Respaldo de material de tanatología

Derechos Escolares del Niño en Duelo

Derechos Escolares del Niño en Duelo
1. Tengo derecho a que se respete mi forma peculiar de afligirme.
2. Tengo derecho a dejar el salón de clase si así lo necesito, y sin dar explicaciones, para darle salida a mis sentimientos de dolor (llorar, gritar, etc.).
3. Tengo derecho a un adulto cuidador que esté capacitado en consejería/atención de niños en duelo, tanto de duelo normal como de duelo complicado.
4. Tengo derecho a escoger a un adulto de mi confianza para que me acompañe y escuche.
5. Tengo derecho a escoger un lugar de la escuela donde pueda ir y me sienta seguro para expresar mis sentimientos.
6. Tengo derecho a llamar casa cuantas veces sean necesario y en cualquier momento.
7. Tengo derecho a solicitar, si así lo deseo, una revisión médica o de enfermería.
8. Tengo derecho a que se me asigne un tutor de clase durante el tiempo que así lo necesite.
9. Tengo derecho a recibir clases particulares extras si es necesario.
10. Tengo derecho a recibir informes/notas de mi progreso/evolución del profesor/a con más frecuencia durante el tiempo de mi duelo.
11. Tengo derecho a adaptar las tareas para casa según mis necesidades particulares en un momento determinado.
12.  Tengo derecho a celebrar conmemoraciones en mi escuela por la muerte de mi ser querido.
13.  Tengo derecho a que se me faciliten todos los medios necesarios para estimular la expresión de mis sentimientos generados durante el duelo.
14. Tengo derecho a que se reconozca la particularidad y especialidad de mi situación de duelo, y a que sea considerada como un período especial de crisis en mi vida, y que sea asistida como tal, así no sea el deudo principal.

LOS NIÑOS ANTE LA MUERTE

Zarina  Enviando en: domingo, 11 de junio, 2006 – 03:45 pm           

LOS NIÑOS ANTE LA MUERTE

por Lic. Eduardo Cattaneo

Entre los años 1997 y 2000 hemos tenido una serie de desgracias familiares. La primera de ellas, constituida por la muerte de mi suegro, fue motivo para largas charlas entre mi esposa, mis hijos y yo. Luego sobrevinieron la muerte de una de nuestras hijas (María Guadalupe), que falleció el día que debía nacer después de un importante accidente sufrido por mi esposa, y de una tía muy cercana. Todo esto puso, por primera vez, la muerte en la vida de nuestros hijos de una manera muy fuerte.

Antonio, así se llamaba mi suegro, vivía desde hacía ya algunos años con nosotros y con sus ochenta y un años resultaba ser la mayor de las siete personas que vivíamos en la casa y murió muy rápidamente, sin manifestar enfermedad, sin darnos tiempo a preparar nuestro ánimo para este triste evento. Esto nos llevó a pensar cómo afrontar el problema de dar la noticia a nuestros hijos y ayudarlos luego a superar el dolor, lo hicimos como pudimos, tal vez ahora estamos mejor preparados para afrontar una situación como esta. Entonces nos dimos cuenta que casi siempre nos preparamos para la muerte de un ser querido, aunque nunca pensamos que podemos perder a nuestros hijos, pero no nos preparamos para ayudar a nuestros hijos en este asunto. He aquí algunos consejos.

* Es importante explicar en forma clara a nuestros hijos lo sucedido, No es bueno decir que la persona fallecida se ha ido de viaje, ni decir que se ha dormido. Ambas afirmaciones crean en los niños la idea de que esa persona retornará de su viaje o despertará de su sueño. Se sabe además de algunos niños que temen dormirse porque han identificado el sueño con la muerte. No se debe temer al uso de palabras como “muerte” o “muerto” que, en los niños mayores, darán una idea clara de lo que ha sucedido.

* No es bueno abundar en detalles sobre cómo se produjo la muerte del ser querido, la explicación debe ser breve y clara.

* Se debe estar atento y escudriñar los sentimientos de los niños ya que, los más pequeños, suelen tener la sensación de ser culpables de la muerte del ser querido. Se le debe explicar en forma clara que lo que ellos hayan dicho o pensado no ha provocado la muerte del ser querido.

* Los niños, según sus edades, entienden la muerte de diversas maneras. Por lo general los chicos no entienden el significado de la muerte hasta los tres años. Entre los tres y los cinco años suelen considerar a la muerte como un estado reversible y temporal. Después de los cinco años entienden que la muerte es un estado definitivo, pero hasta los diez años no creen que pueda pasarles a ellos. Luego de los diez años suelen entender que la muerte es un estado definitivo y que necesariamente todos llegamos a ella. Claro que esto no es matemático y muchos de los niños que ya han pasado por la triste experiencia que significa perder a un ser querido, suelen ser muy adelantados en la comprensión de este fenómeno.

* Creo que no debe impedirse que participen del velatorio y sepelio, aunque tampoco se los debe obligar a participar de ello. En el caso de que ellos quieran hacerlo, se les debe explicar con anterioridad lo que van a ver en ese momento. Al permitirles participar de estos eventos les damos la posibilidad de experimentar la sensación de una despedida definitiva. Nuestros hijos participaron del velatorio de su abuelo, rezaron junto a su madre, y sirvieron de consolación a su madre que también pudo ayudarles a ellos a entender tal situación.

* No debemos temer llorar ante nuestros hijos, ellos comprenderán y nos acompañaran en el dolor, pero creo que debemos evitar las situaciones de gritos escandalosos y signos de desesperación, pueden dejar en ellos una imagen sumamente negativa y desesperanzada.

* Si los niños sienten deseos de expresar su dolor, no debemos impedirlo. Quizás lo mejor es ayudarles a que lo hagan comunicándoles que nosotros también compartimos esa pena. Cuando el dolor no se exterioriza puede manifestarse de maneras no conscientes (pesadillas, dificultades en la escuela, etc.)

* Los niños se sienten mas consolados con un abrazo que con palabras sentidas.

* Si se tiene fe y se cree en la vida eterna, la cuestión será más sencilla, menos penosa. Porque esa separación definitiva, se transforma en la esperanza de reunirnos con al persona amada al final de nuestros días en presencia del Padre Eterno

Cuando un Hijo se Va

Zarina  Enviando en: miércoles, 14 de mayo, 2003 – 09:23 pm

La ley de la vida indica que deben ser los hijos quienes deben enterrar a sus padres, por lo que nadie esta preparado para que esta relación se invierta. Y cuando esto sucede?

La muerte de un hijo es totalmente devastadora para cualquier padre, sin importar la causa de la muerte o la edad del chico. Su sufrimiento es intenso, duradero y muy complejo.

El trance y el proceso curativo, contienen elementos similares para todos los tipos de padres, pero para aquellos cuyos hijos adultos han fallecido, existen algunos factores adicionales.

Algunas personas dentro de la familia o las amistades, pueden llegar a pensar que por el hecho de que el hijo ya era un adulto, el dolor de perderlo podría llegara a ser menor.

Muchas veces el sufrimiento de los padres después de la muerte de un hijo adulto, se minimiza o se desestima en comparación con el padecimiento de los padres de un hijo chico.

¿Sufrimiento minimizado?
Si el hijo adulto muere como resultado un accidente o una enfermedad, sus padres a menudo escuchan (al ser consolados por sus amigos o familia) que deben estar agradecidos de haber compartido momentos con su hijo mientras este vivió.

Por supuesto que usted debe estar agradecido de haber tenido a su hijo por 25, 30 o 40 años, ¡pero eso no significa que su padecimiento sea menor! Muchos padres han señalado que su relación con el hijo adulto se había convertido también en una amistad personal. Por lo tanto, sienten que han perdido no solo a un hijo, sino también a un amigo.

Es normal que con el tiempo la relación entre los padres y sus hijos más adultos se convierta en una relación mucho más madura. Los padres que pusieron amor, dedicación, y mucho ánimo en el desarrollo y la educación de su hijo, sienten un gran sentido de orgullo y realización cuando el chico madura, completa su educación, se establece en una carrera, y desarrolla su círculo de amistades, pues este hijo ya es toda una persona.

Para el momento en que un hijo haya alcanzado su edad adulta, los padres habrán hecho una gran inversión emocional y financiera en esta persona.

Cuando esa vida ha llegado a su fin anticipadamente, hay a menudo un gran sentido de abandono y de vacío. Los padres suelen encontrarse preguntándose cual es su propio propósito en vida, puesto que todo lo que han invertido en este hijo, ahora pareciera estar en la nada.

La falta de compasión por parte de los demás, puede también ocurrir cuando un hijo adulto muere por una causa que incómoda a la sociedad, como por ejemplo el sida o una sobredosis.

Culpabilidad
Muchas veces, los padres experimentan culpa por haber sobrevivido a su hijo.

Cuando los hijos adultos mueren por un suicidio, el uso de drogas, el sida, al conducir ebrios, u otras causas asociadas a un estigma social, muchos padres experimentan a menudo una sensación más profunda de culpabilidad, al pensar que su hijo vivía con serias dificultades.

Los padres se preguntan a menudo que habrían podido hacer para prevenir las situaciones que pudieron haber causado la muerte de su hijo.

Las afirmaciones de otras personas, que tratan de consolar a los padres diciendo que el hijo falleció como resultado de sus propias acciones, no puede aliviar el dolor que experimentan los padres, ni sus intensos sentimiento de aislamiento y derrota.

En muchos casos el hijo adulto habrá vivido en una localidad lejana de la casa de sus padres, y muchos habrán logrado establecerse en sus propios hogares y carreras. Pero es también un error creer que esto puede llegar a aminorar el dolor que siente un padre, ya que un hijo siempre permanece cerca en el corazón de un padre, por más distancia física que haya entre ambos.

También es cierto, sin embargo, que cuando fallece un hijo que convive en el hogar de sus padres, toda su rutina se ve alterada, agregando más cambios a los ya -dramáticamente- experimentados.

Algunos padres que sostenían a su hijo adulto, si es que éste era física o mentalmente discapacitado, o bien tenía dificultades con las drogas o el alcohol, pueden haber concebido a este hijo como el centro de sus vidas, con lo que su muerte les deja un enorme vacío en su rutina diaria, lo que agrega más pena y sensación de pérdida.

Otros puntos relacionados con la pérdida de un hijo adulto
? Tener que hacerse cargo y ocuparse de temas relacionados con sus propiedades finanzas, herencias, testamentos u otras cuestiones legales.

? Si el hijo/a adulto estaba casado o tenía una familia, el círculo de amistades se centrará generalmente en el padecimiento de su pareja e hijos, y no en sus padres.

? Tratar con los nietos e intentar consolarlos. Los padres de luto generalmente están desgastados, tanto física como emocionalmente, y el continuar con la crianza de los nietos, que también están emocionalmente desvastados, puede ser muy difícil de realizar.

? Notificar del fallecimiento a todos los amigos de sus hijos, del secundario, de la universidad, de los trabajos, los vecinos, y la comunidad religiosa. Muchos hijos adultos han desarrollado una vida llena de amistades que no incluye necesariamente a los conocidos de sus padres.

? Tener que aceptar que la pareja del hijo/a adulta, tiene derecho a rehacer su vida y a volver a casarse.

? Muchos padres, especialmente aquellos que sean mayores o que hayan perdido a su único hijo, experimentarán miedo y preocupaciones con respecto a quién tomará su cuidado durante sus últimos años, o en el caso de su salud falle.

? ¿Si el padre era financiera o emocionalmente dependiente del hijo adulto, de dónde sacará ahora su ayuda?

De cara al futuro
Muchos padres sienten que no tienen razón para vivir, pero también pueden pensar en distintas formas de lograr salir de este intenso dolor.

Asegúrese de que, aunque muy posiblemente también se sienta de esta manera, pueda lograr un nuevo propósito y significado en su vida. El dolor se calma.

Uno de los desafíos más exigentes a los que usted hará frente, es a una nueva forma de encarar su vida.

La pérdida de un objetivo, y vivir pensando en que hará de su vida sin su hijo, pueden ser realmente muy perjudiciales.

Como familia, hable de esta muerte con otros miembros; hable de su pérdida y de su dolor.
Hable de los buenos momentos que usted tanto recuerda, como también de los no-tan-buenos tiempos. Otros miembros de su familia (su pareja, hijos, nietos) se afligirán de su propia manera. Intente entender esto.

Es mejor expresar las sensaciones antes que guardarlas dentro. El llanto es sano y terapéutico.
Deje que sus amigos le ayuden. Cuando le pregunten que pueden hacer ellos por usted, no se asuste de comunicarles sus necesidades y las posibilidades que ellos tienen de ayudarle. Esto, también les ayudará a ellos.

Muchos padres han encontrado que participando de un grupo autoayuda, pueden lograr realmente muchos avances. Al compartir sus experiencias con otras personas que han recorrido el mismo camino, se puede ganar una mayor comprensión de sus reacciones, y aprender diferente formas de hacer frente a la desgracia.

En caso de extrema necesidad, es también recomendable la búsqueda de ayuda profesional, de un Tanatólogo.

Muchos padres en duelo, desean también hacer algo constructivo en memoria de sus hijos o hijas. Muchos han establecido fundaciones, becas, reparto de libros a bibliotecas, plantado árboles, o e han implicado en la ayuda comunitaria.

Para muchos, estos monumentos mantienen vivas las memorias de sus hijos, dándole a ellos mismos y a los demás la oportunidad de sentir la belleza de la vida y el amor de los hijos o hijas actualmente perdidos.

Estas actividades no sólo son un tributo maravilloso hacia sus hijos, sino que también pueden ser muy curativas y terapéuticas, proporcionando además un sentido en la vida de los padres.

A ORLANDO

Paloma que truncó ya su vuelo,
y que ahora lo llevas hacía el cielo,
para morar en aquel jardin,
que Dios tiene para su vivir.

Siembra las semillas del consuelo,
para los padres que dieron sus desvelos,
y en cada pétalo de flor hay lágrimas,
las lágrimas que te brindaron ellos.

Ángel que estuvo entre nosotros,
que gozamos con solo conocerte,
no habra nada que nos aleje de quererte,
en el recuerdo viviras siempre presente.
María, ¡ha llegado ya tú hijo!
abrígalo en tu manto protector,
y en sus rezos alguna vez te dijo,
que Dios sería su rector.

Ángel que de arriba nos estas mirando,
abre tus alas y agítalas con fuerza,
que cada brisa que nos este rozando
será tus caricias que nos estas enviando.

Allá en el cielo nos volveremos a encontrar,
así lo dices en tu mensaje familiar,
espéranos, prepara ya la casa,
donde todos volveremos a morar.

a tú recuerdo con cariño.

EL SINDROME DEL NIDO VACIO.

EL SINDROME DEL NIDO VACIO.

Zarina Moderador  Enviando en: jueves, 19 de junio, 2003 – 07:35 pm

Se denomina ?el síndrome del nido vacío?, la sensación de nostálgica añoranza que sienten los padres cuando los hijos, al hacerse mayores, se independizan y llevan un estilo de vida más autónomo o abandonan el hogar familiar.

En ambos casos parte de la actividad, ocupaciones y preocupaciones que implica la educación de los hijos desaparece y los padres sienten un vacío emocional, ya que les parece que su vida no tiene ni los mismos alicientes ni el mismo sentido.

El nido y los poyuelos
Mientras los hijos son pequeños, los cuidados inherentes a su educación mantienen a la pareja unida y ocupada en la trascendental labor de preparar a los hijos para que puedan afrontar con éxito su vida adulta.

Muchas de ellas están tan dedicadas a ese cometido que ni siquiera se dan cuenta que han dejado de ser pareja para convertirse en familia.

Es en esas circunstancias cuando el síndrome del nido vacío se manifiesta con toda su virulencia.

Cuando una de las partes, o ambas a la vez, toma conciencia de que el problema no es que se eche de menos a los hijos, porque al hacerse mayores ya no requieren de los mismos cuidados ni dedican a la familia el mismo tiempo que antes, sino que nota que el nido está vacío. No sólo porque han volado los poyuelos, sino porque al hacerlo descubren que sin los hijos el nido no tiene calor.

El calor del hogar
La variante más grave y el verdadero problema del síndrome no es que se vayan los hijos, sino que los padres descubran que ellos tampoco desean permanecer en el hogar, porque la calidad de la relación de pareja no es un aliciente suficiente para mantener la convivencia.

Lo que determina, por tanto, la importancia del síndrome no es la ausencia de los hijos, sino la falta de calidad previa del vínculo, que se hace más presente y evidente a raíz de la menor presencia de quienes hasta entonces habían hecho más llevadera la situación.

Por eso no debemos confundir las causas con las consecuencias, atribuyendo al alejamiento de los hijos lo que es consecuencia del alejamiento previo de los componentes de la pareja.

El calor de la pareja
Cuando una pareja se siente vinculada un hogar nunca se queda sin calor.

Cuando los hijos crecen la familia puede perder parte de su actividad, vida y alegría. Pero si el matrimonio se siente implicado en un proyecto de convivencia válido por sí mismo, el síndrome del nido vacío no sólo puede superarse sino que incluso en ocasiones ni siquiera llega a manifestarse.

Las parejas que siguen llenas de amor no se sienten vacías porque marchen los hijos, aunque naturalmente sienten esa mezcla de orgullo y nostalgia que se produce cuando alguien es consecuente de que ha contribuido a preparar a sus hijos para que sepan desenvolverse en la vida como adultos autónomos y responsables.

Reflexión
Por eso las parejas sólidas y armónicamente vinculadas no suelen sufrir este síndrome, porque al saber disfrutar tanto de su propia habilidad para volar como de su capacidad para permanecer en el nido, saben asimilar que sus hijos se instalen, a su vez, en otro árbol para construir su propio nido.

🙂

Cómo hablar de la muerte con los niños

Cómo hablar de la muerte con los niños
Zarina  Enviando en: viernes, 20 de junio, 2003 – 04:54 pm

Aunque muchos niños, por su corta edad, no comprenden lo que es la muerte, son sumamente sensibles a las reacciones que ésta ocasiona en los adultos, así como a la ausencia de la persona fallecida. Por este motivo es de suma importancia que se les diga la verdad, pues de lo contrario se confunden y manifiestan rencor debido al “abandono”.

Es cierto, resulta doloroso y difícil hablar de la muerte con los niños, ya que por una parte la depresión se apodera de nosotros y, por otra, queremos proteger a los pequeños del sufrimiento; sin embargo, es necesario armarse de valor y, pasadas las horas de mayor dramatismo y confusión, buscar momento y lugar apropiados para explicarles lo ocurrido con lenguaje adecuado a su edad.

Lo anterior puede efectuarse diciéndoles lo siguiente: “Los médicos y enfermeras hicieron todo lo posible por arreglar el cuerpo del abuelo, pero estaba tan estropeado que las medicinas no lo pudieron reparar”.

Evite recurrir a las siguientes afirmaciones:
Información:
-Se ha ido a un viaje largo.

Interpretación infantil:
-Sensación de abandono

Información:
-Dios así lo quiso

Interpretación infantil:
-Dios es malo

Información:
-Se fue a dormir

Interpretación infantil:
-Temor a dormir

Considere que es inútil ocultar la verdad al niño porque como todos a su alrededor lo saben, tarde o temprano se enterará, asimismo, tome en cuenta que en la actualidad los pequeños comprenden de mejor manera este tipo de acontecimientos y los aceptan con sorprendente entereza.

Acercamiento
En muchas ocasiones los niños tienen su primera experiencia con la muerte cuando fallece su mascota, lo cual tampoco debe ocultárseles diciéndoles que el animal escapó de la casa, porque ello puede generarles gran preocupación, ansiedad y angustia debido a que piensan que la criatura está expuesta a muchos peligros y que tiene hambre y frío.

Lo más recomendable es informarle al pequeño lo ocurrido y hacer los rituales propios de la muerte, por ejemplo, despedirse del animalito, enterrarlo en el jardín o mandarlo a incinerar y, en caso que sean creyentes, rezar por él; en este momento se le puede explicar que de manera natural todos los seres vivos cumplimos con un ciclo, el cual culmina con la muerte.

También es necesario enseñarles que hay que recordar a la mascota fallecida con alegría, pues junto a ella se tuvieron gratas experiencias y se compartieron infinidad de cosas y, para que toda la familia pase unida este duelo, se podría hacer un álbum con las fotos favoritas al lado del animal y hablar de él con cariño; considere que esto proporcionará a su hijo base sólida que lo ayudará a enfrentarse con mayor madurez a la pérdida de otro ser querido.

Por otra parte, cabe destacar que la explicación sobre la muerte debe ser acorde con la edad del pequeño, a continuación le presentamos algunos consejos:

3 a 5 años.
Los niños de esta edad no comprenden inmediatamente que la persona que muere nunca volverá, por lo que psicólogos y psiquiatras aconsejan que se les ejemplifique la situación con lo que ocurre a las flores que se marchitan en el rosal, igualmente, es de gran ayuda visitar a los parientes ancianos y explicar a los pequeños que envejecer es un proceso natural.

6 a 8 años.
En esta etapa es sumamente importante dejarles en claro las causas del fallecimiento, ya que suelen pensar que la persona ha muerto por algo que ellos han hecho, por ejemplo: “Papá murió porque me portaba mal y lo cansé” o “cuando discutimos el otro día desee que muriera”.

9 a 12 años.
Debido a su mayor comprensión, pueden sentirse abrumados por los sentimientos de pérdida, y a la vez verse incapaces de expresar estas emociones, asimismo, su búsqueda de información hace que se enfaden cuando se les mantiene al margen de conversaciones; quieren saber el máximo sobre la muerte como forma de tener algún control sobre la situación.

Para tranquilizarlos puede ser de gran ayuda encontrar rituales para recordar a la persona fallecida, como dibujarla, escuchar su música preferida y lanzar globos al aire.

Ritos funerarios
Animar al niño (a partir de los cinco años) a asistir y participar en el funeral puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo; es aconsejable explicarle con anticipación qué verá y escuchará, y por qué se realizan estos actos.

También es conveniente que el pequeño vea al cadáver y comentarle que el cuerpo deja de moverse, respirar, comer, hablar, ir al baño y no siente dolor.

Si uno o los dos padres están demasiado afectados para ocuparse del niño, puede ser necesario que otra persona se responsabilice de acompañarle durante los ritos, preferentemente alguien cercano al pequeño que le permita expresar sus emociones y se sienta cómodo contestando sus preguntas.

Ahora bien, aunque el infante sepa que su ser querido ha muerto, siente necesidad de seguir manteniendo una relación afectiva, y así, la persona fallecida puede convertirse en padre, madre, abuelo o abuela imaginaria, en estos casos se les puede ayudar al proporcionarles algún objeto personal para que lo conserven como recuerdo y forma de unión íntima con él o ella.

No es fácil permitir que los niños nos acompañen en estos momentos, pero ocultarles la verdad o mandarlos a casa del tío no sólo les hará sentir desplazados, sino se les transmitirá el mensaje de que no es bueno llorar o estar triste cuando alguien muere.

Saludos. 🙂

Pérdida Hijos

De: montedeoya Enviado: 14/12/2004 13:14

(…)Muy trágico, muy doloroso. Extraña sensación de perder un gemelo y tener el otro en casa, presente. Yo tengo una paciente en las mismas circunstancias, ya muy recuperada (a su hijo gemelo lo mataron teniendo 19 años hace unos 3 años). Qué hacer para sobrevivir? Primero deberás descargar tu dolor, angustia, desesperación, vacío, angustia, etc.  (llorar, gritar y patalear suelen ser lo más efectivo); por ahora sólo puedes hacer eso; existen 3 elementos esenciales para tu recuperación: 1. Información: información sobre el duelo, 2. Compañía: compañía que sepa acompañarte y mucha 3. Conversación (de lo que sientes, de tu hijo, de lo que quieras). Después de muchos años de trabajar en duelo, puedo decirte que lo más importante para recuperarte es OTRA PERSONA, otro ser humano que esté a tu lado (y que, por supuesto, conozca algo del duelo para saber acompañarte). Se que la fe es importante, pero otro ser humano a tu lado es fe hecha presencia física… Dónde está tu hijo? Eso depende de tus creencias… ubícalo en el mejor lugar que desees…. Mucha gente te asegurará que está bien… Confía en tu voz interior, que es tu voz: ella te dirá que está bien. Escríbele mucho, dile que te perdone por no estar allí y has con esa carta un ritual (quemarla, por ejemplo, enterrarla, etc.); escribe cuantas veces sea necesario, hasta que este sentimiento se agote. A tu preguntas, te respondo de nuevo: cree en ti, en tu voz… y espera, cada respuesta tiene su tiempo. Ese amor por tu hijo podría ser, más adelante, el germen de un grupo de duelo local, en tu ciudad, para padres que han perdido hijos… tal vez… más adelante… ya sabrás cuando es el momento …. si es que éste llega. Todo mi amor y esperanza.

montedeoya

Manual de tanatologia para niños

TANATOLOGÍA
¿Cómo puedo decirle que está muriendo?
Manual para adultos que están cerca de un niño que agoniza

Amar a alguien, es decirle: no morirás.
GABRIEL MARCEL

Adriana Pérez Araiza
Daniel E. Chowell Godínez
ÍNDICE
Introducción 4
Capitulo 1.
El duelo o el proceso doloroso. 5
–         El sufrimiento previo a la muerte 5
–         ¿Cuáles son las diferentes fases del sufrimiento previo a la muerte? 5
–         El proceso de duelo en la familia. 6
Capítulo 2.
El niño y la muerte. 7
–         El niño y su concepto de la muerte. 7
–         El bebe (0 ? 1 año) 7
–         El niño en edad de caminar (1 – 2 años) 7
–         El niño en edad pre-escolar (2 ? 5 años) 7
–         El niño en edad escolar (6 ? 11 años) 8
–         El adolescente (12 en adelante) 8
Capítulo 3.
Hablar sobre la muerte. 10
–         Hablar con el niño sobre la muerte. 10
–         ¿Cómo comunicarnos mejor? 10
–         ¿Cómo puedo hablar de su muerte con un niño? 11
–         ¿Es realmente importante tocar este tema con el niño? 12
–         Sentimiento de culpa y vergüenza 12
–         El miedo de que el dolor está asociado con la muerte. 12
–         El miedo a la separación               12
–         El papel de las creencias religiosas y culturales.               12
Capítulo 4.              
Las necesidades psicosociales del niño agonizante y su atención. 14
–         Infancia normal 14
–         Sensación de seguridad 14
–         Comunicación, atención y expresión de los miedos o la ira 14
–         Depresión y tratamiento 14
–         Necesidades espirituales 14
–         Concreción de un deseo 15
–         Autorización de los seres queridos para morir  15
–         Consuelo al saber que no están solos en el proceso de la agonía. 15
–     Establecimiento de límites 15
Algunas estrategias para facilitar la despedida del niño. 15

Capítulo 5.
La familia del niño que muere. 17
El sentimiento de perdida de los hermanos y los amigos. 17
Bibliografía y Referencias 19

Introducción.

Hablar de la muerte en nuestra cultura no es nada fácil. Tendemos a negar esta realidad como si fuese ajena a la vida, como si fuese una tragedia que ocurre por mala suerte, por desgracia.
Cuando por fin hablamos de la muerte, nos referimos mentalmente a conceptos como vejez, enfermedad o accidentes. Nunca pasa por nuestra mente que un niño pueda morir.
Y sin embargo, también los niños mueren. En nuestro país, tan sólo los menores de 1 año que murieron en 2001 representaron el 8 por ciento del total de muertes, sumando casi 36000 fallecimientos por diversas causas.* En edades de la 2ª y 3ª infancia, el cáncer es la principal causa de muerte en la infancia en los países desarrollados después de los accidentes.
Cuando se enfrentan a la muerte, puede ser que también los niños requieran cierto tipo de ayuda o apoyo para morir de mejor manera. Este es el objeto del presente manual. Ayudarte a ti, adulto, familiar o amigo, trabajador de la salud, maestro u orientador que estás, por alguna razón, cerca de un niño que muere, para que a tu vez puedas ayudar a ese niño a cumplir bien con la última etapa de su vida. A salir de su capullo y convertirse en mariposa.
En las siguientes páginas encontrarás algunos elementos que te ayuden a comprender esta realidad que en sí es muy difícil de aceptar; y así, comprendiendo, te puedas acercar más al pequeño, estar ahí, con él o ella, y poder así escucharle, saber lo que necesita y ayudarle en esta etapa en la que se resume su vida, en la que se está despidiendo del mundo, de sus seres queridos, de la vida misma.
En el Capítulo 1 encontrarás una descripción de lo que es el proceso de duelo, tanto para el niño agonizante como para su familia, de modo que puedas identificar en el niño que estás acompañando el momento emocional que está viviendo.
En el Capítulo 2 se revisan algunos conceptos que los niños tienen respecto a la muerte de acuerdo a su edad, de modo que puedas platicar con él desde su propia visión más fácilmente. Al respecto, en el Capítulo 3 encontrarás algunas sugerencias para hablar sobre la muerte con el niño.
En el Capítulo 4 se revisan las necesidades psicosociales del niño así como  unas sugerencias  de lo que puedes hacer con el niño para facilitarle en esta etapa tener mayor calidad de vida y también el paso a la muerte.
Por último, en el Capítulo 5 encontrarás algunas sugerencias importantes sobre la familia y amigos del niño.

CAPÍTULO 1
El Duelo o el proceso Doloroso.

Toda muerte es una separación. Es la separación definitiva, por la cual ya no estará físicamente esa persona tan importante para alguien, para nosotros mismos. Es por eso que duele, y ese dolor y pena que sentimos es más por uno mismo que por el fallecido. Nos duele lo que ya no podremos decirle, lo que ya no podremos hacer juntos, lo que ya no podremos contemplar juntos…
Y en el caso de la muerte de un niño, nos duele la vida misma. Un niño es la imagen perfecta de la vida, del futuro. Es un símbolo de una vida que crece, que apenas empieza a desarrollarse, y que sin embargo, de repente se ve arrancada y marchita, como una flor fuera de su rama. Ya no podrá convertirse en un fruto. Ya no podrá madurar y dar semillas. Ha terminado.
Por eso duele tanto que un niño muera.
Pero la vida sigue. Sigue para los que se quedan, y por eso hay que pasar a través del dolor para poder seguir adelante.
La muerte de un niño es considerada como un factor de riesgo para el duelo complicado; a pesar de la posible presencia de la aflicción anticipatoria ?el sentimiento de pérdida antes de que se produzca el fallecimiento- y de los cambios graduales en la función y estructura familiar que una enfermedad crónica provoca, lo cierto es que para el momento de la muerte y lo que esto significa, nadie está preparado.
Por eso es necesaria una atención tanto al niño que está muriendo, como a la familia que le sobrevive.
A continuación encontrarás un esquema para planear y efectuar el apoyo tanto al niño que agoniza como a los familiares.

El sufrimiento previo a la muerte.

Generalmente se utiliza el concepto de duelo en lo que respecta a la familia y a los seres queridos de la persona agonizante, mientras que para referirnos al sentimiento del niño agonizante utilizamos el de Sufrimiento previo a la muerte.
Este sufrimiento puede iniciar cuando la muerte se convierte más que en una posibilidad, en un diagnóstico.
El sufrimiento tiene algunas etapas comunes que experimentan diferentes personas en la misma situación. Sin embargo, dado que cada individuo y cada familia son diferentes, perciben el sufrimiento, la muerte y la enfermedad de una manera muy particular.

¿Cuáles son las diferentes fases del sufrimiento previo a la muerte?

El sufrimiento y el duelo no tienen magnitudes específicas ni restricciones de tiempo. Cada individuo expresa su sufrimiento y su sentimiento de pérdida a su manera y en su propio tiempo.
El sufrimiento previo a la muerte puede incluir las siguientes fases, aunque no exclusivamente en este orden. Frecuentemente, el sufrimiento es una expresión que incluye cada una de estas fases o estados en tiempos, intensidades y órdenes múltiples.
?         Fase I. En esta etapa, el individuo se da cuenta de que la muerte es inevitable y que no existe una cura posible. Generalmente, la tristeza y la depresión están relacionadas con esta primera etapa del sufrimiento.
?         Fase II. La fase siguiente del sufrimiento previo a la muerte es la preocupación por la persona agonizante. La preocupación en un niño puede aumentar por sí mismo y por su temor a la muerte, o debido a las emociones que expresan los seres queridos que lo rodean.
?         Fase III. En esta fase puede “ensayarse” la verdadera muerte. El proceso físico de la muerte y de lo que puede ocurrir después de ésta son las preocupaciones de esta etapa. Como consecuencia de algún sufrimiento previo a la muerte, el niño puede hacer la despedida de sus seres queridos y realizar una especie de testamento o expresar deseos que quiere cumplir aún o en su funeral.
?         Fase IV. En la última fase, La persona agonizante puede pensar en la vida después de la muerte, y también intentar imaginar cómo será la vida de sus seres queridos en su ausencia.

El proceso de duelo en la familia.

El sufrimiento suele dividirse en cinco etapas, que son útiles para identificar las emociones de cada miembro de la familia en particular, pero debemos recordar que cada persona reacciona a un evento doloroso de una manera única, influyendo su edad, su relación con el niño que muere, etc.
Para la atención de la familia que está perdiendo un hijo es muy probable que se requiera a un profesional, o bien, que la familia encuentre un espacio propicio para su propia atención: grupos de apoyo, etc.
Las etapas del duelo son las siguientes:
? Negación. La negación es una etapa en la cual se cree que la muerte no ocurrió, o bien, antes de ésta, que el diagnóstico terminal es erróneo. La persona puede estar aturdida o conmocionada. La negación es una reacción de protección ante un evento demasiado abrumador para enfrentarlo inmediatamente.
? Enojo. El enojo es la etapa en la cual la persona se encuentra muy alterada y enfadada porque la tragedia le ha sucedido a su familia. Las reacciones con enojo varían de persona a persona, pudiendo llegar a la agresividad.
? Acuerdo. En esta etapa es muy común encontrarse con preguntas dirigidas a Dios como por ejemplo, “¿Por qué a mi hijo?” y “¿Qué hicimos para merecer esto?”. La culpa es el principal sentimiento en esta etapa. Los padres intentan recordar eventos o decisiones propias que puedan haber contribuido a la muerte de su hijo. Es importante recordar que ni usted ni su hijo son responsables de la muerte.
? Depresión o tristeza. En esta etapa ya no se niega la muerte del niño y es probable que los padres y los hermanos sientan una profunda tristeza. Esta reacción es normal y puede ir acompañada de cambios físicos como perturbaciones del sueño o sueño excesivo, cambios en el apetito o dificultades para concentrarse en actividades diarias simples.
? Aceptación. La aceptación es la etapa en la cual el individuo acepta la muerte y la incorpora como parte de su vida. La persona ha llevado a cabo una adaptación a la pérdida. Si bien esto no significa que no vayan a existir otros sentimientos, una vez que se llega a esta etapa, las familias suelen sentirse más confiadas para manejar sus vidas.

CAPÍTULO 2.                         
El niño y la muerte.

El niño y su concepto de la muerte.

Algo que nos puede facilitar el acercarnos a un niño que está muriendo y platicar con él o ella sobre su situación y cómo la está viviendo, es tener una idea general sobre qué es lo que nos podemos encontrar sobre lo que este niño o niña piensa o se imagina sobre la muerte.
En primer lugar tenemos que estar conscientes de que el concepto de muerte es algo que se va construyendo a partir de los bloques o ladrillos que la familia y la cultura particulares de cada quien le va aportando, pero que este proceso de construcción depende también de las herramientas cognitivas que el niño va desarrollando en su proceso de crecimiento y desarrollo psicológico.
Pero lo más importante será, luego de entender lo anterior, tratar de conocer el punto de vista del niño que estamos atendiendo.
Para ello será imprescindible un acercamiento profundo, mediante la comunicación abierta, como veremos en el siguiente capitulo, pero no está de sobra el revisar los conceptos que han surgido de la investigación en este campo, acerca de qué es lo que los niños piensan respecto de la muerte, para así poder entender mejor qué es lo que nuestro niño o niña piensa y siente de su muerte.

El bebé. (0 ? 1 año)

Para un bebé, la muerte no es un concepto real. Sin embargo, los bebés reaccionan frente a la separación de uno o ambos padres, a los procedimientos dolorosos y a cualquier alteración de su rutina. Un bebé con una enfermedad terminal requiere tanto cuidado físico y emocional como cualquier otra persona para lograr un entorno cómodo. Mantener una rutina constante es importante para el niño y las personas que están a su cargo. Los bebés no pueden comunicar sus necesidades verbalmente, pero utilizan otras formas, como el llanto para mostrar su incomodidad y sus sentimientos.

El niño en edad de caminar. (1 ? 2 años)

Para el niño en edad de caminar, la muerte tiene muy poco significado, de hecho, para algunos, es algo temporal y reversible. La persona que muere puede aún comer, ir a la escuela o a trabajar, etc.
Lo que sí sucede es que pueden percibir la ansiedad de las emociones de quienes los rodean. Cuando los padres o los seres queridos de un niño en edad de caminar están tristes, deprimidos, asustados o enojados, los niños intuyen estas emociones y manifiestan preocupación o miedo. Los términos “muerte”, “para siempre” o “permanente” pueden no tener un valor real para los niños de esta edad. Aun contando con experiencias previas con la muerte, el niño puede no comprender la relación entre la vida y la muerte.

El niño en edad pre-escolar (2-5 años)

Los niños en edad pre-escolar pueden comenzar a comprender que la muerte es algo que atemoriza a los adultos. En esta edad se percibe a la muerte como temporal, justo como en las historietas o los dibujos animados y como en sus juegos. Con frecuencia, la explicación sobre la muerte que recibe este grupo es “se fue al cielo”. La mayoría de los niños de esta edad no comprende que la muerte es permanente, que cada persona y cada ser vivo finalmente muere, ni que los seres muertos no comen, no duermen ni respiran.
La experiencia con la muerte con la que cuentan está influenciada por aquellos que los rodean. Pueden preguntar “¿por qué?” y “¿cómo?” se produce la muerte. El niño en edad pre-escolar puede sentir que sus pensamientos o acciones han provocado la muerte y, o la tristeza de quienes lo rodean, y puede experimentar sentimientos de culpa o vergüenza.
Cuando un niño en edad preescolar se enferma gravemente, puede creer que es su castigo por algo que hizo o pensó. No comprende cómo sus padres no pudieron protegerlo de la enfermedad.

El niño en edad escolar. (6-11 años)

Los niños en edad escolar desarrollan un entendimiento más realista de la muerte, en el sentido de que se trata de algo irreversible y definitivo. Aunque la muerte puede ser personificada como un ángel, un esqueleto o un fantasma, el niño ya comienza a comprender la muerte como permanente, universal e inevitable. Pueden manifestar mucha curiosidad sobre el proceso físico de la muerte y qué ocurre después de que una persona muere. Es posible que debido a esta incertidumbre los niños de esta edad teman su propia muerte. El miedo a lo desconocido, la pérdida de control y la separación de su familia y amigos pueden ser las principales fuentes de ansiedad y miedo relacionadas con la muerte en un niño en edad escolar.

El adolescente. (12 y más años).

Al igual que con las personas de todas las edades, las experiencias previas y el desarrollo emocional influyen en gran medida en el concepto de la muerte de un adolescente.
Independientemente de haber o no tenido experiencias previas con la muerte de un familiar, un amigo o una mascota, la mayoría de los adolescentes comprende el concepto de que la muerte es permanente, universal e inevitable.
Es durante el período de la adolescencia cuando la mayoría de los niños comienza el proceso de establecer su identidad, su independencia y la relación con gente de su misma edad.
Un tema predominante de este período es el sentimiento de inmortalidad o de estar exento de la muerte. Cuando la muerte se vuelve una amenaza real para ellos,  todos sus objetivos de destrozan. Las actitudes negativas y desafiantes pueden cambiar de repente la personalidad de un adolescente que se enfrenta a la muerte. Puede sentir no sólo que ya no pertenece o no encaja con sus amigos, sino que tampoco puede comunicarse con sus padres.
Otro concepto importante entre los adolescentes es la imagen que ellos tienen de sí mismos. Una enfermedad terminal y, o los efectos del tratamiento pueden provocar muchos cambios físicos que enfrentar. El adolescente puede sentirse solo en su lucha, temeroso y enojado.
Con esta visión general sobre la evolución del concepto de muerte en los niños hasta los adolescentes, es importante que nos percatemos de que los niños de todas las edades responden a la muerte de una manera particular, pero todos necesitan apoyo y lo demuestran de una u otra manera, sea con llanto, con cambios de conducta bruscos o bien, acercándose y pidiéndolo.
En particular, cuando una persona de cualquier edad, sobre todo un niño, se enfrenta a su muerte, necesita de alguien que le escuche, le tranquilice y disipe sus miedos.
LA VIDA
     Elizabeth, mi sobrinita, entró sigilosamente a mi recámara, para despedirme.
Mirándome fijamente, me preguntó:
     – Tía ¿es cierto que te vas?
     – Me voy, Elizabeth.
     – Entonces me quedo a dormir aquí contigo.
     – Está bien.
Elizabeth corrió a traer su libro ?La vida de las plantas?.  Me lo abrió para que yo le leyera.
Pronto Elizabeth iba a cumplir los cinco años de edad.
Comencé a leer.
Inesperadamente Elizabeth clavó sus ojos en los míos, y me preguntó:
     – La vida de las plantas; tía ¿qué es la vida?
     – Es difícil explicártelo, Elizabeth; la vida es el tiempo que pasa entre el momento en que naciste y el momento en que mueres.
     -¿Nada más, tía?
     – Nada más, Elizabeth.
     – Y, cuando yo me muero ¿ya no soy nada?
     – Ya no serás nada.
     – ¿Cómo cuando una planta en invierno se seca?
     – Más o menos
     – Pero en primavera la planta despierta y tiene flores de nuevo.
     – Elizabeth, para nosotros no es así; cuando tú mueres, mueres para siempre.
     – ¿También tú mueres para siempre, tía?
     – Sí; y también tú, Elizabeth.
     – Pero tía, esto no es posible.
     – Si, Elizabeth, es posible.
     – Pero no es justo.
     – No es justo; pero ahora duérmete, por favor. 
     – Si, Si, me duermo, tía; pero lo que tu me dices no es cierto; cuando yo me muera, si me secaré, pero naceré de nuevo; la vida no es lo que tú me dices, tía; es otra cosa.

(O. Fallaci)
CAPÍTULO   3.
Hablar sobre la muerte

Hablar con el niño sobre la muerte.

Los niños, como cualquier persona, necesitan información honesta y clara sobre su estado de salud y su probable proceso de agonía.
El objetivo final al hablar con un niño agonizante sobre la muerte es brindarle la mayor comodidad posible e intentar disipar sus miedos. Si el niño no está preparado para hablar sobre la muerte, la mejor actitud de los padres y de las personas que lo cuidan es esperar hasta que lo esté.
La parte más importante en el proceso de ayudar a una persona a bien morir es la de la comunicación con esta persona.
Se trata no solo de ?platicar?, sino de estar, de tratar de comprender a esa persona como si uno fuera ella misma, sin dejar de ser uno.
Si repasamos nuestra historia personal, podremos encontrarnos con algún evento en el cual nos sentimos realmente escuchados, comprendidos por otra persona; alguien a quien pudimos tratar de explicarle cómo nos sentíamos o lo que estábamos pensando y sentimos que realmente nos comprendió.
Pues de eso se trata, y no es que sólo algunas personas tengan el don para entender a otras, se trata de una habilidad, y como tal, se puede desarrollar y ejercitar.

¿Cómo comunicarnos mejor?

Tomemos en cuenta que al comunicarnos, no solo intercambiamos ideas y puntos de vista a nivel lógico, sino también, sentimientos, estados de ánimo, emociones y actitudes en una escala mucho mayor que la que imaginamos.
Esto sucede básicamente en dos formas de comunicación: la Verbal y la No ? verbal.
Por comunicación Verbal entendemos propiamente el discurso que establecemos oralmente: las ideas son transmitidas así.
En Comunicación No verbal agrupamos tanto la postura del cuerpo, la mirada, la expresión facial, el tono de voz, la velocidad de las palabras, la cercanía de los cuerpos de los interlocutores, etc. Con todo esto estamos transmitiendo y recibiendo el componente afectivo de la comunicación: actitudes, emociones, sentimientos.
A este tipo de comunicación es al que hay que poner especial atención para mejorar nuestra ?Escucha? cuando interactuemos con una persona agonizante, y en general, cuando queramos de verdad entender lo que otro ser humano está tratando de comunicarnos.
Carl Rogers, un psicólogo norteamericano muy influyente, delineo además tres actitudes básicas de la persona que sabe escuchar en un ambiente terapéutico, es decir, en el cual se pretende que la persona cambie y mejore su propio funcionamiento interpersonal, pero que se puede traspolar a cualquier relación humana:
1.        Aceptación positiva incondicional. Esto significa que no importa lo que nosotros pensemos de lo que la persona nos está comunicando, igual aceptamos a la persona, somos capaces de acoger emocionalmente y de manera positiva a esa persona. Aunque lo que nos cuente sea desagradable, o bien, no compartamos su opinión, lo que nos interesa es la experiencia de la persona y la persona misma, que está por encima de la simple experiencia y de nuestros juicios.
2.        Empatía. con esta actitud, Rogers quiere decir que al escuchar, intentemos ponernos en el mismo nivel de la persona que nos platica, es decir, tratamos de escuchar y al mismo tiempo sentir como si fuese yo mismo esa persona, sin perder de vista que no lo soy. No dejo de ser yo, pero quiero ponerme en su lugar para entenderle mejor y saber porqué usa justo esas palabras, porqué dice lo que dice y calla lo que calla. ¿qué quiere decir con un suspiro? ¿qué quiere expresar con este silencio?
3.        Autenticidad.  Convertir la experiencia de relación con la persona moribunda en una profunda comunicación humana requiere que no perdamos de vista que somos nosotros mismos una persona en sí, que somos únicos, conscientes, libres. Y que lo que estamos compartiendo nos genera nuestros propios sentimientos, y en base a ellos reaccionamos de manera auténtica. En ocasiones nos sentiremos tristes o conmovidos con lo que escuchamos y compartimos. Si somos auténticos, sabremos expresar estos sentimientos para profundizar en la relación.
Respecto de la Comunicación Verbal en la que se formulan las ideas, es necesario considerar, como ya lo señalamos en el capítulo anterior, que los niños tienen su propio concepto de la muerte de acuerdo a su propia evolución psicológica. Por lo mismo, no vamos a esperar un intercambio de ideas desde nuestra propia lógica, sino desde la de cada niño en particular.
Lo que sí vamos a hacer es poner mucha atención en lo simbólico.
La muerte es uno de los misterios más grandes de la vida. Pero no es ajeno a quien está acercándose a él en su propia experiencia. Por eso, tratándose de asistir a alguien en su muerte, quien ?ayuda? es el aprendiz y quien está muriendo es el maestro. Así tenga tres o noventa años de edad.
Y como es un misterio, no puede ponerse en palabras concretas, menos si quien lo está exponiendo es un niño. Por eso se recurre tanto al lenguaje simbólico; y por eso es tan necesario poner atención a los ritos, dibujos, juegos, escritos o cualquier otro medio que el niño utilice para expresar lo que está viviendo.

¿Cómo puedo hablar de su muerte con un niño?

Es necesario, según la edad del niño, tomar en cuenta lo siguiente al hablar con él o con ella sobre la muerte.
Los bebés no poseen habilidades lingüísticas; sin embargo, reaccionan al bienestar físico. Cuando un bebé agoniza, una caricia y un abrazo reconfortantes son tan importantes para él como para aquél que lo cuida. La comunicación del amor se puede expresar mediante una caricia suave y un abrazo tierno.
Para los niños que comienzan a caminar y los niños pequeños, se debe utilizar un lenguaje concreto. Se deben evitar términos confusos para describir la muerte, como por ejemplo, “dormir” y “desaparecer”. Un niño puede tener miedo de dormirse si asocia la idea de dormir con la muerte.
Los niños pequeños pueden hacer preguntas muy directas sobre la muerte, si tienen la oportunidad; y es importante ser honesto y consecuente con las respuestas. Si hacen una pregunta para la cual se desconoce la respuesta, es preferible admitirlo, y no inventar una. Los niños pueden detectar la mentira en una respuesta desde muy temprana edad. También pueden recibir información poco consecuente si las respuestas de diferentes personas son engañosas o evitan la verdad.
Los adolescentes pueden querer hablar sobre la muerte con un amigo u otra persona que no sean sus padres. Se debe fomentar la comunicación de cualquier manera que pueda ayudar al joven a expresar sus miedos y preocupaciones.

¿Es realmente importante tocar este tema con el niño?

Para una persona adulta, la muerte de otros siempre refiere a la propia muerte. Consciente o inconscientemente, cuando nos enfrentamos a la persona moribunda nos damos cuenta de nuestra propia finitud y mortalidad. Por eso es tan difícil enfrentar esta situación y más aún, hablar de la muerte con la persona que está muriendo.
Pero es necesario. Y es importante para esa persona. Por eso, quien ayuda debe primero admitir y aceptar la muerte en sí. Y saber que le va a doler y que puede no ser agradable estar ahí mientras otro, un niño o una niña, a quien preferiríamos ver jugando y riendo, está muriendo en una cama.
En eso consiste la difícil tarea de ayudar a bien morir. Ahora bien, la ayuda al niño puede convertirse fácilmente en la ayuda a la familia, por la cercanía que seguramente habrá de ella.
Por eso es importante evaluar los conceptos y creencias del niño y de su familia acerca de la muerte y la vida después de ésta cuando se establece una comunicación con ellos. Los niños pueden experimentar miedos y preocupaciones que no expresan porque no se sienten cómodos o porque no saben cómo hacerlo.
Entre algunas de estas preocupaciones, se incluyen las siguientes:

Los sentimientos de culpa y de vergüenza.

Los niños pueden creer que sus pensamientos han provocado la enfermedad o la muerte que está causando la tristeza de todos. Es importante hablar con el niño acerca del hecho de que los médicos y las enfermeras no siempre pueden evitar la muerte y, además, asegurarle que los malos pensamientos no pueden causar la muerte y que él no ha hecho nada malo para provocar la muerte o la enfermedad.

El miedo de que el dolor esté asociado con la muerte.

Al confrontar estos temores, es importante explicarle al niño el uso de los medicamentos para controlar el dolor. Recuérdale que la muerte en sí no es dolorosa.

El miedo a la separación.

Este tema puede tratarse recurriendo a las creencias religiosas o culturales específicas relacionadas con el cuerpo, el alma o el espíritu. Tranquiliza al niño afirmándole que no estará solo en el momento de la muerte.

El papel de las creencias religiosas y culturales.

Estas creencias influyen en gran medida en la experiencia de la muerte y los niños son especialmente sensibles a las connotaciones espirituales de la muerte y a la interpretación que de ella se hace en la religión.
Precisamente por el carácter simbólico que tiene el lenguaje religioso, si la familia de un niño que está muriendo lo ha educado en alguna tradición religiosa, será mucho más fácil hablar con él o ella de su propia muerte recurriendo a este lenguaje.
Los padres, los miembros de la comunidad religiosa de la familia, los ministros y los sacerdotes pueden desempeñar un papel importante al momento de explicarle el concepto de muerte a un niño.
Es importante la congruencia en la comunicación de las creencias de la familia sobre la muerte y la vida después de ésta. El hecho de compartir estas creencias con las demás personas que cuidan del niño puede limitar su confusión.
Esto es particularmente importante para evitar reacciones discordantes, por ejemplo, entre el padre de un niño que muere, que ha aceptado este hecho y la mamá del niño, que aún está en una etapa de negación o de coraje contra este suceso; que por lo mismo reaccionarán muy diferente frente al niño, causándole mayor problema a él.
Al respecto, es necesario comentar que los niños, a diferencia de los adultos, no están tan apegados a cosas de la vida, a bienes y a las mismas personas, por lo que para ellos, desprenderse de la vida no es una tarea tan difícil como lo es para los adultos. Es por ello que los adultos que quieren ayudar a un niño deben estar conscientes de esto para que sus propios apegos al niño y a lo que le representa (el futuro, la vida misma, etc.) no obstaculicen el proceso de despedida del niño. Porque a esto sí es muy sensible un niño: a los sentimientos de quienes le rodean. Y si perciben que con su muerte están ?lastimando? a alguien, cuanto más si es a alguien que ellos quieren, experimentarán más dificultades para dejarse morir, para despedirse.
En el siguiente capítulo encontraremos algunas pistas más sobre las necesidades psicosociales del niño que agoniza, las cuales nos darán una mejor idea de qué es lo que podemos hacer al respecto