Respaldo de material de tanatología

Informacion basica y complementaria sobre el suicidio

1. Antecedentes Históricos 

â??El que se mata por sus propios deseos comete suicidioâ?.

Abate Francois Desfontaines, 1735 (creador del término)

â??La persona que se suicida deposita todos sus secretos en el corazón del sobreviviente, le sentencia a afrontar muchos sentimientos negativos y, es más, a obsesionarse con pensamientos relacionados con su papel, real o posible, a la hora de haber precipitado el acto suicida o de haber fracasado en evitarlo. Puede ser una carga muy pesadaâ?

(Caín, 1972, página X, citado por Worden, J.W., 1997)

A lo largo de la historia, las culturas que han poblado el planeta han considerado el suicidio de distinta manera. Aunque algunas de ellas son muy parecidas, las mismas culturas han incluso modificado su propio acercamiento al mismo con el paso de los años, retomando o abandonando posturas anteriores. El impacto de tales consideraciones aún persiste de forma más o menos importante hoy día. Algunos de sus antecedentes son:

La Antigüedad

Los Galios consideraron razonable el suicidio por vejez, por muerte de los esposos, por muerte del jefe o por enfermedad grave o dolorosa. De igual forma, para Celtas Hispanos, Vikingos y Nórdicos, la vejez y la enfermedad eran causas razonables. En los pueblos germánicos (Visigodos), el suicidio buscaba evitar la muerte vergonzosa (â??kerlingedaleâ?), lo cual era loable y bien visto. En la China (1.800 ac) se llevaba a cabo por lealtad, en Japón se trataba de un acto ceremonial, por expiación o por derrota, y en la India por motivos litúrgicos o religiosos, así como por muerte de los esposos (éste último considerado hoy día un delito criminal).

Las Tribus Africanas consideraban maligno y terrible el contacto físico con el cuerpo del suicida, incluso se quemaba la casa y el árbol donde se hubiese ahorcado éste; el suicidio reflejaba la ira de los antepasados y se consideraba asociado a brujería; por otra parte, el cuerpo se enterraba sin los ritos habituales.

En los Antiguos Cristianos el suicidio era muy raro pues atentaba contra el V mandamiento. En La Biblia aparecen 8 referencias a suicidios: 3 de guerreros para no entregarse al enemigo, 2 en defensa de la patria, 1 al ser herido por una mujer, y 2 por decepción (Ajitófel y Judas). Existe también la referencia a dos suicidios colectivos, uno de 40 personas en un subterráneo de Jerusalén y el suicido de la fortaleza sitiada de Massada.

En Grecia y Roma las referencias a los suicidios son innumerables y por diversos motivos: por conducta heroica y patriótica, por vínculos societarios y solidarios, por fanatismo, por locura, por decreto (Sócrates), suicidio asistido por el senado. Durante la antigüedad clásica el suici­dio del enfermo de “enfermedad incurable por necesidad” fuese una alternati­va razonable; en Roma sólo se penaba el suicidio irracio­nal. Prevale­cía la idea de que quién no era capaz de cuidar de sí mismo, tampoco cuida­ría de los demás, por lo que se despreciaba el suicidio sin causa aparente. Se consideraba que el enfermo “termi­nal” que se suicidaba tenía motivos suficien­tes. Se aceptaba pues el suici­dio provocado por “la impaciencia del dolor o la enfermedad”, ya que según decían se debía al “cansan­cio de la vida (…), la locura o el miedo al desho­nor”. La idea de “bien morir” (Eu?thanatos) era un Summun bonum: “(…) porque es mejor morir de una vez que tener que padecer desdichas un día tras el otro” (Esquilo, Prometeo encadena­do). Es más, “no es de buen médico entonar conjuros a una herida que reclama amputa­ción (Sófocles, Áyax).

Las filosofías de los estoicos, pitagóricos, platónicos, aristotélicos y epicúreos tuvieron una gran influencia sobre el concep­to romano del suicidio como liberación de un sufri­miento insoporta­ble. Para los romanos y los griegos, morir decentemente, racional­mente y al mismo tiempo con dignidad, era muy importante. En cierto modo, la forma de morir era la medida del valor final de la vida, en especial para aque­llas vidas consumidas por la enfermedad, el sufrimiento y el desho­nor: “¿Seguimos o no aceptando el principio de que lo importante no es vivir sino vivir bien? (…) ¿Y que vivir bien, vivir honradamente y de acuerdo con la justicia, constituyen la misma cosa? (Platón: Critón)”. Aristóteles lo consideraba una injusticia sino era autorizado por el Estado: â??Entonces eran rehusados los honores de la sepultura normal y la mano derecha era cortada y apartada del cuerpoâ?.

En los primeros tiempos republicanos, Tarquino el Soberbio ordenó poner en cruz los cadáveres de los suicidas y abandonarlos como presas de los pájaros y animales salvajes para combatir una epidemia de suicidios. No dar sepultura a los suicidas era habitual. Para Séneca, â??el suicidio era un acto enérgico, por el que tomamos posesión de nosotros mismos y nos libramos de inevitables servidumbresâ?. Celebró el suicidio de Catón como â??el triunfo de la voluntad humana sobre las cosasâ?.

El Neoplatonismo, la filosofía de la felicidad más influyente en la antigüedad clásica, consideraba que el hombre no debía abandonar voluntariamente el lugar asignado por Dios. El suici­dio, por lo tanto, afectaba al alma negati­vamente después de la muerte. San Agustín (354?430 d.c.) describió el suicidio como “detesta­ble y abominable perversidad”. Agustín afirma­ba que dios otorgaba la vida y los sufrimientos, y que por lo tanto se tenían que soportar. De igual forma, el Islamismo lo condena de tal forma que lo considera un hecho más grave que el homicidio.

Edad Media

Durante esta época el suicidio es penado rígidamente por las leyes religiosas. El Concilio de Arlés (452) declaró que el suicidio era un crimen. El Concilio de Braga (563) lo sancionó penalmente al dictaminar que el suicida no fuera honrado con ninguna conmemoración en la liturgia, excluido del camposanto. Lo mismo sucedió en el Concilio de Auxerre (578). El cuerpo de los suicidas era trasladado con escarnio, enterrado en la encrucijada de los caminos, su memoria difamada y sus bienes confiscados.

Renacimiento

Es variable, aumenta y disminuye según el período, siendo muy notable durante el romanticismo (llamado â??mal del sigloâ?). Persisten las sanciones religiosas.

Hoy día

Varios hechos se esgrimen hoy día como elementos importantes que favorecen la actitud suicida: una salud psicológica quebrantada, la superioridad de lo material sobre lo espiritual, la ambición desmesurada del hombre por el poder, la frialdad del cientificismo tecnológico, el estrés de la vida, la vejez desprotegida e institucionalizada, la disolución familiar, la pérdida de vínculos, la falta de valores morales, la masificación, la soledad del hombre, la pérdida de roles y valores.

Por otra parte y de enorme trascendencia en las culturas cristianas, el Catecismo de la Iglesia Católica, edición 1992, señala que â??La iglesia ora por las personas que han intentado contra su vidaâ?, asumiendo así una actitud más pastoral que antaño y teniendo en cuenta la actitud mental y psicológica del suicida y las consecuencias sobre la familia.

2. Factores Desencadenantes

Varios factores se consideran implicados en el suicidio:

1. Sociales: El estilo de vida moderno, cultura â??lightâ?, consumismo exagerado, falta de autoridad, manipulación fácil, falta de valores y referencias, desarraigos graves, disolución familiar, tecnicismo avasallador, ausencia de significatividad religiosa, sexualidad deshumanizada, alto grado de agresividad. Algunos autores hablan del suicidio anómico (el que tiene lugar después de una ruptura social importante), el altruista (para salvar el honor familiar o personal o para que otros no se hagan cargo de su persona) y el egoísta (los que nunca estuvieron integrados en la sociedad y que no pertenecen a ella).

2. Factores psicológicos: personalidad impulsiva y con baja tolerancia al fracaso, dependientes y con expectativas excesivamente ambiciosas o irreales.

3. Factores patológicos: trastornos del ánimo (depresión, enfermedad bipolar, distimia), trastornos psicóticos, obsesivo-compulsivos, trastorno limítrofe.

4. Factores biológicos: trastorno neuroquímico.

5. Factores clínicos: Enfermedad terminal, cirugía reciente sin éxito, dolor no controlado, tumores (especialmente craneales), deformaciones (especialmente faciales), amputaciones graves e invalidantes.

6. Factores demográficos: Edad (aumenta con la edad: mayor riesgo en los mayores de 65 años; 70% de los intentos en menores de 40 años), sexo (más frecuente en mujeres pero más efectivo en hombres), estado civil (variable, puede ser más frecuente en solteros, viudos o separados), ocupación (variable, en desempleados y trabajos de mucha responsabilidad y estrés), razas (más frecuente en raza blanca, presencia de fenómenos de contaminación cultural; para 1996 â??UNICEF-, el mayor índice de suicidio fue en países como Finlandia, Lituania, Nueva Zelanda, Federación Rusa y Eslovenia), grupos sociales (variable según el país; los países más desarrollados tienen los índices más altos de suicido: Suecia, Japón, Suiza, USA), religión (una vida espiritual sana y consecuente parece ser un factor protector), zona geográfica (variable), período del año (variable, parecen existir ciclos, más frecuentes en primavera y otoño y los días lunes).

7. Antecedentes familiares: Mayor riesgo cuando hay antecedentes por posible contaminación psicológica y/o historia de enfermedad psiquiátrica (enfermedad bipolar). Se destacan mala comunicación, alcoholismo, lazos familiares rotos.

8. Factores etiológicos agudos: depresión grave, desesperación, pérdida significativa (muerte, separación, pérdida económica, etc.), interrupción de medicación, intoxicación por alcohol o drogas.

9. Triángulo letal de Schneidman: Síntomas característicos que acompañan a la persona cuando está a punto de cometer suicidio: a) Baja auto-estima, b) Agitación extrema en la cual la persona se encuentra muy presionada y no discierne claramente; las decisiones intelectuales se transforman en decisiones impulsivas de orden afectivo. c) â??Visión en túnelâ? (â??no se ve otra cosa que la muerte como salidaâ?) o limitación en las posibilidades intelectuales que determinan que el sujeto no puede discernir serenamente más allá de la situación inmediata.

Primer Estado

Fase sintomática disfórica (malestar), surge la primera idea de suicidio, si bien la reacción inicial es de oposición.

Segundo Estado

La idea va tomando cuerpo. No ve otra salida. El 40% lo comunica al médico, psicólogo o sacerdote y el 80% a familiares y conocidos.

Tercer Estado

Tranquilidad y calma antes de la tormenta. Ya está decidido el cómo, el cuándo y el dónde.

4. Factores Etiológicos por Edades

1. Niños

Problemas severos de incomunicación, huida de la agresión física o sexual, fracaso o humillación en el colegio, antecedentes de suicidio en la familia o en un amigo, muerte reciente de un familiar, padres separados con relaciones conflictivas (70% mayor de incidencia), traslados de domicilio, pérdidas de amigos, incapacidad de adaptación a nuevos estilos de vida, experiencias tempranas traumáticas.

2. Adolescentes

Padres divorciados, alcohólicos o depresivos, embarazos no deseados, pérdida de autoestima (por discusión familiar, humillación, fracaso escolar, homosexualidad, inadaptación y rechazos sociales, etc.), abuso de alcohol o drogas, trastorno de la conducta, fracaso del noviazgo, contacto con familiares o sobrevivientes de suicidio (alto grado de contaminación), traslados de domicilio, pérdidas de amigos, incapacidad de adaptación a nuevos estilos de vida, carencia de estructura o límites familiares, amputación del futuro (â??ya nada me ilusionaâ?), deseo fantasiosos de castigar o manipular a los seres queridos.

3. Estudiantes universitarios

Presión para el éxito, fracaso académico.

4. Adultos

Depresión o trastorno de la personalidad, desempleo o inestabilidad laboral, duelo (reunificación mágica, urgencia de sustraerse al dolor), infidelidad y problemas sexuales, divorcio, violencia familiar, abortos, prisión.

5. Ancianos

Depresión, soledad, aislamiento social, problemas económicos, pérdida de autonomía e independencia, problemas de salud, nido vacío, insomnio, maltrato.

5. El Suicidio y los niños

Como factor de riesgo conocido, es difícil decidir el momento adecuado para hablarle a un niño sobre el suicidio. El mejor momento para hacerlo parece ser el de la muerte misma, antes de que los conflictos e inquietudes hayan adoptado la forma de síntomas o problemas de comportamiento y antes de que otros niños lo comenten. Los niños comprenden mejor el asesinato que el suicidio, porque conocen y están familiarizados con sus sentimientos agresivos. Si el padre superviviente opta por mantener el secreto o deformar la realidad de los hechos (comunicación distorsionada), el niño se dará cuenta de que hay algo que se le oculta o es incongruente con la realidad que aprecia, lo cual levantará una barrera en la comunicación entre padre e hijo, precisamente en un momento en que el niño necesita expresar sus ambivalentes y conflictivas emociones.

Cuatro aspectos de carácter general, y relacionados con el suicidio, permiten estudiar las consideraciones comunes y genera­les de las reacciones de los niños al suicidio paterno:

(1) Cada suicidio posee características únicas;

(2) Las circunstancias familiares en el marco del suicidio son únicas;

(3) La estructura de la personalidad del niño y su nivel de desarrollo en el momento del suicidio hacen que la reacción sea absolutamente individualizada en cada caso;

(4) En muchos casos, antes del suicidio, ya existían problemas de desarrollo en los niños.

Además de ello, los niños están frecuentemente involucrados en algunos aspectos del acto mismo del suicidio. El sentimiento dominante originado por el suicidio de uno de sus padres es el de culpabilidad; su origen es diverso:

a. Dado que la forma de pensar de los niños es eminentemente concreta y caracterizada por un concepto deformado de causali­dad, egocentrismo y pensamiento mágico al interpretar las realidades psíquicas, muchos niños creen que determinados incidentes inmediatamente anteriores al suicidio -sobre todo quejas de sus padres por su mala conducta- son la causa directa de aquel.

b. En muchos casos el padre deprimido ha hecho sentirse culpa­bles y parcialmente responsables de su desesperación a los miembros de la familia, por lo que éstos se sienten aún más culpables al producirse el suicidio.

c. Dadas las características de los trastornos que habitualmen­te se asocian a conductas autolíticas, se advierte reiterada­mente al niño de que tenga cuidado de no indisponer o preocupar a uno de ellos, con lo cual se deposita la responsabilidad de su bienestar psicológico sobre el crío.

El sentimiento de culpabilidad del niño se suele concen­trar también en el propio acto de suicidio y es matizado por cues­tionamientos del tipo â??¿Cómo pudo, cómo debió evitarloâ?? Este senti­miento de culpa es intenso y agobiante, y sus efectos son claramente visibles en el niño: declaraciones insistentes y directas de culpa­bilidad y auto-reproche, depresión, comportamiento provocativo, auto-castigo, conducta obsesiva, pensamientos cargados de culpabili­dad y esfuerzos desesperados para defenderse demostrando que es absolutamente bueno, que no hace daño a nadie y que no es malo ni peligroso.

Las implicaciones del suicidio paterno, y sus graves consecuencias a largo plazo sobre la estructura psíquica del niño, exigen una cuidadosa y continuada vigilancia a todo lo largo del duelo desde una perspectiva multidimensional y multidisciplinaria.

6. Suicidio y Enfermo Terminal

La desesperanza es la variable clave que une la depresión al suicidio, y es significativa­mente mejor predictor de suicidio consumado que la depresión sola. La soledad, el abando­no, la pérdida de control interno y externo, así como la sensación de desamparo o impotencia ante la enfermedad -habituales compañeros del paciente con enferme­dad terminal- son facto­res muy desta­ca­bles asociados a una mayor vulnerabilidad al suicidio. ­Por otra parte, el dolor es la primera causa de morbilidad en el enfermo moribundo; la gran mayoría de los suicidios en el marco oncoló­gico se presentan en pacientes con dolor grave mal controlado y pobre­mente tolerado.

Los trastornos confusionales son también una causa importan­te de suicidio, especialmente en pacientes hospi­talizados; su presencia ?asociada a una pérdida en la capacidad de control de impulsos? puede conducir a un “acting out” (impulso) de pensa­mientos autolí­ticos en un paciente, por lo demás, deprimido, gravemente enfermo y confuso. La fatiga psicoemocional y el agotamiento físico, financie­ro, espiri­tual, familiar, comunitario y de los recursos de salud son otros de los elementos trascendentes en la motivación del suicidio en el enfermo terminal o moribundo. Para algunas personas, particularmente desde una perspectiva filosó­fica, el suicidio en los enfermos que afrontan una enferme­dad fatal es visto como “razonable” y provisto de un signi­ficado positivo: retomar el control de la propia vida y mante­ner la seguridad de una “muerte digna”. Las posturas habitualmente defen­didas comportan elementos más emocionales que científicos.

En cualquier caso, no es raro que el enfermo moribundo pida algo que acabe con sus sufrimientos; a menudo reconsideran la idea cuando el médico com­prende la legitimidad de su opción y la necesidad de mantener un sentido de control sobre aspectos de su muerte. El objetivo no es prevenir el suicidio a toda costa, sino prevenir aquel que se debe a la desesperación, a la soledad y aisla­miento, y a un inapropiado control de los síntomas.

7. Mitos

1. La persona que amenaza con suicidarse en realidad no lo va a hacer y quien desea seriamente hacerlo no avisa.
2. La familia siempre es contenedora.
3. La persona histérica no se suicida.
4. El suicidio es un problema solo de viejos.
5. Hablar de suicidio con la persona que ha pensado o intentado hacerlo induce al acto.
6. Solo los locos o raros se suicidan.
7. Cuando alguien planea suicidarse, nada ni nadie puede detenerlo.
8. La pobreza es el mayor desencadenante del suicidio.
9. La gente que intenta suicidarse realmente quiere morirse, antes o después.
10. Solo se suicidan los cobardes.
11. Todos escriben cartas antes de suicidarse (solo uno de cada 6 suicidas deja una carta a los seres queridos).

8. Relación de Acompañamiento

El suicidio de un ser querido es una tragedia devastadora que deja despedazada la vida de los sobrevivientes y produce un duelo muy traumatizante. Algunos elementos propios del suicidio, incluyen:

1. Sentimiento de traición y abandono: â??¿Qué le hice para que me hiciera tanto daño?â?, â??¿Cómo pudo hacerme esto?â?, â??¿Acaso no pensó en mi, en los niños, en su mamá?â?, â??¿Porqué no pudimos llenar su vida?â?, â??¿Porqué lo hizo?â?, â??¿Estaba enojado conmigo?â?. El suicidio despierta un angustiante y molesto sentido de traición por tantos años de paciencia y cariño que se brindó.

2. Sentimiento de culpa: La muerte por suicidio no implica solo su ausencia sino que, además, la muerte se vivencia como una acusación por lo que se hizo o no se hizo, se dijo o no se dijo. Es común a toda pérdida pero más acusada en suicidio.

3. Fracaso de rol: Muy unido al sentimiento de culpa, el suicidio produce un angustiante sentimiento de fracaso de rol, muy notable entre las madres.

4. Preguntas sin respuesta: Hay mucha confusión y no hay respuestas. Existe una urgente necesidad de encontrar una justificación racional al mismo, una causa medianamente aceptable.

5. Muerte sin adiós: Queda la sensación angustiante de haber sido abandonados de forma unilateral e injusta.

6. Rabia: El suicidio produce un intenso sentimiento de rechazo hacia aquel ser querido que terminó con su vida (amor-odio contra el objeto amado), resentimiento por haberse dado por vencido, contra nosotros por no habernos dado cuenta, hacia Dios por no haber evitado la tragedia. La rabia, como sentimiento, es un intento de sacar el dolor de sí mismos.

7. El estigma: Aun cuando las condenas históricas han desaparecido en gran parte, el suicidio estigmatiza gravemente a la familia: â??Ahí va la madre el suicidaâ?, â??Qué sería lo que le hicieronâ?, etc. La condena es tanto hacia la familia como hacia el mismo suicida. Los supervivientes suelen experimentar menos apoyo social que sus contrapartes y sienten más necesidad de comprensión que en otras muertes. La vergüenza asociada al estigma es uno de los sentimientos más difíciles de sobrellevar.

8. Miedo: Es muy frecuente, tanto por lo anterior como por el reconocimiento de los propios sentimientos autodestructivos, incluso pueden arrastrar con ellos una sensación de destino o predestinación. Además, existe el constante miedo sobre el futuro â??más allá de la muerteâ? de su ser querido (condenación, infierno, etc.).

9. Pensamiento distorsionado: Se presenta por la necesidad de ver la conducta de la víctima, no como un suicidio sino como una muerte accidental, creándose un patrón de comunicación distorsionada en las familias. La familia crea así un mito respecto a lo que realmente le ocurrió a la víctima, y si alguien cuestiona la muerte llamándola por su nombre real, produce un gran enojo y rechazo de los demás, aquellos que necesitan verla como una muerte accidental o natural. Así, es frecuente que los miembros de familia oculten la causa de la muerte y sepan quién sabe y quién no la verdad.

9. Elementos del Asesoramiento

1. Educación en duelo y en suicidio (libros, artículos, películas).

2. Intervenciones precoces antes de que se establezcan patrones disfuncionales como los pensamientos distorsionados.

3. Intervención sintomática

A. Confrontar con la realidad la culpabilidad hacia uno mismo y hacia los otros (diferenciar entre culpa racional e irracional);

B. Ayudar a corregir las negaciones y distorsiones (afrontar la realidad del suicidio, utilizar las palabras difíciles como â??se suicidóâ?, â?se ahorcóâ?, etc., corregir distorsiones);

C. Trabajar el enfado y la rabia (extraerlo de sí mismo y dirigirlo constructivamente hacia afuera);

D. Confrontar la sensación de traición y abandono con la realidad;

E. Explorar fantasías de futuro (efecto de la muerte sobre su futuro);

F. Manejo grupal del estigma y la vergüenza.

4. Intervención relacional

A. Explorar las funciones de rol y la vivencia de fracaso del mismo.

B. Confrontar la necesidad de encontrar una justificación racional al mismo (una causa medianamente aceptable).

5. Establecer un ritual de despedida.

6. Terapia individual y terapia grupal.

7. Encuentros mixtos de personas que intentaron suicidarse y supervivientes de suicidios.

Criterio A (estrés por la separación afectiva que conlleva la muerte).

Presentar, cada día o en grado acusado, 3 de los 4 síntomas siguientes: 1. Pensamientos intrusos -que entran en la mente sin control- acerca del fallecido. 2.  Añoranza -recordar su ausencia con enorme y profunda tristeza- del fallecido. 3.  Búsqueda -aún sabiendo que está muerto- del fallecido. 4. Sentimientos de soledad como resultado del fallecimiento.

Criterio B (estrés por el trauma psíquico que supone la muerte).

Presentar, cada día o en grado acusado, y como consecuencia del fallecimiento, 4 de los 8 síntomas siguientes: 1. Falta de metas y/o tener la sensación de que todo es inútil respecto al futuro. 2. Sensación subjetiva de frialdad, indiferencia y/o ausencia de respuesta emocional. 3. Dificultad para aceptar la realidad de la muerte (p.ej., no terminar de creérselo). 4. Sentir que la vida está vacía y/o que no tiene sentido. 5. Sentir que se ha muerto una parte de si mismo. 6. Asumir síntomas y/o conductas perjudiciales del fallecido, o relacionadas con él. 7. Excesiva irritabilidad, amargura, y/o enfado en relación con el fallecimiento. 8. Tener alterada la manera de ver e interpretar el mundo (p.ej: haber perdido la sensación de seguridad, la sensación de control, la confianza en los demás).

Criterio C (cronología).

La duración del trastorno -los síntomas arriba indicados- es de al menos 6 meses.

Criterio D (deterioro).

El trastorno causa un importante deterioro de la vida social, laboral u otras actividades significativas de la persona en duelo.

11. El Trabajo de Libia

1. Sentimiento de Traición y Abandono

No le hice nada para que él tomara esa determinación. Ahora entiendo simplemente murió de una manera diferente. Sí hubiera muerto de repente, me hubiera sentido igual. No me hizo tanto daño, eso creí yo, el daño se lo hizo él al cortar su tiempo en la tierra y privarse de nuestra compañía y dejar de hacer las cosas que le correspondía hacer. Ã?l no me hizo nada a mi, ni a nadie, yo quería creer eso, además me convenía creerlo para ser victima, pues tenía mi auto estima muy bajita y creía que me hacían daño, con el tiempo y capacitándome en reuniones como ésta entendí que nadie me hace nada a mi a menos que yo lo permita. Precisamente porque pensó tanto en todo, es que no podemos ser tan egoístas en creer que él no tenía más en que pensar que en su familia; él tenía su propio mundo, su propia vida, sus conflictos emocionales, que su familia y yo no conocíamos , nadie le llena la vida a nadie, no puedo pretender que fuera mi alma gemela, sí en realidad ni siquiera nuestras huellas dactilares eran iguales. Lo hizo porque se le cerraron todos los caminos, y lo único que pudo ver al final de su vida fue un túnel liberador de tanto dolor, de tanto sufrimiento, un túnel por el cual encontraría la libertad, total no creo que se pueda vivir preso de su propia muerte.

2. Sentimiento de culpa

Estoy convencida de que son nuestros pensamientos distorsionados, incoherentes, insanos, motivos perturbadores del sistema nervioso central, que hacen que un suicida vaya llegando a esa hora crucial y definitiva en su vida, no creo que lo que yo dije, lo que hice o no hice haya sido causal, si fuera los suicidas serían por millones, porque el que no haya hecho y dicho cosas agresivas, dolorosas, humillantes castrantes, que tire la primera piedra, claro que por decir o hacer cosas hay personas que abandonan hogares, pero de otra manera.

3. El fracaso de rol

en ningún momento de mi vida me comprometí con nadie, no con Dios, porque él conoce mi condición humana, a ser la mejor esposa, la mejor madre o la mejor mujer, no jamás lo haría. Pero como no voy a ser tan pretenciosa de creer que fue porque yo le fallé en mis roles, no eso no tiene nada que ver en una determinación que el suicida hace porque su razón desapareció y lo que le empezó a complicar su vida fueron las emociones, porque una persona se suicida no por la razón sino por la emoción.

4. Preguntas sin respuestas

Me pasé 19 años buscando una justificación racional y no la encontré, que no les pase a ustedes lo mismo! Simplemente no hay una justificación que venga de la razón, porque sencillamente no viene de la razón sino de la emoción y frente a las emociones del otro si no hay nada que hacer, es absurdo pretender meterme en las emociones del otro para atajarle sus actos equivocados o no y después pretender encontrar claridad en un suicidio, que ya es un acto de emociones dementes, la locura total. No podré justificarlo, ni entenderlo nunca, ni suicidándome yo, porque no me daré cuenta de lo que hago sencillamente porque la razón desapareció en mi mente.

5. Muerte sin adiós

Sentimentalmente me quedé ahí añorando un emocional adiós. Porque yo le permití a ,mi muerto que se llevara mi razón y me quedé con todas las emociones a flor de piel y lo que es peor actuando emocionalmente equivocada. Afortunadamente con la razón pude trabajar, conseguir la precaria manutención para mis 6 hijos, gracias a Dios me quedó el sentimiento de responsabilidad para con ellos en todos los sentidos materiales, pero emocionalmente los obligué a pensar que si esa había sido la determinación del papá, estaba bien, que ahora nos teníamos que dividir la vida en dos tiempos antes y después del papá. Antes buena vida y ahora una vida llena de dificultades y esta no fue la información más sana para niños de 4 a 15 años. Fue una información dada desde la emoción. Todo esto sucedió por la falta de ayuda en la elaboración del duelo, no se si falta la despedida, al adiós; total si nos va abandonar, para que despedidas para que el adiós no tiene sentido que nos compliquemos la vida antes de partir.

6. Rabia

Eso fue lo que sentí 19 años hasta que llegué al grupo de duelo, disfracé la ira de mucho amor al trabajo, de mucha lucha por sobrevivir, para que todo el mundo dijera como soy de berraca, que hubiera sido de estos muchachos sin vos, mentira uno no sabe la ira que lleva por dentro, por estar haciendo lo que le corresponde hacer al otro; por estar afrontando la infancia, la adolescencia, la juventud de los hijos sola, cuando las cosas con nuestros hijos, porque siguen siendo nuestros así ya no este, una siempre esta creyendo que si él estuviera, las cosas con nuestros hijos hubieran sido diferentes. Sigue una pensando y actuando emocionalmente como por ejemplo: buscando el lugar de él en la mesa al tiempo de comer, así cambiemos de casa y de mesa, oyendo como introduce las llaves en la chapa de la puerta así ahora la puerta tenga dos chapas y cuando él murió tuviera una, siempre buscándolo y encontrándolo en las personas que van delante de uno, ósea dándole la espalda, porque si nos adelantamos nos damos cuenta que su rostro jamás estará en otro cuerpo.

En todo acontecimiento familiar siempre pensando en que faltó en las fotos o cuando me ponía a pensar en todos los proyectos que tenía él y que ininterrumpió absurdamente y entonces a llorar se dijo por lo que pudo ser y no fue o será que lloré y sufrí porque me dejó metida y no estuvo ahí para que me ayudara a vivir bien bueno, o porque no para que sufriera parejo conmigo. Nunca había analizado mi vida tan seriamente como ahora lo que hace que estoy en el grupo de duelo. No pensé jamás que fuera el reflejo de la rabia el que me hacía sentir emocionalmente tantas cosas. Sino hubiera tenido tanta ira mi pobre muerto hubiera descansado en paz y se hubiera podido ir a donde Dios en su infinita bondad considerase.

Libia, 2005

â??El que se mata por sus propios deseos comete suicidio”

Abate Francois Desfontaines, 1735 (creador del término)

La persona que se suicida deposita todos sus secretos en el corazón del sobreviviente, le sentencia a afrontar muchos sentimientos negativos y, es más, a obsesionarse con pensamientos relacionados con su papel, real o posible, a la hora de haber precipitado el acto suicida o de haber fracasado en evitarlo. Puede ser una carga muy pesada

Caín, 1972, página X, citado por Worden, J.W., 1997

“El suicida no va al infierno, viene del infierno”

Autor desconocido


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  1. A una madre perpleja:

    ¿Cómo comenzar? No sé, porque para hacerlo hace falta una cronología exacta y no la hay. Sólo puedo decirte que el dolor es insoportable.

    No creas que cuando se toma la decisión tu tienes la culpa ¡Eso jamas! Sólo los que desde siempre fuimos diferentes lo entendemos.

    ¿Cómo nos dañamos? No lo sé. Ni siquiera sé si es un daño o no. Podría decirte, basándome en mi aprehensión del mundo, que puede ser una enfermedad mental o emocional, un estado de ánimo, una disposición, un momento fatal, una decisión oportuna aunque devastadora. Tal vez exista un detonante, o, tal vez, simplemente, ya veníamos defectuosos. Aún no sé si es un defecto o demasiada conciencia lo cual debería ser una virtud.

    Sólo puedo decirte que nunca quise lastimarte. Ni siquiera pensaba en ti, sólo en mi. En calmar el infinito dolor, en buscar un alivio certero para tanta angustia. Sé que fue muy egoísta, sin embargo, como ya te dije, sólo los que lo sentimos lo entendemos ¿Cómo explicártelo?

    Sé que no es un alivio decirte esto, pero quiero que lo entiendas. Creo que mereces una explicación. No puedo darte una menos dolorosa porque no sería cierto ¿Cómo más podría darte mis razones sin herirte? No lo sé, por eso te lo digo así, tal como es. Espero que puedas entenderlo y perdonármelo algún día. Si te sirve de algo, para mí fue una salida y tal vez ahora haya alcanzado la paz que tanto anhelaba, pero también, sólo ahora, alcanzo a comprender el enorme dolor que sin querer te cause. @Crizón

    Los médicos calculan que detrás de cada suicidio que se produce en España hay al menos nueve casos de tentativas
    España es uno de los países europeos con la tasa de suicidio más baja, con unos 4.500 suicidios al año, que suponen una tasa de 10,7 casos por cada 100.000 habitantes
    Jano On-line y agencias
    13/09/2004 09:39

    En España se producen 10,7 suicidios consumados al año por cada 100.000 habitantes, si bien las cifras “reales” pueden ser “superiores”, ya que “detrás de cada suicidio hay al menos nueve casos de tentativas”, según el coordinador del Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina General (SEMG), Dr. Fernando Gonçalves. Coincidiendo con el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebró el pasado viernes 10 de septiembre, el Dr. Gonçalves explicó que la depresión, el alcoholismo y las enfermedades psicóticas son los factores asociados a un “mayor riesgo” de suicidio. Según este experto, el suicidio causa anualmente “tantos muertos como los accidentes de tráfico”, algo que “sigue siendo tabú” en la sociedad española porque “el rechazo es todavía muy fuerte”. A pesar de ello, España es uno de los países europeos con la tasa de suicidio más baja, con unos 4.500 suicidios al año, mientras que países como Hungría presentan tasas superiores al alcanzar tasas de 34 por 100.000 al año o los países nórdicos que triplican las cifras españolas. Para prevenir posibles casos de suicidio, el Dr. Gonçalves reclamó una mayor implicación del Gobierno para fomentar campañas de prevención sobre salud mental para reducir los casos de suicidio en España. Según Gonçalves, los médicos generales son “una pieza fundamental en la detección precoz y evaluación de los riesgos de comportamientos suicidas” y desarrollan “una labor de auténtico psiquiatra de cabecera”. Este experto calcula que los médicos generales controlan el 80% de sus pacientes con trastornos psiquiátricos o del comportamiento y que “sólo los cuadros psicológicos de mayor complejidad o riesgo son derivados al especialista”. El Dr. Gonçalves estimó necesaria “una mayor implicación” del Gobierno en el desarrollo de “medidas preventivas en salud mental y la cobertura asistencial completa por el sistema sanitario público de los casos de salud mental”. Lamentó que “desde la Administración no se hace lo suficiente en campañas de prevención ni planes de formación continuada en salud mental para los propios profesionales médicos”. Los médicos generales consideran que el diagnóstico precoz “mejora en más de un 90% los procesos psiquiátricos de comportamiento suicida”, aseguró. El suicidio también puede venir determinado por otras causas muy diversas, entre las que destacan la pobreza, el desempleo, la pérdida de seres queridos, el fin de relaciones afectivas o problemas jurídicos y laborales, según la OMS.

    Día Mundial para la Prevención de Suicidio
    La OMS pretende llamar la atención sobre este problema y preconizar la adopción de medidas en todo el mundo. Cada año se producen en el mundo un millón de suicidios
    Jano On-line y agencias
    10/09/2004 08:55

    Hoy viernes 10 de septiembre se celebra por segunda vez el Día Mundial para la Prevención Suicidio, un “problema de salud pública” que, según las estimaciones de la OMS provoca la mitad de todas las muertes violentas y se traduce en casi un millón de víctimas del año, además de suponer un coste económico cifrado en miles de millones de dólares”, informa esta institución en un comunicado. Con la celebración de esta jornada, la OMS pretende llamar la atención sobre este problema y preconizar la adopción de medidas en todo el mundo. Los expertos de la OMS advierten de que el comportamiento suicida viene determinado por “un gran número de causas complejas”, como la pobreza, el desempleo, la pérdida de seres queridos, una discusión, la ruptura de relaciones o los problemas jurídicos o laborales. Asimismo, los antecedentes familiares de suicidio, así como el abuso de alcohol y estupefacientes, y los maltratos en la infancia, el aislamiento social y determinados trastornos mentales, como la depresión y la esquizofrenia, también tienen gran influencia en numerosos suicidios, junto a las enfermedades orgánicas y el dolor discapacitante. Con la ayuda de expertos de todo el mundo, la OMS ha elaborado una serie de directrices para distintos públicos, llamados a tener un papel esencial en la prevención del suicidio, incluidos profesionales sanitarios, personal docente, funcionarios de prisiones, profesionales de los medios de comunicación y personas que han intentado suicidarse. Entre los factores de protección contra el suicidio, la OMS cita la alta autoestima y unas relaciones sociales ricas, sobre todo con los familiares y amigos, el apoyo social, una relación estable de pareja y las creencias religiosas o espirituales. La OMS advierte de que la pronta identificación y el tratamiento adecuado de los trastornos mentales “son una importante estrategia preventiva”. Asimismo, apuesta por la formación del personal de atención primaria en la identificación y el tratamiento de las personas con trastornos del estado de ánimo. En una conferencia previa a la celebración del Día Mundial, los expertos subrayaron que en el mundo se produce un suicidio cada 40 segundos. La mayor parte de suicidios corresponden a personas mayores de 60 años, pero los especialistas advierten que están aumentando de manera alarmante los casos en jóvenes de 15 a 29 años, en gran medida debido a la accesibilidad a armas de fuego. Las mayores tasas del mundo afectan a países de la antigua URSS, caso de Lituania, Estonia, Rusia, Letonia y Hungría. Por ejemplo, en Lituania se registra una tasa de 42 casos por cada 100.000 personas, en Estonia de 40 por 100.000 y en Rusia de 38 por 100.000. En números absolutos, China está a la cabeza con 195.000 suicidios al año, aunque su tasa es de 16 casos por 100.000 habitantes. No obstante, en este país se da la circunstancia de que los suicidios entre la población femenina superan en número a los suicidios de varones, al contrario de lo que pasa en el resto del mundo.

    Las tasas de suicidio disminuyen en la mayor parte del mundo, especialmente en Occidente
    Sin embargo, el problema crece en algunos países, entre ellos Rusia, Australia e Irlanda.
    Ã?scar Giménez, Barcelona
    19/06/2003 11:00

    Las tasas de suicidio están disminuyendo en la mayoría de países del planeta, pero constituyen un problema creciente en ciertas naciones como Rusia, Australia e Irlanda, según un estudio realizado por Investigadores del Instituto de Medicina Social y Preventiva de Lausana (Suiza), cuyos principales resultados se publican en el “European Journal of Public Health”. Los autores explican, por ejemplo, que el caso de Rusia es de los más graves, puesto que el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre varones jóvenes, lo que pone de manifiesto “la importancia y urgencia de intervenciones médicas integradas, aunque principalmente de tipo social, en la prevención del suicidio en estas áreas del mundo”, escriben. Han actualizado las estadísticas globales de suicidios empleando datos de la OMS recogidos entre los años sesenta y noventa. Muestran que en la Unión Europea, las tasas de suicidio entre los varones han disminuido un 10% en las dos últimas décadas. En el caso de las mujeres de Europa occidental y Norteamérica, han disminuido más de un 40% desde los años setenta. El aumento de los suicidios observado en los ochenta entre varones jóvenes de países europeos, entre ellos España, Reino Unido e Italia, tiende ahora a nivelarse e incluso a reducirse, como en el caso de Suecia. Asimismo, se registran tendencias favorables en Japón y Europa del Este, si bien estos países presentan tasas sustancialmente más elevadas que los de la Unión Europea. Pero también hay datos preocupantes. Los suicidios aumentan en Irlanda, Australia y Nueva Zelanda, alcanzando tasas de 35-40 por cada 100.000 habitantes. En Rusia aumentaron un 10% entre las mujeres y más de un 50% entre los varones en la última década, y cuenta ahora con una tasa de 66 muertes por cada 100.000 varones de 15 a 34 años. En opinión de los autores, los cambios favorables observados en Occidente pueden deberse al mejor manejo de la depresión y otros trastornos psiquiátricos. Los incrementos de suicidios pueden tener su causa en múltiples factores, entre los que citan la inestabilidad socioeconómica, el desempleo, el acceso fácil a medios para suicidarse, los trastornos mentales y al consumo de sustancias de abuso.

    Investigadores daneses afirman que la historia familiar influye en el riesgo de suicidio
    Las personas con padres, hermanos o familiares cercanos que se han suicidado tienen el doble de probabilidades de acabar voluntariamente con su propia vida.
    Jano On-line
    14/10/2002 10:10

    Según investigadores daneses de la Universidad de Aarhus, las personas con historia familiar de suicidio y enfermedad mental tienen más probabilidades de suicidarse que el resto de individuos, un dato que, a su juicio, puede ser útil en programas de prevención del suicidio dirigidos a adolescentes y adultos jóvenes. En su estudio, que se publica en “The Lancet”, examinaron las historias familiares de 4.262 personas de 9 a 45 años de edad que se suicidaron y las de un grupo de controles formado por 80.238 sujetos. Los resultados muestran que aquellos con padres, hermanos o familiares cercanos que se han suicidado presentan un riesgo duplicado de suicidarse respecto a las personas sin historia familiar. Asimismo, tener familiares cercanos con enfermedad mental también incrementa el riesgo de suicidio en un 50% aproximadamente. Investigaciones anteriores han relacionado el riesgo de suicidio con el abuso de sustancias, depresión, conducta antisocial, trastornos de personalidad y conducta violenta. “Concluimos que la inclusión de la historia familiar de suicidio en la evaluación del riesgo es importante, incluso aunque las personas con historia familiar de suicidio sean una pequeña proporción del total de personas que se suicidan”, señalan los autores.
    Lancet 2002;360:1126-1130

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