Respaldo de material de tanatología

El duelo

DUELO
El duelo es una reacción normal secundaria      a la muerte de un ser querido.
  Supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación.
  Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de muerte (esperada o repentina, apacible o violenta..), de la intensidad de la unión con el fallecido, de las características de la relación con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia…), de la edad…
La duración del duelo por la muerte de una persona muy querida puede durar entre 1 y 3 años.
Duelo resuelto. Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en la vida y en los vivos.
Las emociones positivas, anticipan acontecimientos agradables; las emociones desagradables se asocian con la experiencia de dolor, miedo, etc. las cuales son normales.
Cuando se nos ha diagnosticado una enfermedad. Estas emociones no son ni buenas ni malas, solo una forma de reaccionar del organismo.
Sin embargo es necesario recurrir a un profesional, como en este caso al psiconcologo, para aprender como lidiar con ellas.
Se identifican cinco fases en el proceso de duelo
1. Rechazo y aislamiento,
2. Expresión de rabia,
3. Regateo,
4. Depresión,
5. Resolución o aceptación.
    Estas    situaciones no se dan en un orden fijo.
¿CÓMO IDENTIFICARLAS?
Cada uno de los trastornos se manifiesta por diferentes tipos de respuesta que se pueden agrupar en tres clases:

La primera son respuestas de comportamiento que básicamente  la persona presenta cuando tiene un estado emocional particular y que los demás pueden observar.

La segunda clase son respuestas cognitivas que en sí son los pensamientos que tiene la persona.

La tercera clase de respuesta es fisiológica y hace referencia a la forma de responder del cuerpo cuando hay un estado de ánimo particular.

¿CÓMO MANEJARLAS?
Aceptar la presencia del trastorno.

DEPRESIÓN
El trastorno depresivo es una enfermedad que afecta el organismo (cerebro), el ánimo y la manera de pensar. Afecta la forma en que una persona come, duerme y la autoestima, etc.

Un trastorno depresivo no es un estado pasajero de tristeza. No indica debilidad personal.
  No es una condición de la cual el individuo pueda liberarse a voluntad.

Las personas que padecen un trastorno depresivo no pueden decir simplemente ?ya basta, me voy a poner bien?.
  Sin tratamiento, los síntomas pueden durar semanas, meses e incluso años.

La depresión es la forma más común del sufrimiento mental, causa serios problemas en la vida familiar, social y laboral de los pacientes que la padecen.
  Tiene un impacto muy negativo en la calidad de vida de estas personas.
En todo el mundo afecta a una de cada cinco, sin embargo, la reacción general, tanto de pacientes deprimidos como de familiares y amigos, es de impotencia e incomprensión…

¿Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como ocurre en un divorcio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.
¿Cuáles son los sentimientos normales de un duelo?

A medida que usted le hace frente a una pérdida usted puede tener sentimientos diferentes en momentos diferentes. Estos sentimientos incluyen choque, negación, rabia, culpabilidad, tristeza y aceptación. Usted puede encontrarse alternando de un sentimiento a otro. Por ejemplo, justo cuando parece que está comenzando a aceptar su pérdida usted puede volver a sentir tristeza o rabia. Su duelo puede no desaparecer por completo nunca. Pero el dolor que usted siente disminuirá con el tiempo a medida que usted se sobrepone a estos sentimientos. Tener dificultad para dormir
¿Qué sucede al principio?
En las primeras horas o días después de la pérdida usted puede sentir un choque, no sentir nada y estar confundido. Puede que usted no recuerde lo que las personas le están diciendo. Puede sentirse aturdido y como si estuviera haciendo las cosas como un robot. Usted puede pensar y actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Esto se llama negación.
A medida que el choque desaparece usted irá viendo la realidad poco a poco. usted comenzará a darse cuenta de que la pérdida en realidad si ocurrió. Es normal sentirse abandonado y con rabia. Usted puede dirigir su rabia hacia Dios, la religión, los médicos y las enfermeras, la persona que ha muerto u otros seres queridos o incluso hacia si mismo.
¿Qué sucede después de que la rabia desaparece?
Después de que usted atraviesa por parte de la rabia y negación es normal tratar de pretender que las cosas son como solían ser. Si alguien que usted amaba muere es probable que usted piense y piense en los recuerdos que tiene en su mente. Es probable que usted también sienta la presencia de su ser querido, piense que lo ve a él o a ella o piense que escucha su voz.
Es probable que usted también le hable a su ser querido como si aún estuviera en el mismo cuarto con usted. A medida que usted comienza a darse cuenta de que su ser querido ya no está y que no lo puede traer de nuevo al presente comenzará a sentir el impacto total de la pérdida. Estos sentimientos le pueden dar miedo pues son muy extraños y fuertes. Pueden hacerle sentir como que está perdiendo control.
¿Qué ocurre luego?
Cuando usted comienza a darse cuenta del impacto total de la pérdida en su vida, puede sentirse deprimido y sin esperanzas. También puede sentirse culpable. Puede encontrarse pensando cosas tales como “si tan sólo”, o “¿por qué a mi?”. Puede llorar sin ningún motivo aparente. Esta es la parte más dolorosa de la recuperación pero no dura para siempre. En un duelo normal, la depresión comienza a mejorar con el tiempo.
¿Cuál es la primera seña de alivio?
Usted puede comenzar a sentirse mejor con cosas pequeñas. Por ejemplo, puede comenzar a darse cuenta de que le es más difícil levantarse en las mañanas, o puede darle de pronto un poco más de energía. Este es el momento cuando comienza a reorganizar su vida teniendo en cuenta su pérdida o sin su ser querido.
Consejos para lidiar con una pérdida
? Hable con los demás acerca de cómo se está sintiendo
? Trate de mantenerse al día con sus actividades diarias para que no se sienta abrumado.
? Duerma suficientemente, coma una dieta bien balanceada y haga ejercicio con regularidad.
? Evite el alcohol. El alcohol le puede hacer sentirse más deprimido.
? Dar tiempo a reponerse de una perdida., para llorar, para no sentir nada, para tener rabia o para sentirse de la manera que este sintiéndose.
? Tan pronto como pueda vuelva a su rutina normal.
? Evite tomar decisiones importantes enseguida.
? Pida ayuda si la necesita
¿Cuál es la etapa final?

La etapa final en la aceptación de la pérdida es cuando usted comienza a volver a invertir tiempo en otras relaciones y actividades. Durante este tiempo es normal sentirse culpable o desleal con su ser querido pues está comenzando nuevas relaciones. También es normal revivir algunos de sus sentimientos en cumpleaños, aniversarios, festivos y durante otras fechas especiales.
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente dura entre seis meses y cuatro años.
Si en cualquier momento siente que está teniendo dificultad atravesando por este proceso pida ayuda. Las personas que pueden ayudarle incluyen amigos, familia, un miembro del clero, un asesor psicológico o un trapista, grupos de apoyo y su médico de familia.
Asegúrese de hablar con su médico de familia si tiene mucha dificultad para comer, dormir o concentrarse, lo cual persiste más de las primeras dos semanas. Estas cosas pueden ser señas de depresión. Su médico de familia le puede ayudar a superar su depresión y a comenzar a sentirse mejor con respecto a su pérdida.

Relación terapéutica
Acerca del amor
Que es un duelo
  La relación tanatoterapéutica es una relación compleja en donde se plasma el interjuego de las dinámicas culturales, interpersonales e interpsíquicas.
  Estamos en presencia de la muerte, pero de hecho nos ocupamos de la vida en sus últimos momentos.
  Frente a este desafío debiéramos preguntarnos: ¿Qué es la muerte? ¿Cómo la definimos? ¿Nos atrevemos a nombrarla? ¿Cómo se construyó este concepto en nuestra historia personal? ¿Qué nos sucede cuando un ser querido, un conocido, un paciente muere, o cuando nos informan que tiene una enfermedad terminal? Nos rebelamos. Lo negamos, nos resignamos, o lo aceptamos. ¿Tenemos consciencia que la muerte está presente en toda la vida? Cada muerte, como cada vida es singular y deja en nosotros una huella única. Todos quisiéramos saber cómo es la muerte, aunque pocos estemos dispuestos a admitirlo. Para muchos, la muerte sigue siendo un secreto oculto tan erotizado como temido.
  Situaciones fortuitas, muertes repentinas, accidentes, catástrofes y guerras, replanteos éticos consecuencia de nuestras profesiones, o crisis existenciales hacen que nos ocupemos de la muerte. En general, la muerte se asocia a la vejez y la enfermedad, este mito hace que nos interese más la muerte a medida que envejecemos. Tanto el envejecimiento como la muerte son cosas normales y naturales, pues una y otra son universales y sin excepción entre los “mortales”. La vejez y la muerte son, al mismo tiempo que normales, patológicas, es decir se manifiestan por desórdenes y enfermedades. La vejez y la muerte como perturbaciones abren, pues, la vía a la acción. Acción práctica que, por el momento, sólo puede ser paliativa pero que puede llegar a ser restauradora.
  Volvamos al desafío de atender, de acompañar a una persona afectada de una enfermedad terminal o moribunda, y escuchemos los interrogantes que debiéramos permitir que se nos planteen: ¿Cuál es mi grado de compromiso emocional, físico, técnico y espiritual? ¿Cuál es la manera más eficaz de colaborar en el proceso de la enfermedad y/o de muerte? ¿Cuál es el contexto en que está inmerso el paciente? ¿Cuáles son los recursos con los que él/ella cuenta: físicos, psíquicos, afectivos, económicos, espirituales, sociales? ¿Cuál es mi lugar dentro de ese contexto? ¿Qué se espera de mí y que es lo que estoy dispuesto a dar? ¿En qué momento del ciclo vital del paciente la enfermedad se despliega? ¿Y en qué momento del ciclo vital familiar?, y ¿cómo estos datos resuenan en mi persona en este momento particular de mi vida? En general, nuestro sufrimiento es mayor cuando se trata de un niño o un joven, que cuando se trata de una persona adulta de mayor edad. De cualquier manera, es  importante recordar lo que Cecily Saunders dijo: “La verdadera cuestión no es qué le decimos a nuestros pacientes, sino qué es lo que nosotros permitimos que ellos nos digan”, y ese permiso para hablar, para preguntar y para morir se lo daremos acorde a la elaboración de nuestros propios interrogantes existenciales.
  Parto de la idea de que somos seres singulares y sociales en permanente interacción con todo cuanto nos rodea, en nuestro contexto y en nuestro tiempo. La vida cotidiana es, de hecho, una vida en la que cada uno juega varios roles sociales de acuerdo a quien sea en soledad, en su trabajo, con amigos o con desconocidos. Vemos así, que cada sujeto tiene una multiplicidad de personajes en sí mismo, un mundo de fantasmas y de sueños que acompañan su vida.
  El mundo en el que vivimos es un mundo de la experiencia, que se construye a través de la percepción y el lenguaje que se genera en la interacción. Afectamos y somos afectados, somos causa y consecuencia en los múltiples eventos correlativos donde participamos modificando la percepción y a la que a través del lenguaje, le damos significado. Somos constructores de realidades. Somos presente dentro de un flujo continuo de presentes. Estamos influenciados por nuestras memorias de pasado y de futuro, por ciertos mitos y costumbres de nuestra cultura, por nuestra etnía, por nuestro contexto geográfico, por nuestras mudanzas, por nuestro género, por nuestras familias, por nuestra experiencia de ser seres vivos en permanente cambio, aunque en algunos niveles esos cambios sean imperceptibles. Comparto con autores como Gergen, que: “El conocimiento no es algo que esté en la cabeza de las personas, sino algo que las personas llevan a cabo conjuntamente”. Para Gergen, la realidad es
producida por acuerdo de significados, esto no ocurre fuera del contexto lingüístico humano. Maturana dice que: “Lo humano se vive en el conversar, en el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar que es el conversar. Más aun, lo humano se vive en redes de conversaciones que constituyen culturas.”
  Para ayudar-acompañar al paciente terminal, propongo un esquema cuyos bordes debieran ser permeables por los que atraviesan infinitas líneas y redes de información, que se interceptan, generan y/o bloquean nuevas formas de información y acción.

“Morir es un arte. Es un arte porque tiene propósito, o sea, no tiene un objetivo práctico. No hay en ello nada que tenga un valor mundano para nadie.
  El propósito de la muerte es que la humanidad como un todo construya un puente de amor o conciencia entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Todos cruzan al morir. La mayoría lo hace inconscientemente, al igual que los animales y el resto de las especies. Pero el arte es que el individuo, hombre o mujer, cruce conscientemente, o sea, permaneciendo consciente a lo largo de todo el proceso de morir.”
    Barry Long

morir con dignidad  Doris Suchecki
  “Nada es permanente excepto el cambio”
  Heráclito (540-480 a.C.)
  Sumario
  Hace algunos años, surgió la tanatología como disciplina de estudio de la muerte y el morir. Esta especialidad se originó y desarrolló a partir de investigaciones que se hicieron dentro del campo de la medicina contemporánea, la psicología y la sociología. Su objetivo es rescatar y valorizar el bien morir. Pero, para que esto realmente suceda, estas tres disciplinas científicas tendrán su razón de ser, si se nutren en la filosofía, la teología, (aunque uno mismo sea agnóstico), en el amor, la compasión y en la creatividad necesaria para acompañar a cada ser absolutamente singular.
  En este marco de ideas se abordan los antecedentes; el proceso tanatoterapéutico; la cultura, creencias y expectativas; la familia, el/la muriente y el momento del ciclo vital. Preocuparse por la muerte no significa una evasión ante la vida, todo lo contrario. La integración de la idea de muerte en el pensamiento permite erigir nuestras vidas de acuerdo a propuestas más conscientes y meditadas, no derrochando “demasiado tiempo en cosas sin importancia”.
  Palabras clave
  Bien morir. Interacción. Cultura. Singularidad.
  Introducción
  Pareciera que hablar de la muerte es convocarla y efectivamente, así es. Imágenes de seres queridos que ya no están físicamente con nosotros, se superponen con nuestras fantasías más temidas. La fascinación por lo desconocido se superpone con el miedo al deterioro, al dolor y al desapego.
  Hace algunos años, surgió la tanatología como disciplina de estudio de la muerte y el morir. Esta especialidad se originó y desarrolló a partir de investigaciones que se hicieron dentro del campo de la medicina contemporánea, la psicología y la sociología. Su objetivo es rescatar y valorizar el bien morir. Pero, para que esto realmente suceda, estas tres disciplinas científicas tendrán su razón de ser, si se nutren en la filosofía, la teología (aunque uno mismo sea agnóstico), en el amor, la compasión y en la creatividad necesaria para acompañar a cada ser absolutamente singular.
  Examinar la muerte, como examinar la vida, requiere la escucha y la lectura de una pluralidad de discursos. Cada uno de ellos tiene un contexto de validez y un ámbito de aplicación. Sin embargo, es posible que no estemos en condiciones de comprender muchos de esos discursos, pero esto no quiere decir que por el sólo hecho de no comprender no existan o no sean realidades. El lenguaje del moribundo es caótico, y obliga a quienes nos especializamos en esta disciplina a colocar el caos dentro del orden. Pero, colocar el caos dentro del orden no significa ordenar el caos sino respetarlo. Acomodar con este pensamiento nos remite a uno de los puntos fundamentales que tiene que ver con el misterio de la vida y de la muerte, la humildad frente a lo desconocido.
  Antecedentes
  Hablar de la muerte y sus circunstancias se ha convertido en un tema tabú. A muchos de nosotros, admitir que la vida es limitada, nos produce una horrible sensación de vacío. Nos cuesta reconocer que parte del proceso de crecer, es aprender a convivir con la paradoja de “nacimos para morir”.
  Desde el principio de los tiempos el hombre luchó contra la idea de la muerte. Brujería, religiones, incluso la medicina fueron territorios en donde se combatía o por lo menos, donde se postergaba la muerte. Cuentan los narradores en los libros sagrados, en la literatura, en la poesía y en la filosofía, que el hombre notaba la proximidad de su muerte y actuaba en consecuencia según su momento histórico cultural. Eran tiempos en que las enfermedades algo graves casi siempre eran mortales. Por ejemplo en la Roma Imperial la longevidad no superaba los veinticinco años, promedio que se mantuvo durante la Edad Media y que aumentó en cinco años hasta mediados del siglo XIX, en que se llegaba a vivir treinta y cinco años. La longevidad era excepcional, se convivía con la muerte en lo cotidiano. Un documento pontificio de la Edad Media estipulaba que era obligación del médico no privar al moribundo de su muerte y que convenía que la presidiera. La proximidad de la muerte
trasformaba la habitación del moribundo en un lugar público. Las artes moriendi del siglo XV, ya recomendaban dejar al moribundo a solas con su alma para que no hubiese distracciones en su intimidad con Dios. A partir del siglo XVII, el moribundo dejó de ser el único dueño de su muerte. La compartió con su familia. Los médicos ilustrados de finales del siglo XVIII se quejaban de esta mala costumbre de invadir las habitaciones de los enfermos, e intentaban poner orden en ese caos de familiares, vecinos, y plañideras; velas y ventanas cerradas con el objeto de preparar al enfermo para un final más digno. La costumbre en el siglo XVIII y XIX, exigía que la muerte fuera el centro de una ceremonia ritual donde si bien el sacerdote tenía su sitio, era uno más entre los demás participantes. El moribundo estaba investido de una autoridad soberana, dictaba recomendaciones, daba órdenes y hacía las bendiciones.
  Estudios antropológicos, sociológicos, y psicológicos muestran que cuanto más avanzamos en el tiempo, y más ascendemos en la escala social y urbana, hay menos proximidad con la muerte, menos conciencia de muerte y más soledad. La muerte antaño era una figura familiar, era parte de la cotidianeidad. Admitirla hoy, es casi provocar una situación excepcional teñida de dramatismo. Algunos estamos saliendo de ese período de negación de la muerte: en que se la escondía, se tenía vergüenza, se la negaba. “De eso no se habla”, “Es obsceno”, “Es demasiado triste”. Los ritos de la muerte habían perdido validez. Frente a la muerte sólo se intentaba eliminar el cuerpo que delataba el fracaso humano.
  El desarrollo contemporáneo de la ciencia y la tecnología ha contribuido a fortalecer la creencia a esperar imposibles. Nadie debiera enfermar. Nadie debiera envejecer, nadie debiera morir. Nadie debiera sufrir. Esta negación de la muerte y de la naturaleza humana, no logra sostenerse en la realidad. En consecuencia, se asocia la muerte al fracaso de la tecnología y la ciencia.
  Albert Schweitzer escribió:
  “Si queremos llegar a ser buenas personas de verdad, debemos familiarizarnos con la idea de la muerte. No necesitamos pensar en ella todos los días ni a cada hora. Pero cuando la senda de la vida nos conduzca a una posición ventajosa donde el paisaje alrededor desaparezca, y contemplemos la vista distante hasta el mismo final, no cerremos los ojos. Hagamos una pausa por un momento, observemos el paisaje lejano, y luego prosigamos. Pensar en la muerte de este modo produce amor por la vida. Cuando estamos familiarizados con la muerte, aceptamos cada semana, cada día como un don. Sólo cuando somos capaces de aceptar así la vida, poco a poco, ésta se torna preciosa.”
  A partir de los años cincuenta de este siglo, médico y enfermeras del tenor de Elisabeth Kubler-Ross y Cecily Saunders comenzaron a plantearse problemas acerca de la muerte y el proce
so de morir. Crearon un movimiento basado en el amor y la escucha. Observaron reacciones, estados, etapas por los que transitan los murientes en el tiempo de vida. Fundaron hospicios con cuidados paliativos para acompañar en los últimos momentos a personas afectadas de enfermedades terminales. En la década de los setenta, los Simonton y Stephen Levine encontraron caminos alternativos basados en programas grupales o individuales de meditación y resignificación de la enfermedad y la muerte. Muchos enfermos lograron revertir el diagnóstico, o simplemente recuperar la dignidad para morir. Este movimiento se ha ido expandiendo, y con ello se está rompiendo el tabú.
  El hecho de preocuparse de la muerte no significa una evasión ante la vida, todo lo contrario. La integración de la idea de la muerte en el pensamiento, permite erigir nuestras vidas de acuerdo a propuestas más conscientes y meditadas, no derrochando “demasiado tiempo en cosas sin importancia”.
En principio voy a acudir a los miembros de la lista que están involucrados directamente en el trabajo Tanatológico y a todos los que deseen aportar, para que puedan brindarnos una orientación  sobre cómo abordar el problema en forma práctica, pues ésta situación implica el trabajo con la persona y la familia en todos los niveles: físico, mental, emocional y espiritual (división hecha para una mejor comprensión del asunto.) Aqui un alcance de lo que el trabajo tanatológico familiar implica (tomado de la web del Dr. Jorge Montoya):

“Las formas en las cuales la familia cuida de su enfermo son múltiples y muy variadas en sí mismas. Cada familia -según su
historia, organización y estructura- posee su propia jerarquía de prioridades que abordar de manera más o menos efectiva. Bien es cierto que las familias no se agotan tanto física y emocionalmente si pueden participar de algún modo en el cuidado de su enfermo; tal colaboración y el hecho de formar parte del equipo de tratamiento pueden serles útil en su propio proceso de duelo al permitirles reflexionar, no sólo sobre el apoyo que su presencia supuso sino también en la comodidad y bienestar que le proporcionaron con sus
cuidados.

Entre las formas de apoyo provisto por las familias destacan:

1. Disposición de apoyo emocional Es el más abstracto si bien el más inmediato e imponente de los roles de la familia; además, constituye la principal fuente de estrategias de afrontamiento para el paciente. Aunque alguno de los
miembros de la familia puede verse quebrantado por el diagnóstico de enfermedad terminal en uno de sus seres queridos, de ellos se espera, tanto por parte del equipo asistencial como de otros, y por ellos mismos, que sean capaces de contener sus sentimientos y funcionar soportivamente hacia el paciente, situación que con frecuencia es sobre-estimada por el equipo asistente y por otros allegados de la familia.

2. Responsabilidad compartida en la toma de decisiones El diagnóstico de enfermedad terminal produce complejas e inmediatas tomas de decisiones en los pacientes, en un momento en que el enfermo quizá sea menos capaz de tomarlas; habitualmente las familias dan un paso en este sentido, comprometiéndose y formando en ocasiones el punto de enlace necesario para evaluar y explorar un paquete de nueva y difícil información.

3. Disposición de cuidados concretos En este sentido se confirma la importancia de la familia como miembro activo del equipo de tratamiento, particularmente cuando la asistencia domiciliaria y la muerte del enfermo en el hogar es una perspectiva no lejos de ser una realidad. La situación de cuidados concretos en el domicilio ha cambiado sin embargo en las últimas décadas; hoy día la situación es más difícil y costosa, tanto en términos económicos como humanos.

4. Disponer un marco de continuidad Además de todos los problemas que la familia ha de algún modo
soportar y de las varias tareas que simultáneamente ha de cumplir, debe llenar y reemplazar la pérdida del rol y contribución del miembro enfermo, afrontar antiguas y nuevas demandas, satisfacer las necesidades emocionales de los demás miembros de la familia que se ven súbitamente aumentadas por la crisis de la enfermedad y continuar adaptándose a las multitudinarias funciones para las cuales era previamente responsable (alimentación, educación, crianza, economía familiar, etc.). Este mantenimiento de la estabilidad en medio del cambio puede ser una de las tareas más agotadoras para los miembros de la familia, precisamente en un momento en que sus estrategias de afrontamiento están siendo
fuertemente tensionadas. Aunque estas tareas no pueden ser llamadas “cuidado directo del paciente” si que son esenciales para su bienestar.

EL TRABAJO CON LOS FAMILIARES

La incertidumbre y las múltiples demandas difíciles, propias de la fase terminal de una enfermedad, comúnmente crean dificultades en las relaciones y funcionamiento de la familia aun cuando su respuesta a la enfermedad haya sido apropiada y adaptativa. Es improbable que los miembros del grupo puedan resolver tales dificultades si, en primer lugar, disponen de información poco clara o adecuada respecto a su propia manera de funcionar.

Desde la perspectiva del sistema familiar, toda esta presentación de quejas no sólo son problemas únicos en su propio derecho, sino que también claramente marcan la disfunción familiar(21). Evaluar sólo los problemas que se presentan abiertamente puede ser insuficiente debido a que estos son alimentados por una más profunda dinámica familiar.

Cuando los problemas o creencias implícitas son hechas explícitas, y las diferencias entre el pasado y el presente son señaladas, pueden ser más fácilmente manejadas, la tensión suele disminuir y el comportamiento llega a ser más apropiado. Cuando no lo son, causan un estrés continuo en la familia y dificultades de manejo. En otras ocasiones, por el contrario, como en tantos otros aspectos de la medicina, la mejor opción puede ser dejar evolucionar espontáneamente y vigilantemente la maduración del proceso sujeto a evaluación, que el tratar de modificar unas estrategias de afrontamiento por molestas que estas puedan parecer.

En cualquier caso, es indispensable que toda la familia cuente con la oportunidad de discutir y aclarar la naturaleza de la enfermedad, y el curso que esta seguirá dentro de lo previsible. Siempre que sea posible, todos los familiares cercanos deben participar, además, en la discusión de los planes para cuidar al enfermo en el domicilio, a fin de que se expresen y resuelvan las preocupaciones individuales y generales.

Una vez que se establecen y se llama la atención sobre los aspectos comunes de su problema, es posible desarrollar métodos de apoyo mutuo para los momentos de tensión que el futuro pueda deparar. Por otra parte, se pueden recoger patrones disfuncionales antes de que ellos alcancen el punto de una ruptura aguda. Reconociéndoles más tempranamente, posiblemente más efectiva sea la intervención.

Con frecuencia será preciso repasar una misma explicación en varias ocasiones hasta que los familiares distingan lo que pueden esperar de sí mismos y del enfermo durante la etapa terminal de la enfermedad. También se observa un gran alivio cuando el asistente destaca que es él quien informará al paciente en cada circunstancia que amerite la transmisión de una información potencialmente angustiante.

Cuánto tiempo dura el duelo?
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente dura entre seis meses y cuatro años.

Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como ocurre en un divorcio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.
DEPRESION

La depresión es un trastorno afectivo del estado de ánimo que se caracteriza por alteraciones del humor, tristeza, disminución de la autoestima, inhibición, fragilidad, fatiga, insomnio y pensamientos negativos. Su consecuencia principal es la disminución de la actividad vital de la persona que la padece; aparece una incapacidad para llevar una vida normal.
A menudo, la depresión viene unida a crisis de ansiedad que provoca en la persona una inquietud y angustia repentina sin ningún motivo aparente.
Esta enfermedad puede aparecer en las diferentes etapas de la vida de una persona y en cada edad tiene unos factores desencadenantes distintos.
Para su tratamiento suelen combinarse los fármacos y la psicoterapia, dependiendo de cada caso y de la gravedad del mismo. En la terapia se intenta detallar entre el paciente y el terapeuta los factores que ocasionaron la enfermedad y entre los dos se buscan soluciones que hagan que el paciente consiga recuperar su vida anterior

QUE ES LA MUERTE

Es un hecho innegable que algún día tenemos que morir. Tarde o temprano tenemos que enfrentarnos a esta realidad, entonces, hay que prepararse para ello aquí y ahora…

El entrenamiento en el arte de morir radica en descubrir nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, durante la vida. El estado normal de las cosas es que la personalidad dirige nuestra vida y abruma a la naturaleza esencial. Este es nuestro punto de partida.

En cada vida tienes una sola oportunidad de morir. Es un tiempo precioso y es un don precioso. La muerte es la experiencia culminante del vivir, la oportunidad última de percibir por ti mismo la verdad completa que subyace a la existencia.

Por lo tanto, tienes esta vida (lo que te queda de ella) para prepararte para el momento más importante: el momento de tu muerte física, el momento en que tu esencia se libera y debes permanecer más atento y presente, más consciente que nunca.

Aquel que aprende el arte de morir también se convierte en un experto en el arte de vivir. Si tú no lo haces, quién lo hará por tu? Si no es ahora, entonces….. Cuándo?

Haz que hoy sea un buen día para vivir, pero también para morir.
¿Qué es un duelo?
El duelo es una respuesta normal y saludable ante una pérdida. Una de las pérdidas más grandes que puede ocurrir es la muerte de alguien que usted ama. Otras pérdidas incluyen la pérdida de la salud suya o de la salud de alguien que usted quiere, o el fin de una relación importante tal como ocurre en un divorcio. Recuperarse de una pérdida involucra aceptar la pérdida y el significado de la pérdida en su vida.
¿Cuáles son los sentimientos normales de un duelo?

A medida que usted le hace frente a una pérdida usted puede tener sentimientos diferentes en momentos diferentes. Estos sentimientos incluyen choque, negación, rabia, culpabilidad, tristeza y aceptación. Usted puede encontrarse alternando de un sentimiento a otro. Por ejemplo, justo cuando parece que está comenzando a aceptar su pérdida usted puede volver a sentir tristeza o rabia. Su duelo puede no desaparecer por completo nunca. Pero el dolor que usted siente disminuirá con el tiempo a medida que usted se sobrepone a estos sentimientos. Tener dificultad para dormir
¿Qué sucede al principio?
En las primeras horas o días después de la pérdida usted puede sentir un choque, no sentir nada y estar confundido. Puede que usted no recuerde lo que las personas le están diciendo. Puede sentirse aturdido y como si estuviera haciendo las cosas como un robot. Usted puede pensar y actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Esto se llama negación.
A medida que el choque desaparece usted irá viendo la realidad poco a poco. usted comenzará a darse cuenta de que la pérdida en realidad si ocurrió. Es normal sentirse abandonado y con rabia. Usted puede dirigir su rabia hacia Dios, la religión, los médicos y las enfermeras, la persona que ha muerto u otros seres queridos o incluso hacia si mismo.
¿Qué sucede después de que la rabia desaparece?
Después de que usted atraviesa por parte de la rabia y negación es normal tratar de pretender que las cosas son como solían ser. Si alguien que usted amaba muere es probable que usted piense y piense en los recuerdos que tiene en su mente. Es probable que usted también sienta la presencia de su ser querido, piense que lo ve a él o a ella o piense que escucha su voz.
Es probable que usted también le hable a su ser querido como si aún estuviera en el mismo cuarto con usted. A medida que usted comienza a darse cuenta de que su ser querido ya no está y que no lo puede traer de nuevo al presente comenzará a sentir el impacto total de la pérdida. Estos sentimientos le pueden dar miedo pues son muy extraños y fuertes. Pueden hacerle sentir como que está perdiendo control.
¿Qué ocurre luego?
Cuando usted comienza a darse cuenta del impacto total de la pérdida en su vida, puede sentirse deprimido y sin esperanzas. También puede sentirse culpable. Puede encontrarse pensando cosas tales como “si tan sólo”, o “¿por qué a mi?”. Puede llorar sin ningún motivo aparente. Esta es la parte más dolorosa de la recuperación pero no dura para siempre. En un duelo normal, la depresión comienza a mejorar con el tiempo.
¿Cuál es la primera seña de alivio?
Usted puede comenzar a sentirse mejor con cosas pequeñas. Por ejemplo, puede comenzar a darse cuenta de que le es más difícil levantarse en las mañanas, o puede darle de pronto un poco más de energía. Este es el momento cuando comienza a reorganizar su vida teniendo en cuenta su pérdida o sin su ser querido.
Consejos para lidiar con una pérdida
? Hable con los demás acerca de cómo se está sintiendo
? Trate de mantenerse al día con sus actividades diarias para que no se sienta abrumado.
? Duerma suficientemente, coma una dieta bien balanceada y haga ejercicio con regularidad.
? Evite el alcohol. El alcohol le puede hacer sentirse más deprimido.
? Dar tiempo a reponerse de una perdida., para llorar, para no sentir nada, para tener rabia o para sentirse de la manera que este sintiéndose.
? Tan pronto como pueda vuelva a su rutina normal.
? Evite tomar decisiones importantes enseguida.
? Pida ayuda si la necesita
¿Cuál es la etapa final?

La etapa final en la aceptación de la pérdida es cuando usted comienza a volver a invertir tiempo en otras relaciones y actividades. Durante este tiempo es normal sentirse culpable o desleal con su ser querido pues está comenzando nuevas relaciones. También es normal revivir algunos de sus sentimientos en cumpleaños, aniversarios, festivos y durante otras fechas especiales.
Probablemente usted comenzará a sentirse mejor en seis a ocho semanas. El proceso completo usualmente dura entre seis meses y cuatro años.
Si en cualquier momento siente que está teniendo dificultad atravesando por este proceso pida ayuda. Las personas que pueden ayudarle incluyen amigos, familia, un miembro del clero, un asesor psicológico o un terapista, grupos de apoyo y su médico de familia.
Asegúrese de hablar con su médico de familia si tiene mucha dificultad para comer, dormir o concentrarse, lo cual persiste más de las primeras dos semanas. Estas cosas pueden ser señas de depresión. Su médico de familia le puede ayudar a superar su depresión y a comenzar a sentirse mejor con respecto a su pérdida.

LAS FASES DEL DUELO

LAS FASES DEL DUELO

Zarina Moderador  Enviando en: martes, 10 de junio, 2003 – 04:56 pm

Ya en 1944 se describe las siguientes fases en el duelo inmediato: problemas somáticos, preocupaciones relacionadas con la imagen del fallecido, culpa, reacciones hostiles y pérdida de patrones de conducta.

La Dra. Kübler-Ross describe el duelo como el paso a través de 5 fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Therese Rando habla de tres fases dinámicas, con fluctuaciones y características individuales, al ser la respuesta siempre personal:
? La fase de rechazo: de shock, estupor y negación, tanto en lenguaje real como simbólico.
? La fase de confrontación: el dolor es muy intenso, con un estado emocional muy fuerte, en el que uno se va repitiendo que el ser querido ha muerto, manifestando ira y furor contra todo y contra todos. « ¿Por qué a mí?»
? La fase de acomodación: declina gradualmente el dolor agudo y comienza una reinserción emocional y social en el mundo cotidiano, en el que poco a poco el doliente aprende a vivir sin el fallecido.

Fase I.
Shock, insensibilidad, estupefacción, nada parece real al doliente. Está como en trance. La gente le habla y no responde: se siente espectador. No puede concentrarse ni tiene energía; está «aturdido», paralizado y los sentimientos como dormidos, «anestesiados». Su comportamiento podría interpretarse a veces como «de serenidad», pero el doliente se desmorona en cuanto se da cuenta de la realidad.

Esta situación responde a un mecanismo de protección ante la amenaza de un dolor psíquico y confusión intolerables. Es un escape natural y temporal, que amortigua el impacto inmediato y ayuda a ir asimilando la terrible realidad. Pues aún cuando haya una aceptación «intelectual» de la pérdida, el proceso emocional es muy lento y puede durar días o meses.

Negación,incredulidad: «no es a mí»; «ha habido un error»; «estoy soñando.»

El doliente habla en tiempo presente del fallecido. No renuncia a la esperanza de que va a volver. «No ha ocurrido nada».

Los profesionales deben evitar en esta fase los, eufemismos, evasiones y fantasías, como «se nos ha ido «, «ha partido», «se ha ido por delante».
Pánico. El doliente sólo puede pensar en la pérdida y está «paralizado por el miedo»: miedo a perder los nervios y el control, a no poder concentrarse, a volverse loco, a lo desconocido, al futuro.¿Qué me va a ocurrir? El doliente está emocionalmente desorganizado; se siente solo,triste, vacío, confuso, desamparado y desesperado, postrado y lleno de desolación. La idea de suicidio no es infrecuente.

Este pánico es normal y hay que decírselo.
Sentimientos y emociones en esta etapa: El dolor, emoción humana básica absolutamente normal, aún siendo universal, es extremadamente personal.

Nunca se hacen dos duelos iguales.»Cada persona llora la muerte de su ser querido de un modo diferente». En estos primeros momentos, el dolor es aterrador e irregular y se expresa a través de una gama extensa de sentimientos, con reacciones muy variadas y a menudo contradictorias.

? Son frecuentes los sentimientos de «oportunidad perdida» en esta relación.
? También los de inseguridad: no sabe uno dónde está; la tierra que pisa ya no es firme.
? Como se ha apuntado, aparecen a menudo sentimientos de desesperación (e incluso la idea de suicidio). Distraen del enojo, resentimiento, cólera que siente el doliente hacia las personas, el muerto,el médico o el sistema sanitario y del sentimiento de culpabilidad por esas reacciones.
? Hay una búsqueda que varía desde sentimientos de agitación a la búsqueda física, real, de la persona fallecida.
? La desolación y el llanto son muy frecuentes en un primermomento; éste es precisamente el tiempo en que el doliente debe afligirse y suprimir o ignorar las reacciones de dolor puede retrasar o alterar el duelo.

Por el contrario, las emociones que se sienten, al ser expresadas, ayudan a emerger frustaciones. Hablar del muerto y llorar, alivia y hace que se compartan sentimientos con otros.

El identificar estas emociones: «estoy triste»,»estoy furioso» «estoy dolido« desahoga y sirven de cauce para que las penas fluyan.

Las formas de respuesta a la aflicción pueden manifestarse por:
Diferentes sensaciones físicas: náuseas, vértigo, palpitaciones, opresión en la boca del estómago,en el pecho,vacío en el estómago, sequedad de boca,ahogo, hipersensibilidad al ruido,fatiga, dolores de cabeza, de espalda.

Madoz describe en esta fase los comportamientos siguientes:
? Aquellos que bloquean la percepción. Como «desmayos» o «desfallecimientos», estados crepusculares, (estar «traspuesto») o bloqueos pseudocatatónicos(inmóvil, rígido y sin respuestas).
? Aquellos que alteran la motricidad: parálisis de partes del cuerpo, inhibición de movimientos, automatismos motóricos regresivos(balanceo) o repetitivos sin sentido («respiraciones artificiales» interminables).
Esta fase puede durar horas, días o semanas.

Fase II

El sentido de culpa relacionado con la pérdida aparece como fenómeno de autocastigo y autorrecnminación: cosas que no hizo, no dijo o actuaciones que hicieron daño a esa persona amada:» Si al menos hubiera llamado antes al médico, le hubiera tratado más cariñosamente, le hubiera cuidado más, hubiera tenido más paciencia,le hubiera expresado cariño con más frecuencia.»

Hay sentimientos de pérdida de «la vida no vivida».

Antes de la muerte siempre existe la esperanza de que las cosas pueden cambiar. La muerte hace examinar la vida: los propios fallos, errores, injusticias, lo que se ha hecho o dejado de hacer.

En el caso de un hijo o de un cónyuge este sentimiento puede revestir gran intensidad.

El sentido de culpa sin resolver y las emociones mal interpretadas pueden llevar al doliente a sentirse mal durante años o a manifestarlo a traves de síntomas físicos.

Puesto que el pasado no puede cambiarse, hay que aceptarlo e integrarlo en la propia vida; el aceptar la culpa es una forma de integración.

El doliente está furioso; lleno de ira, rabia y resentimiento.

Cólera: ¿Por qué no se ha muerto mi vecino que es un sinvergüenza?

Enojo: contra el hospital, contra los médicos y enfermeras,con los que te rodean-.qué se han creído, hablan de mi futuro y no hay futuro para mí..

Indignación con el propio ser querido, «que se ha ido» que «está descansando»..

Rabia contra uno mismo y contra los demás.

Depresión y abandono. Prima el sentimiento de desolación. «Nadie ha sufrido un duelo como el suyo».
La depresión aparece en esta etapa como un fenómeno normal y sano. Es una necesidad psicológica, un camino lento y tortuoso para llegar a aceptar la pérdida y forma parte del proceso de decir «adiós» al ser querido.

«El sol luce», pero está envuelto en nubes y el doliente no lo ve. Puede ayudarle, el asegurar que «la nubes pasan y «se levantan»,aunque en estos momentos a él le parezca imposible.

Disminuye de manera importante la autoestiina:«no me importa el aspecto», «no valgo la pena», no puedo ser merecedor del afecto de otros» .

Sentimientos y emociones en la fase II

El resentimiento disminuye el sufrimiento y la cólera.

Está mejorando puesto que puede expresar sentimientos muy fuertes de los que no se creía capaz.

Estos sentimientos son normales en las personase deben aceptarse, pero a menudo procuramos sublimarlos. Es una fase normal en el proceso del duelo e inicia la salida de la depresión.

Comportamientos: alteraciones del apetito,
insomnio, miedo a enfermar, aislamiento social, evitar lo que recuerda al difunto o por el contrario llevar objetos del fallecido o atesorar objetos que le pertenecían, visitar los lugares que se frecuentaron juntos.

Se dan a menudo síntomas físicos de enfermedad originados por el dolor, la angustia y el stress, que a su vez provocan una depresión del sistema inmunológico; el doliente se vuelve físicamente más vulnerable.

Los problemas de salud a lo largo del proceso, pueden indicar fijaciones por problemas emocionales mal resueltos.

El entender la causa de todos estos «síntomas» puede ayudar a trabajar la pérdida.

Esta fase puede durar desde semanas a meses

Fase III.

Resistencia a volver a la vida habitual. El doliente se siente sin fuerzas, débil e incapaz de afrontar nuevas situaciones y decisiones.

Piensa que los que le rodean no tienen ni idea de la magnitud de la pérdida, terrible y muy especial. No se duele delante de cualquiera, su duelo es un asunto privado. Le hablan de otras cosas ignorando su pena.Todos han olvidado lo ocurrido, pero «alguien tiene que recordarlo».

Quiere tomarse su tiempo para hacer el duelo, se resiste a darlo por acabado.

En realidad se produce una «conspiración del silencio» y no se menciona al difunto para no provocar la aflicción del doliente. Algo importante que pueden realizar los familiares y amigos es el ayudar a conservar la memoria del difunto.

El doliente debería abrirse a nuevas relaciones e iniciar algo diferente. Pero no le apetece y le cuesta, lo cual es muy normal.

Fase IV.

Afirmación de la realidad y recuperación. Gradualmente se va abriendo paso la esperanza. Las nubes se van despejando. Se alternan temporadas buenas con los baches, que casi siempre coinciden con fechas clave, aniversarios y fiestas significativas.

Se recupera el sentido de sí mismo que pasa por aceptar la pérdida: mi hijo ha muerto. Se afronta la dura realidad.

En muchos casos, el doliente prefiere trabajar por sí mismo su dolor; aunque siempre necesita la calidez, la ayuda y el afecto de los que le rodean,para motivarle a buscar otras relaciones, trabajos o hobbies que den un nuevo sentido a la vida.

Otras veces requiere ayuda más profesionalizada.
Reconocer el dolor e intentar vivirlo,es expresión de salud mental. En el dolor no hay atajos,no se puede huir de él, hay que atravesarlo.

Repasar los recuerdos agradables y desagradables, también alivia.

Todos los estudiosos del duelo están de acuerdo en afirmar que un duelo se resuelve mejor si se cuenta con soporte emocional y social adecuados, ya que el doliente aprende que no tiene que afrontar el presente y el futuro solo: cuenta con familiares y amigos que le ayudan a temer menos al mundo real.

La experiencia – durísima – de un duelo, da la oportunidad de ayudar a otros cuando sufren trances similares.

EL DUELO COMO TRABAJO

El duelo es un trabajo
La mayoría de los estudiosos del duelo, coinciden en que el doliente necesita estar activo y «hacer» más que esperar que «algo ocurra« de manera que el proceso probablemente consiste tanto en experimentar a través de unas fases como en cumplir ciertas tareas.

Un duelo requiere energía física y emocional, ya que hay que hacer activamente cosas para una resolución positiva del mismo.

A la vez, existen reacciones emotivas de tremenda intensidad que necesitan ser expresadas y aceptadas para acomodarse a la ausencia del ser querido, construirse una nueva identidad y rehacer una nueva vida en la que nunca más estará esa persona.

«Los trabajos del duelo», difieren de las fases del duelo; requieren actividad por parte del doliente y son muy valiosos para el proceso.
«Resolución del duelo» es la etapa final del mismo.

La Dra. Kübler Ross insiste en el duelo como proceso y como trabajo que posibilitan al doliente el salir fortalecido y enriquecido de esta experiencia.

Cont…

(Message edited by Zarina on Junio 10, 2003)

Los riesgos que conlleva un Duelo y Conclusiones.

Los riesgos que conlleva un Duelo y Conclusiones.

Zarina Moderador  Enviando en: martes, 10 de junio, 2003 – 05:20 pm

Los riesgos que puede conllevar un duelo:
Son factores de riesgo el tipo de muerte, las características de la relación doliente fallecido ya mencionadas, las características del superviviente y las circunstancias sociales.

? Las ideas de suicidio son frecuentes en el caso de la muerte de un niño pequeño de manera súbita e inesperada, en viudos, ancianos y hombres que pierden a su madre.
? Los supervivientes más vulnerables pueden ser: las amas de casa que no trabajan fuera del hogar, las personas con niños pequeños en casa, los cuales sufren asimismo un riesgo; aquellos que expresan intensos sentimientos de autorreproche.
? Las circunstancias sociales adversas se dan en personas de baja condición socioeconómica, aquellas que tienen apoyo social inadecuado, las que viven solas; las que han tenido trastornos psiquiátricos previos; también en las que abusan del alcohol u otras drogas.
? Crisis agudas de desorganización conductual, en las que es mejor no intervenir si lo solucionan familiares o amigos. En otros casos, el profesional debe mantener una actitud tolerante, empática, sin crfticas ni juicios de valor y tratando siempre de calmar la angustia del doliente.
? La posible demora potencial del duelo y su encronización.
Estos riesgos deben valorarse cuidadosamente y si se duda, avisar al psiquíatra.

Ayuda en el duelo inmediato

La ayuda al doliente al resto de la familia, de restarse mediante intervenciones en distintos momentos:
? Cuando el paciente está muy grave.
? Cuando fallece.
? En las primeras horas del duelo.
Cuando el paciente está muy grave:
? Procurar a los dolientes una sala donde encuentre una cierta intimidad.
? Avisar a otros familiares y amigos, que forman grupos de autoayuda.
? Informar de manera precisa, sencilla y clara.Inicialmente el médico, luego, haciéndoles visitas frecuentes una persona del equipo.
? Prestar apoyo empático, que pen-nitirá que expresen su ansiedad y otros sentimientos.
? Asegurarles que se está haciendo todo lo humanamente posible, empleando todos los recursos y cuidados intensivos, para ayudar al paciente.
? Preguntar si desean algún servicio religioso.

Cuando el ser querido fallece:

? Procurarles un ambiente acogedor y ofrecerles bebidas calientes -que alivian tensiones-.
? El médico comunicará la muerte y les explicará como ha ido el proceso. Se quedará unos minutos más para preguntarles cómo se sienten; puede utilizar algún contacto físico respetuoso y ofrecerse para hablar con ellos más adelante, si lo desean.
? Permanecerá con ellos la persona que les ha ido informando periódicamente; «les permitirá», animará y aceptará cualquier tipo de expresión de sus sentimientos, manteniendo una actitud empática.
? La contemplación del cuerpo del fallecido es muy importante para evitar posteriores fantasías, temores y fantasmas. La persona que se haga cargo de los familiares del fallecido :
? Les advertirá si el cuerpo presenta alteraciones visibles o cual es su aspecto actual (intubado, conectado al respirador si es donante de órganos,etc.)
? Les permitirá que le toquen y le hablen, «que puedan despedirse».
? Les acompañará durante todo el tiempo que permanezcan con el cadáver. No suele prolongarse más allá de 15 minutos. Les invitará a salir transcurrido ese tiempo.

Durante las primeras horas del duelo, se tendrán en cuenta las siguientes directrices:
? Se avisará, si lo desean, a algún familiar o amigo.
? Se les ayudará a expresar sus sentimientos «a su modo y manera», manteniendo una comprensión empática.
? Se les animará a que hablen de sus sentimientos hacia el fallecido, sin forzar nunca la situación. Respetar el silencio. Acompañarles.
? Ayudarles a asumir la hostilidad, especialmente la dirigida contra el difunto, el médico, el sistema sanitario.
? Ayudarles a iniciar las gestiones necesarias.
? En los casos en que no toman decisiones, sugerirles que vayan a comer, dormir, cte.
? Evitar al máximo tranquilizantes e hipnóticos. A veces resultan cómodos para el personal o determinados familiares, pero son peligrosos porque pueden posponer o patologizar el duelo.

CONCLUSIONES

La vida está sembrada de pequeñas y grandes pérdidas.

La muerte de un ser querido es una experiencia humana atroz, por la que todos tenemos que pasar en algún momento de nuestra existencia.

Un proceso de duelo, al que no podemos escapar, que es inevitable, que siempre se producirá, es la única respuesta posible.

Cuanto más activo sea, menor será su duración y el riesgo de que resurja de modo distorsionado en el futuro:

La manera más «sana» es hacer un duelo.
A pesar de la carga de sufrimiento que origina, puede transformar una experiencia aparentemente negativa en positiva, por el potencial creativo y de crecimiento que conlleva.

De la muerte surge la esperanza y con la esperanza, una nueva vida.

Los profesionales, están actualmente muy cerca de los dolientes y sus familiares. Si tienen conocimientos científicos del duelo y experiencias vitales del dolor humano, están en condiciones de ayudar y consolar a las personas que pasan por el trance de perder a un ser querido.

«No me quites mi duelo»
Doug Manning

EL DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA

Asunto: [duelo-perdida_emocional] EL DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA
Fecha: Domingo, 17 de Diciembre, 2000  09:47:20 (GMT)
Autor: tdmeseguer 

EL DUELO
Extracto de la clase “EL DUELO” preparada por J. Ripoll Espiau. 
Coordinadora Autonómica de Trasplantes de Navarra. Departamento de 
Salud. http://donacion.organos.ua.es

EL DUELO COMO RESPUESTA A LA PERDIDA
Una pérdida es una depravación de algún tipo y origina dolor.
La experiencia de pérdida es parte de la experiencia humana; a lo largo 
de la vida sufrimos a menudo pérdidas.
El sentido y la extensión de la pérdida es percibida de modo diferente 
por cada persona. La mayoría de las pérdidas aparecen como negativas 
para el que las experimenta: la muerte de un ser querido, la pérdida de 
bienes materiales. Sin embargo otras pérdidas se reconocen más 
dificilmente. No derivan en principio de hechos desagradables: las 
pérdidas originadas por el crecimiento, los cambios de situación; el 
nacimiento de un hijo pérdida de independencia y libertad -el traslado 
de casa, de ciudad.
Todo cambio, positivo o negativo, implica una pérdida y la necesidad de 
hacer un duelo.
Además, toda pérdida principal viene acompañada de pérdidas secundarias 
y toda pérdida física de otras simbólicas :
La muerte del ser querido es una pérdida principal. Puede generar en el 
doliente, dependiendo del rol que haya jugado en su vida, pérdida de 
status, de lugar de residencia, de amistades, de relación con otros 
miembros de la familia, de entorno social.
Estas pérdidas secundarias, no siempre se identifican como tales y 
pueden causar problemas al originar reaciones que no se entienden y que 
hacen sufrir.
Una pérdida física, pérdida tangible que puede tocarse y verse,- la 
pérdida del marido, el robo del coche, el incendio de la casa- conlleva 
pérdidas simbólicas abstractas de naturaleza psicosocial.
Una enfermedad grave, origina, además de la pérdida de la salud, 
pérdida de la autonomía, de las funciones corporales, de la identidad, 
la intimidad, los contactos sociales, la autoestima y la movilidad. Y 
también la pérdida de esperanzas, sueños y expectativas.
La muerte de un ser querido es una pérdida que se diferencia de otras 
por dos características: 
– la intensidad de los sentimientos 
– la irreversibilidad y «el para siempre» de la muerte. 

EL DUELO COMO PROCESO
Todo duelo es un proceso natural en el que el doliente atraviesa una 
serie de fases. Aunque «no necesariamente a persona en duelo, debe 
pasar por todas ellas ni seguir una determinada secuencia».
En el tiempo, podemos distinguir el duelo inmediato, que se inicia casi 
siempre en los Servicios de Urgencia y UCI de los hospitales y el duelo 
mediato, a medio y largo plazo.
Desde el punto de vista de ayuda profesional, interesa la fenomenología 
del duelo inmediato. El comportamiento y manifestaciones de esa 
persona, indicará lo que le ocurre «por dentro», en su mundo íntimo, y 
así,se le podrá interpretar y comprender.
La forma de iniciar el proceso de duelo es de la máxima importancia.

LAS FASES DEL DUELO
Erich Lindemann ya en 1944 describe las siguientes fases en el 
duelo inmediato: problemas somáticos, preocupaciones relacionadas con 
la imagen del fallecido, culpa, reacciones hostiles y pérdida de 
patrones de conducta.
Kübler-Ross describe el duelo como el paso a través de 5 fases: de 
negación, de ira,de negociación, de depresión y de aceptación.
Para Parkes las fases son de : alarma, búsqueda, mitigación de la 
ira y sentimientos de culpa. Al final, el doliente gana una nueva 
identidad.
Bowlby, insiste en la idea de que «hay que atravesar etapas»antes 
de que el duelo sea finalmente resuelto.
Therese Rando, habla de tres fases dinámicas, plásticas y 
variables, con fluctuaciones y características individuales, al ser la 
respuesta siempre personal: 
– La fase de rechazo: de shock, estupor y negación, tanto en lenguaje 
real como simbólico. 
– La fase de confrontación: el dolor es muy intenso, con un estado 
emocional muy fuerte, en el que uno se va repitiendo que el ser querido 
ha muerto, manifestando ira y furor contra todo y contra todos. « ¿Por 
qué a mí?» 
– La fase de acomodación: declina gradualmente el dolor agudo y 
comienza una reinserción emocional y social en el mundo cotidiano, en 
el que poco a poco el doliente aprende a vivir sin el fallecido. 
Para Grollman las fases son de shock, sufrimiento y recuperación.
Monbourquette habla de amar, perder, crecer: de la pérdida a 
la «ganacia».
Se describe a continuación más detalladamente, un proceso normal de 
duelo según Bob Wright:
Fase I. 
Shock, insensibilidad, estupefacción, nada parece real al doliente. 
Está como en trance.La gente le habla y no responde: se siente 
espectador. No puede concentrarse ni tiene energía; está «aturdido», 
paralizado y los sentimientos como dormidos, «anestesiados». Su 
comportamiento podría interpretarse a veces como «de serenidad», pero 
el doliente se desmorona en cuanto se da cuenta de la realidad.
Esta situación responde a un mecanismo de protección ante la amenaza de 
un dolor psíquico y confusión intolerables. Es un escape natural y 
temporal, que amortigua el impacto inmediato y ayuda a ir asimilando la 
terrible realidad. Pues aún cuando haya una aceptación «intelectual»de 
la pérdida, el proceso emocional es muy lento y puede durar días o 
meses.
Negación,incredulidad: «no es a mí»; «ha habido un error»; «estoy 
soñando.». El doliente habla en tiempo presente del fallecido.No 
renuncia a la esperanza de que va a volver. «No ha ocurrido nada».
Los profesionales deben evitar en esta fase los, eufemismos, evasiones 
y fantasías, como «se nos ha ido «, «ha partido», «se ha ido por 
delante».
Pánico. El doliente sólo puede pensar en la pérdida y está «paralizado 
por el miedo»: miedo a perder los nervios y el control, a no poder 
concentrarse , a volverse loco, a lo desconocido, al futuro.¿Qué me va 
a ocurrir? El doliente está emocionalmente desorganizado; se siente 
solo,triste, vacío, confuso, desamparado y desesperado, postrado y 
lleno de desolación. La idea de suicidio no es infrecuente.
Este pánico es normal y hay que decírselo.
Sentimientos y emociones en esta etapa: El dolor, emoción humana básica 
absolutamente normal, aún siendo universal, es extremadamente 
personal.Nunca se hacen dos duelos iguales.»Cada persona llora la 
muerte de su ser querido de un modo diferente». En estos primeros 
momentos, el dolor es aterrador e irregular y se expresa a través de 
una gama extensa de sentimientos, con reacciones muy variadas y a 
menudo contradictorias.
– Son frecuentes los sentimientos de «oportunidad perdida» en esta 
relación. 
– También los de inseguridad: no sabe uno dónde está; la tierra que 
pisa ya no es firme. 
– Como se ha apuntado, aparecen a menudo sentimientos de desesperación 
(e incluso la idea de suicidio). Distraen del enojo, resentimiento, 
cólera que siente el doliente hacia las personas, el muerto,el médico o 
el sistema sanitario y del sentimiento de culpabilidad por esas 
reacciones. 
– Hay una búsqueda que varía desde sentimientos de agitación a la 
búsqueda física, real, de la persona fallecida. 
– La desolación y el llanto son muy frecuentes en un primermomento; 
éste es precisamente el tiempo en que el doliente debe afligirse y 
suprimir o ignorar las reacciones de dolor puede retrasar o alterar el 
duelo. 
Por el contrario, las emociones que se sienten, al ser expresadas, 
ayudan a emerger frustaciones. Hablar del muerto y llorar, alivia y 
hace que se compartan sentimientos con otros. El identificar estas 
emociones: «estoy triste»,»estoy furioso» «estoy dolido «, desahoga y 
sirven de cauce para que las penas fluyan.
Las formas de respuesta a la aflicción pueden manifestarse por:
Diferentes sensaciones físicas: náuseas, vértigo, palpitaciones, 
opresión en la boca del estómago,en el pecho,vacío en el estómago, 
sequedad de boca,ahogo, hipersensibilidad al ruido,fatiga, dolores de 
cabeza, de espalda.
Madoz describe en esta fase los comportamientos siguientes: 
– Aquellos que bloquean la percepción. Como «desmayos» 
o «desfallecimientos», estados crepusculares, (estar «traspuesto») o 
bloqueos pseudocatatónicos(inmóvil, rígido y sin respuestas). 
– Aquellos que alteran la motricidad: parálisis de partes del cuerpo, 
inhibición de movimientos, automatismos motóricos regresivos(balanceo) 
o repetitivos sin sentido («respiraciones artificiales» interminables). 
Esta fase puede durar horas, días o semanas.
Fase II. 
El sentido de culpa relacionado con la pérdida aparece como fenómeno de 
autocastigo y autorrecnminación: cosas que no hizo, no dijo o 
actuaciones que hicieron daño a esa persona amada:» Si al menos hubiera 
llamado antes al médico, le hubiera tratado más cariñosamente, le 
hubiera cuidado más, hubiera tenido más paciencia,le hubiera expresado 
cariño con más frecuencia.»
Hay sentimientos de pérdida de «la vida no vivida».
Antes de la muerte siempre existe la esperanza de que las cosas pueden 
cambiar. La muerte hace examinar la vida: los propios fallos, errores, 
injusticias, lo que se ha hecho o dejado de hacer.
En el caso de un hijo o de un cónyuge este sentimiento puede revestir 
gran intensidad.
El sentido de culpa sin resolver y las emociones mal interpretadas 
pueden llevar al doliente a sentirse mal durante años o a manifestarlo 
a traves de síntomas físicos. Puesto que el pasado no puede cambiarse, 
hay que aceptarlo e integrarlo en la propia vida; el aceptar la culpa 
es una forma de integración.
El doliente está furioso; lleno de ira, rabia y resentimiento.
Cólera: ¿Por qué no se ha muerto mi vecino que es un sinvergüenza?
Enojo: contra el hospital, contra los médicos y enfermeras,con los que 
te rodean-.qué se han creído, hablan de mi futuro y no hay futuro para 
mí..
Indignación con el propio ser querido, «que se ha ido» que «está 
descansando»..
Rabia contra uno mismo y contra los demás.
Depresión y abandono. Prima el sentimiento de desolación. «Nadie ha 
sufrido un duelo como el suyo». La depresión aparece en esta etapa como 
un fenómeno normal y sano. Es una necesidad psicológica, un camino 
lento y tortuoso para llegar a aceptar la pérdida y forma parte del 
proceso de decir «adiós» al ser querido. «El sol luce», pero está 
envuelto en nubes y el doliente no lo ve. Puede ayudarle, el asegurar 
que «la nubes pasan y «se levantan»,aunque en estos momentos a él le 
parezca imposible.
Disminuye de manera importante la autoestiina:«no me importa el 
aspecto», «no valgo la pena», no puedo ser merecedor del afecto de 
otros» .
Sentimientos y emociones en la fase II
El resentimiento disminuye el sufrimiento y la cólera.
Está mejorando puesto que puede expresar sentimientos muy fuertes de 
los que no se creía capaz. Estos sentimientos son normales en las 
personase deben aceptarse, pero a menudo procuramos sublimarlos. Es una 
fase normal en el proceso del duelo e inicia la salida de la depresión.
Comportainientos: alteraciones del apetito, insomnio, miedo a enfermar, 
aislamiento social, evitar lo que recuerda al difunto o por el 
contrario llevar objetos del fallecido o atesorar objetos que le 
pertenecían, visitar los lugares que se frecuentaron juntos.
Se dan a menudo síntomas físicos de enfermedad originados por el dolor, 
la angustia y el stress, que a su vez provocan una depresión del 
sistema inmunológico; el doliente se vuelve físicamente más vulnerable.
Los problemas de salud a lo largo del proceso, pueden indicar 
fijaciones por problemas emocionales mal resueltos.
El entender la causa de todos estos «síntomas» puede ayudar a trabajar 
la pérdida.
Esta fase puede durar desde semanas a meses.
Fase III. 
Resistencia a volver a la vida habitual. El doliente se siente sin 
fuerzas, débil e incapaz de afrontar nuevas situaciones y decisiones. 
Piensa que los que le rodean no tienen ni idea de la magnitud de la 
pérdida, terrible y muy especial. No se duele delante de cualquiera, su 
duelo es un asunto privado. Le hablan de otras cosas ignorando su 
pena.Todos han olvidado lo ocurrido, pero «alguien tiene que 
recordarlo».Quiere tomarse su tiempo para hacer el duelo, se resiste a 
darlo por acabado.
En realidad se produce una «conspiración del silencio» y no se menciona 
al difunto para no provocar la aflicción del doliente. Algo importante 
que pueden realizar los familiares y amigos es el ayudar a conservar la 
memoria del difunto.
El doliente debería abrirse a nuevas relaciones e iniciar algo 
diferente. Pero no le apetece y le cuesta, lo cual es muy normal.
Fase IV. 
Afirmación de la realidad y recuperación. Gradualmente se va abriendo 
paso la esperanza. Las nubes se van despejando. Se alternan temporadas 
buenas con los baches, que casi siempre coinciden con fechas clave, 
aniversarios y fiestas significativas.
Se recupera el sentido de sí mismo que pasa por aceptar la pérdida: mi 
hijo ha muerto. Se afronta la dura realidad.
En muchos casos, el doliente prefiere trabajar por sí mismo su dolor; 
aunque siempre necesita la calidez, la ayuda y el afecto de los que le 
rodean,para motivarle a buscar otras relaciones, trabajos o hobbies que 
den un nuevo sentido a la vida.
Otras veces requiere ayuda más profesionalizada.
Reconocer el dolor e intentar vivirlo,es expresión de salud mental. En 
el dolor no hay atajos,no se puede huir de él, hay que atravesarlo.
Repasar los recuerdos agradables y desagradables, también alivia.
Todos los estudiosos del duelo están de acuerdo en afirmar que un duelo 
se resuelve mejor si se cuenta con soporte emocional y social 
adecuados, ya que el doliente aprende que no tiene que afrontar el 
presente y el futuro solo: cuenta con familiares y amigos que le ayudan 
a temer menos al mundo real.
La experiencia – durísima – de un duelo, da la oportunidad de ayudar a 
otros cuando sufren trances similares.

EL DUELO COMO TRABAJO
El duelo es un trabajo.
La mayoría de los estudiosos del duelo, coinciden en que el doliente 
necesita estar activo y «hacer» más que esperar que «algo ocurra «, de 
manera que el proceso probablemente consiste tanto en experimentar a 
través de unas fases como en cumplir ciertas tareas.
Freud en «Mourning and melancholia» habla del trabajo del duelo.
Erich Lindemann dice que un duelo requiere energía física y 
emocional, ya que hay que hacer activamente cosas para una resolución 
positiva del mismo. A la vez, existen reacciones emotivas de tremenda 
intensidad que necesitan ser expresadas y aceptadas para acomodarse a 
la ausencia del ser querido, construirse una nueva identidad y rehacer 
una nueva vida en la que nunca más estará esa persona.
Para Wordon «los trabajos del duelo», difieren de las fases del 
duelo; requieren actividad por parte del doliente y son muy valiosos 
para el proceso.
Cook y Phillips, que hablan también de trabajo, acuñan la 
palabra «resolución del duelo» como la etapa final del mismo.
Theres Rando (18), dice que duelo y trabajo son sinónimos, pues el 
acomodarse a la ausencia del ser querido y construirse una nueva 
identidad y un nuevo mundo, requiere del doliente trabajar duro.
Bob Wright cree que se conjuga la pasividad con la actividad que 
requiere todo proceso de duelo, al dejar emerger los sentimientos, 
aceptarlos, poner de relieve su valía y a la vez, confrontarlos y 
explorarlos.
Kübler Ross insiste en el duelo como proceso y como trabajo que 
posibilitan al doliente el salir fortalecido y enriquecido de esta 
experiencia.

FACTORES QUE INFLUYEN EN EL DUELO:
Como ya se ha dicho,aún cuando hayan elementos comunes, la pérdida de 
un ser querido es vivida de manera única e individual por cada uno de 
los dolientes .Cuatro grupos de factores afectan de manera importante 
al duelo: Los factores psicológicos, los recursos personales, las 
circunstancias específicas de la muerte, los apoyos externos.
1.-Los factores psicológicos.
La pérdida y el sentido de la pérdida es único.Una misma pérdida tiene 
un significado diferente para diferentes personas, porque cada uno la 
percibe de manera distinta, dependiendo del: 
– Sentido, calidad e inversión emocional de esa relación para el 
doliente. 
– Dependencia o independencia que ha generado, 
– Cantidad y calidad de los «asuntos» sin resolver entre el doliente y 
el fallecido, características del fallecido, (edad, sexo, 
personalidad), 
– Percepción del doliente sobre la «realización, satisfacción y 
cumplimiento « que la vida ha deparado al fallecido. 
– Rol y funciones del fallecido para el doliente, su familia y el 
sistema social en que se movía, que van a dar lugar a determinado 
número de pérdidas secundarias. 
Si las relaciones con el ser querido han sido conflictivas, el dolor no 
solo es por la pérdida;el doliente también se culpa de no haber tenido 
mejores relaciones con el fallecido; no le queda ni la esperanza de 
poder mejorarlas algún día.
En este caso, la muerte del ser querido resucita viejos conflictos, no 
resueltos con anterioridad: miedos, ansiedades, sentimientos de 
abandono infantiles; y conflictos de ambivalencia, dependencia, 
seguridad en las relaciones padres-hijo. El doliente tiene que 
enfrentarse a la pérdida actual y a viejas pérdidas.
Existe más riesgo de encronización del duelo, cuando la relación previa 
entre el fallecido y el doliente (padres/hijo,relación de pareja) no 
era 
ya sana. Puede producir el « síndrome de duelo ambivalente», en el que 
se mezcla la sensación de alivio con los sentimientos de culpa.
El impacto que una pérdida produce en una persona no se 
puede «normalizar», de manera que se pueda asumir «a priori» qué 
pérdida va a afectarle más. Pero la pena es mayor cuando muere un hijo 
pequeño o adolescente, y el esposo/la esposa.
2.-Los recursos personales
La respuesta a la pérdida y la manera de afrontar el traba o del duelo 
es análoga a otras respuestas vitales de la persona.
Dependen de: 
– Sus comportamientos adaptativos, personalidad , carácter y salud 
mental. 
– El grado de confianza en sí mismo, 
– El nivel de madurez e inteligencia, relacionados de manera positiva 
con una buena resolución del duelo, al dar más posibilidades de 
entender el sentido e implicaciones de esa muerte. 
– El haber o no sufrido otros duelos, que pueden afectarle de manera 
positiva – sabe que «sobrevive» a la pérdida – o negativa. 
– La posibilidad de expresar el duelo. 
– La concurrencia de otras crisis personales, que complican el duelo. 
Cada una de ellas demanda energía y atención, en momentos en que se 
está «vacío». 
La comprensión, implicaciones, manera de afrontar y expresar la 
pérdida, están influídos siempre por el propio sentido de la existencia 
y la fundamentación religiosolfilosófica, cultural y social del 
doliente.
3. Circunstancias específicas de la muerte.
El modo y momento de morir influye en los supervivientes. No es lo 
mismo:
– La muerte de un anciano que la de un niño. Los padres experimentan 
ésta como antinatural e injusta. 
– La muerte por una enfermedad terminal, que la súbita e imprevista. 
– La muerte por suicidio o actos violentos. 
La primera, da a los allegados la oportunidad de prepararse al 
desenlace. Un accidente de tráfico o laboral, un infarto, origina 
muertes muy difíciles de aceptar. Todavía más dramática resulta la 
muerte por suicidio, que deja sentimientos de culpa profundos o la que 
resulta de actos violentos (asesinatos, violaciones). Los dolientes 
pueden obsesionarse con el pensamiento de cómo habrá vivido su ser 
querido aquellos últimos momentos.
4. Los apoyos externos
Los dolientes viven su duelo en una determinada realidad social, que 
influye en el proceso de recuperación.
La familia es el contexto fundamental y puede ayudar o entorpecer la 
elaboración de un duelo, permitiendo,por ej., exteriorizar la pena o 
por el contrario, premiando «la fortaleza» y «entereza» del que «se 
controla». Toda « cultura familiar» implica comportamientos, 
tradiciones, valores sociales y expectativas.
Los amigos, los profesionales, los «grupos de pertenencia», la Iglesia, 
los «grupos de ayuda mutua» -formados por personas que han sufrido 
experiencias similares- pueden ser otras tantas posibilidades de apoyo 
y consuelo.
Las reacciones atípicas del duelo
La intensidad y duración de las reacciones en el tiempo es quizá lo que 
distingue un duelo normal de otro anormal. 
En el duelo anormal el proceso queda bloqueado y el dolor no se 
elabora. Las actitudes de rechazo y no aceptación del hecho y los 
sentimientos de rabia, culpa y tristeza no resueltos, pueden originar 
este bloqueamiento. 
Los mecanismos de defensa que permiten a las personas gestionar la 
angustia, afrontar situaciones difíciles o controlar reacciones 
emotivas, no tienen en estos casos una función saludable. Bloquean, 
retrasan o distorsionan un proceso de crecimiento y maduración. Son 
mecanismos de rechazo, fijación, represión, racionalización, 
aislamiento, regresión, somatización o identificación (con el difunto).

Tipos de duelo. 
– Anticipatorio, en caso de muertes anunciadas
– Retardado, en aquellas personas que «se controlan», «no tienen tiempo 
de ocuparse de sí mismas» o escapan al dolor y a la realidad de la 
muerte del ser querido mediante una «hiperactividad». Durante meses o 
incluso años, cualquier recuerdo o imagen, desencadena el duelo no 
resuelto.
– Crónico, que arrastra el doliente durante años, absorbido por los 
recuerdos, incapaz de reincorporarse a la vida normal.
– Patológico, caracterizado por un agotamiento nervioso, síntomas 
hipocondriacos, identificación con el fallecido o dependencia de los 
fármacos o el alcohol. Requiere ayuda profesional.
Los objetivos del duelo.
Wordon establece cuatro:
Aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil.
Dar expresión a los sentimientos, identificarlos y comprenderlos, para 
así aceptarlos y encontrar cauces apropiados de canalización e 
integración.
Adaptarse a la nueva existencia sin el ser querido.
Invertir la energía emotiva en nuevas relaciones.

La resolución del duelo
En general, puede decirse que el duelo ha sido resuelto cuando el 
doliente ha cumplido los citados objetivos.
La duración del duelo es siempre variable y dependiente de factores 
particulares que influyen en la respuesta individual a la pérdida.
Los síntomas más intensos del duelo agudo pueden durar entre 6 y 12 
meses, pero se conocen procesos que necesitan 3 años y más. Hay 
aspectos de la pérdida que acompañan al doliente para siempre o del 
duelo mediato, que se prolongan durante años y a veces hasta su muerte.
El tiempo es terapéutico porque da una perspectiva, ayuda a resituar 
los hechos, adaptarse al cambio y procesar sentimientos. Sin embargo, 
que «el tiempo todo lo cura», «sólo se necesita tiempo», «con el tiempo 
el dolor es menor», sólo es cierto si se toma el duelo como un traba o, 
se afronta la pérdida sin negarla inhibirla o posponerla y se atraviesa 
el dolor, sin evitarlo o circunvalarlo.
Pangrazzi cita dos signos concretos de recuperación: 
– Que el doliente pueda hablar y recordar al ser uerido con naturalidad 
tran uilidad,sin llorar. 
– Que haya establecido nuevas relaciones significativas y aceptado los 
retos de la vida. 

PAPEL DE LOS PROFESIONALES SANITARIOS
El profesional sanitario debe comportarse con los familiares del 
fallecido con tacto, respeto y empatía.
El lenguaje a utilizar debe ser claro, directo y sencillo.
Objetivos de la ayuda al doliente. Proporcionar apoyo emocional. 
Aliviar el sufrimiento en la primera fase del duelo. 
Facilitar el duelo, al ayudar a expresar sentimientos y aceptar de 
manera progresiva la realidad. 
Detectar riesgos incipientes y corregirlos en una fase precoz. 

EL DUELO BAJO EL ENFOQUE GESTÁLTICO

Asunto: [duelo-perdida_emocional] EL DUELO BAJO EL ENFOQUE GEST ÁLTICO
Fecha: Jueves, 14 de Diciembre, 2000  11:10:41 (GMT)
Autor: tdmeseguer

CONSIDERANDO EL DUELO (La perdida)

Tesina presentada a la AETG en Mayo de 1999 sobre la psicoterapia  
individual o grupal aplicada al duelo. Interesante para estudiantes de  
psicologia, profesionales o terapeutas.Por Carlos Odriozola, psicologo.

Quiero referirme en este articulo a situaciones de duelo por pérdida  
(fallecimiento) de un ser querido, pero es evidente que las  
posiblidades de aplicación del modelo transcienden al ejemplo.

El duelo, claro está, tiene que ver con pérdidas, con cambios, con  
finales, con terminaciones; Y las situaciones vitales que implican el  
final de algo, abundan a lo largo de nuestra vida: perdida de la  
infancia hacia la pubertad, nacimiento, parto, destete, todo son  
situaciones de duelo. Nuestro primer dia de colegio, enamoramientos,  
divorcios, cambios de empleo, de casa, de escuela, jubilacion,  
envejecimiento, enfermedades, perdida de la juventud.

                                  Tipos de duelo

Existen diferentes tipos de perdida que daran lugar a un duelo.

A/ La pérdida esperada. Aqui podemos situar los fallecimientos de las  
personas que padeciendo algun tipo de enfermedad crónica o ciclica no  
alteran con su padecimiento de forma importante la vida cotidiana de  
los que le rodean.  
Es el caso de personas que han sufridos reiterados ataques al corazon,  
sin que ninguno de ellos haya dejado secuelas que hayan requerido  
cuidados especiales, pero que dejan a toda la familia alerta y en la  
creencia de que en cualquier momento ocurrirá el definitivo. El  
fallecimiento en este supuesto no va a traer grandes dificultades a la  
hora de elaborar el duelo. Los familiares o seres queridos han tenido  
ya tiempo para ir saneando cada uno a su forma la relacion con el  
enfermo, por lo que no suele resultar culpógena.  
En el mismo caso de personas de edad avanzada que con sus sucesivos  
achaques nos van avisando, preparando de la inminencia de su  
fallecimiento.  
 
B/ La perdida deseada. Esta situacion es tipica en familiares cercanos  
de enfermos fallecidos tras larga y penosa convalecencia.  
Procesos interminables de cancer, enfermedades degenerativas, largas  
paralisis, procesos terminales de enfermedades inmunologicas,  
demencias, etc. terminan por crear tal estado de perturbacion ambiental  
que en un silencio compartido descubresn sus deseos de que todo termine  
ya, cuanto antes, porque la situacion es insostenible.  
Una vez ocurra el fallecimiento en este supuessto, pueden presentarse  
los remordimientos, la culpa, apariciones del fallecido, escuchar su  
voz, sus gritos, haciendo muy angustiosa la vida del familiar  
superviviente.  
 
C/ La perdida repentina. Fallecimiento inesperados, a destiempo que son  
vividos por sus allegados como una cruel manifestacion de la vida y que  
van a traer como consecuencia una sensacion de vacio, falta de  
despedida.  
Es el caso de enfermedades galopantes (se ha ido en cino dias), ataques  
repentinos y fundamentalmente accidentes. Es obvio que la ambivalencia  
en el caso de perdida deseada, como la falta de saneamiento de la  
repentina van a dar lugar frecuentemente a duelos enquistados. Una vez  
señalado lo anterior, es necesaria una reflexion sobre cuando una  
perdida o duelo deviene en patologica y hace recomendable nuestra  
intervencion. Realmente si el proceso, la relacion, el vínculo entre el  
fallecido y sus allegados era sano, fluido, respetuoso y comprensivo,  
el duelo con su doble manifestación de fustracion y tristeza tendrá las  
mismas carecteristicas de fluidez y tdesembocará en un agradecido  
recuerdo. Quiero señalar que esta idea de agradecido recuerdo es para  
mi el termómetro de una relacion ( padres-parejas-terapeutas-pacientes)  
convirtiendose por tanto en el objetivo ultimo en el trabajo  
psicologico del duelo.  
Cualquier otro sentimiento que no sea este “agradecido recuerdo”, como  
puede ser la indiferencia, rencor, culpa, rabia, alegria, depresion,  
vacio.. evidencia un duelo atascado, no realizado. Y siempre, tras un  
duelo mal cerrado existe LA CULPA. Para liberar la culpa no es  
necesaria la presencia del fallecido. Asi pues el objetivo a la hora de  
trabajar el duelo es la culpa. Pero podemos disfrazar la culpa con  
variadas actitudes, sentimientos o mecanismos de defensa.  
LOS MECANISMOS DE DEFENSA

1.-La negacion. En realidad es como si no hubiera pasado nada, sigue  
entre nosotros como antes, Su habitacion está igual que siempre.  
Seguimos poniendo los domingos su comida favorita. Hablamos con el a  
cualquier hora, con la misma fluidez que antes.

2.-Racionalización. ” Es ley de vida”. “La muerte en realidad no es  
algo real”. Tenemos que salir adelante como si no hubiese pasado nada.  
Es absurdo malgastar el tiempo en autocompadecerse. La vida continua.  
Llorar no sivrve para nada. No podemos quedarnos anclados en el pasado.

3.-Transformacion en contrario. Exageracion hipomaniaca del  
acontecimiento vivenciandolo casi como una gran suerte. “Ya tenemos un  
mediador en el cielo. En el fondo es lo mejor que nos podia pasar. Como  
era una santa parece que desde entonces nuestra casa está sntificada.  
Mi marido está feliz, se pasa todo el dia llevandole flores y dice que  
desde entonces su vida tiene sentido.

                    SENTIMIENTOS QUE OCULTAN O CAMUFLAN LA CULPA

1.- Indiferencia. En realidad no me ha afectado ni para bien ni para  
mal. Está como ausente, parece que le da lo mismo. Que es bueno, que es  
malo, nunca se sabe

2.-Rencor. Entiendo como el intento mantenido de consolidar al otro (al  
fallecido) como unico responsable de la deteriorada relacion. “Era un  
cabron. Justo castigo a su puta maldad. El que la hace la paga. A todo  
cerdo le llega su San Martin. Toda la vida fue un egoista. Me jodió la  
vida pero el que se va a joder ahora es él. En fin un largo etc de  
expresiones similares que situan inequivocamente al bueno y al malo de  
la pelicula.

3.-La depresion “Desde que ocurrió no ha vuelto a salir de casa”. “No  
quiere saber nada de nadie”. “Me paso el dia llorando”. “Tengo todo el  
dia un pellizco en el estomago que no me deja vivir”. “Es como si me  
acompañara ( o le persiguiera) a todas partes”. En este supuesto a  
diferencia del anterior va a ser mucho mas sencillo conectar al  
paciente con los sentimientos de culpa. Es más, los anteriores  
comentarios suelen venir acompañados de otros como “no le di todo lo  
que pude” ” si hubiera sabido desde el principio que era una  
enfermedad, lo hubiera tratado de otro modo”. ” Me he dado cuenta de su  
generosidad y de mi egoismo”. En este supuesto la culpa ocupa ya un  
primer plano convirtiendose en emergente.

                    SALIDAS A UNA SITUACION DE PERDIDA

Supuesto 1- La relacion era fluida, sana, rica en comunicacion y  
madura. En este caso, despues de un tiempo prudencial ( hassta 2-3  
años) de rabia y tristeza profundas por la fustracion de la perdida del  
ser querido, comenzara a ser cada dia mas consisstente el sentimiento  
de agradecido recuerdo al que me referia anteriormente.

Supuesto 2.- Relación de TEMOR con sentimiento de CULPA que  
imposiblilita la elaboracion del duelo, originando trastornos en la  
linea de la depresion.

Las personas aqui ubicadas, que como veremos son todas las que no se  
encuadran en el supesto 1, cronifican esta situacion inconclusa con la  
correspondiente perdida de energia, disponibilidad y vitalismo. A ellos  
esta dedicado este modelo de intervencion.

Supuesto 3.- El individuo en cuestion se ha protegido en un mecanismo  
de defensa de los ya señalados y no solo no elabora el duelo sino que  
evita a toda costa que los demas lo hagan. Ante esta estrategia tendrá  
primero el terapeuta que ayudarle a trabajar, delicada y  
prudencialmente su intelectualizacion para una vez conectado trabajarlo  
ya como en el supueto 2.

Supuesto 4.- Relacion de desamor con sentimientos de culpa proyectados  
en forma de rencor y que requieren su desmantelamiento mediante  
la “reapropiacion e inversion de los sentimientos proyectados” Dejo en  
manos de la habilidad del terapeuta, el bonito paero laborioso trabajo  
de deshacer la proyeccion en terminos de responsablidad, momento en el  
cual ya estariamos ubicados en el supuesto dos. Es un proceso de duelo  
obstruido por un sentimiento de culpa.

OBJETIVOS
Los objetivos a conseguir en un proceso de duelo son:

1/ La aceptacion. es una invitacion a pisar tierra, deshaciendo  
fundamentalmente la negacion como procedimiento defensivo. Ya no cabe  
seguir pensando o imaginando que nada sucedió, que la familia sigue  
unida, que todo continua como antes. Su ausencia vivida como falta,  
como vacio dará lugar a la siguiente fase.

2/ Conexion con el dolor y la rabia. Va a ser inherente a la conciencia  
de perdida. La consecuencia de la frustracion va a manifestarse en  
forma alternativa entre estos dos sentimientos.

3/ Limpieza, saneamiento de la relacion y la culpa. Este paso es  
fundamental . el trabaho con la culpa.

4/ Despedida agradecida. El trabajo con el perdon a uno mismo y por  
extension al fallecido reconvierte la culpa en comprension y esta en  
agradecimiento. esta elaboracion del agradecimiento origina de forma  
instantanea un profundo sentimiento de paz y serenidad. La vivencia no  
deja lugar a dudas.

5/ Reutilizacion de la perdida, como un legado de sabiduria susceptible  
de revertir a la humandiad. Este ultimo objetivo quizas pueda parecer  
ambicioso incluso utopico, sin embargo he sido testigo de como familias  
afectadas por diferentes duelos, han sido capaces de condensar sus  
experiencias y ofrecerlas de forma desinteresada a otras familias o  
personas afectadas, con un resultado espectacular. Es impensable llevar  
a termino un duelo sin atravesar los diferentes estadiso intermedios de  
dolor, rabia, culpa, perdon y agradecimiento.

PREPARANDO LAS SESIONES
Hace ya varios años deje a un lado en mi trabajo la terapia familiar,  
sin embargo asumo gustosamente, bien cuando me lo deriva algun colega  
conocido, bien cuando se trata de algun paciente o expaciente que ha  
perdido un ser querido, bien cuando observo que el proceso  
psicoterapeutico individual de un paciente mío se encuentra paralizado  
por un “pacto familiar” de no realizacion del duelo, o por su propia  
dificultad en elaborarlo.  

Antes de comenzar la primera sesion con la familia necesito hacerme una  
composicion del sistema familiar para ir creando hipotesis y medios de  
trabajo. Antes de encontrarme con la familia trato de conocer los  
siguientes datos:

– numero de miembros que componen la familia nuclear y sus fechas de  
nacimiento  
– numero de familiares que convivian con el fallecido  
– Fecha y motivo de la muerte  
– Enfermedades o accidentes o acontecimientos especiales que se hayan  
dado en el sistema familiar con posterioridad al fallecimiento.  
– Reaccion de los distintos miembros de la familia ante la propuesta de  
intervencion familiar.  
 
                   

No piden morir por el dolor

El Dolor, una Puerta Falsa a la Eutanasia

Diario Medico 13-I-96, p. 9

De Seduced by Death: Doctors, Patients and the Dutch Cure, un estudio sobre eutanasia y suicidio en Holanda, por el doctor Herbert Hendin, que acaba de publicar Norton.

Con ocasión del proceso en el Tribunal Supremo de Estados Unidos sobre la eutanasia, Ezekiel J. Emanuel, oncólogo en el Dana-Faber Cancer Institute y autor de The Ends of Human Life, demuestra en un artículo publicado en The Wall Street Journal que el sufrimiento fisico no es la causa de las peticiones de eutanasia.

La imagen que se fija en el cerebro cuando se menciona la palabra “eutanasia” es la de un enfermo agonizando entre insoportables dolores. Es la imagen creada y afianzada por los reportajes televesivos y los articulos de las revistas. Es por ese paciente -y por el temor a que un día usted o yo podamos encontrarnos en el mismo caso- por lo que el Tribunal Supremo norteamericano ha iniciado una vista oral en la que se plantea la legalizacíon de la eutanasia o el suicidio médicamente asistido.

Sorprendentemente, esta asociación refleja entre dolor y eutanasia -tan inconmoviblemente asentada en la mentalidad colectiva- es una ficción. Mas bien, los estudios cientificos revelan que la mayoria de los pacientes que demandan la eutanasia están motiviados por factores psicológicos -a menudo, por una depresión- y no por un insoportable sufrimiento fisico.

Sí, algunos moribundos sufren enormes dolores, pero acumular anécdotas sobre pacientes, como suelen hacer los defensores de la eutanasia, es dar una perspectíva sesgada. Ni un solo estudio riguroso ha demostrado que sean los pacientes con grandes dolores quienes, como norma, solicitan la eutanasia. Al contrario, tales estudios avalan la tesis de que el dolor físico desempeña un papel menor en la motivación de los pacientes que demandan el suicidio asistido.

El dolor no es la clave

Mi propio estudio sobre pacientes oncológicos, publicado en The Lancet, descubrió que quienes experimentan dolor no son mas propensos a pedir la eutanasia que quienes no lo sufren. Más bien, los pacientes con dolor -incluso con dolores continuos, sin pausa- consideraban en mayor proporción antiética la eutanasia. Los pacientes que experimentaban sufrimientos físicos eran mas propensos a desconfiar del medico si este mencionaba la eutanasia o el suicidio asistido en una discusión sobre la atención médica de enfermos terminales. Y también eran mas propensos a cambiar de médico si éste afirmaba estar dispuesto a proporcionar una “muerte digna”.

De modo similar, un estudio sobre pacientes con sida llevado a cabo por investigadores del Memorial Sloan-Kettering Hospital de Nueva York descubrió que, si bien muchos de los enfermos estaban interesados en el suicidio médicamente asistido, no así quienes experimentaban dolores incapacitantes.

Todos los estudios holandeses y noreteamericanos de médicos que han aplicado la eutanasia confirman estos hallazgos. El estudio más completo de la experiencia holandesa con la eutanasia -el informe Remmelink de 1991- descubrió que el dolor era un factor para solicitar la eutanasia en menos de la mitad de los casos. Lo que es más importante, el dolor era el único factor en sólo un cinco por ciento de los casos.

Datos corroborados

Otro estudio de médicos que asisten a ancianos en asilos holandeses halló que el dolor influía sólo en el 29 por ciento de las peticiones de eutanasia y era el motivo principal en sólo el once por ciento. Y un estudio en el estado de Washington realizado por médicos que practicaban la eutanasia reveló que en sólo el 35 por ciento e los casos el dolor aparecía citado como causa en la solicitud.

Estos cinco estudios muestran que son factores psicológicos los que suelen alimentar el interés de los pacientes por la eutanasia. La depresión, el desamparo, la ansiedad y estados similares explican por qué los pacientes piden ayuda para morir. Los pacientes deprimidos son mas propensos a discutir la posibilidad de recurrir a la eutanasia y de leer el manual del suicida de la Sociedad de la Cicuta, Final Exit. El estudio del Memorial Sloan-Kettering confirma que los pacientes con sida que puntuaban más alto en las tablas de medición de la depresión clínica tenían más probabilidades de desear el suicidio asistado.

Reto médico y social

La depresión, el desamparo, la ansiedad y el sentimiento de pérdida de control son graves problemas ente los moribundos. Exigen la atención de todos cuantos cuidan a los enfermos terminales. De hecho, según un reciente estudio, la depreción y el malestar psicológico afectan al 70 por ciento de los agonizantes. ¿De verdad creemos que la eutanasia es la solución para pacientes depremidos o agobiados por el temor a ser una carga para sus familias?

El actual debate sobre la eutanasia ignora de forma casi absoluta los hechos y los datos disponibles. La principal consideración para plantearse la eutanasia es ofrecer alivio a pacientes que sufren dolores intolerables. Pero no son estos pacientes quienes piden la eutanasia. De hecho, de los 2,3 millones de norteamericanos que mueren cada año, menos de 25.000 podrían desear la eutanasia por razones asociadas al dolor. Para los otros millones, legalizar la eutanasia o el suicidio médicamente asistido no les proporcionaria ventaja alguna. Al contrario, sería un medio de evitar los complejos y arduos esfuerzos que se les exige a médicos y otros profesionales sanitarios para garantizar a los moribundos una atención humana y digna.

El ¿Modelo? Holandes

La experiencia del pueblo holandés deja claro que la legalización del suicidio asistido y la eutanasia no es la respuesta a los problemas de los enfermos terminales. Holanda ha pasado del suicidio asistido a la eutanasia, de la eutanasia de los enfermos terminales a la de los enfermos crónicos, de la eutanasia de los pacientes con enfermedades fisicas a la de quienes padecen un malestar psicológico, de la eutanasia voluntaria a la involuntaria (denominada “terminación del paciente sin petición explicita”). La investigación encargada por el propio Gobierno holandés ha aportado pruebas de que en más de mil casos anuales, hay médicos que causan o aceleran activamente la muerte sin consentimiento expreso del paciente.

Virtualmente todos las directrices establecidas por el Gobierno holandés para regular la eutanasia han sido modificadas o vulneradas con total impunidad Se colabora al suicidio de un asistente social perfectamente sano pero abatido por la muerte de su hijo dos meses atrás. Tambien se ayuda a morir a un seropositivo en los cuarenta pero sin síntomas, sin hacer el minimo esfuerzo para ayudarle a encarar el terror que se esconde tras el deseo de poner fin a su vida…

En la cuidad de Assen, en la primavera de 1993, un tribunal de tres magistrados absolvió a un psiquiatra que habia colaborado en el suicidio de su paciente, una mujer de 50 años perfectamente sana que había perdido a sus dos hijos y acababa de divorciarse. El tribunal dictaminó que el psiciatra, doctor Boudewijn Chabot, actuó legitimamente porque su paciente era competente para tomar libremente la decisón de morir, que su sufrimiento era irremediable y que el facultativo había cumplido el requisito legal de fuerza mayor, que le obligó a dar precedencia al bienestar de su paciente sobre la letra de la ley, que formalmente prohíbe el suicidio asistido y la eutanasia. El caso de Assen se une a la docena de juicios holandeses conocidos en todo el mundo sobre suicidio asistido y eutanasia. La decisión de Assen sentó jurisprudencia en los casos de suicidio asistido y eutanasia de pacientes no fisicamente enfermos.