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El impacto del maltrato infantil y el abuso sexual en un hombre adulto Puertorri

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El impacto del maltrato infantil y el abuso sexual en un hombre adulto Puertorriqueño

Axel Santos Figueroa
Doctor en Psicología Clínica
Escuela de Medicina de Ponce
Ponce, Puerto Rico

Trabajo publicado el 24 de septiembre de 2008

Resumen

   

   

    La literatura ha señalado que los niños y las niñas que provienen de hogares violentos, pueden experimentar problemas tales como ansiedad, problemas de concentración, agresividad y sentimientos de culpa.  Además, pueden desarrollar condiciones siquiátricas tales como el desorden de estrés post traumático, el  desorden de estrés agudo y la depresión, entre otros (Asociación Médica Americana, 1992).  Se ha indicado que los niños y las niñas que presencian la violencia en sus hogares tienen un riesgo mayor de convertirse en personas agresoras en la adultez y de manifestar conductas criminales.  Considerando los trabajos que sugieren que la exposición a la violencia y el maltrato tienen un impacto significativo en la vida de quienes lo reciben, la presente investigación tiene el objetivo general de presentar las experiencias de vida y el proceso psicoterapéutico de un hombre adulto sobreviviente al abuso sexual y al maltrato en la niñez.  Para esta investigación se realizó un estudio de caso con los siguientes objetivos específicos: 1) presentar e interpretar los relatos de vida de un hombre sobreviviente al abuso sexual y al maltrato en la niñez; y 2) explorar e interpretar el impacto de las experiencias de abuso sexual y maltrato en la niñez en un hombre adulto.

Palabras claves: Maltrato infantil; abuso sexual; estudio de caso; Puerto Rico

Introducción

La familia es una de las fuentes más importantes de afecto, apoyo y seguridad.  Al mismo tiempo es una de las instituciones sociales con los niveles más altos de maltrato, abuso y violencia (Gracia, 2002).  Muchas personas de diversas edades, géneros y clases sociales viven y sufren diariamente los efectos de la violencia en el contexto familiar.  Sólo hay que observar los diversos medios de comunicación para percatarse de la magnitud de este problema social a nivel mundial.  Una de las poblaciones más vulnerables a la violencia y al maltrato son los niños y las niñas.

La violencia en el contexto familiar es un fenómeno complejo.  Sus consecuencias tienen un impacto severo en la vida de un ser humano.  La literatura ha presentado evidencia de que las personas sobrevivientes a la violencia y al maltrato familiar están más propensas a sufrir de diversos problemas físicos y emocionales a través de su desarrollo (Asociación Médica Americana, 1992).  Un niño o una niña que vive o presencia actos de violencia en su hogar,  pueden sufrir de diversos problemas físicos y emocionales, tales como dolores de cabeza, tensión muscular, dolores de estómago, enuresis e insomnio.  Los niños y las niñas también pueden experimentar ansiedad, problemas de aprendizaje y concentración, conducta hiperactiva, conducta agresiva y culpa por su incapacidad para detener la violencia en el hogar.  También se ha indicado que las personas sobrevivientes a la violencia pueden desarrollar condiciones siquiátricas severas, tales como el desorden de estrés post traumático, el  desorden de estrés agudo, depresión, suicidio y abuso de sustancias, entre otros problemas sociales (Mullen, Martin, Anderson, Romans y Herbinson, 1993).

 
El maltrato y violencia contra menores se presenta a través de diversas manifestaciones.  Algunas de estas son el maltrato físico, la negligencia, el maltrato emocional, la explotación, el maltrato institucional y el abuso sexual (ESCAPE, 2003).

En los últimos años ha surgido un gran interés por estudiar el tema del abuso sexual y su impacto en los niños varones que lo experimentan (Parynik, 1995).  La literatura ha sugerido que la incidencia de actos de abuso sexual contra niños varones es mucho mayor que la que se ha informado en las estadísticas (Urquiza y Keating, 1990).  Algunos estudios indican que 1 de cada 6 niños varones experimenta abuso sexual durante su niñez.  Otros trabajos han estimado que la imposición a niños varones para realizar actividades sexuales se encuentra cerca de un 3% en la población norteamericana (Murphy, 1987).  Estudios más recientes informan una prevalencia de 16% en niños varones norteamericanos (Dube, Anda, Whitfield, Brown, Felitti, Dong y Giles, 2005).  El promedio de edad de los varones que son víctimas de abuso sexual fluctúa entre los 5.9 años y los 11.2 años (Parynik, 1995).

Se han identificado unos factores que influyen en la severidad del impacto del abuso sexual en las personas (Crowder, 1995). El primero de estos factores es la edad en la que se inició el abuso.  Por lo general, mientras menor sea la persona al momento en que se iniciaron los actos de abuso, mayor será su impacto en su desarrollo psicológico (Hunter, 1990).  Los niños y las niñas no tienen la suficiente madurez cognoscitiva para entender e integrar esas experiencias.  Un niño o una niña que experimenta el abuso sexual utilizarán estrategias primitivas, como por ejemplo, la negación, la represión y la disociación, para proteger la integridad de su mente.  El niño o la niña pueden, entonces, generalizar estas estrategias de afrontamiento a otras situaciones en su vida, provocando un deterioro en su desarrollo.

Otro factor identificado es la duración y la frecuencia del abuso.  Hunter (1990) sugiere que mientras más frecuente y mientras más tiempo una persona es abusada, mayor será la severidad de su impacto.  El ambiente en el que el niño o la niña van creciendo, es un ambiente violento y perjudicial.  El niño o la niña pueden acostumbrarse a este tipo de maltrato de manera que afecte sus relaciones con otras personas y consigo mismo o consigo misma.

El tipo de actividades que se realizan como parte del abuso es otro de los factores identificados.  La utilización  de fuerza excesiva mientras se ejecutan las acciones abusivas, tiende a influir en el impacto que tiene dicha experiencia (Urquiza y Capra, 1990).  La incapacidad de protegerse, de sentirse impotente, es mayor cuando un adulto domina mediante la fuerza física.  Las amenazas también tienen un efecto en el estado psicológico del niño o la niña.  El niño o la niña olvidan que el adulto utilizó la fuerza y coerción para que él o ella realizaran estos actos.  Esto trae como consecuencia que se sientan culpables y responsables, o que repriman las memorias de ese evento.  Hunter (1990) plantea que mientras más desviado sea el acto sexual impuesto, mayor será el impacto negativo para la persona. 

La naturaleza de la relación entre el o la sobreviviente y la persona que ejecuta el abuso puede ser otro factor que afecte el impacto de la experiencia.  Mientras más cercana es la relación existente entre las partes, mayor será el sentido de traición que experimentará el menor o la menor.  Los familiares que abusan de los niños y las niñas continúan formando parte del círculo en el que los infantes se desarrollan.  Será muy difícil para el o la sobreviviente olvidar y evitar la experiencia.  Crowder (1995) menciona que el niño o la niña siente confusión y ambivalencia, en el sentido de que le guarda lealtad y hasta cariño al familiar que abusa de él o de ella, pero al mismo tiempo le teme por sus acciones abusivas.   

El número de personas que cometieron el abuso y el sexo de éstas es otra variable que afecta el impacto de esa experiencia.  Hunter (1990) sostiene que mientras mayor sea el número de personas que participaron en actos de abuso contra una persona menor de edad, mayor será la posibilidad de que ésta crea que en el mundo sólo existen personas que son una amenaza.  También, si recibió los abusos de parte de hombres o de mujeres, éste se sentirá menos seguro que si sólo lo hubiera recibido por parte de uno de los dos sexos. 

El presente trabajo tiene como objetivo principal presentar el impacto que tuvieron las experiencias de abuso sexual y maltrato en la niñez en la vida de un hombre puertorriqueño adulto. 

Método

Participante

Para propósitos de identificar al participante se utilizará el nombre ficticio de José.  José era un participante de un grupo de re-educación y re-adiestramiento para hombres que viven la violencia en su relación de pareja .  Este fue referido a psicoterapia individual para trabajar con sus experiencias de abuso y maltrato en la niñez.  El participante contaba con 26 años de edad al momento de iniciar su participación en la psicoterapia.  Era un hombre puertorriqueño, nacido en la ciudad de Nueva York y vivió en los Estados Unidos de Norteamérica hasta los 25 años de edad.  Su padre tenía 56 años de edad y su madre contaba con 50 años de edad.  Su padre trabajaba como terapista en un hospital y su madre era pastora de una iglesia cristiana.  El padre murió en el transcurso de la psicoterapia.  José tenía una hermana mayor de 27 años de edad y un hermano menor de 20 años de edad.  La familia de origen de José vivía en los Estados Unidos.  El participante llevaba dos años de matrimonio con una mujer puertorriqueña de 28 años de edad.  La pareja había procreado un hijo varón de un año y seis meses de edad.     

Procedimiento de la investigación

El participante asistió a un total de 54 sesiones de psicoterapia individual.  El compromiso de participación que se realizó entre el psicoterapeuta y el participante era de 12 sesiones.  Cada 12 sesiones  se evaluaba el trabajo realizado, se identificaba el trabajo que faltaba por hacer, y se volvía a establecer un compromiso por 12 sesiones adicionales.  Esas sesiones fueron grabadas en cintas de audio para ser escuchadas con el propósito de escribir un resumen detallado, el cual se leía al comienzo de cada sesión.  Se le solicitó la autorización al participante para llevar a cabo este estudio.  Se le dio una hoja de consentimiento donde se explicaba el propósito y objetivos de este estudio.  Se le explicó que la información obtenida sería confidencial y anónima.  Una vez el participante aceptó participar en el estudio, firmó la hoja de consentimiento.

Hallazgos y Discusión

Para facilitar la reflexión e interpretación que se realizará del caso en esta sección se decidió dividir las reuniones de psicoterapia individual en segmentos de doce sesiones.  Se presenta el hallazgo obtenido y las implicaciones de estos a la luz de la revisión de literatura.

Sesiones 1-12

Durante este ciclo de sesiones, José describió los diversos tipos de maltrato y violencia que había vivido a lo largo de su desarrollo.  La experiencia de maltrato que tuvo mayor impacto y consecuencias a lo largo de su vida fue el abuso sexual.  José fue abusado sexualmente por su padre.   
 
José relató que él comenzó a experimentar los acercamientos sexuales por parte de su padre a los cuatro años de edad y se extendieron hasta la edad de 15 años.  Es importante identificar la edad en que comenzaron los actos de abuso sexual ya que, de acuerdo a la literatura, este es uno de los factores que influyen en la severidad del impacto de dicha experiencia.  Se ha sugerido que mientras menos edad tenga una persona al momento de iniciarse los abusos, mayor será su impacto en el desarrollo psicológico (Hunter, 1990).  Las experiencias de abuso sexual tuvieron un fuerte impacto en el desarrollo de la autoimagen de José y de cómo él se sentía consigo mismo.  Se ha planteado que el abuso sexual provoca que las personas sobrevivientes se sientan culpables y responsables por el abuso que recibieron (Vander May, 1988).  También se ha sugerido que estas personas manifiestan sentimientos de vergüenza y  de poco valor.  Estas consecuencias las podemos ver en las experiencias que ha tenido José a lo largo de su vida.  Sobre este aspecto José compartió:

    “Hay tantas cosas que me afectan, pero la más que me ha afectado es el abuso sexual.  Siento despreció hacia mí mismo, vergüenza y culpa.”

En términos psicológicos, la experiencia del incesto contribuye a que la persona sobreviviente desarrolle una pobre imagen física sobre sí misma.  Muchas personas sobrevivientes informan verse a sí mismas como personas feas o sucias.  Esta característica planteada en la literatura también pudo observarse en José.  Este aspecto se recoge en la siguiente cita:

    “Me sentía sucioâ?¦Me sentía mal cuando caminaba por lugares donde había mucha gente.  Me sentía como si estuviera desnudo.”   

Una situación particular que les ocurre a los hombres que sobreviven a la experiencia de abuso sexual es que se afecta su idea de la masculinidad.  Crowder (1995) menciona que el niño que fue abusado, al sentirse vulnerable, desarrolla un conflicto consigo mismo, ya que se siente que no cumple con el ideal social de la masculinidad.  Durante la cuarta sesión de la psicoterapia individual José expresó, sumamente afectado y llorando, sus dudas acerca de su hombría.  Solicitó la opinión del psicoterapeuta en varias ocasiones  acerca de cómo era percibido por ellos.  La persona que sobrevive al abuso sexual también crea dudas con respecto a su orientación sexual (Dimock, 1988); se siente confundida sobre si es una persona heterosexual, homosexual o bisexual.  Algunas de estas dudas fueron expresadas por José durante las primeras sesiones.  La siguiente cita ilustra lo que mencionó el participante:

    “(Al psicoterapeuta) Usted duda de mi hombría.  No entiendo por qué no soy un homosexual o un travesti.  Lo que me pasó a mí sólo le pasa a un homosexual o a una prostituta.  A mi me gustan las mujeres, pero mi experiencia me afecta en mi sentir como hombre.”     

La cita anterior refleja cómo José había internalizado la creencia de que una persona que fue abusada sexualmente debería ser una persona homosexual.  La internalización de esa creencia crea ese conflicto interno y esas dudas con respecto a su apariencia y con respecto a su orientación sexual.  Una de las estrategias que él utilizaba para romper con este efecto psicológico era agarrarse continuamente sus genitales durante las sesiones para validar su masculinidad.

Otra consecuencia psicológica que puede experimentar una persona sobreviviente al abuso sexual es la aparición de memorias o recuerdos de la experiencia traumática (Briere, 1989).  Estas memorias pueden manifestarse a través de todos los sentidos.  En la situación particular de José, no solamente eran imágenes que venían a su mente, sino que también experimentaba sensaciones físicas.  En diversas ocasiones, José expresó sentir sensaciones en su cuerpo durante la psicoterapia como, por ejemplo, sensaciones en sus talones, en los genitales y en su boca.  El recuerdo de esas memorias provocaba que José se sintiera muy triste y con mucho coraje.  La siguiente cita ilustra este punto:   

    “(Llorando) De todas las cosas que hizo mi padre la que más afectó mi dignidad fue cuando mi padre puso mi pene hacia atrás.  Esa es la sensación que más me afecta.”

Existe un vínculo bien cercano entre las experiencias de abuso sexual que vivió José y otras formas de maltrato.  José comunicó en varias ocasiones que el abuso sexual estaba acompañado por agresiones físicas y agresiones verbales.  Describió varios actos realizados por su padre que ilustraban la relación del abuso sexual con otras manifestaciones de maltrato. Por ejemplo, José compartió que, en una ocasión, su padre lo trató de ahorcar mientras le decía que lo iba a matar.  En otro momento, su padre cogió una correa y se la amarró a su brazo fuertemente.  Lo amenazó con “puyarlo” con una jeringuilla si él hablaba de lo que estaba ocurriendo, refiriéndose al abuso sexual.  En su intento para que José mantuviera en silencio el abuso del cual estaba siendo víctima, su padre recurría a otros tipos de maltrato.  José relató en una de las sesiones una de las experiencias en la que su papá lo amenazaba de muerte:

“Cuando tenía 13 años fui junto a mi padre a una playa y estábamos caminando por el coral hacia el mar.  Mi papá me agarró e hizo como si me fuera a tirar al mar. Yo creía que mi papá me tiraría. Me dio un terror brutal. Creí que mi papá me iba a matar. Salí corriendo lejos de él y me quedé temblando.”

El padre de José lo mantenía con la duda de si lo mataría o no.  Lo mantenía en un maltrato psicológico constante.  José expresó en una sesión que él había vivido una tortura por más de 16 años de su vida.

Uno de los tipos de maltrato que se ejemplifica con los relatos que José compartió es el maltrato psicológico.  El padre de José constantemente le comunicaba ideas a su hijo que quedaban impregnadas en su mente.  Estas ideas provocaban que José se sintiera mal consigo mismo como se refleja en la siguiente cita:

“Estoy cansado de sentir y pensar que las mujeres piensan que yo soy un violador o que la gente piensa que les voy a robar.  Mi papá siempre me decía que yo iba a caer en la cárcel, que yo era un títere.  Sentía mi cara sucia ante la sociedad.  Mi papá me hizo creer eso, me decía que yo iba a ser un violador, que yo iba a matar gente y que iba a caer en malos pasos.” 

Estas palabras pueden considerarse como una experiencia de abuso emocional ya que tuvo un impacto negativo en su autoimagen y en la forma en que él mismo se percibe.

José mencionó otra instancia, en donde, se sintió traicionado por su padre, ya que este había fallado en cumplir con su palabra.  Recuerda que su padre le había prometido que no abusaría sexualmente de él durante un día de las madres, pero sí lo hizo y no cumplió con su promesa.  José describió el impacto que tuvo esta traición en el aspecto psicológico.  Se creó un sentimiento de impotencia y de desconfianza hacia la figura de su padre.  Ese sentimiento de traición aún provoca reacciones en José cada vez que se celebra este día.  Como él nos explicó:

“Mi papá me violó un día de las madresâ?¦ Mi papá me dijo que no me haría nada ese día, pero cuando mi mamá se fue a dar un servicio religioso, él me hizo cosas, me traicionóâ?¦ Los días de las madres son los días más violentos que paso con mi esposa.  Ese día me provoca malestar, una rabia que no puedo explicarâ?¦ Sentí que mi espíritu murió ese día, y ahí paré de luchar.”

Un aspecto importante de estas primeras doce sesiones es que el participante cuestionaba la veracidad de sus experiencias de abuso.  Ponía en duda lo ocurrido, comentaba que le parecía increíble que esto le hubiese pasado.  La experiencia o el temor de que la información que se está revelando no sea creíble para otras personas es una de las experiencias comunes en las personas que sobreviven al abuso sexual (Josephson y Fong-Beyette, 1987).  José solicitaba la opinión del psicoterapeuta con respecto a si le creía o no que él hubiese sido víctima de dichos eventos.  Sobre las imágenes que venían a su mente, José pensaba que eran actos que su papá cometió, pero no estaba seguro de si estos habían ocurrido en realidad o se los imaginaba por el odio que le tenía.  Esta duda e incertidumbre se refleja en la siguiente cita:

“Tengo imágenes que llegan a mi mente que no entiendo.  Creo que son cosas que me hizo mi padre, pero no sé si ocurrieron en realidad.  Me siento como un mentiroso cuando lo digo.  Son cosas difíciles de creerâ?¦  No sé si usted (al psicoterapeuta) me cree, porque es difícil para mí mismo creerlo.” 

Durante estas primeras sesiones, José comenzó a compartir sus experiencias y el impacto que tuvieron las mismas en su vida.  El efecto de dichas experiencias es tan pernicioso que aún el participante siente el dolor y los sentimientos como si esas experiencias hubiesen ocurrido el día anterior.  Las experiencias de abuso que tuvo fueron tan dolorosas que aún José manifestaba dudas con respecto a la ocurrencia de ellas. 

Sesiones 13-24 
Durante este segundo ciclo de sesiones de psicoterapia individual, José expresaba sentirse con mucha tristeza a consecuencia de las memorias que estaba recuperando acerca del abuso.  José recuperó unas imágenes muy claras y fuertes que provocaban que reviviera nuevamente la experiencia.  Esta nueva vivencia tenía como consecuencia que José se sintiera con mucho coraje y con deseos de tomar alcohol.  Ã?l fue descubriendo que mediante la expresión del coraje y la manifestación de comportamiento violento, y el uso del alcohol podía responder al maltrato recibido.  Esta era la forma predominante como José respondía a las diferentes formas de maltrato que experimentaba, especialmente cuando vivía situaciones de injusticia.  Al igual que a otros sobrevivientes del abuso sexual, a José se le hacía mucho más fácil conectar con emociones tales como el coraje y la tristeza (Urquiza y Capra, 1990).

     
El recuerdo y las imágenes de estas experiencias de abuso sexual trajeron otras consecuencias en el aspecto psicológico.  Por ejemplo, él compartió que existían ciertos alimentos que no podía comer, como por ejemplo la avena y la ensalada.  La textura y el olor de estos alimentos le traían memorias del incesto y le creaban mucha incomodidad.  Esto fue lo que José expresó:

“A mi no me gusta comer avena, me da asco.  Cuando como avena, siento un olor a esperma y no me la puedo comer. Eso me pasa también cuando como ensalada.”

En este sentido, sus hábitos alimentarios quedaron afectados como consecuencia de la experiencia del abuso sexual.           
   
Algunos y algunas sobrevivientes al abuso han sido criadas dentro de ideologías fundamentalistas de la Iglesia.  La literatura ha indicado que muchas de estas personas describen sus experiencias en la Iglesia como abusivas (Ganje-Fling y McCarthy, 1996).  Al igual que lo planteado en la literatura, ésta también fue la situación de José.  Otra forma de abuso que el participante recibió por parte de su familia se vinculaba con la importancia que su padre y su madre le daban a la Iglesia.  Es necesario destacar que el padre y la madre de José eran ministros de la iglesia a la que pertenecían.  En este sentido, José no sólo recibía maltrato por las diferencias de poder que usualmente existen entre los padres, las madres y sus hijos e hijas, sino que también recibía maltrato de quienes representaban la institución de la Iglesia.  Como consecuencia de los abusos que recibió, José manifestó sentirse mal en términos espirituales.  La siguiente cita ilustra lo anterior:

“Mi mamá me dijo que yo había nacido para ser evangelista, que yo tenía el don de sanidad y profecía.  Que si no lo usaba, Dios me iba a sacar de la tierra, Dios me iba a matar. Yo no quiero ser evangelista, me da asco.”

Esa presión que ha recibido por parte de su padre y de su madre como representantes de la Iglesia, le ha provocado a José unas inseguridades e inquietudes respecto a sus creencias espirituales.  Manifestó querer tener una concepción de Dios propia y no la que le impusieron.  Esa imposición resulta ser un acto de abuso más que José estuvo experimentando a lo largo de su desarrollo.  Con respecto a la influencia de la iglesia y los abusos que recibió por parte de ella expresó:

“Quiero conocer a Dios a mi manera, no a la manera de mi papá ni de mi mamá. Le tengo asco a ese sistema de la Iglesia que pretende que las personas tengan un perfeccionismo falso, que promueve el abuso sexual, el abuso espiritual, el abuso físico, la violencia domésticaâ?¦A mi me enseñaron un Dios que tira rayos y que es punitivo.”

A José le mostraron una iglesia que abusa, le enseñaron a ver la muerte como una forma de castigo.  En este sentido no sólo fue su padre quien amenazaba de muerte a José mientras abusaba sexualmente de él, sino que también su madre intentaba lograr que él hiciera lo que ella quería mediante la amenaza de muerte.  El padre y la madre de José tenían un concepto de Dios bien parecido al concepto que tienen ellos de cómo ser mamá y papá: seres dominantes.  José tuvo un padre y una madre sumamente poderosos que usaron su poder para controlar, dominar, intimidar y amenazar.  José recibía un abuso de poder de parte de su padre y de su madre como padres y como pastores de una iglesia.  Esto puede considerarse como un tipo de maltrato institucional. 

Durante este ciclo de reuniones también surgió el tema de las experiencias que José tuvo con la pornografía.  José compartió que mientras él observa pornografía en el presente se masturba, pero lo hace con coraje, y no por placer.  Incluso llora y se siente enojado con la persona de la foto o la película.  Se pone muy triste ante la pornografía y siente como si él fuera quien actuara en ella.  Cuando ve pornografía, ve la mirada perdida en las mujeres y él se identifica con esa mirada.  Lo describe como si su cuerpo estuviera allí pero su mente no lo estuviera.  De acuerdo a Crowder (1995), este sentimiento de que el cuerpo se encuentra presente, pero no la mente, es una de las formas de protección psicológica que creamos los seres humanos y que es muy común en las personas sobrevivientes del abuso sexual.  Algunos ejemplos de esta experiencia son el sentirse que se está fuera del cuerpo, que se es otra persona, entre otras.  Durante las sesiones, José manifestó sentir algunas de estas experiencias.   
 
La exposición a la pornografía también fue parte del abuso que José recibió a una edad temprana.  Su padre veía pornografía en presencia suya cuando José contaba con tres o cuatro años de edad.  José conoció la pornografía temprano en su niñez por imposición de su padre.  La misma ocurrió junto al abuso físico y al abuso sexual que recibía de su papá.  Esta forma de sexualidad obligada, involuntaria y por imposición puede considerarse como un ejercicio de poder unilateral, de control y de dominio.  Es una relación en la cual el padre se impone y contribuye a que José sufra unas consecuencias a nivel psicológico.  En la actualidad, ante el gusto que José sentía por la pornografía, se consideraba a sí mismo como un adicto sexual.  Incluso comenzó a asistir a un grupo de personas adictas al sexo para entender sus sentimientos contradictorios hacia la pornografía (por un lado le gustaba y por el otro se sentía mal porque lo asociaba con su padre).     

Otro asunto de gran importancia ocurrido durante este ciclo de reuniones fue la muerte del padre de José.  Antes de que su padre enfermara, José tuvo la oportunidad de perdonarlo mediante una visualización dirigida.  Posteriormente, José tuvo la oportunidad de ir a ver a su padre a los Estados Unidos y perdonarlo por todo el daño que le había ocasionado.  La muerte de su padre puede interpretarse como una oportunidad  de sanación para ambos.  Tras la muerte de su padre ocurrieron varias cosas positivas.  Por ejemplo, José se dio cuenta de que mucha gente amaba a su padre, que su padre ayudó a muchas personas, y muchas otras cosas que desconocía hasta ese momento.  Estaba muy satisfecho porque, a pesar de la muerte de su padre, tuvo la oportunidad de hablar con su papá, perdonarlo y cerrar ese capítulo de su vida.  Ahora podía recordar con mayor facilidad las cosas buenas que tenía su padre y que había conocido a través de su muerte.  El trabajo del perdón que había realizado en las primeras sesiones de psicoterapia individual facilitó que este proceso pudiera darse en este momento. 

A consecuencia de su participación en el funeral de su padre, José descubrió que él había sido abusado sexualmente por otros hombres.  Comenzó a tener imágenes de un amigo de la familia que vio en el funeral de su padre abusando de él.  También recordó que a los cuatro años de edad fue abusado por un primo de su papá.  El funeral fue una experiencia muy importante para José ya que pudo regresar a su pasado y ver personas de su pasado estando en el presente.  A pesar de que estas memorias regresaron, José ya había hecho un trabajo.  En la actualidad era una persona diferente ya que contaba con más recursos y destrezas para manejar los sentimientos que le provocaban dichas memorias.

Los asuntos de masculinidad también fueron trabajados en este segundo ciclo de reuniones.  Ante las imágenes y los recuerdos que José estaba teniendo, comenzó a expresar nuevamente dudas sobre su identidad sexual.  José expresó de forma explícita la idea de que los transexuales, los homosexuales y los bisexuales eran personas que fueron abusadas sexualmente.  Esta idea que José tiene en el presente también pudo observarse en las generaciones anteriores de la familia como lo ilustra la siguiente cita:

“Durante el funeral le conté a mi abuela que yo había sido violado, aunque no le dije por quién.  Mi abuela me dijo que le diera gracias a Dios porque no salí homosexual.”

    Esa idea que la familia de José ha transmitido de una generación a otra, establece que un hombre que fue sexualmente abusado cuando niño no puede ser completamente masculino.  Esas experiencias de abuso que José experimentó hacen que no se sienta completamente hombre.  En las sesiones, él expresó sentirse menos hombre que el psicoterapeuta.  Sentía que tenía que probar su masculinidad constantemente.  Estas fueron ideas que José fue construyendo al no tener la capacidad de entender los actos de abuso que le ocurrían cuando era niño.  José, al igual que otras personas que viven la experiencia del abuso sexual, se enfrenta a una lucha consigo mismo al haber tenido unas vivencias que son contradictorias  a las nociones culturales de lo que es la masculinidad (Parynik, 1995).  Sin embargo, estas experiencias (las dudas, la necesidad de probar la masculinidad, etc.) son comunes entre todos los hombres en el proceso de desarrollar su masculinidad.  José vincula sus dudas acerca de su masculinidad con las experiencias de abuso sexual que vivió durante su niñez.  Los asuntos de masculinidad fueron aspectos muy dolorosos para José durante el trabajo en las sesiones de psicoterapia.  En varias ocasiones lloró y se mostró muy afectado emocionalmente por la experiencia que estaba sintiendo la cual fue, en muchas instancias, el resultado de los abusos sexuales que recibió por parte de su padre.       

Sesiones 25-36

En las primeras sesiones de este segmento de la psicoterapia individual, se retomó el trabajo con el asunto de la pornografía y la relación que guarda ésta con las otras experiencias de abuso que José vivió.  A José se le hacía difícil visualizar la exposición que tuvo a la pornografía como una experiencia de maltrato.  De sus relatos se desprende que su sexualidad fue estimulada antes de que él estuviese listo para entenderla.  El hecho de que el padre de José pusiera la pornografía y permitiera que éste la viera cuando era un niño de cuatro años de edad es una forma de abuso.  Es decir, poner a un menor a ver una película pornográfica cuando él no tiene la capacidad necesaria para entenderla es una forma de abuso.  José  asoció la pornografía con las experiencias de abuso sexual que estaba teniendo.  Las experiencias sexuales que tuvo con su padre fueron muy dolorosas y por eso podía verlas como una forma de abuso.  Sin embargo, como la pornografía le resultaba una experiencia diferente, José no podía verla como otra forma de abuso de parte de su padre. 

Tanto la pornografía como las experiencias sexuales fueron manifestaciones  diferentes del abuso.  En el caso del abuso sexual era un abuso claro e innegable por las consecuencias negativas que José experimentaba.  Por otro lado, el maltrato vivido a través de la pornografía no estaba tan claro para él, particularmente porque este tipo de experiencia no le producía dolor físico.  La pornografía fue una forma de maltrato invisible, que tuvo consecuencias similares al abuso sexual.  La pornografía fue impuesta y obligada aunque José no se diera cuenta.  Luego de realizar el trabajo psicoterapéutico sobre este tema, José comprendió lo que se estaba planteando en torno a considerar el gusto por la pornografía que tiene actualmente como un resultado de la imposición de parte de su padre.  Esto queda manifestado en la siguiente cita:

“Es como si un padre dejara una pistola encima de la mesa. Su hijo puede meterse un tiro.  En mi casa mi papá dejó la pornografía accesible en vez de quitar el canal porno o hacer alguna restricción al televisor.”

A medida que fueron pasando las sesiones, José fue viendo con mayor claridad el vínculo de la pornografía y el abuso.  Recordó que su padre veía la pornografía mientras abusaba sexualmente de él e incluso le pedía que realizara actos similares a los de las películas.  Estos recuerdos le estaban afectando fuertemente su estado emocional y generaron mucho coraje en él.  José recordó la forma violenta en que su padre abusaba sexualmente de él.  Sobre estas experiencias José comentó:

“Mi papá me obligaba a hacerle sexo oral y quería que lo miraraâ?¦ Mi papá me cogía como a una mujer y me dabaâ?¦ Mi papá era bien violento y agresivoâ?¦Mi papá era como un compañero de cárcel que me violaba.  Yo me crié en una cárcel.”

De acuerdo a José, su padre también traía a hombres del vecindario para que tuvieran relaciones sexuales con él mientras veían la pornografía.  El contexto en que ocurrió el aprendizaje de la sexualidad de José, a través de la pornografía, refleja mucho maltrato, violencia y abuso de poder.  Por las consecuencias que resultaron de estas experiencias era necesario que José trabajara en las sesiones con el origen de su desarrollo sexual a través de la pornografía. 

Durante estas sesiones, José identificó también que sentía mucho coraje hacia su madre porque ella sabía del abuso y no hizo nada para protegerlo.  Manifestó sentir mucho odio, tan grande o peor, hacia su madre que hacia su padre.  La experiencia del abuso sexual generó odio y resentimiento de parte de José hacia su padre y hacia su madre, a uno por los actos que cometió y a la otra por los actos que omitió.   

Una consecuencia que vivió José como resultado del abuso fue que desarrolló un miedo muy grande a realizarse exámenes médicos, particularmente sacarse muestras de sangre.  Esta situación surgió en la psicoterapia ya que él necesitaba realizarse los mismos para su admisión a la universidad.  Esta vivencia del presente puede vincularse con las experiencias que tuvo José con su padre en la que él lo amenazaba con “puyarle” con una jeringuilla si hablaba sobre el abuso que recibía.  Las sensaciones que estaba viviendo José en la actualidad como adulto eran similares a las que sentía cuando niño.  Cuando se enfrenta ahora a la posibilidad de sacarse la sangre le recuerda la experiencia del niño.  La siguiente cita ilustra lo que José compartió:

“Sacarme la sangre me da miedo a la muerte. No he podido dormir bien, me he sentido con furia. La gomita que me ponen en el brazo para sacarme la sangre me da terrorâ?¦ Es una cosa escalofriante sentir que te pongan la gomita en el brazo.  Quiero traer esto aquí para trabajarlo porque siento como si fueran a ponerme en una fila de fusilamiento. No quiero que por un miedo así no pueda ir a estudiar.” 

Uno de los asuntos que surgió en estas doce sesiones de psicoterapia fue la dificultad que José tenía para decir “no” a las personas que se encuentran en posiciones superiores.  Ã?l trajo unos relatos sobre esta dificultad en un escenario de trabajo.  Al examinar esta dificultad que José manifiesta se puede interpretar que esto también se asocia con la experiencia de abuso que él vivió.  En el caso del abuso, a pesar de que él decía que “no” con la palabra, esa manifestación nunca fue respetada por su padre.  En este sentido José fue obligado a decir que sí siempre.  A través de la experiencia del abuso sexual, José aprendió que la satisfacción y las necesidades de los otros o las otras eran más importantes que las de él.  Por lo tanto, esa capacidad de negarse a ciertas personas o experiencias no fue desarrollada apropiadamente.  Esta reflexión se observa en el siguiente planteamiento de José:

“Me siento culpable, como un egoísta si digo que no.  Tal vez me sentía así con mi papá.”

Sesiones 37- 48         

José había estado manifestando durante estas sesiones que no le gustaba caminar frente al público, porque sentía que las personas lo miraban de manera extraña y lo juzgaban.  Ã?l pudo establecer una conexión entre ese pensamiento actual y unas experiencias de su pasado.  José recordó que su padre lo despertaba durante las horas de la madrugada para ver juntos el canal de pornografía.  Mientras veían la pornografía, su padre abusaba sexualmente de él hasta las 5:00 o 6:00 de la mañana.  A consecuencia de esta pérdida de sueño,  José se sentía muy cansado, lo que se le notaba físicamente.  Su padre le pegaba y le decía que despertara porque parecía un “loco.”  Esa experiencia puede considerarse como uno de los orígenes a su situación actual.  Ese mensaje negativo (de que parece un loco), ha permanecido con José hasta su adultez y fue una forma de maltrato que recibió de su padre.  Este mensaje ha provocado unas consecuencias a nivel cognoscitivo en la vida de José. 

José tiene permanentemente la experiencia de que mientras habla con alguna persona, siente como si su cara no fuera la suya.  Se siente o se percibe a sí mismo como una persona diferente a él.  Adquiere rasgos de otras personas, lo que le provoca mucho dolor, particularmente si esas personas son mujeres.  De acuerdo a la literatura, ésta es una de las consecuencias comunes que experimentan las personas que viven el incesto en sus vidas (Briere, 1989).  Esta experiencia está vinculada con el hecho de que el padre de José lo maquillaba para que se viera más femenino, y realizaba otros actos que eran muy dolorosos como colocarle “pinches” de ropa para simular uñas, entre otras.  José aprendió a desvincularse, a ser otra persona como un método de autoprotección.  Esto también puede estar relacionado con el esfuerzo que José realizaba para encubrir lo que estaba ocurriendo.  Como él nos relató, tomaba rasgos y hábitos de otras personas para que el resto de la gente no pudiera percatarse de lo que estaba sucediendo con él.  Esos fueron los mecanismos que utilizó el niño para sobrevivir a dicha experiencia. Pero en la actualidad, ese mecanismo ya no estaba siendo efectivo.  Le estaba haciendo daño.  José necesitaba desarrollar nuevos mecanismos y estrategias de manera que pudiera eliminar los que ya no estaban funcionando.

A consecuencia de las sensaciones, las imágenes y todas las memorias que José había recuperado sobre el abuso, éste se encontraba experimentando lo que él llamó “ataques de pánico.”  Eran experiencias en las que sentía un miedo incontrolable a la muerte.  Este miedo alteraba su funcionamiento diario en términos de que afectaba sus hábitos de sueño, le impedía salir públicamente a la calle, entre otras cosas.  José libraba una batalla constante ante las consecuencias que le evocaban los recuerdos de aquellas experiencias traumáticas que vivió durante la niñez.    Este asunto se puede observar en la siguiente cita:

“No podía dormir, sentía que mi espíritu se salía de mi cuerpo, que me iba a morir. Tenía la sensación de estar enterrado vivo y no podía respirar.”   

Resulta sumamente difícil poder separar las experiencias de maltrato que vivió el participante porque todas ocurrían en conjunto.  José sufrió abuso físico y abuso sexual.  Además sufrió abuso mental o psicológico.  El abuso psicológico se refiere a aquellas ideas que el padre de José sembraba en su mente, aquellas ideas que acompañaban al abuso.  Como por ejemplo, las amenazas de muerte que José recibía de su padre si hablaba con alguien acerca del abuso que recibía.  Durante las pasadas sesiones se había prestado mayor atención al trabajo psicoterapéutico con los abusos físico y sexual.  En este ciclo se comenzó a trabajar más con las consecuencias que tuvo en José las experiencias de abuso psicológico.  El abuso psicológico le ha provocado mucho dolor a José.

Un ejemplo del abuso psicológico que recibió José de parte de su padre fue el mensaje de que los hombres que se masturban son unos violadores.  Al presente José mantiene la duda y el miedo de que él pueda cometer actos de abuso sexual en contra de otras personas, en especial con su hijo.  Su padre constantemente le inculcaba las ideas de que José era un títere, un delincuente, un violador, entre otras.  Una de las consecuencias de ese abuso psicológico y sexual que José vivió fue el desarrollo de esos miedos.  Esos mensajes fueron heridas que se quedaron y que necesitaban ser trabajadas para contrarrestarlas porque estaban afectando su funcionamiento diario.   

Otro mensaje que recibió José y compartió durante este ciclo fue que su madre le comentó que una persona de la Iglesia había sido abusada físicamente y que ésta había sufrido más que José.  Este es un ejemplo de cómo la madre minimizaba los efectos del abuso sexual.  Esta pudiera ser una forma de autoprotección de parte de ella; probablemente se le hacía muy difícil aceptar que estos acontecimientos verdaderamente ocurrieron y pensando de esa forma se sentía mejor.  Aún así, el mensaje tiene un impacto en José en términos de que no se valoriza todo lo que él ha luchado y ha pasado para sobrevivir a estas experiencias.

Estos miedos, estos mensajes y sus vivencias han hecho que José sea una persona solitaria y aislada de las demás personas.  A consecuencia de los cambios que José estaba trabajando en psicoterapia, este sentimiento de soledad y aislamiento estaba comenzando a provocarle dolor.  Pasó tanto tiempo de su vida escondiéndose y ocultándose, que ahora tenía mucho interés en integrarse con las personas, sentarse junto a ellas y conversar.  Las experiencias de maltrato que vivió afectaron sus destrezas sociales.  Ya esconderse y apartarse no resultaba ser un buen mecanismo de protección.  Este es un logro importante en la psicoterapia, porque José reconoce la importancia que tenemos los seres humanos de necesitar a otros seres humanos, reconoce que las relaciones sociales son importantes, que ser reconocido como un ser humano que existe es muy importante.  En el pasado José había desarrollado la destreza de estar solo y aislado, y ahora estaba comenzando a desarrollar sus destrezas sociales.  Este cambio  refleja que  José había comenzado el proceso de integración en este ciclo de reuniones.  Ha ido aceptando e integrando unas experiencias de su vida y, por consiguiente, no siente la necesidad de protegerse tanto como antes.   

Sobre los asuntos de la masculinidad, José continuó ofreciendo varios ejemplos de situaciones que aparentemente no estaban tan relacionadas con el abuso, pero que aún así le provocaban malestar. Estas experiencias estaban relacionadas con el rol y las cualidades que debe tener un hombre masculino de acuerdo a la ideología social.  Movido por la presión de unas amistades José se montó en una motora aún sin saber correrla.  En ese suceso casi tiene un accidente.  Otro ejemplo ocurrió mientras una persona robaba el auto de un predicador y José no hizo nada para detenerlo.  Algunos hombres de la Iglesia comenzaron a decirle que él era un “pato” porque no hizo nada.  Al igual que a otros hombres, a José le inculcaron unas ideas que sugieren que se debe poner la vida en riesgo para ser un hombre masculino.  No poner la vida en riesgo, significa que uno es un hombre miedoso, femenino o “pato.”

Este tipo de presión social inculca unas ideas y unos valores que presionan a un hombre a actuar de una manera destructiva, como se ve en los ejemplos que José ofreció.  En el proceso de construir la identidad masculina, los hombres viven un trámite complejo, difícil y doloroso en el cual aceptan o rechazan los referentes de la masculinidad.  Entre estos referentes se encuentra la idea de que el hombre debe tomar riesgos y ser temerario.  Otro referente es que el hombre debe negar sus miedos, sus dudas y cualquier sentimiento de vulnerabilidad (Román, González, Fernández, Cruz y Ávila, 2003). 

Durante este ciclo reaparece el tema de la crisis espiritual o de fe.  José se refería a esas experiencias relacionadas con la Iglesia que fueron dolorosas y que él ha identificado que ocurrieron en su niñez.  Ã?l recibió muchas presiones para que se mantuviera activo en la Iglesia.  Algunas personas de autoridad en su iglesia le habían dicho que él era una columna de la Iglesia y que mucha gente sería sanada por él.  La crisis surge, en parte, porque José ha comenzado a tener una visión crítica de la Iglesia y de la religión.  Anteriormente, al ser criado en una familia religiosa, no podía cuestionar lo que su papá y o su mamá decían.  Ahora, de adulto, José ha comenzado a mirar sus experiencias con la Iglesia y a trabajarlas al igual que lo hizo con sus experiencias de abuso.  De esta forma es que se expresaba su crisis espiritual. 
   
Sesiones 49-54 

Las sensaciones en el cuerpo de José eran más fuertes cuando se encontraba en la Iglesia.  Había ciertos hombres allí que le provocaban malestar y despertaban sus sensaciones.  En alguna dimensión José estaba relacionando a estos hombres con la experiencia de abuso que tuvo con su padre.  Una de las características similares entre estos hombres y su padre es que eran ministros de la Iglesia.  En el caso de José, existe una asociación bien fuerte entre la Iglesia, los ministros y el abuso.  Es bien difícil desligarlo.  La siguiente cita ilustra los sentimientos de José con respecto a la iglesia:

“Cuando estoy en el altar de la Iglesia predicando o cantando, siento como si tuviera zapatos de tacos puestos, siento que mi pene está doblado hacia atrás, que tengo uñas y maquillaje. Es algo increíble.”     
 
Mientras José está presente en la Iglesia se encuentra muy cerca de las experiencias de abuso.  Se le hace muy difícil establecer una diferencia entre lo que ocurría cuando él era niño y lo que ocurre ahora de adulto.  La experiencia de abuso que sufrió José fue tan extrema que la respuesta que está teniendo ahora, en el presente, son consecuencias de aquella experiencia del pasado.   

Los asuntos de la masculinidad fue un tema constante a través de las reuniones de psicoterapia individual.  El abuso hacía que para José fuera mucho más difícil manejar unos asuntos que todos los hombres tenemos que manejar.  El abuso que vivió por parte de su papá le había causado una herida muy grave.  Ha provocado que sea mucho más difícil para él que trabaje con esos asuntos de hombres comparado a una persona que no tuvo dicha experiencia.  Muchos de los cuestionamientos y dudas que José se hace acerca de su propia hombría, están relacionados conque es un hombre abusado sexualmente por otro hombre.

Una de las influencias más fuertes que ofrecía diversos modelos de lo que era ser un hombre, fue el vecindario donde se crió José.  Este vecindario era sumamente violento y allí se encontraban ejemplos del hombre mujeriego, el hombre que abusaba de los niños y de las niñas, el tirador de drogas, entre otros.  De acuerdo a José, este vecindario reforzaba los abusos que su papá cometía con él.  Los hombres lo agredían física y verbalmente, le faltaban el respeto, lo utilizaban sexualmente, entre otras cosas.  Al respecto José indicó que no sabía si era mejor quedarse en su casa o salir de ella.  Esos asuntos del vecindario eran extensiones del abuso de su papá.  El asunto de su vecindario resultó ser un tema muy doloroso para José.  Todas estas experiencias provocaron que él sintiera que no era aceptado y que continuara aislándose.  Las siguientes palabras de José reflejan su sentir al respecto:

“Mientras fui creciendo, quería identificarme con los muchachos malos, los tiradores de drogas, los gatilleros, etc.  Nunca sentí respeto de la gente, me sentía sin poder, como un “sissy” (marica).  Pensaba que eso era cierto porque mi papá me lo decía, y en la escuela y en el vecindario me maltratabanâ?¦ Sentía que no era nadie en ese mundo de la calle porque ellos tampoco me aceptaban. Nunca recibí aceptación, ni en mi casa ni en la calle.” 

Todas estas experiencias hicieron que José creciera con una necesidad muy marcada de amor y de afecto.  Constantemente buscaba la aprobación de otras personas.  José relató unas experiencias sexuales que sostuvo con un amigo de su edad.  En la actualidad estas experiencias le provocan mucha vergüenza y dolor por las implicaciones que tiene en sus asuntos de masculinidad.  Pero al examinar en profundidad dichas experiencias se puede observar que fueron unas experiencias cuyo propósito era recibir amor y afecto.  Quería tener una experiencia totalmente diferente a los abusos sexuales que estaba viviendo en su hogar.  Era una búsqueda por lograr la aceptación y aprobación de los demás.  Aún así, fue necesario trabajar con la culpa y el dolor que estas experiencias provocaban en su sentir como hombre.

El recuerdo de todas estas experiencias de su vecindario provocó que José se estuviese sintiendo muy triste, con mucha culpa, avergonzado y sucio; se despertaron nuevas sensaciones en su cuerpo, mucho dolor de cabeza, y otros sentimientos.  Para José era muy difícil hablar de esas experiencias, particularmente de aquellas que guardaban relación con la masculinidad.  A los hombres se nos enseña a negar nuestra vulnerabilidad y a ocultar las experiencias como las de José.  La visión de lo que es ser un hombre es que uno no hace esas cosas (tener relaciones sexuales con personas del mismo sexo) cuando niño.  El proceso de convertirse en hombre es difícil porque requiere que uno niegue experiencias del pasado, requiere que uno niegue su historia.  Eso fue lo que estuvo haciendo José: tratando de ser de una forma que le hacía violencia a su humanidad.

   
Al final de este ciclo, José había comenzado a integrar muchos de los asuntos trabajados en su vida.  Anteriormente se le hacía muy difícil escuchar los resúmenes de las sesiones, pero por el trabajo de integración ha comprendido que esa fue su historia, que esa fue su vida y que no la puede cambiar.  Indicó haber recibido una explicación de parte de Dios para comprender mejor su vida y sus experiencias.  La explicación que tiene ahora es que él aprendió a sobrevivir sometiéndose a las peticiones de otros.  Que no era un cobarde sino un sobreviviente.  El trabajo realizado había ayudado a que José identificara y desarrollara unas fortalezas dentro de sí mismo y que pudiera sobreponerse a las crisis que estos eventos causaron a su vida.  Blume (1990) plantea que es esencial que el o la sobreviviente recupere ese sentido de poder sobre su vida para poder liberarse.  Esto fue lo que precisamente José comenzó a lograr durante este ciclo y con la totalidad del proceso de psicoterapia.     

Conclusión

A lo largo de las 54 reuniones de psicoterapia individual con José, pudieron  observarse los cambios y la transformación que él vivió como resultado de los trabajos realizados.  José fue aceptando e integrando las experiencias de su vida.  Estaba rompiendo con la idea de que haber sido abusado física, sexual y psicológicamente por su padre, lo colocaba en una categoría inferior comparado con las personas que no fueron abusadas.  Esto queda evidenciado por las palabras que él mismo compartió:

“Me considero un sobreviviente al incesto y no como una víctima. Un sobreviviente es alguien que lucha y una víctima es alguien que se tiene pena. Quiero ser un sobreviviente que pueda decir: eso me pasó pero sigo hacia delante. La psicoterapia me ha ayudado a aceptar que fui abusado por mi padre.” 

Otra cita que ilustra la transformación de José como consecuencia del trabajo en psicoterapia puede observarse en esta cita:

“Cuando termine la psicoterapia quisiera ser un voluntario y ayudar. Aunque sea estar sentado escuchando y dar mi testimonio. Me gustaría ayudar a muchos hombres que están en mi situación. (Al psicoterapeuta) Lo que ha hecho conmigo no tiene precio, si no hubiera conocido todo esto hubiera terminado en suicidio. Por eso quisiera corresponder por lo que me ha dado. Me gustaría trabajar de voluntario en comunidades especiales. Las cosas que uno hace sin paga le dan vida y existencia a uno.” 

Bibliografía

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El trauma psicológico

  http://www.psicologiacientifica.com/bv/psicologia-109-1-el-trauma-psicologico.html

  David Puchol Esparza
  Psicólogo
  Universidad de Valencia

  Trabajo publicado el 06 de noviembre de 2001

Resumen

   

   

    El presente artículo pretende abordar un concepto, el de trauma psicológico, a menudo malinterpretado y de especial relevancia en la actualidad.

    A partir de una breve revisión histórica del concepto, se presenta una clasificación de los eventos suscepitbles de originar este trastorno y se enumera la sintomatología más comúnmente asociada al mismo.

    Se concluye subrayando la necesidad de un abordaje adecuado de un trastorno, por definición multidimensional y complejo, y que requiere en no pocas ocasiones de una intervención psicosocial en múltiples niveles.

Palabras claves: Trauma psicológico – Eventos traumáticos – Estrés postraumático

Introducción

El mundo conoce bien el poder de destrucción originado por catástrofes naturales como temporales, huracanes y terremotos. Otros muchos conocen de igual forma la miseria producida por el terrorismo, la violencia, la guerra o la delincuencia. En los últimos 25 años, más de 150 millones de personas anualmente han sido afectados directamente por este tipo de desastres y acontecimientos traumáticos.

Los efectos físicos de un desastre son evidentes. Cientos o miles de personas pierden sus vidas o son gravemente heridos. Los supervivientes arrastran las consecuencias durante toda su vida. Dolor y sufrimiento se distribuyen a partes iguales. Los efectos emocionales â??miedo, ansiedad, estrés, ira, rabia, resentimiento o bloqueo emocional- de los desastres son también obvios. Para muchas víctimas, estos efectos se mitigan e incluso desaparecen con el tiempo. Sin embargo, para otros muchos, las secuelas son a largo plazo y alcanzan en ocasiones la condición de crónicas.

Estas circunstancias no hacen más que añadir complejidad a la hora de abordar una intervención efectiva sobre el TRASTORNO POR ESTRÃ?S POSTRAUMÁTICO término en sí mismo multidimensional y que en los últimos años esta gozando de un mayor interés científico y reconocimiento social, estando de especial actualidad en estos momentos por los acontecimientos acaecidos el pasado 11 de Sepitembre de 2001 en NuevaYork

Perspectiva histórica del estrés traumático

La exposición a eventos traumáticos y las consecuencias que de ello se derivan no es un fenómeno nuevo. Los seres humanos han estado experimentando tragedias y desastres a lo largo de toda la historia.

Evidencias de reacciones postraumáticas datan del siglo sexto antes de Jesucristo y se fundamentan en las reacciones de los soldados durante el combate (Holmes, 1985).

Las respuestas al estrés traumático han sido etiquetadas de muy diversas formas a lo largo de los años. Algunos términos diagnósticos utilizados han incluido los de Neurosis de Guerra, Neurosis Traumática, síndrome Post-Vietnam o Fatiga de Batalla (Meichenbaum, 1994).

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III) reconoció por primera vez el Trastorno por estrés postraumático como una entidad diagnóstica diferenciada en el año 1980. Fue categorizado como un trastorno de ansiedad por la característica presencia de ansiedad persistente, hipervigilancia y conductas de evitación fóbica.

En 1994, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) fue publicado y en él se recogen, respecto a los criterios diagnósticos del trastorno, los últimos avances e investigaciones realizadas en el campo.

Clasificación de los eventos traumáticos

Los eventos traumáticos son, en la mayoría de las ocasiones, inesperados e incontrolables y golpean de manera intensa la sensación de seguridad y auto-confianza del individuo provocando intensas reacciones de vulnerabilidad y temor hacia el entorno.

Ejemplos de este tipo de situaciones son los siguientes:

– Accidentes.

– Desastres naturales como huracanes, terremotos o inundaciones.

– Inesperada muerte familiares.

– Asaltos /delitos / violaciones.

– Abusos físicos/sexuales infancia.

– Torturas / secuestros / actos terroristas.

– Experiencias combate.

Otras formas de estrés severo (pero no extremo) pueden afectar seriamente al individuo pero generalmente no son los detonantes típicos de un trastorno por estrés postraumático, como por ejemplo la pérdida del puesto de trabajo, divorcio, fracaso escolar, etc.

Es importante destacar, tal como indica la investigación reciente, que a pesar de la heterogeneidad de los sucesos traumáticos, los individuos que directa o indirectamente han experimentado este tipo de situaciones muestran un perfil psicopatológico común etiquetado en la actualidad bajo el rótulo de TRASTORNO POR ESTRÃ?S POSTRAUMÁTICO y en algunas ocasiones se presentan otros trastornos asociados como depresión, trastorno de ansiedad generalizada, ataques de pánico, conductas fóbicas o abuso de sustancias (Solomon, Gerrity, & Muff, 1992).

Sintomatología del estrés postraumático

Podríamos agrupar la sintomatología asociada mas común en tres bloques:

1.  Re-experimentación del evento traumático

– Flashbacks.Sentimientos y sensaciones asociadas por el sujeto a la situación traumática.

– Pesadillas .El evento u otras imágenes asociadas al mismo recurren frecuentemente en sueños.

– Reacciones físicas y emocionales desproporcionadas antes acontecimientos asociados a la situación traumática .

2. Incremento activación

– Dificultades conciliar el sueño / Hipervigilancia

– Problemas de concentración

– Irratibilidad / impulsividad / agresividad

3. Evitación y bloqueo emocional

– Intensa evitación /huida /rechazo del sujeto a situaciones, lugares, pensamientos, sensaciones o conversaciones relacionadas con el evento traumático.

– Pérdida de interés.

– Bloqueo emocional / Aislamiento social

Conclusiones

Se ha afirmado que el estrés postraumático puede representar “una de las más severas e incapacitantes formas de estrés humano conocido”(Everly, 1995, p. 7).

Afortunadamente, el estrés traumático y sus consecuencias continúan ganando reconocimiento y la investigaciones recientes son abundantes en este campo, si bien más trabajo de investigación debe ser realizado para alcanzar los resultados de efectividad deseados.

La detección y reconocimiento del estrés asociado a situaciones traumáticas es el primer paso para el individuo en su camino para su total recuperación e integración social.

El tratamiento a través de profesionales con la debida cualificación y experiencia se constituye como el factor crucial, junto a la propia actitud y predisposición del paciente, para ayudar a las víctimas a afrontar la tragedia y continuar con su vida de forma satisfactoria.

Bibliografía

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DEPRESIÓN, DESESPERANZA, DISTIMIA DEPRESIVA, NEUROSIS NOÓGNEA Y SUICIDIO-1622

http://www.foroekklesia.com/archive/index.php/t-2434.html

angelady                                                                                                            11-oct-2002, 20:54

Liberando Traumas
Abuso Físico

El abuso físico es una acción que por ser tan extendida nos llega a parecer normal. No hay nada de normal en violar los derechos de cada ser humano para ser tratado como lo que es: Un ser digno.

El abuso físico produce una heridas espirituales y mentales. Un niño golpeado, difícilmente podrá creer que es un ser único y maravilloso ¿Cómo puede pensar eso si su tutor lo está lastimando físicamente? El abuso físico no solo corta el vínculo con los padres, sino que corta el vínculo con su entorno en general ¿en quien se puede confiar si a quien se le ha otorgado la confianza la ha roto de tal manera?.

Los golpes no educan, un ser con conciencia sabe que solamente se educa por medio del amor y el amor jamás da frutos de dolor, jamás deja secuelas, jamás deja traumas que lastiman más allá de nuestro cuerpo físico ¿Quién puede triunfar en la vida cuando vive presa del miedo? ¿Quién puede ser capaz de proveerse de felicidad o de amor si se le ha enseñado que eso \”no existe? ¿Quién puede exigir sus derechos como ser humano si se le ha enseñado a ser pisoteado? \” es lo normal\”, \”es parte de la vida diaria\”. Los golpes no son parte de nuestra vida diaria, son parte de la inconciencia humana que dice conocer a Dios, desconociendo su propia esencia: El amor, que dice amar a Dios, destruyendo parte de su obra: Un ser humano.

El dolor, el miedo y la adrenalina que se desprende en cada sesión de golpes, sea cuál sea la edad del agredido, dejan secuelas en el cerebro, enferman su cuerpo e impiden el desarrollo de la persona, ya que sus caminos de resolución son obstaculizados por la creación de una \”falsa realidad\” la realidad de la carencia de valor hacia si mismo, de la desconfianza, del rencor, la amargura y el deseo de venganza.

¿Cómo aprender a amarme si quien dice amarme siente placer al verme lastimado y humillado? Porque no son verdad frases tan trilladas como \”esto me duele más que a ti\” Nada más falso, quien agrede, jamás logra \”sentir\” lo que la otra persona, el dolor físico, mezclado con el miedo y la humillaciónâ?¦ no lo siente, de hecho, podríamos asegurar que un golpeador carece de emociones, sentimientos o sensaciones que le ayuden a imaginar, por lo menos, algo del daño que causa. Claro está que un agresor tiene todo un historia de vida que le ha enseñado a desensibilizarse y golpear como único medio de \”solución\” a sus problemasâ?¦ tiene también traumas que superar y lo podrá hacer, si toma la responsabilidad de su vida y de sus actos. \”Te pego porque te quiero\” o \”Quien bien te quiere te hará llorar\” igualmente falso, lo que no proviene del amor, va en contra de el. La violencia de ninguna manera nace del amor, nace del odio, de la insatisfacción por la vida, de la acumulación de resentimientos, del odio a si mismo y odio a los demás. La violencia no proviene de la inteligencia, la cuál si es creación de Dios, proviene de acostumbrarnos a transitar \”por el camino corto\” y resolverlo todo \”en segundos\”â?¦ ¿de verdad lo resolvemos?.

Si tu has sido víctima de agresiones, es tiempo de recuperar el amor a ti mismo y cambiar \”el canal mental\” para no repetir la historia con los seres que más amas.

Todo ser humano, sea del sexo que sea y sea de la edad que sea, merece una vida libre, un ambiente en dónde se promueva el desarrollo de todos los integrantes de la familia, respetando la individualidad de cada quien. Todos merecemos vivir dentro de la paz, la tranquilidad y sobre todo, vivir regidos por todos los valores universales que solamente, viviendo dentro del ambiente propicio, seremos capaces de transmitirâ?¦ Quien no se ama, no puede amar a los demás, quien no conoce la paz, no puede transmitirlaâ?¦ seamos transmisores de amor, no de dolor.

Dios les Bendiga Mucho
http://www.foroekklesia.com/foristas/angelady/angelady12.gif

Agresión Sexual en la Infancia y Viaje al Futuro

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-48082007000200010&script=sci_arttext#top

Agresión Sexual en la Infancia y Viaje al Futuro: Clínica y Psicoterapia en la Edad Adulta

Childhood Sexual Aggression and its Future: Clinic and Psychotherapy in Adulthood

Francisco Ibaceta Watson

Centro de Terapia del Comportamiento, Chile

Correspondencia:

© 2009  Sociedad Chilena de Psicología Clínica

Ricardo Matte Pérez 492, Providencia

Santiago, Chile

Teléfono: (56-2)2090286

Fax: (56-2) 2698328

Resumen

El presente trabajo revisa las relaciones existentes entre el antecedente de agresión sexual en la infancia y el desarrollo de psicópata logia en la adultez. También se revisan aquellos factores que caracterizan las agresiones sexuales y que se relacionarían con mayor sintomatología en la vida adulta. Se describen las maneras habituales en que ocurren las consultas por este motivo y se propone brevemente un marco general para el abordaje psicoterapéutico.

Palabras claves: Aagresiones sexuales, psicopatología, trauma, psicoterapia.

Abstract

The present work reviews the existing relationships between childhood antecedents of sexual aggression and the development of psychopathology in adulthood. Also are reviewed the factors that characterize sexual aggressions, and their association to a greater sinthomatology in adult life. The habitual ways in which the consultations happen are described, their motives, and a brief general frame for the psychotherapeutic approach is proposed.

Key words: sexual Aggressions, psychopathology, trauma, psychotherapy

Introducción

En Chile, las agresiones sexuales hacia niños, niñas y adolescentes se han constituido en un problema social de gran magnitud y relevancia. En concordancia con esto se han diseñado políticas públicas, promulgado leyes y diversas entidades públicas y privadas ejecutan programas específicos en el ámbito de la prevención, detección, diagnóstico y tratamiento.

En particular, la atención acerca de este problema se ha focalizado en la infancia-adolescencia. Sin embargo, en la población adulta existe un grupo importante de personas que habiendo sufrido agresiones sexuales en la infancia -adolescencia, sufren efectos sintomáticos a largo plazo que no reciben necesariamente atención especializada.

En el estudio del Ministerio de Salud del año 2000, acerca del comportamiento sexual de la población chilena, siete de cada cien mujeres entrevistadas declaró haber sufrido una violación. Si se considera que se ha estimado que alrededor de un 30% de las personas que han sufrido agresiones sexuales desarrollan sintomatología a largo plazo (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2000), existiría un grupo importante de mujeres que desarrollaría problemas de salud mental donde un evento traumático constituye uno de los principales factores de riesgo predisponentes.

Debido a la mayor sensibilización frente a los temas de la violencia y las agresiones sexuales al interior de la familia, las personas se sienten más proclives a relatar vivencias de violencia sexual actuales o pasadas. De esta manera, entre las personas que solicitan atención psicológica se está constatando un número cada vez mayor de pacientes que presenta traumatizaciones sexuales asociadas a su motivo de consulta (Llanos & Sinclair, 2001). Sin embargo, a pesar de esta alta tasa de víctimas de violencia sexual, la oferta pública y privada para la atención de personas adultas resulta casi inexistente (Bain & Yáñez, 2002).

Por otra parte, también existe aún una importante población que consulta recurrentemente por diferentes problemas de salud que pueden estar relacionados con haber sufrido traumatizaciones sexuales en la infancia – adolescencia. Estas consultas resultan frecuentes y como tales imprimen presión asistencial al sistema de salud, siendo generalmente las respuestas de atención no resolutivas al no detectar ni enfrentar directamente el tema de la traumatización temprana, llegando incluso a la posibilidad de implementar acciones iatrogénicas.

Agresión sexual y desarrollo de psicopatología

De acuerdo con Barudy (2000), la agresión sexual produce en la víctima:

1. Un proceso de traumatización, el cual es sincrónico a la ocurrencia de la agresión sexual. Aquí se ubican no sólo los efectos sintomáticos a corto plazo, sino que también el despliegue de una variedad de mecanismos defensivos (por ejemplo, disociación) que permiten sobrevivir a la víctima a la traumatización y que pueden aparecer como desadaptativos, a la vez que deterioran el funcionamiento social.
2. Un proceso de adaptación o resocialización secundaria con efectos específicos (carreras morales), el cual puede ser paralelo o posterior a la ocurrencia de la agresión sexual. Aquí pueden ubicarse no sólo los efectos sintomáticos a largo plazo, sino que también la cronificación de los mecanismos defensivos y la amplia gama de impactos sobre el desarrollo psicológico y la construcción de la personalidad. Siguiendo esta línea, se ha intentado demostrar que la traumatización sexual puede tener consecuencias sintomáticas en el corto plazo y en el desarrollo psicológico a largo plazo. En tal sentido, se estima que haber sufrido una agresión sexual durante la infancia incrementa el riesgo de desarrollar psicopatología en la adultez.

Si bien no se ha logrado establecer una relación directa entre agresión sexual y algún tipo particular de psicopatología, se han encontrado correlaciones positivas entre dicho antecedente y determinados cuadros de morbilidad psiquiátrica. Por ejemplo, se ha reportado que existiría una relación manifiesta entre agresión sexual en la infancia y el desarrollo de episodios depresivos en la vida adulta (Weiss, Longhurst & Mazure, 1999). También se ha encontrado que pacientes diagnosticados con trastorno bipolar y que sufrieron agresiones sexuales en la infancia o adolescencia habían presentado un inicio precoz del trastorno, un curso más grave, mayor comorbilidad y una incidencia superior de intentos de suicidio.

Post (2004) constató, en una muestra de pacientes bipolares, que el tiempo sin tratamiento era significativamente mayor entre quienes referían historia de traumatización sexual, en comparación con quienes no referían dicho antecedente. Este autor plantea que la agresión sexual es un factor pronóstico que debe ser activamente identificado de manera de intervenir más pronto, con el fin de evitar un curso adverso, esto es, mayor gravedad del cuadro, mayor número de intentos de suicidio, mayor comorbilidad y pérdida paulatina del apoyo social. Esto podría apoyar nuestras observaciones respecto a que la psicoterapia aparece como la indicación principal en pacientes con un trastorno del estado de ánimo y que presentan historia de trauma temprano (Becar, Guadalupe & Ibaceta, 2006).

Una relación significativa se ha encontrado también con el desarrollo de trastornos de ansiedad, particularmente con el trastorno por estrés postraumático (TEPT). En una revisión reciente Marty y Carvajal (2005) encuentran que el TEPT ocurre más frecuentemente en personas que han experimentado victimización sexual durante su infancia. Las agresiones sexuales en la infancia aumentarían el riesgo de desarrollar un TEPT, en la medida que la exposición temprana a situaciones traumáticas (estresantes) de ese tipo podrían implicar cambios a largo plazo y persistentes en la neurobiología involucrada en la respuesta al estrés, de manera que aquello significaría una vulnerabilidad para el desarrollo de TEPT.

Por otra parte, se ha descrito una importante relación entre traumatizaciones sexuales tempranas y el desarrollo de trastorno de personalidad, especialmente borderline. En este grupo de pacientes se encuentra una alta frecuencia de abuso sexual en su biografía, comparados con otros grupos de personas sin dicho trastorno (Jerez, 1997; Herman, 1989, en Vitriol, 2005).

Se ha señalado también una fuerte relación con trastornos de la alimentación, particularmente bulimia (Behar, 2000); con las autoagresiones, consideradas como un síndrome específico (Nader & Boehme, 2003) y con los cuadros de somatización. En particular, en población femenina nacional, Florenzano et al. (2002) encontraron una relación significativa aunque inespecífica entre cuadros de somatización y antecedentes de trauma infantil, incluida la agresión sexual.

Aun así, no es posible establecer que la agresión sexual sea un factor etiológico único y específico en el desarrollo de los cuadros mencionados. Tampoco se puede establecer que los efectos de la agresión sexual deriven en un síndrome único y homogéneo.

De esta forma, la mirada ha estado centrada en poder describir aquellas características de la agresión sexual que parecen predecir el desarrollo de sintomatología más grave, o bien de efectos importantes en las distintas esferas del desarrollo. Al respecto, se ha señalado que los siguientes factores se deben considerar al momento de ponderar el riesgo y la gravedad de la aparición de psicopatología posterior:

1. La frecuencia y duración de la experiencia abusiva. Agresiones sexuales repetidas y crónicas se asocian a consecuencias más graves en las víctimas.
2. El tipo de agresión sexual. La presencia de contacto genital y penetración sexual parece agravar los efectos de las agresiones sexuales.
3. La utilización de violencia y/o coerción para cometer las agresiones se relacionan con mayor efecto sintomático sobre las víctimas.
4. El vínculo de la víctima con el agresor. La presencia de un vínculo previo se relaciona con la utilización abusiva de la confianza, de la diferencia de poder y autoridad para llevar a cabo las agresiones. A mayor cercanía vincular la relación se torna indescodificable, casi impre-decible y con ello las vivencias del proceso traumático (por ejemplo, el miedo, la culpa y la vergüenza) y del secreto se instalan dramáticamente.
5.  Si hubo develación, es importante conocer la reacción de los padres, la familia y el entorno. En tal sentido, se estima que la percepción positiva del cuidado paterno, esto es, creer, movilizarse para proteger y buscar la sanción del agresor, resulta ser un factor protector crucial para disminuir las posibilidades de desarrollo de sintomatología posterior. Por el contrario, una actitud generalizada de incredulidad o de minimización por parte de la familia y del entorno significativo, así como también una reacción hostil del padre no agresor tras la apertura del abuso, se relacionan directamente con un peor pronóstico de recuperación del daño.

Otros factores que le asignan mayor gravedad a los posibles efectos de las agresiones sexuales serían: la existencia de múltiples agresores, la presencia de múltiples maltratos (por ejemplo, abuso del padre conjuntamente con maltrato físico y psicológico de la madre) y haberse encontrado en riesgo vital producto de las agresiones sufridas.

En esta línea de trabajo, un estudio con población consultante del Centro de Atención a Víctimas de Atentados Sexuales (CAVAS) encontró que “las víctimas que se desenvuelven en un contexto definido por un patrón tolerante ante la develación del abuso y con un número elevado de episodios abusivos (cronicidad), serían las que están más expuestas a sufrir mayor daño psicológico, así como alteraciones en las esferas estructurales de la personalidad, producto de esas experiencias” (Huerta, Maric & Navarro, 2002).

Puede seguirse como regla general, entonces, que a mayor gravedad y cronicidad de las agresiones sexuales sufridas, mayor puede ser la gravedad de las manifestaciones psicopatológicas en la vida adulta (Vitriol, 2005).

De esta manera, las agresiones sexuales son consideradas factores de riesgo psicológico para el desarrollo de problemas de salud mental en la adultez. En términos generales, se ha postulado que el estrés en etapas tempranas del desarrollo, en conjunción con predisposiciones biológicas, contribuyen a generar una vulnerabilidad de largo plazo al desarrollo de morbilidad de salud mental (Trueco, 2002).

Más allá de la psicopatología: la dimensión del trauma

Herman (1994, citado en Arnstein, 1999) ha señalado que la apariencia de normalidad, entendida como la ausencia de síntomas, no es lo mismo que la integración del trauma.

Diversos autores han elaborado modelos para poder comprender las consecuencias de las agresiones sexuales. Estos modelos intentan otorgar un marco descriptivo-ex-plicativo que incluye pero trata de ir más allá de la relación directa agresión sexual – psicopatología, tratando de analizar los efectos de las agresiones sexuales en el desarrollo psicológico de las víctimas en el largo plazo y el ámbito de sus relaciones interpersonales.

Estos modelos proveen de un entendimiento del proceso traumático, de manera que el clínico podría diseñar desde esa comprensión un plan de tratamiento que, en distintos niveles de profundidad, considere la dimensión de la vivencia traumática.

En particular, aunque no es posible profundizar en esto, quiero destacar aquí la conceptualización de las dinámicas traumatogénicas propuestas por Finkelhor y Browne, en la consideración personal que este modelo puede ser aplicado particularmente a las agresiones sexuales en general, indistintamente de las características de éstas1.

El modelo traumatogénico (Finkelhor & Browne, 1985)

El modelo propuesto por Finkelhor y Browne sostiene que existirían cuatro factores que explicarían la dinámica del trauma presente en las víctimas de agresiones sexuales. Estos factores, denominados dinámicas traumatogénicas, en su acción conjunta explicarían por qué la traumatización derivada de las agresiones sexuales es única y diferente a la encontrada en otros traumas.

Las dinámicas traumatogénicas se describen a continuación:

1) Sexualización traumática

Las agresiones sexuales pueden configurar el desarrollo de la sexualidad de las víctimas de una manera inapropiada, en tanto ocurre un aprendizaje de la sexualidad disociado de la afectividad y que no se corresponde con la etapa evolutiva en que la víctima se encuentra.

Esta dinámica se instala principalmente cuando se le pide repetidamente a la víctima que realice conductas sexuales inapropiadas para su nivel de desarrollo, ligando dichas conductas a refuerzos entregados por el agresor con el fin de mantener dichos comportamientos. El afecto, regalos concretos, privilegios relaciónales son formas de recompensa que el agresor utiliza para obtener conductas sexuales de la víctima. De esta manera, queda instalado un circuito de cosificación de la sexualidad. De manera diferente e inversa, también podría ocurrir que la sexualidad quede asociada a lo traumático, quedando la víctima en una posición emocional de aprendizaje ligado al estado, de forma que bastaría una situación que reprodujera el trauma para que la víctima reaccionara defensivamente, en huida o incluso de aceptación desamparada de la agresión como forma de sobrevivir a ésta.

A largo plazo las consecuencias se relacionan con alteraciones del desarrollo psicosexual. En un polo podría aparecer excesiva preocupación por cuestiones sexuales, eroti-zación de las relaciones, promiscuidad sexual y repetición compulsiva de conductas sexuales. Hacia el otro extremo pudiera presentarse una dificultad generalizada respecto de la sexualidad, la cual podría expresarse como inhibición y rechazo sexual, disfunciones sexuales, o bien manifestando problemas relacionados con la identidad sexual.

2)  Traición

Esta dinámica hace referencia a que las víctimas descubren que el agresor, muchas veces vínculo afectivo de confianza y dependencia, les ha causado daño. También alude a la toma de conciencia acerca de que los miembros de la familia que se encuentran en posición de protección (típicamente la madre) no han ejercido dicho papel, en tanto no han tenido conductas concretas de cuidado, o bien no han dado credibilidad a la develación de las agresiones sexuales.

Al largo plazo esto puede manifestarse en una alteración en la manera de vincularse. En un extremo, puede aparecer una importante necesidad de protección, lo cual se manifestaría a través de una dependencia emocional intensa, la cual puede disminuir la capacidad crítica acerca de la confiabilidad de las otras personas. En el otro extremo, puede presentarse una manera de vincularse caracterizada por la desconfianza y hostilidad excesivas, manifestándose rechazo al establecimiento de relaciones con mayor grado de intimidad emocional.

3) Indefensión

Esta dinámica se presenta cuando la voluntad de la víctima no es respetada, teniendo ésta la sensación de pérdida de autonomíay control respecto de sus propias conductas. Esta dinámica lleva rápidamente a la instauración de la impotencia de no poder evitar la repetición de las agresiones.

A largo plazo, la indefensión se puede transformar en una sensación crónica de vulnerabilidad, la cual se traduce en miedo y ansiedad constante en relación a la imposibilidad de controlar lo que ocurre. Esto se traduce finalmente en una disminución del sentimiento de autoeficacia y de las habilidades personales en general. En un extremo, esta sensación de pérdida de poder puede transformarse en una necesidad disfuncional de control sobre los otros y sobre lo que ocurre.

4) Estigmatización

Esta dinámica se refiere a las connotaciones negativas que; el agresor y muchas veces los adultos en posición de proteger, le adjudican a las agresiones sexuales sufridas y como éstas quedan ancladas en la narración de lo vivido.

El impacto psicológico de la estigmatización se asocia a los sentimientos de culpa y vergüenza y por lo mismo a la mantención del secreto que refieren las víctimas, sentimientos que se anclan en la construcción de la autoimagen. También puede ocurrir que se tenga la vivencia de ser diferente de los demás, lo cual se basaría en la idea de que nadie más ha tenido una experiencia como la propia, a la vez que por lo mismo piensan que serán rechazados por los otros. En particular, la mantención del secreto puede incrementar el sentimiento de estigmatización al reforzarse la sensación de ser diferente.

Cómo ocurre la consulta

De acuerdo con nuestra experiencia clínica, la consulta inicial puede ocurrir en cualquiera de las siguientes formas:

1)  La persona consulta por un motivo que puede o no incluir la referencia directa a una agresión sexual durante su infancia-adolescencia.

Una posibilidad es que la historia de agresión sexual es conectada directamente a la sintomatología o situación que genera la consulta. Es decir, al aparecer como una explicación del sufrimiento que motiva la consulta, genera casi de inmediato la posibilidad de un contexto de psicoterapia, en tanto ofrece un foco de trabajo y permite el inicio de la construcción de la alianza terapéutica.

Otra posibilidad es que la historia de agresión sexual esté enmascarada en sintomatología que las personas no conectan necesariamente convivencias traumáticas o que de hacerlo lo realizan de manera confusa y ambivalente. Es la exploración cuidadosa y dirigida del terapeuta la que trae a la conversación la posible conexión entre dichas vivencias y los síntomas o problemáticas actuales. Luego, lo que puede ser inicialmente una consulta exclusivamente sintomática puede derivar hacia el establecimiento de un contexto de psicoterapia. La consulta aquí generalmente tiene elementos de cronicidad, en tanto estabilidad del cuadro sintomático y posible compromiso del desarrollo de la personalidad. Puede haber un número importante de consultas y tratamientos anteriores. Resulta necesario considerar siempre la pertinencia del apoyo farmacológico y una cuidadosa evaluación (por ejemplo, psicodiagnóstico).

2) La persona consulta por una problemática distinta o del mismo espectro (por ejemplo, violencia intrafamiliar). En la interacción terapéutica surge el reconocimiento de la violencia sexual como un aspecto vivencial no registrado como tal.

Si la violencia está incluida en la biografía del sujeto y está ausente en la descripción del motivo de consulta, puede construirse el contexto terapéutico que incluya y contenga dichas vivencias traumáticas.

Si la violencia es actual, el contexto que debe construirse prioritariamente es el de interrupción y protección. Aquí la interrupción de la situación de violencia es el objetivo principal de la intervención inicial. No hay reparación posible sin protección inmediata y luego sostenida. El terapeuta debe focalizar sus intervenciones en el reconocimiento del malestar y en la movilización de acciones destinadas a la propia protección.

También puede ocurrir que la persona consulte específicamente por una situación de agresión sexual ocurrida recientemente. Aquí, la consulta generalmente es “aguda” y son aplicables modelos referidos a la intervención en crisis.

Una guía breve para la psicoterapia

Siguiendo lo sugerido por Llanos y Sinclair (2001), una guía mínima para orientar un plan psicoterapéutico debe contemplar al menos los siguientes elementos:

1. Las características del contexto terapéutico.
2. Las etapas dentro del proceso terapéutico y los objetivos de cada una de éstas.
3. Los focos o temáticas específicas a tratar.

Características del contexto psicoterapéutico (Llanos & Sinclair, 2001)

1) Construcción de un vínculo terapéutico reparador en sí mismo.

De acuerdo con Álvarez (2002), para poder ubicar las situaciones traumáticas como experiencias de la propia vida y no disociadas en los síntomas, se necesita un espacio interpersonal seguro, predecible y de un vínculo estrecho, que resista las pruebas de confianza y compromiso impuestas por los pacientes.

En este contexto psicoterapéutico toma aun mayor fuerza la evidencia empírica y el consenso clínico acerca de que la calidad del vínculo terapéutico es el factor curativo más poderoso del cambio en psicoterapia (Jiménez, 1999). La relación terapéutica tiene que estar basada en el buen trato, puesto que el mismo vínculo establecido con el terapeuta opera como reparador, en la medida en que este sirve como contraste respecto de la relación abusiva que conllevan las agresiones sexuales.

2)   Explicitación del encuadre terapéutico como protector.

De manera de generar un contexto terapéutico seguro y confiable para quien consulta resulta fundamental que el encuadre sea explícito. Esto significa que las características de la relación y del proceso psicoterapéutico, así como los objetivos de la psicoterapia, deben ser construidos de manera clara. Mientras más explícito y claro resulta esto, menor posibilidad hay de que se produzcan impasses que puedan ser terapéutica y sobre todo vivenciados como la confirmación, ahora en la relación terapéutica, de conductas abusivas hacia las personas que nos consultan.

En términos prácticos, por ejemplo, crucial es que el terapeuta gradúe la intensidad emocional de las sesiones, sobre todo al inicio de la psicoterapia. El terapeuta debe controlar su deseo de saber, ya que la experiencia muestra que las personas no se curan por el solo hecho de relatar detalladamente sus traumatizaciones. Muchas veces la insistencia del terapeuta en motivar el relato de la traumatización induce rápidamente en quien consulta un aumento abrupto de la vulnerabilidad emocional e incluso de la sintomato-logía, lo cual puede explicar deserciones o suspensiones tempranas del tratamiento.

Para esto es útil generar acuerdos concretos respecto de los contenidos dentro de la conversación psicoterapéutica, debiendo quedar el paciente siempre con la posibilidad de señalarle al terapeuta si considera que determinado contenido preferiría abordarlo en un momento posterior de la terapia.

3) Flexibilidad terapéutica.

El trabajo terapéutico con víctimas de agresiones sexuales exige que el terapeuta se pueda mover dúctilmente entre distintas maneras de comprender y abordar clínicamente las consecuencias en las personas de las agresiones sexuales.

Por otra parte, el terapeuta debe estar atento a que no todo se explica como un efecto de las agresiones sexuales, razón por la cual debe estar dispuesto a moverse hacia focos de trabajo distintos a éste, sobre todo si el consultante así lo propone. Aun cuando el terapeuta tenga la firme convicción que la traumatización sexual se relaciona directamente con las dificultades por las cuales se consulta en el presente, en ciertas situaciones debe optar por un acercamiento más indirecto que respete el tiempo del consultante.

Etapas y objetivos del proceso psicoterapéutico

Etapa 1: el alivio sintomático.

A diferencia de otros planteamientos (Dolan, 1997, en Llanos & Sinclair, 2001) que consideran importante el reconocimiento del ser víctima y la desculpabilización como eje inicial y central del proceso de reparación, pensamos que la focalización en el alivio de los síntomas y el dolor o sufrimiento personal que generan la consulta debe ser el objetivo y la labor específica de la primera etapa de la terapia.

Es más, pensamos por una parte, que una inicial posición terapéutica desculpabilizadora puede comprometer la posibilidad de quien consulta de exponer lo más horrible del proceso de agresión sexual, es decir, la posibilidad de haber participado como una forma de protegerse. Creemos que la desculpabilización debe ser consecuencia de un descubrimiento de quien consulta, más que una revelación y posición del terapeuta. Esta espera reflexiva no significa en todo caso, que el terapeuta no pueda invitar desde ya a la persona a desmitificar aquellas ideas que se encuentran a la base de responsabilizarse de lo ocurrido, mediante una permanente actitud de curiosidad respecto de las significaciones que permiten la construcción de la culpabilidad.

Por otra parte, nuestra experiencia nos ha mostrado dos aspectos con relación a la idea de ser víctima. Por una parte, esto puede inducir un rápido y regresivo aumento de la sin-tomatología, puesto que al caerlos mecanismos defensivos las personas quedan en una posición no acostumbrada de vulnerabilidad. Por otra parte, hay personas que quedan atrapadas en la explicación de ser víctimas, lugar desde el cual también obtienen una serie de beneficios potenciales que obstruyen la evolución hacia etapas avanzadas del proceso de reparación.

Entonces, proponemos que en esta etapa los focos terapéuticos sean:

a) La construcción de la alianza terapéutica, en la lógica reseñada respecto del contexto psicoterapéutico apropiado para este tipo de casos. Esto no remite sólo al vínculo terapéutico, sino que también al acuerdo claro respecto de objetivos y metas del proceso terapéutico, respetando fuertemente el pedido de consulta.
b) Un papel directivo del terapeuta en la identificación y en el alivio de los síntomas, por ejemplo, solicitando una consulta farmacológica si resulta pertinenente y necesario. Este aspecto incluye probablemente no sólo focalizar en la designación de los síntomas, sino que también en aquellos aspectos ligados al trauma que impactan fuertemente la construcción de la imagen del sí mismo.

Etapa 2: la exploración del trauma.

En este momento del proceso se debe invitar paulatinamente a la reconstrucción de la historia, esto es, de los sucesos traumáticos, la reacción de acomodación del sobreviviente y de los otros significativos frente a él. El objetivo de esta etapa es establecer un relato que permita describir lo ocurrido y contextualizarlo. Resulta fundamental en esto que la persona sienta plena libertad de decidir qué está dispuesto a contar, o bien qué necesita y/o considera conveniente relatar (Durrant & Kowalski, 1996, citados en Llanos & Sinclair, 2001).

Llanos y Sinclair (2001) plantean tres focos terapéuticos que nos parece imprescindible rescatar en esta etapa del proceso que proponemos:

a) La semantización de la experiencia abusiva. Esto alude a ayudar al otro a simbolizar, representar y poner palabras concretas y precisas que permitan construir un relato de lo ocurrido. La experiencia nos ha mostrado lo fuertemente reparador que resulta para las personas poder validar sus percepciones respecto de lo ocurrido y poder tener un relato específico (ya no confuso) de lo ocurrido.
b) La reconstrucción del discurso que mistifica el abuso. Siguiendo lo planteado por Perrone y Nannini (1997), esto consiste en que la víctima pase del lugar de objeto al de sujeto, de tal manera que pueda convertirse en observador del abusador, tomar distancia respecto de éste y animarse a tomar la iniciativa para identificar y eliminar la representación mítica que tiene de aquel. Cuando el abusador vuelve a presentarse como figura humana ante la víctima, pierde su capacidad de manipular y aquella puede traspasar la culpabilidad a quien verdaderamente la tiene. La descripción del abusador y de sus maniobras para lograr el abuso permiten a la víctima colocarse en una posición activa y separada con respecto al agresor.
c)  La contención y elaboración de los sentimientos asociados a la vivencia del abuso y el relato del mismo. Barudy (2005) plantea que una de las manifestaciones más importante del daño producto de las agresiones sexuales se da en el ámbito de las emociones. La culpa, la vergüenza, el miedo, la rabia, la tristeza y la angustia son emociones que ciertamente surgirán en el transcurso de la conversación terapéutica. La reexperiencia emocional y la comprensión de éstas, asociada a la capacidad del terapeuta de tolerar pensamientos y dichas emociones consideradas previamente como intolerables por el paciente, puede ser muy importante como factor curativo o de cambio. Nuevamente vale la pena recordar que se debe ir graduando la intensidad de las sesiones, siguiendo el timing del otro, cuidando hablar excesivamente del abuso pues esto puede amplificar el daño emocional propio de la traumatización (Barudy, 1999, citado en Llanos & Sinclair, 2001).

Finalmente, queremos considerar otro foco específico derivado de nuestra experiencia y que permite ir construyendo el paso hacia la siguiente etapa. De manera no infrecuente, en la construcción del relato de lo ocurrido, las personas focalizan su mayor dolor en la ausencia de protección por parte de quienes estaban en posición de cumplir aquello. La capacidad de protección o competencia parental se mide en el grado de reconocimiento de la situación abusiva y en las acciones que se toman hacia la persona identificada como agresor, traduciéndose esto en la disposición efectiva a la interrupción inmediata de la situación abusiva.

Pareciera ser que muchas veces las personas suelen sobrevivir, sobre la base de sus propios recursos, bastante bien a las agresiones sexuales en sí mismas, no ocurriendo lo mismo respecto de la relación establecida con quienes debían cuidarlos. Creemos que en la medida que hay reconocimiento del trauma, éste se “disemina” de forma mucho menor en la construcción de la imagen del sí mismo y de la personalidad. Esto confirma que el apoyo social percibido por la víctima posterior a la revelación de la agresión, es crucial en el pronóstico del daño causado por la misma.

Esta mirada permite también una reflexión adicional respecto del tema del secreto. Pensamos que el secreto no sólo se construye en la dinámica propia del proceso de la agresión sexual. La mantención del secreto es en alguna medida una metáfora de la calidad del vínculo entre la víctima y su cuidador, de manera que respecto de éste la víctima también se hace cargo de la responsabilidad de lo ocurrido, lo cual aumenta su vulnerabilidad y fragilidad al momento de poder revelar lo que ha pasado y validar internamente lo sucedido. Luego, el dolor es doble: el sufrimiento de haber sido víctima de abusos sexuales, y la posibilidad de colocar en el otro a través de la revelación un dolor donde, aparentemente, no existía.

Etapa 3: la conexión de lo actual con lo ocurrido y el reconocerse como sobreviviente.

El objetivo de esta etapa es “transportar” lo relatado del allá y entonces al aquí y ahora, intentando vincular el relato con el motivo que originó la consulta.

En este punto, nuevamente el trabajo de Llanos y Sinclair (2001) ofrece lucidez respecto de los focos terapéuticos:

a) Reconocer las consecuencias de la traumatización en el desarrollo vital, poniendo énfasis en aquello que se conecta con lo sufrido actualmente. Creemos que aquí se debe hacer un esfuerzo por ayudar a distinguir los efectos en el pensamiento respecto de sí mismo (auto imagen) y el pensamiento respecto de las relaciones con los otros. En este momento del proceso la contención y el reconocimiento por sí solo no bastan, pues la conversación terapéutica debe ir ofreciendo alternativas de comprensión y de cambio, de manera que el alivio aparezca como algo viable en la vida actual de la persona.
b) Identificar la manera en que se sobrevivió y las formas en que se fueron superando las consecuencias de la agresión. Esto supone rescatar todos los esfuerzos de la persona para poder sobrevivir a la agresión. Esto es crucial, pues la víctima puede lograr redefinir su acomodación a la agresión como un proceso adaptativo esperable y no como participación y aceptación de lo ocurrido. Perrone y Nannini (1997) enfatizan que se debe invitar al otro a diferenciar la excitación del deseo, la pasividad del consentimiento y la participación de la responsabilidad, siendo éste el paso más difícil desde el punto de vista terapéutico, pues implica abordar los aspectos más confusos, contradictorios y complejos de la experiencia de abuso sexual.
c)  Identificación de las áreas libres de abuso. La exploración de este aspecto implica sostener que la agresión sexual no provoca inevitablemente problemas de salud mental, es decir, las personas agredidas sexualmente tienen recursos para resolver las dificultades que se les presentan y áreas vitales que han sido competentes.

Etapa 4: la integración del trauma y la construcción del futuro.

El objetivo de esta etapa es situar al proceso traumático como un momento específico del desarrollo vital de la persona, es decir, el trauma se integra en la medida que se va haciendo ceder aquellos mecanismos defensivos que permitieron adaptarse a la situación traumática. Cuando en las relaciones actuales aquellos mecanismos adaptativos se flexibilizan e incluso desaparecen se entiende que la persona recupera grados de libertad que hasta ese momento no tenía producto de lo vivido. Significa también que la persona puede acceder a una construcción distinta de la historia de sí mismo y acotar y disminuir el impacto de las agresiones sexuales sufridas.

Los focos terapéuticos específicos que proponemos son:

a) Celebrar el sí mismo y el haber sobrevivido rescatando los propios recursos que permitieron eso. Esto implica apropiarse de la identidad y saber que se cuenta con uno mismo, desplegando los propios deseos e iniciativas. Se acepta que en la vida cotidiana se construye una idea del futuro, desarrollando un sentido de la propia autonomía.
b) Liberarse de la mentalidad de víctima. Esto implica que la capacidad de perdonarse y exonerar a los otros se ha incrementado, a propósito de la reflexión de lo ocurrido2. Es decir, se ha colocado la experiencia abusiva como un momento acotado del desarrollo vital. Para esto es crucial chequear que la persona concibe que los resultados terapéuticos positivos se han forjado a través de los propios recursos y a pesar de lo experiencia traumática vivida.
c)  Establecer lazos de confianza apropiados. Esto implica que se debe hablar explícitamente de todo aquello que puede favorecer indirectamente establecer una relación potencialmente abusiva. Por ejemplo, esto puede traducirse en estar en condiciones de mantener una mejor relación de pareja y tener la sensación de control sobre la vivencia de la sexualidad, d) Disminuir la intensidad de la relación terapéutica. Esto supone la conversación explícita acerca de la relación y la despedida del terapeuta, con la implicancia de emociones que implica un cierre terapéutico relativamente exitoso.

Criterios de mejoría

Siguiendo lo señalado por Harvey (1990, citado en Arstein, 1999) se proponen algunos criterios para evaluar si existe mejoría respecto de las áreas que frecuentemente se ven afectadas a propósito de haber sufrido agresiones sexuales, las que tal como se ha expuesto derivan en diversos motivos de consulta. Estos criterios serían:

1) Que los síntomas que motivaron la consulta se tornen al menos manejables, es decir, que desde la perspectiva del consultante haya un mejoramiento significativo de aquellas áreas afectadas por las consecuencias de la traumatización sexual. Se debe en cualquier caso señalar que puede quedar una susceptibilidad a reaccionar sintomáticamente frente a aquello que recuerde el trauma. En tal sentido, se puede construir un acuerdo acerca de en qué situaciones se puede volver a consultar.
2) Que se puedan vivenciar las emociones asociadas a la traumatización con un efecto de “memoria de trauma”, esto es, que “cada vez que se recuerda lavictimización sexual dicho recuerdo duela menos”. Se establece así un relato de vida en donde el trauma nunca será borrado, pero puede ubicarse en un tiempo y en un espacio acotado. Lo anterior lleva a percibiry sentir que la situación abusiva se constituye en una experiencia de vida y que las conductas de abuso no son sinónimos de la persona, sino que deben ubicarse como experiencias traumáticas acotadas (Alvarez, 2002).
3) Que los recuerdos traumáticos ya no se impongan de manera intempestiva, salvo que se decida examinarlos voluntariamente. De esta manera, la intrusión angustiosa de las vivencias pasadas, ancladas como efecto postraumático, cede ante la posibilidad de examinarlas sin la reacción fisiológica automática y habitual.
4) Que exista un mejoramiento de la autoestima que se expresa en un cambio positivo en la autoimagen, lo cual se ve reflejado en un aumento de la competencia personal en diversos ámbitos significativos de la vida personal.
5) Que las relaciones interpersonales significativas se conserven y mejoren. Crucial resulta aquí la definición de la relación con el adulto que estaba en posición de proteger, lo cual va a depender intensamente del grado de internalización de la responsabilidad por no haber protegido y de la capacidad consecuente de ésta para reparar el dolor causado. Si esto no ocurre se debe tener una noción de cómo la persona integró y elaboró la desprotección que facilitó las agresiones y si pudo exonerar a las personas para seguir adelante.

Comentarios finales

Si bien no es posible establecer que la agresión sexual infantil sea un factor etiológico único y específico en el desarrollo de trastornos psiquiátricos en la adultez, se ha reportado que existiría una relación manifiesta entre ésta y el desarrollo de morbilidad en salud mental en la vida adulta. En particular, quisiera destacar que se ha sugerido que existe un período crítico en el desarrollo del ser humano en el que la experiencia de trauma puede conllevar cambios neurobiológicos permanentes, que aumentan la posibilidad de desarrollar trastornos de ansiedad y del estado del ánimo como respuesta a la experiencia de otros estresores posteriores en la vida de la persona.

En un ámbito en donde la neurobiología juega un rol fundamental, la psicoterapia individual debe contemplarse como posibilidad cuando en la base de los trastornos de salud mental se encuentra una biografía que incluye trauma. La experiencia de ser reconocido en el sufrimiento devenido del trauma, el silencio y la falta de protección, puede significar la piedra angular de la reparación del daño y el alivio de los síntomas.

Notas

1 La experiencia muestra que un factor decisivo en la fenomenología de las agresiones sexuales es el vínculo existente entre la víctima y el agresor. Navarro (1998) distinguió la agresión sexual extrafamiliar, la intrafamiliar y la incestuosa otorgándole un papel decisivo al rol del vínculo en la forma de aproximarse el tema de las agresiones sexuales. Para una revisión aún más específica de la dimensión del trauma en las agresiones sexuales intrafamiliares e incestuososas pueden revisarse los planteamientos de Barudy (1998, 2005) y Perrone (1997, 2000).

2 Para Perrone y Nannini (1997), la condición de éxito terapéutico está menos ligada a la realidad de la reparación que a la de la propia voluntad del sujeto de reclamar lo que se le debe. Por ello, la ausencia del abusador o su negativa a reconocer su falta no son obstáculos para el cumplimiento de este objetivo, el cual es crear en la víctima una fuerte determinación para exigir reparación. Complementando esto, Barudy (1998) sostiene que en ausencia del pedido de perdón o de acciones de reparación, la víctima puede exonerar a su agresor y a los terceros involucrados en el sistema abusivo, de manera de continuar su vida adelante.

Referencias

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(Rec: 24 de octubre 2007 – Acept: 26 de noviembre 2007)

Correspondencia: Francisco Ibaceta. Email: ibaceta@yahoo.com

EL DOLOR DE LA PÉRDIDA E IMPACTO DE ESTA SOBRE NUESTRO MUNDO

EL DOLOR DE LA PÉRDIDA E IMPACTO DE ESTA SOBRE NUESTRO MUNDO
Elementos para una hipótesis de trabajo

El Dolor de la pérdida es…

1. Es un dolor agudo/crónico que no tiene perspectiva de mejoría a corto plazo y que en lugar de mejorar empeora.

2. El duelo y la Curva del dolor: La angustia inicial es intensa, predomina sobre el dolor, y va disminuyendo progresivamente. Por el contrario, el dolor inicial, presente, no se ve (lo oculta la angustia) y va apareciendo a medida que va disminuyendo la angustia. Es decir, el dolor siempre está, pero no aparece (no se deja ver) hasta después. Por otra parte, al principio hay mucha compañía, después no, justo cuando el dolor se deja ver completamente. A veces se asocia cierta “alodinia existencial” (“me duele hasta el propio aire”).

3. El dolor del duelo absorbe la mayor parte de nuestra energía y cualquier cosa que nos quite energía será molesta e irritante. Así pues, nuestro nivel de tolerancia disminuye. Esto hace parte de la “economía del duelo” a que nos vemos sujetos tras la pérdida de un ser querido.

3. La Regla de los 30´s: Contabilidad del dolor y la tragedia desde que murieron, mes por mes (de 30 en 30). Se cuentan los días sin y los días de dolor (los días de sufrimiento).

4. Es un dolor cansado

a. ?Mamá, tenemos que conseguir un remolque para que nos ayude a cargar con este dolor? (un hermano que habla a su madre por la muerte de su hermana de 15 años)
b. ?Estoy cansada de tanto dolor? (madre que perdió un hijo)

5. El duelo en el adulto es tarea de unos años. En el niño, es tarea para toda la vida

6. Es un dolor enorme

a. A mi dolor le he puesto el nombre de ?El Elefante? (madre que perdió hijo)
b. ?Este dolor es tan grande que lo tengo que compartir? (madre que perdió un hijo)

7. En un dolor inaccesible
En esto del dolor nunca somos viejos (en su recorrido)

8. Es un dolor subjetivo
Se mide en tiempo subjetivo

9. Es un dolor convaleciente
El duelo es un período de convalecencia

10. Es un dolor atemporal
No envejece, parece no desaparecer, se adormece y no tiene perspectiva de mejoría a corto plazo

11. Es un dolor impredecible
Se hincha, y lo hace por tiempos o momentos (oleadas de angustia, reacciones de aniversario): ?A mi no me gusta hacer escándalos, yo prefiero llorar despacio? (niño de 14 años).

12. Es un dolor colorido
Tiene color: inicialmente es amarillo encendido, luego es rojo y así. Siempre conserva un color

13. Es un dolor agudo-crónico
Es un dolor agudo que se cronifica y que tiene frecuentes períodos de re-agudización

14. Es un dolor absorbente
Absorbe la totalidad de la persona

15. En un dolor ?grosero?
Es un dolor ?triple-hijo de puta?

16. Es un dolor extraño
El dolor inicial es de angustia, da la sensación de volverse uno loco. Luego el dolor se convierte en dolor profundo, de tristeza. Y así.

Responde a analgésicos
Dolor Físico: si
Dolor del Duelo: no

Es personal
Dolor Físico: Si
Dolor del Duelo: Es personal, familiar y social

Tiempo de duración
Dolor Físico: Determinado
Dolor del Duelo: Interminable

Tiempo de recuperación
Dolor Físico: Determinado
Dolor del Duelo: Sin perspectiva

Localizado
Dolor Físico: Si
Dolor del Duelo: Total

Tiene esperanza
Dolor Físico:Si
Dolor del Duelo: Mínima o nula al principio

Nivel de autonomía
Dolor Físico: Disminuye
Dolor del Duelo: Paraliza

Estigmatiza
Dolor Físico: Si
Dolor del Duelo: Marca

17. Las referencias del deudo a todo lo que no sea su dolor van desapareciendo progresivamente de su discurso, de su expresión, de su ideación, hasta llegar a ser el dolor lo único de lo que puede ocuparse o hablar. Así, duelo que no se habla es duelo que no se cura.

18. En relación con las reacciones de aniversario, duele antes, durante y después, si bien uno se prepara es para el ?durante? y se abandona el antes (la dolorosa anticipación) y el después (agujetas o molimiento).

19. Dolor Principal: pérdida del ser querido. Dolores Secundarios: pérdida de seguridad, de confianza, de perspectiva de futuro, etc. No siempre la persona se aflige correctamente por el dolor y el duelo principal; a veces se equivoca.

20. Lo que nos han enseñado

    * La aflicción y el dolor son normales.

    * Cada uno debe asumirla como mejor pueda.

    * Debe hacerse sin ayuda.

    * La reacción no debe ser ni excesiva ni muy expresiva.

    * Debe ser al mismo tiempo discreta y sin mayor expresión emocional.

    * El estoicismo es la postura más aceptable ante cualquier pérdida.

    * A la gente le gusta esta postura: ?¡lo está llevando muy bien!”.

21. Colchón de retazos
Esta tela que soporta el peso de la vida (compuesta por nuestra realidad, sentido de la vida y personalidad) se verá afectada en mayor o menor medida según el compromiso de la misma que tenía o absorbía el fallecido.

22. Modelo de recuperación en bloque y en parche (ejemplo: pérdida del cónyuge)

Tipo de Relación
1. De pareja sexual………..Modelo en Parche…Modelo en Bloque
2. De compañero…………………………….Modelo en Bloque
3. De colegas……………..Modelo en Parche…Modelo en Bloque
4. De parcero (compinche)…..Modelo en Parche…Modelo en Bloque
5. De guía…………………………………Modelo en Bloque
6. De consejero……………Modelo en Parche…Modelo en Bloque
7. De cuidador……………………………..Modelo en Bloque

Hay que afligirse por cada una de estas relaciones y “enterrar” cada uno de estos ?compañeros?. A veces se resiste uno a aceptar la pérdida de uno o varios de ellos y la herida-dolor permanece abierta.

23. La pérdida de un ser querido es la suma de todos los dolores.

Fuente: http://montedeoya.homestead.com/dolor.html

SOBRE ESAS PÉRDIDAS DIFÍCILES: Perdida del compañero/a homosexual

SOBRE ESAS PÉRDIDAS DIFÍCILES: Perdida del compañero/a homosexual

La muerte parece un ejemplo paradigmático de lo que puede llamarse un “hecho social”. Sabemos que la muerte y las pérdidas sensibles tienen lugar en un contexto social, en función de organizaciones, definiciones profesionales de rol social, interacción y significado social.

Diferentes culturas manejan el problema de diferente manera. En la sociedad occidental, históricamente, el duelo ha dejado de ser una costumbre donde se especificaba indumentaria, comportamiento y límites de interacción y tiempo. Al parecer existe una rápida caída de prestigio y desacreditación de la persona de duelo: debe molestar lo menos posible. Parte de las dificultades actuales para enfrentar la pérdida de un ser amado se deben a la ausencia de rituales establecidos y patrones estructurados de duelo.

El significado de la muerte se define socialmente, y la naturaleza del duelo y el luto reflejan la influencia del contexto social en donde ocurren. Además, la interacción social permite que el deudo comience a reconstruir su realidad con un significado e identidad en la vida. ¿Qué podemos decir entonces de una sociedad en donde el ritual se está contrayendo progresivamente y las personas, literalmente, ?van directamente de la cama donde murieron al horno de cremación??

Las dificultades que pueden presentarse en nuestro proceso de recuperación son múltiples, provenientes tanto desde nosotros como desde nuestro entorno, además de aquellos ?asuntos pendientes y no resueltos? que arrastramos desde antes del fallecimiento. Los factores más importantes que pueden dificultar el duelo, son:

1. Características de la relación con el difunto: El grado de ambivalencia, culpa, hostilidad o excesiva dependencia pueden ser elementos  que causen problemas en la resolución del trabajo de congoja.
2. Personalidad premórbida: Varios autores confirman una relación positiva entre personalidad premórbida y diferencias en el resultado del duelo, no obstante no hay factores de riesgo específico demostrados.
3. Características de la muerte: El duelo en casos de suicidio es considerado uno de los más difíciles de tolerar debido a los grandes sentimientos de culpa y al estigma social que conlleva. De igual forma, de considera la muerte estigmatizante -p.ej., SIDA- como un factor de riesgo muy importante para el duelo complicado (el superviviente como “portador del virus”, conflictiva sociofamiliar, ausencia de apoyo psicosocial, resocialización difícil, etc.).
4. Apoyo social: Si el superviviente tiene poco o ningún apoyo social, o lo percibe como insuficiente, el daño sobre la aflicción puede ser profundo y penetrante.
5. Crisis concurrentes: Depende en parte de las posibilidades individuales y de la disponibilidad de recursos extras;  sin embargo, y debido a que el trabajo de congoja demanda unos recursos energéticos emocionales y físicos de proporciones inusuales, otras crisis coincidentes (previas o nuevas), en un individuo cuya escasez energética no le permite tratar con otra cosa que no sea su supervivencia, la aflicción puede ser inhibida, aplazada o exacerbada.
6. Edad: Se trata de un factor atenuante pero no decisivo.
7. Sexo: Los hombres típicamente reportan menos síntomas físicos y menos estrés afectivo que las mujeres, haciendo que las viudas parezcan así más afectadas que los viudos. No obstante, no parece haber un acuerdo en considerar al sexo  como un factor de trascendencia en el resultado del duelo.
8. Religiosidad: No hay estudios concluyentes.
9. Situación socio-económica: La mayoría de los autores concluyen que un bajo nivel socio-económico se asocia a un pobre resultado del duelo. Por otra parte, una baja situación socio-económica es un factor de riesgo pre-existente para cualquier situación de estrés, y no sólo del duelo.

A lo largo de la historia, las culturas que han poblado el planeta han considerado el homosexualismo de distinta manera. Aunque algunas de ellas son muy parecidas, las mismas culturas han incluso modificado su propio acercamiento al mismo con el paso de los años, retomando o abandonando posturas anteriores. El impacto de tales consideraciones aún persiste de forma más o menos importante hoy día.

Hasta hace unos pocos años, las personas homosexuales con SIDA se morían pronto y la gente solía estar preparada para ello (?ser positivo? era casi ?ser un muerto?); hoy, muchos de ellos no están listos ni preparados para sobrevivir. Por ello, el proceso del duelo experimentado por hombres homosexuales que experimentan las pérdidas debido al SIDA debe entenderse como un estado de duelo crónico con pérdidas múltiples que pueden solaparse unas con otras. La experiencia de muchos hombres homosexuales urbanos es similar a la de un sobreviviente de una catástrofe mayor, y debe evaluarse y dirigirse dentro de este contexto. Es más, la dinámica general de ser un viudo homosexual es compleja, poco conocida y muy poco considerada. Para todos los hombres, cualquiera que sea su condición o preferencia sexual, la viudez necesita ser vista como un cambio social y fenómeno intrapsíquico.

La perdida del compañero/a homosexual posee varios factores que pueden afectar adversamente el resultado del duelo:

1. Ausencia de reconocimiento de la condición: La viuda o viudo heterosexual que pierde a su compañero reciben un nivel tácito de apoyo social y condolencia. La viudez homosexual no se reconoce universalmente, ni se valida ni se valora. Se trata pues de un grupo olvidado de viudos/as.
2. Tipo de relación: Cuando el individuo no esconde su orientación sexual, es más probablemente que tenga una red social adecuada a favor de jugar un papel crucial en su duelo. El viudo que pretende no ser homosexual y que su amante era simplemente un ?compañero de habitación”, es más susceptible a experimentar un duelo enmascarado que su contraparte que tiene el acceso por lo menos a la simpatía y apoyo dentro de su comunidad gay.
3. Estigmatización: Aun cuando las condenas históricas han desaparecido en gran parte, el homosexualismo, tanto si es oculto como manifiesto, puede estigmatizar gravemente al sobreviviente (se reportan experiencias dolorosas de rechazo, asociación del estilo de vida gay con vida sexual anal). Los supervivientes experimentan menos apoyo social que sus contrapartes heterosexuales y sienten más necesidad de comprensión que en otras muertes: la sociedad ofrece una muy pequeña oportunidad para la expresión abierta de dolor y tristeza en general, e incluso menos oportunidad para los homosexuales. Además de este estigma, mucho homosexuales se ven sujetos a la homofobia y sus ramificaciones. La vergüenza asociada al estigma es uno de los sentimientos más difíciles de sobrellevar.
4. Baja auto-estima y vergüenza de ser homosexual: Cuando el reproche se integra y se une con una homofobia personal, algunos viudos pueden llegar a sentir que ellos hicieron algo que merece el dolor que ellos están experimentando: ?las cosas malas pasan a la gente mala?, ?si yo no hubiera sido homosexual quizás no estaría sintiéndome así”. Su efecto sobre la auto-estima será notable.
5. Rabia: Enojo hacia la familia de origen del difunto, rivalidad con la suegra, enojo de la suegra con el viudo, enfado con los propios padres (no apoyo durante la enfermedad), no reconocimiento de su estatus, rabia por ser homosexual, sentimientos de enojo porque ellos probablemente se infectaron por el compañero difunto, rabia hacia el querido por haber tomado demasiados riesgos, enfadados con ellos mismos por haber escondido el hecho ser homosexuales, etc.
6. Trauma persistente y continuado, dependiendo en parte del seroestatus y del sentimiento de culpa por sobrevivir. El miedo  es muy frecuente, tanto por lo anterior como por el reconocimiento de los propios sentimientos autodestructivos, incluso arrastra con ellos una sensación de destino o predestinación (?yo también terminaré así?). Además, existe el constante miedo sobre el futuro “más allá de la muerte” de su ser querido (condenación, infierno, etc.).
7. Aislamiento social severo y red de apoyo social que se irá desapareciendo de forma más acusada que en otros duelos. Sentimiento de traición y abandono.
8. Mayor supervivencia, mayor exposición al duelo.
9. Aspectos legales: Ausencia de derechos legales reconocidos, exclusión de testamentos, ilegitimidad o carencia de la pensión, etc.
10. Limitación en los métodos de expresión del dolor por conspiración del silencio. Con frecuencia pueda darse el ?pensamiento distorsionado? o la necesidad de ver la muerte del compañero no como una muerte por SIDA, sino como una muerte accidental, por cáncer, creándose así un patrón de comunicación distorsionada en las familias y el entorno social. La familia crea así un mito respecto a lo que realmente le ocurrió a la víctima, y si alguien cuestiona la muerte llamándola por su nombre real, produce un gran enojo y rechazo de los demás, aquellos que necesitan verla como una muerte accidental o natural. Así, es frecuente que los miembros de familia oculten la causa de la muerte y sepan quién sabe y quién no la verdad.
11. Pérdidas múltiples: La viudez homosexual implica confrontaciones extensas, progresivas, acumulativas y traumáticas. Las tareas del duelo pueden ser interrumpidas por nuevas pérdidas. La exposición a pérdidas continuadas en los homosexuales puede producir una sobrecarga excesiva del duelo.

Como en cualquier duelo, tres son las condiciones más importantes, en verdad esenciales, para un duelo sano:

1. Información: Es decir, educación en duelo: qué es el duelo, cómo se presenta, qué me puede pasar, qué puedo hacer, qué pueden hacer otros por mi, etc.). Debemos recordar que una situación será tanto más angustiante cuanto más la desconozcamos. Se trata de la primera de las tareas del duelo.
2. Compañía: Mi entorno familiar y social inmediato como interlocutores de mi dolor, que conozcan tanto del duelo como yo, llenos de paciencia y que sepan acompañarme y escucharme.
3. Conversación: Una de mis tareas más importantes es el hablar, hablar y hablar de mi ser querido, del dolor, de lo que le acompaña, de mis angustias, de mi colapso del futuro, de mi rabia y de mi desesperación.

Aproximación al duelo del homosexual

1. Educación en duelo y necesidades particulares de la población gay (libros, artículos, películas).
2. Intervenciones precoces antes de que se establezcan patrones disfuncionales como los pensamientos distorsionados.
3. Intervención sintomática:

A. Confrontar con la realidad la culpabilidad hacia uno mismo y hacia los otros (diferenciar entre culpa racional e irracional);
B. Ayudar a corregir las negaciones y distorsiones (afrontar la realidad del SIDA, del homosexualismo, y corregir distorsiones);
C. Trabajar el enfado y la rabia (extraerlo de sí mismo y dirigirlo constructivamente hacia afuera);
D. Confrontar el tipo de relación y la limitación en los métodos de expresión del dolor;
E. Explorar fantasías de futuro (efecto de la muerte sobre su futuro);
F. Manejo grupal del estigma y la vergüenza.

4. Intervención relacional

A. Explorar las funciones de rol y la vivencia de rabia asociada al mismo.
B. Confrontar la necesidad de encontrar un reconocimiento de la condición y del trauma persistente y continuado.

5. Establecer un ritual de despedida personalizado.
6. Terapia individual y terapia grupal.

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Fuente: http://montedeoya.homestead.com/gay.html

Duelo: Generalidades de la Consulta-Consejería en Duelo

Duelo: Generalidades de la Consulta-Consejería en Duelo

Con los términos de “benévola neutralidad”, “neutralidad afectiva” y “separación compasiva”, a los que pueden añadirse “universalismo” y “determinación funcional”, se puede llamar la postura del profesional ante la persona en duelo; no obstante, y si bien se han escrito numerosos artículos y libros proponiendo programas innovadores y creativos para instruir a psicólogos, médicos y estudiantes sobre la muerte y el proceso del duelo asociado, la experiencia lleva a pensar que casi siempre la preparación es muy pobre (o nula) en comparación con las demandas que plantean las personas en duelo. Ciertamente existen tensiones inevitables entre las demandas organizacionales, los valores y responsabilidades profesionales y las necesidades individuales.

En la asistencia a la persona afligida, el profesional ha de intentar descubrir que significan los síntomas para el deudo, cómo los experimenta, cuales son los fenómenos resultantes de la muerte (efectos de la muerte en su mundo) y cuales son las molestias que siente a causa de estos. Ya no se trata de ?curar? esta situación de duelo, sino de acompañarle y hacerle llevadero y soportable el sufrimiento derivado del mismo proceso de duelo. Esto significa que los síntomas y el impacto de la pérdida sobre su mundo no deben ser objetivados sino subjetivizados por el propio deudo y no por el mismo profesional, ya que sus quejas pueden cobrar diversos significados.

Enfrentarse a una persona que ha perdido un ser querido hace a todos los individuos que le rodean conscientes de su propia fragilidad y vulnerabilidad; algunos son susceptibles a la depresión que esto evoca, otros a la pérdida de la auto-estima provocada por la incapacidad para ?curar? el dolor de la pérdida y la sensación de impotencia que les invade. Ciertamente no es fácil encarar positivamente las circunstancias particulares de un deudo, combinando la tristeza natural o el disgusto por la inevitabilidad de la muerte y el dolor observado en la persona. Como personas sensibles, es necesario darle una salida regular y constructiva a la aflicción, y mantener un equilibrio que permita seguir actuando efectivamente. Aceptar las propias limitaciones como uno más, coherentemente, facilita la comunicación de persona a persona.

Escuchar y comprender son los más apropiados procedimientos terapéuticos que se han de emplear. La compasión deberá ser valorada en su propio derecho y no considerada como una cualidad extra para aquel que la posee; la capacidad para funcionar bien a pesar de los diversos problemas empieza con el reconocimiento de que la pérdida de un ser querido es inevitable para todos y que el temor a la muerte es normal y aceptable.

En relación a la persona en duelo, es muy importante que los profesionales sean conscientes y controlen sus propios sentimientos y que no se confundan ni se atemoricen por los problemas fundamentales que pueden presentarse; el profesional debe demostrar, por su comportamiento, que está preparado para compartir los problemas con el deudo; debe percibirse como una persona segura y confiable, alentar la expresión de sentimientos, evitar las negaciones cuando sea apropiado, aceptar enojos y reconocer la vivencia de pérdida del deudo.

CONDUCTAS Y TÉCNICAS DE ENTREVISTA
Las discusiones sobre la orientación de la asistencia al proceso del duelo son antiguas y habitualmente reflejan más actitudes religiosas, emocionales e irracionales, que hechos de comprobación científica o clínica. Como afirmaba Freud, frente a la persona que tiene que morir (y frente a aquella que está de duelo) se reacciona de una manera especial, como para alguien que tiene que realizar una tarea difícil.

Hay muchas personas, tanto deudos recientes como si no, que esperan que su duelo ocurra rápidamente y que se enteren de ella muy pocas personas, a veces incluso ni ellos mismos; otros sencillamente no quieren percatarse de que están de duelo y se entregan constantemente, o al menos así lo creen, a la huida y al rechazo cuando se les hacen patentes algunos signos en ese sentido. Finalmente hay otros que luchan por sobrevivir adaptativamente, y quieren entablar diálogos diversos acerca de su recuperación, cualquiera que sea su concepción de la misma. El foco de atención consiste precisamente en captar los signos de la persona en duelo a este respecto, o lo que es lo mismo, en percibir los sentimientos que ella intenta expresar a través de su modo de hablar, de su silencio o sus gestos (comunicación infraverbal).

De esta forma, la relación entre el deudo y quien le asiste debe por consiguiente caracterizarse por un común escuchar: “la paciencia de concederle al otro realmente el que sea él mismo” de Sporken o el “ayudarle a vivir su propio duelo”, modificando la lectura de Rilke. La asistencia y el acompañamiento a la persona en duelo no son en el fondo algo diverso de la ayuda a la vida, es más, es precisamente durante el proceso de recuperación cuando la persona más asistencia requiere en su ?volver a vivir su vida? tras la muerte del ser querido.

Evidentemente no podemos “curar” al deudo de su dolor y tampoco podemos ?afligirnos por él?. En su lugar, podremos acompañarle en su dolor, en su tragedia, y esto supone una serie de consideraciones:

(1) No esperar lo imposible; no hacemos milagros ni tenemos las respuestas a todas las preguntas.
(2) Asistir a una persona en duelo supone admitir la propia vulnerabilidad y exponerse a despertar la propia ansiedad, los duelos no resueltos y favorecer la depresión y la tristeza. Si somos sinceros con nosotros mismos y lo preguntamos, veremos como nuestros sentimientos son idénticos a los de otros. Por otra parte, y si bien el duelo puede llegar a volverse una rutina para el profesional, ciertamente es algo nuevo para el deudo: es la primera vez que él pierde a ?ese ser querido? y esto es único y diferente para él.
(3) No existe un solo modelo de edad, tipo de muerte, circunstancias familiares u otro indicador en el que poder confiar para decidir lo que se va a comunicar al deudo. No obstante, si que existe un modelo de conducta frente al deudo y su familia: el mantenimiento de una vía de comunicación permeable.
(4) No somos inmunes al dolor del otro; en el momento en que construyamos una “coraza protectora” perdemos nuestra capacidad de “asistir”, de “compasión”, aun cuando conservemos un manejo adecuado y científicamente elaborado de la técnica.
(5) La adaptación del acompañamiento a cada persona en duelo es una necesidad evidente puesto que este deudo en particular es diferente de los demás; la flexibilidad y la adaptabilidad de los comportamientos debe ser la única norma común.
(6) La esencia misma de los cuidados al deudo es acompañar, y no “quitar el dolor”; si partimos de la idea de que acompañar es igual a quitar el dolor, viviremos el duelo de la persona como un fracaso, circunstancia que a su vez repercute en la manera de tratar a la persona. Por otro lado, “no hacer nada” es un factor fuertemente creador de ansiedad; para cada situación existe siempre un momento determinado para “hacer” y otro para “escuchar”. Solo cuando el deudo es rechazado porque su forma de expresar el dolor de la pérdida es inaceptable, el “no hacer nada” llega a ser angustiante.
(7) Es preciso reconocer que las necesidades del deudo y su familia cambian con el tiempo. Como fenómeno vivencial, el proceso del duelo intrafamiliar es un caso especial de ?pérdidas diversas en una constelación familiar?, y sus estados representan el modelo dinámico de adaptación emocional a cualquier pérdida real, sea manifiesta, oculta o ambigua.
(8) Las respuestas a los distintos problemas que pueden originarse en el trabajo con personas en duelo deben buscarse en el mismo contexto en el cual se dieron origen; los recursos propios, de equipo, y estos 10 principios tanatológicos son los elementos que constituyen la base en la cual encontrar las respuestas más aproximadas a las distintas demandas que puedan presentarse, matizadas por el sentido común y la empatía tan necesaria en este trabajo.
(9) Puede ser difícil darse cuenta cuando es necesario callarse y cuando es necesario estar allí. Esto pide conocer a la persona en duelo, comprender sus reacciones y asistirle el tiempo suficiente como para objetivar qué pertenece a él y qué es propio de nuestras reacciones ante su dolor y tragedia.
(10) Aunque la respuesta a la pérdida pueda incluir rebeldía y negación en algunos, y estoicismo en otros, no hay un único patrón de respuesta ni deberá anticiparse o animarse a que ocurra de una forma particular. Como en el caso de los enfermos terminales, la persona en duelo es el maestro, y será él quien nos dará sus directrices.

Aspectos generales
¿Cómo puede establecerse con los deudos una relación personal como la que se necesita para una adecuada asistencia al proceso del duelo?

Un principio rector de nuestra actitud ética es la consideración de que la persona que ha perdido un ser querido es un individuo normal, sometido a una circunstancia profundamente perturbadora y estresante, y que responderá a ella de acuerdo a su verdadera y específica historia personal y a su propia circunstancia bio-psico-socio-familiar y funcional; en el área de la experiencia real, los deudos son los profesores, mientras que aquellos que les acompañan siempre tienen algo que aprender.

El diálogo con el deudo presupone en principio las condiciones psicológicas de todo buen diálogo, y estas son, entre otras, la actitud de respeto a la interioridad del otro, el escuchar realmente lo que se dice y lo que no se dice expresamente, el intentar comprender de que trasfondo emocional proviene lo dicho y cuál es el auténtico valor que entonces cobra, el ayudar al otro a que perciba por sí mismo sus problemas y a que descubra la dirección de una solución.

Las conductas y técnicas de entrevista, de hecho, pueden aprenderse; el mejor método es sin duda el de un adiestramiento técnico bien planteado, aun cuando para muchos resultará difícil sino imposible lograrlo. Existen algunos elementos particularmente deseables y algunas habilidades peculiares que son condiciones para el establecimiento de cualquier relación humana y profesional con una persona que ha perdido un ser querido, matizadas por la flexibilidad que rige a todo intercambio bidireccional: la autenticidad (real, natural, honesta y sincera), su calidez (espontánea, acogedora y preocupada) y su empatía.

En las conversaciones con los deudo no se trata de hacer “formulaciones razonables”, de “ofrecer soluciones”, exponer teorías o de darle consejos sobre como ha de contemplar las cosas, sino mas bien de articular las sensaciones que en el fondo le preocupan y que él no ve expresamente o no es capaz de manifestar mediante la palabra, y ofrecerle así la oportunidad de dar expresión a sus sentimientos con el objeto de que pueda integrarlos más fácilmente.

Lo que se espera del profesional no es “que diga algo de lo que el deudo pueda sacar provecho”, sino el que asuma el sentimiento en el que se hizo la manifestación: el dolor, el miedo, el resentimiento, el desasosiego, la preocupación, etc., pueden y deben con frecuencia ser afirmados. Así, uno de los aspectos más importantes en las conversaciones con los deudos es el llegar a hablar tanto de los hechos que atañen al curso del duelo como, y muy especialmente, de las propias experiencias del deudo. Muchas personas temen no ser capaces de encontrar las palabras apropiadas en el momento oportuno, hecho que, de por sí, debe ser desaconsejado. Tal temor tiene que ver con la concepción muy generalizada de que las personas que asisten al proceso del duelo tienen que decir “aquello” o al menos “algo”; concepción que es, por supueso, errónea. No sólo por que en ocasiones las preguntas más expresas no se formulan como demanda de una respuesta sino como expresión de una sensación, sino porque prácticamente todos los estudios empíricos enfatizan la capacidad para escuchar por encima de la capacidad para decir algo.

No podemos suprimirle al deudo el sentimiento de “estar sólo en su dolor” y el “dolor de la pérdida ” que va ligado a la pérdida de un ser querido, pero si compartimos con él esos sentimientos mediante una relación adecuada y en conversaciones sinceras, podremos sin duda abrir entre ellos y nosotros un camino que, gracias a esa solidaridad, se le haga soportable su soledad.

Algunos de elementos que debemos tener en cuenta en las entrevistas con los deudos son:

(1) Es importante que la consulta sea aceptada antes de iniciar. Las consultas sorpresa no siempre son bienvenidas; cuando vea al deudo, salúdelo como normalmente lo haría, busque una silla y siéntese cerca de él; en lugar de preguntar ¿cómo está?, pregunte ¿cómo se siente hoy?, ¿cómo va el día? Es mejor evitar tópicos como “todo va bien”, “pronto estará mejor”, “tiene que confiar en Dios “,?el tiempo cura todas las heridas?,  etc.
(2) Enfoque la visita en el deudo; conceda suficiente atención a sus síntomas, a su dolor, a su desesperación, de lo contrario puede reflejar un rechazo general a preguntar sobre síntomas o problemas que el profesional no puede modificar.
(3) Una forma de entrevista tranquila, no preocupada, es importante, aun cuando la consulta pueda ser corta. Estas primeras conversaciones a veces pueden consistir exclusivamente en acompañar en silencio a esa persona mientras relata lo sucedido (técnica narrativa), de manera que el deudo, al experimentar nuestra cercanía, cobre el ánimo y la confianza de participarnos de todas sus preocupaciones. Sin embargo, no olvide que el deudo “elige un interlocutor” entre todos aquellos que le visitarán, al cual participa de las mismas y no a otros; por lo tanto, no se desanime. Recuerde que no todos los deudos quiere hablar acerca de su tragedia todo el tiempo; es humano querer callar e ignorar las realidades más serias por cortos períodos de tiempo: deporte, política, moda música y noticias acerca de amigos son a menudo buenos tópicos que ofrecen la oportunidad de un intercambio mutuo. La conducta que se tome ante el deudo debe ser apropiada: una actitud jovial superficial, la cual parece negar la seriedad de la situación, no es apropiada. El abatimiento y la tristeza tampoco son bienvenidos. La aproximación al deudo debe mostrar respeto y preocupación por la situación, y reflejar la voluntad de compartir intereses u otros aspectos de la vida del deudo sin enfocarse sólo en la pérdida. Un acompañamiento no ansioso es el tipo de interacción requerida, siendo sensible al humor de la persona.
(4) No subestime el dolor del deudo ante la muerte de su ser querido; si el profesional no es consciente de ello e intenta alentarlo respecto a sus angustias y temores, puede no ser creído. Por ello es necesario desconfiar de la tendencia que tenemos de hablar espontáneamente con los deudos que abiertamente señalan su recuperación sólo unos días después de acecina la muerte.
(5) Es imperativo que una vez que el acompañamiento haya sido ofrecido y aceptado, la promesa de la misma sea mantenida; malograr tal contacto sería una violación seria a la confianza de la otra persona. Deberá también ser asegurado, aunque sea evidente, que cualquier cosa que se diga en el curso de las entrevistas es personal y privado. La preocupación (interés) es uno de los atributos más altamente valorados, junto con la compasión; pocas cosas pueden molestar más a los deudos que el compromiso fingido. Por otra parte, apiadarse sólo del deudo no representa para él ninguna ayuda; la capacidad para estar a gusto con una persona que ha perdido un ser querido es una cualidad muy valorada.
(6) En principio, deberá indicarse la frecuencia de las consultas y apegarse al horario establecido; la frecuencia y duración de las mismas dependerá de la situación del deudo y, por supuesto, de su demanda. En gran parte, es el deudo  quien decide el momento de tales entrevistas. Lo principal es estar disponible y no hacerse el sordo. Esta actitud evita imponer una entrevista a un deudo que no está bien dispuesto. En los casos de muerte por enfermedad aguda, decir solamente al deudo “estoy aquí” puede reconfortarle. La consistencia y la perseveración son fundamentales, así como la calidad del tiempo es más importante que su cantidad. No haga promesas -el deudo también es un experto en “promesas rotas”-, de apoyo efectivo.
(7) En el transcurso de la primera entrevista, la actitud esencial es la de escuchar (técnica narrativa). Debe dejarse que el deudo tome la iniciativa en la conversación. Sea un buen oyente y no se incomode por los intervalos en la conversación. No tiene que pensar que tiene que decir algo. Si el deudo confía en usted, se comunicará abiertamente.
(8) Toda comunicación hablada envuelve un lenguaje no verbal, comunicación que suele ser la más honesta. Por otra parte, el afecto físico como comunicación también es importante: una palmadita en el brazo, un ademán, un guiño, una sonrisa o coger la mano a menudo transmiten un entendimiento y una tranquilidad importante que no pueden ser expresados con palabras.
(9) Los aspectos que se originan en el curso de las consultas pueden, en verdad, ser infinitos y estar matizados por diversos elementos “distorsionadores” (entorno, creencias religiosas, temores, etc.). Debe enfatizarse que nada de lo que la persona diga carece de interés, no es importante o es indiferente; se deberá estar muy atento, incluso para aquello que parece irrelevante. Debe tratarse de recordar cualquier cosa en particular que el deudo haya dicho; es más, las cosas que no haya dicho también deberán ser registradas. El deudo debe tener la oportunidad de verbalizar toda la ansiedad de lo que está en su cabeza, hablar acerca de temas religiosos, acerca del temor al castigo, de los sentimientos dé culpa, del resentimiento y de la esperanza de expiación. Uno debe ser capaz de expresar, cuando sea el caso, una creencia en la vida eterna o una convicción de que después de la muerte no hay nada. Aunque la filosofía del deudo y sus creencias religiosas deban ser respetadas, es también importante que uno sea honesto si se le pregunta acerca de las propias ideas y creencias; esta es una pregunta que muestra que el profesional aprecia el punto de vista del deudo aunque éste no sea compartido.
(10) En el curso de estas entrevistas es necesario respetar los mecanismos de defensa, dejar al deudo que muestre sus sentimientos, ser un niño si lo desea, o estar agresivo. La negación con frecuencia es un modo efectivo de tratar un problema aparentemente insoluble; sólo cuando el deudo está utilizando sin éxito la negación debe el profesional intentar ser más franco. Si el deudo tiene éxito en la negación, no escuchará lo que se le dice o incluso se negará a mantener la conversación.
(11) El no tener una visión exacta del curso del duelo y, en consecuencia, de no poder acomodarse suficientemente a la situación y sentimientos del deudo, es un obstáculo con el que puede tropezarse el profesional poco experimentado o que demanda desde un principio el “tener todas las respuestas” sin antes conocer al propio deudo. Quien determina si un miembro del equipo actúa o no de forma responsable son las auténticas demandas del deudo al que ha de atender, y no el que asiste.

Si se han de tener en cuenta todas las demandas del deudo, es preciso que cada profesional involucrado en su cuidado reconozca los límites de su propio rol y los servicios alternativos de sus compañeros de asistencia. La necesidad de uno u otro miembro del equipo sanitario generalmente también es determinada por el propio deudo y/o su familia. Lo importante es estar siempre disponibles.

Finalmente es importante señalar que los análisis que han sido hechos, las bases que se han establecido y los requerimientos que se han descrito no deben ser considerados más que como informaciones indispensables, sin las cuales los cuidados a los deudos descansarían en malentendidos. El contenido mismo de los cuidados parte esencialmente de la investigación de los equipos asistenciales.

ELEMENTOS DE LA CONSULTORÍA
La valoración en duelo (consultoría) es un proceso de diagnóstico multidimensional destinado a cuantificar las capacidades y/o problemas o alteraciones relacionadas con las esferas de la realidad, sentido de la vida y personalidad de las personas en duelo, para conseguir un plan racional de tratamiento y seguimiento a largo plazo.

De lo anterior, cabe destacar como elementos de la consultoría:

1. Proceso de diagnóstico
2. Multidimensional
3. Destinado a
4. Cuantificar
5. Capacidades
6. Problemas
7. Alteraciones
8. Esfera de la realidad
9. Esfera del sentido de vida
10. Esfera de la personalidad
11. Para conseguir
12. Plan racional de tratamiento
13. Seguimiento a largo plazo

Proceso de diagnóstico
Proceso organizado y orientado a la obtención de datos subjetivos -provenientes de la anamnesis-  y datos objetivos -de la exploración social- que tiene como propósito la valoración conjunta de los resultados obtenidos con el fin de proceder a formular un diagnóstico. Es a través de este proceso que podemos identificar problemas que pueden prevenirse, resolverse o minimizarse mediante actividad interdependientes y multidisciplinarias.

Multidimensional
Implica la valoración de las tres esferas o dimensiones de intervención: realidad, sentido de vida y personalidad.

Destinado a
La consultoría en duelo está básicamente destinada y orientada al deudo como ser individual, autónomo e independiente, y al sujeto como ente familiar, social e interdependiente.

Cuantificar
El propósito de la consultoría no es describir o enumerar el número de incapacidades del deudo, sino más bien cuantificar sus potencialidades en todas las esferas o dimensiones, y a valorar el peso global de los obstáculos para conseguir el máximo de sus capacidades.

Capacidades
La valoración de las capacidades del deudo significa determinar todo aquello que el individuo todavía puede hacer desde sus dimensiones (lo que queda de ellas); con ello (una vez identificadas) conseguiremos fortalecer sus puntos débiles y potenciar sus puntos fuertes, logrando así maximizar sus habilidades.

Problemas
El proceso de identificación de los problemas del deudo no es de ningún modo diferente al realizado en otras poblaciones, la diferencia más importante reside en el impacto que determinados problemas que no afectan de forma trascendental a otro individuos si pueden hacerlo en los deudos. Por otra parte, existen problemas que se presentan con más frecuencia en esta población o se asocian a ella. Un factor muy importante a tener en cuenta -que no suele presentarse en otras situaciones clínicas de forma tan pronunciada- es la presencia de los estereotipos relacionados con el duelo (p.ej., no llore que no lo deja descansar).

Alteraciones
Debido a que el límite entre lo fisiológico y lo patológico es muy difícil de establecer, las alteraciones que se presentan en el deudo pueden llegar a ser muy difíciles de valorar.

Esfera de la realidad
Incluye la valoración de todos los aspectos relacionados con el efecto de la pérdida sobre la realidad, es decir, sobre las personas con que se vive, la rutina diaria, las conversaciones con otros, la forma de reaccionar a las cosas, los proyectos, ilusiones, etc.

Esfera del sentido de vida
Incluye la valoración, directa o indirecta, del efecto de la pérdida sobre todos los aspectos relacionados con el sentido de vida, es decir, sobre las personas con las que se convive, los sueños, planes, ilusiones, deseos, las actividades y conversaciones que se tenían con la persona fallecida, etc.

Esfera de la personalidad
Incluye la valoración de todos los aspectos relacionados con los efectos ocasionados sobre la personalidad como consecuencia de la pérdida. Incluye también la valoración de todos los aspectos relacionados con el sujeto como organismo social, que existe en un ambiente social y es aceptado por el mismo, de su proceso de adaptación y salud mental.

Para conseguir
Como todo proceso de diagnóstico, el objetivo último de la consultoría en duelo es conseguir situar al deudo en el nivel adecuado y documentar su mejoría (evaluación de resultados) con el paso del tiempo (mantenimiento de los objetivos).

Plan racional de tratamiento
Cada nivel de intervención y evaluación (realidad, sentido de vida y personalidad) debe proporcionar un plan racional de tratamiento acorde con las capacidades reales del deudo (recursos internos) y los servicios sociales comunitarios y el entorno familiar, es decir, los recursos externos.

Seguimiento a largo plazo
Cada nivel de evaluación (realidad, sentido de vida y personalidad) debe estar sujeto a un seguimiento a largo plazo como única medida de valorar el éxito de la intervención. Debido a que el equilibrio dinámico de las tres esferas o dimensiones es muy frágil, este seguimiento deberá ser acordado entre los elementos que componer la interfase profesional/paciente/familia/recursos externos comunitarios.

BIBLIOGRAFÍA
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Fuente: http://montedeoya.homestead.com/consulta.html

GRUPOS DE AYUDA MUTUA EN DUELO

GRUPOS DE AYUDA MUTUA EN DUELO
El Modelo Medellín

Los Grupos de Ayuda Mutua (GAM), también conocidos como grupos de apoyo, son reuniones estructuradas de personas que comparten un sentir común, una situación o experiencia de vida, y se caracterizan por la ausencia de jerarquías entre sus miembros. La ayuda más importante que pueden ofrecer es el compartir experiencias con otras personas que están en la misma situación (este es el fundamento de los grupos de ayuda mutua), y el grupo proporciona el medio para que estas reuniones se realicen. Aunque existen muchos tipos de grupos, y no existe un tipo necesariamente mejor que otro, lo importante sigue siendo que sean beneficiosos para aquellos que en él participan.

Las metas del grupo (objetivos iniciales) suelen ser simples: (1) permitir a las personas que han perdido seres queridos el reunirse periódicamente para darse apoyo mutuo; (2) ofrecer a los deudos la oportunidad de conocer a otras personas en su misma situación, que comparten sus sentimientos y experiencias; (3) proporcionar a los deudos la oportunidad de aprender más sobre el duelo, la aflicción y el luto. En la ayuda mutua se exponen testimonios centrados en el tema, evitando interpretaciones, consejos y controversias. Se comparten emociones e interrogantes con la finalidad de sanar el dolor y poder ayudar y ayudarse. El rasgo que más distingue a estos grupos es indudablemente la experiencia compartida, lo que posibilita el lenguaje común y la rápida comprensión de la problemática.

La coordinación de los mismos es ejercida por un facilitador con características especiales. Tienen ciertos preceptos básicos que deben respetarse para su normal funcionamiento y que configuran el sistema de creencias que es acorde a la finalidad de cada grupo. Son gratuitos para sus integrantes y se abastecen de la institución a la cual pertenecen. No se adhieren a ninguna organización gubernamental, partido político, creencia religiosa o cultural en particular, y nadie es excluido por sus adhesiones personales en estos temas siempre y cuando respete las normas del grupo. Se trata de grupos de ayuda mutua y no de terapia de grupo, por lo que serán diferentes a aquellos a quienes los reúne una adicción o una enfermedad: perder un ser querido no significa una patología ni una enfermedad psicológica.

Sus propósitos más importantes son la educación en duelo, el compartir estrategias de afrontamiento y el proporcionar apoyo a sus miembros de manera que les permita sobrellevar mejor la situación. De esta forma, obtienen alivio:

1. Al compartir sus sentimientos y experiencias.
2. Al aprender acerca del duelo la aflicción y el luto, ofreciéndole al individuo la oportunidad de hablar sobre los problemas que le afectan o las elecciones que tiene que hacer.
3. Al escuchar a otros que comparten los mismos sentimientos y experiencias.
4. Al ayudar a otros, compartiendo ideas, información y anécdotas y dándoles su apoyo.
5. Al ofrecer al deudo un descanso y una oportunidad de salir de casa.
6. Al fomentar en él el cuidado personal, salvaguardando así su salud y bienestar personal.
7. Al saber que no están solos.

El grupo da a las personas la oportunidad de compartir sus sentimientos, problemas, ideas, anécdotas e información importante con otros que están pasando por las mismas experiencias y que, quizás, vienen un poco detrás. Además, permite que los deudos se den cuenta de la importancia de cuidarse ellos mismos y de prestar atención a sus propias necesidades y proporciona la satisfacción de poder compartir y ayudar a otros. Los GAM surgen como una necesidad y no como una panacea. Las personas con problemas mentales o de salud previos son invitadas a buscar ayuda en un ámbito más apropiado (terapéutico) el apoyo necesario a su problemática.

Deberá quedar claro que el grupo no quita el dolor, no puede resolver todos los problemas del deudo, ni cuidarlo totalmente por la familia, ni remplazar al profesional en salud mental, si bien se aconseja siempre disponer de la alternativa de un grupo de duelo, además del grupo familiar. Por otra parte, puede no ser útil para todas las personas, pues algunos se sienten incómodos y más tristes al compartir sus sentimientos con otros, no obstante, se le señalará que las puertas del grupo permanecerán siempre abiertas para cuando lo desee y que es aconsejable que asistan al menos a dos o tres reuniones antes de decidir su no participación definitiva.

Las reglas básicas
Durante la reunión, el grupo debe ser capaz de acordar un cierto número de reglas básicas que serán señaladas desde el principio; desconocerlas impide participar, comprender o disfrutar del mismo. Las reglas les dará la confianza necesaria para permitirles compartir con más facilidad sus sentimientos y experiencias. Estas reglas son plásticas, fluidas y modificables, adecuándose a la necesidad de crecimiento grupal.

Así, el grupo deberá asegurarse que:

1. Todo lo que se diga y se discuta es confidencial.
2. Los miembros del grupo escuchen y brinden su apoyo a los demás sin criticar o juzgar.
3. Todos están reunidos para aprender y compartir y nadie tiene o ha tenido un ?duelo perfecto?.
4. Cada uno de los miembros sea respetado y que todos sean iguales dentro del grupo.
5. Cada miembro tenga la oportunidad de hablar si así lo desea (y que para hablar se levantará la mano); no es obligatorio hablar.
6. La situación individual de cada miembro sea respetada.
7. Que lo que puede ser adecuado para una persona es posible que no lo sea para otra.
8. Que el objetivo principal es compartir, aprender y darse apoyo mutuo.
9. Que las propias vivencias y sugerencias de los participantes pueden ir incorporando paulatinas modificaciones a las reglas básicas. Toda sugerencia de cambios en las reglas de funcionamiento será presentada por el facilitador para ser considerada y aceptada o rechazada por el consenso del grupo.

Los GAM-Modelo Medellín son grupos abiertos (pueden asistir cuantas veces lo deseen, ininterrumpida o interrumpidamente) y heterogéneos (personas en diferentes niveles de evolución en su duelo), muy testimoniales, profundos, intimistas y reflexivos, con gran entrega, interacción, confiabilidad y sentido de pertenencia; además, trabajan mucho en torno a una idea generando buenos resultados y una gran capacidad de síntesis. Es tal su sentido de pertenencia, que las deserciones son investigadas y analizadas, además, se anima (y utiliza) la constitución de una Red Telefónica Externa de Apoyo (RETEA) para que las funciones del grupo continúen a lo largo de la semana a través del teléfono o en encuentros externos.

Estructura
Durante la reunión, y para facilitar el desarrollo de la misma, es importante fijar un límite de tiempo para cada una de las partes de la reunión (encuadre, presentación, bienvenida, desarrollo, cierre); su duración suele ser de 120-140 minutos. Será el facilitador quien decidirá el orden y el tiempo dedicado a cada parte según las circunstancias. Si los hechos lo ameritan, la reunión puede girar en torno a, o mayoritariamente, un deudo muy angustiado o nuevo que desea hablar.

1. Encuadre
Bienvenida a todos los miembros, presentación de los objetivos del grupo y de las reglas básicas. El carácter abierto de estos grupos facilita la integración de los participantes, generando un espacio donde todos sin excepción tienen cabida, cualquiera sea su ideología y sistema de creencias. No obstante, no debe olvidarse que los miembros del grupo pueden ser de diferentes estratos sociales y con mayor o menor disposición a compartir información de carácter personal. Su recepción será amistosa y facilitándoles que se sientan bien acogidos y cómodos.

2. Presentación
Para el desarrollo y cumplimiento de los objetivos del grupo, es imprescindible el conocimiento de los miembros del mismo; por ello, la presentación incluye: nombre, a quién perdieron, fecha del fallecimiento (esto permite al grupo situarse en el dolor de cada uno de los integrantes, además de permitirle conocer si ese día en particular ?o en fecha próxima- es una fecha de aniversario), con quién asisten y las circunstancias relacionadas con su duelo que espontáneamente ellos quieran proporcionar. La persona puede tomarse el tiempo que en ese momento considere necesario, si bien queda a criterio del facilitador el tiempo exacto que éste emplee en su presentación (el facilitador le remitirá a un momento posterior de la reunión si es del caso). Si el duelo es reciente y el nuevo integrante necesita ser escuchado y contenido, la descarga o catarsis es facilitada si es su deseo (pues es beneficiosa y una paso imprescindible en el proceso de recuperación); el grupo tratará de que el nuevo integrante pueda expresar libremente sus sentimientos, con una actitud comprensiva y brindándole todo el tiempo que necesita a través de sucesivas reuniones y, si fuera necesario, apoyarle vía RETEA fuera del horario establecido para las reuniones. A estos integrantes no les importa, de momento, cómo funcionan los grupos de ayuda mutua, cuáles son los proyectos del mismo, ni la conveniencia de la utilización y el seguimiento del temario; sólo quieren expresar todo su dolor y tal vez toda su rabia, solicitando a cambio toda la comprensión y respetuosa serenidad del grupo. En estas circunstancias, más que las palabras, es importante el lenguaje corporal: un brazo sobre los hombros, un pañuelo de papel, un abrazo que se otorgue, suelen ser ofrecidos y, en general, bienvenidos. Este el primer paso hacia la tarea de ayudar a los demás: poder escucharlos e identificarse con su dolor.

3. Bienvenida
En este punto de la reunión, y una vez todos los miembros se han presentado (algunos de ellos muy conmovidos), el facilitador -como una forma de permitir un tiempo de reflexión y de darle la trascendencia que la situación amerita-, señala ?el invitado en común -el dolor de la pérdida- que a todos les une y reúne?, expresando algunas de las características generales de este difícil dolor y la utilidad de encontrar apoyo para el proceso del duelo. Una vez terminado, se anima a los integrantes del grupo que así lo deseen a ofrecer, con algunas palabras, su bienvenida a los miembros nuevos; algunos de ellos brevemente describen su paso por el grupo y de cómo les ha ayudado en su proceso de recuperación.

4. Desarrollo
Comienzo de las discusiones: podrá comenzarse la discusión hablando sobre un punto de una reunión anterior o sobre otro cualquiera que haya llamado la atención del grupo mientras transcurría la presentación (para ello el facilitador irá apuntando en un tablero los puntos que, por las respuestas del grupo o su trascendencia, ameriten tratar posteriormente); dependiendo del tema y su reacción, podrán extenderse sobre éste o sobre cualquier otro. Los temas a tratar pueden en verdad ser infinitos, si bien pueden estar matizados por las peculiaridades del grupo (grupo de padres que han perdido hijos, muerte perinatal, grupo de viudas y viudos, grupo de sobrevivientes de suicidio, grupo mixto, etc.). Debido a que los padres necesitan hablar de sus hijos, contar como eran, mostrar sus fotos y sus escritos, narrar las circunstancias del deceso y expresar sus emociones personales, el grupo se abre siempre a estas discusiones y cuenta, además, con una sección periódica y voluntaria conocida como ?el protagonista? para aquellos padres que quieran ampliar el relato sobre sus hijos; en ella, podrán utilizar el tiempo que deseen (30, 45, 60, 90 minutos) y los medios que consideren necesarios para presentar a sus hijos a los miembros del grupo.

Dentro de los posibles temas a tratar en la reunión, están:

1. Impacto de la muerte en su mundo.
2. Qué ayuda en los primeros días.
3. Cómo trabajar con un síntoma en particular.
4. Cómo ha respondido la familia y los amigos.
5. Impacto de la pérdida en la relación de la pareja y en la relación con los demás hijos.
6. Nivel de comunicación intrafamiliar.
7. Miedos y aprehensiones a partir de la pérdida.
8. Aspectos evolutivos del duelo: el fenómenos de la ?Montaña Rusa? y las oleadas de angustia aguda, las reacciones de aniversario, las fechas significativas (cumpleaños, navidad, día de la madre, etc.).
9. Síntomas físicos que acompañan el duelo: olvidos, distracciones, alteraciones de la memoria, etc.
10. Diferencia entre apego y amor.
11. Aspectos propios del proceso de recuperación.
12. Los rituales funerarios y las conmemoraciones.

Aquellos compañeros que por su ocupación o profesión manejan encuadres o técnicas terapéuticas que pueden ser útiles al grupo, podrán ser invitados para la realización de talleres fuera de las reuniones habituales para los miembros de los grupos  que deseen participar de ellos.

5. Cierre
Poco antes de terminar la reunión, el facilitador podrá pedirá a uno o varios miembros que den su opinión e impresiones sobre la reunión, o hacerlo él mismo. Se destacarán los puntos más importantes tratados durante la misma y se les invitará para la próxima la siguiente semana. Una vez terminada la reunión, y antes de que se marchen, el facilitador se entrevistará brevemente con los miembros nuevos y les preguntará si se sintieron cómodos, si tuvieron la oportunidad de decir lo que deseaban, si les pareció útil la reunión, si se sintieron bien acogidos, sus sugerencias para mejorar el grupo, temas que desearía que se discutieran, etc., según su disposición a seguir hablando.

Consideraciones sobre el facilitador de grupo
Al pretender actuar como un facilitador de grupo, el candidato deberá inicialmente ocuparse en adquirir capacitación, formación y entrenamiento adecuado, precisar y delimitar su función, conocer  sus propios límites y, en lo posible, evitar trabajar en soledad, debiendo por tanto formar parte de un equipo de trabajo. Es importante evitar el paternalismo (aunque los mismos integrantes reclamen esa protección) y, muy especialmente, el protagonismo: cuanto más desapercibido pase, mejor habrá sido su función de facilitador.

En estos grupos se escucharán relatos muy descarnados, dolorosos y conmovedores, y en algunos casos el facilitador podrá resentirse. Es normal: nadie es inmune al dolor del otro. Permita un espacio de tiempo para que todos asimilen lo sucedido y reinicie la discusión, señalando la importancia de lo acaecido.

La forma de optimizar el funcionamiento de estos grupos está íntimamente relacionada con las características del facilitador. Algunas sugerencias para los facilitadotes de grupo son:

1. Evitar el diálogo y la polémica pues cada relato es en sí mismo un aporte que se debe agradecer sin cuestionar.
2. Evite la dispersión en los testimonios; si uno de los miembros se aleja en su relato de la idea directriz, ayúdelo a retomarla.
3. Anime a que los relatos de los participantes pasen por su “sentir” y no por su “pensar”, que el qué hable pueda comprometerse con las emociones que surgen de su propio comentario.
4. Colabore con los que no pueden redondear o limitar su mensaje.
5. Deje que el grupo fluya libremente; no teorice ni imponga sus puntos de vista. Nadie participa en estos grupos para escuchar una clase teórica.
6. Contribuya a resolver contradicciones
7. Evitar en lo posible descalificaciones del mensaje del otro, autocontradicciones, cambios bruscos de tema, manierismos idiomáticos, interpretar literalmente una metáfora o metafóricamente un mensaje literal.
8. Aunque se debe animar el compartir estrategias, trate que en el grupo no se den muchos consejos, pues cada cual tomará espontáneamente lo que le sea útil a partir de los relatos que escuche.
9. De a los miembros del grupo todo el tiempo posible en sus relatos, no los interrumpa ni los corrija.
10. Anime a que otros miembros del grupo se acerquen al integrante que esté más afligido y le den una taza de café, un pañuelo de papel o un abrazo.
11. Permita que los integrantes propongan aquellas iniciativas que consideren que pueden ser útiles, no importa de lo que se trate.
12. Reflexionar con los integrantes acerca de la tarea que se esté tratando.
13. Evite que se converse mientras alguien está hablando.
14. Señale la comunicación confusa (por ejemplo, el uso de verbos y pronombres impersonales o la insistencia de reincidir en lo obvio).
15. Trate de preguntar, proporcionar información, confirmar o rectificar, sugerir temas, recapitular y sintetizar la tarea sin asumir un rol protagónico (cuanto más inadvertido haya pasado, mejor habrá coordinado).
16. Trate de ayudar a aquellos integrantes que no pueden o no se animan a hablar.
17. Tenga a mano un tablero si el grupo se pone silencioso; sugiera uno de los temas para que los participantes vuelquen sus vivencias al respecto.
18. Establezca un padrinazgo con los integrantes pues en principio sólo lo conocen a usted, sea un puente entre ellos y los demás miembros del grupo, responda a sus interrogantes, ofrézcales ayuda por teléfono y comuníquese con ellos hasta que puedan integrarse por sí mismos en el grupo.
19. Pregunte a un compañero (si dispone de él) su nivel de continencia grupal, claridad y síntesis en sus intervenciones, distribución del tiempo, mantenimiento del mensaje de esperanza y acompañamiento a lo largo de la reunión, manejo de las situaciones conflictivas que pudieron presentarse, comunicación no verbal, etc.

¿Cómo comenzar un grupo de auto-ayuda?
Antes de comenzar, asegúrese de que no existe otro grupo en su área; si no lo hay donde usted vive, considere los siguientes puntos:

1. ¿Tiene el tiempo suficiente para ello y la energía necesaria?
2. ¿Cuenta con el apoyo de su familia, amigos y compañeros?
3. ¿Puede hacer frente a las demandas adicionales originadas por el grupo?
4. ¿Está dispuesto a escuchar las tragedias, penas y dolores de otras personas?
5. ¿Conoce otros deudos con los que pueda hablar?
6. ¿Hay organizaciones locales o nacionales en atención al duelo que puedan colaborarle?
7. ¿Conoce algunos profesionales de la salud (médicos, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras, etc.) que puedan colaborarle y ayudarle a divulgar la existencia del grupo?
8. ¿Ha pensado en algún lugar donde realizar las reuniones?
9. ¿El grupo es sólo para brindar apoyo? ¿Es para proporcionar información? ¿Es una combinación de apoyo e información?

Antes de convocar y empezar la primera reunión, es importante determinar cuáles serán las metas del grupo; esto le ayudará a explicar sus ideas a otros y obtener su colaboración. Estos objetivos iniciales, que serán revisados por el grupo ya formado, pueden ser simples:

1. Permitir a los deudos que se reúnan periódicamente para darse apoyo mutuo.
2. Ofrecer a los deudos la oportunidad de conocer a otras personas en su misma situación, que comparten sus sentimientos y experiencias.
3. Proporcionar a los deudos la oportunidad de aprender más sobre el duelo, la aflicción y el luto.

Como no toda la gente estará interesada en el grupo, es importante publicar un anuncio en un lugar visible (o varios anuncios en diferentes lugares) o hablar con los medios locales (TV, radio, prensa local) para reclutar a aquellos que puedan estar interesados en formar parte del mismo. A veces no podrá contarse más que con anuncios hechos en el computador (con dirección, teléfono, hora de la reunión y persona de contacto) y pegados en las funerarias, parroquias, hospitales, centros de salud, farmacias, supermercados o similares.

Primera reunión
Inicialmente no se preocupe por el número de personas que asistan; lo más probable es que muchos no puedan volver a asistir a todas las reuniones y, generalmente, el total de personas asistentes disminuirá después de la primera reunión. No se desanime, con el tiempo su número incrementará. Si el grupo es muy grande, considere dividirlo. Al preparar la primera reunión, será importante organizar las sillas en círculo para crear un ambiente amistoso y disponer de una persona que se encargue de dar la bienvenida a los miembros a medida que estos llegan.

El lugar para realizar la reunión dependerá del número y tipo de personas con que inicialmente cuente; no obstante, será apropiado disponer de un lugar amplio, bien ventilado, cómodo, central y accesible. Consulte funerarias, parroquias, escuelas, centros comunitarios o religiosos y pregunte si tiene o no algún costo su utilización; es probable que entre sus amistades o las de sus amigos cuente con alguien que pueda facilitarle gratuitamente el espacio. El lugar elegido deberá ser siempre el mismo, de esta forma si alguien falta a una reunión, sabrá dónde tendrá lugar la siguiente.

Durante la primera reunión también se establecerá la periodicidad de las mismas, el día y la hora de realización. Todo dependerá de la conveniencia del grupo. Un problema puede ser encontrar la hora oportuna y conveniente para todos; si los miembros intercambian sus números de teléfono, cuando falten a una reunión siempre tendrán un medio de mantenerse en contacto con los demás. La hora elegida será la que el consenso decida.

Aunque todo GAM debe ser gratuito, se puede optar por dar una mínima cuota para los refrescos y las fotocopias que sean necesarias; de esta forma los gastos no recaerán sobre una o dos personas (sólo en el caso de que el grupo no pertenezca a una institución).

Finalmente, una de las decisiones más importantes para constituir un GAM efectivo es la elección del facilitador para el grupo. Su papel es vital para el éxito del mismo. Pregunte entre los miembros del grupo si existe alguien que se sienta cómodo hablando en público y que reúna al menos las siguientes cualidades:

1. Capaz de estimular la participación de los miembros, asegurándose que todos aquellos que así lo desean tengan la oportunidad de participar activamente.
2. Capaz de escuchar sin juzgar.
3. Comprometido en asegurar que las normas acordadas sean respetadas.
4. Capaz de compartir información acerca del duelo, la aflicción y el luto.
5. Capaz de identificar aquellos deudos que pueden necesitar más apoyo y asistencia de lo que el grupo es capaz de ofrecer.
6. Capaz de ceder en caso de que el grupo contravenga sus opiniones.
7. Capaz de compartir el liderazgo en caso de necesidad.

Fuente: http://montedeoya.homestead.com/grupos.html

COMO INFORMAR DE UNA MUERTE

COMO INFORMAR DE UNA MUERTE
El arte de transmitir malas noticias

No hay forma fácil de dar las nuevas noticias, y el personal asistencial recibe poca o nula instrucción en relación a como manejar tal situación. Usualmente es en la formación y con la experiencia cuando se aprende.

En el mundo asistencial (cualquiera que sea su ámbito), si uno le investiga para encontrar el ajuste donde los profesionales asistenciales parecen actuar menos como profesionales y los familiares menos como “familiares “, las ocasiones de anuncios de muertes parecen ofrecerse como una situación paradigmática; durante las conversaciones que se siguen a la declaración de la muerte, el interés porque las demostraciones de pena sean adecuadas, por la coherencia de los hechos, por el comportamiento social, por la información suministrada e intercambiada, compiten y prácticamente anulan la competencia de los intereses que gobiernan toda entrevista profesional. Mediante su breve intercambio de observaciones, el profesional asistencial y el familiar, relacionados en tanto que personas, neutralizan efectiva y momentáneamente el carácter radical discrepante de la perspectiva de cada uno con respecto al acontecimiento de la muerte. Cada uno, más allá del respeto por la posición del otro, relega temporalmente a la muerte a una importancia secundaria al acordar mantener un período de “charla social”.

Es decir, se trata fusionar dos labores de forma simultánea: la de ?profesional? con la de ?persona que acompaña a otra que acaba de enterarse de la pérdida de un ser querido?. Puede ser difícil llevar a cabo ambos roles, más difícil uno u otro, y no siempre resulta fácil renunciar al rol de ser ?profesional?.

A todos nos gusta dar buenas noticias y a casi nadie le gusta dar las malas, y los profesionales asistenciales no somos una excepción. De hecho, toda persona sufre cuando tiene que hacerlo. Por lo tanto, el profesional teme, igual que el familiar, las malas noticias, en parte por las mismas razones que éste y en parte a causa de ciertos aspectos de su formación profesional (?no hacer daño?) y de persona común y corriente (pensamiento mágico de ?dar la muerte? o ?concederla? por hablar de ella). Lamentablemente, en los tiempos que corren, los profesionales no reciben durante su etapa de formación en las facultades y escuelas universitarias ningún adiestramiento en este sentido. Nuestras facultades consideran cumplida su misión si logran hacer del estudiante un buen técnico.

Resulta casi inútil intentar encontrar en los libros de texto escritos sobre cualquier tipo de orientación, bien teórica o doctrinal, bien basada en la propia experiencia de sus autores (de nuestros catedráticos y profesores), que pueda servir como norma de conducta o como guía de referencia para transmitir las malas noticias en casos de muerte. Parece como si estos aspectos de nuestra relación con las personas en tanto personas, de nuestra comunicación con ellas, y no digamos de todo lo referente al tema de cómo plantearle una noticia de muerte, rebasan el campo de la propia profesión y quedan relegados a lo que, no siempre con el respeto debido, suele ser calificado como ?tarea para los humanistas? o, en el peor de los casos, ?para aquellos sin escrúpulos?. Se establece en la práctica una separación que sitúa en un campo lo técnico-científico y en el otro los valores humanos, sin apenas dejar margen para algún que otro solitario puente entre ambos. No siempre es fácil decir la verdad, y siempre es difícil, muy difícil comenzar a decir la verdad cuando nunca se ha dicho.

ES UN ACTO HUMANO, ÉTICO, PROFESIONAL Y LEGAL. POR ESTE ORDEN.
Aunque existan imperativos legales, nunca se debe olvidar que informar de una muerte es, antes que nada, un acto incuestionablemente humano. Que una persona, aunque sea un profesional, deba comunicar a un semejante sobre la muerte de un ser querido es a la fuerza un hecho tremendamente humano, y el profesional debe hacer gala, más que nunca, de una auténtica humanidad. Es el momento de mayor grandeza del acto asistencial y también uno de los más difíciles. Debemos pues comprender que la comunicación es una ciencia que no se debe improvisar y que el profesional debe tener buenos conocimientos sobre la comunicación y todas sus formas de expresión.

LA COMUNICACIÓN
La comunicación es una herramienta terapéutica esencial que da acceso al principio de autonomía, al consentimiento informado, a la confianza mutua, a la seguridad y a la información que necesitan las personas para ser ayudados y ayudarse a sí mismos, así como para el desarrollo de las consecuencia que la información lleva consigo. También permite la imprescindible coordinación entre la institución, el equipo cuidador y la familia. Una buena comunicación entre la institución y las familias reduce ostensiblemente el estrés generado en la actividad diaria. Una familia con accesibilidad fácil a la información de lo que está sucediendo es más eficaz con ella misma y crea menos problemas.

Comunicar es hacer partícipe o transmitir a otra persona algo que se TIENE: información, sentimientos, pensamientos o ideas. Lo que no se tiene, no se puede transmitir.

Los objetivos más importantes de la comunicación son informar, orientar y apoyar, y sus componentes son:

Componente: a) Mensaje
Significado: Algo que transmitir
Ejemplo: Una muerte
¿Quién?: Un policía, un familiar

Componente: b) Emisor
Significado: Alguien que lo transmita
Ejemplo: ERC (*)
¿Quién?: Un psicólogo/a, otros

Componente: c) Receptor
Significado: Alguien que lo reciba
Ejemplo: Familiar
¿Quién?: Esposa/o, madre, padre, Hijo/a, hermano/a, amigo/a

Componente: d) Código
Significado: Lenguaje
Ejemplo: Castellano
¿Quién?: Analfabeta, escolarizado, discapacidad mental o física

Componente: e) Canal
Significado: Oral, escrito, telefónico, no verbal
Ejemplo: Oral/telefónico
¿Quién?: Estado de ánimo, edad

(*) ERC: Miembro del Equipo de Respuesta a Crisis
El Mensaje: las malas noticias
Las ?malas noticias? son aquellas que alteran las expectativas de futuro de las personas. El grado de ?maldad? viene definido por la distancia que separa las expectativas de futuro de la realidad de la situación. Las malas noticias nunca suenan bien.

Es difícil buscar una definición que refleje todas las situaciones y dimensiones que pueden implicar las malas noticias. En general, el personal asistencial tiende a dar importancia a lo que es importante para él, mientras no se la da a lo que él considera banal. No obstante, parece lógico que quien debe decidir si una información determinada es o no una mala noticia debe ser la persona sobre quien recae el problema, la persona a la que afecta esa información. Este argumento lleno de sentido común en el terreno de lo teórico es frecuentemente olvidado en nuestra práctica.

La mayoría de los autores parecen aceptar la definición de una mala noticia como aquella que afecta negativamente a las expectativas de la persona, bien por ser ella la directamente afectada por la situación de muerte o por ser alguna persona de su entorno la afectada, por ejemplo, los padres de un joven fallecido de forma inesperada y a quienes tenemos que informar del hecho.

¿Por qué nos preocupa cómo dar malas noticias?

1. Por falta de formación: no nos han formado en el área de la comunicación. Las facultades y academias contemplan el binomio salud-enfermedad desde una perspectiva totalmente biológica, desatendiendo la formación en habilidades de comunicación.
2. Por las consecuencias y las perspectivas: el ser poco hábiles dando malas noticias puede generar un sufrimiento añadido innecesario en la persona que recibe la mala noticia y un deterioro en la relación personal e institucional posterior. Saber manejar las malas noticias puede disminuir el impacto emocional en el momento de ser informado, permitiendo ir asimilando la nueva realidad poco a poco y afianzando la relación personal asistencial-familia. Además, un buen manejo disminuye nuestro nivel de ansiedad como profesionales en situaciones que, generalmente, son difíciles, aumentando de esta forma nuestro nivel de satisfacción.
3. Por imperativo profesional y humano: como se ha señalado, muchas veces tememos dar las malas noticias a causa de ciertos aspectos de la formación profesional (?no hacer daño?, quedar como ?verdugos?) y de persona común y corriente (pensamiento mágico de ?dar la muerte? o ?concederla? por hablar de ella).
4. Por temor a las nuevas demandas: El que transmite la información tiene que hacer frente a las nuevas demandas: intervención en crisis, apoyo psicoemocional permanente, recepción de angustias y agresiones, solicitud de protección y no abandono, conocimientos de la fase aguda del duelo, etc.

El emisor: el profesional
Habitualmente las personas elaboran una escueta historia de los hechos que desencadenaron la muerte, no importa en que medida su limitado conocimiento del muerto pueda restringir el grado de posibilidades, en un intento de reducir parte del shock que causan las muertes repentinas (no olvidemos el carácter de subitaneidad de la muerte) y en lograr un mejor entendimiento de las noticias por parte de los familiares. Por otra parte, también se pretende dar origen a algunos significados mediante los cuales el acontecimiento puede ubicarse en una secuencia de sucesos naturales o accidentales, o como consecuencia de la propia profesión, esto es, la muerte como fenómeno inherente al oficio o quehacer.

Debemos darnos cuenta de que la cuestión de la transmisión de las malas noticias no es un asunto de principios y dogmas, sino un problema de comunicación, en el cual nunca se ve afectada una sola de las partes (el familiar), sino también la otra (el profesional). La cuestión que debe plantearse no es sólo la de saber si el familiar puede soportar la verdad, sino también la de saber si el profesional, el familiar o cualquier otro asistente la soportan.

Nadie puede decir si esta solución es la buena ni tan solo si esta es mejor que otra, pues no podemos evitar que el familiar se entristezca: la tristeza es una respuesta normal y adaptativa a los eventos dolorosos de la vida. La cuestión importante es el impacto de esta elección sobre la relación entre el familiar y nosotros. Debemos saber que encausamos un tipo de relación diferente, tanto en un caso como en otro. Se trata de saber en que medida podemos contar con nosotros mismos y con el familiar para que la comunicación sea estorbada lo menos posible y que la relación pueda continuar.

El receptor (el familiar)
Debido a que muchas reacciones a la noticia son posibles, el ERC debe reconocer que cada persona reacciona de forma diferente y que es útil tener algún plan de acción en mente para permitir mayor variación y libertad de estas respuestas.

Las malas noticias son experimentadas como una serie de crisis psicosociales predecibles o fases que ocurren en relación a las preocupaciones existenciales asociadas con diferentes períodos después de la comunicación; sólo pronunciar la palabra “muerte” conlleva una fuerte carga emocional. Además, el “morir” está asociado culturalmente a fenómenos ajenos a nuestro control: violencia externa, castigo por malas acciones, malos pensamientos, etc. Finalmente, las creencias generalizadas respecto a ciertas profesiones (p.e.j., policía, militar, CTI, etc.) y la mala información influyen también en la reacción tanto social como del familiar.

Aunque la reacción varía de familiar a familiar, y aún en los mismos individuos existe un patrón de reacción dinámico  dependiendo de una gran variedad de variables  , un individuo dado, sin embargo, tiende a exhibir tendencias consistentes de reacción aún a través de diferentes detalles de tiempo en tiempo. Las mismas tendencias generales están presentes en todos los individuos pero la forma específica y la intensidad varían de acuerdo a tres patrones específicos: la herencia, el medio ambiente y las circunstancias.

Algunas de las variables señaladas como matizadoras de la reacción a una mala noticia son:

(1) Historia familiar y ambiente socio familiar.
(2) Edad, sexo y estado civil.
(3) Conocimiento, actitudes, creencias y percepción de la muerte y de susconsecuencias.
(4) Reacción del entorno socio-familiar del familiar.
(5) Percepción del miembro del ERC y del propio ERC, y tipo de relación mantenida con éste.
(6) Personalidad y estrategias de afrontamiento (mecanismos de defensa del yo, modo de funcionamiento en distintos roles, sistema de relaciones personales e interpersonales, nivel de optimismo en relación a la enfermedad y auto-evaluación en relación a su futuro).
(7) Antecedentes personales psiquiátricos, incluyendo abuso de alcohol o drogas.
(8) Características de la muerte.
(9) Grado de religiosidad y nivel socioeconómico.
(10) El “cómo” y el “por quién” es presentada la realidad.

Los primeros estudios sobre las reacciones a una mala noticia resaltaron el violento efecto transformador sobre la personalidad cuando el individuo busca integrar la idea de la muerte, usando sus mecanismos de defensa para evitar ser apabullado. Además, señalaron la necesidad de considerar una causa, de procesar la información y el tratar con el impacto sobre las relaciones como tipos de reacción consistentes y comunes a los individuos.

Sabemos que el sentido de dominio es favorecido al encontrar una causa racional a la muerte misma. Así, una de las respuestas típicas y adaptativas a estos hechos amenazantes es la búsqueda de un significado de lo sucedido. La noticia de la muerte trastorna completamente el sistema de relaciones:

(1) el resultado de la misma es desconocido y, consecuentemente, el individuo es enfrentado con el problema de un reajuste alternativo a varias posibilidades;
(2) es forzado a intentar adaptarse en un tiempo en que su “energía adaptativa” está ocupada con las consecuencias de la muerte ensu propio mundo;
(3) tiene que integrar dentro de su contexto una relación central con un extraño o una serie de extraños que mantienen su vida afectiva en sus manos. El familiar es entonces empujado a una relación repentina y decisivamente dependiente, a un grado que es proporcional a la gravedad de los síntomas o al conocimiento de la gravedad de lols hechos.

El período que coincide con la reacción a la mala noticia es descrito como el de una “fiebre o inflamación psíquica” (“aprieto existencial”, “impacto emocional agudo”), similar a una respuesta febril, pasajera y que no deja repercusiones graves en los individuos psicológicamente saludables. Esta respuesta se caracteriza por la presencia de un malestar agudo, de un trastorno emocional transitorio, el familiar usa la negación de forma temporal y se enfrenta activamente con el estrés. También se reconocen ciertos niveles de emoción y ansiedad como “normales” en esta situación clínica. Es un tiempo en que las demandas emocionales sobre el individuo exceden su capacidad de respuesta, resultando en una excitación psicológica y fisiológica (estrés). Es un tipo de respuesta ante una situación profundamente perturbadora, que orgánica y psíquicamente es sentida como peligrosa, y que biológicamente es la respuesta ante la pérdida.

Se le describe como un cuadro agudo (?fase aguda del duelo?, ?estado de shock emocional?), de mayor o menor intensidad, y con una expresión clínica variable que suele reunir algunos de los siguientes síntomas: shock inicial, aturdimiento, pensamientos negativos sobre el futuro, desesperanza, revisión negativista o pesimista de la vida, fantasías de suicidio, culpas, anorexia, sensación subjetiva de “tensión”, respuestas explosivas como pérdida de control, dificultades de concentración, incapacidad transitoria para el mantenimiento de las actividades de la vida diaria, imposibilidad para descansar, disforia, ansiedad y depresión; también se han descrito como parte de este cuadro clínico, la agitación psicomotriz, diarreas, palpitaciones, insomnio, llantos inexplicables, desinterés, sensación de haber sido sobrepasado por las circunstancias, impotencia, incertidumbre e irritabilidad.

Minimizar la naturaleza angustiante de los hechos, junto a un grado de negación mayor o menor, y simultáneamente con la presencia de una cierta esperanza (expresada en tópicos como ?voy a ser capaza de superarlo?), son mecanismos de defensa transitorios y útiles contra la ansiedad apabullante que permiten a la persona escuchar las “noticias” más gradualmente. Si esto no interfiere con su mundo, se le debe dejar un espacio de tiempo al familiar para que pueda adaptarse e incorporarse a un plan constructivo de acción, para expresar y confrontar sus miedos y para evaluar cómo esa experiencia afectará diversas esferas de su existencia.

Es importante resaltar que la reacción inicial de aturdimiento es natural, y que el shock puede, de alguna manera, proteger al familiar, dándole el tiempo necesario para un ajuste apropiado. La adaptación a largo plazo puede tardar meses o no darse, según sea el curso del duelo.

Las personas que han sido profundamente religiosas antes de la comunicación de las malas noticas, usualmente encuentran gran consuelo “poniendo las cosas en manos de Dios”, usado su religión y sus creencias como la estrategia de afrontamiento más importante. Aquellos que poseen fuertes creencias espirituales a menudo se muestran más calmados, en principio aceptan más la muerte, confían más en el confort de su sistema de creencias y en el apoyo de sus comunidades religiosas; para otros, una fe tibia o “el descuido de su deberes religiosos” hacen que, tras la comunicación, adquieran las mismas características que en el grupo anterior. Las personas que no tienen una orientación religiosa convencional, usualmente confían en su aproximación personal de la vida y la muerte. En todo caso, estos individuos puede beneficiarse de la discusión de sus creencias con los miembros del equipo  quiénes les animen a explorar sus pensamientos acerca de las preocupaciones existenciales  cuando ellos buscan una perspectiva desde la cual apreciar esta grave amenaza a su vida y su mundo.

El “estar de duelo” es sólo una parte del problema. El familiar debe enfrentarse a todo lo relacionado directa o indirectamente con la muerte: comunicación de las malas notiacias a otros, incluidos niños, cómo sobrevivir sin la otra persona, problemas económicos, miedo, rabia, sentimientos de culpa, reducción de la propia autonomía, etc.

Se identifican tres grandes variables que influyen en el proceso adaptativo del familiar a la muerte de su ser querido:

1. Información
Es decir, educación en duelo: qué es el duelo, cómo se presenta, qué me puede pasar, qué puedo hacer, qué pueden hacer otros por mi, etc.). Es importante recordar que una situación será tanto más angustiante cuanto más se la desconozca. Se trata de la primera de las tareas del duelo.
2. Compañía
El entorno familiar y social inmediato como interlocutores del dolor, que conozcan tanto del duelo como el mismo familiar afectado, llenos de paciencia y que sepan cómo acompañarle y escucharle.
3. Conversación
Una de las tareas más importantes es el hablar del ser querido, del dolor, de lo que le acompaña, de las angustias, del colapso del futuro, de la rabia y de la desesperación.

El reconocimiento de dónde está el familiar física, social y psicológicamente es especialmente útil en interpretar el impacto emocional de la muerte, y más útil aún al permitir anticipar problemas y planear soluciones apropiadas.

Las actitudes sociales y las creencias culturales acerca de la muerte no sólo afectan la forma en que nosotros tratamos al familiar, sino también a cómo los familiares se ven a ellos mismos, a su dolor y tragedia, y a su futuro. Los deudos ocasionalmente sufren de aislamiento social y a veces es “temido” por familiares y amigos, preocupados frecuentemente en no decir cosas inoportunas o hacer preguntas “inapropiadas”. Los sentimientos de rabia, negación, miedo y angustia pueden dominar el clima afectivo del entorno que le rodea.

En relación con el aspecto psicológico individual, destacan tres variables que afectan de forma dramática el proceso adaptativo del familiar al hecho de la muerte:

a) Ubicación en el ciclo vital:
Esto es, dónde la persona está con respecto a sus objetivos o tareas vitales, sociales, personales y biológicas cuando la muerte ocurre.
b) Estilo personal de afrontamiento:
Esto es, cómo el individuo “lleva” su duelo a través de los recursos previos de su personalidad, experiencias traumáticas anteriores, pérdidas anteriore, estrategias de afrontamiento y mecanismos de defensa empleados; en este también se incluyen los valores y creencias (culturales y religiosas internalizadas) como moduladores del ajuste psicosocial a la pérdida. El estilo de afrontamiento también se refiere a la resistencia relativa y a la forma característica en la cual el deudo responde a situaciones estresantes; las estrategias de afrontamiento son los patrones que emergen como resultado de los estilos de afrontamiento del individuo y representan conductas, cognisciones y percepciones empleadas en mantener el equilibrio de cara a la muerte acaecida. En situaciones de grave peligro – como un duelo – hay un cambio hacia tendencias o esfuerzos de dominio de la situación más primitivos, rígidos, reflexivos y menos realistas. Las estrategias establecidas o aprendidas en la juventud es más probable que emergan primero en situaciones de duelo futuro. Esto es, el individuo tiende a enfrentarse a una nueva situación de estrés con estrategias de afrontamiento previamente usadas y que resultaron efectivas. No obstante, en la situación del duelo, y dada la dinámica de este proceso, el enfrentamiento con el fracaso de estrategias previas que fueron efectivas en otro momento obliga al individuo a establecer nuevas estrategias a partir de recursos nuevos, en el menor de los casos propios, dado el agotamiento psicofísico del deudo, y mayormente de recursos provenientes de su entorno.
c) Recursos interpersonales:
Los recursos interpersonales son las estructuras sociales y otras personas que contribuyen al proceso de adaptación de las personas, esto es, otros familiares, amigos, vecinos, compañeros y grupos de personas y otros apoyos sociales que contribuyen al medio ambiente o entorno de la persona en duelo; constituye, por otra parte, la variable más fácil de abordar, más efectiva en lograr apoyo y la más económica. Durante el duelo el papel del apoyo social es trascendental; actúa como un “buffer” y reduce el impacto negativo de la pérdida, aumenta la moral, la autoestima, la capacidad de afrontamiento, el sentido de control, la capacidad de resolución de problemas y disminuye el estrés emocional. La naturaleza y cantidad de apoyo social disponible al deudo influyen de forma notable sobre su capacidad de afrontamiento; para examinar esta variable es preciso tener en cuenta sus cinco elementos constitutivos:

(1) Tipo: este puede ser exclusivamente informativo, afectivo emocional, físico financiero, aprecio valoración o pertenencia a grupo; su efectividad aumentaría en tanto y cuanto mayor sea el número de elementos simultáneos que intervengan, no obstante, la variabilidad puede, y en verdad lo es, notable; de cualquier forma, es necesario valorar periódicamente cuales de estos apoyos son requeridos según la situación del familiar en un momento determinado. Para algunos deudos el apoyo afectivo emocional puede ser el único requerido durante todo el proceso de duelo; lo importante es que exista una “puerta abierta” a cada uno de ellos.
(2) Fuente: proviene de cuatro grupos distintos: a) Familiares (cónyuge, compañero/a, otros familiares); b) Social (amigos, vecinos, compañeros, colegas); c) Comunitario (asistente especializado, grupo de ayuda mutua, grupos comunitarios y religiosos ), y d) Profesional (asistente social, profesionales de la salud). En este contexto cabe decir que el grupo menos desarrollado es el comunitario, siendo los familiares y, en ocasiones, el entorno social y menos frecuentemente el profesional, la principal fuente de apoyo y soporte para el deudo. Por otra parte, constituye el elemento con mayor potencial de crecimiento en la asistencia a estos familiares.
(3) Cantidad y disponibilidad: este elemento pretende determinar la variabilidad intrínseca y extrínseca del apoyo ofrecido al individuo, y tiene en cuenta los siguientes aspectos: busca, por un lado, explorar las relaciones más íntimas del deudo y, por otro, objetivar el posible “interlocutor elegido”; análisis de la red social: estabilidad, accesibilidad y reciprocidad del número de contactos directos y frecuencia de los mismos; valoración de las relaciones previas (igual a las actuales, menos/mayor que las anteriores al fallecimiento y pérdidas más significativas); disponibilidad: valora la accesibilidad del recurso y la disposición psicofísica del deudo a aceptarla a través de 6 ítems interrelacionados (imposibilidad para salir del hogar; imposibilidad para recibir visitas en casa; no busca ayuda aunque conoce las fuentes o recursos; no conoce las fuentes aunque le gustaría conocerlas; no le interesa conocerlas por ahora; no quiere/ desea ayuda externa ). En su conjunto, este elemento pretende explorar el grado de aislamiento social y afectivo del deudo y las repercusiones sobre éste y sobre el entorno mismo.
(4) Calidad: consiste en valorar el carácter del mismo, su situación temporal y su cantidad. Su valoración permite orientar, reforzar o motivar, y modificar la calidad del apoyo ofrecido al deudo durante el curso evolutivo del duelo.
(5) Necesidad percibida: este elemento permite una valoración más adecuada del apoyo ofrecido al deudo y su familia al confrontar las necesidades percibidas con las objetivadas por el observador y por la familia. En cuanto al deudo: éste no reconoce ninguna falta o carencia en la ayuda que se le da, está satisfecho con la misma; carencias reconocidas por el deudo; déficit de apoyo o soporte reconocidos por el entrevistador. A su vez, valora los principales temores relacionados a este tipo de apoyo (temor de ser abandonado, de ser rechazado, de ser una carga para los demás). Finalmente, y dentro del marco de los recursos interpersonales, es fundamental valorar el “sitio o sitios fuentes de problema” en obtener y mantener un adecuado apoyo o soporte psicosocial. Para ello se hace necesaria una valoración del entorno emocional más inmediato del deudo (cónyuge, hijos, hermanos, padres, etc.), confrontando a su vez las percepciones tanto del proveedor del apoyo como del receptor (deudo principal). Así, valoramos en el proveedor del apoyo: disponibilidad física y emocional, consciencia de necesidad, interés en proporcionar la ayuda, capacidad para iniciar los esfuerzos de ayuda (consciencia de lo que es útil, habilidad, experiencia y flexibilidad), efectividad del respaldo (satisfacción, ayuda alternativa). Y en el receptor: estado de la relación previa, capacidad para pedir/buscar ayuda, valoración de la ayuda ofrecida, estado de la relación actual, evolución de la relación desde el inicio del duelo.

La calidad de vida y la adaptación del deudo a un punto determinado de su duelo representa así el balance entre los hechos circunstanciales y el efecto mitigante de las estrategias de afrontamiento personales e interpersonales; este balance es delicado y dinámicamente cambiante, pudiendo inclinarse a mejor o peor calidad de vida por los cambios en la circunstancias (crisis conciurrentes), alternativas del proceso adaptativo y apoyo del entorno.
Las personas que son psicológicamente estables, con una buena red de apoyo social y síntomas mínimos o bien controlados, tendrán pocas dificultades psicológicas graves en su ajuste a la pérdida y al proceso del duelo; por el contrario, en presencia de un duelo complicado, aún el individuo con buenos recursos psicológicos puede naturalmente encontrar difícil su adaptación al duelo y, por tanto, requerir la intervención del equipo asistencial. Cuando un individuo con pobres recursos, tanto psicológicos como sociales, se enfrenta a la pérdida de un ser querido, la posibilidad de trastornos psiquiátricos es muy alta y es probable que requiera una intervención psicosocial más agresiva. Tales deudos necesitan ser identificados precozmente, suministrándoles el apoyo necesario para reducir el riesgo de descompensación de su frágil equilibrio sociofamiliar.

El código: el lenguaje
Cómo manejamos el lenguaje y la información también depende de nuestras creencias. El tipo de creencias que tengamos sobre una situación particular determina cómo responderemos a ella. Por ejemplo, algunas culturas creen que un nacimiento es un acontecimiento feliz, así que lo celebran. Y creen que la muerte no es buena, así que están tristes en los funerales. Pero algunas culturas creen que la muerte es una transformación gloriosa, un acontecimiento que merece ser celebrado, así que están contentos en los funerales. Así, no es el acontecimiento, sino nuestras creencias respecto a él lo que determina cómo nos sentimos. Toda información especialmente las noticias malas y tristes esta en función de una serie específica de creencias.

Cualquiera que sea nuestra posición al respecto, al transmitir la información de una muerte estamos a punto de ver cómo se modifica sustancialmente la forma en que una persona responde a cualquier situación, cambiando simplemente la forma en que se da la información. El lenguaje utilizado también modifica nuestra percepción de cómo recordamos las cosas: la forma en que se formula una pregunta puede causar un impacto sustancial en cómo recordamos los detalles (por ejemplo, respecto a un accidente automovilístico, a quienes se preguntó a qué velocidad iba el carro cuando se estrelló contra el otro, hicieron estimaciones más altas que aquellos a quienes se preguntó a qué velocidad iba cuando golpeó al otro carro).

El canal: oral, escrito, telefónico, no verbal
En el momento de la comunicación es muy importante tener en cuenta que tanto como el 90% de la comunicación pude llegar a ser no verbal. Es primordial analizar e interpretar los flujos de comunicación que se manifiestan mediante las expresiones faciales, gestuales, posturales, contacto físico, tono de voz y dirección e intensidad de la mirada. Así, el lenguaje no verbal incluye: posición de pie o sentado a la hora de dar la información, lugar (un pasillo o una habitación privada), dirección de la mirada, atención y escucha, tiempo dedicado, actitud, contacto físico, contacto ocular, la expresión facial, los movimientos de la cabeza, postura y porte, proximidad y orientación, apariencia y aspecto físico. Por otra parte, la mayoría de los profesionales subestiman el poder del contacto físico como forma de comunicación. No puede valorarse en todo su contenido la importancia que para la familia tiene el sujetar su mano, el tocar su hombro, el permitir un espacio para sollozar.

Ciertamente no es correcto utilizar la verdad como un arma arrojadiza sin reparar en el daño que se puede hacer. Nos preguntamos si el familiar es capaz de encajar la verdad; podríamos más bien preguntarnos si somos capaces de mantener una relación con alguien que ha perdido un ser querido y está muy afligido, especialmente afectado por un dolor que no le podemos quitar. Debemos también reconocer que aceptando hablarle de este modo entramos con el familiar en una relación en la que estaremos implicados personalmente. Una relación en la que el familiar hablará eventualmente de su dolor, de su angustia y de su tristeza, de los muchos otros sentimientos que experimenta y de los problemas de todo orden que esto le conlleva. Una relación en la que formaremos lazos diferentes de los que sirven de soporte a los cuidados puramente técnicos.

Debido a que muchas reacciones a la información son posibles, es útil tener un plan de acción en mente para permitir mayor variación y libertad de respuesta. Diferentes niveles de información pueden tener consecuencias distintas para el bienestar psicológico de las personas; una situación ambigua genera angustia.

CÓMO SE DEBE INFORMAR
Cuando se trata de informar a los familiares de un suceso inesperado como una muerte violenta, accidental, una enfermedad grave súbita, etc. es aconsejable utilizar la técnica narrativa, es decir, narrar todo lo sucedido desde el inicio, por ejemplo, accidente, medidas de reanimación si las hubo, transporte, llegada al hospital, etc. La narración permite a los familiares ir adaptándose a la nueva realidad.

¿Cuáles son las palabras “adecuadas”? Cuatro puntos caracterizan una exposición abierta y apropiada de los hechos: (1) hacerlo tranquilamente; (2) de forma corta (tres frases o menos); (3) de forma que estimule un diálogo posterior, y (4) reasegurar la atención y el cuidado continuo. Quedarse de pie mientras se transmiten malas noticias es considerado por las personas como despiadado y expresivo de un deseo de irse o terminar lo más pronto posible.

Al hablar del cómo informar intentaremos que nuestro lenguaje verbal (lo que decimos), el paralenguaje (tono que utilizamos) y el lenguaje no verbal sean coherentes. Como hemos visto, la información la daremos usando frases cortas y vocabulario lo más neutro posible. Hay que asegurar la bidireccionalidad, es decir, facilitar que el deudo principal o su familiar pregunten todo lo que deseen, adaptando la información en cantidad y cualidad a las emociones del deudo. En estos casos la información es un proceso y no un monólogo duro del profesional asistencial.

El silencio es una herramienta de información y de terapia: es terapéutico cuando el deudo se conmueve, llora o se irrita. Un silencio empático mirándole a la cara, prestándole nuestra atención, es terapéutico porque sabe que puede contar con nosotros. Además, si no sabemos qué decir en una situación muy emotiva es mejor que callemos. Además, la persona conmovida por una noticia grave puede querer hablar o no. Debemos escuchar sus palabras y su silencio. Muchas veces el silencio da más información que la expresión verbal. En situaciones muy emotivas tenemos la tendencia a interrumpir, ofrecer soluciones e incluso trivializar las expresiones de la persona. Es mejor permitir el llanto y facilitar la expresión de la emoción. La escucha activa propicia una baja reactividad que significa no interrumpir, esperar a que el familiar acabe antes de empezar a hablar, e incluso, si la situación lo requiere mantener silencios ya comentados.

La comunicación acerca del desenlace mortal y su correspondiente toma de conciencia, resultará siempre muy dura; sentarse junto al familiar durante un período de tiempo prudencial es una parte esencial de este primer encuentro. Si la persona rehuye y rechaza con excesiva vehemencia la posibilidad del desenlace fatal, el profesional asistente le ha de conceder ese espacio, y ha de “dosificar” la comunicación en varios momentos; en caso de duda sobre lo que el familiar desea saber, responder a una pregunta con otra pregunta. Si no se está seguro de lo que se ha dicho al deudo, deberá preguntársele, ya que lo importante no es lo que se dice sino lo que es oído. El familiar mismo ha de saber a su vez si los que le rodean están al corriente o no de su situación. Después de pronunciar palabras como ?muerte?, ?asesinado? o “atropellado ” la persona puede no recordar nada de lo que se le diga después; a esto se le llama ?bloqueo post-información?: el familiar puede olvidar hasta el 40% de la información recibida y más si han sido malas noticias.

La integración emocional de este diálogo decisivo puede provocar durante las horas siguientes, y en los días sucesivos, reacciones bruscas. El asistente debe, en consecuencia, visitar o llamar más a menudo al familiar; una fase optimista en el sujeto, motivada por diversas circunstancias, pueden inducir a una distorsión de la realidad; el muy ansioso probablemente confunda, mal interprete o no entienda la información, requiriendo en ocasiones varias repeticiones de la misma; el deprimido quizá sólo “escuche” los aspectos más negativos de la información, etc. Al igual que el desarrollo del duelo es cambiante, el proceso de información al deudo es dinámico, como lo es el receptor.

Quien dice el diagnóstico es igualmente importante desde una perspectiva psicológica. Tradicionalmente era el médico, el cura, el jefe o un superior, el informador habitual: conocía al fallecido y a su familia, era de confianza y estaba en mejor posición de decir cómo, cuándo y qué debería ser dicho. Hoy día, parece que todos deseamos que el deudo se entere de lo que tiene sin tener necesidad de decírselo; en cualquier caso, la información de este tipo debe proporcionarla la persona más directamente responsable del fallecido. La persona en cuestión habrá de saber a que se compromete e informar a los demás sobre el hecho de haber entablado esa conversación con el familiar de forma que no se perjudique la relación de confianza entre el deudo y la institución responsable de su caso.

Idealmente, las noticias deberán ser transmitidas por personal asistencial del que la familia tenga referencia o al menos conozca. El profesional asistente debe conservar la ecuanimidad y evitar que su situación anímica influya en la valoración pronostica de su información; debe estar accesible, abordable y no dar la sensación de tener prisa o de estar muy ocupado. Por otro lado, la necesidad de congruencia en la información ofrecida es fundamental, tanto para el deudo principal como para su familia.

En el ámbito institucional, es importante llevar a la familia a un lugar tranquilo donde la expresión de las emociones no sea embarazoso: también suele ser útil tener a otro familiar presente en el momento de transmitir la información (aflicción compartida); después de que la respuesta inicial ha disminuido, y si es posible, es importante que a la familia se le ofrezca la oportunidad de estar a solas con el cuerpo del fallecido: esto puede ser confortante y refuerza la realidad. Posteriormente la discusión deberá responder a cuestiones clínicas.

Si estamos en consulta, el espacio dispondrá como mínimo de tres sillas: 2 para los familiares y una para el profesional. Si estamos en el domicilio del deudo, convendría un lugar más o menos tranquilo. A ser posible, informar personalmente y evitar el teléfono porque no podemos prever la respuesta emocional ni modular la información según esta respuesta.

Propiciar que el familiar esté acompañado cuando le vayamos a informar o esperar con él hasta que llegue algún otro familiar si hemos tenido que informarle estando solo. También es importante evitar las horas nocturnas para dar la información. Tener en cuenta determinadas circunstancias personales y familiares del deudo si así ellos lo expresan o demandan. Es muy importante tener en cuenta la edad del familiar, intentando siempre ser veraces en lo que decimos y adecuando el leguaje a su comprensión y edad.

Una completa y clara explicación de las circunstancias que rodearon y condujeron a la muerte suele ser ya, de formas más tranquila, retomada y repetida. Las respuestas abiertas y la discusión de las preguntas permiten al deudo entender intelectualmente las circunstancias que condujeron a la misma o podrán aliviar o resolver interpretaciones erróneas de responsabilidad personal.

La reacción inmediata es usualmente la de un “shock”, e incredulidad, aun cuando se hubiese dado un período de aflicción anticipatoria, reflejando la fase inicial del duelo; el rango de emociones varía desde el estoico y no emotivo al histérico. Ocasionalmente ocurren respuestas patológicas; ellas son generalmente pasajeras, pero algunas pueden llegar a ser extremas y requerir intervención (p.ej., farmacológica) para proporcionar confort y seguridad. El patetismo del momento con frecuencia complica la capacidad para manejar la situación rápidamente; además, problemas psiquiátricos previos pueden verse exacerbados en esos momentos y resultar en una amenaza al propio sujeto o a otros. Adquirir una verdad existencial tarda un tiempo en incorporarse, y anunciar la muerte no es cosa racional.

Con el anuncio de muerte y la creación del “status” de deudo, sin embargo, la familia goza del derecho temporal de suspender su interés por los requerimientos normalmente forzosos de la conducta, la atención, la amabilidad, la deferencia y el respeto por el entorno. Una compostura apropiada sólo suele exigirse a los familiares más lejanos, amigos o conocidos; si el entorno es apropiado, pueden desbordarse sin miedo a ser sancionados, teniendo el derecho de esperar que otros respeten su posición.

Transmitir las noticias de la muerte es también para el doliente inmediato anunciar su propio estado de duelo, y al hacerlo puede obligar a otros a asumir una expresión de simpatía sin dejar que esta surja de forma natural; no sólo se fuerza una expresión de condolencia al transmitir las noticias, sino que también suele apreciarse una disminución del propio dolor por la pérdida.

Finalmente, recuerde que no existe una fórmula. Por este motivo se dice que transmitir malas noticias es un arte. Existen tantas formas de dar malas noticias, como personas y deudos. No hay una forma “justa” o una forma “equivocada” para hacerlo. Ningún profesional con sentido común usaría la misma técnica para todos los deudos. Los familiares sobrevivientes son demasiado distintos para ser tratados así. Su experiencia profesional, su conocimiento de técnicas de comunicación, su bagaje cultural y su estatura humana, serán las únicas herramientas de que dispondrá el profesional para poder enfrentarse a tan delicada tarea.

En este mismo contexto, y aunque no existe ninguna preferencia por el orden, en las conversaciones después del anuncio de muerte se recogen los siguientes temas:

1. El tema de la causa se incluye como tal aun cuando las referencias a las circunstancias que condujeron a la muerte hayan sido previamente explicadas. Tiene, por otra parte, el propósito de reforzar la realidad.
2. El tema del dolor. El interés acerca de si el muerto sintió dolor antes de fallecer es una preocupación común a toda muerte; aun cuando la familia pueda de hecho saber que la muerte fue dolorosa, hace sin embargo la pregunta y se va sin discutir la respuesta habitual del profesional asistencial.
3. El tema de la evitabilidad. El tema de la posible prevención y evitabilidad de la muerte es frecuente en casos de muertes súbitas, y deberá dedicarse tiempo a su discusión.
Reflexiones al Informar

(1) Busque un lugar tranquilo (sala privada, cómoda y tranquila, evite elementos distractores e interrupciones, cierre puertas y ventanas)
(2) No existe una fórmula
(3) Espere a que pregunten
(4) No discutir la negación (formas de negación: racionalización, desplazamiento, eufemismo, minimización, autoinculpación)
(5) Aceptar ambivalencias
(6) Simplicidad y sin palabras rebuscadas
(7) No establecer límites ni plazos
(8) Hacerlo gradualmente
(9) Sea receptivo
(10) Extreme la delicadeza
(11) Evitar paternalismo y excesiva emoción
(12) No diga nada que no sea verdad
(13) No presuponer lo que les da angustia
(14) Tómese su tiempo
(15) Cuide el lenguaje no verbal
(16) Esté atento a la solicitud de información
COMUNICACIÓN DE LAS MALAS NOTICIAS EN LA INFANCIA
Cuando muere un ser querido, ni los padres, otros familiares o amigos saben por lo general qué decir o hacer para que los niños comprendan lo que ha ocurrido. No obstante, de todos se obtienen sugerencias, muchas de ellas incongruentes o contradictorias unas con otras, dejándolo a uno más confundido, sin saber qué hacer o decir, la más de las veces optando por la que mejor nos parece en ese momento o por la sugerida por aquella persona en la que más confiamos.

Cinco preguntas, que tienen una relación directa con la comunicación de las malas noticias, deben ser manejadas para una comunicación apropiada de la muerte y las malas noticias a los niños:

1. ¿Cómo puedo comunicar a los niños la muerte acaecida?
2. ¿Cómo se les puede explicar qué es la muerte?
3. ¿Qué puedo decir cuando pregunten por qué?
4. ¿Se debe ocultar la pena a los niños?
5. ¿Hay algo que no se les deba decir?

¿Cómo puedo comunicar a los niños la muerte acaecida?
A la hora de comunicar la muerte de un ser querido a los niños, es importante que tenga en cuenta las características que debe reunir cualquier tipo de comunicación relacionada con la muerte:

1. Hacerlo con serenidad, dulzura y afecto.
2. Usar palabras sencillas.
3. Dedicar todo el tiempo que el niño requiera para esta comunicación y para asimilar sus consecuencias según sus directrices.
4. Estar dispuesto a repetir muchas veces lo mismo.
5. No añadir preguntas o comentarios que no se han hecho.

Siéntese con ellos en un lugar tranquilo, abrácelos (si se lo permiten) y explíqueles, en pocas palabras, cómo ha muerto el ser querido. Recuerde que los múltiples ?muy? ayudan a los niños a distinguir la muerte del ser querido de otras condiciones. Los eufemismos ?palabras que suavizan la realidad- del tipo ?pérdida?, ?se fue?, ?se lo han llevado?, ?ha desaparecido?, ?ha emprendido un largo viaje?, ?a pasado a mejor vida?, ?está con el Señor? es mejor evitarlos pues estimulan los miedos que tienen los niños a ser abandonados y crean ansiedad y más confusión.

¿Cómo se les puede explicar qué es la muerte?
Ante la pregunta ?¿qué significa o qué quiere decir muerto??, explíqueles de nuevo, con palabras sencillas y sinceras, y recordando que los niños piensan de forma muy concreta y tienden a interpretar las cosas literalmente, que ?muerto? significa que: ?El cuerpo se ha detenido del todo?, ?El cuerpo ha dejado de funcionar?, ?El cuerpo ya no puede hacer nada de lo que antes hacía?, ?El cuerpo ya no puede sentir dolor, caminar, respirar, comer, dormir, hablar, oír o  sentir frío o calor?, ?El cuerpo ya no sentirá nada nunca más?.

De igual forma, al explicar la muerte a los niños es importante que esta explicación se de en términos sencillos y reales, sin mentiras o invenciones. No dude en usar las palabras “muerto” y “muerte”; así, por ejemplo, siéntese con el niño, abrácelo y dígale: “Cariño, ha ocurrido algo muy triste. Tu papá ha muerto en un accidente; un carro lo golpeó y su cuerpo dejó de funcionar. Nadie tiene la culpa de que haya muerto. Lo vamos ha extrañar mucho porque lo queríamos, y él nos quería a nosotros”.

¿Qué puedo decir cuando pregunten por qué?
Ante esta pregunta, es bueno admitir que usted también se ha preguntado lo mismo. Si no sabe la respuesta, dígaselo. Dígale que, según sus creencias personales, todos los seres de la tierra han de morir algún día, que la muerte le ocurre a todo el mundo, que hay cosas que podemos controlar y otras que no, y que la muerte es una de las que no podemos controlar. Es muy importante hacer énfasis en que nada de lo que ellos hayan dicho, hecho o pensado ha causado la muerte del ser querido.

¿Se debe ocultar la pena a los niños?
Llorar delante de los niños es apropiado, normal y saludable, pues les estás enseñando que es bueno llorar y compartir el llanto, que con el llanto uno transmite su situación de dolor y la necesidad de ayuda y apoyo, y que llorar es la válvula natural para descargar el dolor y la angustia.

Si no lloramos delante de los niños, si fingimos no inmutarnos y negar nuestros sentimientos (?yo no lloro delante de mis hijos para no angustiarlos…?), les estaríamos enseñando que se deben ocultar para llorar, que deben arreglárselas solos, que deben hacer/aprender otras cosas para transmitir su dolor y angustia y que llorar es signo de debilidad. Si como adultos exteriorizamos nuestro dolor delante de los niños, los niños verán que es normal afligirse y, en ocasiones, esto les dará la oportunidad de expresarse ellos mismos.

Resulta casi imposible ocultar por completo los sentimientos a los niños ya que, no solo los niños son muy perspicaces y observadores, y si algo va mal, normalmente lo perciben, sino que la comunicación infraverbal (todo lo que acompaña a, excede o implica un mensaje), integrada por gestos, actitudes, silencios, acciones, presencias, ausencias, cambios en el tono de la voz, rechazos, negativas a una explicación coherente, incoherencias entre lo explicado y lo aconsejado, etc., encuentran al niño más indefenso y receptivo, y por ello empeora su estado de ánimo y estimula sus fantasías, sin olvidar que, a veces, las fantasías suelen ser más terribles que la cruda realidad.

En general, y especialmente desde los adultos, los mensajes no verbales son más creíbles por su espontaneidad, ya que carecen de connotaciones manipulativas. Así, ocultar los hechos y las consecuencias de una muerte en el seno de la familia no protege realmente a los niños del dolor, solo hace que se sientan más confusos, asustados, ansiosos y solitarios.

Teniendo presente que uno de los más terribles temores del niño es el de ser abandonado por su/s cuidador/es, sobre todo cuando ha muerto uno de los padres, no es bueno decirles que el ser querido muerto ?está realizando un largo viaje? pues esto pudiera reforzar su sentimiento de desamparo y llevarle a pensar que el ser querido se ha ido sin siquiera decirle adiós (esto estimula su pensamiento mágico respecto a cierta responsabilidad suya por el suceso que condujo a su ?haberse ido?), o que el ser querido está durmiendo, pues si equipara el sueño con la muerte pudiera desarrollar cierto miedo o terror a dormir. Como hemos visto, la comunicación sincera, apropiada y ajustada al nivel de compresión y edad del niño es y siempre será buena.

Consejos generales respecto a la comunicación
Por más que deseemos proteger a los  niños de conocer la muerte, depende de nosotros como adultos que les ayudemos a comprender esta realidad básica de todos los días, especialmente cuando no tenemos tiempo de ayudarles a entender lo que están viendo en sus video-juegos y dibujos animados, en donde la muerte parece tan extraña e irreal, casi un juego. Necesitamos ayudarles a afirmar y reconocer sus emociones y a resolver y entender sus miedos de una forma más adecuada para su desarrollo como adultos saludables.

Es importante tener presente las siguientes consideraciones generales:

1. Aproveche los momentos pedagógicos para hablar de la muerte.
2. Escuche y reconozca los sentimientos de los niños como válidos y adecuados.
3. Sea paciente y prepárese a repetir muchas veces la misma conversación.
4. Sea claro y objetivo.
5. Recuerde que el duelo es un asunto de familia.

Aproveche los momentos pedagógicos para hablar de la muerte.
La muerte de una mascota, de un animal común, de un personaje público o un acontecimiento trágico son buenos momentos pedagógicos para presentar a los niños el tema de la muerte. Pueden utilizarse palabras como ?Rufo ha dejado de vivir del todo y ya no volverá. Cuando alguien se muere, está bien y es normal estar tristes por un tiempo?. De esta forma el entenderá que los sentimientos de tristeza son normales y naturales y que la tristeza acabará por desaparecer.

En las conversaciones inmediatas a la muerte, es muy importante resaltarle al niño que es mucho mejor hablar del dolor y la tristeza y sentirla ?pues la tristeza es necesaria para curar la herida-, que guardársela dentro (reprimirla) y fingir que no está ahí o que no se siente; esto solo hará más daño que beneficio y la herida tardará más en curarse. Al acompañar a los niños en este proceso de aprendizaje de la muerte les estamos dando elementos esenciales (estrategias y herramientas) para afrontar las inevitables pérdidas futuras.

Escuche y reconozca los sentimientos de los niños como válidos y adecuados
Escuche lo que los niños dicen y sienten mientras hablan con usted, con sus amigos o cuando hablan o cantan solos, de esta forma tendrá alguna idea de lo que los niños están pensando y sintiendo. Observe su forma de expresarse y su nivel de actividad física. No es necesario que les hable a diario de la muerte u otros temas relacionados; aproveche los momentos que parezcan más naturales y agradables. Procure no proyectar sus miedos y ansiedades en ellos y sea consciente de sus estados de ánimo y preocupaciones (recuerde la comunicación infraverbal).

Sea paciente y prepárese a repetir muchas veces la misma conversación
El concepto de la muerte es algo muy complejo y los niños pequeños pueden no entenderlo. De igual forma, y aunque los adolescentes están aceptando su propia mortalidad, puede también resultarles difícil captar la realidad de la muerte. Es probable que necesite repetir la misma conversación muchas veces, por ello, intente permanecer tranquilo, serio y compasivo para ayudarlos a comprenderla.

Sea claro y objetivo
Cuando hable con los niños de la muerte, intente emplear siempre un lenguaje sencillo y directo pues evitará crear miedos y falsas ideas. Responda a sus preguntas con hechos concretos y con veracidad. Pídales que le repitan lo que se les ha dicho, pues de esta forma se asegurará que entienden lo que se les está diciendo.

Recuerde que el duelo es un asunto de familia
Debido a que el duelo es un asunto de familia, y que ésta constituye el primer y más valioso grupo de apoyo que compartirá información, preocupaciones e ideas relacionadas con la muerte, la aflicción y el luto, todos los miembros de la familia deben tener la misma oportunidad para expresarse y recibir atención y apoyo. Aprender sobre la muerte como una familia fortalece los lazos de unión y se desmitifican ciertos mitos como el que asegura que hablar de la muerte hace que las personas se mueran.

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Fuente: http://montedeoya.homestead.com/malasnoticias.html