Respaldo de material de tanatología

Qué es la ética ?

De: nana  (Mensaje original) Enviado: 23/10/2006 8:50

. QUÉ ES LA ETICA

ORIGEN

El sentido más antiguo de la ética (de origen griego) residía en el concepto de la morada o lugar donde se habita; luego referido al hombre o pueblos se aplicó en el sentido de su país, tomando especial prestigio la definición utilizada por Heidegger: “es el pensar que afirma la morada del hombre”, es decir su referencia original, construida al interior de la íntima complicidad del alma. En otras palabras ya no se trataba de un lugar exterior, sino del lugar que el hombre porta a sí mismo. “El ^ethos es el suelo firme, el fundamento de la praxis, la raíz de la que brotan todos los actos humanos.

El vocablo ^ethos sin embargo, tiene un sentido mucho más amplio que el que se da a la palabra ética. Lo ético comprende la disposición del hombre en la vida, su carácter, costumbre y moral. Podríamos traducirla “el modo o forma de vida” en el sentido profundo de su significado.

^Ethos significa carácter, pero no en el sentido de talante sino en el sentido “del modo adquirido por hábito”. ^Ethos deriva de éthos lo que significa que el carácter se logra mediante el hábito y no por naturaleza. Dichos hábitos nacen “por repetición de actos iguales” , en otras palabras, los hábitos son el principio intrínseco de los actos.

En el ámbito conceptual de la ética, tenemos un círculo correlacionado entre ^ethos – hábitos – actos. En efecto si ^ethos es el carácter adquirido por hábito, y hábito, nace por repetición de los actos iguales, ^ethos es a través del hábito “fuente de los actos” ya que será el carácter, obtenido (o que llegamos a poseer -héxis) por la repetición de actos iguales convertidos de hábito, aquel que acuñamos en el alma.

El hombre a través de su vida va realizando actos. La repetición de los actos genera “actos y hábitos” y determinan además las “actitudes”. El hombre de este modo, viviendo se va haciendo a sí mismo. El carácter como personalidad es obra del hombre, es su tarea moral, es el cómo “resultará” su carácter moral para toda su vida…

Podemos aproximarnos a la conceptualización de la palabra “moral” (origen del latín) como la adquisición de “Modo de Ser logrado por apropiación”, o por niveles de apropiación, donde se encuentran los sentimientos, las costumbres y el carácter.

El carácter o personalidad moral, como resultado de actos que uno a uno el hombre ha elegido, es lo que el hombre ha hecho por sí mismo o por los demás. “El hombre en este contexto se hace y a la vez es hecho por los demás, tanto positiva como negativamente”.

La Etica (repito:de origen griego) como muy bien dice Vidal, es la “realidad y el saber que se relaciona con el comportamiento responsable donde entra en juego el concepto del bien o del mal del hombre”.

La ètica florece a partir de nuestros valores que nos dictan si algo esta bien o mal (correcto o incorrecto) en un acto humano. Mayor relevancia adquiere cuando el acto afecta a un tercero.

La Moral (de origen Latín) significa lo mismo que ética ya que traduce el significado de éthos (costumbre) y ^ethos (carácter/talante), dejando atrás su primera aproximación en que el término mos solo se refería a “costumbre”.

Normalmente la ética se emplea respecto a aproximaciones de tipo filosóficas y de tipo racional como tal. El término moral por su parte, se utiliza más en consideraciones de tipo religioso. Frente a la justificación de las normas de comportamiento utilizamos ética como concepto. Moral en cambio, es referido a “códigos concretos de comportamiento”.

PRINCIPIO GENÉRICO HISTÓRICO

En el origen, la ética aparece subordinada a la política (ética individual y ética social). En efecto, el hombre griego de la época sentía la polis como inmediatamente encardinada en la naturaleza. En Aristóteles, la moral forma parte de la ciencia de la política porque la vida individual solo puede cumplirse dentro de la polis (interpretando: lo que en realidad pretendía decir era que lo sustenta el bien particular es el bien común) y determinada por ella; incluso eleva la polis a la calidad de divino. En la doctrina aristotélica el fin de la ética y de la política son idénticos: La Felicidad, que como “bien autosuficiente” no es un bien más entre otros, ni componente de algún estado de cosas. La Felicidad es la suprema justificación de la vida del hombre.

Platón establecía que era la polis y no el individuo el sujeto de la moral, es decir -planteaba- la virtud no puede ser alcanzada por el hombre sino que el Estado lo debe orientar hacia fines morales (no por medio de la dialéctica sino por la persuasión).

La ética de Kant es de un individualismo radical, pues no presupone exigencias transpersonales sino que busca el deber de perfección propia. “Nunca puede ser un deber para mi cumplir la perfección de los otros”. Kant sustituye la moral del bien y de la felicidad por una moral del puro deber y de la conciencia individual.

Para Hegel el espíritu subjetivo una vez en libertad de su vinculación a la vida natural, se realiza como espíritu objetivo en tres momentos: Derecho, ya que la libertad se realiza hacia afuera; moralidad, es decir, el bien se realiza en el mundo; y la eticidad, que se realiza a su vez en tres momentos: Familia, Sociedad y Estado, siendo éste último según él, el sujeto supremo de la eticidad, aunque probablemente haya querido decir que el Estado “es” sujeto de eticidad, Estado de justicia, Estado ético.

En resumen , en el origen la ética se encuentra subordinada a la política, tanto la individual como la social, pero la ética social está por sobre la ética individual ya que la ética individual se abre a la ética social por que ella la determina.

EL OBJETO MATERIAL DE LA ÉTICA

El objeto material de la ética son los actos humanos (desde el punto de vista del bien), libres y deliberados, debido a que determinan el carácter (modo de ser adquirido por hábito y por lo tanto determinantes de nuestras vidas). Por dichos actos me refiero a los actus hominis y humanis, pero no a los primo primi, ya que al ser provocados por causas naturales son ajenos a la ética.

Santo Tomás distingue los actos de voluntad respecto al fin -que tienden al fin en cuanto tal- y los respecto al medio -aquellos que son por decisión de los medios, o de consejo o deliberación, complacencia o deleite o por razón o voluntad. Estos actos, sin embargo serán válidos cuando la voluntad proceda reflexivamente.

EL HORIZONTE DEL VALOR

El valor se define como aquello que es apetecible, amable, digno de aprobación, de admiración o útil para un fin determinado.

La ética del valor tiene una raíz neokantiana (el deber como fin en sí mismo) y fenomenológica (considera la experiencia moral como intuición emocional y material de los valores).

Como concepto, el valor dice siempre relación a la persona en cuanto constituye un bien para ella en lo que se refiere a la persona individual en cuanto tal y a la sociedad (valor social o lo que dice relación de la persona a otras personas) ya que el valor moral otorga el adjetivo de bondad o maldad.

El valor ético, es decir lo que dice relación a la persona en relación a sí misma, en conformidad con el ser humano, la recta razón, la auténtica realización o con el fin último de la persona, dependerá de lo que su valor supremo considera como referente dentro de un pensamiento ético, y por lo tanto debido a su relatividad, el pensamiento ético es divergente y en ocasiones absoluto.

La moral pertenece al orden de la acción humana (praxis) , se relaciona con la actividad en cuanto es producida por el hombre ya que la acción humana (conforme al valor moral) define al hombre mismo. El valor moral coincide con la determinación de cuál es el valor supremo dentro del orden moral y por lo tanto “desde él se organiza el universo objetivo de la moralidad”, por ejemplo, los sistemas legales, la felicidad como consecución del fin, la armonía interior, el altruismo o la utilidad social; o lo que constituye el valor moral cristiano como la caridad, la imitación y seguimiento de Cristo o la realización del reino de Dios.


TEMATIZACION DE LA ETICA

Podemos hablar del objeto formal referido al bien moral, es decir los actos, hábitos, ^ethos en cuanto buenos o malos.

El bien es lo que todos los hombres apetecen. Todo lo que hacemos (Aristóteles) lo hacemos desde un proyecto con vistas a un fin, es decir como en cada caso lo mejor, aunque dicho fin no se realice hasta el final del proceso.

Los fines al igual que los medios, empiezan por ser proyectos al estar realizándose. El proyecto es concebido dentro de una realidad o sobre ella. Al proyectar se piensa en lo que se va hacer tendiendo en lo posible a la realidad (o a lo posible). Este va cobrando entidad en la medida que va concretando cada “medio” paso a paso.

Por ejemplo si la vida es un “quehacer permanente”, podemos proyectar lo que vamos hacer. Pero la ejecución de una simple acción, aun habiendo previsto todos los elementos necesarios para ejecutarla, incluso llegando a imaginar su implementación exactamente como lo habríamos concebido, cuando entonces nos enfrentamos a un “azar que no alcanzamos a comprender” al encontrar que la realidad presenta sus resistencias (o facilidades) siempre en mayor o menor grado imponderables. Sería utópico pretender hacer una vida entera exactamente de acuerdo con un plan establecido. El proyecto de vida que deseamos no es más que un borrador que a través de uno a uno de los actos, se va perfilando, cobrando forma y las resistencias nos irán determinando al vencerlas o doblegarnos optando por vías menos exigentes o de lo contrario, nos desanimamos quedando abatidos en la derrota.

Aristóteles distingue los fines y medios por medio de su clasificación de bienes: los que se buscan siempre por causa de otros, bienes que se buscan por sí mismo y nunca por causa de otros y ciertos bienes que aun cuando se buscan son también buenos. Todos los bienes excepto uno pueden ser tomados como medios y fines.

Aristóteles construye el sistema ético en torno a la idea del fin último. La vida humana en cuanto a comportamiento se concibe como una pirámide de fines y medios. Los bienes que nunca se buscan por si mismos sino siempre por otros se encuentran en la base, sobre éstos se encuentran , los que pudiendo buscarse por si mismos dependen de otros, encima de éstos, los que se buscan por si mismos y encima de éstos se encuentra un bien y sólo uno, que nunca es tomado como medio, sino que al contrario es aquel por el que hemos buscado todos los anteriores. Este fin estaría en el origen de toda nuestra actividad orientándola y dirigiéndola. Es el fin último y como tal el bien absoluto o supremo por el cual todos los demás bienes solo serían útiles para alcanzar éste último y que es precisamente: la felicidad. Y como toda moral consiste en apropiación donde el bien moral es fuente de posibilidades apropiadas, dicha felicidad sería la apropiación última de nuestra posibilidad mejor.

Esta concepción finalista de estimar la vida entera en función exclusiva del fin conlleva la idea de reducir el valor de los actos a su relación de acercamiento o alejamiento al fin último.

La felicidad es siempre una posibilidad ya apropiada y por lo tanto el hombre esta ligado a ella. Hay posibilidades múltiples y totalmente diversas de ser feliz. Estas posibilidades son los bienes (es decir posibilidades apropiables).

Para Kant la ética de la felicidad no es aceptable porque la felicidad le es al hombre natural y por lo tanto no es un deber sino lo contrario, es una inclinación natural (lo que se hace por amor queda fuera del deber).

Kant no solo rechaza la idea de la felicidad sino en general la idea del bien y reemplaza la ética del bien por la ética del deber. Establece que “no es el concepto del bien lo que determina la ley moral y la hace posible, sino al contrario, es la ley moral lo que determina el concepto del bien y lo hace posible”. En su concepto, el bien consiste en lo que se debe hacer, donde la ley moral es la que determina el concepto del bien y la hace posible.

MOVIMIENTOS DEL SIGLO XX

De: Alias de MSN-BLONDE-8  (Mensaje original) Enviado: 02/04/2008 2:03

El Movimiento Existencialista es uno de los más influyentes sistemas filosóficos en el siglo XX
Es el movimiento que marca la entrada de Occidente en la adolescencia, pues  se plantea el sentido de la vida, y como resultado surge la ?angustia existencial?

Dice Heidegger: ?El hombre, a diferencia  de las cosas, se crea libremente a sí mismo, es su libertad. Sin embargo el hombre no es una subjetividad cerrada, si no inacabada y abierta: el hombre está íntimamente vinculado al mundo y, en particular, a los demás hombres (co-existencia, comunicación). La existencia humana, por su misma inestabilidad, por ese hacerse continuamente, es problemática  y está presidida por el signo de la angustia, que nace al percatarse el hombre de su finitud y de la fragilidad de su posición en un mundo al que ha sido arrojado?.

Este movimiento es también muy interesante porque por primera vez, el hombre (en occidente) se posiciona como espectador de su propia vida. Al hacer esto, se siente ajeno a sí mismo y  contempla la vida como si en realidad los acontecimientos no fueran con él. Esto se ve claramente en EL EXTRAJERO de Albert Camus. El protagonista  relata los sucesos de su vida sin emociones, es decir, se siente extranjero de sí-mismo.
Este es un paso más en la evolución de la conciencia.

Otro movimiento es el que se desarrolló en los años 60 con la experimentación de las drogas psicodélicas:  el llamado Movimiento Contracultural o Revolución Cultural.

El documental LOS  PIONEROS PSICODÉLICOS  (Canal Historia) explica cómo se inició este movimiento y  cómo marcó a millones de personas de varias generaciones de una forma definitiva.

Empieza hablando del año 1950 en que se inicia la experimentación psiquiátrica pionera llevada a cabo en un pueblo de Canadá, por un grupo de científicos, Abram Hoffer (bioquímico y psiquiatra), Humphry Osmond (psiquiatra) y posteriormente Dunkan Blewett ( psicólogo). Investigaban sobre las causas de la esquizofrenia y Osmond descubrió que ésta era causada por el propio cuerpo del paciente al producir una droga llamada adrenocromo  que era la causante de  las alucinaciones. Intentaron investigar con esta droga, pero al ser muy inestable, obtaron por un nuevo fármaco que se acababa de descubrir. En 1952  el laboratorio Sandoz de Suiza  descubre por casualidad el LSD  al estudiar los efectos del cornezuelo del centeno, y  Osmond pide le sea enviada esta droga para seguir investigando en colaboración con Hoffer.  Investigaron consigo mismos para entender las alucinaciones de los esquizofrénicos, pero se encontraron con unos resultados muy diferentes. Investigaron con individuos normales y con  alcohólicos, pues pensaban que administrándoles LSD, adelantarían el ?delirium tremens? que les esperaba si seguían bebiendo, pero los efectos  fueron toda una revelación. La droga neutralizaba los neurotrasmisores del cerebro y el impacto sobre la mente era profundo, dando lugar a un estado de  conciencia alterada y totalmente alejada de la realidad rutinaria. El mundo es percibido pleno de sentido y significado. Esta experiencia hizo que un 50% de los alcohólicos elegidos dejaran la bebida, pues sentían que su vida tenía sentido, frente a un 20% de Alcohólicos Anónimos.

En 1953 Osmond y Hoffer publican el resultado de sus investigaciones y entonces se les une Dunkan Blewet.
Esta publicación hace que aumente considerablemente el interés por el LSD y se funda el Instituto para la Investigación Psicodélica. Su fundador Myrons Stolroff dice:

La mayoría de nosotros guardamos en el subconsciente un montón de información, es lo que Jung llama LA SOMBRA. El motivo que tenemos para esconderlo en lo recóndito del cerebro es porque se trata de recuerdos dolorosos. No queremos saber nada de aquello, no queremos experimentar sus sensaciones. Una de las cualidades más interesantes del LSD es que disuelve las barreras, abriendo el acceso a nuestro subconsciente.
Vivimos dentro de una cueva con sólo dos orificios para mirar fuera. Estamos encerrados en su interior y no tenemos ni idea de cómo es el mundo en realidad, ni de cómo somos nosotros en realidad. El mundo es fantástico, enorme y nos incluye.

En 1959 Blewett  escribe el  Manual para el uso terapéutico del LSD, una guía que sigue siendo la más completa para el uso del LSD en psicoterapia. Se estudia la influencia de la psicodelia en la creatividad.

En 1960 artistas y escritores experimentan con LSD: Aldous Huxley , en la experiencia, sintió que traspasaba los límites de su sistema nervioso desvelando las maravillas del universo a su mente egoísta y terrenal. Entonces escribe Las puertas de la percepción, de gran calado entre sus lectores.

En 1962, Timothy Leary, profesor de la universidad de Harvard, tuvo su primera experiencia y, a partir de entonces,se autoproclamaría  Sumo Sacerdote del LSD, influyendo como nadie en su difusión.

En la universidad de Regina,  Dunkan Blewett se encargó de organizar el departamento de psicología donde seguía experimentando con LSD con gran seguimiento por parte de los universitarios entre los que se encontraba Simon de Jong, que más tarde sería parlamentario y candidato para encabezar las listas del partido demócrata.

Hoffer y Osmond sentían que  Blewett  estaba poniendo en peligro sus investigaciones, pero sobre todo  Timothy Leary, al convertir sus esfuerzos en un circo por el uso irresponsable del LSD. Y no estaban desencaminados pues el incremento del consumo popular del LSD acarrearía hostilidad del Gobierno Federal sobre las investigaciones psicoterapéuticas,
En 1966 las investigaciones llevadas a cabo con la droga estaban a punto de ser absorbidas por las masivas fuerzas sociales y políticas. Los medios de comunicación hablaban con frecuencia de la droga y millones de personas de todo el mundo se  manifiestan en protesta por la guerra de Vietnam. En EEUU parecía haber un vínculo entre las manifestaciones y el uso de la droga.

Dice Stanley Krippner: Los políticos se preguntaban qué les pasaba a los jóvenes: ?están consumiendo estas drogas y se están volviendo radicales, están intentando sacar las tropas de Vietnam. Dios sabe en qué acabará todo esto si no les cerramos el grifo del LSD.?

Dice Simon de Jong: Habían dejado de creer en lo que les contaba su gobierno. Era un acontecimiento único. No hay muchas situaciones en la historia de la humanidad en los que un país entre en guerra y no se escuche el redoble de los tambores y los patriotas no rindan lealtad a su bandera. Pues bien, esta vez ocurrió.

Las autoridades aprovecharon la cólera y la anarquía reinantes para confirmar que el uso del LSD causaba estragos entre la juventud, y de alguna manera así empezaba a suceder, pues según Hoffer la droga estaba siendo adulterada de forma que sólo contenía LSD en un 10%.
Esto hacía que cada vez fueran más frecuentes los malos viajes, donde la sensación de terror y pánico exagerados empezaban a ser habituales. El LDS estaba perdiendo su valor como vehículo para lograr la autocomprensión y explorar dimensiones superiores de conciencia.

Alan Hoffer sabía que era sólo cuestión de tiempo hasta que la puerta se cerrara definitivamente para el LSD y entonces propuso una idea para erradicar el consumo clandestino y ésta consistía en que hubieran sitios específicos controlados por médicos donde una persona adulta pudiera, de una forma guiada, experimentar con LSD.
Pero ya era tarde, el terror hacia las drogas aumentaba y produjo un efecto decisivo (el LSD y la mariguana se metieron en el mismo saco de la cocaína y heroína). En marzo de 1966, el presidente de los EEUU  Lindon Johnson decretó que la tenencia de LSD era delito. A su vez, en abril de 1967, el Gobierno Canadiense promulgó un decreto por el que prohibía el uso del LSD.

Todos los trabajos del equipo de investigación fueron abandonados de inmediato. Para el equipo, esta prohibición no tenía fundamento y era un error. De haberse evitado la histeria colectiva y de haberse seguido adelante con la investigación responsable, no se habría perdido una de las oportunidades más importantes en la historia de la psiquiatría.

Dice Alan Hoffer en la actualidad: Creo que, si se lleva a cabo como es debido, el individuo puede ahondar en su personalidad, puede aprender a conocer sus propios problemas. La persona se hace más comprensiva a las experiencias ajenas, volviéndose más creativo. A la sociedad le vendrían bien ideas nuevas . Creo que si motivamos a la gente para que tengan ideas útiles, tanto mejor nos irá.

Dice Dunkan Blewett en la actualidad:

Hay mucha gente en diversos ámbitos de la sociedad que saben que la psicodelia no tiene por qué ser perjudicial, de hecho cambió la faz de la sociedad, paró la guerra de Vietnam, impidió una guerra nuclear y tuvo muchos otros efectos, uno de ellos se ha evidenciado en todas partes, obligó a la gente a cuestionar a las autoridades.

Dice Hunphry Osmond en la actualidad:

Disponemos de evidencias de que la psicodelia, empleada correctamente, puede aumentar la comunicación y el entendimiento entre aquellos que la consumen. Estos hechos no han sido demostrados porque demostrar algo no es fácil. Tenemos que asumir que nos enfrentamos con aspectos de la mente humana que tal vez sean más oscuros y misteriosos que los abismos del espacio y el tiempo.

La prohibición propició el mercado negro de la droga con su historia de  adulteraciones, muerte, poder y asesinatos que hoy conocemos.

La Revolución Cultural dio paso a otro movimiento llamado Movimiento de la Nueva Era.Este movimiento tiene dos niveles de percepción: uno superficial, que ha dado pie al desarrollo de toda una parafernalia consumista, integrado por personas inmaduras y que, como en cualquier religión, necesitan de un padre, en este caso de un gurú, que les marque el camino a seguir, y que generalmente les tiene alucinados (como es el caso de Sai Babá y otros); y otro más profundo, basado en el crecimiento de la conciencia y constituido por buscadores, que asumen la responsabilidad de su propio crecimiento. Para éstos, se hace camino al andar y el sentido de la vida está precisamente en ese camino que es recorrido con todos los sentidos: están ?atentos? a lo que les acontece en el momento presente.

El llamado Neo-Liberalismo surge en los años 80 con la liberalización de los mercados y el avance tecnológico. EL Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio son los principales ejecutores de dicho movimiento que tiene un pensamiento muy preciso: ?el fin justifica los medios?, y el fin es la obtención de ganancia y poder de unos pocos a costa del empobrecimiento, del hambre, de la destrucción de los ecosistemas y de la  muerte de millones de personas. Para lograr esto necesitan que la economía esté globalizada, de ahí su interés en
?democratizar? a los países árabes.

Este lema: ?el fin justifica los medios? emponzoña toda la sociedad y da lugar al hombre egotista del que habla Alexander Lowen: La imagen  que domina a la mayoría de los individuos hoy es la del éxito. Si alguien no alcanza el éxito puede ser considerado un fracasado. Esta tendencia a juzgar la propia vida en términos de éxitos y fracasos, muestra hasta que punto estamos dominados por nuestros egos. Juzgar la vida en esta forma es una acción destructiva mucho más grave que la que generan la culpa, la vergüenza y la vanidad. Aparentemente, cuando huimos de la carga de la culpa que atormentaba a nuestros antepasados, nos sometimos a la carga aún mayor de la responsabilidad por el éxito o el fracaso.
Al asumir esta responsabilidad, el hombre se vuelve egotista y se ve a sí mismo como dueño y soberano del mundo.

Frente a este movimiento surge, también en los años 80, el Movimiento Antiglobalización .


LA OTRA GLOBALIZACIÓN es un documental que ponen de vez en cuando en Canal Historia, (se puede bajar)

Se trata de los movimientos que surgieron en los años 80 a raíz de la liberalización desenfrenada de los mercados. Expone minuciosamente cuales fueron las consecuencias devastadoras para los países emergentes de Asia y para toda América del Sur. Cuenta cómo al sentirse ahogados pidieron ayuda al FMI y cómo de esta forma cayeron en la trampa en la que se ven inmersos. Se endeudaron más y  perdieron su soberanía al ser forzados por dicho FMI a abrir sus países al flujo de los mercados que terminaron por desestabilizarlos irremisiblemente, pues su economía entonces, dependía del capital extranjero que lo mismo que llegaba se podía marchar, por lo que las decisiones políticas de estos países están supeditadas a evitar que esto suceda. Es decir, el Fondo los tiene cogidos por …

En 1997 el presidente de LE MONDE DIPLOMATIQUE  Ignacio Ramonet, en su Editorial afirma que estos mercados desenfrenados deben ser controlados, y que la mejor forma es implantando la tasa Tobin, un impuesto muy pequeño del 0,1% aplicable a las transacciones financieras, para evitar de esta forma la especulación salvaje que se desarrolló a escala planetaria en los años 80 , que encarece las transacciones de una forma ficticia.

Entonces surge la idea de ATTAC  (asociación para las transacciones financieras y para la ayuda a los ciudadanos ) Es una organización (ONG ) a escala mundial que tiene como objetivo principal el implantar la tasa Tobin, además de informar exaustivamente al ciudadano sobre las manipulaciones de las grandes Corporaciones en detrimento de sus derechos. Hoy son más de 10.000 los miembros y mantienen relaciones con diversas asociaciones de todo el mundo (por ejemplo con Intermón Oxfam) Organizan encuentros internacionales en la Universidad de Saint Denis y su lema es: ?No a la dictadura de los mercados?. En estos encuentros explican que no hay nada que los poderosos teman más, que a ciudadanos bien informados. Atacan de frente a los paraísos fiscales que son los santuarios del dinero sucio, de la delincuencia financiera e incluso de los engrases del sistema. Se expone que, una de las mayores lacras de esta liberalización es la desigualdad. De seis mil millones de personas, sólo mil millones viven más o menos bien, cinco mil millones viven en la pobreza y de esos cinco mil millones tres mil millones en la miseria total. Esta situación además de ser inmoral e inhumana, es explosiva y provocará revueltas de todo tipo.

En 1999, en Londres, los manifestantes apoyados por cientos de asociaciones, rodean el ministerio de economía. Ese mismo día los del G7 reunidos en Colonia deciden perdonar el 3% de la deuda externa, una cifra ridícula
Dice Ramonet: No es normal que la globalización sólo sea económica y no lo sea de toda la sociedad y que beneficie a todo el mundo. El peso de la deuda hipoteca cualquier desarrollo y hace crecer las desigualdades entre países pobres y ricos, y entre las personas de los propios países ricos.

Todo este movimiento se manifestó en el encuentro de Seatle con el nombre EL CICLO DEL MILENIO, y fue el principio de cambios importantes en la opinión pública, cada vez más informada y movilizada.

www.nodo50.org/globalizate/ga.html

Los Filósofos de la Naturaleza

De: Alias de MSNwaltoh11  (Mensaje original) Enviado: 14/11/2008 8:51

Los Filósofos de la Naturaleza

Los primeros filósofos tenían en común la creencia de que existía una materia primaria, que era el origen de todos los cambios. No resulta fácil saber cómo llegaron a esa conclusión, sólo sabemos que iba surgiendo la idea de que tenía que haber una sola materia primaria que, más o menos, fuese el origen de todos los cambios sucedidos en la naturaleza. Tenía que haber «algo» de lo que todo pro¬cedía y a lo que todo volvía.

Podemos constatar que hacían preguntas sobre cam¬bios visibles en la naturaleza. Intentaron buscar algunas leyes naturales constantes. Querían entender los sucesos de la na¬turaleza sin tener que recurrir a los mitos tradicionales. Ante todo, intentaron entender los procesos de la naturaleza estu¬diando la misma naturaleza. ¡Es algo muy distinto a explicar los relámpagos y los truenos, el invierno y la primavera con referencias a sucesos mitológicos!

Nada puede surgir de la nada

Parménides (aprox. 510-470 a. de C) pensaba que todo lo que hay ha existido siempre, lo que era una idea muy corriente entre los grie¬gos. Daban más o menos por sentado que todo lo que exis¬te en el mundo es eterno. Nada puede surgir de la nada, pensaba Parménides. Y algo que existe, tampoco se puede convertir en nada. Pero Parménides fue más lejos que la mayoría. Pen¬saba que ningún verdadero cambio era posible. No hay na¬da que se pueda convertir en algo diferente a lo que es exactamente.

Desde luego que Parménides sabía que precisamente la naturaleza muestra cambios constantes. Con los sentidos observaba cómo cambiaban las cosas, pero esto no con¬cordaba con lo que le decía la razón. No obstante, cuando se vio forzado a elegir entre fiarse de sus sentidos o de su razón, optó por la razón.

Conocemos la expresión: ?Si no lo veo, no lo creo». Pero Parménides no lo creía ni siquiera cuando lo veía. Pensaba que los sentidos nos ofrecen una imagen errónea del mundo, una imagen que no concuerda con la razón de los seres humanos. Como filósofo, consideraba que era su obligación descubrir toda clase de «ilusiones».

Esta fuerte fe en la razón humana se llama racionalismo. Un racionalista es el que tiene una gran fe en la ra¬zón de las personas como fuente de sus conocimientos so¬bre el mundo.

Todo fluye

Al mismo tiempo que Parménides, vivió Heráclito (aprox. 540-480 a. de C.) de Éfeso en Asia Menor. Él pen¬saba que precisamente los cambios constantes eran los ras¬gos más básicos de la naturaleza. Podríamos decir que Heráclito tenía más fe en lo que le decían sus sentidos que Parménides.

«Todo fluye», dijo Heráclito. Todo está en movimien¬to y nada dura eternamente. Por eso no podemos «descen¬der dos veces al mismo río», pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos.

Heráclito también señaló el hecho de que el mundo está caracterizado por constantes contradicciones. Si no estuviéramos nunca enfermos, no entenderíamos lo que significa estar sano. Si no tuviéramos nunca hambre, no sa¬bríamos apreciar estar saciados. Si no hubiera nunca gue¬rra, no sabríamos valorar la paz, y si no hubiera nunca in¬vierno, no nos daríamos cuenta de la primavera. Tanto el bien como el mal tienen un lugar necesario en el Todo, decía Heráclito. Y si no hubiera un constante juego entre los contrastes, el mundo dejaría de existir.

«Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, hambre y saciedad», decía. Emplea la palabra «Dios», pero es evidente que se refiere a algo muy distinto a los dioses de los que hablaban los mitos. Para Heráclito, Dios -o lo divino- es algo que abarca a todo el mundo. Dios se muestra precisamente en esa naturaleza llena de contra¬dicciones y en constante cambio.

En lugar de la palabra «Dios», emplea a menudo la palabra griega logos, que significa razón. Aunque las per¬sonas no hemos pensado siempre del mismo modo, ni he¬mos tenido la misma razón, Heráclito opinaba que tiene que haber una especie de «razón universal» que dirige to¬do lo que sucede en la naturaleza. Esta «razón universal» o ?ley natural»- es algo común para todos y por la cual todos tienen que guiarse. Y, sin embargo, la mayoría vive según su propia razón, decía Heráclito. No tenía, en general muy buena opinión de su prójimo. «Las opiniones de la mayor parte de la gente pueden compararse con los juegos infantiles», decía.

En medio de todos esos cambios y contradicciones en la naturaleza, Heráclito veía, pues, una unidad o un todo. Este «algo», que era la base de todo, él lo llamaba «Dios» o « logos».

En cierto modo, las ideas de Parménides y Heráclito eran totalmente contrarias. La razón de Parménides le de¬cía que nada puede cambiar. Pero los sentidos de Heráclito decían, con la misma convicción, que en la naturaleza su¬ceden constantemente cambios. ¿Quién de ellos tenía ra¬zón? ¿Debemos fiarnos de la razón o de los sentidos?

Parménides dice:

a) que nada puede cambiar y
b) que las sensaciones, por lo tanto, no son de fiar.

Por el contrario, Heráclito dice:

a) que todo cambia («todo fluye») y
b) que las sensaciones son de fiar

¡Difícilmente dos filósofos pueden llegar a estar en mayor desacuerdo!

¿Pero cuál de ellos tenía razón?

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EXTRACTOS DE ?EL MUNDO DE SOFIA? DE JOSTEIN GAARDER

Albert Einstein era "ateo"

De: Alias de MSNMoredanK  (Mensaje original) Enviado: 21/04/2004 7:59

Albert Einstein era ateo
(a menos que uno considere el Dios de Spinoza, la Naturaleza, como “Dios”)

____Dado que hay bastantes personas que se han tragado la leyenda de que Albert Einstein creía en un Dios personal, en un Dios con voluntad, un Dios que premia y castiga, un Dios ante el que arrodillarse, se hace necesario dejar las cosas claras. Albert Einstein luchó contra esa leyenda toda su vida, pero ?una mentira repetida bastantes veces se convierte en verdad? (Goebbels, ministro nazi de Propaganda), y personas con más o menos intereses creados han distribuído una leyenda en la que demasiada gente, simplemente, quiere creer.

____Einstein rara vez hablaba de Dios como algo existente. Cuando lo hacía, se refería, y fué muy explícito al respecto, al Dios de Spinoza, a la Naturaleza como Dios. Rechazó explícitamente un Dios personal o con voluntad, rechazó explícitamente un Dios que premia y castiga, creía que creer en la vida después de la muerte era algo propio de cobardes y egoístas.
____Como no espero que se me crea simplemente por la palabra dada, aquí van algunas pruebas:

[1] Las palabras del propio Einstein
…en ?The World, as I see it? (?Mi Visión del Mundo?):
____Traducción: ?No puedo concebir un Dios que premia y castiga a sus criaturas, o que tiene voluntad, tal como la tenemos nosotros. Tampoco quiero ni puedo concebir que un individuo sobreviva a su muerte física: Dejad a los espíritus débiles atesorar estos pensamientos, movidos por el miedo o absurdo egoísmo.?
____Original: “I cannot conceive of a God who rewards and punishes his creatures, or has a will of the kind that we experience in ourselves. Neither can I nor would I want to conceive of an individual that survives his physical death; let feeble souls, from fear or absurd egoism, cherish such thoughts.”

…en ?Ideas and Opinions? (?Ideas y opiniones?):
____Traducción: ?El deseo de ser guiado, amado, y apoyado, se expresa en los hombres en su concepción social y moral de Dios… el hombre que está convencido del funcionamiento universal de la ley de la causa no puede entretenerse en la idea de un ser que interfiere en el curso de los acontecimientos… un Dios que premia y castiga no es concebible para él?
____Original: ?The desire for guidance, love, and support prompts men to form the social or moral conception of God. ? The man who is thoroughly convinced of the universal operation of the law of causation cannot for a moment entertain the idea of a being who interferes in the course of events. ? A God who rewards and punishes is inconceivable to him ??
Ideas and Opinions by Albert Einstein, Crown Publishers, New York, NY, USA, pp. 36-39, 1954.

…y de nuevo, páginas 46 a 48:
____Traducción: ?Durante la infancia de la evolución espiritual humana, la fantasía creo a Dios a la imagen del propio hombre. … la idea de Dios en el pensamiento religioso es una sublimación del viejo concepto de los dioses. … en su lucha por el bien ético, los profesores de religión deben tener la estatura de abandonar la doctrina de un Dios personal…?

___Original: ‘During the youthful period of mankind’s spiritual evolution human fantasy created gods in man’s own image. ? The idea of God in the religions taught at present is a sublimation of that old concept of the gods. ? In their struggle for the ethical good, teachers of religion must have the stature to give up the doctrine of a personal God ? ‘

____Enlaces:
http://www.answersingenesis.org/creation/v23/i1/einstein.asp
(?Respuestas, en el Génesis?: Éste es un sitio creacionista, fundamentalista cristiano)
http://www.ldolphin.org/einstein.html
http://www.fys.ku.dk/~raben/einstein/
http://condor.stcloudstate.edu/~lesikar/einstein/worldsee2.html
http://quotes.prolix.nu/Authors/?Albert_Einstein
http://www.hi-tech.ournet.md/einstein_religion.html
http://www.epistemelinks.com/Main/Quotations.aspx?PhilCode=Eins
http://www.philosophers.co.uk/quotations/author_search.php3?author=Albert%20Einstein&num=1

[2]El que ninguna supuesta cita teísta venga con su fuente
____Ninguna supuesta cita teísta viene con la fuente exacta: ¿Cuándo dijo Einstein esto? Y no la lleva porque no existe: Einstein nunca lo dijo.

[3]Otras citas de Einstein
“Todo eso que usted lee acerca de mis convicciones religiosas es una mentira sistemáticamente repetida. No creo en un Dios personal, siempre lo he expresado claramente.?
De Dukas, H y Hoffman, B, Princenton University Press, “Albert Einstein: The Human Side”, 1954.

“No creo en la inmortalidad del individuo, y considero que la ética es un asunto humano que no debe tener ningúna autoridad suprahumana detrás.?
De Dukas, H y Hoffman, B, Princenton University Press, “Albert Einstein: The Human Side”, 1954.

“Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomarme en serio?
De “Religión y Ciencia”, puño y letra de A. Einstein, publicado en NY Times Magazin, 9 Nov. 1930.

“No puedo imaginarme un Dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propóstos están modelados según los nuestros… un Dios, por decirlo brevemente, que no es sino el reflejo de la fragilidad humana. Tampoco puedo creer en un individuo cuya vida sobrevive a su cuerpo, a pesar de que almas débiles mantienen semejantes cosas por miedo o un egoísmo ridículo”
Entrevista en New York Times, 19 de Abril de 1955.

[4]Biografías de Einstein
____Hasta provenientes de sitios tan poco dados al ateísmo como la Universidad Pontificia de Chile:
“como lo hemos mostrado aquí, él no sentía ninguna antipatía hacia el Dios personal, es decir, antropomórfico, sino que lo consideraba, simplemente, como característico de una estapa primitiva de la religiosidad.”
(Universidad Pontificia de Chile: Biografía de Einstein http://www.anales.uchile.cl/6s/n9/doc2h.html)

____Pero recomiendo “Albert Einstein: Leben und Werk” de Albrecht Flösing (alemán) como el mejor libro sobre la vida de este genio.

____Más información sobre Albert Einstein:
http://www.einstein-website.de/homepage.htm (inglés)
http://www.tu-harburg.de/rzt/rzt/it/einstein/einstein.html (alemán)
http://www.positiveatheism.org/hist/quotes/einstein.htm (inglés)

Marsilio Ficino. Teología platónica.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:44

Proemio [extracto]

Mi intención principal al escribir este libro ha sido la siguiente: que en la divinidad de la mente creada, como un espejo en el centro de todas las cosas, observemos las obras del Creador, y a raíz de ello contemplemos y adoremos Su mente. Creo -y no es una fe vana- que la divina providencia ha decretado que algunos de los que conciben mal y rehusan someterse a la autoridad de la sola ley divina aceptarán al menos aquellos argumentos de los platónicos que refuerzan grandemente los postulados de la religión; y que esos hombres impíos que separan el estudio de la filosofía de la sagrada religión llegarán a darse cuenta de que están cometiendo la misma clase de error que alguien que separara el amor a la sabiduría del respeto a esa sabiduría, o que aquel que separase el verdadero entendimiento de la voluntad de obrar lo correcto. Finalmente, creo que esos para los que los objetos del pensamiento están confinados a los objetos de la sensación corporal y que, en su miseria, prefieren las sombras de las cosas a las cosas mismas, una vez sean impresionados por los argumentos de Platón, contemplarán los objetos más elevados que trascienden los sentidos, y encontrarán la felicidad en ellos antes que en sus sombras.

* * *

Libro I, Cap. I: Si el alma no fuera inmortal, ninguna criatura sería más desgraciada que el hombre.

Dado que el espíritu del hombre jamás descansa, es frágil su cuerpo y carece completamente de medios propios para la subsistencia, la vida que lleva en la tierra es más árida que la de las bestias. Si la naturaleza hubiera establecido el mismo término para su vida que para el resto de criaturas, ningún animal sería más infeliz que el hombre. Pero el hombre, mediante su adoración de Dios, se aproxima más a Dios que cualquier otro ser mortal, y Dios es el autor de la felicidad. De modo que es completamente imposible que el hombre sea el más infeliz de ellos. Sin embargo, sólo tras la muerte del cuerpo el hombre puede llegar a ser algo más feliz. Parece seguirse necesariamente, pues, que una vez que nuestras almas abandonan esta prisión, otra clase de luz las aguarda. Nuestros humanos espíritus, “confinados en la oscuridad de una ciega mazmorra”, buscarán en vano esa luz y a menudo dudaremos de nuestro origen divino. Pero ruego que mientras las almas celestiales permanezcan en su deseo por nuestro celestial hogar podamos sacudirnos las ataduras de estas cadenas terrestres; y sacudírnoslas tan rápido como sea posible, para que, animados por las alas platónicas y con Dios como nuestro guía, podamos volar sin obstáculos hacia nuestra etérea morada, donde miraremos de frente y con felicidad la excelencia de nuestra propia naturaleza humana.

En orden a mostrar claramente de qué mejor manera pueden los espíritus de los hombres franquear los barrotes de la mortalidad, testimoniar su propia inmortalidad y, así, alcanzar el estado de beatitud, debo intentar, lo mejor que pueda, probar en la siguiente discusión: [primero,] que junto a esta masa inerte de nuestros cuerpos, a la que los democriteanos, cirenaicos y epicúreos limitan su consideración, existe una cualidad activa o poder, a la que los estoicos y cínicos dirigen su investigación; y [segundo,] que más allá de la cualidad, que es divisible junto con las dimensiones de la materia y está sujeta a toda clase de cambios, existe otra forma más elevada, la cual, pese a ser en cierto sentido mutable, no admite división en el cuerpo. En dicha forma los antiguos teólogos localizaron el asiento del alma racional. Éste fue el extremo vislumbrado por Heráclito, Marco Varrón y Marco Manilio. Debo intentar también mostrar que más allá del alma racional existe el espíritu angélico, el cual no es sólo indivisible sino también inmutable. Éste es el extremo en el que Anaxágoras y Hermótimo se detuvieron. Pero el ojo del espíritu angélico, que busca y encuentra la luz de la verdad, está gobernado por el mismo Sol divino. Es hacia ese concepto que Platón nos urge, instruye y dirige para fijar la mirada del espíritu, una vez ha sido purificada.

Cuando hayamos ascendido hasta ahí, deberemos asimismo comparar estos cinco niveles del ser: cuerpo (masa corpórea), cualidad, alma, ángel y Dios. Ya que el género del alma racional, que ocupa la mediatriz de estos cinco niveles, parece ser el enlace que mantiene unida a toda la naturaleza -pues controla las cualidades y los cuerpos, al tiempo que se vincula con el ángel y con Dios- debo demostrar: [primero,] que es de hecho completamente indisoluble, dado que mantiene unidos los distintos niveles de la naturaleza; luego, que es preeminente, porque preside el modelo del mundo; y finalmente, que alcanza la mayor bendición cuando se recosta en el pecho de lo divino. Debo procurar establecer que la condición y la naturaleza del alma es tal y como la he descrito, en primer lugar por argumentos generales, en segundo lugar mediante pruebas específicas, en tercer lugar mediante signos, y por último resolviendo cuestiones.

Marsilio Ficino. Teología Platónica [traducido del inglés].

Gregorio de Nisa. Sobre el origen del mal.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:38

Que nadie pregunte por qué Dios, si preveía la desgracia que había de sobrevenir a la humanidad por su imprudencia, decidió sin embargo crear al hombre, a pesar de que para él sería quizá más provechoso no existir que encontrarse entre males. Esto es lo que presentan, para mantener su error, los que se han dejado llevar por engaño a las doctrinas maniqueas, y con ello intentan mostrar que el Creador de la naturaleza humana es malo. Porque, si Dios no ignora nada de cuanto que existe, y el hombre se encuentra en medio de males, ya no podrá mantenerse la doctrina de la bondad de Dios, puesto que habría traído a la vida al hombre que había de vivir entre males. En efecto, si una naturaleza buena se caracteriza absolutamente porque actúa en vistas al bien, esta vida desgraciada y caduca -dicen ellos- no podría ser referida al creador del bien, sino que debemos pensar que hay otra causa de esta vida, la cual tiende al mal por su propia naturaleza.

Todos estos argumentos y otros similares, a causa de su verosimilitud superficial, parecen tener una cierta fuerza para aquellos que están profundamente imbuídos de los engaños heréticos como manchados por un tinte imborrable. Pero los que tienen más capacidad para ver la verdad perciben claramente que se trata de argumentos viciados y que es fácil mostrar su engaño. Y a mí me parece que aquí puedo aportar al Apóstol como testigo de cargo contra ellos. En efecto, en su discurso a los de Corinto distingue la condición de las almas carnales y la de las espirituales, mostrando con sus palabras, tal y como yo lo entiendo, que no conviene juntar el bien y el mal según la sensación, sino que es necesario que la mente se aparte lejos de los fenómenos corporales y que juzgue sobre la naturaleza del bien y de su contrario por ella misma. Porque, dice, “el hombre espiritual todo lo juzga” (1Co 2,15).

A mi entender, la causa que hace que los que profesan tales cosas imaginen este tipo de doctrinas es la siguiente: definen el bien en relación al placer y al deleite corporales; y, como que la naturaleza corporal está sujeta a padecimientos y enfermedades, porque es un compuesto destinado a su disolución, y como que estos afectos producen una cierta sensación de dolor, piensan que la creación del hombre es obra de un dios malo. ¡Ojalá su mente hubiera alzado la vista un poco y, alejando el espíritu de las disposiciones voluptuosas, hubiesen estado dispuestos a contemplar sin pasión la naturaleza de la realidad! Entonces habrían reconocido que no hay ningún otro mal que no sea la malicia. Ahora bien, la malicia se caracteriza siempre como una privación del bien: ni tiene existencia por ella misma ni puede ser pensada como una substancia. En efecto, no hay ningún mal que exista por sí mismo excepto la voluntad, recibe el resto este nombre por la ausencia de bien. Ello no obstante, lo que no existe no tiene realidad propia; y lo que no tiene realidad propia no es obra de un creador que es creador de las cosas con realidad propia.

Por consiguiente, Dios queda fuera de la causalidad del mal, ya que Él es autor de lo que existe, no de lo que no existe. Él ha creado la vista, no la ceguera. Él ha producido la virtud, no la privación de virtud. Él ha propuesto a los que vivan virtuosamente, como premio a su libre elección, el don de participar de sus bienes, sin someter a la naturaleza humana por la fuerza de la necesidad al yugo de su propia voluntad y sin pretender arrastrarla por la fuerza hacia el bien como si fuera un objeto inanimado. Si, cuando la luz brilla límpidamente en un día despejado, alguien se sustrae a la visión cerrando los párpados, no podrá decir que el sol sea la causa de que no vea.

Gregorio de Nisa. Discurso catequético (o Gran catequesis).

Jámblico. Sobre los misterios egipcios.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:32

Os presento un texto de Jámblico, exponente del neoplatonismo hermético de los siglos III y IV. Discípulo de Plotino y Porfirio, con el que discute en esta exposición, sus formulaciones fueron utilizadas posteriormente por Juliano el Apóstata para su restauración del paganismo, encontrándose éste en decadencia por la vulgarización de los mitos y por la continua erosión de la apologética cristiana. Sin embargo, tal intento de salvación de lo helénico exigía la asunción de un monoteísmo muy próximo al que se pretendía combatir. En efecto, del mismo modo que la religión cristiana se hizo fuerte gracias a su absorción de la filosofía griega, la religión pagana pretendía otro tanto integrando algunos presupuestos del judeo-cristianismo (no así su misma esencia: el Dios personal y trinitario). El devenir histórico no lo hizo posible, y tales tentativas permanecen como ruinas en el horizonte.

* * *

[Sobre el primer principio en nosotros]

Afirmas, en efecto, en primer lugar “que admites que existen los dioses”, pero esta aseveración, así expresada, no es correcta. Pues con nuestra misma esencia coexiste el conocimiento innato de los dioses, superior a toda crítica y opción, y es anterior al razonamiento y demostración; está unido desde el principio a su causa propia y coexiste con la tendencia esencial de nuestra alma hacia el bien.

Y si hay que decir la verdad, ni siquiera es conocimiento el contacto con la divinidad, pues el conocimiento está separado de su objeto por una cierta alteridad. Y anterior al que conoce, como distinto, a otro natural es la unión uniforme que nos liga a los dioses. No hay, pues, que transigir con que nosotros podamos admitir o no admitir este contacto, ni considerarlo ambiguo (pues está siempre en acto a la manera del Uno), y es indigno examinarlo como si fuera atribución nuestra el aceptarlo o rechazarlo; pues estamos nosotros inmersos en la presencia divina y alcanzamos nuestra plenitud por ella y tenemos conocimiento de lo que somos en el conocimiento de los dioses.

La misma argumentación te hago “respecto a los géneros superiores que forman el cortejo de los dioses, me refiero a los démones, héroes y almas puras”. En efecto, también respecto a ellos es siempre preciso concebir una única formulación definida de su esencia, eliminar la indefinición o inestabilidad de la parte humana, y rechazar la inclinación a los opuestos surgida de la oposición compensadora de los razonamientos, pues algo semejante es ajeno a los principios de la razón y de la vida, y viene a parar más bien en los géneros secundarios y en cuanto conviene a la potencialidad y a la oposición del devenir. De una única forma es preciso aprehenderlos.

Convenga, pues, a los inmortales compañeros de los dioses la intelección innata de ellos; al igual que ellos poseen el ser siempre de un modo idéntico, así también el alma humana debe unirse a ellos, según los mismos principios, por el conocimiento, sin perseguir en modo alguno por conjetura, opinión o silogismo, que tienen su origen en el tiempo, la esencia superior a todos estos modos de conocimiento, sino que se unirá a ellos con las intelecciones puras e irreprochables que ha recibido de los dioses eternamente. Tú, en cambio, pareces creer que “idéntico es el conocimiento de las cosas divinas y de las demás, cualesquiera que sean”, y que “por antítesis se procura el miembro opuesto, como se acostumbra también en los procedimientos dialécticos”. Pero no hay semejanza alguna, pues el conocimiento de ellos es diferente y aparte de toda oposición, y no consiste en una aceptación en este momento o en el devenir, sino que coexistía eternamente en el alma de forma única.

Respecto al primer principio en nosotros, del que deben partir los que digan y oigan cualquier cosa respecto a los seres superiores a nosotros, tales cosas te digo.

[Sobre la emanación desde el Uno y los géneros de los dioses]

En cuanto a las particularidades que inquieres, “cuáles son en cada uno de los géneros superiores, por las que se distinguen unos de otros”, si concibes tú las particularidades como diferencias específicas que distinguen por oposición dentro del mismo género, por ejemplo, como en el género animal la especie racional e irracional, jamás aceptamos tales cosas para seres que no tienen comunidad de esencia que los unifique ni subdivisión por oposición del mismo rango, ni síntesis de un elemento común indeterminado y de un elemento particular determinante. Ahora bien, si por tratarse de seres primeros y segundos que se diferencian completamente por esencia y género, entiendes por la propiedad un estado simple definido en sí mismo, tu concepto de las propiedades tiene su razón de ser: ellas serían, por supuesto, cada una distintas y simples, estas propiedades de los seres completamente trascendentes. Pero tu pregunta está formulada de forma incompleta: era preciso, en efecro, preguntar en primer lugar según la esencia, luego según la potencia, a continuación de la misma manera también según el acto, cuáles son las propiedades de los seres superiores; en cambio tú ahora, al preguntar “qué propiedades”, te estás refiriendo sólo a las propiedades de los actos, resultando, por tanto, que estás buscando la diferencia en ellos en los últimos grados, mientras que los elementos primeros y más importantes de su distinción los has dejado sin examinar en profundidad.

Se añade en el mismo lugar también “lo de los movimientos activos y pasivos”, que en modo alguno se adecua a una distinción de los géneros superiores. En ninguno de ellos, en efecto, se da la oposición de acción y pasión, y sus actividades, absolutas e inmutables, son consideradas sin relación con lo opuesto; en consecuencia, no admitimos en este ámbito los movimientos provenientes del agente y del paciente. En absoluto, pues, en cuanto al alma aceptamos el movimiento autónomo proveniente del motor y del movido, sino que suponemos que es un movimiento simple, esencial y propio, sin relación con otro, al margen del actuar sobre sí y sufrir por sí. ¿O quizás, respecto a los géneros superiores del alma, se podría sostener la distinción de sus propiedades según los movimientos activos o pasivos?

Además, es ajeno a ellos aquel añadido de “o de sus accidentes”. En efecto, en los compuestos y en los seres que están con otros o en otros contenidos por algunos elementos concebidos como principales y otros como secundarios, unos como entes y otros como accidentes de la esencia. Se forma, efectivamente, una asociación de ellos y entre sí se puede dar incompatibilidad y distancia. Pero en el caso de los géneros superiores todo es concebido en su existencia y es su totalidad la que existe principalmente, ellos están separados y con substancia de por sí y no por otros o en otros. De forma que en ellos no hay accidentes y su naturaleza particular no se caracteriza en absoluto por ellos.

Y particularmente además al final de tu pregunta confundes la distinción natural, pues tu pregunta inquiere “cómo las esencias se reconocen en las actividades, en los movimientos naturales y en los accidentes”. Ahora bien, sucede todo lo contrario, pues si las actividades o los movimientos fueran constitutivos de las esencias, serían también ellos determinantes de su diferencia; pero si las esencias engendran las actividades, son ellas las que, estando previamente separadas, procuran la distinción a los movimientos, a las actividades y a los accidentes. Contrario es, pues, el modo de aprehender la propiedad actualmente planteada.

En una palabra, ¿acaso postulas la distinción de los géneros superiores según las propiedades, en la idea de que uno solo es el género de los dioses, uno solo el de los démones, otro tanto el de los héroes y de las almas por sí mismas incorpóreas o bien supones que cada uno es una pluralidad? Pues si crees que cada uno es uno, estás incurriendo en una confusión total del orden de la ciencia teológica, pero si, como es posible asumir, cada uno se diferencia en más clases, y no hay, común a ellos, una definición esencial única, sino que los géneros superiores están separados de los inferiores, no es posible descubrir sus términos comunes; si fuera posible, ello mismo eliminaría sus propiedades. Así, por tanto, no es posible resolver la cuestión. Pero si supones la identidad analógica a los géneros referidos, por ejemplo a los numerosos géneros entre los dioses, luego a los de los démones y héroes, y finalmente a los de las almas, se podría determinar su propiedad.

Cuál era, pues, el planteamiento exacto de la presente cuestión y su delimitación, cómo era imposible y cómo posible plantearla, dése por demostrado por nosotros con estos argumentos.

[Distintas dignidades de los seres]

En las almas tanto en las que rigen los cuerpos celestes y que presiden su gobierno como en aquellas que antes de la generación están asignadas, eternas, en su ser propio, la esencia del bien no se da, ni tampoco la causa del bien, que es anterior incluso a la esencia, sino que hay una retención y posesión; contemplamos su participación en la belleza y en la virtud, muy superior a la que concebimos en el caso de los hombres; en los compuestos, en efecto, esta participación es dudosa y como externa; en el alma ella está enraizada, inmutable e indefectible, nunca se aparta de sí ni es arrebatada por algún otro.

Siendo tales el comienzo y el fin en los géneros divinos, piensa entre dos géneros intemedios entre estos dos extremos, más elevado que el género de las almas, uno el asignado a los héroes, totalmente superior en poder, virtud, belleza, grandeza y en todos los bienes relativos a las almas, y sin embargo estrechamente ligado a ellas a causa de la afinidad de una vida de la misma especie, y el otro, el de los démones, dependiente del género de los dioses, muy inferior y que le sirve de cortejo, pues no tiene actividad primaria, sino compañía servicial de la buena voluntad de los dioses, y que muestra en acto su bondad invisible, se conforma a ella, lleva a cabo las obras demiúrgicas que la imitan, hace brillar como expresable lo inexpresable de los dioses y en las formas la ausencia de formas, lo que en los dioses está por encima de todo discurso lo traduce en discursos claros, recibe la participación de lo bello de forma connatural, y la proporciona y transmite generosamente a los géneros que vienen después de él.

(…)

Desde otro punto de partida argumental la unidad absoluta, en toda su extensión y forma, la estabilidad permanente en sí misma, la causalidad de las esencias indivisibles, la inmovilidad concebida en tanto causa de todo movimiento, la superioridad sobre todos los seres, sin tener nada en común con ellos, la no mezcla y separación en la esencia, en la potencia y en el acto como concepto común, todas estas cualidades es digno atribuirlas a los dioses. En cambio, la división en la multiplicidad, la posibilidad de darse a otros, la recepción a partir de otros, en sí, de la limitación, la capacidad en el reparto de las cosas particulares como para complementarlas también, la participación en un movimiento primordial y vivificante, la comunidad con todo lo que existe y deviene, el recibir de todos una mezcla y el ofrecer a todos una mixtura de sí misma, la extensión de estas propiedades a todas sus potencias, esencias y actividades, todo ello, como innato, se lo atribuiremos a las almas, si nos atenemos a la verdad.

[La incorporeidad de los dioses]

Sin embargo no admitimos la distinción propuesta por ti según la cual “su asignación a diferentes cuerpos, por ejemplo, de los dioses a cuerpos etéreos, de los démones a aéreos, de las almas a los terrestres, es causa de la distancia actualmente investigada”. Esta asignación, en efecto, como la de Sócrates a su tribu cuando ejercía la pritanía, no es una suposición digna de los géneros divinos, que son todos por sí mismos absolutos y libres; y hacer a los cuerpos dueños de especificar sus causas primeras, constituye una terrible absurdidad, pues, entonces, ellas son esclavas de los cuerpos y están a su servicio para la generación. Además tampoco los géneros de los seres superiores están en los cuerpos, sino que los gobiernan externamente, por lo que no sufren cambios con los cuerpos. Aún más, ellos dan, a partir de sí mismos, a los cuerpos todo el bien cuanto ellos pueden recibir, mientras que ellos no aceptan nada de los cuerpos, de forma que no podrían recibir de ellos ciertas propiedades. Si, en efecto, fueran corpóreos como cualidades de los cuerpos o como especies inmersas en la materia o de algún otro modo, quizás ellos también podrían sufrir los diferentes cambios de los cuerpos, pero si preexisten por sí mismos separados de los cuerpos y sin mezcla, ¿qué distinción lógica, procedente de los cuerpos, podría darse en ellos?

[La incircunscribibilidad de los dioses]

Así queda demostrado a partir de estos argumentos que es falsa tal distinción según los cuerpos. Hubiese sido preciso, creo, sobre todo no hacer suposiciones de este tipo; y si tal fuera tu opinión, no juzgar la mentira digna de discusión. Pues ello no significa abundancia de pruebas, sino que en vano uno se quiebra la cabeza si, suponiendo hipótesis falsas, intenta eliminarlas como no verdaderas. ¿Cómo la substancia por sí incorpórea va a ser dividida por tales cuerpos, cuando ella no tiene nada en común con los cuerpos que participan de ella? ¿Cómo la que no está localmente presente en los cuerpos va a ser distinguida por los lugares corpóreos? ¿Y cómo la que no está delimitada por límites particulares de lo que está subordinado va a estar contenida particularmente por las partes del mundo? ¿Cuál es el obstáculo para que los dioses anden por todas partes y retengan su poder como para llegar hasta la bóveda celeste? Sería ello efecto de una causa más fuerte, que los encerraría y circunscribiría en determinadas partes. Pero lo que es realmente y por sí es incorpóreo está en todas las partes que quiere, y si lo divino, que sobrepasa todo, es sobrepasado por la perfección del universo y circunscrito por él como en una determinada parte, resulta inferior a la grandeza corpórea. Yo, por mi parte, no veo además de qué modo las cosas de aquí son creadas y especificadas, si ninguna actividad creadora divina y participación de las ideas divinas se extienden por el mundo entero.

Esta opinión aniquila por completo el culto sagrado y la comunidad teúrgica de los dioses con los hombres, al expulsar fuera de la tierra la presencia de los seres superiores. No otra cosa quiere decir que las cosas divinas están lejos de las de la tierra, que no se mezclan con los hombres y que este mundo está privado de ellas. Nosotros, los sacerdotes, en verdad, en absoluto hemos aprendido de los dioses nada según este razonamiento, ni con razón tú nos interrogas en la idea de que sabemos algo más, si en nada nos distinguimos de los demás hombres.

Pero nada de ello es sensato, pues ni los dioses son retenidos en partes determinadas del mundo, ni la tierra está privada de ellos. Por el contrario, los seres superiores en el mundo, lo mismo que no están contenidos por nada, contienen todo en sí mismos, mientras que las cosas de la tierra, que tienen su existencia en la totalidad de los dioses, cuando llegan a ser aptas para la participación divina, al punto poseen en sí los dioses preexistentes a su propia esencia.

Jámblico. Sobre los misterios egipcios. 

Platón. Sofista.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:28

EXTR.- En realidad, bienaventurado joven, estamos ante un examen extremadamente difícil, pues semejarse y parecer, sin llegar a ser, y decir algo, aunque no la verdad, son conceptos, todos ellos, que están siempre llenos de dificultades, tanto antiguamente como ahora. Pues afirmar que realmente se pueden decir y pensar falsedades, y pronunciar esto sin incurrir necesariamente en una contradicción, es, Teeteto, enormemente difícil.

TEET.- ¿Por qué?

EXTR.- Un argumento semejante se atreve a sostener que existe lo que no es, pues, de otro modo, lo falso no podría llegar a ser. Pero el gran Parménides, hijo mío, cuando nosotros éramos jóvenes, desde el principio hasta el fin testimoniaba lo siguiente, tanto en prosa como en verso:

“Que esto nunca se imponga -dice- que haya cosas que no son.
Tú, al investigar, aparta el pensamiento de este camino”.

Esto queda testimoniado por él, y el argumento mismo, una vez puesto a prueba como corresponde, lo mostrará mejor que nada. En consecuencia, esto es lo primero que debemos analizar, si no opinas lo contrario.

TEET.- En lo que a mí respecta, procede como quieras; en lo que se refiere al argumento, observa cómo avanzará mejor, ve adelante, y condúceme también a mí por el mismo camino.

EXTR.- Es necesario proceder así. Y dime: ¿nos atrevemos a pronunciar lo que no es en modo alguno?.

TEET.- ¿Cómo no?

EXTR.- Si alguno de los oyentes, sin espíritu de discusión y bromas aparte y con la debida seriedad, después de haber reflexionado, mostrara a qué debe aplicarse este nombre de “lo que no es”, ¿a qué pensaríamos que lo aplicaría, y qué presentaría a quien lo interrogara?.

TEET.- Lo que preguntas es difícil y casi completamente imposible de responder por parte de alguien como yo.

EXTR.- Pero esto, por lo menos, es evidente: lo que no es, no se aplica a las cosas que son.

TEET.- ¿Cómo sería posible?

EXTR.- Pero si no se aplica a lo que es, tampoco sería correcto que alguien propusiera aplicarlo a algo.

TEET.- ¿Cómo?

EXTR.- Para nosotros es evidente que la palabra “algo” la decimos siempre respecto de algo que es. Decirla sola, como desnuda y aislada de todo lo que es, es imposible, ¿no es así?

TEET.- Es imposible.

EXTR.- Si concuerdas con mi punto de vista, ¿no es necesario que quien dice alguna cosa, diga algo que es una cosa?

TEET.- Así es.

EXTR.- Se podría decir, pues, que “algo” es el signo correspondiente a “una cosa”, que “ambos” lo es de “dos cosas”, y que “algunos” lo es de “muchas cosas”.

TEET.- ¿Y cómo no?

EXTR.- Es totalmente necesario, entonces, según parece, que quien dice “no-algo”, no diga absolutamente nada.

TEET.- Es totalmente necesario.

EXTR.- ¿No debe acaso admitirse, entonces, lo siguiente: que, ya que quien dice algo de este modo, en realidad no dice nada, ha de afirmarse, por el contrario, que ni siquiera dice quien intenta pronunciar lo que no es?

TEET.- En esta afirmación consistiría el fin de la dificultad.

EXTR.- No alces todavía la voz, bienaventurado, pues aún quedan dificultades, y, entre ellas, la mayor y la primera, pues ella afecta al principio mismo de la cuestión.

TEET.- ¿Cómo dices? Habla y no temas.

EXTR.- Cualquier otra cosa que sea, se agrega a lo que es.

TEET.- ¿Cómo no?

EXTR.- Pero, ¿diremos que es posible agregar cualquier cosa que sea a lo que no es?

TEET.- ¿Y cómo?

EXTR.- Colocamos al número, en su conjunto, entre las cosas que son.

TEET.- Sí, si hay algo que debe colocarse como lo que es.

EXTR.- No intentemos, entonces, aplicar el número -ni la pluralidad, ni la unidad- a lo que no es.

TEET.- Según parece, y como afirma el argumento, no sería correcto intentarlo.

EXTR.- Pero, ¿de qué modo podría alguien pronunciar por medio de su boca o captar en forma absoluta con el pensamiento las cosas que no son, o lo que no es, prescindiendo del número?

TEET.- ¿Cómo? Dilo.

EXTR.- Aun cuando hablemos de cosas que no son, ¿no intentamos aplicarles la pluralidad numérica?

TEET.- ¿Qué?

EXTR.- Algo que no es, ¿no implica acaso la unidad?

TEET.- Evidentísimamente.

EXTR.- Y, no obstante, decimos que no es justo ni correcto intentar agregar lo que es, a lo que no es.

TEET.- Es la máxima verdad.

EXTR.- ¿Comprendes, entonces, que no es posible, correctamente, ni pronunciar, ni afirmar, ni pensar lo que no es -en sí y de por sí-, puesto que ello es impensable, indecible, impronunciable e informulable?.

TEET.- Así es, completamente.

EXTR.- ¿Acaso ha poco mentí cuando dije que iba a enunciar la mayor dificultad respecto del mismo?

TEET.- ¿Qué? ¿Queda aún por enunciar alguna mayor?

EXTR.- ¿Y qué, admirable amigo? ¿No piensas, sobre la base de lo que ya hemos dicho, que el no-ser coloca en dificultad a quien lo refuta, pues, apenas alguien intenta refutarlo, se ve obligado a afirmar, acerca de él, lo contrario de él mismo?

TEET.- ¿Cómo dices? Habla con mayor claridad.

EXTR.- No es en mí en quien debe buscarse mayor claridad. Pues yo, que supuse que lo que no es no debe participar de la unidad, ni de la multiplicidad, acabo de enunciarlo, no obstante, como uno, pues dije “lo” que no es. Entiendes, sin duda.

TEET.- Sí.

EXTR.- Y del mismo modo había dicho, un poco antes, que él “es” impronunciable, indecible e informulable. ¿Me sigues?

TEET.- Te sigo. ¿Cómo no habría de hacerlo?

EXTR.- Cuando intenté aplicarle el “es”, ¿no dije lo contrario de lo anterior?

TEET.- Parece.

EXTR.- ¿Y qué? Al aplicárselo, ¿no razoné como si él fuese uno?

TEET.- Sí.

EXTR.- Y también cuando dije que era informulable, indecible e impronunciable, construí el argumento alrededor de algo unitario.

TEET.- ¿Cómo no?

EXTR.- Pero decíamos que, si se quiere hablar con corrección, es necesario no definirlo ni como uno, ni como múltiple, e incluso no llamarlo en absoluto, pues esta expresión lo denotaría con la forma de la unidad.

TEET.- Completamente.

(…)

TEET.- ¿Qué podríamos decir que es una imagen, Extranjero, sino algo que ha sido elaborado como semejante a lo verdadero, y que es otra cosa por el estilo?

EXTR.- ¿Dices que esa otra cosa por el estilo es verdadera, o cómo llamas a esa otra cosa?

TEET.- No es en absoluto verdadera, sino parecida.

EXTR.- ¿Dices acaso que lo verdadero es lo que existe realmente?

TEET.- Así es.

EXTR.- ¿Y qué? Lo que no es verdadero, ¿no es acaso lo contrario de lo verdadero?

TEET.- ¿Y cómo no?

EXTR.- Dices entonces que lo que se parece es algo que no es, si afirmas que no es verdadero. Pero existe.

TEET.- ¿Cómo?

EXTR.- No de un modo verdadero, según dices.

TEET.- No, por cierto, si bien es realmente una imagen.

EXTR.- Lo que decimos que es realmente una imagen, ¿acaso no es realmente lo que no es?

TEET.- Es de temer que el no-ser esté entrelazado con el ser mediante una combinación de este tipo, lo cual es muy insólito.

EXTR.- ¿Cómo no ha de ser insólito? Al menos ves que también ahora, y gracias a este entrecruzamiento, el sofista de muchas cabezas nos obligó a admitir, a pesar nuestro, que lo que no es, en cierto modo es.

TEET.- Lo veo, y muy bien.

EXTR.- ¿Y qué? ¿Seremos capaces de determinar cuál es su técnica, poniéndonos de acuerdo nosotros mismos?

TEET.- ¿Qué es lo que temes, que hablas así?

(…)

EXTR.- ¿Me perdonarás, entonces, y, como acabas de decir, te contentarás con que nos libremos apenas débilmente de un argumento tan poderoso?

TEET.- ¿Cómo podría no hacerlo?

EXTR.- Entonces te pediré un favor aún mayor.

TEET.- ¿Cuál?

EXTR.- Que no supongas que soy capaz de cometer una especie de parricidio.

TEET.- ¿Qué?

EXTR.- En efecto; para defendernos, debemos poner a prueba el argumento del padre Parménides y obligar, a lo que no es, a que sea en cierto modo, y, recíprocamente, a lo que es, a que de cierto modo no sea.

TEET.- Es evidente que en la argumentación habrá que sostener con energía algo de esa índole.

EXTR.- ¿Cómo no será evidente, que hasta un ciego, como suele decirse, lo vería?. Pues hasta que no se refute o no se admita lo dicho, será en vano pretender hablar de discursos o de pensamientos falsos, y de imágenes, figuras, imitaciones y simulacros, así como de las técnicas que se ocupan de ellos, sin caer en el ridículo al verse uno obligado a contradecirse a sí mismo.

TEET.- Es la pura verdad.

(…)

EXTR.- Quizá sea necesario afirmar, según una argumentación correcta, que lo que es verdaderamente uno, es completamente indivisible.

TEET.- Es necesario, en efecto.

EXTR.- Pero lo que es así en virtud de la unión de muchas partes, no estará de acuerdo con este razonamiento.

TEET.- Comprendo.

EXTR.- Entonces, el todo que posee la característica de la unidad, ¿será así uno y total, o diremos que el ser no es completamente total?

TEET.- La elección que propones es difícil.

EXTR.- Dices la pura verdad. Pues aunque el ser esté afectado en cierto modo por la unidad, no parecerá ser lo mismo que lo uno, y la totalidad será mayor que la unidad.

TEET.- Sí.

EXTR.- Admitamos que el ser no sea total por el hecho de experimentar aquella característica, y que la totalidad exista; ocurrirá que el ser carecerá de sí mismo.

TEET.- Absolutamente.

EXTR.- Y según esta argumentación, al estar privado de sí mismo, el ser no será el ser.

TEET.- Así es.

(…)

EXTR.- Parecería que hay entre ellos un combate de gigantes a causa de sus disputas mutuas sobre la realidad.

TEET.- ¿Cómo?

EXTR.- Unos arrastran todo desde el cielo y lo invisible hacia la tierra, abrazando toscamente con las manos piedras y árboles. Aferrándose a estas cosas, sostienen que sólo existe lo que ofrece resistencia y cierto contacto; definen como idénticos la realidad y el cuerpo, y si alguien afirma que algo que no tiene cuerpo, existe, ellos lo desprecian por completo y no quieren escuchar ninguna otra cosa.

TEET.- Has hablado de gente terrible; también yo, en efecto, los he podido encontrar.

EXTR.- Es por ello por los que quienes se les oponen se defienden muy discretamente desde cierto lugar elevado e invisible, sosteniendo vehementemente que la verdadera realidad consiste en ciertas formas inteligibles e incorpóreas. Desmenuzando en pequeños fragmentos sus razonamientos tanto los cuerpos de aquéllos como la verdad de que ellos hablan, sostienen que eso no es la realidad, sino apenas un cierto devenir fluctuante. Entre unos y otros se lleva a cabo un combate interminable sobre estas cosas, Teeteto.

Platón. Sofista.

Plutarco. De la tardanza de la divinidad en castigar.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:26

Por ejemplo, ¿Por qué se aconseja a los hijos de los fallecidos de tisis o hidropesía sentarse con los pies en el agua hasta que el cadáver queda reducido a cenizas? Porque se cree que así la enfermedad no se transmite ni se les contagia. O con otro caso, ¿por qué, cuando una cabra coge un cardo borriquero en la boca, se queda quieto el rebaño entero hasta que llega el cabrero y se lo quita?. Otras fuerzas con capacidad de contagio y de transmisión increíble pasan por su rapidez y amplitud de unos a otros. Pero nosotros nos asombramos de los intervalos de tiempo, no de los de espacio. Y sin embargo, ¿es más asombroso que la peste originada en Etiopía invadiera Atenas y Pericles muriese y Tucídides enfermara o que el castigo diferido de los delfios y sibaritas culpables alcanzase a sus hijos? Pues estas fuerzas poseen ciertas recurrencias y conexiones desde el final hasta el principio y sus causas, aunque nosotros las desconozcamos, cumplen en silencio su misión.

Sin embargo la cólera divina contra las ciudades en su totalidad se justifica fácilmente. La ciudad, en efecto, como un ser vivo, es una sola cosa, dotada de continuidad y no se transforma con los cambios de la edad ni con el tiempo se hace otra, sino que guarda en sí iguales sentimientos y propiedades. Asume toda acusación o gratitud por lo que hace o hizo en comunidad, mientras esa comunidad, que la hace y la ata con sus lazos, mantiene su unidad. El hacer muchas ciudades, o más bien infinitas, por su división a lo largo del tiempo se parece al hacer de un solo hombre muchos porque ahora es anciano, antes fue joven y antes todavía un muchachito. Más bien se asemeja enteramente a los versos del Epicarmo, de los que surgió el ‘argumento del crecimiento’ de los sofistas. De este modo, quien contrajo una deuda hace tiempo ahora no debe nada, porque se ha vuelto otro y el que ayer fue invitado a una cena llega hoy sin invitación, pues es una persona diferente.

Con todo, el paso de la edad genera mayores cambios en cada uno de nosotros que en las ciudades colectivamente. Quien hubiera visto Atenas hace treinta años podría reconocerla ahora. Sus costumbres actuales, su movimiento, sus diversiones, sus preocupaciones, los favores y las cóleras del pueblo se parecen muchísimo a las antiguas. En cambio, cualquier familiar o amigo, al encontrar a otro al cabo del tiempo, con dificultad podría reconocerlo por su aspecto, y las mudanzas de carácter, ocurridas fácilmente por cualquier razón, por un sufrimiento, pasión o costumbre, provocan extrañeza y asombro incluso en el que convive permanentemente. Sin embargo, se dice que un hombre es uno solo desde su nacimiento a su muerte. Y también creemos que una ciudad, que permanece idéntica del mismo modo, debe estar sometida a las faltas de sus antepasados con la misma justicia por la cual participa de su gloria y poder. O nos olvidaremos arrojando todo al río de Heráclito, donde, según afirmaba, no se entra dos veces, porque la naturaleza con sus transformaciones todo lo mueve y altera.

Pero si una ciudad es una sola cosa, dotada de continuidad, lo es también, sin duda, la familia, ligada a un único origen por la transmisión de una cierta fuerza y comunidad renovada a lo largo del tiempo. Y al ser engendrado no puede, como la obra del artesano, separarse de su engendrador. Pues ha nacido de él, no por él, de modo que posee y lleva consigo una parte suya, bien sea castigado justamente bien reciba honores. Pero si no pareciera bromear, yo afirmaría que la estatua de Casandro, fundida en bronce por los atenienses, ha padecido mayores injurias, y el cuerpo de Dionisio [el Viejo] después de su muerte, al ser expulsado por los siracusanos de sus fronteras, que sus descendientes cuando pagaron sus culpas. Pues en la estatua nada hay de la naturaleza de Casandro y el alma de Dionisio había abandonado su cadáver. Pero en Niseo, en Apolócrates, en Antípatro, en Filipo e igualmente en los demás hijos de hombres culpables se ha desarrollado y permanece la parte dominante de sus padres, ni inactiva ni ociosa. Al contrario, viven de ella y con ella se alimentan, habitan y piensan. Y nada tremendo o extraño es que, si son sus hijos, tengan su mismo destino. Por decirlo de un modo general, en medicina, por ejemplo, lo útil es también justo y resulta ridículo quien afirma que es injusto cauterizar el dedo gordo de los enfermos de la cadera, o cortar el epigastrio cuando el hígado supura, o si se trata de los bueyes, untar con aceite el extremo de los cuernos cuando se les reblandecen las pezuñas. De igual modo, quien, respecto a los castigos, considera justo algo diferente de curar la maldad y se irrita si alguien por medio de unos procura la curación de otros, como los que seccionan la vena para aliviar la oftalmía, no parecen ver más allá de sus sentidos. Tampoco se acuerda de que un maestro, al pegar a uno solo de sus alumnos, reprende a los otros, o que un general, al diezmar su ejército, contiene a todos. Así no solo de un miembro mediante otro, sino de un alma mediante otra alma se transmiten ciertas disposiciones, corrupciones y rectificaciones más que de un cuerpo a otro. Pues allí, al parecer, deben producirse necesariamente el mismo padecimiento y la misma transformación. En cambio, el alma, llevada por su imaginación a sentir confianza o temor, se hace peor o mejor gracias a una fuerza innata.

Plutarco. De la tardanza de la divinidad en castigar. 

Séneca. Sobre la providencia.

De: irichc  (Mensaje original) Enviado: 16/06/2004 8:25

“¿Por qué a los hombres buenos les ocurren innumerables contrariedades?” A un hombre bueno ningún mal puede sucederle: no se mezclan los contrarios. Del mismo modo que tantos ríos, tantas lluvias caídas del cielo, tanta abundancia de fuentes medicinales no cambian el sabor del mar, ni siquiera lo mitigan, así el ataque de las contrariedades no trastorna el espíritu del hombre fuerte: se mantiene en su posición y cuanto le sucede lo acomoda a su estilo de vida, pues es más poderoso que sus circunstancias. Y no digo “no las siente” sino “las vence” e incluso se alza, por lo demás tranquilo y calmo, contra las que lo acometen. Todas las adversidades las toma como entrenamientos. (…) Se marchita sin oponente la virtud: se ve cuánta es su grandeza y cuánto su poder en el momento en que muestra de qué es capaz con su resistencia. Conviene que sepas que los hombres buenos deben hacer lo mismo, de modo que no se espanten ante circunstancias duras y difíciles y no se quejen del destino, sino que den por bueno cuanto les ocurra, lo vuelvan bueno. Lo importante no es qué soportas, sino de qué manera.

(…)

La felicidad va a parar a la plebe y a los de natural despreciable: por el contrario, subyugar desastres y terrores humanos es propio del grande hombre. Ser siempre dichoso y pasar la vida sin dentelladas en el espíritu es, de cierto, desconocer el otro lado de la naturaleza. Eres un gran hombre: pero ¿cómo lo sé, si la suerte no te da ocasión de demostrar tu valor? Has bajado a los juegos olímpicos, pero nadie más que tú: tienes una corona, no tienes una victoria; no te felicito como hombre esforzado, sino como uno que ha alcanzado el consulado o la pretura: has salido ganando en honra. Lo mismo puedo decir también a un hombre bueno, si ninguna circunstancia comprometida le ha dado oportunidad en que mostrar la fuerza de su ánimo: “Te tengo por un infeliz porque nunca has sido infeliz. Has pasado la vida sin un adversario; nadie sabrá de qué has sido capaz, ni tú mismo siquiera”. Pues para el conocimiento de uno mismo es preciso pasar alguna prueba: nadie ha advertido de qué era capaz si no es intentándolo. Así pues, algunos se han ofrecido espontáneamente a las desgracias que ya tardaban y han buscado para su valor, que iba a caer en el olvido, una oportunidad para brillar. Disfrutan, digo, a veces los grandes hombres con la adversidad, no de otra forma que los soldados esforzados con la fuerra; al mirmilón Triunfo yo, durante el reinado de Tiberio César, lo oí quejándose de la escasez de combates: “¡Qué bonita época”, decía, “desaparece!”.

(…)

Así pues, el dios endurece, ejercita a los que pone a prueba, a los que ama; en cambio, a los que parece mirar con indulgencia, a los que parece perdonar, los conserva flojos para las desgracias venideras. Pues os equivocáis si creéis que alguno está exento: también al largo tiempo dichoso le llegará su parte; quienquiera que parezca haber sido emancipado ha sido emplazado.

(…)

¿Qué es propio de un hombre bueno? Ofrecerse al destino. Es un profundo alivio ser arrebatado junto con el universo: sea lo que sea lo que ha decretado que vivamos así, que muramos así, obliga también a los dioses en la misma necesidad. Una carrera irrevocable transporta lo humano igual que lo divino: el mismo fundador y conductor de todo escribió de cierto el destino, pero se ciñe a él: siempre obedece, sólo una vez ordenó. “¿Por qué, sin embargo, el dios en la adjudicación del destino fue tan injusto que a los hombres buenos les asignó la pobreza y los golpes y las muertes prematuras?”. El artesano no puede modificar la materia: no lo ha consentido ella nunca. Algunas cosas no se pueden separar de otras, forman un conjunto, son indivisibles. Los temperamentos lánguidos y proclives al sueño o a un duermevela muy similar al sueño están entramados con elementos inactivos: para que se produzca un hombre del que se deba hablar con consideración hace falta una índole más fuerte. No le será llano el camino: es preciso que vaya arriba y abajo, que quede a merced de las olas y guíe su navío a través de remolinos. Contra su suerte debe él mantener el rumbo; tendrá muchos tropiezos duros, amargos, pero que podrá ablandar y dulcificar él mismo. El fuego contrasta el oro, la desventura a los hombres esforzados. Mira qué alto ha de trepar la virtud: sabrás que no ha de avanzar por lugares seguros.

(…)

“¿Por qué, sin embargo, consiente el dios que pase a los hombres buenos alguna desgracia?”. Él, de cierto, no lo consiente. Aleja de ellos todas las desgracias, crímenes y escándalos y pensamientos deshonestos y ambiciosos proyectos y pasión ciega y avidez espía de lo ajeno; los cuida y defiende: ¿acaso alguien exige al dios que también vigile el bagaje de los hombres buenos? Ellos mismos alejan del dios esta preocupación: menosprecian las apariencias. Demócrito rechazó las riquezas, pues las consideraba un lastre para una mente pura: ¿por qué te extrañas entonces, si el dios consiente que al hombre bueno le suceda lo que el hombre bueno a las veces quiere que le suceda? Los hombres buenos pierden hijos: ¿cómo no, cuando a las veces también los matan? Son enviados al destierro: ¿cómo no, si a veces ellos mismos dejan la patria dispuestos a no regresar? Son asesinados: ¿cómo no, cuando a veces atentan contra sí mismos? ¿Por qué razón sufren duros tropiezos? Para que enseñen a otros a sufrir: han nacido para ser ejemplo. Así pues, imagina que el dios dice: “¿Qué tenéis que podáis reprocharme vosotros que os complacéis en la rectitud? A los otros los he rodeado de bienes falsos y he burlado sus espíritus frívolos con una suerte de sueño largo y engañoso: los he decorado con oro, plata y marfil, dentro no hay nada bueno. Ésos que consideras dichosos, si los miras no por donde se ofrecen a la vista sino por donde se ocultan, son infelices, sucios, repugnantes, enlucidos por fuera a semejanza de sus paredes; ésa no es una dicha sólida y simple: es un revestimiento y fino por demás. Así pues, mientras les es posible estar de pie y mostrarse a su capricho, deslumbran y engañan; cuando les cae encima algo que los descompone y destapa, se hace entonces evidente cuánta profunda y verdadera fealdad ocultaba ese esplendor prestado. A vosotros os he dado bienes seguros, perdurables, mejores y mayores cuanto más les dé uno vueltas y los examine por todos lados: os he concedido menospreciar lo temible, sentir aversión por las pasiones; no brilláis por fuera, vuestros bienes aparecen por dentro. Así el mundo ha menospreciado las apariencias, contento con su propia contemplación. Dentro he puesto todos los bienes: no necesitar la dicha es vuestra dicha”.

(…)

Séneca. Sobre la providencia.