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El cuidado del cuidador: cómo cuidarse mejor (5)

11. Aprender a sentirse mejor

La situación de cuidado suele llevar asociada la experiencia de múltiples y variados sentimientos y emociones por parte de los cuidadores. Algunos de estos sentimientos, tales como la tristeza, la culpa, la preocupación o el enfado, interfieren en la vida de los cuidadores obstaculizando su bienestar y dificultando el desempeño de las tareas asociadas al cuidado.

11.1. ¿Cúal es el punto de partida para aprender a sentirse mejor? Reconociendo los sentimientos

Los sentimientos que se experimentan cuando se está cuidando a un familiar mayor son múltiples y diversos. En todos los cuidadores aparecen emociones y sentimientos tanto positivos como negativos hacia la persona que cuida y hacia sí mismo.

¿Por qué pueden aparecer emociones y sentimientos negativos?

Cuidar a una persona mayor puede ser muy satisfactorio para la persona, especialmente cuando:

   * supone luchar por alguien a quien se quiere
   * supone expresar cariño e interés hacia alguien importante
   * implica superar situaciones difíciles a base de fuerza, constancia y dedicación.
   * lleva a la persona que vive esta experienci a descubrir nuevas cualidades de sí misma. Muchos cuidadores manifiestan haber “evolucionado” como personas a través de las situaciones asociadas al cuidado

¿Por qué pueden aparecer emociones y sentimientos positivos?

La experiencia de cuidar a una persona mayor suele llevar asociados múltiples y variados sentimientos negativos que pueden convertir la tarea del cuidado en una labor difícil y, en ocasiones, frustrante para las personas que la desempeñan. Los más frecuentes son:

   * enfado y resentimiento
   * tristeza y depresión
   * culpa
   * ansiedad, nerviosismo o miedo
   * autocompasión

¿Cómo influyen los sentimientos negativos en el cuidador?

Mientras que los sentimientos positivos potencian el bienestar del cuidador, repercutiendo, por tanto, de forma positiva sobre la situación de cuidado, los negativos minan su bienestar, interfiriendo, además, en la dinámica de la prestación de los cuidados:

¿Les resulta difícil aceptar la presencia de sentimientos negativos?

Algunos cuidadores presentan grandes dificultades para aceptar los sentimientos negativos y tienden a reprimirlos y negarlos, no sólo ante los demás sino también ante sí mismos. Esto se ve reflejado en las siguientes palabras de una cuidadora:

“Lo que me resultaba más difícil era comprender por qué yo tenía que sentir esas emociones tan desagradables o pensar cosas malas. Yo no era la que estaba enferma y, por lo tanto, debía estar por encima de estos sentimientos. Yo era la cuidadora y, como tal, debía estar por encima de esas emociones. No debía importar si nadie me agradecía mi esfuerzo, si nadie valoraba lo que yo hacía. No debía sentir resentimiento, enfado, ira ni ninguna clase de sentimientos negativos como esos. Sin embargo, los sentía”.


¿Por qué surgen los sentimientos negativos?

Cuidar a una persona mayor dependiente es una tarea compleja que no sólo implica desempeñar tareas de cuidado del familiar dependiente, sino también enfrentarse a situaciones difíciles en las que participan, además, otras personas.

¿Quién participa en la situación del cuidado?

   * el cuidador y la persona que recibe los cuidados
   * la interacción de estas personas entre sí y con otras personas (familiares, amigos, profesionales de la salud, etc.)
   * las circunstancias que rodean la vida de quienes forman parte de la situación.

¿Cómo ha sido identificada la situación del cuidado de personas mayores dependientes?

El cuidado de personas mayores dependientes ha sido identificado como uno de los acontecimientos que más estrés puede producir en la vida de una familia, al tratarse de una situación de estrés crónico que se mantiene en el tiempo. Muchas de las situaciones que tienen que afrontar los cuidadores generan estrés. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el cuidador tiene que compatibilizar las responsabilidades del cuidado de su familiar mayor con la atención y dedicación a otros familiares (hijos, cónyuge,etc…), lo cual se da en la mayoría de los casos. Es posible que el cuidador deba hacer frente, además, a responsabilidades laborales. También son situaciones estresantes los conflictos familiares que pueden surgir por diferencias de opinión respecto al cuidado del familiar. Estas situaciones podrían explicar que estas personas experimenten emociones y sentimientos negativos tales como la ira, la irritabilidad, la culpa, la depresión, la desesperanza o la ansiedad.

Sin embargo, la persona que se enfrenta a todo lo anterior no es pasiva ante esas situaciones. Las situaciones estresantes no hacen surgir los sentimientos negativos de forma automática. Los cuidadores perciben las situaciones, las “interpretan” en función de sus experiencias previas, creencias y expectativas y después se sienten mejor o peor en función de dichas interpretaciones.

Así pues, la forma en que un/a cuidador/a interprete una situación, esto es, los pensamientos y creencias que tenga respecto de ésta, tiene mucho que ver con los sentimientos y emociones que surgen en él/ella. En función de cómo se enfrente cada cuidador/a a la experiencia de cuidar, así como de los recursos con los que cuenta para ello, experimentará sentimientos positivos de satisfacción y bienestar o, al contrario, sentimientos y emociones negativos. El apoyo de la familia, contar con amigos, hablar de lo que uno hace, siente o piensa, acudir a grupos de apoyo, conocer la enfermedad o la causa de la dependencia, hacer ejercicio, tener ratos de descanso, etc., son algunos de los factores fundamentales que ayudan a enfrentarse al cuidado. Existen, además, algunas estrategias útiles que los cuidadores pueden emplear para aprender a manejar los sentimientos difíciles que puedan surgir en su vida como consecuencia de las dificultades y tensiones asociadas al cuidado.


¿Cuál es el primer paso para aceptar los sentimientos negativos?

El primer paso para aprender a manejar este tipo de sentimientos es reconocer que se tienen y aceptarlos como algo lógico y normal en determinadas situaciones. En las siguientes palabras de una cuidadora se recogen algunas reflexiones que pueden ayudar a los cuidadores a aprender a aceptar esta clase de sentimientos:

“Me llevó un tiempo hacer un simple descubrimiento que me hizo mucho mejor cuidadora y mucho mejor persona. Yo soy humana, lo que significa que estoy sujeta a las mismas respuestas emocionales que cualquier persona. La misma psicología se aplica a mí. Yo no soy una excepción. Me puedo sentir resentida, me puedo sentir enfadada, puedo tener un sentimiento de pérdida, puedo sentirme profundamente triste y desganada y puedo tener cualquier otro tipo de sentimientos desagradables. Los sentimientos no son algo que podamos decidir tener; nosotros no decidimos tenerlos, simplemente ocurren…. ….lo que fue aún más importante fue reconocer que está bien tener esos sentimientos y emociones. Lo que es realmente importante es lo que decido hacer con esos sentimientos. Debo tratar con mis sentimientos, manejarlos, pero no ocultarlos y hacer que se queden dentro de mí. No tengo que atacar todos los sentimientos negativos que surgen en mí. Muchas veces esos sentimientos tan desagradables se hacen más pequeños e incluso desaparecen simplemente reconociendo que los tengo, buscando por qué me siento de esa manera y aceptando que los tengo y que no tengo por qué luchar contra ellos para hacerlos desaparecer. En general, creo que si no atacamos una emoción no le damos poder ni la alimentamos”.

¿Por dónde pueden empezar los cuidadores que deseen aprender a sentirse mejor?

Por reconocer que:

   * Es normal tener pensamientos o emociones negativas hacia la situación en la que se encuentran, hacia su familiar y hacia sí mismos. Todos los sentimientos son legítimos.
   * Lo deseable no es no tener sentimientos negativos, puesto que es lógico y natural que aparezcan en determinados momentos y circunstancias, sino ser conscientes de que existen, reconocerlos, aceptarlos y, finalmente, saber cómo controlarlos.
   * Reconocer y aceptar las emociones y sentimientos negativos es un buen primer paso de cara a aprender a manejarlos.


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  1. 11.2. ¿Cómo pueden aprender a controlar los sentimientos negativos?

    Los sentimientos negativos tales como el enfado, el resentimiento, la culpa o la tristeza son frecuentes en muchas de las personas que dedican gran parte de su tiempo y esfuerzo a cuidar a un familiar dependiente.

    La presencia de este tipo de sentimientos en la vida de los cuidadores es, hasta cierto punto, normal y justificable, dada la dificultad de las situaciones que han de afrontar día tras día. Sin embargo, en el caso de algunos cuidadores, la frecuencia de estos sentimientos es tal que presentan un estado casi constante de malestar que interfiere notablemente en sus vidas y en el desempeño de las tareas relacionadas con el cuidado.

    Afortunadamente, es posible aprender a manejar los sentimientos y emociones negativas de manera que se mantengan en niveles moderados y no interfieran negativamente en la vida de los cuidadores.

    – ¿Cómo afrontar la tristeza?

    “No estaba preparada, ni lo estoy aún, para ver a mi padre “marchitarse”, y menos con la edad que tiene. Todavía podía vivir muchas cosas. Y también es duro saber que tengo que dedicar gran parte de mi presente y de mi futuro a cuidar de ellos, justo ahora, cuando estoy en la edad de la acción, de la planificación, de hacer proyectos de vida y abrir mis ojos al mundo. Por supuesto que lo hago de corazón, pero aún así, duele, es difícil…”

    Muchos cuidadores experimentan con frecuencia sentimientos de tristeza y pena que hacen aún más difícil la situación de cuidado. Estos sentimientos de tristeza, si bien hasta cierto punto son normales y comprensibles dada la situación a la que se enfrentan estas personas día tras día, pueden llegar a ser de gran intensidad, llegando a obstaculizar enormemente la situación de cuidado e interferir en el bienestar físico y emocional del cuidador.


    ¿Cúales son los motivos más frecuentes de tristeza en los cuidadores?

       * Observar el declive de las capacidades físicas y psicológicas de su familiar.
       * La pérdida de la compañía o de apoyo que antes tenía en él o ella.
       * La diferencia que existe entre cómo era anteriormente su vida y cómo es ahora.
       * Los conflictos y malentendidos que puedan haber surgido con su pareja, hijos o demás familiares a consecuencia de diferencias de opinión respecto a la situación de cuidado o de otros aspectos derivados de dicha situación.
       * La falta de contacto con otras personas.
       * Falta de satisfacción de otras necesidades personales.


    ¿Este sentimiento es predominante en los cuidadores?

    Si bien cierto grado de tristeza por la situación que se está viviendo es inevitable, estos sentimientos no tienen por qué ser predominantes en la vida de los cuidadores.Sin embargo, en algunas ocasiones, aparecen con una frecuencia e intensidad excesivas, determinando un estado casi constante de malestar y desánimo, que disminuye notablemente su calidad de vida e interfiere en el correcto desempeño de las tareas asociadas al cuidado de su familiar.En los casos más extremos, la intensidad y frecuencia de estos sentimientos es tal que se hace recomendable la intervención de un profesional especializado en el tratamientos de trastornos del estado de ánimo (depresión).

    Afortunadamente, es posible aprender a controlar estos sentimientos de manera que no interfieran en exceso en la propia vida ni, en el caso de los cuidadores, en la calidad de la ayuda que prestan a sus familiares.

    ¿Qué estrategias pueden utilizar para controlar la tristeza?

    -Analizar las situaciones

       * Identificar en qué situaciones o momentos se sienten tristes o deprimidos.
       * Responder ante las situaciones que producen tristeza:

    – Evitándolas, si es posible.
    – Si no se pueden evitar, analizando si se puede hacer algo por cambiarlas. Si el cuidador puede hacer algo por cambiar las situaciones que le producen tristeza, debe intentar hacerlo.
    – Si la situación no puede ser cambiada, la mejor manera de enfrentarse a ella es aceptarla e intentar buscar los aspectos positivos que pudiera tener.

    -Tolerancia con uno mismo

       * No pretender hacer más de lo humanamente posible, es decir, no marcarse metas excesivas que no se puedan cumplir.
       * Evitar decirse a sí mismos frases del tipo “Las cosas deberían ser de otra manera”. En realidad, la realidad es como es y no “debería” ser de otra manera. Otra cosa distinta es que “podría” ajustarse más a cómo a uno le gustaría que fuese. Pensar que las cosas “deberían” ser de otra manera sólo lleva asociadas consecuencias negativas como la ansiedad o la frustración para la persona que lo piensa. En lugar de esto, los cuidadores pueden sustituir el pensar “Las cosas deberían ser de otra manera” por “Sería bueno si las cosas fueran de otra forma”, asumiendo, además, que si no se consiguen los cambios deseados, no va a ocurrir nada grave.
       * Darse tiempo. No pretender resolver todos los problemas a la vez. Abordar un problema cada vez y, si es complicado, dividirlo en partes más pequeñas para resolverlo.

    -Mantener el sentido del humor

    Mantener o potenciar el sentido del humor es una estrategia de gran utilidad de cara a aprender a controlar los sentimientos negativos, especialmente, la tristeza.

    -¡Actividad!

    Realizar actividades gratificantes puede ser un gran recurso para luchar contra los sentimientos negativos.

    -Buscar el lado positivo de las cosas

    Potenciar una actitud positiva ante la vida es una de las estrategias más eficaces para controlar los sentimientos de tristeza.

    -Buscar las relaciones sociales

    Hablar con otras personas acerca de sus experiencias y sentimientos puede ser de gran ayuda para los cuidadores. Hablar con los familiares, con los amigos o acudir a grupos de apoyo entre cuidadores son buenas opciones que ayudarán a los cuidadores a sentirse más aliviados.

    -¡Ejercicio!

    Hacer ejercicio físico, si es posible al aire libre, puede ser de gran ayuda para los cuidadores

    ¿Cómo enfrentarse a los sentimientos de culpa?

    Para algunos cuidadores, los sentimientos de culpa ocupan una parte importante de su experiencia de cuidado. En esta página se exploran los posibles motivos que hacen aparecer estos sentimientos y se ofrecen algunos consejos y pautas de acción para aprender a controlarlos.


    ¿Cuáles pueden ser los motivos más frecuentes de los sentimientos de culpa en los cuidadores?

    -Por hechos del pasado

    En muchas ocasiones, los sentimientos de culpa tienen que ver con la historia de la familia y de la relación entre el cuidador y la persona cuidada. Sentimientos, actitudes y comportamientos ocurridos en el pasado con la persona que actualmente se está cuidando pueden hacer surgir sentimientos de remordimiento y culpa.

    En este sentido, una cuidadora afirma: “No fui la buena hija que ella se merecía. Cometí muchos errores.Y ahora la veo así, malita…. y me siento culpable por no haberlo hecho mejor antes, cuando ella todavía podía darse cuenta”

    -Por tener metas demasiado altas y excesivos “deberías”

    Otra de las principales fuentes de culpabilidad es ser demasiado exigente con uno mismo: si un/a cuidador/a piensa que tiene que atender a todas las demandas y resolver todas las necesidades y deseos de su familiar, es muy probable que no pueda alcanzar sus metas y que, finalmente, se sienta culpable por ello. En estos casos, el/la cuidador/a suele pensar en la forma “debería” ( “debería ser capaz de hacer …”, “debería atenderle más”, “debería tener más paciencia” ) , de tal modo que, si no cumple con sus “deberes”, terminará sintiéndose culpable.

    -Por tener sentimientos negativos

    Algunos cuidadores cometen el error de no aceptar los sentimientos o pensamientos negativos que la situación de cuidado hace surgir en ellos. Estas personas experimentan angustia y culpabilidad debido a que piensan que “no deberían” pensar ni sentir nada negativo acerca de su familiar mayor.

    Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con los sentimientos de vergüenza relacionados con el cuidado de una persona con demencia, cuyos comportamientos pueden resultar, en ocasiones, embarazosos. Estos sentimientos de vergüenza pueden en ocasiones llevar a la persona sentimientos de culpa. Un consejo útil para enfrentarse a este tipo de sentimientos (vergüenza) es educar a la familia y a los amigos sobre la demencia. En muchas ocasiones la gente puede evitarnos o no querer ayudarnos no por rechazo, sino por desconocimiento de la enfermedad y, por tanto, no saber como actuar en ese tipo de situaciones.

    -Por dedicarse tiempo a sí mismos

    Muchos cuidadores tienen como valor o criterio fundamental en sus vidas el “no ser egoístas”. Por motivos culturales y de educación, muchas de estas personas, especialmente las mujeres, consideran que cuidar de sí mismos/as dedicando tiempo y esfuerzo a satisfacer sus necesidades es una manifestación de “egoísmo”. Así pues, para estas personas, actividades tales como dedicar tiempo a sus aficiones o salir con amigos a tomar algo, hacen surgir en ellos sentimientos de culpabilidad.

    -Otros motivos de culpa

       * Pensar que se es responsable de la enfermedad del familiar.
       * Desear que el familiar muera (para que deje de sufrir o para “liberarse” de la situación).
       * Atribuirse todas las responsabilidades del cuidado.
       * Dicusiones o disputas con otros familiares que no colaboran en el cuidado
       * Descuidar otras obligaciones familiares
       * Vivir lejos de la persona a la que se cuida (“cuidar a distancia”)
       * Plantearse que la persona ingrese en una residencia, pensando que esto significa sacrificar el bienestar del familiar en beneficio del suyo.

    Aunque es difícil hacer desaparecer por completo los sentimientos de culpa, siempre es posible, al menos, hacer que disminuyan en frecuencia y en intensidad.

    ¿Qué estrategias pueden ser útiles para controlar los sentimientos de culpa?

    -Identificar los sentimientos de culpa

       * Pararse a pensar si se siente culpable en algunas ocasiones por algo relacionado con su familiar.
       * Analizar en qué situaciones ocurre esto (si existen típicas situaciones en las que suelan aparecer estos sentimientos).

    -Aceptarlos

    Aceptar los sentimientos de culpa como normales y pensar que son comprensibles. Los cuidadores que reconocen que es normal tener pensamientos o emociones negativas hacia la situación en la que se encuentran y hacia su familiar son, precisamente, los que no se sienten culpables por ello. Al reconocer y aceptar estos sentimientos negativos les resulta más fácil expresarlos. De esta forma, no “contienen o reprimen las emociones” por sistema, sino que, saludablemente, las expresan y las comparten con amigos, familiares, otros cuidadores, etc.

    -Expresarlos

    Hablar con otras personas (familiares, amigos, otros cuidadores) puede ayudar a los cuidadores a aliviar sus sentimientos de culpa.

    -Analizar sus causas

    Buscar las razones de estos sentimientos puede contribuir a hacerlos más comprensibles y aceptables para la persona que los experimenta.

    -Reconocer los propios límites como cuidadores y marcarse metas realistas

    Admitir las limitaciones para satisfacer todas las necesidades del familiar a quien cuidan es algo que ayuda a los cuidadores. Cada cuidador debe aceptarse a sí mismo tal y como es, con sus cualidades y limitaciones, y no pensar que “debería” ser de otra manera, porque pensando así sólo va a obtener consecuencias negativas como la ansiedad o la frustración.
    Es aconsejable que cada cuidador/a:

       * reconozca lo que puede y no puede hacer
       * defina prioridades y actúe de acuerdo con ellas
       * busque la ayuda de otras personas (familiares, profesionales, amigos) con las que pueda compartir las responsabilidades del cuidado.

    ¿Qué ocurre con los cuidadores que experimentan menos sentimientos de culpa?

       * Conocen y aceptan sus limitaciones como cuidadores.
       * Sustituyen el “Debería ser de otra manera” por “Soy como soy y lo acepto, pero sería bueno si pudiese cambiar en tal aspecto o mejorar en aquél otro”
       * Se marcan metas realistas, alcanzables en el cuidado de su familiar de edad avanzada.

    Aceptar que cuidarse a sí mismos es necesario y no implica ser egoísta

    Darse cuenta de la necesidad de cuidarse también a sí mismo/a y reconocer su derecho a ello es necesario para evitar que aparezcan muchos sentimientos de culpa.

    Combatiendo las preocupaciones

    Cuando alguien se convierte en cuidador de un familiar mayor, su vida cambia en muchos aspectos. Los problemas asociados a la situación de cuidado y la incertidumbre acerca del futuro generan, en muchas ocasiones, múltiples miedos y preocupaciones en los cuidadores.

    ¿Cuáles son las preocupaciones y miedos más frecuentes en los cuidadores?

       * Miedo de tener que ser testigo del sufrimiento y dolor del familiar dependiente.
       * Miedo al fracaso como cuidador o a la incapacidad para manejar los problemas: “no sé si voy a ser capaz de hacer frente a esta situación”, “no voy a saber “no seré capaz de mantenerme psíquicamente bien”, “¿cuánto tiempo voy a aguantar así, cuántos días, años, antes de que se me acaben las fuerzas?”.
       * Preocupación ante la posibilidad de tomar decisiones equivocadas, que lleven a una consecuencia inesperada y que conlleven la “bronca” de otros familiares.
       * Preocupaciones por cómo se siente la persona cuidada: “¿cómo se sentirá mi padre cuando le cambio los pañales?”.
       * Miedo de que las consecuencias negativas asociadas al cuidado afecten a su forma de ser o personalidad de forma irreparable: “nunca volveré a ser quien era, esa persona llena de energía, curiosidad y optimismo”.
       * Preocupaciones económicas.
       * Preocupación por temas relacionados con la institucionalización: “¿cuándo debo pensar en trasladar a mi familiar a una residencia?” o “¿le tratarán bien allí?”.

    ¿Es normal en los cuidadores cierto grado de preocupación?

    Cierto grado de preocupación es lógico y normal en la situación de cuidado de una persona mayor. Día tras día, los cuidadores se enfrentan con situaciones y problemas que no suelen prever y para los que no están preparados. La incertidumbre respecto al futuro y la naturaleza aversiva de muchos de los cambios que van apareciendo convierten a la situación de cuidado en un contexto en el que las preocupaciones aparecen con frecuencia.

    Mientras que algunas preocupaciones son “provechosas” en el sentido de que llevan a la persona a “ponerse en marcha” para buscar la solución a algún problema, la mayoría de las veces son inútiles porque no suponen ningún cambio de la situación adversa, además de resultar altamente molestas y desagradables para quien las sufre. No todos los cuidadores presentan la misma tendencia a la preocupación y, mientras que algunos sólo tienen algunas preocupaciones esporádicas que no suponen ningún problema para ellos, otros presentan preocupaciones con tanta frecuencia e intensidad, que se ven inmersos en un estado de ansiedad casi constante que mina profundamente su bienestar y obstaculiza su labor como cuidadores.

    ¿Qué formas de controlar las preocupaciones, disminuyendo su frecuencia e intensidad pueden poner en marcha los cuidadores?

    -Análisis racional de la preocupación y solución de problemas

    Dice un proverbio oriental: El secreto de la felicidad reside en tener la serenidad para aceptar aquello que no se puede cambiar, el valor de cambiar lo que es posible cambiar y la sabiduría para diferenciar entre ambos

    Las preocupaciones “inútiles” son aquellas que surgen ante problemas que no se pueden modificar y aquellas que sustituyen a la acción constructiva ante problemas que sí se pueden cambiar. En el primer caso, no sirve de nada preocuparse ante situaciones que no van a cambiar. En el segundo, ante un problema que se puede cambiar tampoco sirve de nada preocuparse, porque de ese modo no se soluciona nada. En esos casos, lo aconsejable es actuar, poner medios para alcanzar soluciones.


    ¿Qué pasos pueden ser útiles para enfrentarse a las preocupaciones?

    A continuación, se presenta una guía breve en forma de árbol de decisión para el análisis racional de las preocupaciones, la cual puede resultar muy útil a los cuidadores que quieran aprender a controlar sus preocupaciones. Esta técnica no trata de negar la dificultad inherente a muchas situaciones que tienen que enfrentar los cuidadores. Lo que se pretende conseguir es reconocer la realidad de esa dificultad para poder hacer al respecto algo más productivo que preocuparse o dejarse llevar por la autocompasión.

    1. ¿Cuál es la preocupación?

    Tomar conciencia de lo que le está preocupando y definirlo

    2. ¿Es un problema real o es algo muy improbable o irreal?

    Para valorar si el problema en que se basa la preocupación es real o no es real, se pueden realizar preguntas como las siguientes:

       * ¿Hay pruebas de que la preocupación versa sobre un problema inmediato, real, objetivo? Si es así, se trata de una preocupación sobre un problema real.
       * ¿Hay pruebas de que el problema por el que se preocupa aparecerá en un futuro inmediato o próximo? Si es así, se trata de una preocupación sobre un problema real.
       * ¿La preocupación sólo es “una más”, puede ser exageración y simplemente una manifestación más de una tendencia a preocuparse por cosas por las que no tiene sentido preocuparse? Si es así, se trata de un problema irreal.

    2.1. Si el problema es real y modificable

    Si el problema en que se basa la preocupación es real y modificable el siguiente paso será planificar como voy a actuar para solucionar ese problema o contribuir a su solución. Para ello, se pueden seguir estos pasos:

       * Definir el problema: ¿cuál es el problema?
       * Analizar posibles soluciones: ¿qué posibles soluciones tiene?
       * Escoger una solución en función de los recursos de que se disponga:¿qué solución está más al alcance?¿qué medios hay para alcanzar la solución que está más al alcance?
       * Definir un plan de actuación:¿cómo se va a hacer? ¿qué pasos se van a dar para llegar a la solución?
       * Actuar

    Es posible que el problema no tenga solución o que el/la cuidador/a no pueda hacer nada para solucionarlo; o bien se trata de un problema irreal que no tiene base en la realidad, sino en la tendencia a preocuparse de la persona, quien sobreestima la probabilidad de que ocurra algo negativo, preocupándose por posibles acontecimientos negativos que no tienen por qué ocurrir. En estos casos,…

    …¿sirve de algo preocuparse?, ¿soluciona algo?

    Si las preocupaciones de los cuidadores son de este tipo, las estrategias que suelen funcionar mejor son las orientadas a modificar el significado de la situación y controlar las manifestaciones del estrés o la tensión (la “molestia mental” que le supone a la persona dicha situación). Se trata de aprender a aceptar la situación problemática intentando cambiar la forma de pensar y sentir respecto a ella. Así, pueden ser de gran utilidad técnicas como:

       * reinterpretar la situación, intentando “descatastrofizarla”.
       * intentar buscar el lado positivo de las cosas.
       * revisar las creencias respecto a la situación.
       * técnica de “detención del pensamiento con distracción”.

    ¿En qué consiste buscar el lado positivo de las cosas?

    La negatividad o tendencia a ver el lado negativo de las cosas y la positividad o tendencia a ver el lado positivo de las mismas son actitudes ante la vida. Como actitudes que son, no cambian las condiciones de vida de las personas, no cambian la realidad.

    Entonces, si las actitudes no cambian la situación que se está viviendo, ¿tiene alguna importancia si se tiene o no una actitud positiva ante la vida? La respuesta a esta pregunta puede verse reflejada en las palabras de una cuidadora: “Hay un montón de cosas que marchan mal, pero también hay muchas cosas que marchan bien. He decidido hacer esfuerzos por hablar con la gente de las cosas que van bien, porque he descubierto que me siento mejor cuando hablo de lo bueno que cuando hablo de lo malo”.

    Buscar el lado positivo de las cosas hace sentirse mejor a las personas. La actitud de los cuidadores hacia la vida cuando deciden buscar el lado positivo de las cosas es completamente distinta a la actitud que tienen cuando se dejan llevar por la tendencia a ver sólo lo negativo. Dado que la forma en que las personas piensan sobre algo determina el modo en que se sienten acerca de ello, pensar en lo positivo de las cosas hace surgir en las personas sentimientos de bienestar y les proporciona fuerza y energía para enfrentarse a las situaciones difíciles asociadas al cuidado de sus familiares mayores.

    Puesto que fijarse en las cosas buenas y positivas de la vida es una actitud, como tal debe ser cultivada y trabajada. Al principio, la mayoría de los cuidadores que deciden potenciar en ellos una actitud positiva ante la vida se encuentran con dificultades y pueden incluso llegar a pensar que están intentando algo imposible. Pero la prueba de que es posible es que muchos cuidadores lo han conseguido.

    Un ejemplo de actitud positiva ante la vida puede encontrarse, por ejemplo, en los cuidadores que se esfuerzan por fijarse en lo que todavía puede hacer su familiar, más que en las capacidades que ha perdido. Estas personas disfrutan con más frecuencia de sentimientos positivos (bienestar, alegría, esperanza…) y afrontan las tareas del cuidado con más ánimo y energía.

    Una técnica sencilla que puede ayudar a los cuidadores a cultivar en ellos una actitud positiva ante la vida es anotar o hacer listas, periódicamente, de las cosas buenas y hermosas que tiene la vida. Por ejemplo escribir cada noche, antes de acostarse, las cosas buenas que el día les ha traído. Acciones como éstas constituyen estrategias adecuadas para los cuidadores que quieran entrenarse en mantener una actitud positiva ante la vida.

    Las siguientes palabras de una cuidadora reflejan muy bien la actitud positiva ante la vida de la que se ha tratado en este punto: “Hay veces que pienso que no quiero seguir viviendo. Pero entonces me hago pensar en mi nieto: ¡Qué niño más precioso y sensible! Y cómo le queremos todos, por lo maravilloso que es. Creo que es un don maravilloso que la vida me ha regalado. Cuando pienso en él, sé que nunca dejaré que los problemas del cuidado puedan conmigo!” .

    ¿En qué consiste la técnica de ?detección del pensamiento con distracción??

    Es ésta una técnica sencilla y muy útil para reducir la frecuencia y duración de las preocupaciones. Esta técnica puede ayudar a los cuidadores a disminuir la cantidad de tiempo que dedican a “rumiar” las preocupaciones, lo cual únicamente les lleva a aumentar su malestar más que a descubrir una forma constructiva de solucionar los problemas.

    ¿Cuál es su procedimiento?

      1. Tomar conciencia de la preocupación: Darse cuenta de que ha empezado a preocuparse
      2. Detener el pensamiento. Para ello, “gritar” interiormente: “¡Basta ya!”
      3. Distraerse: a continuación, ponerse a hacer una tarea realmente distractora (a elección de la persona): contar hasta diez, llamar por teléfono a una amiga, ver en la televisión algún programa que le guste?

    IMPORTANTE:

       * Es necesario un período de entrenamiento para conseguir plena eficacia de la técnica.
       * Es recomendable comenzar deteniendo las preocupaciones más débiles, para, según se vaya incrementando el dominio de la técnica, ir pasando progresivamente a las preocupaciones más intensas.
       * La tarea que se realice a continuación de la detención del pensamiento ha de ser realmente distractora. Cada persona debe elegir una tarea que le suponga consumo real de atención y esfuerzo.

    ¿Cómo pueden manejar el enfado y el resentimiento?

    A menudo, la situación de cuidado puede hacer surgir sentimientos de ira y enfado contra la persona cuidada, contra la situación de cuidado, contra otras personas o contra uno mismo. Incluso los cuidadores más pacientes pueden encontrarse en ocasiones luchando contra la ira que algunas situaciones asociadas al cuidado de su familiar mayor hacen surgir en ellos.

    La ira o, en su versión más suave, el enfado, puede definirse como una “emoción suscitada por experimentar algún tipo de daño”. Pero, ¿qué tipo de “daños” pueden hacer surgir el enfado o la ira en los cuidadores?

    ¿Cuáles pueden ser algunos motivos frecuentes de enfado o irritación en los cuidadores?

       * Determinadas formas de comportarse de la persona a la que cuidan: comportamientos agresivos, demanda constante de atención, etc.
       * Falta de colaboración de otros familiares y sensación de estar “solo/a ante el peligro”.
       * Falta de entendimiento o diferencias de opinión con otros miembros de la familia respecto a las cuestiones relacionadas con el cuidado.
       * Falta de valoración o reconocimiento de su esfuerzo y dedicación al cuidado.
       * Sensación de “estar atado/a” a la situación de cuidar.
       * Sensación de “injusticia” y “enfado con el mundo” por lo que les ha “tocado” vivir.

    ¿Son normales este tipo de reacción en los cuidadores?

    Se trata, en todos los casos, de reacciones normales, fácilmente comprensibles para cualquiera. Los cuidadores que deseen aprender a manejar sus sentimientos de ira e irritabilidad pueden poner en práctica algunas pautas de acción que les serán muy útiles para ganar un mayor control sobre sus sentimientos de ira o enfado.

  2. ¿Qué estrategias pueden poner en marcha para conseguir un mayor control sobre sus sentimientos de ira o enfado?

    -Darse cuenta de los sentimientos y aceptarlos

    Como primer paso, el cuidador que se enfrente a este tipo de sentimientos debe ser consciente de que está enfadado o irritable y reconocerse a sí mismo/a el derecho a estarlo. Algo que puede ayudar a los cuidadores a aceptar estos sentimientos es darse cuenta de que la ira o el enfado son reacciones naturales a cualquier tipo de daño (físico o psicológico).

    Reconocer que sentir ira o enfado proviene de experimentar algún tipo de daño ayuda a los cuidadores, ya que les permite orientar su atención hacia las situaciones que han hecho surgir tales sentimientos y, por tanto, les facilita cambiarlas en caso de que sean modificables.

    -Hablar de los sentimientos

    Como sentimientos normales que son, la ira y el enfado pueden expresarse y ser compartidos con otras personas. Hablar de ellos con otras personas, familiares o amigos con los que se mantenga una buena relación, o con aquellas personas que tengan experiencias parecidas (otros cuidadores) y que, por tanto, puedan comprenderles, será de gran ayuda.

    -Renunciar al “¿por qué a mí?”

    Muchos cuidadores se han preguntado, en alguna ocasión: ¿por qué a mí?. Generalmente no tiene sentido preguntarse por qué está pasando algo o por qué ha pasado algo. No existe respuesta. Lo que sí tiene sentido es preguntarse cómo se va a responder a un problema y qué es lo mejor que se puede hacer para solucionarlo, una vez que ha ocurrido.

    -No malinterpretar las intenciones del familiar

    Es más realista pensar que los comportamientos irritantes o molestos del familiar pueden ser una consecuencia de su enfermedad y no un intento de molestar. Es recomendable que los cuidadores no interpreten inmediatamente que su intención es ofenderles, porque en la mayoría de las ocasiones, no existe tal intención. Así, una pregunta que se repite muchas veces, olvidar una situación que acaba de suceder, son comportamientos que generalmente se relacionan más con una enfermedad y no con “ganas de fastidiar”.

    -Diferenciar entre la persona cuidada y su comportamiento actual

    Es recomendable que los cuidadores hagan el esfuerzo de contemplar a su familiar como un ser querido con el que se comparten recuerdos y buenos momentos, en lugar de identificarlo exclusivamente con su forma molesta de comportarse en la actualidad (si este fuera el caso) de los comportamientos molestos que ahora presenta. Así, se acostumbrarán a pensar que lo que les resulta desagradable e irritante no es la persona en sí misma, sino su comportamiento en determinadas ocasiones.

    -Cambiar lo que se pueda cambiar

    Enfrentándose a las situaciones difíciles del cuidado poniendo en práctica estrategias para que algunos comportamientos problemáticos de la persona cuidada resulten menos molestos.

    Por otro lado, los cuidadores pueden aprender que, aunque algunas de las situaciones que les provocan ira o enfado no se puedan cambiar, ellos sí pueden cambiar la forma en que reaccionan ante esas situaciones. Esto está bien reflejado en las siguientes palabras de una cuidadora:

    “Antes me enfadaban muchísimo los cambios…El hecho de que ella (la persona cuidada) estuviese un día fenomenal, cariñosa conmigo, tratándome como a su amiga, y, al día siguiente no quisiese saber nada de mí, se enfadase por todo, me insultase y me tratase como a su criada me sacaba de quicio. Con el tiempo, he aprendido a aceptar cada día como viene. Me encantan los días en que me demuestra que me quiere y que está a gusto conmigo y, los días en que me trata casi como su enemiga, reflexiono sobre la realidad de su enfermedad: ella no puede comprender mis sentimientos ni mis necesidades. No puedo esperar de ella lo mismo que espero de mi hermana o de una amiga. Y entonces me doy cuenta de que, aunque ella ya no sea capaz de expresar o decir lo que me quiere, yo sí puedo expresar lo que la quiero. Y quererla, para mí, significa aceptar lo que cada día quiera traernos….”

    -Expresar los sentimientos de enfado, pero sin perder el control

    Es conveniente que el/la cuidador/a exprese sus frustraciones, temores, resentimientos o malestar sin perder el control. Para ello se aconseja:

        * Escoger un momento adecuado para hablar de sus sentimientos
        * Expresar las emociones de ira o enfado una vez que haya pasado el momento en que éstas alcanzan su punto más intenso, debido a que, en éstas circunstancias es muy fácil perder los estribos.

    Evitar guardarse estos sentimientos durante mucho tiempo, porque eso suele abrir las puertas a la creación de resentimientos y rencores más difíciles de superar: las “explosiones” de ira suelen ser consecuencia de sentimientos acumulados a lo largo del tiempo.

    -Consejos para pasar “la tormenta” de ira

    En los momentos en los que el enfado alcance su punto álgido, los cuidadores que deseen aprender a controlar su ira pueden emplear las siguientes estrategias:

    -Abandonar el lugar en que se encuentran

    Si es posible, alejarse de la situación y las personas que han hecho surgir los sentimientos de enfado, aunque sea sólo durante un momento, puede ayudar a el/la cuidador/a a calmarse.

    -Tomarse un respiro

    Si durante un espacio de tiempo el sentimiento predominante es el enfado y la irritabilidad, es el momento de tomarse un tiempo de respiro. En estos casos, el/la cuidador/a puede pedirle a algún familiar o un amigo que le sustituya durante una tarde, un día, o un fin de semana. También puede recurrir a los servicios que ofrece la comunidad (ver Pedir ayuda a Servicios, Instituciones y Asociaciones).

    -Emplear el sentido del humor

    El sentido del humor, reír, es de gran utilidad para “calmar los nervios”.

    -Reflexionar sobre la situación

    Los cuidadores pueden preguntarse: ¿merece realmente la pena pasar un mal rato de enfado y rabia por la situación? Si la situación que ha provocado el enfado es modificable, entonces el cuidador puede hacer algo útil para cambiarla, en lugar dedicarse a la labor inútil de seguir enfadado. Y, si la situación no se puede cambiar, entonces permanecer enfadado tampoco va a cambiar nada, sólo va a acarrearle un rato de disgusto y malestar.

    -Relajarse

    Ejercicios sencillos de relajación pueden ser de gran ayuda para disminuir la intensidad de los sentimientos de enfado y hacer pasar la “tormenta de ira”.

    ¿Cómo pueden mantener el sentido del humor en esta situación?

    “La especie humana tiene sólo un arma realmente efectiva: la risa. En el momento en que surge la risa, toda nuestra dureza se desploma, toda nuestra irritabilidad y nuestros resentimientos se desvanecen y un espíritu ‘soleado’ ocupa su lugar.” – Mark Twain

    El humor es una actitud, una forma de mirar las cosas que ocurren en la vida. Algunos filósofos apuntan que la tragedia y la comedia no son sino dos formas de mirar un mismo hecho. Aunque no todos los cuidadores tengan el mismo sentido del humor, es ésta una actitud que puede ser cultivada.

    La capacidad para interpretar de forma humorística algunas situaciones incómodas asociadas al cuidado puede hacer disminuir la influencia negativa de éstas sobre los cuidadores. La risa puede atenuar la negatividad de algunos aspectos de la vida. Cuando se hace un chiste sobre una situación dura, se está diciendo en realidad: “Sé que esto es serio. Pero tengo el control de esta situación. Estoy al mando.”

    Situaciones que normalmente pueden ser interpretadas como amenazas de derrota, de fracaso, se convierten, si se ven desde una perspectiva humorística, en retos, desafíos y ocasiones para triunfar.


    ¿Qué consejos prácticos les pueden ser de utilidad en estos casos a los cuidadores?

        * Estar pendiente de la frecuencia con que sonríe, sabiendo que consume menos energía sonreír que fruncir el ceño.
        * Tratar de interpretar de forma humorística algunas situaciones difíciles relacionadas con el cuidado.
        * Escribir en una tarjeta “¿Te has reído con tu familiar hoy?” y ponerla en un lugar visible de casa. Un rato de humor con la persona que recibe los cuidados se puede pasar de muchas maneras: leyendo libros divertidos, contando chistes, escuchando cintas divertidas o viendo programas o películas de humor en la televisión.
        * Buscar las relaciones con personas o grupos de gente graciosos, con sentido del humor y que puedan hacerle reír tanto a él/ella como a su familiar dependiente.

    ¿Cómo puede ayudarles la relajación?

    Aprender ejercicios de relajación puede ayudar a los cuidadores no sólo a mantener la calma en numerosas situaciones difíciles del día a día, sino también a sentirse mejor con su vida en general.

    En esta página se describen algunos ejercicios de relajación sencillos. La persona interesada en aprender a relajarse puede leerlos todos y después practicar el que más le guste o el que le parezca más fácil. Es muy importante que al principio se practique con bastante frecuencia a fin de aprender realmente la técnica y poder beneficiarse de los efectos positivos que tiene la relajación sobre la salud física y psíquica.

    Una vez que haya aprendido la técnica, el cuidador o cuidadora podrá ir incorporándola poco a poco a su vida cotidiana. En ese momento podrá decir que domina una técnica de relajación que podrá utilizar cuantas veces desee. Asimismo, los cuidadores pueden decidir si les interesa aprender más de una técnica de relajación, lo cual puede ser una decisión muy acertada ya que, dependiendo de las situaciones, una técnica puede resultar más útil que otra.

    ¿Qué técnicas de relajación pueden practicar?

    -Respiración lenta y profunda

        * Póngase en una posición cómoda (sentado o tumbado) en un lugar tranquilo.
        * Afloje cualquier prenda de vestir que le oprima: zapatos, cinturón, etc.
        * Cierre los ojos.
        * Ponga atención a su respiración.
        * Observe cómo respira, fijándose en si respira por la nariz o por la boca.
        * Ahora preste atención a su cuerpo. Note si existe alguna zona en la que sienta tensión. Sienta la tensión, pero no intente hacer que desaparezca.
        * Ahora vuela a fijar su atención en su respiración. Déjese respirar lenta y profundamente, tomando el aire por la nariz y expulsándolo por la boca.
        * Mientras expulsa el aire, ponga atención a sus músculos, notando cómo van aflojándose a medida que el aire abandona su cuerpo.
        * Continúe respirando profunda y rítmicamente, notando cómo se siente a través de todo su cuerpo. Cada vez que inspira o toma aire, sienta cómo entra el aire y, mientras lo expulsa, sienta cómo poco a poco va saliendo de su cuerpo. Continúe ahora tomando aire y expulsándolo de forma lenta, rítmica y profunda.
        * Repita esto varias veces, lenta y rítmicamente.
        * Mientras expulsa el aire, ponga atención a su cuerpo, especialmente a sus músculos. Es posible que tenga sensación de calor en ellos (por ejemplo, manos y brazos calientes), o también es posible que los note más ligeros o, por el contrario, más pesados. Cualquiera que sean las sensaciones que note, disfrute de ellas mientras continúa respirando lenta y profundamente.
        * Practique este ejercicio durante unos minutos cada día.

    -La palabra

        * Póngase en una posición cómoda. Cierre los ojos y respire lenta y tranquilamente como en el ejercicio 1.
        * Mientras sigue respirando lentamente, piense en las palabras “calma”, “relax”, “tranquilo”, “relajado”, “calmado” u otra similar. Elija una de ellas. Esta palabra le servirá de llave para su relajación. Tómese el tiempo necesario para elegirla.
        * Una vez elegida la palabra, repítala mentalmente. Siga respirando lenta y tranquilamente. Ahora tome aire y al expulsarlo diga mentalmente la palabra que ha elegido.
        * Tome aire otra vez y, mientras lo expulsa, vuelva a repetir mentalmente la palabra elegida. Hágalo de una forma lenta y tranquila. Continúe respirando lentamente y, al expulsar el aire, repita mentalmente la palabra. Lleve a cabo este ejercicio durante unos minutos.
        * Es posible que mientras esté practicando este ejercicio aparezcan pensamientos o imágenes que le distraen. No se preocupa por ello. Simplemente vuelva otra vez de forma tranquila a repetir la palabra elegida. Continúe respirando tranquilamente y mientras expulsa el aire repítase mentalmente la palabra que ha elegido.
        * Lo aconsejable es que practique este ejercicio durante algunos minutos seguidos cada día. Además puede repetirlo siempre que lo desee, siendo especialmente recomendable que lo practique en cualquier momento del día o de la noche en el que sienta que las preocupaciones, problemas o sentimientos desagradables le están molestando o empezando a molestar.

    -Recuerde:

        * Póngase cómodo.
        * Cierre los ojos.
        * Respire lenta y profundamente.
        * Elija su palabra clave (“calma”, “serenidad”, “relax”, “tranquilidad”).
        * Tome aire y al expulsarlo repita mentalmente la palabra elegida.
        * Después de unos minutos, abra los ojos.

    -El mar

    Siéntese en posición cómoda. Cierre los ojos. Respire lenta y profundamente, concentrándose en su respiración, sintiendo cómo el aire entra en su cuerpo y cómo sale de él.

    Mientras continúa respirando lentamente, piense en una playa tranquila. Imagínese que está en la orilla del mar. Vea cómo el agua del mar se acerca y se aleja de la arena, imagínese el movimiento ondulante y tranquilo del mar.

    Siga respirando tranquila y profundamente, como en el ejercicio 1, y mientras respira de forma rítmica, pausada y tranquila, imagine cómo el agua se acerca y se aleja de la orilla al ritmo de su respiración. Se acerca a la arena cuando usted toma aire y se aleja cuando usted suelta el aire (si le resulta más fácil, también podría ser al revés: el mar se aleja cuando suelta el aire y se acerca cuando lo suelta).

    Tome aire y vea cómo el agua se acerca a la orilla, expulse el aire y el agua se aleja.

    Sienta cómo una sensación de clama y tranquilidad le va invadiendo poco a poco.

    Es posible que al principio le cueste trabajo imaginar esta escena como a usted le gustaría. No se preocupe por ello. Simplemente vuelva a intentarlo. Poco a poco, le resultará cada vez más fácil. Practique este ejercicio durante algunos minutos seguidos. A ser posible, practíquelo diariamente, a una hora del día en la que pueda hacerlo sin que le molesten, o también en cualquier momento del día o de la noche en el que sienta que las preocupaciones le empiezan a invadir.

    -Recuerde:

        * Póngase cómodo.
        * Cierre los ojos.
        * Respire lenta y tranquilamente.
        * Piense en una playa tranquila.
        * Imagine que el mar se acerca a la playa cuando usted toma aire y se aleja cuando usted expulsa aire.
        * Después de unos minutos, abra los ojos.

    ¿Cómo superar la autocompasión?

    Un sentimiento especialmente difícil de manejar para muchos cuidadores es las autocompasión. Este sentimiento consiste básicamente en sentir pena o lástima por uno/a mismo/a. Respecto a este sentimiento, una mujer, cuidadora de su marido, comentaba:

    “¿Sabéis qué es lo que más me molesta de ser cuidadora? La autocompasión. Se me viene encima en los momentos en que siento pena de mí misma. Sé que es egoísta. Y sé que mis problemas y mi dolor no son nada en comparación con los que pueda estar sufriendo mi marido. Pero así me siento, una miserable, una “víctima” y, además, es como si “disfrutara” con ese sentimiento. Eso me hace sentir fatal?

    La autocompasión es un sentimiento y, como tal, aparece en las personas sin que éstas lo decidan. Sentir compasión de sí mismos es algo justificable, hasta cierto punto, en los cuidadores de personas mayores dependientes, porque:

        * Ellos no eligieron ni causaron la situación que les ha convertido en cuidadores. Simplemente, ocurrió así.
        * Sus vidas están al servicio de esa situación, al margen de la carga y las limitaciones que ésta pueda suponer para ellos.

    Sin embargo, en algunos cuidadores este sentimiento aparece con más frecuencia de lo que sería deseable. La carga de impotencia que subyace bajo el exceso de autocompasión puede traer asociadas algunas consecuencias negativas a la vida de los cuidadores, especialmente al dejarse dominar por la autocompasión o pena por uno/a mismo/a.

    ¿Qué consecuencias puede tener ?dejarse llevar? por la autocompasión?

        * Sentirse débil
        * Sentirse incapaz, inútil
        * Sentirse impotente para conseguir los propios objetivos
        * Ver la realidad “deformada”, ya que hace creer a la persona que:

    – Tiene menos control sobre su vida del que en realidad tiene.
    – El control de su vida está fuera de su alcance; ella sólo es una víctima de las circunstancias

    ¿Cómo puede controlar la autocompasión?

    Aunque es probable que la batalla contra la autocompasión no se gane de una vez para siempre, los cuidadores pueden aprender a controlar este sentimiento, de forma que vean reducida su frecuencia e intensidad. Existen algunos consejos y pautas de acción que pueden resultar de utilidad a los cuidadores:

    A) Transformar los obstáculos en “desafíos” a superar

    La autocompasión es una respuesta natural de las personas ante las situaciones de impotencia. Cuando los cuidadores aprenden a verla de esta manera, pueden llegar incluso a beneficiarse de este sentimiento.

    ¿Cómo?

    Se debe interpretar la autocompasión como una señal de que se está ante una situación que produce impotencia y es preferible interpretarla, más que como una situación amenazante que está fuera de su control, como un desafío, como un reto al que se enfrentan los cuidadores, sabiendo que se puede actuar para cambiar esa situación. Este cambio requiere esfuerzo, ya que se trata de modificar conductas que llevan cierto tiempo siendo habituales en estas personas.

    Una reacción frecuente ante los obstáculos es el resentimiento que surge ante la interpretación de que la situación no está bajo control y no se puede hacer nada por cambiarla. Esta interpretación de la situación como “amenazante” suele llevar a la autocompasión, la cual, a su vez, incrementa la sensación de impotencia, conduciendo, finalmente, a la desesperanza.


    ¿Qué pueden aprender los cuidadores que no se quieran ?dejar llevar? por la autocompasión?

    En lugar actuar de esta manera, los cuidadores que quieran dejar de ser las “víctimas” de la autocompasión y deseen aprender cómo luchar contra ella, pueden aprender a responder a los obstáculos de otra forma:

        * Reconociendo que los problemas y dificultades están presentes en la vida de todas las personas.
        * Asumiendo que el control de las situaciones problemáticas no está fuera de su alcance y que pueden actuar para superarlas.
        * Interpretando los obstáculos como desafíos a superar, como oportunidades para aprender nuevas estrategias de afrontamiento de los problemas.

    ¿Qué ocurre cuando se interpretan los obstáculos como desafíos?

    B) Cambiar el lenguaje de “desesperanza” por un lenguaje de “competencia”

    El lenguaje es una herramienta, un instrumento. La forma en que se utiliza el lenguaje para comunicarse afecta a los sentimientos y estados de ánimo de las personas. Así, los sentimientos de impotencia se intensifican cuando se utiliza un lenguaje de desesperanza. Si una persona piensa y se expresa como si no pudiera hacer nada para cambiar una situación desagradable, es muy probable que surjan en ella sentimientos de desesperanza. Frases del tipo “No puedo evitarlo”, “Esto puede con cualquiera”,”Si hubiera … ahora las cosas serían de otra manera” o términos absolutos como “nunca”, “siempre”, “totalmente”, son formas de hablar que favorecen en la persona que los emplea la sensación de que él o ella son simplemente víctimas que no pueden hacer nada para cambiar la situación.

    Pero el hecho es que el control de las situaciones se encuentra pocas veces fuera del alcance de las personas. Aunque requiere esfuerzo y constancia, los cuidadores pueden tomar el control de muchas de las situaciones que les hacen sentirse impotentes.

    Uno de los primeros pasos a dar para adquirir ese control es empezar a utilizar un lenguaje de “competencia”.

    Ejemplos de reacciones ante situaciones difíciles de cuidadores. Lenguaje de “desesperanza” versus lenguaje de “competencia”.

    Lenguaje de “desesperanza” 

    “Si mi marido hubiera visto a un abogado para arreglar los asuntos legales y financieros antes de enfermar, no estaríamos en el lío en que estamos ahora”

    Lenguaje de “competencia”

    “Mi marido no habló con ningún abogado para arreglar los asuntos legales y financieros antes de ponerse enfermo. Estamos en un lío, pero voy a asegurarme de que recibamos el mejor asesoramiento posible para arreglar el asunto de la mejor forma posible”

    Lenguaje de “desesperanza” 

    “Es que no puedo evitarlo. Siempre que estoy estresada, me da por comerme toda la comida que encuentro por casa. No puedo evitarlo”

    Lenguaje de “competencia”

    “Puedo hacer algo para evitar responder a las tensiones comiendo: puedo ayudarme a mí misma, pero no comiendo de forma compulsiva, sino probando otras formas más sanas de manejar el estrés, como, por ejemplo, la relajación, o darme un paseo”

    C) Solución de problemas

    Ante las situaciones difíciles, a los cuidadores les puede resultar de gran utilidad adoptar una actitud analítica orientada a examinar el problema y responder preguntas orientadas a evocar soluciones. Para más información sobre el proceso de solución de problemas se puede consultar la sección Pasos para enfrentarse a las preocupaciones.

    D) Otras estrategias para aprender a controlar la autocompasión:

        * Buscar el lado positivo de las cosas
        * Detención del pensamiento con distracción
        * ¡Actividad!

    Organizando mejor el tiempo

    Veáse 9.7. Organizar el tiempo.

    ¿Cómo manejar los conflictos familiares?

    En algunas ocasiones, las tensiones y dificultades derivadas de la situación de cuidado de un familiar mayor pueden conducir al surgimiento de roces, conflictos o resentimientos entre las personas que participan en dicha situación. En estos casos, la dificultad que supone la situación de cuidado se ve agravada por la presencia de sentimientos negativos y relaciones deterioradas entre los miembros de la familia.

    ¿Por qué pueden surgir los conflictos?

        * Por diferencias de opinión respecto a la forma de proporcionar los cuidados al familiar mayor. En este sentido, una cuidadora comentaba: “Un hermano de ella dejó de hablarnos tres años por llevarla a la residencia. Decía que era un pecado de injusticia social”
        * Por una inadecuada distribución de las responsabilidades del cuidado que determina diferentes grados de implicación de los miembros de la familia en el cuidado del familiar y la situación típica de “sobrecarga” del cuidador principal. esto se ve reflejado en las palabras de una cuidadora: “Mi hermana se ha desentendido bastante, y eso que no tiene nada que hacer. Tengo un hermano y una hermana, pero no quieren saber nada”
        * Por falta de comunicación entre los miembros de la familia.
        * Por falta de comprensión o empatía. “Hemos pasado muchos disgustos, muchas incomprensiones por parte de la familia, nos han negado los saludos… creían que lo que habíamos hecho era una cosa mala, muy mala”.
        * Por conflictos de intereses.

    ¿Qué tipo de conflictos pueden tener lugar?

    -Conflictos “abiertos”

    Son aquellos en los que se produce una discusión o “choque” entre dos o más miembros de la familia, a partir del cual puede iniciarse un período de distanciamiento más o menos largo.

    -Conflictos “encubiertos”

    Este tipo de conflictos se caracteriza por el surgimiento de sentimientos negativos que, no obstante, no vienen acompañados por una confrontación directa entre las personas implicadas y que, al acumularse sin ser expresados, favorecen el resentimiento y el enfriamiento de la relación. Un ejemplo de este tipo de conflictos sería el malestar y resentimiento albergados por el cuidador principal que sufre “en silencio” ante la falta de implicación del resto de los familiares.
    La falta de habilidades de auto-afirmación es una causa frecuente de este tipo de conflictos.

    Las diferencias de opinión o de intereses entre los familiares son inevitables. Incluso hay ocasiones en que resulta muy difícil evitar el surgimiento de un choque o conflicto entre los familiares. Sin embargo, los cuidadores pueden aprender habilidades que les permitan manejar de forma más productiva los conflictos familiares.

    ¿Qué pueden hacer los cuidadores con respecto a los conflictos familiares?

        * Evitar, en la medida de lo posible, que una diferencia de opinión o de intereses se convierta en conflicto abierto.
        * Evitar el surgimiento de conflictos “encubiertos” en los que la falta de comunicación alimenta resentimientos que minan el bienestar de las personas implicadas.
        * Evitar, si el conflicto ya se ha producido, el mantenimiento o prolongación del mismo y tomar medidas que favorezcan su superación, en favor del bienestar del familiar dependiente y del resto de la familia.
        * Crear cauces eficaces de comunicación en la familia, lo cual disminuirá la probabilidad de que se produzcan nuevos conflictos en el futuro. Para ello, pueden procurar:

    – Informar al resto de los familiares acerca de los cambios, novedades o aspectos de interés referentes a la situación del familiar dependiente. Las reuniones familiares periódicas pueden constituir un buen contexto para la comunicación entre los familiares.
    – Escuchar y considerar con respeto la opinión de otros familiares respecto a algunos aspectos relacionados con el cuidado.
    – Dialogar de forma enriquecedora con el resto de los familiares.

    ¿Qué pueden aprender los cuidadores para manejar de forma más eficaz los conflictos familiares?

    Habilidades de comunicación y asertividad, que les permitan

        * Expresar sus opiniones, necesidades y sentimientos positivos.
        * Expresar sus sentimientos negativos, tales como el malestar o disgusto y hacer críticas sin miedo al rechazo o el desprecio de sus familiares o amigos.
        * Pedir lo que necesiten a sus familiares y amigos.
        * Saber decir “no” a tareas y peticiones que no desean hacer.
        * Pueden conocer sus derechos y ponerlos en práctica: Conocer sus derechos y ponerlos en práctica ayudará a los cuidadores a cuidar mejor de sí mismos y, en consecuencia, a sentirse mejor consigo mismos y con los demás.


    ¿Cómo pueden expresar sentimientos positivos, agradecimiento, cumplidos, afecto, etc.?

    Para las personas que están cuidando a otro familiar resulta fundamental ser capaz de expresar esos sentimientos positivos. El cariño que se siente hacia la persona cuidada puede no expresarse por muchas razones. En ocasiones esos sentimientos positivos quedan arrinconados por las tareas y preocupaciones diarias que tienen que ver con el cuidado y que no dejan tiempo para manifestar el afecto que se siente por el otro. Hay personas a las que les cuesta más que a otras expresar sus sentimientos positivos.

        * Tenemos el derecho de expresar, de manera apropiada, sentimientos de amor, agrado y afecto hacia aquellas personas hacia las que tenemos esos sentimientos.
        * Para que cualquier relación sea fuerte es importante que las personas integradas en ellas sean recompensantes la una para la otra y que traten de que la mayor parte de los momentos que pasan juntos sean buenos momentos. Uno de los caminos para que esto ocurra es expresar los sentimientos positivos hacia la otra persona.
        * Resulta frecuente que la expresión de sentimientos positivos se vea bloqueada por creencias como las siguientes: “ya sabe que le quiero” o “para que voy a decir con palabras lo que ve cada día con mis cuidados u otros actos”. Se está presuponiendo en el otro la cualidad de ‘lector de mentes’, por medio de la cual conoce lo que la otra persona piensa sin que se lo diga
        * La falta de expresión de sentimientos de amor, de cariño, puede hacer que la otra persona se sienta olvidada o no apreciada y ello puede debilitar la relación.
        * Cuando se expresan sentimientos positivos es más probable que la otra persona también los exprese hacia nosotros que si no lo hiciésemos.
        * Cuando se muestra agradecimiento o se dice algún cumplido por algún aspecto concreto de la conducta del otro se hace más probable el que lo vuelva a repetir esa conducta en un futuro.

    Cómo expresar sentimientos positivos. Recomendaciones paso a paso.

        * Verbalmente: sin “freno” (no a medias ni atenuadamente), directamente.

    Me encanta estar contigo. Es muy agradable pasar la tarde juntas, tranquilamente, en tu compañía.

        * Autorrevelación: expresando sentimiento y pensamientos propios, implicándose personalmente.

    Me siento muy agradecida por haberte quedado con papá. Eres adorable, no se que haría sin ti.

        * Expresión física de amor: Abrazar y besar
        * Evidencia material de afecto, agradecimiento: Regalos, hacer tareas por el otro, etc.
        * Evidencia no material del amor: dar apoyo emocional o moral, mostrar interés en las actividades del otro y respetar sus opiniones.

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