla confinada al cuerpo-
    mente individual. Empiezas entonces a intuir que tu propia
    consciencia trasciende o sobrevive, de algún modo, al
    organismo individual. De esa manera, te vuelves capaz de ser
    un mero testigo de los acontecimientos que afectan al cuerpo-
    mente individual, porque ya no te identificas exclusivamente
    con ellos, dejas de estar circunscrito a ellos, y desarrollas por
    consiguiente cierto grado de ecuanimidad. Entonces empiezas

    a intuir, a entrar en contacto con tu alma trascendente, con el
    Testigo, que es, en última instancia, el que puede conducirte
    al nivel causal, a una identidad directa con el Espíritu.

    EZ: Llamas Vía del Yogui a las técnicas propias de este nivel…

    KW: Sí. Al igual que Da Free John, divido las grandes
    tradiciones místicas en tres categorías: la vía del yogui, la del
    santo y la del sabio; tres caminos que se dirigen,
    respectivamente, a las niveles psíquico, sutil y causal. El
    yogui aprovecha las energías del cuerpo-mente individual
    para trascenderlo, de forma que cuando éste, incluidos
    muchos de sus procesos que hasta entonces son
    involuntarios, es sometido a un control riguroso, la atención
    puede liberarse de él y volver a su fundamento transpersonal.

    EZ: Si entiendo bien, este proceso continúa en el nivel sutil.

    KW: Así es. En la medida en que la atención se va liberando
    progresivamente del mundo externo, del entorno exterior y
    del mundo interno propio del cuerpo-mente, la consciencia va
    adquiriendo también la posibilidad de trascender
    completamente la dualidad entre sujeto y objeto. En tal caso,
    el mundo ilusorio de la dualidad empieza a aparecer tal cual
    es, es decir, como una manifestación del Espíritu. El mundo
    externo empieza entonces a presentar características divinas ,
    es decir, la consciencia empieza a tornarse luminosa, llena de
    luz, numinosa, y parece entrar directamente en contacto, e
    incluso unirse, con la misma Divinidad.

    37 38

    Ese es el camino del santo. ¿Te has fijado en que, tanto en
    Oriente como en Occidente, suele representarse a los santos
    rodeados de un halo luminoso? Ese es un símbolo de la luz
    interior de la mente intuitiva e iluminada. En el nivel psíquico,
    empiezas a comulgar con la Divinidad o el Espíritu, pero en el
    nivel sutil, te fundes con El. Aquí ya no se trata sólo de una
    comunión sino de una verdadera unión, la unio mystica.

    EZ: ¿Y en el nivel causal?

    KW: El proceso se completa. En este nivel, el alma o el
    Testigo puro termina disolviéndose en su Fuente, y la unión
    con Dios da paso a una identidad con la Divinidad, con el
    sustrato no manifestado de todo ser. Esto, por supuesto, es lo
    que los sufíes denominan Identidad Suprema. En este estadio
    adviertes tu identidad fundamental con la Condición de todas
    las condiciones, con la Naturaleza de todas las naturalezas,
    con el Ser de todos los seres. El Espíritu es la esencia o
    condición de todas las cosas y, por tanto, es perfectamente
    compatible con todas ellas: no se trata de nada especial, se
    trata simplemente de cortar leña y de acarrear agua. Por ese
    motivo suele describirse a quienes alcanzan este estadio come
    gente muy corriente, que no tiene nada especial. Este es el
    camino del sabio, de los hombres y mujeres que son tan
    sabios que ni siquiera puedes reconocerlos, porque se
    adaptan a todo y se ocupan de sus asuntos. En las Diez
    Estampas del Búfalo del Zen que describen las etapas del
    camino que conduce a la iluminación, la última imagen
    presenta a una persona corriente entrando en la plaza del
    mercado. La leyenda de esta estampa dice así: Entran en el
    mercado con las manos abiertas. Eso es todo.

    EZ: Fascinante. ¿Y cada uno de esos tres estadios superiores
    va acompañado también de sus posibles patologías?

    KW: En efecto. No las analizaré todas en detalle, porque es
    un tema muy extenso. Sólo diré que, como ocurre en
    cualquier otro de los estadios inferiores o intermedios, en
    cada una de ellas, el sujeto puede quedarse estancado o
    fijado a las experiencias propias de ese estadio, y esto puede
    ocasionar una patología propia característica de este nivel de
    desarrollo. Y, obviamente, también hay tratamientos
    específicos adecuados para cada uno de estos casos. Este es
    un tema que describo con más detenimiento en

    Transformations of Consciousness.

    EZ: En cierto modo, ya has contestado a mi pregunta sobre la
    relación existente entre la psicoterapia y la meditación. En
    realidad, al resumir todo el espectro de la consciencia, has
    situado a cada una de ellas en función del papel que
    desempeñan.

    KW: En cierto modo. Permíteme ahora que agregue algunas
    cosas. En primer lugar, habría que subrayar que la meditación
    no es una técnica de descubrimiento, como sí lo es, en
    cambio, el psicoanálisis. El objetivo fundamental de la
    meditación no consiste en eliminar la barrera de la represión y
    permitir que aflore la sombra. Como veremos, no es que no
    pueda hacerlo, pero la cuestión es que puede que no lo haga.
    Su objetivo principal, por el contrario, es el de suspender la
    actividad egoico-mental y permitir el desarrollo de la
    consciencia transegoica o transpersonal que, a partir de un
    momento determinado, conducirá al descubrimiento del
    Testigo o del Self.

    39 40

    En otras palabras, la meditación y la psicoterapia tienen
    objetivos muy diferentes. El Zen, per ejemplo, no eliminará
    necesariamente las psiconeurosis, ya que no fue concebido
    especialmente para eso. Y lo que es más, uno puede
    desarrollar una sensación muy intensa del Testigo y seguir
    siendo neurótico. Lo único que ocurre, en tal caso, es que uno
    aprende a ser testigo de su propia neurosis, cosa que
    obviamente le ayuda a convivir muy fácilmente con ella, pero
    no hace nada por resolverla. Si tienes un hueso roto, el Zen
    no lo arreglará, y si tu vida emocional está destrozada, el Zen
    tampoco la resolverá porque no es ésa su misión. Por propia
    experiencia puedo decirte que el Zen me ha ayudado mucho a
    convivir con mis neurosis y muy poco a librarme de ellas.

    EZ: Ese es el objetivo de las técnicas de descubrimiento.

    KW: Exactamente. La mayor parte de la literatura mística y
    contemplativa del mundo casi no menciona siquiera al
    inconsciente dinámico, al inconsciente reprimido. Este es un
    descubrimiento Y una contribución singular de la Europa
    moderna.

    EZ: Pero cuando alguien emprende una meditación, a veces
    aflora material reprimido.

    KW: Ciertamente; pero, como ya he dicho, puede que ocurra

    o puede que no. En mi opinión, esto es lo que pasa: tomemos
    una meditación que apunta al nivel causal, el nivel del Testigo
    puro (que llegado el momento, se disuelve en Espíritu puro no
    dual), como, por ejemplo, la meditación Zen, el vipassana o la
    introspección (en la forma ¿Quién soy yo?, o ¿Qué es lo que
    estoy tratando de evitar?). Pues bien, si empiezas a hacer
    meditación Zen y tienes una neurosis grave, una depresión
    del fulcro tres debida a una fuerte represión de la ira,
    pongamos por caso, es muy probable que ocurra lo siguiente:
    cuando te limitas a presenciar el ego-mente y sus contenidos,
    en vez de identificarte con él y dejarte atrapar y llevar por
    ellos, las maquinaciones del ego comienzan a desmenuzarse.
    El ego entonces empieza a relajarse y, cuando lo hace lo
    suficiente, de repente se derrumba, de repente eres libre,
    como Testigo más allá del ego o, por lo menos, lo atisbas de
    repente. Pero para que esto se produzca, no hace falta que se
    relajen todas las partes del ego. Basta con que tu
    identificación global con el ego se diluya lo suficiente para
    dejar que el Testigo resplandezca a través suyo. Pero la
    barrera de la represión puede ser parte de lo que se relaja; si
    es así, vas a liberar la represión, y ciertos elementos de la
    sombra, en este caso la rabia, comenzarán a irrumpir de
    manera bastante dramática en la conciencia. Esto es algo que
    ocurre con mucha frecuencia, aunque a veces no suceda en
    absoluto. Simplemente, se salta la barrera de la represión y
    se deja, en gran medida, intacta. Relajas tu apego general al
    ego el tiempo suficiente como para dejar que el ego caiga
    temporalmente por entero, pero no durante el tiempo
    suficiente para relajar todas las partes del ego en sí, como la
    barrera de la represión. Y como la barrera de la represión se
    salta, y se puede saltar, a menudo entonces el mecanismo
    real del Zen no es una mera técnica de revelación. Ese es un
    aspecto meramente secundario y fortuito.

    De manera similar, puedes utilizar todas las técnicas de
    revelación que quieras, y eso no te iluminará, no acabarás
    encontrando tu Identidad Suprema. Freud no era Buda y Buda
    no era Freud. Puedes creerme.

    41 42

    EZ: [Riendo] Entiendo. ¿Así que tu recomendación es que la
    gente utilice la psicoterapia y la meditación de manera
    complementaria, permitiendo que cada una de ellas lleve a
    cabo su propia labor?

    KW: Exactamente. Ambas son técnicas poderosas y eficaces
    que apuntan fundamentalmente a distintos niveles del
    espectro de la consciencia. No quiero decir con ello que no se
    superpongan o que no compartan ciertas cosas. Hasta el
    mismo psicoanálisis, por ejemplo, desarrolla, en cierta
    medida, la capacidad de ser Testigo, ya que mantener una
    atención general desde arriba es un requisito previo para la
    libre asociación. Pero, más allá de esta similitud, las dos
    técnicas comienzan a divergir rápidamente y se ocupan de
    dimensiones muy distintas de la consciencia. La meditación
    puede cooperar con la psicoterapia, porque ayuda a
    establecer la consciencia del Testigo y, en esa misma medida,
    puede contribuír a la resolución de ciertos problemas. Y la
    psicoterapia, por su parte, puede colaborar con la meditación,
    porque libera la consciencia de sus represiones y confusión
    con los niveles inferiores. Pero, aparte de eso, los objetivos,
    las metas, los métodos y la dinámica propia de ambas
    actividades es radicalmente diferente.

    EZ: Una última pregunta.

    Edith hizo su pregunta pero yo no la escuché. Estaba mirando
    las ardillas, que se habían ocultado una vez más en los
    oscuros escondrijos del bosque. ¿Por qué había perdido
    totalmente la capacidad de asumir la posición del Testigo?
    Tras quince años de meditación durante los cuales tuve varios
    kensho inconfundiblemente confirmados por mis maestros…

    ¿Cómo había podido perder todo eso? ¿Dónde se habían
    metido las ardillas de antaño?

    Lo que me había ocurrido, obviamente, tenía que ver con lo
    que estaba hablando con Edith. La meditación no resuelve
    necesariamente el problema de la sombra. Con demasiada
    frecuencia, yo me había limitado a utilizar la meditación como
    bypass para eludir el trabajo emocional que hubiera tenido
    que afrontar. Había utilizado el zazen para escapar de mi
    neurosis. Simplemente, las cosas habían llegado a un punto
    en el que ya no me resultaba posible seguir huyendo. Y ahora
    me hallaba en la necesidad de corregir el error…

    EZ: Has dicho que cada nivel del espectro de consciencia tiene
    una visión particular del mundo. ¿Podrías explicar brevemente
    qué significa eso?

    KW: La idea es la siguiente: ¿qué aspecto tendría el mundo si
    sólo dispusieras de las estructuras cognoscitivas
    características de un determinado nivel de consciencia? Las
    visiones del mundo propias de cada uno de los nueve niveles
    se llaman, respectivamente, arcaica, mágica, mítica, mítico-
    racional, racional, existencial, psíquica, sutil y causal. Las
    describiré rápidamente.

    Si sólo posees las estructuras del primer nivel, el mundo
    parece indiferenciado, se trata de un mundo de participation
    mystique, fusión global y no dual. Denomino arcaica a esta
    visión del mundo, simplemente por su índole primitiva.

    43 44

    Cuando aparece el nivel dos y se desarrollan las imágenes y
    los primeros símbolos, el self comienza a diferenciarse del
    mundo, pero sigue estando muy estrechamente ligado a él:
    se trata de un estado de cuasifusión en el que el sujeto cree
    que puede influir mágicamente sobre el mundo a través de
    sus pensamientos y de sus deseos. El vudú constituye un
    buen ejemplo de este estadio. Desde esta perspectiva, si
    hago una imagen de ti y luego le clavo un alfiler, creo que
    realmente te hará daño, conclusión que se deriva de la
    indiferenciación clara entre una imagen y su objeto. Esta
    visión del mundo es la visión mágica.

    La emergencia del nivel tres supone la diferenciación plena
    entre el self y los demás. De este modo, las creencias
    mágicas desaparecen y son sustituidas por creencias míticas.
    En este estadio ya no puedo seguir gobernando -como ocurría
    en la visión mágica-el mundo que me rodea. Pero si logro
    complacerle, Dios sí que puede hacerlo. En tal caso, si quiero
    que mis deseos personales se cumplan, llevaré a cabo ciertas
    plegarias u oraciones a Dios y entonces El intercederá en mi
    nombre y suspenderá las leyes de la naturaleza a través de
    sus milagros. Esa es la visión mítica del mundo.

    Con la aparición del nivel cuatro, el nivel de las operaciones
    concretas o rituales, me doy cuenta de que mis oraciones no
    siempre reciben respuesta. Ahora intentaré manipular la
    naturaleza para complacer a los dioses, que entonces
    intervendrán míticamente en mi provecho. Entonces añado
    complicados rituales a las oraciones, para propiciar la
    intervención de Dios. El ritual más importante de esta fase del
    desarrollo histórico de la humanidad ha sido el sacrificio
    humano que, como señaló Campbell, se halla presente en
    esta fase del desarrollo de todas las grandes civilizaciones del
    mundo. Por más espantoso que pueda parecernos, esta
    conducta requiere de un tipo de pensamiento más complejo y

    sofisticado que el simple mito. Es por ello que denomino a
    este nivel, mítico-racional.

    La emergencia del pensamiento operacional formal -nivel
    quinto-supone la puesta en cuestión de la creencia en un
    Dios personal que complace mis caprichos egoístas, ya que no
    hay ninguna evidencia segura de ello. En tal caso, si quiero
    algo de la naturaleza -comida, por ejemplo-prescindo de
    oraciones, rituales y sacrificios humanos, y me dirijo
    directamente a la misma naturaleza. El razonamiento
    hipotético-deductivo -es decir, la ciencia-me permite buscar
    directamente lo que necesito. Esto es un gran adelanto, pero
    también tiene su lado negativo. El mundo empieza entonces a
    parecer una colección de fragmentos y de piezas carentes de
    sentido, de valor y de significado. Esta es la visión racional del
    mundo, una visión frecuentemente denominada materialismo
    científico.

    Cuando aparece la visión lógica -nivel seis-comienzo a
    vislumbrar que en el cielo y en la tierra hay más cosas de las
    que soñó mi filosofía racionalista. Al integrar el cuerpo, el
    mundo vuelve a reencantarse, por utilizar la frase de Berman.
    Esta es la visión humanista-existencial del mundo.

    Con el surgimiento del nivel siete -el nivel psíquico-descubro
    que en el cielo y en la tierra realmente hay más cosas de las
    que había imaginado previamente. Empiezo entonces a sentir
    que, por debajo de las apariencias, hay una única Divinidad, y
    comulgo con Ella. Pero no se trata, en este caso, de una
    creencia mística, sino de una experiencia interna. Esta es la
    visión psíquica del mundo. En el próximo nivel -el nivel sutil-
    conozco directamente a esa Divinidad y me fundo con Ella,
    pero el alma y Dios siguen siendo dos entidades ontológicas

    45 46

    distintas. Esta es la visión sutil del mundo que afirma la
    existencia de un alma y de un Dios transpersonal, pero que
    ambos están sutilmente divorciados. Al alcanzar el nivel
    causal, sin embargo, esa separación se desvanece y se
    constata la identidad suprema. Esta es la visión causal del
    mundo, la visión del mundo de tat tvam asi, tú eres el Origen;
    Espíritu puro no dual, que, al ser idéntico a todo, no es nada
    especial.

    EZ: Ahora comprendo por qué siempre has mantenido en tus
    libros que el auge moderno del racionalismo, que
    habitualmente se ha dedicado a contradecir a la religión,
    participa en realidad de un movimiento hacia el espíritu.

    KW: Sí, parece que soy el único de los sociólogos de la
    religión que participa de esta perspectiva. En mi opinión, los
    eruditos carecen de una cartografía detallada de todo el
    espectro de la consciencia. En consecuencia, suelen
    lamentarse del auge del racionalismo y la ciencia moderna nivel
    cinco-porque trascienden y desarticulan definitivamente
    las visiones del mundo arcaica, mágica y mítica. Es por ello
    que la mayor parte de los estudiosos parecen creer que la
    ciencia destruye toda espiritualidad y aniquila toda religión.
    Ellos no parecen comprender muy bien la religión mística, y
    por eso añoran fervientemente los felices días míticos de
    ayer, anteriores a la ciencia, los felices días prerracionales de
    antaño, a los que consideran verdaderamente religiosos. Pero
    el misticismo es transracional y no se halla en nuestro oscuro
    pasado colectivo, sino que nos aguarda en el futuro colectivo.
    Como constataron Aurobindo y Teilhard de Chardin, el
    misticismo es evolutivo y progresivo, no involutivo y
    regresivo. Y, en mi opinión, la ciencia nos está haciendo
    renunciar a nuestras visiones infantiles y adolescentes del
    espíritu y está haciendo lugar para las comprensiones
    auténticamente transracionales de las etapas superiores del

    desarrollo, las etapas transpersonales propias del auténtico
    desarrollo místico o contemplativo. La ciencia está eliminando
    lo mágico y lo mítico para dejar lugar a lo psíquico y lo sutil.
    En ese sentido, la ciencia (y el racionalismo) son impulsos
    sanos, evolutivos y completamente necesarios para llevarnos
    a una madurez verdaderamente espiritual. El racionalismo es
    un movimiento del espíritu hacia el espíritu.

    Este, nuevamente, es el motivo por el cual tantos grandes
    científicos han sido grandes místicos. Se trata de una afinidad
    natural entre la ciencia del mundo externo y la ciencia del
    mundo interno, el encuentro auténtico entre Oriente y
    Occidente.

    EZ: Este es un punto perfecto para terminar nuestra
    entrevista.

    Me despedí de Edith, deseando que hubiera podido conocer a
    Treya, pensando que desafortunadamente no volvería a verla,
    sin saber que pronto irrumpiría de nuevo en nuestras vidas en
    una época desesperada en la que tanto necesitaríamos de un
    verdadero amigo.

    Qué extraños son los sueños-pienso, mientras me arrastran
    suavemente por el pasillo hacia la tercera habitación. Hacia la
    tercera habitación… buen título para una novela. Hay
    ocasiones en que los sueños pueden parecer completamente
    reales. Los sueños pueden parecer completamente reales.
    Entonces pienso en esa frase de Blade Runner: Despierta, es
    hora de morir!.

    47 48

    Y luego pienso: ÒY si así fuera… ¿Quiero despertar o no?

    -Oye, ¿no tendrás nombre, por casualidad?

    Treya regresó al día siguiente. Yo había concertado una cita
    con el Dr. Belknap para esa misma tarde.

    -Terry-le dijo cuando entramos en su acogedor despacho-.
    Me temo que tienes diabetes. Por supuesto, quiero hacer
    algún análisis más, pero el análisis de orina es muy claro a
    este respecto.

    Cuando el Dr. B. nos dijo que mi análisis de orina indicaba
    diabetes, recordé esa frase de la película Recuerdos de África,
    en la que ella descubre que padece sífilis y responde, muy
    serenamente: No es eso lo que me esperaba. Lo mismo digo
    yo. Ni en mis sueños o pesadillas más desesperados era eso
    lo que hubiera imaginado.

    49

Comments are currently closed.