Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Tabla de contenido
I 3
La capacidad de escuchar 3
La vida está donde menos se la espera 5
Esa extraña cosa: la mente humana 6
Donde empieza el camino 7
¿Enseñar a cantar a los cerdos…? 8
Estamos “sentados” sobre una mina de diamantes y no lo sabemos 9
No es demasiado tarde 9
Preferimos ser desdichados 10
La felicidad está en uno mismo 11
La fórmula de la felicidad 12
El sufrimiento y el apego. 13
El origen de todos los conflictos 13
El verdadero progreso 14
El amor y el apego 14
La fórmula de la felicidad 15
La libertad 16
II 17
Peces que tienen sed y temen ahogarse 17
Nadie nos quitó la libertad que buscamos 18
Los problemas no existen en la realidad… 19
… sólo existen en la mente humana 19
Convencido de que moriría, murió 20
Perturbación y espiritualidad 21
Perturbación y autocastigo 22
Felicidad y cambio 23
No culpar a nadie 24
¿Quién te perturba? 25
Cómo “arreglar” las cosas 25
Las relaciones humanas y la perturbación 26
III 28
La religión que nos preocupa 28
La felicidad de no depender 29
¿Son humanas las relaciones humanas? 31
¿Cambiar o amar? 32
No dejes que los demás te perturben 32
Cómo nos controlan y manejan 33
¿Amar sólo a quien te ama? 34
Cuando éramos niños nos “drogaron” 35
Hemos perdido la capacidad de amar 35
Estar solo, no solitario 36
La parábola final 36
¿Ser oveja o león? 36
I
Diez, doce años atrás, hice un descubrimiento que trastrocó y revolucionó mi vida,
convirtiéndome en un hombre nuevo. Descubrí una formula que permite ser feliz
por el resto de la vida, que permite disfrutar de cada minuto de la vida. Redescubrir
la vida.
Al escuchar esto, alguien podrá asombrarse y preguntarme:
-¿Como se entero solo diez o doce años atrás? ¿No ha leído usted los Evangelios?
¡Por supuesto que leí los Evangelios!
¡Pero no la había visto! La formula estaba allí, en los Evangelios, pero yo no la había
comprendido. Mas tarde, cuando ya la había descubierto, la halle en los textos sagrados de las principales religiones y me asombre: la había leído y no la había visto, no la
había comprendido. Ojalá la hubiera descubierto cuando era mas joven. ¡Que diferente habría sido todo!
¿Cuanto tiempo me llevara transmitir a otros esa formula? ¿Todo un día? Voy a ser
honesto: solo un par de minutos. No creo que requiera mas de dos minutos transmitir-
la. Captarla o comprenderla llevaría…¿veinte años?, ¿quince años?, ¿diez años?,
¿diez minutos?, ¿un día?, ¿tres días? ¡Quien sabe! Eso depende de cada uno.
La capacidad de escuchar
Es necesaria una cualidad para captar aquello que yo descubrí de repente diez
años atrás y que revoluciono mi vida: la cualidad de escuchar, de comprender, de
“ver”. Creo que; si mil personas me oyen y una escucha, si mil me leen y una ve, es un
promedio bastante bueno.
¿Es difícil comprender a formula? Es tan sencilla que puede comprenderla un niño de siete años; ¿no es asombroso? En realidad cuando pienso en eso hoy, me pregunto:
¿Porqué no la comprendí antes? No lo sé. No sé porqué no la comprendí antes. Pero así fue. Puede ser que cualquiera esté en condiciones de comprenderla hoy, aunque sea en parte ¿Que se necesita para comprenderla? Una sola cosa: la capacidad de escuchar Eso es todo. ¿Eres capaz de escuchar? Si lo eres, podrás comprenderla.
Ahora bien, escuchar no es tan fácil como podría parecer: La razón es que siempre escuchamos a partir de conceptos establecidos, de posiciones y fórmulas establecidas, de prejuicios…Escuchar no significa “tragar”; eso es credulidad:
– Él lo dice, yo lo acepto.
No quiero que nadie me tenga fe cuando me escucha o me lee, las enseñanzas de la Iglesia o la Biblia se pueden tomar con fe, Deseo que cuestionen todo lo que digo, que reflexionen sobre mis opiniones.
Escuchar no significa ser crédulo. Pero tampoco significa atacar. Lo que voy a plantear es algo tan nuevo que algunos pensarán que estoy loco, que no estoy en mi sano juicio. Por consiguiente, van a sentirse tentados de atacar. Si se le dice a un marxista que algo anda mal dentro del marxismo, lo primero que probablemente haga es atacar. Si se le dice a un capitalista que algo no está bien en el capitalismo, se alza en armas. Si se le dice a un norteamericano que en los Estados Unidos hay algo que no está bien, se enfurece. Y lo mismo sucede con los indios, si se ataca a la India, etcétera.
Escuchar no significa creer ciegamente, ni tampoco atacar o simplemente estar de acuerdo Me contaron acerca de un superior jesuita que tenía mucho éxito. Alguien le preguntó:
-¿Cómo es que usted tiene tanto éxito como superior?
– Muy sencillo; la receta es sencilla: estoy de acuerdo con todos – respondió
¡Estaba de acuerdo con todos! Le objetaron:
-¡No hable tonterías! ¿Cómo puede usted tener éxito como superior estando de acuerdo con todos?
– Es cierto, ¿cómo puedo tener éxito como superior estando de acuerdo con todos? – fue su respuesta.
De modo que escuchar no significa estar de acuerdo conmigo; puedes discrepar conmigo y entenderlo, ¿no es asombroso?.
Escuchar significa estar alerta. Si estás alerta, estás observando, estás escuchando con una especie de mente virgen. No es fácil escuchar con una mente virgen, sin prejuicios, sin fórmulas establecidas. .
Alguien me contó la historia de una persona que llevó a la práctica el famoso refrán: “Quien por día una manzana come, al médico a distancia pone.” Bien, esta persona tenía un affaire con la esposa de un médico, … y comía una manzana por día. Es decir, ¡había entendido todo al revés! Había partido de una fórmula establecida, de una posición mental rígida.
Me contaron también acerca de un sacerdote que estaba tratando de convencer a un feligrés alcohólico de que dejara la bebida. Para ello llenó un vaso con alcohol puro y tomó una lombriz, dejándola caer en el vaso. La pobre lombriz comenzó a retorcerse y murió. Y el sacerdote le dijo al feligrés:
– ¿Comprendiste el mensaje, Juan?
– Sí, padre, comprendí el mensaje, . . .comprendí el mensaje,… ¿Sabe?, si se tiene un bicho en el estómago, hay que tomar alcohol.
¡Ay! ¡Vaya si comprendió el mensaje!
Juan no comprendió el mensaje porque no estaba escuchando.
Conozco otro caso en el que era el sacerdote el que no estaba escuchando. En efecto, cuentan acerca de un alcohólico que fue a ver al cura párroco, el cual, como estaba leyendo el diario, no quería que lo molestaran.
– Disculpe, padre.
El padre, fastidiado, lo ignoraba.
– Eh, disculpe, padre.
-¿Qué pasa? – preguntó el párroco.
-¿Me podría decir qué produce artritis, padre?
El padre seguía fastidiado:
-¿Qué produce artritis? Beber produce artritis; eso es lo que produce artritis. Salir con mujeres fáciles produce artritis, eso es lo que produce artritis. Dedicarse al juego produce artritis, eso es lo que produce artritis.
¿Porqué me lo preguntas?
– Porque aquí en el diario, dice que el Santo Padre tiene artritis.
El párroco no había estado escuchando.
Bueno, si estás preparado para oír algo nuevo, sencillo, inesperado, opuesto a casi todo aquello que te han contado hasta ahora, entonces quizás escuches lo que tengo que decir, quizás lo comprendas. Cuando Jesús enseñaba la Buena Nueva, creo que fue atacado no sólo porque lo que enseñaba era bueno, sino porque era nuevo.
– No quiero oír nada nuevo, denme las cosas viejas.
No nos gusta lo nuevo; es demasiado molesto, demasiado liberador. Si rechazamos lo nuevo, no estamos dispuestos a escuchar. Pero si lo aceptamos sin discriminar, tampoco estamos escuchando. Buda lo dijo de una manera muy hermosa: “Monjes y discípulos no deben aceptar mis palabras por respeto, sino que deben analizarlas, de la misma manera que un orfebre trabaja el oro: seccionando, raspando, frotando, fundiendo.” Así debe ser también con mis palabras.
La vida está donde menos se la espera
¿Qué es eso que llamamos “nuestra vida”? Echa una mirada al mundo y luego te invitaré a echar una mirada a tu propia vida. Echa una mirada al mundo: pobreza por doquier. Leí en el New York Times que los obispos de los Estados Unidos afirman que hay 33 millones de personas en el país que viven por debajo del umbral de pobreza, trazado por el propio gobierno. Si crees que eso es pobreza, deberías ir a otros países a ver la consunción, la suciedad, la miseria. ¿A eso se puede llamar vida?
Pero hay algo asombroso. Te mostraré que la vida existe aun en esas condiciones.
Alrededor de 12 años atrás me presentaron, en Calcuta, a un hombre que arrastraba un ricksha, un vehículo de tres ruedas de tracción humana… ;Es terrible! Se trata de un ser humano; no es un caballo el que tira, sino un ser humano. Estos pobres seres no duran mucho tiempo; viven 10 a 12 años después de que comienzan a tirar del ricksha, pues enferman de tuberculosis.
Pese a su trabajo, Ramchandra – que así se llamaba este hombre -, tenía esposa e hijos, e incluso televisión. En ese entonces había un pequeño grupo de personas dedicadas a una actividad ilegal llamada “exportación de esqueletos”, que finalmente fueron apresadas.
¿Sabes qué hacían? Si una persona era muy pobre, ellos se le acercaban y le compraban el esqueleto por el equivalente de unos 10 dólares. Así fue como le preguntaron a Ramchandra:
-¿Desde cuánto tiempo atrás trabajas en la calle?
– Desde hace diez años… – respondió Ramchandra. Entonces ellos pensaron:
“No va a vivir mucho más…” Y dijeron:
– Muy bien, aquí está tu dinero.
En el momento en que la persona moría, se apoderaban del cuerpo, se lo llevaban y, luego, cuando el cuerpo estaba descompuesto, mediante un proceso que tenían, descarnaban todo el esqueleto. Ramchandra había vendido el suyo, tanta era su miseria; estaba rodeado de consunción, pobreza, desgracia, incertidumbre. Nunca creerías posible encontrar la felicidad allí, ¿no es cierto?
A este hombre, al que nada parecía molestarlo que estaba perfectamente bien, al que nada parecía preocuparlo, le pregunté un día:
-¿No estás preocupado?
-¿Por qué?
-¿Sabes?, por tu futuro, por el futuro de los niños…- agregué
– Bueno, hago lo mejor que puedo, pero el resto está en manos de Dios…
– Pero – dije yo – ¿y qué hay de tu enfermedad?; te hace sufrir, ¿no es cierto?
– Un poco; tenemos que tomar la vida como viene – fue su respuesta.
Jamás lo vi de mal ánimo. Pues bien, un día, cuando estaba hablándole, me di cuenta de repente que estaba en presencia de un místico, me di cuenta que estaba en presencia de la vida. ;Él estaba allí! ¡Estaba vivo! Yo estaba muerto… Era un hombre que era plenamente él mismo, de acuerdo con aquellas bellas palabras de Jesús: “Mirad los cuervos del cielo, que no siembran ni cosechan…; mirad los lirios del campo, que no hilan ni tejen…” (Lc 12, 24 y 27;Mt 6, 26); ellos no se preocupan ni por un momento del futuro; no como tú. Ramchandra estaba allí mismo. No sé, hoy seguramente estará muerto. Mi encuentro con él fue muy breve, en Calcuta; y después seguí hasta donde vivo ahora, hacia el sur de la India.
¿Qué le sucedió a este hombre? No lo sé. Pero sé que conocí a un místico. Era una persona extraordinaria; descubrió la vida, la redescubrió.
Esa extraña cosa: la mente humana
Muchas veces pensé qué cosa tan extraña es la mente humana. Ha inventado la computadora, ha desintegrado el átomo, ha hecho posible enviar naves al espacio pero, no ha solucionado el problema del sufrimiento humano, de la angustia, la soledad, la depresión, el vacío, la desesperación! Honestamente no creo que tú estés libre de todos esos sentimientos. ¿Cómo puede ser que no hayamos encontrado la solución para ellos? Hemos logrado toda clase de adelantos tecnológicos. ¿Ha elevado esto nuestra calidad de vida en una sola pulgada?
¡No!, ni en una pulgada. Tenemos – eso sí – más comodidad, más velocidad, más placeres, más entretenimientos, más erudición mayores adelantos tecnológicos. Pero, ¿se ha logrado superar en algo la soledad, el vacío, la congoja, la avaricia, el odio, los conflictos? ¿Hay menos lucha, menos crueldad? Yo pienso que estamos peor…
La tragedia es, tal como lo descubrí diez o doce años atrás, que ¡el secreto se ha encontrado! Tenemos la solución a mano.
¿Por qué no la usamos? No la queremos.
Ese es el motivo, ¿lo crees? ¡No la queremos! ¡No la queremos! Imagina que yo le diga a alguien:
– Mira, voy a darte una fórmula que te va a hacer feliz por el resto de tu vida; disfrutarás cada minuto del resto de tu vida…
Imagina que te digo eso a ti… Te lo diré; te daré la fórmula. ¿Sabes lo que probablemente me responderás?:
– ¡No me la diga! ¡Basta! No quiero oírlo.
La mayoría de la gente no quiere escuchar la fórmula, aunque ni siquiera debe aceptarla por fe… Voy a demostrarte que es así.
Alrededor de seis meses atrás, el verano pasado, estuve en Saint Louis, Missouri, para dar una especie de seminario de fin de semana. Había allí un sacerdote, que se me acercó y me dijo:
– Acepto cada una de las palabras que usted ha dicho durante estos tres días, cada una de las palabras…, ¿y sabe por qué? No porque haya hecho lo que usted nos alentó a hacer: seccionar, frotar, raspar y analizar.
No.
Y explicó:
– Unos tres meses atrás, asistí a una víctima del sida en su lecho de muerte. Y el hombre me contó lo siguiente: “Padre, hace seis meses, el doctor me dijo que yo tenía seis meses de vida y yo le creí.” ¡Cuánta razón había tenido!, pues el hombre se estaba muriendo. “¿Sabe algo, padre? Éstos han sido los seis meses más felices de toda mi malgastada vida… ¡los más felices!
En realidad, nunca había sido feliz hasta estos seis meses. He descubierto la felicidad.”
Y agregó: “Ni bien el doctor me lo dijo, abandoné la tensión, la presión, la ansiedad, la esperanza y, en lugar de caer en la desesperación, finalmente fui feliz.”
Y el sacerdote concluyó:
– ¿Sabe?, muchas veces he reflexionado sobre las palabras de aquel hombre.
Cuando lo escuché a usted este fin de semana, pensé: “Este hombre ha vuelto a vivir. Usted está diciendo exactamente lo que él dijo…”
Donde empieza el camino
Otro hombre también sabía esto. En la Epístola a los Filipenses san Pablo dice:
“He aprendido a contentarme con lo que tengo…” (Flp 4, 11). ¡Está en la Biblia! La fórmula está en la Biblia. Yo te explicaré cómo ponerla en práctica, aunque la manera de hacerlo está allí también; la fórmula está completa… Esto es lo que dice san Pablo: “He aprendido a contentarme con lo que tengo… he aprendido a ser autosuficiente.”(Me achacarán quizás que la Biblia no dice “autosuficiente”; pero este no será más que el comienzo de los ataques.)
“He aprendido a ser autosuficiente” significa: “Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre, a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta.”
Un poco antes dice san Pablo: “Regocijaos en el Señor, siempre regocijaos. ‘ Yo lo repito: “Regocijaos.” Pienso en Ramchandra en Calcuta, pienso en aquella víctima del sida en Saint Louis. A eso se refiere San Pablo. ¡Lo había leído durante toda mi vida y nunca lo había entendido! Sus palabras se dirigían a mí y yo no las había comprendido. Bueno, supongamos que tú quieres comprenderlas, ¿qué debes hacer?
Primero, deberás entender un par de verdades acerca de ti mismo. Luego, te arrojaré la fórmula, para que hagas lo que quieras con ella.
¿Qué debes entender acerca de ti mismo? Ante todo, que tu vida es un enredo.
¿No te gusta oírlo? Bueno, quizás eso prueba que es cierto. Tu vida es un enredo. Quizás me dirás:
– Puede ser.
Si eres como la persona promedio con la que me tropecé siempre, tu vida es un enredo. Me dirás:
– ¿Qué significa eso de que mi vida es un enredo? Me va muy bien en mis estudios, tengo padres buenos, tengo buenas relaciones con mi familia, tengo un novio (o una novia, según sea el caso), todos me quieren, me va bien en el deporte y tengo una carrera muy brillante por delante.
– Oh, ¿sí?
– Sí.
– ¿Piensas que tu vida no es un enredo?
Respondes:
– No.
– Oh, dime – aquí está la prueba de fuego -, ¿nunca te sientes solo?, ¿tienes alguna congoja?, ¿alguna vez te alteras por algo?
-¿Quiere decir que no debemos alterar
-¿Quieres la respuesta limpia, clara y sencilla?
-¡Sí!
-¡No!
-¿Quiere decir: no alterarse por nada?
– Correcto, me oíste: ¡no!
-¡Cállese! No quiero escuchar más.
-¿Comprendes lo que quiero decir?
– No.
Como la mayoría de la gente, tienes una teoría: “Debes perturbarte o no eres humano.” Muy bien, adelante entonces, pertúrbate. Buena suerte: ¡Adiós!
¿Enseñar a cantar a los cerdos…?
Hay un delicioso refrán de un autor norteamericano que cito frecuentemente: “No le enseñes a cantar a un cerdo; pierdes el tiempo e irritas al cerdo”. He tenido que aprender la lección y he abandonado mis intentos de enseñar a cantar a los cerdos.
Ahora planteo:
-¿No quieres escuchar lo que digo?
¡Adiós! …
Ninguna discusión. No discuto. Estoy listo para explicar, listo para aclarar: ¿por qué tratar de discutir? No vale la pena. De modo que pregunto:
-¿Alguna vez sufriste algún conflicto interno? ¿Quieres decir que todas tus relaciones están bien?, ¿con todos?
– Bueno, no.
– Tu vida es un enredo. ¿Quieres decir que disfrutas de cada minuto de tu vida?
– Bueno, no del todo.
-¿Comprendes lo que te dije?: … es un enredo.
-¡Eh! Espere un minuto, ¡la encarnación…!
– Sí, sí, … ¡Adiós! “Después te veo, bicho feo.”
¿Por qué discutir? Mejor afirmar:
– No estoy interesado en discutir contigo. Punto. Lo sé porque lo estuve haciendo todo el tiempo. No estoy interesado en discutir. O enfrentas el hecho de que tu vida es un enredo o no lo haces. ¿No quieres enfrentarlo? No tengo nada que decirte. Y “tu vida es un enredo” significa que estás acongojado, por lo menos ocasionalmente, te sientes solo, este vacío te está mirando fijamente, estás asustado… ¿estás asustado?
– Sí.
– Tu vida es un enredo.
– ¿Quiere decir que se supone que no debemos tener miedo?
– No, señor (o señora, según sea el caso); ¡no! se supone que no debemos tener miedo.
– ¿De nada?
– De nada.
– Pero Mahoma…
– Perdón, nos ocuparemos de Mahoma luego, ¿está bien? Hablemos de ti…¿No sabes lo que significa ser intrépido, no tener miedo? La tragedia es que no crees que lo puedes lograr. Sin embargo, ¡es tan fácil!
Como te dijeron que no se puede lograr, nunca tratas de ser intrépido. Pero a lo largo de toda la Biblia está dicho que es posible y tú no lo comprenderás, porque te han dicho que no se puede lograr.
-¿Estás angustiado por el futuro? ¿Tienes algún resabio de angustia, de preocupación, de desconcierto?
– Sí.
-¡Estás en un enredo! ¿Qué te parece?
¿Quieres aclararlo? Yo podría aclararlo en cinco minutos, si tu grado de preparación es adecuado. No tienes que mudarte de esa silla; sentado en ella podrías resolverlo en cinco minutos. No se trata de un recurso publicitario. Lo digo en serio, es algo tan sencillo y tan terriblemente importante que la gente no le acierta. Y tú lo puedes alcanzar.
Estamos “sentados” sobre una mina de diamantes y no lo sabemos
¿Sabes cómo se descubrieron las minas de diamantes en Sudáfrica? Es una historia muy interesante; la he leído hace algún tiempo. Un hombre blanco, sentado en la choza del jefe de una aldea de nativos, en Sudáfrica, vio como los chicos jugaban con cosas parecidas a bolitas. De pronto, su corazón se sobresaltó al darse cuenta de que, en realidad, eran diamantes. Recogió un par de ellos, . . . ¡diamantes! Entonces, le dijo al jefe de la aldea:
-¿Podría darme alguna de estas bolitas? ¡ Usted sabe! , tengo chicos en casa que también juegan a esta clase de juego, y las suyas son algo diferentes..
-¿Podría usted…?
A cambio, yo estaría dispuesto a darle una bolsa de tabaco.
El jefe rió y dijo:
– Mire, eso sería un abuso de mi parte, quiero decir, sería un verdadero robo aceptar su tabaco a cambio de estas cosas. Tenemos miles de ellas aquí.
Y le dio una canasta llena. Luego el blanco regresó a su país, volvió con mucho dinero, compró todas las tierras del lugar y en diez años fue el hombre más rico del mundo. Esta historia real es como una parábola.
Reflexiono sobre mi propia vida y pienso: “¿Por qué la desperdicié?” ¡La desperdicie en toda clase de cosas maravillosas, ¡créeme!: ministerios pastorales, emprendimientos teológicos, servicios litúrgicos, etcétera. Nosotros, los sacerdotes, cuanto más ocupados, estamos en las cosas de Dios, más probable es que olvidemos lo que significa Dios, y más probable es que nos volvamos más complacientes. (¡Esa es la historia de Jesús! ¿Quiénes hicieron a un lado a Jesús? Los sacerdotes. ¿Quién más? la gente religiosa.) Entonces, ahora pienso: “¡Desperdicié la vida! No tengo ni un minuto para arrepentirme. ¡Para qué perder siquiera un minuto en lamentar el pasado!” ¿No es así? Pero el hecho es que la desperdicié.