Respaldo de material de tanatología

LA MUERTE DE UN HIJO Y SU IMPACTO EN LA PAREJA

LA MUERTE DE UN HIJO
Y SU IMPACTO EN LA PAREJA

La muerte de un hijo o una hija es una de las experiencias más duras, difíciles y dolorosas que puede sufrir un ser humano.

Los padres se sienten responsables de la protección de sus hijos y, su pérdida, suele ser vivida como un fracaso y con una gran culpabilidad.

Es frecuente que la muerte de un hijo produzca tensiones y conflictos en la vida de pareja:

Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera. Un miembro de la pareja puede sentir, por ejemplo, que al otro no le importa la muerte lo suficiente (quizás porque no llora o porque no quiere hablar del fallecido). A veces, la necesidad de parecer fuerte, puede interpretarse por el otro como falta de interés.

Culpar a la pareja. Es frecuente que uno de los miembros de la pareja piense que el otro es de alguna manera responsable de la muerte. Esto se puede traducir en reproches continuos o en sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro.

Falta de sincronicidad. Puede ocurrir que la pareja no viva al mismo tiempo los momentos de mayor dolor o las recaídas. Esto puede crear la sensación de que uno siempre está inmerso en el dolor, y puede contribuir a que se eviten el uno al otro en los momentos difíciles, para no recaer en el sufrimiento.

Las relaciones sexuales. En las relaciones sexuales, puede ocurrir que las necesidades de uno incluso aumenten, mientras que las del otro disminuyan o desaparezcan. Esto puede ser fuente importante de conflictos. El hombre, en general, tiene una sexualidad más genital, y es capaz de separar el deseo sexual de su situación emotiva. La mujer puede sentirse incapaz de desear si está triste o enfadada.
Es perfectamente natural querer disfrutar de vez en cuando del sexo y otros placeres,  los momentos de dolor ya vendrán por si sólos.

Algunas sugerencias: Convéncete que te resultará muy difícil sobrellevar esta situación solo. No pretendas tampoco que tu pareja se convierta en tu principal soporte afectivo, bastante tendrá muchas veces con lo suyo… Busca pues una, dos o más personas de confianza con quien compartir tu dolor. Procura mantenerte lo más unido posible a tu pareja, apoyaros mutuamente, respetar el ritmo y la manera de llevar el duelo del otro. Puede ser que estés pasando, por ejemplo, por una etapa en la que prefieres estar solo o con los mas cercanos, y que evites a la gente para no tener que hablar de tu hijo, y en cambio, a tu pareja, le esté ayudando exactamente todo lo contrario. ¿Cómo conciliar las necesidades de ambos si la pareja está acostumbrada a hacerlo todo juntos, por ejemplo? Es necesario paciencia, comprensión y creatividad para introducir cambios en nuestra forma de vivir que nos permita seguir adelante sin añadir más dolor al dolor.

Los otros hermanos. La pareja puede estar tan afectada por su propio dolor, que descuide a los otros hermanos. Ellos también sufren intensamente la pérdida, se sienten culpables y pueden tener necesidad de desahogarse. Hablar del fallecido y compartir, cada uno a su estilo, el dolor por la pérdida, puede ser la mejor manera de ayudarse unos a otros y afrontar sanamente la experiencia de duelo.

Incidencia de la pérdida de hijos en la relación de pareja

Por Carlos Juan Bianchi
Al iniciarse el duelo, vivencias confusas y negativas como la culpa, el resentimiento, la impotencia, la sensación de ser incomprendidos por el medio familiar y social se hacen presentes en ambos padres.
Son además estas emociones vividas de modo particular en cada uno de ellos, y a menudo no coincidentemente.
Frente a tales hechos el silencio, la incomunicación, la hostilidad o los reproches, se instalan en la pareja que buscará entonces resolver individualmente su duelo distanciándolos aún más.
Probablemente un falso sentimiento de ?fidelidad? hacia el hijo ausente hará que disminuyan o se anulen las gratificaciones habituales de la pareja, ahondando así el dolor y la tristeza. De este modo el distanciamiento entre los padres será evidente y el sinsentido del vínculo comenzará a instalarse en ellos.
Se apoyan en estos hechos las estadísticas que hablan de un aumento de las separaciones en las parejas que han perdido hijos.(**)

Al detenernos en el análisis de este desarrollo, notamos que las características del vínculo preexistente a la pérdida cobran una incidencia fundamental en la evolución de los hechos.
Los que con antelación al duelo sobrellevaban una relación conflictiva son los que dan razón a éstas estadísticas, ya que la pérdida obra como detonante que pone en evidencia todo lo que hasta allí se negaba.
De todos modos la separación podría evitarse si llegado a este punto ambos padres reconocen y asumen su propio conflicto, y recurriendo a una ayuda externa ( espiritual o terapéutica) evitan sumar al dolor del duelo la ruptura del vínculo matrimonial.
En cambio, una pareja bien integrada compartirá su dolor, cada uno será para el otro el mejor interlocutor para su duelo, buscarán juntos ayuda, esclarecimiento, consuelo, y unidos recorrerán el difícil camino.
No habrá silencios, recordarán al hijo a veces con una lágrima, otras con una sonrisa, y el vínculo quedará fortalecido por la experiencia compartida.

Algunas sugerencias finales para los padres que atraviesan éste tipo de situaciones son:

·      Poder escuchar las demandas y requerimientos del otro.

·      Identificarse con el sentir de su cónyuge

·      Romper los pactos de silencio con respecto al duelo.

Recordar al ausente cada vez que sientan necesidad de hacerlo, de manera  intimista y sin la presencia de terceras personas que no siempre están dispuestas a participar de este tipo de reminiscencias.

·      No postergar un diálogo por temor al conflicto.

·      Incluir la tolerancia y las concesiones en la relación.

·      Rescatar los roles perdidos o empobrecidos dentro de la pareja.

          Poniendo en práctica éstas sugerencias, tal vez logremos que las paralelas de la existencia individual en la pareja que enfrenta el duelo, puedan unirse para un compartido beneficio.

(*) Aunque referida a la muerte de su amada esposa, y no a la de un hijo, la siguiente estrofa en la que Macedonio Fernández describe su honda pena, encierra con lucidez el sentimiento que embarga al ser humano ante una pérdida irreparable;

                    ( Amor se fue); mientras duró

                                          de todo hizo placer,

                                          cuando se fue,

                                          nada dejó que no doliera.

(**) He conocido, sin embargo, varios casos en que la pareja de padres se había separado con bastante antelación al doloroso suceso de la pérdida de un hijo, y el hecho de sentirse unidos en el dolor los ha acercado nuevamente a reiniciar la vida en pareja.

Carlos Juan Bianchi

Médico psiquiatra y psicoterapeuta. Tras la muerte repentina de uno de sus hijos en 1990 ha centrado su labor profesional en torno a la terapia de pareja y la elaboración de los duelos motivados por pérdidas significativas.
Autor del libro  “El proceso del duelo” (Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2003).

EL SUICIDIO DE UN SER QUERIDO

EL SUICIDIO DE UN SER QUERIDO 

La muerte por suicidio deja tras de sí muchas preguntas: ¿por qué lo hizo? ¿Podíamos haberlo evitado? … Por más que lo intentas, no consigues entender las razones que le llevaron a quitarse la vida. Procura no atormentarte demasiado buscando el porqué, y con el tiempo algunas respuestas irán saliendo a la luz. 

Es frecuente también un sentimiento de vergüenza, que lleva a no querer hablar de las circunstancias de la muerte. Algunas personas necesitan mucho tiempo solamente para pronunciar la palabra suicidio.

Seguramente te invade también un sentimiento de culpabilidad. Te puedes sentir mal por algo que dijiste o hiciste. La sensación de culpa es algo perfectamente normal después de una muerte de estas características. Uno se reprocha el no haberse dado cuenta de lo mal que estaba… y suele quedar una fuerte sensación de no haber sabido cuidarle. Piensa que con el tiempo, pasarás simplemente a lamentar algunas cosas del pasado, y que llegará el día, en que sólo quede un sentimiento de impotencia ante la muerte.

Después del suicidio de un ser querido, puede ser natural sentir mucha rabia y enfado hacia la persona que te abandonó (¡Cómo has podido hacerme esto!), hacia Dios que no hizo nada por impedirlo,  y hacia todos los que han podido contribuir directa o indirectamente en la realización de esta acción desesperada. La rabia es un sentimiento pasajero, y como tal, irá disminuyendo. Mientras tanto, busca formas positivas de canalizar tu cólera, sin autocastigarte y sin herir inútilmente a otras personas. 

Si tu ser querido era una persona depresiva o había realizado varios intentos de suicidio es muy natural que se den a un mismo tiempo sentimientos aparentemente contradictorios: por un lado una gran tristeza por su pérdida, pero también un gran alivio porque todo ha terminado; ya no habrá que preocuparse más porque lo peor, lo más temido ya ha pasado. Convivir durante años con una persona que sufre así es muy doloroso para todos.

Recuerda que no pudiste elegir por él o por ella, y que la decisión del suicidio fue enteramente suya. Acepta también que a pesar de lo que hayas podido decirle, tus palabras no han tenido nada que ver con su decisión.

A medida que la tormenta de emociones vaya calmándose, surgirá poco a poco la aceptación. Date tiempo para llegar allí, un duelo por suicidio necesita más tiempo para sanar. Se paciente contigo mismo y verás el día que aceptes su elección.

Si sientes deseos de quitarte la vida, no esperes, y antes de que puedas hacer algo irreversible, acude a un profesional que te ayude a buscar alternativas y a utilizar todos tus recursos personales para salir adelante.

El sufrimiento puede enseñar a dar un nuevo sentido a la vida, a cambiar tus valores y tus prioridades. Quizás ahora te parezca imposible, pero irás encontrándote mejor, serás capaz de perdonar, y llegara un día en que podrás decir que la vida continua y que te sientes feliz por estar vivo. 

Carta a un ser querido después de un suicidio

“Te escribimos para decirte cuánto te echamos en falta y cómo ha cambiado la vida desde que nos has dejado. Aún no nos hemos repuesto de lo sucedido, y nos duele que no nos dijeras adiós.
A veces nos sentimos resentidos contigo por el inmenso dolor que nos has causado. A veces nos sentimos enojados con nosotros mismos por no haber sabido prevenir la tragedia.
Lamentablemente no hemos podido escoger en tu lugar, porque, si esto hubiera sido posible, tú estarías aún entre nosotros.
Pensamos siempre  en ti, aun cuando los recuerdos nos entristecen.
Sin embargo no hemos renunciado a vivir y a tener esperanza, a pesar de la amargura.
Tal vez nos habrás visto un poco más sonrientes: nuestro deseo es que tu hayas encontrado la paz que buscabas.
En nuestra plegaria pedimos poder abrazarte de nuevo al final de nuestros días.
Con todo nuestro cariño:
Tu familia”.

(Tomado de Arnaldo Pangrazzi)

EL DUELO EN EL ADOLESCENTE

EL DUELO EN EL ADOLESCENTE

  Versión para imprimir

Se pide a menudo a los adolescentes ser fuertes

Muchas veces el adolescente, aunque sufra  intensas emociones, no las comparte con nadie, porque se siente, de alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo que realmente lo hace.

Después del fallecimiento de su padre, su madre o de su hermano/a, se le puede pedir “ser fuerte” y “mantener el tipo” delante del otro padre. No se siente capaz de sobrevivir a su propio dolor y además se les exige que sostengan a otros.

Los adolescentes perciben la muerte como algo que les hace “diferentes”, y temen, que si expresan su dolor pueda verse como una señal de debilidad.

Este tipo de conflictos puede tener como resultado que el adolescente renuncie a vivir su propio duelo (duelo aplazado o congelado).

El/la adolescente puede sentir mucha rabia, miedo, impotencia…y preguntarse por qué y para qué vivir.

La adolescencia suele ser ya una etapa difícil

El/la adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos propios de su edad.

Aunque exteriormente parezca ya un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez afectiva. Es por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.

Puede faltarles ayuda

Como hemos mencionado antes, es frecuente que se espere del/de la adolescente que sea adulto/a y se haga cargo de cuidar y ayudar al resto de la familia, sobretodo al padre o madre sobreviviente o a los hermanos más pequeños.

Podemos pensar que entonces puede encontrar alivio y ayuda en sus amigos. Pero cuando se trata de la muerte, salvo que se haya vivido una situación similar, los amigos se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.

Conflictos de relación

El esfuerzo del adolescente para ser cada vez más independiente de sus padres, suele acompañarse de conflictos y problemas en la relación. Atravesar un periodo de desvalorización de su familia es una forma normal, aunque difícil de separarse de ellos.

Si su padre o su madre fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos, puede experimentar un gran sentimiento de culpa y de “tarea inacabada”. Aunque la necesidad de separarse es perfectamente natural, esta experiencia puede hacer el proceso de duelo más complicado.

Signos que indican que un adolescente necesita más ayuda

Como hemos visto, son varios los motivos que determinan que el duelo en el adolescente sea más difícil. Algunos adolescentes pueden incluso mostrar un comportamiento inoportuno o preocupante.

Vigilar los siguientes comportamientos:

    * Síntomas de depresión, dificultades para dormir, impaciencia, baja autoestima.
    * Fracaso escolar o indiferencia hacia las actividades extraescolares.
    * Deterioro de la s relaciones familiares o con los amigos.
    * Conductas de riesgo: abuso del alcohol y otras drogas, peleas, relaciones sexuales sin medidas preventivas?
    * Negación del dolor y alardes de fuerza y madurez

   
    IMPORTANTE: LA PRESENCIA PROLONGADA DE ALGUNO O VARIOS DE ESTOS SIGNOS PUEDEN INDICAR LA NECESIDAD DE PEDIR AYUDA PROFESIONAL QUE VALORE LA SITUACIÓN, FACILITE LA ACEPTACIÓN DE LA MUERTE Y ASESORE AL ADOLESCENTE Y SU FAMILIA EN EL PROCESO DE DUELO

LOS NIÑOS Y EL DUELO

LOS NIÑOS Y EL DUELO

Algunas sugerencias para acompañar a un niño que ha perdido
a un ser querido

    Ser completamente honestos con el niño/a

    Acompañar a un niño en duelo significa ante todo NO APARTARLE de la realidad que se está viviendo, con el pretexto de ahorrarle sufrimiento. Incluso los niños más pequeños, son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, a los cambios en la rutina de la casa, a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida?, es decir, se dan cuenta que algo pasa y les afecta.

    Solamente en el caso de muertes repentinas e inesperadas, sería aconsejable (aunque no siempre posible) apartar al niño durante las primeras horas. El niño puede y debe percibir que los adultos estan tristes, o que lloran, que lo sienten tanto como él, pero evitaremos pueda presenciar escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de los adultos. No es aconsejable decir delante del niño cosas como “yo también me quiero morir” o “¿Qué va ser de nosotros?”

    Cuándo y cómo dar la noticia. Aunque resulte muy doloroso y difícil hablar de la muerte con el niño, es mejor hacerlo lo antes posible. Pasadas las primeras horas de mayor dramatismo y confusión, buscaremos un momento y un lugar adecuado y le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. Por ejemplo, podemos decirles: “Ha ocurrido algo muy triste. Papá ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir”.

    Explicar cómo ocurrió la muerte. Procuraremos hacerlo con pocas palabras. Por ejemplo: “Ya sabes que ha estado muy muy muy enfermo durante mucho tiempo. La enfermedad que tenía le ha causado la muerte” El niño puede tener miedo de morir ante cualquier enfermedad banal, por lo que es importante recalcarles que las personas sólo se mueren cuando están muy muy muy enfermas, y tienen una enfermedad que muy poca gente coge. Es caso de accidente, podemos decir que quedó muy muy muy malherido, que los médicos y las enfermeras hicieron lo posible para “arreglar” el cuerpo, pero que, a veces, está tan herido o enfermo que las medicinas no le pueden curar.

    Si la muerte fue por suicidio, de nada sirve ocultarlo porque tarde o temprano, se acaban enterando por alguien ajeno a la familia. Es mejor pues explicar al niño qué es el suicidio, y responder a sus preguntas. (Ver el folleto “Niños sobrevivientes de suicidas, una guía las personas que los cuidan”.

    ¿Qué podemos decirles si nos preguntan por qué? ¿Por qué ha muerto? ¿Por qué a mi? Son preguntas difíciles de responder. No pasa nada por decirles que nosotros también nos hacemos las mismas preguntas, o que sencillamente no sabemos la respuesta. Es bueno se sepan que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Los niños en su fantasía pueden creer que algo que pensaron, dijeron o hicieron causó la muerte. Si un niño dice: “me hubiera gustado ser más bueno con mamá, así ella no habría muerto”, debemos decirle con calma pero con firmeza que no ha sido culpa suya.

    Para los niños menores de 5 años, la muerte es algo provisional y reversible. Será pues necesario ser pacientes para explicarle una y otra vez lo ocurrido y lo que significa la muerte. Es su mente, la persona que ha muerto sigue comiendo, respirando y existiendo, y se despertará en algún momento para volver a llevar una vida completa.
    Los niños de estas edades se toman todo al pie de la letra. Es mejor pues decir que ha muerto, que usar expresiones como “se ha ido”, “lo hemos perdido” (pueden pensar: ¿y si me pierdo yo y no se volver a casa?), “ha desaparecido”, “se ha quedado dormido para siempre” (pueden temer no poder despertarse), “Se ha marchado de viaje”, “Dios se lo ha llevado” … Estas expresiones pueden alimentar su miedo a morir o ser abandonados, y crear más ansiedad y confusión.

    Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente: en la naturaleza, muerte de animales de compañía…

    Permitir que participe en los ritos funerarios

    Animar al niño a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro? Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo.
    Si es posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos.

    Animar también al niño a ver el cadáver. Muchos niños tienen ideas falsas con el cuerpo. Comentarle que el cuerpo deja de moverse del todo y para siempre, deja de respirar, de comer, de hablar, de ir al baño, y no siente dolor. Dejarle bien claro que ya no siente nada; ni lo malo, ni el frío, ni el hambre? Insistir en que la muerte no es un especie de sueño y que el cuerpo no volverá ya ha despertarse. Antes de que vea el cadáver, explicarle dónde estará, qué aspecto tendrá? 
    Lo ideal es que el niño pueda pasar un rato de tranquilidad e intimidad con el cadáver. Puede pedirse que nos dejen a solas con el niño y que no se interrumpa durante unos minutos.
    Si el niño no quiere ver el cadáver o participar en algún acto, no obligarle ni hacer que se sienta culpable por no haber ido.

    Si los padres o padre superviviente están demasiado afectados para ocuparse de las necesidades del niño, puede ser conveniente que otra persona (un familiar o amigo de la familia) se ocupe de atenderle y se responsabilice de acompañarle durante estos actos. Es preferible que sea alguien cercano al niño, que le permita expresar sus emociones y se sienta cómodo contestando sus preguntas.

    Animarle a expresar lo que siente

    Aunque no siempre las expresen, los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza?) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente, y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como: “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”, “tienes que ser razonable y portarte como un grande” ?, pueden cortar la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue.

    Tener en cuenta que su manera de expresar el sufrimiento por la pérdida, no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar, alteraciones en la alimentación y el sueño?

    Algunas respuestas habituales en los niños de 2 a 5 años:

    Perplejidad
    Parecen totalmente confusos sobre lo que ha ocurrido o se niegan a creerlo. Es posible que pregunten reiterativamente: “Dónde está papá?”. Desean saber cuándo va a volver la persona fallecida, o la buscan activamente.

    Regresión
    Se pegan al padre superviviente, se quejan, se hacen pipí en la cama, piden un biberón, se chupan el dedo…

    Ambivalencia
    A algunos niños parece no afectarles en absoluto la muerte. Responden ante la noticia con preguntas o afirmaciones inadecuadas. Aunque sea una reacción desconcertante, es bastante común. Significa que no ha aceptado o afrontado la muerte, pero comprende lo que ha sucedido. Lo más habitual, es que el niño elabore el duelo alternando fases de preguntas y expresión emocional, con intervalos en que no menciona para nada el asunto.

    Suele sentir rabia y enfado por haber sido abandonado, y puede expresarla de muchas maneras: irritabilidad, pesadillas, juegos ruidosos, travesuras?Es frecuente que dirijan el enfado hacia un familiar cercano. Permitirle que saque la rabia gritando, corriendo, saltando, golpeando con cojines, por ejemplo?

    Expresan su dolor a través de los juegos
    Con sus compañeros y amigos pueden jugar a morirse, al entierro?Todos estos comportamientos son absolutamente normales y tienen que ser respetados como necesarios para que el niño realice de forma adecuada el duelo.

    Toman a sus padres como modelo
    No es malo que los niños vean el dolor y la tristeza. No tengamos miedo de mostrar los propios sentimientos delante del niño (excepto manifestaciones violentas de rabia y dolor) Cuando le mostramos lo que sentimos, el niño nos percibe más cercanos, y es más fácil que nos diga el también, lo que le está pasando.
    Un padre o una madre que no se inmute después de una muerte para no entristecer a sus hijos, puede hacer que éstos “congelen” sus emociones. O si muestra cólera, un dolor extremo o una conducta histérica, su hijo puede imitar este comportamiento.

    Miedo a morir u a otra pérdida
    Los niños más pequeños creen que la muerte es contagiosa y pueden pensar que pronto le llegará su turno. Explicarles que no tienen nada que temer.
    Les preocupa que el padre o la madre superviviente también les abandone. Se preguntan qué les ocurriría y cómo sobrevivirían.

    Establecen vínculos afectivos
    Aunque el niño sepa que su ser querido ha muerto, siente necesidad de seguir manteniendo una relación afectiva, y así, la persona fallecida puede por un tiempo convertirse en un padre o madre imaginario. En algunos casos, podemos ayudar al niño dándole algún objeto personal del fallecido, que este conserve como un recuerdo precioso y una forma de unión íntima con él.
    El niño puede establecer vínculos afectivos con otros adultos que se parezcan al difunto o tengan unas cualidades similares (un familiar, la maestra, el psicólogo…) y pedirles que sean su padre o su madre. Esta conducta es bastante común y no significa que el padre superviviente no satisfaga las necesidades del niño.

    Comprueban la realidad
    Al principio es posible que parezca y saben y aceptan lo que ha ocurrido, pero después, al cabo de varias semanas o meses, preguntan cuando volverá o lo buscan por la casa

    Algunas respuestas habituales en los niños de 6 a 9 años
    Según William C. Kroen

    Los niños de estas edades saben que la muerte es permanente y real.

    La negación
    Una respuesta muy común es negar que la muerte haya ocurrido. Es su negación pueden mostrarse muy agresivos. Algunos pueden mostrarse más contentos y juguetones que de costumbre, como si la pérdida nos les hubiera afectado. Los adultos pueden malinterpretar esta conducta y reaccionar con cólera o simplemente ignorar a los niños. Pero en realidad esta negación indica que los niños sienten un dolor tan profundo que intenta levantar un muro para que la muerte no les afecte.
    estos niños necesitan oportunidades para llorar la pérdida y es posible que también necesiten permiso para hacerlo. Se puede decir algo como: “No tienes que mostrar tu tristeza a todo el mundo, pero si quieres puedes compartirla conmigo. Si tienes ganas de llorar y estar triste a solas, me parece muy bien, pero después de estar así durante un rato, sería bueno que hablaras con alguien de como te sientes.

    La idealización
    Insistir en que “mamá era la persona más lista o perfecta del mundo”, por ejemplo, les permite mantener una relación imaginaria con la persona fallecida.

    La culpabilidad
    Es una respuesta normal, sobretodo si no pueden expresar la tristeza que sienten. Comentarios en vida como “vas a matarme”, pueden hacer creer al niño que su mala conducta ha contribuido a la muerte.
    Si además la niegan y fingen ser valientes como parte de la negación, los adultos pueden aumentar el sentimiento de culpa al corregirlo o enojarse con él al parecer que la muerte no le importe.
    A los niños que se obstinan en negar la muerte y no dejan de sentirse culpables, es difícil que superen la situación sin ayuda.

    El miedo y la vulnerabilidad
    Es normal que los niños de estas edades  se sientan asustados y vulnerables. Intentan ocultar sus sentimientos, sobretodo a los niños de su edad, porque no quieren que sus amigos o compañeros de la escuela los consideren “diferentes”. Los niños sobre todo pueden actuar con bravuconería o agresividad.

    Se ocupan de los demás
    Pueden asumir el papel del fallecido y cuidar de sus hermanos más pequeños o asumir tareas que antes realizaba el padre o la madre que ha muerto.

    Buscan a la persona que ha muerto
    Pueden ir de una habitación a otra, o buscarla en el desván o en el sótano. la mejor respuesta es dejar que sigan buscando. Les puede consolar saber que nosotros también a veces sentimos el deseo de hacerlo.

        Los tres temores más frecuentes del niño

        ¿Causé yo la muerte?
        ¿Me pasará esto a mi?
        ¿Quién me va a cuidar?

    Mantenerse física y emocionalmente cerca del niño

    Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, abrazarlo, escucharle, llorar con él?Podemos también dejar que duerma cerca, aunque mejor en distinta cama.

    Puede ser adecuado también buscar momentos para estar separados: dejarle sólo en su habitación, dejarle salir a jugar con un amigo? Si es necesario, tranquilizarle diciéndole que estaremos ahí por si nos necesita.

    El niño intuye enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias en la familia. Es bueno decirle que, aunque estamos muy tristes por lo ocurrido, vamos a seguir ocupándonos de él lo mejor posible.

    El niño puede temer también ser abandonado por el familiar sobreviviente. Asegurarle que, aunque está muy afectado por la pérdida, se encuentra bien y no le va a pasar lo mismo.

    Con frecuencia, lo que más ayuda a los niños frente a las pérdidas, es reencontrar el ritmo cotidiano de sus actividades: el colegio, sus amigos, sus juegos familiares, las personas que quiere. También es importante garantizarle el máximo de estabilidad posible. En este sentido no es un buen momento, por ejemplo, para cambiarlo de colegio o para imponerle nuevas exigencias (S. Weis)

    Asegurarles que vamos a seguir queriendo a la persona fallecida y que nunca la olvidaremos

    Estar atentos a la aparición de algunos signos de alerta

    Llorar en exceso durante periodos prolongados

    Rabietas frecuentes y prolongadas

    Apatía e insensibilidad

    Un periodo prolongado durante el cual el niño pierde interés por los amigos y por las actividades que solían gustarle.

    Frecuentes pesadillas y problemas de sueño.

    Pérdida de apetito y de peso.

    Miedo de quedarse solo.

    Comportamiento infantil (hacerse pis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo?) durante tiempo prolongado.

    Frecuentes dolores de cabeza solos o acompañados de otras dolencias físicas.

    Imitación excesiva de la persona fallecida, expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido.

    Cambios importantes en el rendimiento escolar o negativa de ir a la escuela.

    LA PRESENCIA PROLONGADA DE ALGUNO O VARIOS DE ESTOS SIGNOS PUEDEN INDICAR LA PRESENCIA DE UNA DEPRESIÓN O DE UN SENTIMIENTO DE DOLOR SIN RESOLVER. PIDE  AYUDA A UN PROFESIONAL QUE VALORE LA SITUACIÓN, FACILITE LA ACEPTACIÓN DE LA MUERTE Y ASESORE A LA FAMILIA EN EL PROCESO DE DUELO.

CÓMO AYUDAR A ALGUIEN QUE HA PERDIDO UN SER QUERIDO

CÓMO AYUDAR A    ALGUIEN QUE HA PERDIDO UN SER QUERIDO

  El amigo que está en silencio con nosotros, en un momento de angustia o incertidumbre, que puede compartir nuestro pesar y desconsuelo… y enfrentar con nosotros la realidad de nuestra impotencia, ése es el amigo que realmente nos quiere. HENRI NOUWEN

Si quieres acompañar a un familiar o amigo que ha perdido un ser querido, y no sabes cómo hacerlo, te propongo una serie de indicaciones sobre la mejor manera de ayudarle.

Evitar las frases hechas

La incomodidad nos mueve a recurrir a expresiones que no ayudan para nada: ?Tienes que olvidar?, “Mejor así, dejó de sufrir?, “El tiempo todo lo cura”, ?Manténte fuerte por los niños?, “Es la voluntad de Dios”, “Es ley de vida”?

Lo que más suelen necesitan al principio es hablar y llorar. No decirle que tiene que sobreponerse, ya lo hará a su tiempo.

Si no sabes que decir, no digas nada. Escucha, estate presente, sin pensar que tienes que dar consejos constantemente o estar levantando el ánimo.

Si no sabes que hacer, colaborar en algunas tareas cotidianas (hacer la compra, ir a buscar a los niños…) o encargarte del papeleo, puede ser una buena manera de ayudarlo/a.
Tener en cuenta las actitudes que no ayudan

No le digas que le comprendes si no has pasado por una situación similar.

No intentes buscar una justificación a lo que ha ocurrido.

No te empeñes en animarle/a o tranquilizarle/a. Posiblemente lo que necesita sólo es que le escuches.

No le quites importancia a lo que ha sucedido hablándole de lo que todavía le queda.

No intentes hacerle ver las ventajas de una nueva etapa en su vida. No es el momento.

Dejar que se des ahogue

Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo?por la muerte de un ser querido, suele ayudar a elaborar el duelo.

Estás equivocado/a si piensas que verle o dejarle llorar y emocionarse no sirve más que para añadir más dolor al dolor.

Estas equivocado/a si crees que ayudar a alguien que sufre es distraerle de su dolor. Mediante la vivencia y expresión de los sentimientos, la persona en duelo suele sentirse  aliviada y liberada.

No temas nombrar y hablar de la persona fallecida por miedo a que se emocione. Si llora, no tienes que decir o hacer nada especial, lo que más necesita en esos momentos es tu presencia, tu cercanía, tu compañía y tu afecto.

No temas tu mismo llorar o emocionarte. No hay nada malo en mostrar tu pena, en mostrar que a ti también te afecta lo que ha pasado, en mostrar que te duele ver a tu amigo/a o familiar en esa situación.
Permitir que hable del ser querido que ha muerto

Permitir que hable todo el tiempo y todas las veces que lo necesite.

Una pareja de padres expresaba su pesar con estas palabras:
?Los parientes y los amigos rehuyen hablar o pronunciar el nombre de nuestra hija, desviando la conversación hacia cualquier otro tema. Tal vez tengan miedo de alterarnos o hacernos llorar. Pero, ¿qué pretenden? ¿qué la olvidemos o que no lloremos más?

Comparte con tu familiar o amigo/a recuerdos de la persona fallecida (ver fotos, contar anécdotas…)

Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer. 

Hay personas que viven un duelo privado y no les gusta exteriorizar sus emociones.  Respetaremos también su necesidad de no hablar.
Mantener el contacto

Una viuda se lamentaba: “había más de 400 personas en el funeral de mi marido. Entonces se ofrecieron muchos para ayudarme. ¿Dónde están ahora, después de tres meses?”

El contacto puede mantenerse de muchas maneras. Puedes hacerle una visita, quedar para tomar un café o dar un paseo, enviar una carta o un email. Con una llamada telefónica, por ejemplo, puedes romper su soledad y recordarle que no está solo/a, que alguien está pensando en él o ella.

Las fiestas y aniversarios son momentos particularmente dolorosos en los que podemos hacer un esfuerzo especial para estar cerca de la persona en duelo.

Admiro tu intención y preocupación por ayudar a tu amiga y te aseguro que es muy importante para ella. Dado que por lo que cuentas ha sucedido todo hace muy poco tiempo, creo que lo mejor que puedes hacer es que ella sienta que te tiene cerca, si te es posible estar a su lado, sólo escucharla, abrazarla y dejarla que exprese todo lo que siente. No es hora de dar “lecciones” de esperanza, ni de creencias, ni de fortalezas, símplemente que estés ahí, que sienta que no está sola, que puede hablar y expresar todo lo que siente, sin llevarla la contraria. Probablemente dirá cosas sin sentido, hablará de culpabilidades, tendrá rábia, no intentes hacerla ver nada, no la contradigas, tampoco la des la razón si sientes que no la tiene, sólo estate ahí, cercano y cálido. Y cuando pasen unos días es aún más importante que sigas estando ahí, que no sienta que todo el mundo se ha esfumado, que no se sienta sola.

Espero haberte podido ayudar un poquito. Un abrazo 

QUIERO AYUDAR A UN AMIGO EN DUELO

    “Acompañar desde la compasión es difícil porque requiere la disposición interna de ir con los otros, allí donde se sienten débiles, vulnerables, solos y rotos. Nuestra respuesta espontánea al sufrimiento del otro es intentar apartarle de él, huyendo o buscando una solución rápida. Como personas de apoyo, amigos o profesionales ocupados, activos y relevantes queremos sentirnos bien haciendo una contribución real efectiva. Es decir que lo primero y más importante es intentar hacer algo que muestre que nuestra presencia realmente marca una diferencia. Y así ignoramos nuestro mayor don, que es la capacidad de entrar con compasión en el dolor de aquellos que sufren.”

    Henri Nouwen
    “El camino del corazón”

ACÉRCATE A LA PERSONA EN DUELO

Muy a menudo cuando un amigo está en duelo, tenemos el impulso natural de acercarnos pero nos detiene no saber qué hacer o qué decir que sea apropiado. La incomodidad, no tener respuestas al dolor, el miedo a decir algo impropio a veces nos hace replegarnos e incluso evitar el contacto. Eso hace que la persona en duelo se sienta más aislada e incomprendida. A pesar de no tener las palabras ni el gesto adecuado es importante acercarnos con cariño y humildad: el mero hecho de dar nuestra cálida presencia, a menudo silenciosa, es ya una ayuda para la persona en esos momentos.

PUEDES DECIR:

Me gustaría mucho poder decir algo que alivie tu dolor,
pero no encuentro las palabras.
Pero quiero que sepas que estoy aquí
y que pienso en ti muy a menudo.

    A la gente no le gusta escribir cartas de condolencia y tienen miedo a no encontrar las palabras adecuadas y de no saber qué decir que pueda servir de consuelo. Y muy poca gente se da cuenta de que cuando has perdido a un ser querido estas cartas son como una bendición. Las cartas que llegaban de los amigos y conocidos de Jorge hacían mi día más memorable. Me hacían llorar. Me hacían sentir cerca de él. Me hacían sentir como si el amor de los que le querían me llegaba a mí.
    Las mejores eran las más largas, las más concretas, las que mencionaban algún recuerdo que el amigo guardaba de una forma esencial y las que me explicaban alguna historia de Jorge totalmente desconocida para mí. Otras, las frías e inexpresivas llenas de frases hechas, son las únicas que me hacían daño.
    Antes, yo misma me habría negado a escribir cartas de condolencia pensando en qué cosa más horrible hacer recordar cosas dolorosas, como si fuese echar sal a una herida abierta. Pero hoy sé que eso no es así Agradezco estas cartas como un tesoro muy apreciado, y el dolor que siento al releerlas siempre se mezcla con sentimientos de amor y gratitud.
    Rosa, madre de Jorge

ERRORES COMUNES

Queremos compartir contigo los errores más comunes que se cometen al intentar acompañar a personas en duelo. Son frases hechas , tópicos y falsas creencias que hemos aprendido de nuestra sociedad y que reflejan la dificultad que tenemos para estar presentes sin pretender minimizar ni negar el dolor del otro sino, simplemente, haciendo compañia.

LO QUE NUNCA DEBES DECIR:

Sé fuerte
Anímate: hazlo por tus..hijos?
Distráete que te irá bien
No llores más que te estás torturando
La vida continúa
Es ley de vida
Resígnate. Ha sido la voluntad de Dios
Ahora ya no sufre
El primer año es el peor, luego ya verás….

MUESTRATE DISPUESTO A ESCUCHAR

    La persona en duelo puede que tenga ganas de hablar sobre lo que ha sucedido, las circunstancias de la muerte, su soledad, culpa, enfado o simplemente recordar y rememorar el tiempo vivido. También puede ser que en ese momento no desee hablar de todo esto y agradezca que le propongas alguna actividad de distracción. La única manera de saber qué es lo adecuado en ese momento es preguntárselo a la persona.

    Es la primera vez desde la muerte de mi mujer que siento que alguien me escucha de verdad.
    He contado más en diez minutos aquí que lo que le he contado a mis amigos y a mis hijos en los dos años que hace que se murió..
    José, en el primer día de su participación en el grupo de apoyo

INTERESATE POR LO QUE PIENSA, SIENTE, Y LE PREOCUPA

En seguida notarás si tu amigo/a desea o no hablar de sus sentimientos. Si lo desea, el mejor regalo que puedes hacerle es escuchas en silencio, sin intentar minimizar, aconsejar, ni paliar. Hazle alguna pregunta interesándote por lo que te cuenta. El arte de escuchar es el arte de hacer buenas preguntas.

Si se emociona al contarte lo que vive, no intentes evitar o parar su expresión. No te preocupes, llorar no hace daño a nadie. Lo que hace daño son las lágrimas no vertidas que se pudren dentro del corazón cerrándolo.

    No puedo mencionar su nombre en casa. Me dicen que me calle y que me estoy atormentando inútilmente. Mi marido especialmente se enfada si me ve mal. Me dice que eso no sirve para nada que ella no regresará. Cuando le pido que me acompañe al cementerio, que es mi único consuelo me dice que estoy loca, que no voy bien y que todo esto que hago no sirve para nada. Solo por las noches cuando él ya duerme, lloro abrazada a la almohada procurando no hacer ruido.

    Déjame llorar, si no sabes qué decirme abrázame.
    No me critiques por mi manera de expresar mi dolor.
    Y si tú estás triste también,  estoy dispuesta a escucharte.

APOYA LA EXPRESIÓN RITUAL

Los símbolos o rituales nos permiten expresar aquello para lo que no tenemos palabras. Los objetos, fotografías, los días especiales, el funeral, una música, ayudan a la persona en duelo a conectar con recuerdos y sentimientos. Este reabrir del dolor no debemos verlo como una recaída o algo que se deba evitar, sino como una nueva oportunidad de reexperimentar el dolor y de encontrar nuevos significados que nos ayuden a aceptar lo sucedido. Acompañar a nuestros amigos al cementerio, a revisar el álbum de fotos, a pasear por los sitios que traen recuerdos es una buena manera de ayudar y facilitar la elaboración del duelo. Al servir de apoyo y compañía, esos objetos, símbolos o ritos pueden facilitar a la persona en duelo la elaboración de una nueva narración de lo sucedido, con significados más aceptables que permitan la restauración del sentido de conexión, plenitud y paz.

    Cuando murió mi hijita de tres meses, no me dejaron estar con ella después. Me hubiera gustado acariciar su cuerpo por última vez y despedirme: ¡le hubiera dicho tantas cosas!

    El médico me dijo que volviera a casa y hiciera mi vida como si esto no hubiera sucedido. ?Imagínate que no has tenido ningún hijo y que estás comenzando tu vida de pareja: eres joven y tendrás otros hijos?- me aconsejó

    Cuando llegué a casa a la mañana siguiente, habían sacado todas sus cosas: la ropita, la cuna y sus primeros juguetes. Han pasado muchos años, he tenido otros hijos, pero el recuerdo de mi pequeña siempre estará conmigo.

    Dejad que las madres estemos con el cuerpo de nuestros niños si lo necesitamos.
    Todo el dolor que podemos expresar ahí nos libera y alivia. Dejadnos guardar las cosas el tiempo que necesitemos, nos ayuda a conectar con nuestro dolor, el sentido de lo que hemos vivido y mantener el recuerdo. No hagáis como si nada hubiera pasado. Aunque nuestro hijo haya muerto, tuviera la edad que tuviera, sigue siendo nuestro hijo.

    Margarita, madre de Elizabeth

Los cuatro pasos

Dicen que el tiempo lo cura todo. Pero el tiempo, por si solo, no hace nada. Lo que ayuda realmente es lo que tú haces con el tiempo.

¿Estás utilizando el tiempo para ACEPTAR LA PÉRDIDA, para reconocer que tu ser querido ha muerto y no lo vas a recuperar?

¿Estas utilizando el tiempo para expresar las emociones y SENTIR EL DOLOR que supone para ti esa pérdida?

¿Estás utilizando el tiempo para APRENDER A VIVIR sin esa persona querida?

¿Estas utilizando el tiempo para, llegado el momento,  ir recuperando tu INTERES POR LA VIDA ?

Si quieres vivir de una manera sana tu duelo, si no quieres arrastrar indefinidamente el dolor, no basta pues con esperar a que todo se pase, o seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Necesitas dar algunos difíciles pasos y aprender las duras lecciones de la pérdida. No existen atajos para el dolor.

Acepta también que tendrás que vivir momentos duros y emociones intensas, que estarás más vulnerable…No te exijas pues tampoco demasiado, sé amable contigo mismo y respeta tu propio ritmo.

Los cuatro pasos…

Aceptar la pérdida

Aunque sea la cosa más difícil que has hecho en toda tu vida, debes llegar a aceptar esta dura realidad: tu ser querido ha muerto y no va a regresar. Aceptar con la cabeza es fácil, sabes que ha muerto. Lo difícil es aceptar con el corazón. Es pues muy normal un tiempo (pueden ser meses) en el que te niegues o te rebeles contra la dura realidad. Date tiempo.

Hablar de tu pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos?Todo esto te puede ayudar poco a poco, y con mucho dolor, a ir aceptando el hecho de la muerte. Sabrás que has podido dar este paso, cuando pierdas toda esperanza de recuperar a tu familiar o amigo, será el momento de la verdadera despedida.

Aceptar la pérdida puede resultar especialmente difícil si la muerte fue inesperada o violenta, si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar en los ritos funerarios, si no se recuperó el cadáver, si se trata de la muerte de un niño…

Sentir el dolor

Necesitas también sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, desesperación, culpa?

Habrá personas que te dirán: ?Tienes que ser fuerte?. No les hagas caso. No escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza?No te guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar. Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.

Si no quieres compartir o mostrar tus emociones a otros, no tienes porque hacerlo, pero debes buscar otras manera de dar salida y vivir tus emociones en privado.

Aprender a vivir sin esa persona

Recuerda que hay tiempo para todo, para sentir y vivir el duelo, pero también para hacer, para ocuparte de las muchas actividades de la vida cotidiana. Aunque sientas que el mundo se ha parado para ti, también es cierto que la vida sigue con sus muchas y quizás nuevas exigencias. Una actitud adecuada sería aquella que busca un cierto equilibrio entre el sentir y el hacer.

Así, hacer el duelo significa también aprender a vivir sólo/a,  aprender a tomar decisiones por ti mismo/a, aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos, aprender un nuevo sentido del mundo y de uno mismo…

Recuperar el interés por la vida y por los vivos

Llega un momento en que sabes que es necesario soltar el dolor y el pasado. La vida te espera llena de nuevas posibilidades.

No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones? En el caso de la muerte de la pareja, no hay motivo para avergonzarse si aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás.

Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a su padre: ?Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que quiero menos a papá?.

Finalizar el duelo no es olvidar… Para cada persona puede significar cosas distintas:

    *

      Puede significar llegar a perdonarle y perdonarte por todo lo que quizás no fue la relación, por todo lo negativo, por el daño causado…
    *

      Pensar en él o ella sin sentir ya ese latigazo de dolor y recordarle con ternura y agradecimiento por lo vivido juntos.
    *

      Es poder dar un sentido a todo lo que has vivido en estos meses o años.
    *

      Es entender con el corazón en la mano que el AMOR no se acaba con la muerte

En cierto modo, nunca te recuperas de una pérdida significativa, porque ésta inevitablemente te cambia. Tu puedes escoger si ese cambio será a mejor.

RECOMENDACIONES

RECOMENDACIONES
para sobrevivir al dolor y a la pérdida

Date permiso para estar en duelo

Date permiso para estar mal, necesitado, vulnerable? Puedes pensar que es mejor no sentir el dolor, o evitarlo con distracciones y ocupaciones pero, al final, el dolor saldrá a la superficie. El momento de dolerte es ahora.
Acepta el hecho de que estarás menos atento e interesado por tus ocupaciones habituales o por tus amistades durante un tiempo, que tu vida va a ser diferente, que tendrás que cambiar algunas costumbres…

Deja sentir dentro de ti el dolor

Permanece abierto al dolor de tu corazón. Siente y expresa las emociones que surjan, no las pares. No te hagas el fuerte, no te guardes todo para ti, y con el tiempo, el dolor irá disminuyendo.
Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo… por la muerte de tu ser amado, es parte del camino que tienes que recorrer.

Date tiempo para sanar

El duelo por la pérdida de una persona muy importante suele durar entre 1 y 3 años. No te hagas pues expectativas mágicas. Estate preparado para las RECAÍDAS. Hoy puedes estar bien y un suceso inesperado, una visita, el aniversario, las Navidades te hacen sentir que estás como al principio, que vas para atrás, y no es así.

El momento más difícil puede presentarse alrededor de los 6 meses del fallecimiento, cuando los demás comienzan a pensar que ya tienes que haberte recuperado.

Sé paciente contigo mismo/a

Aunque las emociones que estas viviendo pueden ser muy intensas y necesitar mucha energía, son PASAJERAS. Procura vivir el momento presente, por duro que sea. Se amable contigo mismo/a. Recuerda que el peor enemigo en el duelo es no quererse.

No temas volverte loco/a

Puedes vivir sentimientos intensos de tristeza, rabia, culpa, confusión o abatimiento, deseos de morir… Son reacciones habituales y normales después de la muerte de un ser querido. Ver reacciones habituales

Aplaza las decisiones importantes

Decisiones como vender la casa, dejar el trabajo, marcharte a otro lugar?, es preferible dejarlas para más adelante. Seguramente, ahora no puedes pensar con suficiente claridad, y podrías más tarde lamentarlo. No suele ser tampoco conveniente iniciar una nueva relación afectiva (nueva pareja, otro embarazo?) mientras no hayas resuelto adecuadamente la pérdida.

No descuides tu salud

Pasados los primeros días puede resultarte muy útil que te hagas un horario (hora de levantarte, comidas, hora de acostarte?) y lo sigas. Aliméntate bien y cuida tu cuerpo. No abuses del tabaco, alcohol, tranquilizantes… Durante el proceso de duelo somos más suceptibles de sufrir enfermedades. Si padeces alguna enfermedad crónica no abandones los cuidados habituales ni los tratamientos con la escusa de que te da igual lo que te pase…

No te automediques

Si para ayudarte en estos momentos tienes que tomar algún medicamento, que sea siempre a criterio de un médico y nunca por los consejos de familiares, amigos y vecinos bien intencionados. Recuerda que tomar medicamentos para “no sentir” pueden contribuir a cronificar el duelo.

Busca y acepta el apoyo de los otros

Sigue conectado con los otros. Necesitas su presencia, su apoyo, su preocupación, su atención… Dale la oportunidad a tus amigos y seres queridos de estar a tu lado. Piensa que pueden querer ayudarte, pero no saben la manera de hacerlo. Pueden temer ser entrometidos o hacerte daño si te recuerdan tu pérdida. No te quedes esperando su ayuda y pídeles lo que necesitas.

Procura ser paciente con los demás

Ignora los intentos de algunas personas de decirte cómo debes sentirte y por cuanto tiempo. Sentirás que algunas personas no comprenden lo que estas viviendo. Intentarán hacer que te olvides de tu dolor, comprende que lo hacen para no verte triste. Piensa que quieren ayudarte, pero que no saben como hacerlo. Busca personas de confianza que te permitan “estar mal” y desahogarte sin miedo cuando lo necesites.

Date permiso para descansar, disfrutar y divertirte

Date permiso para sentirte bien, reír con los amigos, hacer bromas… Tienes perfecto derecho y además puede ser de gran ayuda que busques, sin forzar tu propio ritmo, momentos para disfrutar. Recuerda que tu ser querido querría solo lo mejor para ti y que los “malos momentos”, vendrán por si solos.

Confía en tus propios recursos para salir adelante

Recuerda como pudiste resolver otras situaciones difíciles de tu vida. Repítete a menudo: “algún día encontraré mi serenidad”.

SI VES QUE PASADO UN TIEMPO…

TE SIGUES SINTIENDO ATRAPADO EN TU SUFRIMIENTO

EL ABATIMIENTO SE HACE MÁS PROFUNDO

DEPENDES MÁS DE LOS MEDICAMENTOS O EL ALCOHOL

EL DESEO DE MORIR SE HACE MÁS INTENSO?

BUSCA UN PROFESIONAL QUE TE AYUDE A ELABORAR EL DUELO ADECUADAMENTE.

No es fuerte el que no necesita ayuda, sino el que tiene el valor de pedirla cuando la necesita.

CUÁNDO PEDIR AYUDA

CUÁNDO PEDIR AYUDA

No es fuerte el que no necesita ayuda, sino el que tiene el valor de pedirla cuando la necesita.

Aunque el dolor, la soledad y los trastornos que acompañan al duelo son algo normal y natural (ver reacciones habituales), debemos plantearnos seriamente hablar con alguien sobre nuestro duelo si tenemos alguno de las siguientes reacciones:

Intensos sentimientos de culpa, provocados por cosas diferentes a las que hicimos o dejamos de hacer en el momento de la muerte de nuestro ser querido.

Pensamientos de suicidio que van más allá del deseo pasivo de “estar muerto” o de poder reunirnos con nuestro ser querido.

Desesperación extrema; la sensación mantenida de que por mucho que lo intentemos nunca vamos a volver a recuperar una vida que valga la pena (la vida se ha terminado para mí).

Inquietud o depresión prolongadas, la sensación de estar “atrapado” o “ralentizado” mantenida a lo largo de periodos de varios meses; o, por el contrario, la sensación de estar bloqueada, incapaz de sentir nada.

Síntomas físicos, como la sensación de tener un cuchillo clavado en el pecho o una pérdida importante de peso, que pueden representar una amenaza para nuestra salud física.

Ira incontrolada, que hace que nuestros amigos y seres queridos se distancien o que nos lleva a “planear la venganza” de nuestra pérdida.

Dificultades continuadas de funcionamiento que se ponen de manifiesto en nuestra incapacidad para conservar el trabajo o realizar las tareas necesarias para la vida cotidiana.

Abuso de sustancias, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para amortiguar el dolor por la pérdida.

(Tomado de R.A. Neimeyer: Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Ediciones Paidos. Barcelona 2002)

Aunque la presencia de cualquiera de estos síntomas puede ser una característica pasajera de un proceso normal de duelo, su presencia continuada debe ser causa de preocupación y merece la atención de un profesional cualificado.

REACCIONES HABITUALES

    REACCIONES HABITUALES
    después de la muerte de un ser querido

   

    Estas son algunas de las reacciones más comunes que suelen aparecer  después de una pérdida. No te sientas obligado a tener todas las sensaciones y experiencias aquí descritas. Cada duelo, como cada persona, es único.

    SENTIMIENTOS

    Negación / incredulidad
    ¡No puede ser verdad! ¡No es más que una horrible pesadilla!
    Piensas y actúas como si tu ser querido continuara vivo. Suena el teléfono y, por un instante, piensas que es él. No has perdido la esperanza de que vuelva. Necesitas tiempo.

    Insensibilidad
    Es como si le estuviese pasando a otro.
    Nada parece real, te sientes embotada, como un autómata, incapaz de reaccionar? Este aturdimiento te ayuda a ir asimilando la dura realidad.

    Enojo /rabia /resentimiento
    ¿Por qué has permitido esto Dios mío? ¡Esos malditos médicos la dejaron morir! ¿Cómo me dejas ahora con todo lo que te necesito? ¡Todos siguen viviendo como si nada hubiera pasado!
    Estás rabioso contra todos y contra todo. El resentimiento forma parte de tu dolor y es algo normal. No luches contra él. A medida que tu dolor se vaya calmando ira disminuyendo.

    Tristeza
    Siento una pena muy grande y todo me hace llorar. La tristeza es el sentimiento más común. Puede tener muchas expresiones: llanto, pena, melancolía, nostalgia? Date permiso para estar triste, para llorar.
    No te preocupes si lloras mucho o poco; el llanto no es la medida de tu amor, sino parte de tu propia expresividad.

    Miedo / angustia
    Estoy asustado/a ¿qué va a ser de mí?
    Te sientes inquieto/a, confuso/a, desamparado/a, desesperado/a. Tienes miedo de volverte loco/a. Estos sentimientos tan intensos y tan desagradables son algo natural.

    Culpa / autorreproches
    Si al menos hubiera sido más cariñoso/a
    llamado antes al médico       
    tenido más paciencia
    le hubiera dicho  más a menudo lo que le quiero
    La lista puede ser interminable. El pasado no puede cambiarse y ya tienes bastante sufrimiento como para castigarte de esta manera. No olvides de hacer también una lista con todo lo que hiciste por tu ser querido.

    Soledad
    Me siento tan sola ahora. Es como si el mundo se hubiera acabado.
    Son tantas cosas vividas y compartidas juntos que vas a necesitar tiempo para aprender y acostumbrarte a estar sin él o ella.

    Alivio 
    Gracias a Dios que todo ha terminado.
    El final de una larga y dolorosa enfermedad o relación se pueden vivir con una sensación de alivio y descanso.

    Sensación de oír o ver al fallecido
    Me parece que me sigue llamando por la noche. El otro día me pareció verlo entre la gente.
    Son sensaciones pasajeras absolutamente normales después del fallecimiento de una persona querida.

    Ambivalencia / cambios de humor
    Hace un momento me sentía agradecido a mis amigos por su ayuda y ahora los mandaría a todos a la mierda.
    Puedes estar tranquilo/a en un momento dado y alborotado/a en el instante siguiente. Los sentimientos pueden ser cambiantes y contradictorios. Acéptate así, imprevisible.

    IMPORTANTE: NO DUDES EN CONSULTAR CON UN PROFESIONAL SI SIENTES QUE LA SITUACIÓN QUE VIVES TE SUPERA O QUE, PASADO EL TIEMPO ,NO ENCUENTRAS ALIVIO A TU DOLOR.
    SENSACIONES EN EL CUERPO

    Estas son algunas de las sensaciones corporales que puedes sentir. Es el llamado duelo del cuerpo.

    NAUSEAS
    PALPITACIONES
    OPRESIÓN EN LA GARGANTA, EL PECHO
    NUDO EL ESTÓMAGO
    DOLOR DE CABEZA
    PÉRDIDA DE APETITO
    INSOMNIO
    FATIGA
    SENSACIÓN DE FALTA DE AIRE
    PUNZADAS EN EL PECHO
    PÉRDIDA DE FUERZA
    DOLOR DE ESPALDA
    TEMBLORES
    HIPERSENSIBILIDAD AL RUIDO
    DIFICULTAD PARA TRAGAR
    OLEADAS DE CALOR
    VISIÓN BORROSA
    DIFICULTAD PARA TRAGAR

    IMPORTANTE: NO DUDES EN CONSULTAR A TU MÉDICO SI LAS MOLESTIAS PERSISTEN O SI OBSERVAS UN DETERIORO IMPORTANTE EN TU SALUD.

   

   
    COMPORTAMIENTOS

    Estas son algunos de los comportamientos o conductas habituales después de la muerte de un ser querido

    LLORAR
    SUSPIRAR
    BUSCAR Y LLAMAR AL FALLECIDO
    HABLAR CON EL FALLECIDO
    QUERER ESTAR SOLO, EVITAR A LA GENTE
    DORMIR POCO O EN EXCESO
    DISTRACCIONES, OLVIDOS, FALTA DE CONCENTRACIÓN
    SOÑAR O TENER PESADILLAS
    FALTA DE INTERÉS POR EL SEXO
    NO PARAR DE HACER COSAS O APATÍA

¿Qué es el duelo?

¿Qué es el duelo?

El duelo es la reacción normal después de la muerte de un ser querido.

Supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación.

Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de muerte (esperada o repentina, apacible o violenta..), de la intensidad de la unión con el fallecido, de las características de la relación con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia…), de la edad…

La duración del duelo por la muerte de una persona muy querida puede durar entre 1 y 3 años.

Duelo resuelto. Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en la vida y en los vivos.