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Frankl y la Problemática del sentido

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4 thoughts on Frankl y la Problemática del sentido

  1. Artculo de http://www.Logoforo.com – 2005-2007 Todos los Derechos Reservados

    El hombre se autorealiza en la misma medida
    n que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida.
    ktor Frankl – Fundador de la Logoterapia”

    El sitio dedicado a la Logoterapia y Análisis Existencial de Viktor Frankl
    y a la Psicología Existencial Humanista
    Ma. Teresa Lemus de Vanek

    Frankl y la Problemática del sentido
    27-06-05 – Dr. Ricardo Peter
    Frankl y la problemática del sentido
    Ricardo Peter*

    ?Cuanto más tienda a desaparecer
    el sentido de lo ontológico en
    una persona más ilimitadas
    le resultaran sus pretensiones,
    incluso hasta de alcanzar una
    especie de poder cósmico, porque
    cada vez será menos capaz de
    interrogarse sobre los títulos que
    pueda tener para ejercer tal poder?
    Gabriel Marcel[1]

    1. Antropología del límite y terapia de la imperfección

    A Víktor Frankl se le reconoce el mérito de haberse ocupado de la cuestión filosófica del sentido en el ámbito de
    la psicoterapia. Es correcto lo que Frankl da por sentado a este propósito: el hombre vive primaria y originalmente
    en tensión al sentido.
    La vida, en efecto, como afirma la logoterapia, es búsqueda de valores que realizar, vivenciar y, en último término,
    asumir ante determinados hechos y situaciones. Precisamente, el sentido de la vida, expresión popularizada por
    la logoterapia, colma una necesidad muy importante para la salud mental. Sin embargo, y sin disminuir su
    importancia, hay que señalar que, en realidad, Víktor Frankl no abarcó de manera explícita la globalidad de

    la problemática filosófica del sentido.
    A este respecto, la terapia de la imperfección señala una cierta insuficiencia en el planteamiento de la cuestión del
    sentido por parte de la logoterapia y solicita que ésta sea considerada en su totalidad, es decir, que la problemática
    del sentido sea tratada en toda su extensión, pues, aunque a simple vista pueda parecer una repetición innecesaria
    de palabras, el hombre vive fundamentalmente en tensión a la significatividad misma, vale decir, a la entera
    cuestión filosófica del sentido, a su totalidad, y no a una modalidad o aspecto de dicha problemática, como hasta ahora
    ha remarcado la logoterapia al privilegiar el asunto del sentido de la vida.
    Dado, pues, que la exigencia de sentido, afecta al hombre no sólo a un nivel psiquiátrico, sino antropológico, esto
    es, atañe a la dimensión más específica del ser del hombre, quien no puede dejar de interrogarse no sólo sobre el
    sentido de la vida, sino sobre el sentido mismo de su ser limitado (y de aquí el carácter filosófico de la cuestión
    del sentido), es muy evidente entonces la importancia de reflexionar sobre la problemática del sentido, así como
    la concebimos, en su globalidad, examinar su función en la estructura antropológica y psicológica del hombre. En
    otras palabras, alcanzar el nivel más profundo del problema para, finalmente, dejar al descubierto sus niveles,
    sus modalidades y características diversas.
    Bajo este punto de vista, la terapia de la imperfección se propone como un complemento de la logoterapia. Como
    si habláramos de una neologoterapia. Y de hecho, la terapia de la imperfección, desde su peculiar visión filosófica
    del hombre denominada Antropología del límite, quiere resaltar y rellenar un bache en el terreno no sólo de la
    Logoterapia, sino de la psicoterapia misma, que pese a las fuertes dosis filosóficas inyectadas por el
    movimiento humanista-existencial[2], sigue animada por la voluntad de ignorar o de reducir el trasfondo filosófico de
    la problemática del hombre, y en el caso presente, de la completa problemática del sentido.
    De esta manera, como anotamos en otra ocasión, ?la Antropología del límite comparte la misma visión terapéutica de
    la logoterapia, pero la ensancha afirmando que el sentido de la vida es sólo una ?parcela?, una porción de la
    gran problemática del límite y que ésta se bifurca en dos niveles de sentido. Es decir, dentro del contexto del sentido
    hay todavía un nivel de significación anterior y más profundo que el sentido de la vida, que Frankl posiblemente
    no distinguió o no formuló clara y sistemáticamente y que tiene que ver con el sentido del ser para el cual, como
    veremos, la Antropología del límite reserva otra calificación e importancia?.[3]

    2. Un déficit de sentido más profundo
    De aquí, pues, que pueda ocurrir (y a menudo ocurre cuando se vive un fracaso) que la ausencia de sentido revele no
    sólo la falta de tensión a valores, como quiere ver la Logoterapia, sino referir o desenmascarar un déficit de
    significado más profundo que el simple sentido de la vida y que llegue, por ende, a impactar el fondo mismo de

    la problemática del sentido, la finitud, el límite, donde la naturaleza del problema cambia de índole y de existencial
    se vuelve declaradamente ontológica.
    Desde el enfoque de la terapia de la imperfección, la problemática del sentido, vista entonces en su totalidad, abarca
    o está integrada por el sentido de la vida y por el sentido del ser. Y aunque ambas modalidades, el sentido de la vida y
    el sentido del ser, son diferentes y en cierta forma autónomas, no se trata sin embargo, de dos significados ajenos el
    uno al otro, sino de modalidades plenamente unidas por la función de significar diversos aspectos (existencial
    y ontológico) de la misma problemática planteada obstinadamente por la condición limitada del ser del hombre.
    Advirtamos entonces que el límite, la condición contingente de la naturaleza humana, es el verdadero origen o fuente de
    la entera problemática del sentido y que esta problemática se bifurca, como ya señalamos, en dos niveles o
    modalidades: en primera instancia, a nivel ontológico y, sólo de manera mediata, a un nivel existencial. El sentido es
    una semblanza del problema del límite de modo que la cuestión del significado está rebasada por la cuestión del
    límite. Por esto que la terapia de la imperfección englobe o abrace con el tema del límite el asunto del sentido de la vida.
    De hecho, el problema del sentido de la vida constituye la expresión del límite de la experiencia humana que se
    encuadra, a su vez, en un problema más vasto como es el de la finitud del existir mismo.
    La falta de sentido de la vida es, pues, una experiencia del existir mismo, una experiencia del hecho mismo de
    ser limitado. En efecto, cuando una persona desemboca o experimenta una situación sin sentido, está tropezando,
    en última instancia, con alguna expresión de la vasta realidad del límite, está ?catando? una porción de la problemática
    del límite.
    Tal vez, para explicar mejor no sólo la unidad de la problemática del significado, sino la diversidad de sentidos y la
    relativa autonomía existente entre ellos, pudiéramos recurrir a la metáfora de la construcción.
    Efectivamente, así como la parte visible del edificio, digamos el techo y las paredes, está levantada y sostenida por
    la parte invisible, por los cimientos o fundamentos que sustentan la construcción, de igual manera, el sentido de la
    vida (modalidad existencial de la problemática del sentido) está plenamente afianzado sobre la base del sentido del
    ser (modalidad ontológica), sobre la cual descansa cualquier otra necesidad de sentido.

    3. Existir y explicitación de sentido
    En nuestro caso, la parte externa del ?edificio?, el sentido de la vida, está sostenida por el apoyo principal, la base,
    el sentido del ser y éste, la base o fundamento, está en relación, aunque de un modo peculiar, con la parte externa
    del edificio, el sentido de la vida, posibilitándolo, dándole firmeza y afianzándolo.

    De donde resulta que entre ambas modalidades de la problemática del sentido no sólo hay una problemática en común
    a diversos niveles, sino también una distancia y una diferencia básica, a saber: mientras la vida o la existencia es
    petición y realización de valores y significados, como sostiene Frankl, el fundamento de la existencia, el existir mismo,
    es, por el contrario, explicitación de sentido. Y percibir esta diferencia es, ciertamente, una tarea muy importante,
    filosófica y terapéuticamente hablando.
    Sin embargo, si la parte externa del edificio, el sentido de la vida, requiere de la obra de ?albañilería? de parte del
    hombre, de la responsabilidad, argumenta Frankl, también la base, el sentido del ser, necesita, aunque en otros
    términos, de algún tipo de ?mano de obra? de parte del hombre y, en este caso, de una responsabilidad aún mayor, si
    así cabe decir.
    Con la metáfora de la construcción queda clara entonces la autonomía entre las partes del edificio, sus diferencias y
    sus recíprocas funciones, sin sacrificar la unidad del conjunto arquitectónico.
    Apliquemos ahora la metáfora de la construcción a la vida diaria. Quien, a modo de ejemplo, pierde el trabajo o,
    incluso, quien llega a perder a un ser querido por abandono o muerte o quien precipita en una falta de sentido de la
    vida por causa de una desolante soledad, quien sufre de los achaques del envejecimiento, quien sufre de un estado
    de soltería obligada, de maternidad negada, por vínculos de dependencia afectiva que no se logran romper, por
    un sentimiento de inferioridad que no puede ser superado o, peor aún, quien sufre de una enfermedad incurable, puede,
    si todavía conserva sanos los cimientos de su ?edificio?, el sentido del ser, volver a ?levantar? la parte externa de
    su construcción, el sentido de su existencia, esto es, volver a resignificar su vida. En tales casos diremos que se
    ha extraviado el sentido, pero no la orientación.
    Quien, en cambio, proyecta o intenta suicidarse, la máxima expresión de rechazo, está afectando no sólo el nivel
    del sentido de la vida, es decir, manifiesta un problema no sólo de frustración y de vacío existencial, como diagnostica
    la logoterapia, sino algo más profundo y definitivamente comprometedor como es el rechazo del hecho de existir.

    4. Cuando falta el valor del ser.
    El suicida se ocasiona el máximo perjuicio, a un nivel no sólo psicológico, sino ontológico. Elimina en su raíz la
    entera problemática del sentido. Afecta el nivel más profundo de la significatividad, mina, concluiríamos entonces,
    los fundamentos mismos de su ser, al punto de imposibilitar cualquier proyecto de reconstrucción. Pero no es
    necesario ser tan drásticos en el ejemplo, al extremo de recurrir al suicidio. Cualquier forma de autorechazo afecta a
    los cimientos de la construcción, al entero problema del sentido.

    Por lo tanto, al vacío de la vida, al problema de designificación de la existencia, puede unirse la desvalorización del
    ser: una experiencia de turbación o repugnancia del ser, que refleja una carencia más grande que la experiencia de
    vacío y que de golpe atenta contra el sentido del existir mismo y no solo contra el sentido de la existencia.
    De hecho, no es lo mismo tener la sensación de no valer nada a tener la sensación de que la vida no vale nada,
    pues como deja claro Gabriel Marcel, ?aparece un intervalo entre mi ser y mi vida. Yo no soy mi vida?.[4]
    La práctica del autorechazo priva de sentido el ser
    Con la desvalorización del ser, a través de cualquier práctica (desde el simple rechazo hasta el suicidio), se
    designifica también la existencia: ?Cuando crees que no vales nada en y por ti misma, de algún modo también empiezas
    a creer que la vida no vale nada en y por si misma?, exclama Marya Hornbacher quien habiendo sido primero bulímica
    y luego anoréxica, pasó del interés patológico por el peso corporal al interés por su completa autodestrucción?.[5]
    Del odio al cuerpo, quien sufre de algún trastorno alimentario, puede desplazarse al odio de sí mismo, como añade
    la misma autora: ?Siempre olvidamos este detalle. Consideramos que la bulimia y la anorexia son psicosis extrañas o
    bien un hábito, una fase, algo que hacen las mujeres. Olvidamos que se trata de un acto violento que habla de un
    nivel profundo de furia y de miedo hacia el propio ser?.[6]
    Pero, ahondando en la metáfora del edificio, pudiéramos añadir que un terremoto o alguna calamidad o desastre
    natural puede arrasar con la parte externa de la casa, pero dejar intactos los fundamentos, los cuales permiten, pasada
    la desgracia, volver a construir.
    Vemos entonces que el sentido del ser no está directa y primariamente relacionado con el quehacer o la ausencia
    de valores productivos o creativos, ni con los valores vivenciales o experienciales, las dos primeras categorías de
    valores mencionadas por Frankl. El sentido del ser ni siquiera está relacionado, hablando en sentido estricto, con el
    valor de actitud de la aceptación, la tercera y suprema categoría de valores, en el sentido referido por la logoterapia.
    En realidad, los valores de actitud merecen una consideración aparte, como sin duda lo haremos más adelante, pero
    ya desde ahora podemos anticipar que, primero, Frankl reduce los valores de actitud al valor de aceptación y,
    segundo, maneja y aplica tal categoría de valores, a la cuestión del sentido de la vida ante una desgracia y
    no propiamente al sentido del ser.
    Lo que por ahora queremos dejar bien claro es que el sentido de la vida radica, repetimos, en valores o
    significados temporales, circunstanciales y subjetivos que realizar y que así como se descubren significados
    para situaciones, acciones, hechos, sucesos, relaciones, vivencias o circunstancias de la vida, así mismo pueden, en

    otra etapa o pasaje de la vida, agotar o perder su sentido. La vida puede balancearse, como diría Paul Watzlawick
    ?del sentido al sin-sentido y del sin-sentido al sentido?.
    Por ejemplo, un tipo de trabajo, una relación amorosa, una determinada actividad que se considera significativa,
    puede mudar su valor y después de cierto tiempo y a causa de infortunios varios, de interesante e inestimable,
    ofrecer menos sentido o perder todo sentido. También el reverso de la medalla es posible: una relación de pareja que
    se considera deteriorada, un trabajo que no suscita interés o un sufrimiento moral que provoca una sensación
    de frustración pueden percibirse en otra óptica y dejar paso a un tipo de sentido, hasta entonces inadvertido. Aun
    las circunstancias más adversas y oscuras pueden dejar entrever la luz del sentido, pues como decían los latinos:
    post nubila, phoebus, ¡después de las nubes, el sol!

    5. El sentido del ser no es facultativo
    Sin embargo, conviene dejar bien claro que el sentido que se puede ?buscar? y ?encontrar? no es el sentido del ser, sino
    el sentido de la vida.
    El sentido de la vida es facultativo, de que aquí que pueda buscarse y por tanto encontrarse. El sentido de la vida
    es relativo a la existencia que se conduce y que puede ser rica de valores o chata, llana, elemental, en otras
    palabras, insignificante, raquítica de valores. Pero la existencia es una cualidad, condición o atributo del existir. De
    hecho, existir es tener la existencia y no al revés.
    Existir no requiere de ninguna consideración filosófica, teológica, psicológica o sociológica, aunque no rara vez la
    filosofía, la teología, la psicología y la sociología han versado sobre este concepto mareas de tinta china. En sí, el
    sentido del ser esta agradecido con tales reflexiones y disquisiciones, pero no las requiere; el ser no demanda la
    cortesía de algún ?añadido? para tener firmeza o darse validez alguna, pues ya la tiene: en el mero hecho de ser, el
    ser tiene sentido. Existir es ya lo más significativo que existe.
    El sentido del ser radica en el mero y simple hecho de ser o de existir, decimos. De por sí el tener que ser, un
    aspecto vinculado indisolublemente a la faena de ser, sólo corona el acto de existir, pero no lo revalida. Por el sólo
    hecho de existir contra viento y marea, el ser logra su sentido. Pudiera poner el ejemplo de la candela apagada pues
    soy contrario a quienes creen que para que la candela alcance su ?razón de ser? tiene que estar encendida
    hasta consumirse. Qué visión ?sádica?. La candela no necesita estar ardiendo para alcanzar su razón de ser pues,
    en realidad, siendo candela y no otra cosa puede cumplir en caso de una emergencia con la posibilidad de iluminar. Y
    esta posibilidad es suficiente para que la candela tenga su sentido.
    Con respecto al sentido del ser no hay búsqueda propiamente. Definitivamente, en este caso no se requiere la
    diligencia de la búsqueda. No se puede ?buscar? por la sencilla razón de que el sentido del ser es un radical

    significativo, relativo a la raíz del ser mismo y preferente, o sea que tiene preferencia y se antepone por el mismo motivo,
    a la acción de buscar, encontrar o significar.

    6. ?Deber ser? a pesar de todo
    Existir es ya un valor o significado incuestionable, que no se puede discutir. No así, sin embargo, una circunstancia,
    una situación, un suceso o un hecho, que son cuestionables y que requieren de un nexo, de una conexión o
    coherencia entre tales ?accidentes? y la propia vida. Y ese enlace es precisamente el sentido de la vida.
    En fin, de todos los valores y significados se pueden dudar, contender, disputar o discernir debido a que el sentido de
    la vida es personal y subjetivo, como subraya Frankl. Todos los valores son de naturaleza controvertida: la riqueza,
    la experiencia, el prestigio, la fama, la felicidad, el placer, el deber, el poder, la audacia, la firmeza, el impacto
    de personalidad, la excelencia e, igualmente, podemos decir de las habilidades artísticas, de la productividad, de
    las relaciones y de las experiencias.
    El hombre, en cambio, no puede arrogarse derecho de cuestionamiento sobre el propio existir. Existir no cae bajo
    las habladurías o dimes y diretes de la razón. Existir no está en subasta o licitación.
    Pues bien, si la logoterapia se ocupa de los valores de la vida, la terapia de la imperfección se centra en el valor del ser.
    Y si, según la logoterapia, la responsabilidad se mide en orden a la solicitud y a la premura por el sentido de la vida,
    pues para Frankl ser hombre es fundamentalmente ser responsable del sentido de la propia existencia, para la terapia
    de la imperfección la responsabilidad recae, de manera radical y preferente, ante el hecho de ser. De donde mi deber
    o responsabilidad primaria es tener que ser a pesar de todos los pesares que encuentre a lo largo de la vida. Pues
    debo tener presente que en la lucha a muerte con el mar no sólo peligra el sentido de la navegación, sino la nave misma.
    A este punto pudiéramos entonces distinguir dos niveles en la problemática del sentido. En efecto, a un determinado
    nivel, el hombre necesita encontrar un sentido para su vida, pero a un nivel más profundo, al hombre no le basta
    con encontrar el sentido de las circunstancias, de los hechos, experiencias y vivencias, el hombre necesita sostener
    o sustentar (que es mucho más que aceptar), el sentido del ser, que se desglosa, como ya mencionamos
    anteriormente, en dos notas: la de tener el ser y, al mismo tiempo, la de tener que ser, sostener las consecuencias de ser.
    Antes de seguir adelante es necesario aclarar un punto. Hemos dicho ?sostener?, pero ¿sostener qué? ¿ Qué es lo que
    el hombre tiene que sostener por el hecho de ser? La pregunta nos hace tropezar a la fuerza con la finitud, con el
    límite, que es lo que establece o suscita la entera problemática filosófica del sentido que estamos considerando, pues
    no sólo la vida, el edificio como decíamos antes metafóricamente, sino el sentido del ser (el tener el ser y el tener que
    ser), la base misma de la construcción, está amenazada por el límite.

    7. Conciencia de la propia indigencia.
    La cuestión del sentido se revela entonces problemática no a causa de la sensación de vacío o de la llamada
    frustración existencial, sino porque tiene que ver con la peligrosidad del límite, con la permanente insuficiencia que
    genera la condición de ser limitado y, a la vez, con la tarea de tener que ser un ser limitado, sostenerlo, ya que en el
    caso del hombre, ser limitado es inseparable de ser consciente de dicha condición.
    Aunque el límite, según Aristóteles dice ?magnitud? o sea lo que da cierta consistencia al ser, el límite es el origen de
    la insuficiencia, de la privación o carencia ontológica, lo cual ocasiona un profundo malestar y el más alto riesgo para
    el hombre, pues a causa del límite el hombre está tambaleante en sus mismos cimientos.
    Para no dar más rodeos, hablar de límite, en el caso del hombre, nos lleva directamente ha hablar de indigencia. Pero
    no de indigencia, claro está, en el orden meramente económico de carecer de los medios materiales para vivir.
    La indigencia, como hemos señalado repetidamente, está referida al ser mismo. Al vivir insuficiente, a la precariedad
    del ser, pues lo que falta afecta a la esencia del ser. Y como bien lo recuerda Rubén Darío, en su poema Lo fatal, ?no
    hay dolor más grande que el dolor de ser vivo ni mayor pesadumbre que la vida consciente?. O indigente, pues, ¿de
    qué otra cosa se es consciente sino de la propia indigencia? En efecto, el ser que tenemos entre manos es limitado y
    la conciencia de ser limitados, característica del hombre, nos vuelve indigentes.
    Ahora podemos concluir de manera definitiva que todo planteamiento de sentido (existencial u ontológico) proviene de
    esa ?pesadumbre? que es la indigencia.
    La indigencia como explicitación de sentido.
    La indigencia, que es la conciencia de que existir es existir limitadamente, es la fuente de todas las acciones del
    ser humano [7] y en cada acción, por lo mismo, la indigencia siembra un encargo o petición de sentido. Sin embargo,
    la fuente misma del actuar humano, la indigencia, no es petición, sino explicitación de significado.
    Si por una parte, la indigencia en cada acción que origina, establece o fuerza una petición de sentido, por otra,
    la indigencia como tal no solicita para sí sentido alguno, ni ninguna especie de justificación o solución. La indigencia
    no necesita ser enmendada, rectificada, corregida, arreglada o reparada, pues la indigencia es todo lo que hace que
    el hombre sea verdaderamente hombre, es decir, humano.
    La indigencia es la categoría antropológica por antonomasia. La eliminación de la indigencia conduciría a la
    eliminación misma de lo antropológico y por lo tanto, de lo humano.
    Como en el caso de la indigencia no puede plantearse la solución, tampoco puede plantearse el problema. En

    efecto, ¿cómo podemos hablar de problema donde no hay solución? La indigencia como tal no es un problema,
    aunque ella sea el principio y motivo de todos nuestros problemas.
    Es evidente entonces que la indigencia no requiere de un significado, sino, todo lo contrario, la indigencia confiere
    o provee del significado de ser consciente de ser limitado. ¿Qué significado despliega la indigencia sino el de
    la humanidad del hombre? El hecho de ser indigente es lo que vuelve al hombre exclusivamente humano.
    La indigencia es referencial. La indigencia no sólo no descalifica, sino por el contrario, relaciona las acciones del
    ser humano con valores; las dota de una nueva intencionalidad, pues la indigencia es conciencia de la necesidad y,
    por ende, de objetivos, propósitos, proyectos y fines que perseguir. La indigencia tiene finalidades. Dirige las acciones
    a un objeto, como en el caso del deseo, de la comunicación, de la creatividad, de la religación y de las demás
    acciones generadas por la indigencia.[8]
    Las dos aseveraciones que venimos haciendo sobre la indigencia, el encargo de sentido, por una parte y la
    explicitación de sentido, por otra, a simple vista parecen chocar, pero no a una consideración más atenta donde lo que
    se percibe no es un choque, sino una paradoja. Pero la indigencia, efectivamente, es enteramente paradójica.

    8. Sostener, más allá de aceptar
    De hecho, ¿qué sentido podemos dar a la indigencia, totalmente insoluble? ¿Qué otro puede ser el sentido del ser que
    no sea el sólo hecho de reconocerlo sin disputas, acogerlo (valor actitudinal de aceptación), tomarlo así como es y
    sobre todo, sostenerlo, tenerlo – tener que ser – (valor actitudinal de sostenimiento), prestarle todo nuestro
    apoyo, conservarlo, defenderlo, sustentarlo cuando el mar de la vida se vuelve contra la nave?
    Sostener implica la protección del ser
    Sostener o sustentar es a todas luces más que aceptar y alude a una especie de amparo del ser.
    A este propósito se pudiera argumentar que Frankl habla del valor actitudinal de aceptación, con el cual la
    logoterapia abarcaría la problemática del sentido en sus dos niveles y que, por consiguiente, estas reflexiones se
    volverían inútiles, pues según la logoterapia, el valor de actitud consiste en que el hombre posee ?la libertad de tomar
    una actitud ante cualquier condición en que se encuentre?[9]. Correcto, pero ¿qué actitud?
    La aceptación no es el único valor de actitud, aunque pareciera que la aceptación es el único valor a través del cual
    la logoterapia hace su máxima propuesta axiológica.
    Frankl señala un recurso válido, la aceptación, pero esta no es suficiente para reconocer que la Logoterapia se hace

    cargo de la problemática del sentido del ser. Reparemos en lo siguiente.
    Primero, que el valor de actitud Frankl lo maneja y lo aplica al sentido de la vida, que es el nivel de significado en que
    se mueve su reflexión y en el que, sin demérito alguno, quedó confinada la logoterapia. Sin embargo, el nivel del
    sentido de la vida, como ya vimos no se corresponde con el nivel del sentido del ser.
    Segundo, que para Frankl, el valor de actitud se reduce a la disposición de aprobación o al acto de asumir, sin
    oposición, resignadamente, aquellas circunstancias, situaciones, casos o condiciones en que la medicina o la ciencia
    en general no pueden ofrecer ningún alivio o ayuda a la persona. A través del valor actitudinal de aceptación el
    hombre reviste de sentido una determinada ?condición en que se encuentre?. Pero ya vimos que este no es el caso
    del sentido del ser donde el hombre no asigna un sentido, sino que lo recibe.
    Así también, la logoterapia propone el recurso a la aceptación pero de cara a los hechos (enfermedades graves,
    pérdidas dañosas) o situaciones capaces de mermar el sentido de la vida y que hay que enfrentar, asumir, deglutir y
    de esta manera encontrarles un significado.
    No en vano, el credo de Víktor Frankl es que aun en ?circunstancias? profundamente dolorosas, el hombre
    puede encontrar un sentido a su sufrimiento, a sus desgarraduras, neurosis, psicosis, cáncer, enfermedades incurables
    o situaciones irremediables. También solía decir Frankl, ?los hechos no son fatalidad?, pero en el caso que nos interesa,
    el sentido del ser no es un hecho, una circunstancia, obra o acción que ocurre o acontece, una desgracia que afecta
    a nuestra vida, sino que esta referido a algo que amenaza al ser mismo.
    No se discute que los valores de actitud son la última argolla a la que puede sujetarse el hombre que, ante la pérdida
    total de la esperanza, sufre por su destino. Se discute que el valor de aceptación propuesto por la logoterapia es un
    valor actitudinal insuficiente para encarar la profundidad misma de la vida, el ser.
    Ante el afán perfeccionista que amenaza el sentido del ser con el rechazo de la propia condición limitada, el valor
    de actitud de aceptación es escaso. Para hacer frente a este enemigo mortal de la condición precaria del ser, la
    propuesta de la Logoterapia requiere de una actitud más enérgica. Sostener, el valor que aludíamos arriba, es un valor
    de actitud más dinámico que el de aceptación.
    El ser tiene sentido. No se necesita encontrar un sentido para el ser. Pero el ser está amenazado por la búsqueda de
    la perfección. Pero, así como en la producción de obras de artesanía se acostumbra señalar que las imperfecciones
    del producto son cualidades y no defectos debido a que son hechas a mano y no en serie, igual podemos señalar que
    la defectuosidad esencial del ser, su finitud, es una cualidad, una bondad del hecho de ser. De aquí entonces la

    necesidad de sustentarlo y defenderlo. Aquí se precisa entonces una cierta ?obra de albañilería? de parte del hombre:
    del valor de aceptar se pasa al valor de sostener.

    9. Del ?homo patiens? al ?homo humanus?
    Básicamente, la reflexión de Frankl versó sobre el homo patiens, no sobre el homo humanus; sobre la aceptación
    del sufrimiento, no sobre la cualidad insuperable de la defectuosidad del ser y la necesidad de afirmarlo, respaldarlo
    y ampararlo.
    Consecuentemente, los valores que exalta la logoterapia están referidos a la visión filosófica del primero, no del
    segundo. Cuando Frankl, en algunas ocasiones usa la expresión ?significado del ser?[10], está entendiendo lo
    que entonces centraba sus investigaciones y a donde se encaminaban todas sus reflexiones: el sentido de la vida.
    Puede que para alguien, la distinción entre ?patiens? y ?humanus? o entre el sentido de la vida y el sentido del ser, o
    entre los valores de actitud ?aceptar? y ?sostener?, tenga sabor de fineza especulativa y afirme que, en resumidas
    cuentas, todo hace parte del mismo caldo: el hombre. Acaso, objete, sea cuestión de ponerse de acuerdo sobre
    las palabras. Pero, sabemos por experiencia del consultorio que el problema no es lingüístico, sino antropológico.
    La compleja realidad que deriva de la indigencia plantea tales cuestiones.
    No es lo mismo sentirse fallido por ser limitado y defectuoso, que estar viviendo con la sensación de vacío a causa de
    la falta de sentido en nuestra vida. Chocar contra la propia realidad limitada como sucede con el perfeccionismo es
    un asunto; no lograr o no alcanzar un intento o no realizar algo que se espera, que representa algo importante, es
    otro asunto, como sucede con quien experimenta un vacío de valores. Tampoco es lo mismo disponerse a aceptar
    algo que disponerse a sostener y defender algo.
    Como dijimos anteriormente, la logoterapia se ocupa de los valores de la vida; la terapia de la imperfección del valor
    del ser o, como más apropiadamente decía Paul Tillich, del ?coraje de ser?, de la tarea de mantener el ser.
    Por consiguiente, debemos reconocer que a la luz de estas reflexiones la voluntad de sentido que propone la
    Logoterapia queda aún exigua para abrazar la entera problemática del sentido, la cual va mucho más allá del mero
    sentido de la vida.

    10. Orientarse con el límite
    En su totalidad, la voluntad de sentido demanda algo más tajante aún: que a lo largo de la vida y pese a todas
    las vicisitudes, el hombre no sólo apruebe y asuma su destino resignadamente, sino que afirme incluso contra
    las circunstancias absurdas de la vida, el sentido del ser. ?Que pese a todo?, como gustaba decir Frankl, el hombre diga

    sí a su finitud y se oriente hacia su límite, hacia su humanidad.
    El asunto de la vida no se despega del asunto del límite, o sea del argumento mismo del ser que es el de la finitud,
    del término o de la cesación del ser. Esta es la vieja cuestión que plantea el hecho de ser. Pero añadamos que la
    finalidad del ser no es sólo la de tener que ser. También la misma finalidad del ser contempla la de dejar de ser, la
    de acercarse a su fin, pues el fin es inherente a la finalidad del ser.
    De aquí que el ser no sea susceptible de otro sentido que no sea el ser mismo y que el valor de actitud, en este
    caso, deba entenderse como tener que ser y no sólo como aceptación de la existencia.
    El hombre puede mantener una especie de independencia espiritual frente a los dramas de la vida y frente al drama de
    los dramas. En el primer caso, frente a los baches y discapacidades de la vida, el valor de actitud más fecundo y noble
    es el de la aceptación. Esta es la propuesta de la logoterapia. Pero cuando lo que está en juego es el sentido del
    ser, frente al drama de los dramas, frente al disgusto por ser limitado, el valor de actitud más fecundo y noble es el
    valor de tener que ser y éste es el significado del término sostener, del latín ?sustinere?, tener por debajo y alude a
    resistir, al esfuerzo por detenerse en la caída, por mantenerse en buen estado.
    Se trata de un valor que denota la máxima acción y combatividad de parte del hombre, una actitud eminentemente
    activa, pues sostener el ser no es asumir una fatalidad, padecer, sufrir un efecto. Sostener o tener que ser es la alegría
    de existir porque nunca la condición humana es una rival del hombre sino su mejor cualidad. La responsabilidad en
    este caso es la de estar dispuesto a observar y a obrar en conformidad con la realidad limitada del ser. De lo contrario,
    se afecta o se atenta contra el sentido del ser
    También aquí, el valor de actitud señalado por la Logoterapia se ensancha en el valor de actitud de sostenimiento.
    Aceptar (logoterapia), pero ahora sí, en toda la anchura de la problemática del sentido: aceptar y sustentar o
    sostener (terapia de la imperfección), incluyendo también el tener que dejar de ser. Pues la responsabilidad primaria
    del hombre radica de cara a su tener que ser que también lleva consigo tener que dejar de existir. Somos responsables
    no sólo de frente al existir, sino incluso, de frente al morir. La última responsabilidad y fidelidad al ser se cumple ante
    la muerte. El morir culmina el existir. Y este es el paquete completo del sentido del ser. Desesperarse ante la muerte
    es también una forma de rechazo del ser. Con la muerte, lo humano queda definitivamente configurado. La muerte
    corona el sentido del ser. Y sólo hasta entonces concluye mi responsabilidad, mi deber, de sustentar o tener que ser.
    La terapia de la imperfección contra el autorechazo
    El valor de actitud que plantea la terapia de la imperfección se yergue contra el autorechazo, característica esencial
    del trastorno del perfeccionismo. El autorechazo no se refiere a un hecho, a un infortunio o circunstancia desdichada,

    sino a la negación dentro de uno mismo de la insuperable deficiencia del ser. Por esta razón, la terapia de la
    imperfección formula un valor de actitud combativo.
    Si el valor de actitud propuesto por la terapia de la imperfección es tajante y extremo esto es debido a la calidad
    del sentido del ser, que definimos radical y preferente. Tener que ser, en definitiva es orientarse hacia el propio ser.
    El valor de disposición del sujeto no es, pues, de cara a algo, sino de cara a sí mismo y más precisamente, de cara a
    su indigencia. ¿Con este paso estamos dando un sentido a la indigencia? No. Estamos permitiendo que la indigencia
    dé un sentido firme a nuestra vida, que la orientación favorezca el sentido. Que los fundamentos sostengan el resto
    del edificio.
    Los valores de actitud de aceptar y sostener son la única salida a la cuestión de la indigencia.
    La alternativa que se ha manejado con respecto a la indigencia y que consiste en la búsqueda de la perfección
    solo conduce al enojo por el ser, por los cimientos de la existencia, a la desvalorización del sentido del ser.
    Voluntad de orientación
    Podemos ver entonces que la llamada voluntad de sentido es pues, a la vez, voluntad de sentido y de orientación.
    La orientación es una necesidad justificada por la terapia de la imperfección en relación con el trastorno
    del perfeccionismo.
    El perfeccionismo ataca las defensas ontológicas del ser
    El perfeccionismo, en su esencia, es puro rechazo del ser, de su pasmosa indigencia y ocasiona, por consiguiente,
    una pérdida del sentido de orientación con respecto al ser limitado. El perfeccionista es un extraviado de su propio ser,
    un desorbitado con respecto a sí mismo.
    Al perfeccionista no le falta sentido del ser, más bien es él el que le falta, le incumple y es infiel al sentido del ser.
    El perfeccionismo ataca las defensas ontológicas de la persona.
    El ser, en efecto, es la indigencia al desnudo y ante esta realidad el perfeccionista exclama: ?tuve miedo porque
    estoy desnudo? (Gen. 3,10), con la salvedad que aquí no hay taparrabos que puedan cubrir la indigencia,
    nuestra desnudez.
    La necesidad de orientación que sustenta la terapia de la imperfección no se suma matemáticamente a la voluntad
    de sentido de la logoterapia. No hacen uno más uno, dos. Al igual que el sentido de la vida no se suma al sentido del
    ser, sino que éste revela la verdadera profundidad de aquél, así mismo la voluntad de sentido despliega toda su razón
    en la necesidad de orientación.

    Para concluir, nos parece necesario resaltar que la expresión usada por Frankl de ?sentido último? y sus
    variaciones: ?ultrasentido? o sobresignificado (ultimate meaning, suprameaning) no plantea una nueva cuestión de
    sentido ni suple el asunto del sentido del ser.
    Sabemos que en un ulterior desarrollo del sentido de la vida, Frankl afirmó la existencia de un sentido incondicionado
    y esencialmente trascendente, un significado último ¿Hay alguna coincidencia entre el sentido último y el sentido del ser?
    En realidad lo que Frankl plantea es que no sólo cada fragmento o pieza de la vida (hecho, suceso, experiencia,
    relación, circunstancia) es materia de sentido, sino que la vida entera es potencialmente significativa y que, en esta fe,
    la búsqueda del sentido se vuelve trascendente. En cada opción precisa, la vida en general está sostenida por una
    ?opción fundamental? que atraviesa toda la cadena de circunstancias de la vida. La búsqueda de sentido trasciende
    pues todas las singularidades de las condiciones concretas y se proyecta en un sentido último que solicita al ser
    humano de ser responsable y decir si a la vida a pesar de todo.
    La terapia de la imperfección ha querido iluminar el verdadero fondo de la problemática filosófica del sentido. Pero
    al ramificarse, por decirlo de alguna manera, en el sentido del ser (cuya falta da lugar al trastorno de orientación) y en
    el sentido de la vida (cuya falta da lugar a la neurosis noogena), la voluntad de sentido definida por Frankl se manifiesta
    a su vez, como voluntad de sentido y necesidad de orientación. Sólo entonces la profunda demanda de significado
    por parte del hombre descorre su velo y nos muestra su verdadera magnitud y su decisiva importancia en la rutinaria
    y heroica tarea de aceptar y sostener nuestra precaria existencia y nuestra incolmable indigencia.
    ??Doctor en Filosofía, training en psicoanálisis, postgrado en Personal Counseling. Es el autor de la Terapia de
    la imperfección.
    [1] Marcel, G., 1987, Aproximación al misterio del ser, p. 58, Madrid, Ediciones Encuentro.
    [2] A este propósito, recordemos que la expresión sentido del ser o sentido para el ser utilizada por la Terapia de
    la Imperfección es una aportación de la filosofía existencial de Gabriel Marcel. Cfr. Le monde Casse. Position et
    approches du Mystere Ontologique (1933); Le mystere de l?Etre (1951). Sin embargo, de las dos expresiones de
    Gabriel Marcel arriba mencionadas, la Terapia de la Imperfección elige la de sentido del ser por tener más capacidad
    para expresar la cualidad significativa del ser.
    [3] Véase Peter, R., 2003, El hombre: un ser que se interroga sobre el sentido del límite, p. 29-41 en:
    Reflexiones filosóficas sobre lo humano, Carmen Romano, BUAP, México.
    [4] Marcel, G., (1987) Aproximaciones al misterio del Ser, op. ci., p. 46
    [5] Hornbacher, Marya 1999, Días perdidos, p. 148, Barcelona, Mondadori.
    [6] Hornbacher, Marya, op. ci., p. 166.
    [7] He tratado más ampliamente de la indigencia, categoría central de la Antropología del límite, en mi libro: Honra
    tu límite, fundamentos filosóficos de la Terapia de la Imperfección, BUAP, México, 2003, 2ª. Ed.
    [8] Peter, R., Honra tu limite, op. ci., p. 59-72.
    [9] Frankl, V., 1977, Fondamenti e aplicación della Logoterapia, p. 28, SEI, Turín.
    [10] De hecho, para corroborar lo que estamos sosteniendo, la expresión ?significado del ser? la encontramos en su
    estudio sobre el homo patiens: El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia, Herder,
    Barcelona, 1987.
    2005-2007 – Todos los derechos reservados por Ma. Teresa Vanek
    http://www.logoforo.com/

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  2. Artculo de http://www.Logoforo.com – 2005-2007 Todos los Derechos Reservados

    El hombre se autorealiza en la misma medida
    n que se compromete al cumplimiento del sentido de su vida.
    ktor Frankl – Fundador de la Logoterapia”

    El sitio dedicado a la Logoterapia y Análisis Existencial de Viktor Frankl
    y a la Psicología Existencial Humanista
    Ma. Teresa Lemus de Vanek

    Frankl y la Problemática del sentido
    27-06-05 – Dr. Ricardo Peter
    Frankl y la problemática del sentido
    Ricardo Peter*

    ?Cuanto más tienda a desaparecer
    el sentido de lo ontológico en
    una persona más ilimitadas
    le resultaran sus pretensiones,
    incluso hasta de alcanzar una
    especie de poder cósmico, porque
    cada vez será menos capaz de
    interrogarse sobre los títulos que
    pueda tener para ejercer tal poder?
    Gabriel Marcel[1]

    1. Antropología del límite y terapia de la imperfección

    A Víktor Frankl se le reconoce el mérito de haberse ocupado de la cuestión filosófica del sentido en el ámbito de
    la psicoterapia. Es correcto lo que Frankl da por sentado a este propósito: el hombre vive primaria y originalmente
    en tensión al sentido.
    La vida, en efecto, como afirma la logoterapia, es búsqueda de valores que realizar, vivenciar y, en último término,
    asumir ante determinados hechos y situaciones. Precisamente, el sentido de la vida, expresión popularizada por
    la logoterapia, colma una necesidad muy importante para la salud mental. Sin embargo, y sin disminuir su
    importancia, hay que señalar que, en realidad, Víktor Frankl no abarcó de manera explícita la globalidad de

    la problemática filosófica del sentido.
    A este respecto, la terapia de la imperfección señala una cierta insuficiencia en el planteamiento de la cuestión del
    sentido por parte de la logoterapia y solicita que ésta sea considerada en su totalidad, es decir, que la problemática
    del sentido sea tratada en toda su extensión, pues, aunque a simple vista pueda parecer una repetición innecesaria
    de palabras, el hombre vive fundamentalmente en tensión a la significatividad misma, vale decir, a la entera
    cuestión filosófica del sentido, a su totalidad, y no a una modalidad o aspecto de dicha problemática, como hasta ahora
    ha remarcado la logoterapia al privilegiar el asunto del sentido de la vida.
    Dado, pues, que la exigencia de sentido, afecta al hombre no sólo a un nivel psiquiátrico, sino antropológico, esto
    es, atañe a la dimensión más específica del ser del hombre, quien no puede dejar de interrogarse no sólo sobre el
    sentido de la vida, sino sobre el sentido mismo de su ser limitado (y de aquí el carácter filosófico de la cuestión
    del sentido), es muy evidente entonces la importancia de reflexionar sobre la problemática del sentido, así como
    la concebimos, en su globalidad, examinar su función en la estructura antropológica y psicológica del hombre. En
    otras palabras, alcanzar el nivel más profundo del problema para, finalmente, dejar al descubierto sus niveles,
    sus modalidades y características diversas.
    Bajo este punto de vista, la terapia de la imperfección se propone como un complemento de la logoterapia. Como
    si habláramos de una neologoterapia. Y de hecho, la terapia de la imperfección, desde su peculiar visión filosófica
    del hombre denominada Antropología del límite, quiere resaltar y rellenar un bache en el terreno no sólo de la
    Logoterapia, sino de la psicoterapia misma, que pese a las fuertes dosis filosóficas inyectadas por el
    movimiento humanista-existencial[2], sigue animada por la voluntad de ignorar o de reducir el trasfondo filosófico de
    la problemática del hombre, y en el caso presente, de la completa problemática del sentido.
    De esta manera, como anotamos en otra ocasión, ?la Antropología del límite comparte la misma visión terapéutica de
    la logoterapia, pero la ensancha afirmando que el sentido de la vida es sólo una ?parcela?, una porción de la
    gran problemática del límite y que ésta se bifurca en dos niveles de sentido. Es decir, dentro del contexto del sentido
    hay todavía un nivel de significación anterior y más profundo que el sentido de la vida, que Frankl posiblemente
    no distinguió o no formuló clara y sistemáticamente y que tiene que ver con el sentido del ser para el cual, como
    veremos, la Antropología del límite reserva otra calificación e importancia?.[3]

    2. Un déficit de sentido más profundo
    De aquí, pues, que pueda ocurrir (y a menudo ocurre cuando se vive un fracaso) que la ausencia de sentido revele no
    sólo la falta de tensión a valores, como quiere ver la Logoterapia, sino referir o desenmascarar un déficit de
    significado más profundo que el simple sentido de la vida y que llegue, por ende, a impactar el fondo mismo de

    la problemática del sentido, la finitud, el límite, donde la naturaleza del problema cambia de índole y de existencial
    se vuelve declaradamente ontológica.
    Desde el enfoque de la terapia de la imperfección, la problemática del sentido, vista entonces en su totalidad, abarca
    o está integrada por el sentido de la vida y por el sentido del ser. Y aunque ambas modalidades, el sentido de la vida y
    el sentido del ser, son diferentes y en cierta forma autónomas, no se trata sin embargo, de dos significados ajenos el
    uno al otro, sino de modalidades plenamente unidas por la función de significar diversos aspectos (existencial
    y ontológico) de la misma problemática planteada obstinadamente por la condición limitada del ser del hombre.
    Advirtamos entonces que el límite, la condición contingente de la naturaleza humana, es el verdadero origen o fuente de
    la entera problemática del sentido y que esta problemática se bifurca, como ya señalamos, en dos niveles o
    modalidades: en primera instancia, a nivel ontológico y, sólo de manera mediata, a un nivel existencial. El sentido es
    una semblanza del problema del límite de modo que la cuestión del significado está rebasada por la cuestión del
    límite. Por esto que la terapia de la imperfección englobe o abrace con el tema del límite el asunto del sentido de la vida.
    De hecho, el problema del sentido de la vida constituye la expresión del límite de la experiencia humana que se
    encuadra, a su vez, en un problema más vasto como es el de la finitud del existir mismo.
    La falta de sentido de la vida es, pues, una experiencia del existir mismo, una experiencia del hecho mismo de
    ser limitado. En efecto, cuando una persona desemboca o experimenta una situación sin sentido, está tropezando,
    en última instancia, con alguna expresión de la vasta realidad del límite, está ?catando? una porción de la problemática
    del límite.
    Tal vez, para explicar mejor no sólo la unidad de la problemática del significado, sino la diversidad de sentidos y la
    relativa autonomía existente entre ellos, pudiéramos recurrir a la metáfora de la construcción.
    Efectivamente, así como la parte visible del edificio, digamos el techo y las paredes, está levantada y sostenida por
    la parte invisible, por los cimientos o fundamentos que sustentan la construcción, de igual manera, el sentido de la
    vida (modalidad existencial de la problemática del sentido) está plenamente afianzado sobre la base del sentido del
    ser (modalidad ontológica), sobre la cual descansa cualquier otra necesidad de sentido.

    3. Existir y explicitación de sentido
    En nuestro caso, la parte externa del ?edificio?, el sentido de la vida, está sostenida por el apoyo principal, la base,
    el sentido del ser y éste, la base o fundamento, está en relación, aunque de un modo peculiar, con la parte externa
    del edificio, el sentido de la vida, posibilitándolo, dándole firmeza y afianzándolo.

    De donde resulta que entre ambas modalidades de la problemática del sentido no sólo hay una problemática en común
    a diversos niveles, sino también una distancia y una diferencia básica, a saber: mientras la vida o la existencia es
    petición y realización de valores y significados, como sostiene Frankl, el fundamento de la existencia, el existir mismo,
    es, por el contrario, explicitación de sentido. Y percibir esta diferencia es, ciertamente, una tarea muy importante,
    filosófica y terapéuticamente hablando.
    Sin embargo, si la parte externa del edificio, el sentido de la vida, requiere de la obra de ?albañilería? de parte del
    hombre, de la responsabilidad, argumenta Frankl, también la base, el sentido del ser, necesita, aunque en otros
    términos, de algún tipo de ?mano de obra? de parte del hombre y, en este caso, de una responsabilidad aún mayor, si
    así cabe decir.
    Con la metáfora de la construcción queda clara entonces la autonomía entre las partes del edificio, sus diferencias y
    sus recíprocas funciones, sin sacrificar la unidad del conjunto arquitectónico.
    Apliquemos ahora la metáfora de la construcción a la vida diaria. Quien, a modo de ejemplo, pierde el trabajo o,
    incluso, quien llega a perder a un ser querido por abandono o muerte o quien precipita en una falta de sentido de la
    vida por causa de una desolante soledad, quien sufre de los achaques del envejecimiento, quien sufre de un estado
    de soltería obligada, de maternidad negada, por vínculos de dependencia afectiva que no se logran romper, por
    un sentimiento de inferioridad que no puede ser superado o, peor aún, quien sufre de una enfermedad incurable, puede,
    si todavía conserva sanos los cimientos de su ?edificio?, el sentido del ser, volver a ?levantar? la parte externa de
    su construcción, el sentido de su existencia, esto es, volver a resignificar su vida. En tales casos diremos que se
    ha extraviado el sentido, pero no la orientación.
    Quien, en cambio, proyecta o intenta suicidarse, la máxima expresión de rechazo, está afectando no sólo el nivel
    del sentido de la vida, es decir, manifiesta un problema no sólo de frustración y de vacío existencial, como diagnostica
    la logoterapia, sino algo más profundo y definitivamente comprometedor como es el rechazo del hecho de existir.

    4. Cuando falta el valor del ser.
    El suicida se ocasiona el máximo perjuicio, a un nivel no sólo psicológico, sino ontológico. Elimina en su raíz la
    entera problemática del sentido. Afecta el nivel más profundo de la significatividad, mina, concluiríamos entonces,
    los fundamentos mismos de su ser, al punto de imposibilitar cualquier proyecto de reconstrucción. Pero no es
    necesario ser tan drásticos en el ejemplo, al extremo de recurrir al suicidio. Cualquier forma de autorechazo afecta a
    los cimientos de la construcción, al entero problema del sentido.

    Por lo tanto, al vacío de la vida, al problema de designificación de la existencia, puede unirse la desvalorización del
    ser: una experiencia de turbación o repugnancia del ser, que refleja una carencia más grande que la experiencia de
    vacío y que de golpe atenta contra el sentido del existir mismo y no solo contra el sentido de la existencia.
    De hecho, no es lo mismo tener la sensación de no valer nada a tener la sensación de que la vida no vale nada,
    pues como deja claro Gabriel Marcel, ?aparece un intervalo entre mi ser y mi vida. Yo no soy mi vida?.[4]
    La práctica del autorechazo priva de sentido el ser
    Con la desvalorización del ser, a través de cualquier práctica (desde el simple rechazo hasta el suicidio), se
    designifica también la existencia: ?Cuando crees que no vales nada en y por ti misma, de algún modo también empiezas
    a creer que la vida no vale nada en y por si misma?, exclama Marya Hornbacher quien habiendo sido primero bulímica
    y luego anoréxica, pasó del interés patológico por el peso corporal al interés por su completa autodestrucción?.[5]
    Del odio al cuerpo, quien sufre de algún trastorno alimentario, puede desplazarse al odio de sí mismo, como añade
    la misma autora: ?Siempre olvidamos este detalle. Consideramos que la bulimia y la anorexia son psicosis extrañas o
    bien un hábito, una fase, algo que hacen las mujeres. Olvidamos que se trata de un acto violento que habla de un
    nivel profundo de furia y de miedo hacia el propio ser?.[6]
    Pero, ahondando en la metáfora del edificio, pudiéramos añadir que un terremoto o alguna calamidad o desastre
    natural puede arrasar con la parte externa de la casa, pero dejar intactos los fundamentos, los cuales permiten, pasada
    la desgracia, volver a construir.
    Vemos entonces que el sentido del ser no está directa y primariamente relacionado con el quehacer o la ausencia
    de valores productivos o creativos, ni con los valores vivenciales o experienciales, las dos primeras categorías de
    valores mencionadas por Frankl. El sentido del ser ni siquiera está relacionado, hablando en sentido estricto, con el
    valor de actitud de la aceptación, la tercera y suprema categoría de valores, en el sentido referido por la logoterapia.
    En realidad, los valores de actitud merecen una consideración aparte, como sin duda lo haremos más adelante, pero
    ya desde ahora podemos anticipar que, primero, Frankl reduce los valores de actitud al valor de aceptación y,
    segundo, maneja y aplica tal categoría de valores, a la cuestión del sentido de la vida ante una desgracia y
    no propiamente al sentido del ser.
    Lo que por ahora queremos dejar bien claro es que el sentido de la vida radica, repetimos, en valores o
    significados temporales, circunstanciales y subjetivos que realizar y que así como se descubren significados
    para situaciones, acciones, hechos, sucesos, relaciones, vivencias o circunstancias de la vida, así mismo pueden, en

    otra etapa o pasaje de la vida, agotar o perder su sentido. La vida puede balancearse, como diría Paul Watzlawick
    ?del sentido al sin-sentido y del sin-sentido al sentido?.
    Por ejemplo, un tipo de trabajo, una relación amorosa, una determinada actividad que se considera significativa,
    puede mudar su valor y después de cierto tiempo y a causa de infortunios varios, de interesante e inestimable,
    ofrecer menos sentido o perder todo sentido. También el reverso de la medalla es posible: una relación de pareja que
    se considera deteriorada, un trabajo que no suscita interés o un sufrimiento moral que provoca una sensación
    de frustración pueden percibirse en otra óptica y dejar paso a un tipo de sentido, hasta entonces inadvertido. Aun
    las circunstancias más adversas y oscuras pueden dejar entrever la luz del sentido, pues como decían los latinos:
    post nubila, phoebus, ¡después de las nubes, el sol!

    5. El sentido del ser no es facultativo
    Sin embargo, conviene dejar bien claro que el sentido que se puede ?buscar? y ?encontrar? no es el sentido del ser, sino
    el sentido de la vida.
    El sentido de la vida es facultativo, de que aquí que pueda buscarse y por tanto encontrarse. El sentido de la vida
    es relativo a la existencia que se conduce y que puede ser rica de valores o chata, llana, elemental, en otras
    palabras, insignificante, raquítica de valores. Pero la existencia es una cualidad, condición o atributo del existir. De
    hecho, existir es tener la existencia y no al revés.
    Existir no requiere de ninguna consideración filosófica, teológica, psicológica o sociológica, aunque no rara vez la
    filosofía, la teología, la psicología y la sociología han versado sobre este concepto mareas de tinta china. En sí, el
    sentido del ser esta agradecido con tales reflexiones y disquisiciones, pero no las requiere; el ser no demanda la
    cortesía de algún ?añadido? para tener firmeza o darse validez alguna, pues ya la tiene: en el mero hecho de ser, el
    ser tiene sentido. Existir es ya lo más significativo que existe.
    El sentido del ser radica en el mero y simple hecho de ser o de existir, decimos. De por sí el tener que ser, un
    aspecto vinculado indisolublemente a la faena de ser, sólo corona el acto de existir, pero no lo revalida. Por el sólo
    hecho de existir contra viento y marea, el ser logra su sentido. Pudiera poner el ejemplo de la candela apagada pues
    soy contrario a quienes creen que para que la candela alcance su ?razón de ser? tiene que estar encendida
    hasta consumirse. Qué visión ?sádica?. La candela no necesita estar ardiendo para alcanzar su razón de ser pues,
    en realidad, siendo candela y no otra cosa puede cumplir en caso de una emergencia con la posibilidad de iluminar. Y
    esta posibilidad es suficiente para que la candela tenga su sentido.
    Con respecto al sentido del ser no hay búsqueda propiamente. Definitivamente, en este caso no se requiere la
    diligencia de la búsqueda. No se puede ?buscar? por la sencilla razón de que el sentido del ser es un radical

    significativo, relativo a la raíz del ser mismo y preferente, o sea que tiene preferencia y se antepone por el mismo motivo,
    a la acción de buscar, encontrar o significar.

    6. ?Deber ser? a pesar de todo
    Existir es ya un valor o significado incuestionable, que no se puede discutir. No así, sin embargo, una circunstancia,
    una situación, un suceso o un hecho, que son cuestionables y que requieren de un nexo, de una conexión o
    coherencia entre tales ?accidentes? y la propia vida. Y ese enlace es precisamente el sentido de la vida.
    En fin, de todos los valores y significados se pueden dudar, contender, disputar o discernir debido a que el sentido de
    la vida es personal y subjetivo, como subraya Frankl. Todos los valores son de naturaleza controvertida: la riqueza,
    la experiencia, el prestigio, la fama, la felicidad, el placer, el deber, el poder, la audacia, la firmeza, el impacto
    de personalidad, la excelencia e, igualmente, podemos decir de las habilidades artísticas, de la productividad, de
    las relaciones y de las experiencias.
    El hombre, en cambio, no puede arrogarse derecho de cuestionamiento sobre el propio existir. Existir no cae bajo
    las habladurías o dimes y diretes de la razón. Existir no está en subasta o licitación.
    Pues bien, si la logoterapia se ocupa de los valores de la vida, la terapia de la imperfección se centra en el valor del ser.
    Y si, según la logoterapia, la responsabilidad se mide en orden a la solicitud y a la premura por el sentido de la vida,
    pues para Frankl ser hombre es fundamentalmente ser responsable del sentido de la propia existencia, para la terapia
    de la imperfección la responsabilidad recae, de manera radical y preferente, ante el hecho de ser. De donde mi deber
    o responsabilidad primaria es tener que ser a pesar de todos los pesares que encuentre a lo largo de la vida. Pues
    debo tener presente que en la lucha a muerte con el mar no sólo peligra el sentido de la navegación, sino la nave misma.
    A este punto pudiéramos entonces distinguir dos niveles en la problemática del sentido. En efecto, a un determinado
    nivel, el hombre necesita encontrar un sentido para su vida, pero a un nivel más profundo, al hombre no le basta
    con encontrar el sentido de las circunstancias, de los hechos, experiencias y vivencias, el hombre necesita sostener
    o sustentar (que es mucho más que aceptar), el sentido del ser, que se desglosa, como ya mencionamos
    anteriormente, en dos notas: la de tener el ser y, al mismo tiempo, la de tener que ser, sostener las consecuencias de ser.
    Antes de seguir adelante es necesario aclarar un punto. Hemos dicho ?sostener?, pero ¿sostener qué? ¿ Qué es lo que
    el hombre tiene que sostener por el hecho de ser? La pregunta nos hace tropezar a la fuerza con la finitud, con el
    límite, que es lo que establece o suscita la entera problemática filosófica del sentido que estamos considerando, pues
    no sólo la vida, el edificio como decíamos antes metafóricamente, sino el sentido del ser (el tener el ser y el tener que
    ser), la base misma de la construcción, está amenazada por el límite.

    7. Conciencia de la propia indigencia.
    La cuestión del sentido se revela entonces problemática no a causa de la sensación de vacío o de la llamada
    frustración existencial, sino porque tiene que ver con la peligrosidad del límite, con la permanente insuficiencia que
    genera la condición de ser limitado y, a la vez, con la tarea de tener que ser un ser limitado, sostenerlo, ya que en el
    caso del hombre, ser limitado es inseparable de ser consciente de dicha condición.
    Aunque el límite, según Aristóteles dice ?magnitud? o sea lo que da cierta consistencia al ser, el límite es el origen de
    la insuficiencia, de la privación o carencia ontológica, lo cual ocasiona un profundo malestar y el más alto riesgo para
    el hombre, pues a causa del límite el hombre está tambaleante en sus mismos cimientos.
    Para no dar más rodeos, hablar de límite, en el caso del hombre, nos lleva directamente ha hablar de indigencia. Pero
    no de indigencia, claro está, en el orden meramente económico de carecer de los medios materiales para vivir.
    La indigencia, como hemos señalado repetidamente, está referida al ser mismo. Al vivir insuficiente, a la precariedad
    del ser, pues lo que falta afecta a la esencia del ser. Y como bien lo recuerda Rubén Darío, en su poema Lo fatal, ?no
    hay dolor más grande que el dolor de ser vivo ni mayor pesadumbre que la vida consciente?. O indigente, pues, ¿de
    qué otra cosa se es consciente sino de la propia indigencia? En efecto, el ser que tenemos entre manos es limitado y
    la conciencia de ser limitados, característica del hombre, nos vuelve indigentes.
    Ahora podemos concluir de manera definitiva que todo planteamiento de sentido (existencial u ontológico) proviene de
    esa ?pesadumbre? que es la indigencia.
    La indigencia como explicitación de sentido.
    La indigencia, que es la conciencia de que existir es existir limitadamente, es la fuente de todas las acciones del
    ser humano [7] y en cada acción, por lo mismo, la indigencia siembra un encargo o petición de sentido. Sin embargo,
    la fuente misma del actuar humano, la indigencia, no es petición, sino explicitación de significado.
    Si por una parte, la indigencia en cada acción que origina, establece o fuerza una petición de sentido, por otra,
    la indigencia como tal no solicita para sí sentido alguno, ni ninguna especie de justificación o solución. La indigencia
    no necesita ser enmendada, rectificada, corregida, arreglada o reparada, pues la indigencia es todo lo que hace que
    el hombre sea verdaderamente hombre, es decir, humano.
    La indigencia es la categoría antropológica por antonomasia. La eliminación de la indigencia conduciría a la
    eliminación misma de lo antropológico y por lo tanto, de lo humano.
    Como en el caso de la indigencia no puede plantearse la solución, tampoco puede plantearse el problema. En

    efecto, ¿cómo podemos hablar de problema donde no hay solución? La indigencia como tal no es un problema,
    aunque ella sea el principio y motivo de todos nuestros problemas.
    Es evidente entonces que la indigencia no requiere de un significado, sino, todo lo contrario, la indigencia confiere
    o provee del significado de ser consciente de ser limitado. ¿Qué significado despliega la indigencia sino el de
    la humanidad del hombre? El hecho de ser indigente es lo que vuelve al hombre exclusivamente humano.
    La indigencia es referencial. La indigencia no sólo no descalifica, sino por el contrario, relaciona las acciones del
    ser humano con valores; las dota de una nueva intencionalidad, pues la indigencia es conciencia de la necesidad y,
    por ende, de objetivos, propósitos, proyectos y fines que perseguir. La indigencia tiene finalidades. Dirige las acciones
    a un objeto, como en el caso del deseo, de la comunicación, de la creatividad, de la religación y de las demás
    acciones generadas por la indigencia.[8]
    Las dos aseveraciones que venimos haciendo sobre la indigencia, el encargo de sentido, por una parte y la
    explicitación de sentido, por otra, a simple vista parecen chocar, pero no a una consideración más atenta donde lo que
    se percibe no es un choque, sino una paradoja. Pero la indigencia, efectivamente, es enteramente paradójica.

    8. Sostener, más allá de aceptar
    De hecho, ¿qué sentido podemos dar a la indigencia, totalmente insoluble? ¿Qué otro puede ser el sentido del ser que
    no sea el sólo hecho de reconocerlo sin disputas, acogerlo (valor actitudinal de aceptación), tomarlo así como es y
    sobre todo, sostenerlo, tenerlo – tener que ser – (valor actitudinal de sostenimiento), prestarle todo nuestro
    apoyo, conservarlo, defenderlo, sustentarlo cuando el mar de la vida se vuelve contra la nave?

  3. Sostener implica la protección del ser
    Sostener o sustentar es a todas luces más que aceptar y alude a una especie de amparo del ser.
    A este propósito se pudiera argumentar que Frankl habla del valor actitudinal de aceptación, con el cual la
    logoterapia abarcaría la problemática del sentido en sus dos niveles y que, por consiguiente, estas reflexiones se
    volverían inútiles, pues según la logoterapia, el valor de actitud consiste en que el hombre posee ?la libertad de tomar
    una actitud ante cualquier condición en que se encuentre?[9]. Correcto, pero ¿qué actitud?
    La aceptación no es el único valor de actitud, aunque pareciera que la aceptación es el único valor a través del cual
    la logoterapia hace su máxima propuesta axiológica.
    Frankl señala un recurso válido, la aceptación, pero esta no es suficiente para reconocer que la Logoterapia se hace

    cargo de la problemática del sentido del ser. Reparemos en lo siguiente.
    Primero, que el valor de actitud Frankl lo maneja y lo aplica al sentido de la vida, que es el nivel de significado en que
    se mueve su reflexión y en el que, sin demérito alguno, quedó confinada la logoterapia. Sin embargo, el nivel del
    sentido de la vida, como ya vimos no se corresponde con el nivel del sentido del ser.
    Segundo, que para Frankl, el valor de actitud se reduce a la disposición de aprobación o al acto de asumir, sin
    oposición, resignadamente, aquellas circunstancias, situaciones, casos o condiciones en que la medicina o la ciencia
    en general no pueden ofrecer ningún alivio o ayuda a la persona. A través del valor actitudinal de aceptación el
    hombre reviste de sentido una determinada ?condición en que se encuentre?. Pero ya vimos que este no es el caso
    del sentido del ser donde el hombre no asigna un sentido, sino que lo recibe.
    Así también, la logoterapia propone el recurso a la aceptación pero de cara a los hechos (enfermedades graves,
    pérdidas dañosas) o situaciones capaces de mermar el sentido de la vida y que hay que enfrentar, asumir, deglutir y
    de esta manera encontrarles un significado.
    No en vano, el credo de Víktor Frankl es que aun en ?circunstancias? profundamente dolorosas, el hombre
    puede encontrar un sentido a su sufrimiento, a sus desgarraduras, neurosis, psicosis, cáncer, enfermedades incurables
    o situaciones irremediables. También solía decir Frankl, ?los hechos no son fatalidad?, pero en el caso que nos interesa,
    el sentido del ser no es un hecho, una circunstancia, obra o acción que ocurre o acontece, una desgracia que afecta
    a nuestra vida, sino que esta referido a algo que amenaza al ser mismo.
    No se discute que los valores de actitud son la última argolla a la que puede sujetarse el hombre que, ante la pérdida
    total de la esperanza, sufre por su destino. Se discute que el valor de aceptación propuesto por la logoterapia es un
    valor actitudinal insuficiente para encarar la profundidad misma de la vida, el ser.
    Ante el afán perfeccionista que amenaza el sentido del ser con el rechazo de la propia condición limitada, el valor
    de actitud de aceptación es escaso. Para hacer frente a este enemigo mortal de la condición precaria del ser, la
    propuesta de la Logoterapia requiere de una actitud más enérgica. Sostener, el valor que aludíamos arriba, es un valor
    de actitud más dinámico que el de aceptación.
    El ser tiene sentido. No se necesita encontrar un sentido para el ser. Pero el ser está amenazado por la búsqueda de
    la perfección. Pero, así como en la producción de obras de artesanía se acostumbra señalar que las imperfecciones
    del producto son cualidades y no defectos debido a que son hechas a mano y no en serie, igual podemos señalar que
    la defectuosidad esencial del ser, su finitud, es una cualidad, una bondad del hecho de ser. De aquí entonces la

    necesidad de sustentarlo y defenderlo. Aquí se precisa entonces una cierta ?obra de albañilería? de parte del hombre:
    del valor de aceptar se pasa al valor de sostener.

    9. Del ?homo patiens? al ?homo humanus?
    Básicamente, la reflexión de Frankl versó sobre el homo patiens, no sobre el homo humanus; sobre la aceptación
    del sufrimiento, no sobre la cualidad insuperable de la defectuosidad del ser y la necesidad de afirmarlo, respaldarlo
    y ampararlo.
    Consecuentemente, los valores que exalta la logoterapia están referidos a la visión filosófica del primero, no del
    segundo. Cuando Frankl, en algunas ocasiones usa la expresión ?significado del ser?[10], está entendiendo lo
    que entonces centraba sus investigaciones y a donde se encaminaban todas sus reflexiones: el sentido de la vida.
    Puede que para alguien, la distinción entre ?patiens? y ?humanus? o entre el sentido de la vida y el sentido del ser, o
    entre los valores de actitud ?aceptar? y ?sostener?, tenga sabor de fineza especulativa y afirme que, en resumidas
    cuentas, todo hace parte del mismo caldo: el hombre. Acaso, objete, sea cuestión de ponerse de acuerdo sobre
    las palabras. Pero, sabemos por experiencia del consultorio que el problema no es lingüístico, sino antropológico.
    La compleja realidad que deriva de la indigencia plantea tales cuestiones.
    No es lo mismo sentirse fallido por ser limitado y defectuoso, que estar viviendo con la sensación de vacío a causa de
    la falta de sentido en nuestra vida. Chocar contra la propia realidad limitada como sucede con el perfeccionismo es
    un asunto; no lograr o no alcanzar un intento o no realizar algo que se espera, que representa algo importante, es
    otro asunto, como sucede con quien experimenta un vacío de valores. Tampoco es lo mismo disponerse a aceptar
    algo que disponerse a sostener y defender algo.
    Como dijimos anteriormente, la logoterapia se ocupa de los valores de la vida; la terapia de la imperfección del valor
    del ser o, como más apropiadamente decía Paul Tillich, del ?coraje de ser?, de la tarea de mantener el ser.
    Por consiguiente, debemos reconocer que a la luz de estas reflexiones la voluntad de sentido que propone la
    Logoterapia queda aún exigua para abrazar la entera problemática del sentido, la cual va mucho más allá del mero
    sentido de la vida.

    10. Orientarse con el límite
    En su totalidad, la voluntad de sentido demanda algo más tajante aún: que a lo largo de la vida y pese a todas
    las vicisitudes, el hombre no sólo apruebe y asuma su destino resignadamente, sino que afirme incluso contra
    las circunstancias absurdas de la vida, el sentido del ser. ?Que pese a todo?, como gustaba decir Frankl, el hombre diga

    sí a su finitud y se oriente hacia su límite, hacia su humanidad.
    El asunto de la vida no se despega del asunto del límite, o sea del argumento mismo del ser que es el de la finitud,
    del término o de la cesación del ser. Esta es la vieja cuestión que plantea el hecho de ser. Pero añadamos que la
    finalidad del ser no es sólo la de tener que ser. También la misma finalidad del ser contempla la de dejar de ser, la
    de acercarse a su fin, pues el fin es inherente a la finalidad del ser.
    De aquí que el ser no sea susceptible de otro sentido que no sea el ser mismo y que el valor de actitud, en este
    caso, deba entenderse como tener que ser y no sólo como aceptación de la existencia.
    El hombre puede mantener una especie de independencia espiritual frente a los dramas de la vida y frente al drama de
    los dramas. En el primer caso, frente a los baches y discapacidades de la vida, el valor de actitud más fecundo y noble
    es el de la aceptación. Esta es la propuesta de la logoterapia. Pero cuando lo que está en juego es el sentido del
    ser, frente al drama de los dramas, frente al disgusto por ser limitado, el valor de actitud más fecundo y noble es el
    valor de tener que ser y éste es el significado del término sostener, del latín ?sustinere?, tener por debajo y alude a
    resistir, al esfuerzo por detenerse en la caída, por mantenerse en buen estado.
    Se trata de un valor que denota la máxima acción y combatividad de parte del hombre, una actitud eminentemente
    activa, pues sostener el ser no es asumir una fatalidad, padecer, sufrir un efecto. Sostener o tener que ser es la alegría
    de existir porque nunca la condición humana es una rival del hombre sino su mejor cualidad. La responsabilidad en
    este caso es la de estar dispuesto a observar y a obrar en conformidad con la realidad limitada del ser. De lo contrario,
    se afecta o se atenta contra el sentido del ser
    También aquí, el valor de actitud señalado por la Logoterapia se ensancha en el valor de actitud de sostenimiento.
    Aceptar (logoterapia), pero ahora sí, en toda la anchura de la problemática del sentido: aceptar y sustentar o
    sostener (terapia de la imperfección), incluyendo también el tener que dejar de ser. Pues la responsabilidad primaria
    del hombre radica de cara a su tener que ser que también lleva consigo tener que dejar de existir. Somos responsables
    no sólo de frente al existir, sino incluso, de frente al morir. La última responsabilidad y fidelidad al ser se cumple ante
    la muerte. El morir culmina el existir. Y este es el paquete completo del sentido del ser. Desesperarse ante la muerte
    es también una forma de rechazo del ser. Con la muerte, lo humano queda definitivamente configurado. La muerte
    corona el sentido del ser. Y sólo hasta entonces concluye mi responsabilidad, mi deber, de sustentar o tener que ser.
    La terapia de la imperfección contra el autorechazo
    El valor de actitud que plantea la terapia de la imperfección se yergue contra el autorechazo, característica esencial
    del trastorno del perfeccionismo. El autorechazo no se refiere a un hecho, a un infortunio o circunstancia desdichada,

    sino a la negación dentro de uno mismo de la insuperable deficiencia del ser. Por esta razón, la terapia de la
    imperfección formula un valor de actitud combativo.
    Si el valor de actitud propuesto por la terapia de la imperfección es tajante y extremo esto es debido a la calidad
    del sentido del ser, que definimos radical y preferente. Tener que ser, en definitiva es orientarse hacia el propio ser.
    El valor de disposición del sujeto no es, pues, de cara a algo, sino de cara a sí mismo y más precisamente, de cara a
    su indigencia. ¿Con este paso estamos dando un sentido a la indigencia? No. Estamos permitiendo que la indigencia
    dé un sentido firme a nuestra vida, que la orientación favorezca el sentido. Que los fundamentos sostengan el resto
    del edificio.
    Los valores de actitud de aceptar y sostener son la única salida a la cuestión de la indigencia.
    La alternativa que se ha manejado con respecto a la indigencia y que consiste en la búsqueda de la perfección
    solo conduce al enojo por el ser, por los cimientos de la existencia, a la desvalorización del sentido del ser.
    Voluntad de orientación
    Podemos ver entonces que la llamada voluntad de sentido es pues, a la vez, voluntad de sentido y de orientación.
    La orientación es una necesidad justificada por la terapia de la imperfección en relación con el trastorno
    del perfeccionismo.
    El perfeccionismo ataca las defensas ontológicas del ser
    El perfeccionismo, en su esencia, es puro rechazo del ser, de su pasmosa indigencia y ocasiona, por consiguiente,
    una pérdida del sentido de orientación con respecto al ser limitado. El perfeccionista es un extraviado de su propio ser,
    un desorbitado con respecto a sí mismo.
    Al perfeccionista no le falta sentido del ser, más bien es él el que le falta, le incumple y es infiel al sentido del ser.
    El perfeccionismo ataca las defensas ontológicas de la persona.
    El ser, en efecto, es la indigencia al desnudo y ante esta realidad el perfeccionista exclama: ?tuve miedo porque
    estoy desnudo? (Gen. 3,10), con la salvedad que aquí no hay taparrabos que puedan cubrir la indigencia,
    nuestra desnudez.
    La necesidad de orientación que sustenta la terapia de la imperfección no se suma matemáticamente a la voluntad
    de sentido de la logoterapia. No hacen uno más uno, dos. Al igual que el sentido de la vida no se suma al sentido del
    ser, sino que éste revela la verdadera profundidad de aquél, así mismo la voluntad de sentido despliega toda su razón
    en la necesidad de orientación.

    Para concluir, nos parece necesario resaltar que la expresión usada por Frankl de ?sentido último? y sus
    variaciones: ?ultrasentido? o sobresignificado (ultimate meaning, suprameaning) no plantea una nueva cuestión de
    sentido ni suple el asunto del sentido del ser.
    Sabemos que en un ulterior desarrollo del sentido de la vida, Frankl afirmó la existencia de un sentido incondicionado
    y esencialmente trascendente, un significado último ¿Hay alguna coincidencia entre el sentido último y el sentido del ser?
    En realidad lo que Frankl plantea es que no sólo cada fragmento o pieza de la vida (hecho, suceso, experiencia,
    relación, circunstancia) es materia de sentido, sino que la vida entera es potencialmente significativa y que, en esta fe,
    la búsqueda del sentido se vuelve trascendente. En cada opción precisa, la vida en general está sostenida por una
    ?opción fundamental? que atraviesa toda la cadena de circunstancias de la vida. La búsqueda de sentido trasciende
    pues todas las singularidades de las condiciones concretas y se proyecta en un sentido último que solicita al ser
    humano de ser responsable y decir si a la vida a pesar de todo.
    La terapia de la imperfección ha querido iluminar el verdadero fondo de la problemática filosófica del sentido. Pero
    al ramificarse, por decirlo de alguna manera, en el sentido del ser (cuya falta da lugar al trastorno de orientación) y en
    el sentido de la vida (cuya falta da lugar a la neurosis noogena), la voluntad de sentido definida por Frankl se manifiesta
    a su vez, como voluntad de sentido y necesidad de orientación. Sólo entonces la profunda demanda de significado
    por parte del hombre descorre su velo y nos muestra su verdadera magnitud y su decisiva importancia en la rutinaria
    y heroica tarea de aceptar y sostener nuestra precaria existencia y nuestra incolmable indigencia.
    ??Doctor en Filosofía, training en psicoanálisis, postgrado en Personal Counseling. Es el autor de la Terapia de
    la imperfección.
    [1] Marcel, G., 1987, Aproximación al misterio del ser, p. 58, Madrid, Ediciones Encuentro.
    [2] A este propósito, recordemos que la expresión sentido del ser o sentido para el ser utilizada por la Terapia de
    la Imperfección es una aportación de la filosofía existencial de Gabriel Marcel. Cfr. Le monde Casse. Position et
    approches du Mystere Ontologique (1933); Le mystere de l?Etre (1951). Sin embargo, de las dos expresiones de
    Gabriel Marcel arriba mencionadas, la Terapia de la Imperfección elige la de sentido del ser por tener más capacidad
    para expresar la cualidad significativa del ser.
    [3] Véase Peter, R., 2003, El hombre: un ser que se interroga sobre el sentido del límite, p. 29-41 en:
    Reflexiones filosóficas sobre lo humano, Carmen Romano, BUAP, México.
    [4] Marcel, G., (1987) Aproximaciones al misterio del Ser, op. ci., p. 46
    [5] Hornbacher, Marya 1999, Días perdidos, p. 148, Barcelona, Mondadori.
    [6] Hornbacher, Marya, op. ci., p. 166.
    [7] He tratado más ampliamente de la indigencia, categoría central de la Antropología del límite, en mi libro: Honra
    tu límite, fundamentos filosóficos de la Terapia de la Imperfección, BUAP, México, 2003, 2ª. Ed.
    [8] Peter, R., Honra tu limite, op. ci., p. 59-72.
    [9] Frankl, V., 1977, Fondamenti e aplicación della Logoterapia, p. 28, SEI, Turín.
    [10] De hecho, para corroborar lo que estamos sosteniendo, la expresión ?significado del ser? la encontramos en su
    estudio sobre el homo patiens: El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia, Herder,
    Barcelona, 1987.
    2005-2007 – Todos los derechos reservados por Ma. Teresa Vanek
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  4. Sostener implica la protección del ser
    Sostener o sustentar es a todas luces más que aceptar y alude a una especie de amparo del ser.
    A este propósito se pudiera argumentar que Frankl habla del valor actitudinal de aceptación, con el cual la
    logoterapia abarcaría la problemática del sentido en sus dos niveles y que, por consiguiente, estas reflexiones se
    volverían inútiles, pues según la logoterapia, el valor de actitud consiste en que el hombre posee ?la libertad de tomar
    una actitud ante cualquier condición en que se encuentre?[9]. Correcto, pero ¿qué actitud?
    La aceptación no es el único valor de actitud, aunque pareciera que la aceptación es el único valor a través del cual
    la logoterapia hace su máxima propuesta axiológica.
    Frankl señala un recurso válido, la aceptación, pero esta no es suficiente para reconocer que la Logoterapia se hace

    cargo de la problemática del sentido del ser. Reparemos en lo siguiente.
    Primero, que el valor de actitud Frankl lo maneja y lo aplica al sentido de la vida, que es el nivel de significado en que
    se mueve su reflexión y en el que, sin demérito alguno, quedó confinada la logoterapia. Sin embargo, el nivel del
    sentido de la vida, como ya vimos no se corresponde con el nivel del sentido del ser.
    Segundo, que para Frankl, el valor de actitud se reduce a la disposición de aprobación o al acto de asumir, sin
    oposición, resignadamente, aquellas circunstancias, situaciones, casos o condiciones en que la medicina o la ciencia
    en general no pueden ofrecer ningún alivio o ayuda a la persona. A través del valor actitudinal de aceptación el
    hombre reviste de sentido una determinada ?condición en que se encuentre?. Pero ya vimos que este no es el caso
    del sentido del ser donde el hombre no asigna un sentido, sino que lo recibe.
    Así también, la logoterapia propone el recurso a la aceptación pero de cara a los hechos (enfermedades graves,
    pérdidas dañosas) o situaciones capaces de mermar el sentido de la vida y que hay que enfrentar, asumir, deglutir y
    de esta manera encontrarles un significado.
    No en vano, el credo de Víktor Frankl es que aun en ?circunstancias? profundamente dolorosas, el hombre
    puede encontrar un sentido a su sufrimiento, a sus desgarraduras, neurosis, psicosis, cáncer, enfermedades incurables
    o situaciones irremediables. También solía decir Frankl, ?los hechos no son fatalidad?, pero en el caso que nos interesa,
    el sentido del ser no es un hecho, una circunstancia, obra o acción que ocurre o acontece, una desgracia que afecta
    a nuestra vida, sino que esta referido a algo que amenaza al ser mismo.
    No se discute que los valores de actitud son la última argolla a la que puede sujetarse el hombre que, ante la pérdida
    total de la esperanza, sufre por su destino. Se discute que el valor de aceptación propuesto por la logoterapia es un
    valor actitudinal insuficiente para encarar la profundidad misma de la vida, el ser.
    Ante el afán perfeccionista que amenaza el sentido del ser con el rechazo de la propia condición limitada, el valor
    de actitud de aceptación es escaso. Para hacer frente a este enemigo mortal de la condición precaria del ser, la
    propuesta de la Logoterapia requiere de una actitud más enérgica. Sostener, el valor que aludíamos arriba, es un valor
    de actitud más dinámico que el de aceptación.
    El ser tiene sentido. No se necesita encontrar un sentido para el ser. Pero el ser está amenazado por la búsqueda de
    la perfección. Pero, así como en la producción de obras de artesanía se acostumbra señalar que las imperfecciones
    del producto son cualidades y no defectos debido a que son hechas a mano y no en serie, igual podemos señalar que
    la defectuosidad esencial del ser, su finitud, es una cualidad, una bondad del hecho de ser. De aquí entonces la

    necesidad de sustentarlo y defenderlo. Aquí se precisa entonces una cierta ?obra de albañilería? de parte del hombre:
    del valor de aceptar se pasa al valor de sostener.

    9. Del ?homo patiens? al ?homo humanus?

    Básicamente, la reflexión de Frankl versó sobre el homo patiens, no sobre el homo humanus; sobre la aceptación
    del sufrimiento, no sobre la cualidad insuperable de la defectuosidad del ser y la necesidad de afirmarlo, respaldarlo
    y ampararlo.
    Consecuentemente, los valores que exalta la logoterapia están referidos a la visión filosófica del primero, no del
    segundo. Cuando Frankl, en algunas ocasiones usa la expresión ?significado del ser?[10], está entendiendo lo
    que entonces centraba sus investigaciones y a donde se encaminaban todas sus reflexiones: el sentido de la vida.
    Puede que para alguien, la distinción entre ?patiens? y ?humanus? o entre el sentido de la vida y el sentido del ser, o
    entre los valores de actitud ?aceptar? y ?sostener?, tenga sabor de fineza especulativa y afirme que, en resumidas
    cuentas, todo hace parte del mismo caldo: el hombre. Acaso, objete, sea cuestión de ponerse de acuerdo sobre
    las palabras. Pero, sabemos por experiencia del consultorio que el problema no es lingüístico, sino antropológico.
    La compleja realidad que deriva de la indigencia plantea tales cuestiones.
    No es lo mismo sentirse fallido por ser limitado y defectuoso, que estar viviendo con la sensación de vacío a causa de
    la falta de sentido en nuestra vida. Chocar contra la propia realidad limitada como sucede con el perfeccionismo es
    un asunto; no lograr o no alcanzar un intento o no realizar algo que se espera, que representa algo importante, es
    otro asunto, como sucede con quien experimenta un vacío de valores. Tampoco es lo mismo disponerse a aceptar
    algo que disponerse a sostener y defender algo.
    Como dijimos anteriormente, la logoterapia se ocupa de los valores de la vida; la terapia de la imperfección del valor
    del ser o, como más apropiadamente decía Paul Tillich, del ?coraje de ser?, de la tarea de mantener el ser.
    Por consiguiente, debemos reconocer que a la luz de estas reflexiones la voluntad de sentido que propone la
    Logoterapia queda aún exigua para abrazar la entera problemática del sentido, la cual va mucho más allá del mero
    sentido de la vida.

    10. Orientarse con el límite

    En su totalidad, la voluntad de sentido demanda algo más tajante aún: que a lo largo de la vida y pese a todas
    las vicisitudes, el hombre no sólo apruebe y asuma su destino resignadamente, sino que afirme incluso contra
    las circunstancias absurdas de la vida, el sentido del ser. ?Que pese a todo?, como gustaba decir Frankl, el hombre diga

    sí a su finitud y se oriente hacia su límite, hacia su humanidad.
    El asunto de la vida no se despega del asunto del límite, o sea del argumento mismo del ser que es el de la finitud,
    del término o de la cesación del ser. Esta es la vieja cuestión que plantea el hecho de ser. Pero añadamos que la
    finalidad del ser no es sólo la de tener que ser. También la misma finalidad del ser contempla la de dejar de ser, la
    de acercarse a su fin, pues el fin es inherente a la finalidad del ser.
    De aquí que el ser no sea susceptible de otro sentido que no sea el ser mismo y que el valor de actitud, en este
    caso, deba entenderse como tener que ser y no sólo como aceptación de la existencia.
    El hombre puede mantener una especie de independencia espiritual frente a los dramas de la vida y frente al drama de
    los dramas. En el primer caso, frente a los baches y discapacidades de la vida, el valor de actitud más fecundo y noble
    es el de la aceptación. Esta es la propuesta de la logoterapia. Pero cuando lo que está en juego es el sentido del
    ser, frente al drama de los dramas, frente al disgusto por ser limitado, el valor de actitud más fecundo y noble es el
    valor de tener que ser y éste es el significado del término sostener, del latín ?sustinere?, tener por debajo y alude a
    resistir, al esfuerzo por detenerse en la caída, por mantenerse en buen estado.
    Se trata de un valor que denota la máxima acción y combatividad de parte del hombre, una actitud eminentemente
    activa, pues sostener el ser no es asumir una fatalidad, padecer, sufrir un efecto. Sostener o tener que ser es la alegría
    de existir porque nunca la condición humana es una rival del hombre sino su mejor cualidad. La responsabilidad en
    este caso es la de estar dispuesto a observar y a obrar en conformidad con la realidad limitada del ser. De lo contrario,
    se afecta o se atenta contra el sentido del ser
    También aquí, el valor de actitud señalado por la Logoterapia se ensancha en el valor de actitud de sostenimiento.
    Aceptar (logoterapia), pero ahora sí, en toda la anchura de la problemática del sentido: aceptar y sustentar o
    sostener (terapia de la imperfección), incluyendo también el tener que dejar de ser. Pues la responsabilidad primaria
    del hombre radica de cara a su tener que ser que también lleva consigo tener que dejar de existir. Somos responsables
    no sólo de frente al existir, sino incluso, de frente al morir. La última responsabilidad y fidelidad al ser se cumple ante
    la muerte. El morir culmina el existir. Y este es el paquete completo del sentido del ser. Desesperarse ante la muerte
    es también una forma de rechazo del ser. Con la muerte, lo humano queda definitivamente configurado. La muerte
    corona el sentido del ser. Y sólo hasta entonces concluye mi responsabilidad, mi deber, de sustentar o tener que ser.
    La terapia de la imperfección contra el autorechazo
    El valor de actitud que plantea la terapia de la imperfección se yergue contra el autorechazo, característica esencial
    del trastorno del perfeccionismo. El autorechazo no se refiere a un hecho, a un infortunio o circunstancia desdichada,

    sino a la negación dentro de uno mismo de la insuperable deficiencia del ser. Por esta razón, la terapia de la
    imperfección formula un valor de actitud combativo.
    Si el valor de actitud propuesto por la terapia de la imperfección es tajante y extremo esto es debido a la calidad
    del sentido del ser, que definimos radical y preferente. Tener que ser, en definitiva es orientarse hacia el propio ser.
    El valor de disposición del sujeto no es, pues, de cara a algo, sino de cara a sí mismo y más precisamente, de cara a
    su indigencia. ¿Con este paso estamos dando un sentido a la indigencia? No. Estamos permitiendo que la indigencia
    dé un sentido firme a nuestra vida, que la orientación favorezca el sentido. Que los fundamentos sostengan el resto
    del edificio.
    Los valores de actitud de aceptar y sostener son la única salida a la cuestión de la indigencia.
    La alternativa que se ha manejado con respecto a la indigencia y que consiste en la búsqueda de la perfección
    solo conduce al enojo por el ser, por los cimientos de la existencia, a la desvalorización del sentido del ser.
    Voluntad de orientación
    Podemos ver entonces que la llamada voluntad de sentido es pues, a la vez, voluntad de sentido y de orientación.
    La orientación es una necesidad justificada por la terapia de la imperfección en relación con el trastorno
    del perfeccionismo.
    El perfeccionismo ataca las defensas ontológicas del ser
    El perfeccionismo, en su esencia, es puro rechazo del ser, de su pasmosa indigencia y ocasiona, por consiguiente,
    una pérdida del sentido de orientación con respecto al ser limitado. El perfeccionista es un extraviado de su propio ser,
    un desorbitado con respecto a sí mismo.
    Al perfeccionista no le falta sentido del ser, más bien es él el que le falta, le incumple y es infiel al sentido del ser.
    El perfeccionismo ataca las defensas ontológicas de la persona.
    El ser, en efecto, es la indigencia al desnudo y ante esta realidad el perfeccionista exclama: ?tuve miedo porque
    estoy desnudo? (Gen. 3,10), con la salvedad que aquí no hay taparrabos que puedan cubrir la indigencia,
    nuestra desnudez.
    La necesidad de orientación que sustenta la terapia de la imperfección no se suma matemáticamente a la voluntad
    de sentido de la logoterapia. No hacen uno más uno, dos. Al igual que el sentido de la vida no se suma al sentido del
    ser, sino que éste revela la verdadera profundidad de aquél, así mismo la voluntad de sentido despliega toda su razón
    en la necesidad de orientación.

    Para concluir, nos parece necesario resaltar que la expresión usada por Frankl de ?sentido último? y sus
    variaciones: ?ultrasentido? o sobresignificado (ultimate meaning, suprameaning) no plantea una nueva cuestión de
    sentido ni suple el asunto del sentido del ser.
    Sabemos que en un ulterior desarrollo del sentido de la vida, Frankl afirmó la existencia de un sentido incondicionado
    y esencialmente trascendente, un significado último ¿Hay alguna coincidencia entre el sentido último y el sentido del ser?
    En realidad lo que Frankl plantea es que no sólo cada fragmento o pieza de la vida (hecho, suceso, experiencia,
    relación, circunstancia) es materia de sentido, sino que la vida entera es potencialmente significativa y que, en esta fe,
    la búsqueda del sentido se vuelve trascendente. En cada opción precisa, la vida en general está sostenida por una
    ?opción fundamental? que atraviesa toda la cadena de circunstancias de la vida. La búsqueda de sentido trasciende
    pues todas las singularidades de las condiciones concretas y se proyecta en un sentido último que solicita al ser
    humano de ser responsable y decir si a la vida a pesar de todo.
    La terapia de la imperfección ha querido iluminar el verdadero fondo de la problemática filosófica del sentido. Pero
    al ramificarse, por decirlo de alguna manera, en el sentido del ser (cuya falta da lugar al trastorno de orientación) y en
    el sentido de la vida (cuya falta da lugar a la neurosis noogena), la voluntad de sentido definida por Frankl se manifiesta
    a su vez, como voluntad de sentido y necesidad de orientación. Sólo entonces la profunda demanda de significado
    por parte del hombre descorre su velo y nos muestra su verdadera magnitud y su decisiva importancia en la rutinaria
    y heroica tarea de aceptar y sostener nuestra precaria existencia y nuestra incolmable indigencia.
    * Doctor en Filosofía, training en psicoanálisis, postgrado en Personal Counseling. Es el autor de la Terapia de
    la imperfección.
    [1] Marcel, G., 1987, Aproximación al misterio del ser, p. 58, Madrid, Ediciones Encuentro.
    [2] A este propósito, recordemos que la expresión sentido del ser o sentido para el ser utilizada por la Terapia de
    la Imperfección es una aportación de la filosofía existencial de Gabriel Marcel. Cfr. Le monde Casse. Position et
    approches du Mystere Ontologique (1933); Le mystere de l?Etre (1951). Sin embargo, de las dos expresiones de
    Gabriel Marcel arriba mencionadas, la Terapia de la Imperfección elige la de sentido del ser por tener más capacidad
    para expresar la cualidad significativa del ser.
    [3] Véase Peter, R., 2003, El hombre: un ser que se interroga sobre el sentido del límite, p. 29-41 en:
    Reflexiones filosóficas sobre lo humano, Carmen Romano, BUAP, México.
    [4] Marcel, G., (1987) Aproximaciones al misterio del Ser, op. ci., p. 46
    [5] Hornbacher, Marya 1999, Días perdidos, p. 148, Barcelona, Mondadori.
    [6] Hornbacher, Marya, op. ci., p. 166.
    [7] He tratado más ampliamente de la indigencia, categoría central de la Antropología del límite, en mi libro: Honra
    tu límite, fundamentos filosóficos de la Terapia de la Imperfección, BUAP, México, 2003, 2ª. Ed.
    [8] Peter, R., Honra tu limite, op. ci., p. 59-72.
    [9] Frankl, V., 1977, Fondamenti e aplicación della Logoterapia, p. 28, SEI, Turín.
    [10] De hecho, para corroborar lo que estamos sosteniendo, la expresión ?significado del ser? la encontramos en su
    estudio sobre el homo patiens: El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia, Herder,
    Barcelona, 1987.
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